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Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece. La historia está ubicada después del último episodio del anime / post Jinchu y antes de que Sano y Megumi partan de Tokyo. Una historia centrada en cómo Kenshin logra finalmente vivir en el presente.
Cap 9: Límites
La niebla envolvió el vecindario del dojo Kamiya, la bruma matinal estaba densa entre los arboles y envolvía profusamente la orilla del rio, donde la lámpara de papel que la joven instructora había intentado recuperar la noche anterior yacía desvanecida entre ramas y agua. Las hojas aposadas en los pies de los árboles comenzaban a dar indicios de que el otoño estaba en su punto más álgido, tiñendo el paisaje de carmín y amarillo dando un toque cálido y nostálgico simultáneamente. El amanecer comenzaba a abrirse paso entre nubosidades dejando caer algunos tímidos rayos de sol de manera parcial anunciando lo que seria un clásico día otoñal.
Sanosuke observó cómo el cielo se abría para dejar pasar un suave rayo de sol que dio directo en su rostro. No había podido dormir bien la noche anterior, después de acompañar a Tae y Tsubame y dejarlas en casa había vuelto a la clínica y sin quererlo había escuchado la conversación que Megumi sostenía con el doctor Gensai. Lo que oyó lo perturbó de manera inesperada y cuando trato de descansar no pudo dejar de pensar en lo que había oído.
Cruzando sus brazos frente a su pecho, dejó caer la cabeza y jugando con sus pies trato de pensar en qué debía hacer. Pese a haber encontrado una nueva forma de vida después de su enfrentamiento con Kenshin, era evidente que ya no podía seguir abusando de la cortesía del doctor Gensai y de Kaoru. Sabía que él no era bueno para nada más que no fuera dar o recibir golpes, sin embargo tenía la leve intuición de que su vida no podía reducirse solo a eso. Dando un gran bostezo Sanosuke se puso de pie y decidiendo que tal vez debía intentar descansar un poco más en vez de seguir exponiéndose al frío de la mañana se encamino a su habitación en la clínica.
Abrió la puerta para entrar al corredor en silencio y cuando se volteó, ahogó un grito de sorpresa al ver a Megumi con sus manos en ambas caderas mirándolo con un poco de molestia.
-¡me asustaste arpía! – susurro el luchador tratando de no despertar a las nietas del doctor.
- no me vengas con esas boberías – le dijo la médico tomándolo de un brazo y arrastrándolo hacia la consulta – ¿dónde estabas anoche?, ¿llegaste recién? – siseó la mujer abriendo la puerta de la consulta y empujando al joven para que entrara cerrando la puerta tras de sí.
-¿qué dices? -le pregunto sorprendido el luchador – estuve acá toda la noche, además qué te importa a ti-
El golpe que le llegó en la cabeza lo hizo morderse la lengua y guardar silencio. Molesto, vió como la doctora comenzó a sacar distintas hierbas de su estante, acomodando un mortero y algunos frascos lo miró con seriedad y molestia.
- necesito de tu ayuda…-dijo sin más la mujer mirándolo de pies a cabeza
Sanosuke la miró de malas pulgas, aguantándose las ganas de preguntarle si era verdad lo que había oído ayer de su conversación con el doctor pero no estaba seguro de que fuera buena idea preguntarle ahora que era evidente que estaba de mal humor.
-¿qué necesitas? -dijo desviando la mirada mientras de reojo veía como al mujer comenzaba a separar las hierbas que había escogido y que ahora comenzaba medir en la balanza de cobre frente a ella.
- toma el mortero y muele estas tres hierbas en el, cuando termines avisame para ir preparando las medicinas -le indicó la joven tomando su cabello y amarrando la cinta para acomodar su kimono. Sanosuke vió la determinación en su mirada que lo hizo querer obedecer sin mucha resistencia.
En silencio se acercó al mesón y sentándose frente a ella comenzó a trabajar sin mucho ánimo. Presionando las hierbas en el mortero con concentración y entregándoselas a Megumi a medida que lo hacía, el luchador se perdió en sus pensamientos. Así pasó la primera hora de trabajo en la clínica antes de que la doctora volviera a hablar.
-¿cómo está tu mano?, ¿has sentido que recuperes movilidad?
-hai… -respondió el luchador dejando un momento el mortero para abrir y cerrar su mano en dirección a Megumi para que lo viera por ella misma.
-muy bien, es bueno que comiences a ejercitar con un poco de peso si quieres…después de eso ya no me vas a necesitar más.
-¿por qué lo dices? – respondió rápidamente el luchador
-por nada…solo quiero cerciorarme de que la recuperación vaya bien…- le respondió la mujer sellando el tercer frasco de medicamento.
- ¿estás en problemas nuevamente? -intento sacarle información a la doctora inclinándose en dirección a ella en actitud cómplice.
-¿yo?, él único que está en problemas acá eres tú …y aún no eres capaz de contarme – dijo Megumi murmurando lo último con molestia.
-no es necesario que sepas…- espeto Sanosuke retomando su tarea en el mortero
- tonterías -siseó Megumi
- tu igual estas ocultando algo – le espetó ya de mal humor el luchador, recordando lo que había oído anoche
- ¿y tú qué sabes? - se detuvo la doctora antes de terminar una de las mezclas entrecerrando sus ojos al mirar al luchador – ¿me estabas espiando?
