Candy estaba impaciente, Anthony no despertaba y Rosemary no platicaba con ella, por ese motivo la espera se le hizo tediosa, notó que Rosemary empezó a bostezar por lo que tuvo la esperanza de que se quedara dormida, así ella escaparía y se iría al muelle a encontrarse con Albert. «¿Será que él todavía está esperándome? Es la una de la tarde, yo quería que me paseara en el yate, mi día está arruinado» se lamentaba Candy en sus adentros. Por fin Rosemary se cabeceó quedándose dormida, Candy se quitó los zapatos para no hacer ruido cuando pasara cerca de ella, tenía que aprovechar esa oportunidad, por fin se llenó de valentía y fue hacia la puerta, la abrió y cerró con sumo cuidado, se puso los zapatos y corrió hasta la salida del hospital, pasó un taxi… ―Lléveme al muelle por favor― le pidió al conductor. El corazón de Candy palpitaba con fuerzas, por fin se encontraría con él.

Albert espiaba y no veía que llegara Candy, «quizá se arrepintió, quizá el resentimiento invadió su ser de nuevo y decidió plantarme, pero con sus besos apasionados me mostró lo mucho que desea estar conmigo, si vendrá, sé que lo hará» pensó Albert. Miró otra vez y por fin la vio bajar del taxi, se emocionó, sintió que un calor le recorrió de repente por todo su cuerpo. Candy tuvo el impulso de correr hacia el yate pero, pensó que se vería desesperada, qué, aunque si lo estaba tenía que esconder sus sentimientos. Él salió para recibirla y para ayudarla a subir.

―Perdón por la tardanza ―se disculpó al mismo tiempo que agarraba la mano extendida que él le ofreció para que abordara.

―Me alegra que estés aquí ―no hubo ningún reproche de su parte, estaba contento de tenerla ahí; Candy al ver que no la cuestionaba decidió contarle por qué se retrasó.

―Tuve que mentirles a mis padres de que iría a la universidad para ver lo de mi beca, para mi mala suerte mi papá se ofreció a llevarme, por un momento pensé que me descubriría, lo bueno fue que no se bajó conmigo, me vi obligada a trepar y saltar el portón trasero pues estaba cerrado con candado, hasta me caí, la que me cachó en la movida fue tu hermana que en ese momento pasó por ahí, me convenció de visitar a Anthony, ni le caigo bien y quiere que visite a su hijo.

―Ah, por eso te atrasaste.

―Así es, si tu hermana no se hubiese dormido todavía seguiría allí contemplando el sueño de tu sobrino.

― ¿Tienes hambre?

―Un poco, aunque quisiera que pusieras andar esto mar adentro.

―Claro.

Albert desamarró el yate, alzó el ancla y encendió el motor.

―¿Qué trajiste de comer?

―Traje desayuno preparado, tuve que comérmelo a las 10 am, hay unos cortes de carne para asar, cuando lleguemos cerca del faro me pondré a prepararlo.

―Mientras navegas hacia allá lo cocinaré.

―No quiero que la ropa se te impregne de carne.

―Tienes razón no traje nada para cambiarme.

―Yo tengo una playera, úsala ―Albert le señaló el camarote. Ella entró y vio la cama, se puso un poco nerviosa también pasaron por su mente un montón de imágenes lascivas, se cambió, se quitó el pantalón pesquero, quedándose únicamente con la playera de Albert pues estaba larga, el vio que la usó como bata, tragó saliva porque notó que la ropa interior se transparentaba, era una imagen muy sensual; ella trató de no darle importancia confiaba en que él era un caballero y que no la vería con malicia , fue a la cocineta y se puso a marinar los cortes, y a hacer las guarniciones. Llegaron a la isla más cercana, Albert soltó ahí el ancla y fue a la cocineta, Candy ya tenía todo listo. ―Y yo que venía a ayudarte.

―Espero que te guste.

Claro que le gustaría si ella cocinó para él, así lo hubiese quemado se lo comería gustoso.

Mientras comían Albert hacía un esfuerzo sobrehumano para no mirar el brasier que se le transparentaba.

Después de que terminaron de comer, Candy se levantó para lavar los trastes sucios.

―Deja eso, no vinimos para que trabajaras, ¿quieres que vayamos al faro?

―Claro que no, tendríamos que conversar con el encargado, yo lo que quiero es estar contigo, ¿será peligroso que nade un poco?

―Ponte el salvavidas. Yo te cuidaré.

―Me tendré que quitar la ropa interior si no lo hago mojaré mi ropa cuando me la ponga. Ella se la quitó sin ningún pudor.

Albert trató de reprimir su excitación, sabía que solo la cubría esa playera, vio que su brasier y su calzón quedaron tirados en el piso. Candy bajó las escalerillas y se tiró de un clavado, él contempló como flotaba, su falo despertó por el deseo, tenía que concentrarse para protegerla, cuidando de que no se le acercara ningún tiburón o algún animal marino que pudiera dañarla. Candy estuvo 20 minutos disfrutando del agua templada, por fin se dispuso a salir, Albert la ayudó para que subiera, cuando tiró con fuerza quedaron muy juntos, ella se puso de puntillas para que la besara, Albert ante esa invitación se acercó a su boca sedienta, los besos se hicieron cada vez mas apasionados, ella ladeó la cabeza para que besara su cuello, él lo hizo, aunque trató de no tocarla ella le agarró la mano para ponérsela en su glúteo, Albert lo apretó, se dio cuenta que se estaba propasando y se retiró de ella.

―Nena, ya son las 5 de la tarde, debemos regresar, de seguro tus padres han de estar angustiados, saliste de tu casa desde muy temprano.

Candy hizo una mueca, recogió su ropa íntima, se le ocurrió quitarse la playera delante de él, los ojos de Albert se desorbitaron al ver su desnudez.