—No importa lo que me haya hecho o dicho su familia, lo que vale realmente es lo que él siente por mí —le contestó Candy a su padre.

—No puedo creer que en unos momentos que estuvieron a solas te haya lavado el cerebro, ¡hija reacciona! si de nuevo consientes en estar con él, toda la vida te harán de menos, no son de la misma clase social y añádele a eso que no eres profesionista.

—Queremos unir nuestras vidas en matrimonio, es lo que siempre he anhelado.

—No será con mi bendición, vamos por tu madre para que podamos irnos de aquí.

Candy quería objetar la decisión de su papá, pero lo meditó y mejor le pediría ayuda a su mamá, quizá ella lograría convencerlo para que aceptara a Albert.

Durante el camino la joven pensó que su padre tenía razón, le costó mucho esfuerzo llegar a su grado actual y mantener su buen promedio, el resentimiento que sentía por los Andrews fue su impulso en esos años, aunque era increíble que con un beso de Albert todas sus aspiraciones se desviaran hacia ser su esposa, los deseos de irse a estudiar fuera del país los vio como nada, no se comparaba con la ilusión de ser feliz a su lado.

Albert esa noche no pudo dormir, no quedaron en una hora fija, no podía llamarle para que se pusieran de acuerdo, si sería en la mañana o la tarde el encuentro, ella solo le dijo «mañana» pero ¿a qué hora? No le dijo la hora, se daba vueltas en la cama, temía no poder resistirse y faltarle el respeto, quería besarla, acariciarla, amarla…

Al día siguiente se levantó temprano y pidió que le prepararan el desayuno para llevar, en una nevera transportó alimentos para preparar, el yate contaba con una cocineta, quizá tendrían la oportunidad de dar un paseo. Se dispuso a salir por una de las puertas alternas para que su tía no se diera cuenta, corrió hacia su auto como si alguien lo siguiera y se dirigió donde tenía aparcado el yate.

Candy durante el desayuno les dijo a sus padres que iría a la universidad para seguir viendo sus trámites de movilidad, era mentira, se dirigiría al muelle para encontrarse con su amado.

Se puso ropa cómoda, aunque a su padre le pareció muy sospechoso que se vistiera tan informal.

—Te llevaré a la universidad, me queda de camino a la oficina —Le dijo Braulio.

Candy disimuló una mueca— está bien papá, gracias.

Llegaron a la universidad, Candy se bajó del auto y caminó hacia servicios escolares, se volteó para ver si su papá se había ido, pero él seguía estacionado mirándola.

Albert, en el yate guardaba las cosas en el frigobar, recorrió la embarcación para checar si todo estaba en orden, trató de no fijarse mucho en la cama, porque su imaginación voló, una ráfaga de imágenes cruzaron por su mente, reprendió esos pensamientos pecaminosos.

Candy se escondió fuera de la vista de su padre, trataría de salir por otro lado del campus, así tuviera que saltarse el portón si lo encontraba cerrado. Se dirigió hacia allá y en efecto, vio el gran candado, miró a todos lados, el guardia estaba dormido, ella aprovechó para saltar, «¡Que bueno que se me ocurrió traer esta ropa! Si no se me hubiese visto la ropa interior» pensó la muchacha traviesa, se dio un sentón pues no pudo controlar la caída, por desgracia Rosemary pasaba por ahí y vio la escena, detuvo su auto. Candy se puso de pie y se sacudió la ropa.

—¡Candy que maravillosa sorpresa! ¿A que se debe que saltes el portón?

La joven tragó saliva, era la persona a quien menos quería encontrar. Por su mirada Rosemary entendió que escapaba de alguien.

—Ven conmigo Candy, me avisaron que Anthony tuvo una crisis nerviosa, ahora me dirijo hacia allá, creo que ha sido la providencia que me permitió encontrarte.

—Señora, la verdad es que yo me dirijo hacia otro lado, no tenía en mi itinerario visitar a Anthony.

—Si quieres que me arrodille lo haré, se que me porté muy mal contigo y te pido disculpas, no sabes lo difícil que es para mí, me estoy tragando mi orgullo.

—No es necesario, mire déjeme hacer mi diligencia y le prometo que después iré.

—Lo que pasa es que está alterado, de seguro estará violento.

—Si se comporta violento con usted que es su madre, más conmigo que no soy nada para él.

—Pero está interesado en ti.

Rosemary logró convencer a Candy, ella se preocupó por Albert, temía que pensara que lo había plantado.

Al llegar al hospital, encontraron a Anthony dormido, lo sedaron por el alboroto que armó, Candy sonrió pues ya no hacía falta su presencia.

—No te vayas Candy, para que cuando despierte vea una cara amiga.

Albert miraba su reloj, llevaba tres horas esperándola—Ella dijo mañana… este día no se terminará hasta las 12 de la noche hasta esa hora me quedaré aquí.

Hola queridas lectoras, cuéntenme como se están pasando la cuarentena, pensé que estaría libre estos días, pero la universidad abrió una plataforma virtual, por eso no subí nada ayer. Pero se los prometí y aquí está la actualización.

¿Cuál otro fic quieren que actualice? Estoy abierta para sus sugerencias.

De nuevo quiero animarlas con esta porción de la Biblia, en tiempos de coronavirus.

Romanos 8:35-39 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?

36 Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero. m

37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,

39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.