-pues no precisamente…- se rascó la cabeza Sanosuke - solo tuve la mala fortuna de oír tu conversación con el doctor
Megumi bajo la mirada, su expresión se torno triste y melancólica por unos momentos, quitándole la mirada tímidamente a Sanosuke, comenzó a ordenar los frascos de medicina recién preparada en una de las cajitas de madera, tratando de evitar seguir hablando el tema.
- ¿es realmente necesario que lo hagas? – preguntó tímidamente el joven tomando una nueva medida de hierbas para moler – podrías no hacerlo, no pasa nada…
-Sano -le dijo la mujer volteando a verlo, el luchador la miró sorprendido por el diminutivo con el que se había dirigido a él. – Incluso si no lo deseara, esta es la única forma en que puedo redimir mis pecados y honrar a mi familia después de todo el daño que hice.
Megumi bajo la mirada nuevamente y por un segundo dejó que la fachada de mujer dura se quebrara mostrando todo el dolor que aún llevaba por las vidas que había destruido, especialmente por la muerte del amigo del luchador. Sanosuke se levantó rápidamente para enfrentarse a ella. Deteniéndose delante de la joven mujer puso su manos sobre sus hombros para captar su atención.
-ya lo estas haciendo, tus errores…ya los has comenzado a corregir, no es necesario que pienses en irte…
-Sanosuke…
-la gente de acá te necesita, el doctor Gensai te necesita, Ayame y Suzúme…-de pronto la voz del luchador se perdió.
Los ojos de la joven doctora se aguaron un poco, regalándole una mirada cariñosa y una dulce sonrisa Megumi cogió las manos del luchador y sacándolas de sus hombros las sostuvo con cariño frente a ella. En ese momento Sanosuke entendió que la decisión ya estaba tomada y la soltó lentamente derrotado.
-no te pongas así baka, no es el fin del mundo ni nada… - Dijo Megumi acercándose a él, Sanosuke la miró con un poco de resentimiento soltando sus manos del agarre en el que estaban.
- ¿por qué? – insistió el hombre
- porque le da un nuevo propósito a mi vida como doctora
- ¡¿y nosotros qué?¡ – interrumpió dolido el luchador, sintiendo de pronto una rabia parecida a la que sintió cuando no logró hacer que Kenshin volviera de Rakuninmura
-shhh vas a despertar a las niñas…-le silencio Megumi tirando de su mano vendada y mirándolo con impaciencia
-Megumi san, Sanosuke san – de pronto la puerta se abrió y Suzume apareció rascándose los ojos con sueño.
- Suzume chan – se acerco Megumi tomándola en brazos.
- Ayame chan y el abuelo están preparando el desayuno, me pidieron que los viniera a buscar
-ya vamos, estábamos terminando unos pedidos, ¿cierto Sanosuke?
-cierto – respondió el luchador tratando de disimular la molestia que sentía.
- ¿estaban discutiendo? – pregunto Suzume recostandose en el hombro de Megumi y mirando al luchador somnolienta.
-no…- suspiro el luchador acercándose a ambas y encaminandose al comedor – esta bruja me estaba retando porque me equivoque al moler una mezcla, tengo hambre, por qué no vamos luego a desayunar mejor – apuro a Megumi mientras cruzaba los brazos detrás de su cabeza.
Megumi lo miró unos segundos en silencio antes de seguirlo con Suzume aún en sus brazos, pensando en la reacción del hombre. Eso sí que había sido inesperado, tal como la vez que la detuvo de suicidarse en la torre de Kanryu. Enfrascada en sus propios pensamientos la doctora se encaminó al comedor tratando de disimular la desazón que le había dejado la conversación con el joven luchador.
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Kenshin despertó empapado en sudor. Agitado y con un poco de angustia buscó con su mano a Kaoru inmediatamente después de soñar con su pelea con Shishio y volver sentir cómo por poco había estado al borde de la muerte. No estaba acostumbrado a sentir miedo pero el recuerdo de la batalla había sido tan vivido en el sueño que prácticamente el recuerdo le hizo sentir temor a perder la vida, temor del que antes carecía y que aún no asimilaba como parte de su nueva vida.
Respirando rápida y profundamente trato de calmarse y sin importarle, enterró su rostro en la espalda de la joven que dormía profundamente a su lado. Inhalando su esencia trato de calmarse, era muy raro que recién ahora soñara con Shishio, cuando antes nunca se le había aparecido en sueños.
Llevando su mano a la cicatriz que Shishio dejo por la mordida que le había dado, el pelirrojo de pronto sintió asco de su propio cuerpo, el cual estaba mancillado y marcado por heridas brutales que hacían de su piel un mapa de líneas blanquecinas irregulares, algunas profundas, otras no tanto, siendo la mordida de Shishio la más tosca y grotesca de todas sus cicatrices por la naturaleza animal con la que este se la había hecho.
Sintiendo una rabia que reconocía como su esencia battousai despertando en sí mismo, se dio cuenta que desde que llegó de Kyoto junto con Kaoru que no había vuelto a ir al bosque a canalizar su tendencia y energía violenta.
Sintiéndose al límite después de revivir la batalla con Shishio, el pelirrojo dio un último respiro profundo aferrado a la espalda de la joven para luego levantarse y dirigirse al baño. Una vez en el ahi, se saco su yukata húmeda por el sudor y dejó caer su cabello contra su espalda. Sin esperar a que se terminara de calentar el agua se metió dentro de la ducha sintiendo el agua tibia contra su cuerpo.
El agua a medio calentar hizo que sus músculos se contrajeran en sus brazos, abdomen y espalda, despertándolo por completo y haciendo que el frío de la mañana penetrara en su mente y cuerpo. El sueño con Shishio había empañado su descanso junto a la kendoka y eso lo hizo tensarse aún más, era como si el espadachín de las vendas se hubiese enterado de que al fin había encontrado la paz y quisiera arruinar el momento con sus visiones retorcidas sobre la vida, colándose en sus sueños para alejarlo de lo que deseaba.
Molesto consigo mismo por permitir que un sueño lo afectara de esa manera salió de la ducha y vistiendo su hakama y gi oscuro, tomó su espada y se dirigió al bosque para liberar algo de la energía violenta e irascible que sentía en ese momento.
El pelirrojo camino en dirección al bosque de bambú al que siempre iba desde la primera vez que llegó a Tokio como mendigo. Una vez internado en el bosque se concentró en elevar su energía hasta que el viento y las hojas se transformaron en un ruido blanco que lo hizo desaparecer del mundo a él y a su mente por unos segundos.
Concentrando los sentimientos de rabia y odio que sentía hacia Shishio, y añadiendo el secreto desprecio que sentía hacia su propio cuerpo marcado por el odio de sus enemigos se dejó embargar por todos los sentimientos oscuros que sentía y que Battousai se había encargado de canalizar de la peor manera durante sus años de juventud pero que ahora había aprendido a canalizar a través de la liberación de su ki destructivo.
Este era un ejercicio que lo había ayudado a controlar en gran parte su instinto asesino de manera inofensiva durante sus años de vagabundo. Tomando su espada y concentrando el máximo de su energía en ella, terminó por dejar ir toda la energía concentrada contra una caña de bambú, cortandola en varios pedazos con una rapidez increíble. Dejo ir el aire que había contenido y mirando los pequeños trozos de lo que fue la caña, guardo su espada sintiéndose mejor aunque reconociendo que aún había energía del battousai dentro de sí.
Esta era la primera vez que dejaba pasar tanto tiempo sin canalizar su energía, habitualmente lo hacía dos a tres veces a la semana, pero desde que se había recuperado después de su pelea con Enishi que no había sentido la necesidad de liberar al hitokiri interior. Meditando unos minutos más, decidió volver al dojo, había prometido a Kaoru que se uniría al entrenamiento de ella y los demás y no quería decepcionarla con algún atraso de su parte.
Ya camino al dojo trato de evadir los pensamientos negativos que le había dejado la pesadilla de la batalla con Shishio y los sentimientos que había revivido en él. Caminando con algo de prisa no se dio cuenta cuando una de las mujeres del vecindario comenzó a llamarlo, la mujer de edad que lo venía siguiendo a paso irregular, no obtuvo respuesta alguna de parte del pelirrojo hasta que jalo de su gi con fuerza, dando un salto el espadachín se volteo alerta quedando desconcertado cuando reconoció a la mujer.
-¡señor Himura! – dijo la mujer respirando agitada por el trote que tuvo que dar para alcanzarlo
-¡Tsuki dono! – la reconoció Kenshin, era la vecina que le había regalado las semillas para el huerto del dojo y le había ayudado a conseguir los materiales para la reparación del mismo.
-disculpe haberlo perturbado de esa manera Himura dono -se disculpo la mujer -pero mi marido sufrió un accidente domestico la noche anterior y ahora esta obligado a guardar reposo por instrucciones del doctor Gensai.
- oh, lo siento mucho por él – respondió incómodo el pelirrojo mirando en dirección al camino que lo llevaba al dojo
- por eso mismo, iba camino al dojo para ver si lo encontraba y me ayudaba a hacer algunas compras en el mercado y traerlas a casa ya que mi marido no puede hacerlo – le explico la mujer sin soltar de la manga de su gi.
Kenshin se golpeo mentalmente, había prometido a la señora Tsuki a ayudarla en lo que necesitara a cambio de que lo ayudara a conseguir los materiales para arreglar el dojo. Al no tener dinero, ofreció su ayuda en cualquier tema del hogar que ella o cualquiera de las personas que había donado materiales para la restauración del hogar y la escuela de Kaoru necesitaran. El problema no era que no quisiera cumplir su palabra sino que si lo hacia ya no llegaría a tiempo para preparar el desayuno.
-no hay problema Tsuki dono, iré al dojo a avisar y-
-oh no, Himura dono, no hay tiempo, dejé a Ichiro solo, le di la medicina que le ayuda con el dolor antes de salir pero debo apresurarme antes de que se le pase el efecto. – le miro con mirada urgida la mujer rogándole con la mirada - Por favor señor Himura…
Kenshin no pudo negarse, resignado acompañó al pueblo a la mujer cruzando los dedos para que no fuera como Kaoru cuando decidía comprar todo en grandes cantidades y se dedicaba a regatear hasta el final con los vendedores. Preocupado dio una última mirada en dirección al camino que lo llevaba hasta el dojo y esperando que Kaoru lo entendiera siguió a la mujer sintiendo una incipiente inquietud.
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Kaoru se había levantado de mal humor, la noche anterior había sido una noche perfecta, Kenshin al fin se había quedado a dormir con ella de manera voluntaria y consciente, lo único que esperaba de ese avance era haber despertado a su lado, eso era lo que necesitaba para poder formalizar que había algo sucediendo entre ellos dos y no solo un anhelo unilateral que la hacía interpretar su relación de manera equivocada.
Sin embargo al despertar solo se encontró con el futon desordenado del lado donde había dormido el espadachín y nada más. Como si eso fuera poco, cuando se dirigió al comedor Kenshin no estaba por ninguna parte, lo busco en toda las áreas de la casa, dojo y nada. Su angustia creció al darse cuenta de que al parecer el espadachín había madrugado al encontrar su yukata tirada en su propia habitación de manera desprolija, como si hubiese salido con prisa, Kenshin nunca era así de desprolijo con el orden de sus cosas.
Un dolor en su pecho la hizo sentir que había sido una tonta al creer que había conseguido algo la noche anterior, Kenshin ni siquiera la había tocado un poco. Se suponía según Tae, que un hombre como él debería poder ser capaz de buscarla si realmente le interesaba como mujer. Frustrada se dirigió a la cocina y se sorprendió al ver a Yahiko preparando el arroz para el desayuno.
-¿K-Kenshin no cocino? -pregunto preocupada la joven
-buenos días Kaoru – le saludo Yahiko concentrado mientras picaba el cebollín -nop, Kenshin no estaba en el dojo cuando me desperté.
Kaoru observó cómo el chico terminaba de picar el cebollín para agregarlo al arroz que había preparado a la vez que quebraba un par de huevos intentando cocerlos. Kaoru se acercó al niño tratando de ocultar su preocupación y lo ayudó a terminar el desayuno. Solo esperaba que Kenshin no se hubiese arrepentido de haber compartido el futon con ella la noche anterior.
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Kenshin se sentía mortificado, Tsuki dono había decidido que no era buena idea solo ir por la mercadería sino que además aprovechó para que le ayudara a recolectar todas las telas que había encargado para sus nuevos kimonos y los de su hija, que pronto se uniría en matrimonio con un joven soldado, por lo que el pelirrojo ya iba en el cuarto viaje junto a la mujer. Su escaso buen humor a estas alturas ya no existía y se había limitado a fingir como solía hacer en sus tiempos de vagabundo cuando quería conseguir pasar desapercibido sin llamar mucho la atención.
Finalmente llegaron a la casa de la señora Tsuki y dejando escapar un suspiro el pelirrojo acomodó su gi, sacudió su hakama y se dispuso a abandonar el lugar no sin antes ser detenido por la mujer que en forma de agradecimiento, se desapareció para buscar algo para retribuir su ayuda que había sido más de lo que ella le había solicitado al inicio. Tratando de disimular su impaciencia, Kenshin se paseo por el jardín de la casa hasta que escuchó el sonido de las sandalias de la mujer.
- Himura san, gracias por su paciencia y ayuda de hoy – le agradeció la mujer inclinándose – lleve esto al dojo en forma de agradecimiento por favor.
La mujer extendió delante de sí una pintura tradicional en tinta del monte fuji con algunas delicadas flores de cerezo y algunos hilos de oro decorando la pintura que demostraba que no era un obra sencilla sino más bien una pintura de algún autor con rango. Además le entregó un abanico y un par de cintas de seda para el cabello, una azul y otra violeta, con hilos dorados en sus extremos que simulaban estrellas.
-se que no son cosas que pueda usar usted, pero no me cabe duda de que le gustaran mucho a Kaoru chan – dijo sonriendo la mujer entregando la canasta con las cosas al espadachín – además tengo esto para ustedes...
Le indico la mujer sacando del fondo de la canasta un paquete de papel, que el pelirrojo reconoció como un trozo de carne de vacuno.
-hoy me ayudaste más de lo que te imaginas, lo mínimo que puedo ofrecer es esto a modo de pago por los inconvenientes que sé que te cause, espero que Kaoru chan no se moleste demasiado con usted Himura san, si tiene cualquier inconveniente con la chica, dígale que venga a hablar conmigo, yo era amiga de sus padres, seguro podré interceder por su bienestar – sonrió amablemente la mujer haciendo que Kenshin se sonrojara levemente al darse cuenta de que no había fingido tan bien su preocupación como había pensado.
Tratando de recuperar la compostura y el buen humor asintió y recibió las cosas sin muchas palabras, agradeciendo el gesto de la mujer asintió un par de veces, se dispuso a irse pero la mujer lo volvió a detener.
- Himura san…
- hai?… -se devolvió un poco irritado el espadachín
-también quiero regalarle esto, no creo que sea buena idea que mi marido lo vuelva a usar con su lesión.
Tsuki sacó del bolsillo de su kimono un pequeño bolsito de tela y entregándolo al espadachín bajo la voz al explicarle su contenido.
- esta infusión nos las trajo el prometido de mi hija de su último viaje a china – explicó la mujer fijándose que su marido no la oyera -es una mezcla de hierbas chinas y japonesas preparadas para aliviar ciertos dolores musculares y molestias de salud. Creo que además son un energético natural pero no creo que mi querido Ichiro pueda volver a moverse como antes…
Extendiendo delante de sí el bolsito de tela Tsuki espero que el espadachín recibiera el regalo, sin querer extender su estadía en el lugar Kenshin sonrió agradecido y recibió el último regalo sin siquiera procesar la información que la mujer le había dado.
-espero sean regalos sin compromisos – rió el espadachín a modo de broma pero dejando que la pregunta indirecta le llegara a la mujer, robándole una sonrisa por el comentario.
-lo son Himura san, dele mis saludos a Kaoru Chan por favor
-en su nombre – respondió el espadachín mientras salía de la casa
Después de casi toda la mañana fuera, Kenshin finalmente regreso al dojo, preocupado dejó la canasta con las cosas en su habitación y rápidamente se dirigió al dojo en busca de Kaoru. Cuando se asomo al dojo, su corazón cayó al suelo al darse cuenta de que el entrenamiento estaba por terminar. Había perdido completamente la noción del tiempo mientras acompaño a Tsuki dono, y ahora era blanco de mirada de todos los alumnos del dojo, incluido un nuevo rostro que no reconoció del día anterior.
Todos detuvieron su entrenamiento mientras Kaoru fue la única que se rehusó a mirarlo por más de unos segundos mientras aplaudía con sus manos para recuperar la atención de sus alumnos.
- ¿qué creen que hacen?, ¡no pueden desconcentrarse de esa manera!, en un combate esta distracción les puede costar la vida – dijo con dureza la chica corrigiendo las posturas y agarres de sus alumnos- ¡Vamos! ¡Sigan con los golpes!
-¡hai! -respondieron al unísono los alumnos
Yahiko miró de reojo a Kenshin y continuó con la práctica de su kata en un rincón. Kenshin supuso que el chico lo había estado esperando con la misma preocupación que Kaoru seguramente. Sin darle muchas vueltas Kenshin saludo en dirección al lema del dojo y sacándose las sandalias tomó posición al final del salón y adoptando posición de dogeza esperó a ser recibido por Kaoru, cerrando sus ojos espero a que la mujer lo viera y le permitiera explicarse.
Kaoru noto como Kenshin habida optado la posición de arrepentimiento al final del dojo sintiendo que su molestia era superada por la pena que le daba ver a Kenshin arrodillado de esa manera en público para mostrar su arrepentimiento, sin embargo no podía permitirse ser tan blanda con el pelirrojo, no quería que él pensara que podía jugar con sus sentimientos de esa manera. Lo de esta mañana le había afectado bastante y que no se presentara a entrenar como había anunciado el día anterior había sido una decepción, no solo para ella, sino también para sus alumnos que deseaban compartir con él.
Tratando de resistir las ganas de decirle que no era necesario que se humillara de esa manera en público, continuó con el entrenamiento tratando de forjar algo carácter en sus alumnos, no podía mostrarse blanda con el espadachín por muy battousai el destajador que fuera en su pasado. Tenía que enseñarle a sus alumnos lo que era el respeto hacia la figura del Sensei de la escuela Kamiya Kashin ryu, incluso si el ejemplo se trataba de su querido espadachín.
Durante diez minutos, continuó con el entrenamiento de sus alumnos sin inmutarse de la figura del espadachín que aún esperaba en posición de dogeza al final del salón. Siguió con la rutina de su entrenamiento cumpliendo con el circuito con el que siempre terminaban las sesiones el cual era un ejercicio rotativo de combate. No fue hasta que el último de sus alumnos terminara de enfrentarse a su rival que la joven instructora de kenjutsu decidió reconocer la presencia del espadachín.
Quitándose lentamente en seiza su pechera para dejarla donde correspondía, Kaoru refregó su Tenugüi por su rostro para secar el sudor que había acumulado en sus sienes y cuello tratando de calmar su mente antes de lidiar con Kenshin y su falta de compromiso.
Indicando a sus alumnos que meditaran en silencio a modo de descanso y cierre del entrenamiento, se acercó lentamente a Kenshin que seguía en la misma posición y parándose frente él respiro profundamente para dirigirse al espadachín.
-buenas tardes Kenshin…
-buenas tardes Kaoru dono – respondió el pelirrojo sin atreverse a levantar la mirada del piso
-pensé que querías partir hoy con tu entrenamiento…
-Sessha sabe que dijo que partiría hoy y lamenta no haber podido cumplir con su intención Kaoru dono – aclaró con sinceridad el espadachín apoyando aún más su cabeza contra el suelo.
- espere por ti junto con mis alumnos por un rato considerable, se suponía que hoy sería un día especial para ellos…- "y para mi " pensó para sí misma la chica, mirándolo con decepción en su rostro.
-Kaoru dono… - Kenshin noto el cambio en la energía de Kaoru que pasó de enojo a tristeza, lo que lo hizo alzar la mirada rápidamente.
- esta escuela no necesita leyendas para sobrevivir, por lo que decidimos partir el entrenamiento sin ti Kenshin… -dijo en voz baja la chica – espero entiendas que no es necesario que entrenes con nosotros si realmente no es lo que te acomoda, puedes usar el dojo cuando quieras mientras lo hagas con respeto, pero te voy a pedir que no mientas diciendo que quieres que te ayude a entrenar… – concluyó triste Kaoru volteándose para mirar a sus alumnos que meditaban en silencio, la verdad es que estaba dolida con el espadachín y no tenía ánimos de disimularlo.
De espaldas al pelirrojo Kaoru vio cómo sus alumnos habían conseguido ganarle a la curiosidad de saber qué era lo que había sucedido con el espadachín y ahora meditaban calmando sus respiraciones agitadas, incluso Yahiko que sabía que el espadachín había desaparecido la mitad del día, rápidamente se había vuelto en un referente a seguir de sus compañeros nuevos y ahora mantenía su posición a la cabecera del grupo guiando los ejercicio de respiración ayudando a la kendoka a desviar la atención de los presentes del legendario espadachín. Leyendo el lema del dojo Kaoru decidió que lo importante en este momento era honrar el honor de su padre y su escuela y sin flaquearle la voz se atrevió a ordenar a Kenshin.
- Kenshin Himura, si realmente quieres entrenar con este grupo de alumnos bajo la instrucción de la heredera del estilo Kamiya Kashin Ryu, debes demostrar tu compromiso con sus enseñanzas y cumplir con sus horarios y tareas, incluso si tu intención no es aprender nuestro estilo… por esta ocasión dejaré pasar tu indisciplina, a modo de reparación deberás limpiar el dojo una vez que abandonemos el lugar y después podemos hablar sobre tus reales intenciones de practicar con nosotros.
-Arigato Kaoru dono – susurro el espadachín mortificado confirmando que había herido bastante los sentimientos de la chica al recibir un castigo tan formal y cotidiano como el que le había dado.
- Muy bien chicos, ordenen sus armaduras y no olviden que mañana repetiremos la primera parte del kata que les he enseñado- indicó Kaoru ya acercándose a la salida del dojo en un evidente intento de evitar al pelirrojo que esperaba a que salieran los alumnos del dojo para cumplir con su castigo. -Yahiko mañana tú estarás encargado de corregir a tus compañeros. Buenas tardes, se pueden retirar.
Kaoru dio una última mirada a Kenshin antes de hacer una reverencia en dirección al dojo y salir del lugar.
Su primera reacción había sido intentar seguirla pero al cruzar mirada con Yahiko supo que no sería prudente, resistiéndose esperó de rodillas a que los alumnos terminaran de ordenar sus armaduras con ayuda y guía de Yahiko quien se quedó hasta el final para luego saludar a Kenshin y salir para dejarlo a solas.
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Kaoru tomó un baño mientras pensaba en qué le diría a Kenshin una vez que terminara con el aseo del dojo, no había querido ser tan dura con él frente a sus alumnos pero aún así debía marcar una diferencia dentro y fuera del dojo. Su padre siempre le decía que no había nada más importante que el respeto por el dojo, la filosofía del estilo y el sensei, siempre debía haber un equilibrio entre todas esas cosas para construir un estilo fuerte y justo. Kaoru sabía que había actuado bien como instructora y que el pesar que sentía tenía que ver más con su enamoramiento que con el desaire que el espadachín había hecho al no cumplir con su palabra de querer unirse al entrenamiento del día de hoy.
Enjuagando su cabello, que había crecido bastante desde su encierro junto a Enishi, término de cepillarlo para salir del baño y cambiarse. Había decidido que iría a ver a Tae y si era posible buscaría hablar con Megumi, lo último que quería hacer era pasar una tarde a solas con el espadachín después de lo sucedido y sabiendo que Yahiko tenía turno en el Akabeko, decidió apresuradamente que debía salir del dojo antes de poder enfrentar al pelirrojo sin ponerse a llorar.
Kaoru se dirigió a su pieza y buscando en su closet entre sus kimonos de invierno, encontró uno de sus trajes favoritos. Poniéndose su kimono rojo con detalles otoñales y una chaqueta de color blanco que su padre le había traído en uno de sus últimos viajes, seco su cabello con la toalla sin prestarle atención al frío que comenzaba a caer. Mirándose al espejo que tenía en su habitación peino su cabello en un moño tomate amarrándolo con una de sus cintas y sujetándolo con una de sus pinzas, cogió su bufanda del mismo color de su chaqueta y saliendo de su habitación, se encontró con que en el centro del patio se encontraba Yamazaki san.
- ¡Kaoru san! – le saludo Yamazaki inclinándose – lamento interrumpir su día de esta manera - Se disculpó el hombre apretando su sombrero entre sus manos y mirando nerviosamente sobre su hombro.
-Yamazaki san , pensé que me avisaría cuando necesitaría de mis servicios…
-lo sé Kaoru san, pero esto es una emergencia, surgió un imprevisto en la conclusión de las obras de las líneas que unen Tokio y Hokkaido y se nos está imputando responsabilidad por unos planos que no nos pertenecen…
-oh…lamento mucho eso… -respondió Kaoru cubriendo su cabeza con parte de la bufanda – pero, ¿qué tiene que ver esto con mi rol de guardaespaldas?
-eso es lo que venía a informarle, se concertó una reunión de emergencia entre las partes involucradas y tenemos razones para creer que la firma de Kraffnovikoff intentará culparnos de la ejecución de un plano que no nos pertenece… creemos que si tenemos presencia de guardias podremos disuadirlos de continuar con sus tácticas sucias, hemos avisado a la policía también… porque creemos que esto tiene que ver con un crimen mayor a un error de planificación es probable que recursos del estado estén siendo malversados.
-Kami sama…y eso qué significa entonces – pregunto Kaoru sospechando para donde iba el asunto.
-que necesito que me acompañe a una reunión de emergencia como guardaespaldas, será compensada por la falta de tiempo en la notificación…
Kaoru miró por sobre su hombro en dirección al dojo y luego al hombre que estaba frente a ella, esto no era lo que había planeado pero quizá un poco de formalidad y trabajo duro era lo que necesitaba para superar la desazón que sentía hasta el momento. Ni siquiera había almorzado pero no tenía hambre como para pensar en eso ahora. Solo quería evitar ver al pelirrojo antes de que se dejara llevar por sus emociones y le dijera todas las cosas que tenía en su cabeza.
-iré a cambiarme y vuelvo…
-No se preocupe Kaoru dono, hemos enviado a confeccionar un traje de kenjutsu para usted y así identificarla como parte de nuestro personal, solo necesita su espada, no se preocupe por nada, lo que necesite nos encargaremos de dárselo, ahora necesitamos llegar a la hora a la reunión, pero antes debemos informarle de los antecedentes.
Yamazaki observó a Kaoru angustiado y sintiendo compasión del hombre Kaoru asintió y corriendo en dirección al dojo, se sacó sus sandalias para luego abrir la puerta del dojo. Saludo a modo de respeto y corrió a buscar la espada que el señor Maekawa le había guardado y que ahora descansaba sobre el altar de su padre.
Kenshin que ya estaba por terminar su tarea se volteo sorprendido por la interrupción de su trabajo y se sorprendió aún más al ver lo linda que Kaoru se veía con el cabello tomado en un moño alto y abrigada como estaba, se quedo sin palabras y no pudo más que ver con curiosidad y sorpresa como la chica se despedía de él con una inclinación y luego hacia salía del lugar sin dar una explicación.
Paralizado por unos segundos el cerebro de Kenshin proceso que Kaoru estaba saliendo sin informarle dónde iba ni con quién y dejando rápidamente de lado el balde y el trapo con el que estaba limpiando el piso de madera salió apresuradamente tras ella para darse cuenta que ya era demasiado tarde. Asomándose por la puerta vio un carruaje irse y con un mal presentimiento regreso al dojo. Enfocado en terminar lo antes posible su tarea, la que sabía no podía dejar a medias si quería que Kaoru no pensara que no respetaba su dojo o su figura en el, se apresuro en cumplir con la orden que la joven le había dado antes de poder ir en busca de la misma.
No pasaron más de quince minutos cuando dejó el balde junto al pozo satisfecho, y dirigiéndose a su habitación en busca de una bufanda escuchó como la puerta del dojo se abría y volteandose alerta vio como Saito entraba al lugar con su característico cigarro colgando de sus labios mientras hablaba.
- llegó el momento para brillar battousai… -anuncio el policia con ironía
-Saito san… - Kenshin miró de mala gana al policía
- ¿Acaso ya no quieres este trabajo? – le preguntó el ex shinsenhumi mirando la casa con suspicacia – no te haría mal empezar a colaborar un poco a tu anfitriona…
- hay algo más importante que me preocupa ahora – respondió de mal humor el espadachín entrando a su habitación abrigándose y acomodando su bufanda en el cuello.
- wooah! Himura, así te ves como el battousai que conocí hace un tiempo – se burló el lobo de Mibu al verlo con su traje oscuro de invierno y la bufanda púrpura que lo abrigaba.
- dime ahora de qué se trata, una vez que encuentre a Kaoru dono iré donde me digas – ignoró el comentario el pelirrojo acomodando su espada en el cinto.
- hajajaja, veo que battousai no puede controlar a su mujer… -se burlo el policía apagando el cigarrillo en el piso.
-Saito -siseo molesto Kenshin caminando en dirección a la salida del dojo pasando de largo por el costado del espadachín del Shinsengumi y recogiendo la colilla que había tirado al piso se la devolvió en las manos antes de intentar salir.
-no te preocupes, yo sé donde está tu mujercita- respondió el policía recibiendo la colilla con una media sonrisa.
Kenshin se giró bruscamente buscando algún indicación en la mirada de Saito que le indicara que estaba mintiendo
-¿cómo lo sabes? , ¿dónde ha ido Kaoru dono?
-soy policía, sé la mayoría de las cosas que ocurren en el pueblo, acompáñame ahora y te llevare con Kamiya san
Kenshin sabía que Saito no le diría de buena gana donde estaba Kaoru sabiendo que si lo hacia, el pelirrojo se iría a buscarla sin ayudarlo. El policía vio en los ojos del espadachín que estaba sopesando las opciones por lo que se apresuró a intervenir.
-al lugar donde necesito que vayas a hacer tu trabajo, es el mismo lugar donde estará ella... por si eso te tranquiliza
Kenshin apretó la mandíbula, por qué Kaoru querría estar en el mismo lugar que la mafia de los Kraffnovikoff. Molesto el pelirrojo asintió despertando una sonrisa de triunfo en el rostro del policía. Indicándo que lo siguiera ambos salieron del dojo para encontrarse con un carruaje a las afueras de este y abriendo la puerta Saito hizo un gesto a Kenshin para que subiera.
Una vez arriba, el carruaje empezó a moverse en dirección a donde el espadachín esperaba poder zanjar el asunto con el extranjero y su insistente intento por amedrentar a Kaoru y el resto de sus amigos. Estaba decidido a terminar con cualquier obsesión o mal intención que tuviera Adam para con la joven kendoka y el resto de su familia adoptiva.
No podía negar que estaba al límite, su meditación el día de hoy había ayudado un poco a controlar sus impulsos violentos pero ver a Saito sonreír al verlo preocupado por Kaoru y sacar partido de la situación lo había empujado a un estado mental que no era el que más le gustaba de sí mismo. Sin embargo sabía que era parte de su ser y debía aprender a convivir con estos impulsos si no quería terminar apartándose de la vida por miedo a equivocarse una vez más. Ahora lo importante era en poder encontrar a la joven instructora del dojo Kamiya y poner fin a la mirada decepcionada que Kaoru le había dedicado. No soportaba ser el causante de la tristeza de la chica y por su culpa la sonrisa alegre que siempre la acompañaba se había apagado. No permitiría ser él la causa de su tristeza.
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En unas de las habitaciones de la mansión donde se llevaría a cabo la reunión, Kaoru se paseaba lentamente de lado a lado haciendo que su cabello húmedo ahora suelto se meciera, a raíz del moño que se había hecho las puntas de este caían algo onduladas en los extremos. Deteniéndose unos segundos para volver a revisar su presentación con el kendogi y hakama nuevo que le habían entregado, analizando cómo le quedaba este uniforme completamente negro con su nombre bordado en la parte trasera del cuello del gi, acariciando la tela con sus delgadas manos aprecio la calidad de esta, la cual era muy liviana y suave. Finalmente acomodo sus protectores de antebrazo con fuerza antes de respirar profundo y armarse de paciencia y carácter para la reunión a la que había sido solicitada.
Desde que habían llegado y había sido informada de la situación presintió que sería una jornada tensa, al parecer el gobierno japonés estaba tratando de recuperar la dirección de todas las obras ferroviarias del país donde la firma del padre de Adam Kraffnovikoff estaba involucrada. Sin embargo había una resistencia de parte de los extranjeros a aceptar esto y habían comenzado a jugar sucio y eso había incluido comenzar a amedrentar a través de la violencia física a distintos empresarios e ingenieros japoneses, siendo Yamazaki uno de los pocos empresarios dispuestos a no perder el control de sus planos y responsabilidades.
Según le habían informado la policía de Tokio había escuchado las acusaciones en contra de la firma extranjera y habían decidido coordinar una reunión con el ministro de obras públicas para zanjar el asunto de una vez, pero sospechaban de antemano que no sería una conversación fácil y preveían que los extranjeros usarían a los distintos guardaespaldas contratados para causar problemas y provocar la postergación de esta reunión las veces que fuera necesario.
Lo que la dejaba tranquila era que según el señor Yamazaki, la policía le había informado que todos los presentes estarían bien resguardados ya que el capitán de la unidad de investigaciones especiales Saito Hajime sería parte de la reunión y al estar presente uno de los Ministros de Estado, la policía se había asegurado de contar con la seguridad necesaria para realizar la reunión sin mayores inconvenientes.
Kaoru sonrió un poco, este trabajo por muy ocasional y esporádico que fuera era una buena publicidad para su escuela, que un instructor de dojo trabajara en conjunto a la policía para poder resguardar la paz y el orden era una excelente forma de llamar la atención, prácticamente podía decir que era una de las esgrimistas más reconocidas por ser la única mujer que enseñaba este arte, pero ahora estaba ganando reputación por su carácter y valentía. Sonrió por primera vez en el día recuperando algo de su buen humor, se sentía bien conseguir metas en lo que uno amaba hacer.
De pronto golpearon la puerta de la habitación en la que estaba y vio como uno de los sirvientes abrió la puerta para indicarle que la siguiera. Kaoru camino por los pasillos del lugar analizando todas las vías de escape disponible y cuales serian las rutas más cortas en caso de que algo saliera mal. Llegando al hall se encontró con el señor Yamazaki y su socio y sin más preámbulo le hicieron un gesto con la mano para que los acompañara y subiendo la escalera se dirigieron al lugar de la reunión.
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Kenshin estaba sentado al costado izquierdo y un poco más atrás del ministro de obras públicas, frente a ellos estaban sentados Sergi y Adam Kraffnovifoff acompañados por sus cinco guardaespaldas que si el espadachín no se equivocaba en sus análisis, se trataban de tres ex samuráis y dos pandilleros de mala vida. Con su mirada seria vio como Adam se había sorprendido de verlo sentado a un costado del ministro y había susurrado algo al oído de su padre de manera molesta. Sergi Kraffnovikoff le dio una mirada de desagrado y asintió a lo que le dijo su hijo. El pelirrojo estaba seguro que su presencia había descolocado bastante a Adam y parecía dispuesto a hacer una pataleta por esto.
Sin inmutarse por la hostiles miradas que le dedicaban ambos extranjeros trato de contener su impaciencia, Saíto dijo que acá podría encontrar a Kaoru pero aún no la había visto. Esperaba que el policía no lo hubiese engañado porque de ser así no estaba seguro de poder contener al hitokiri que hoy había despertado inquieto e irritado. Interrumpiendo sus pensamientos, en ese momento los policías que custodiaban el de ingreso a la reunión abrieron ambas puertas de par en par, dejando entrar a dos hombres japoneses de mediana edad, ambos vestidos al estilo occidental, los hombres se inclinaron para saludar y en ese momento revelaron que llevaban un guardaespaldas con ellos también.
Kenshin tuvo que pestañear varias veces para confirmar que lo que estaba viendo era cierto, no pudo disimular el aire que se le fue de los pulmones al confirmar con sorpresa que se trataba de Kaoru. La joven instructora de Kenjutsu saludo con formalidad aún sin percatarse de que él estaba entre los presentes, y no fue hasta que sintió la intensa mirada del pelirrojo que desvió su atención en dirección a él.
Arqueando sus cejas en sorpresa Kaoru observó como Kenshin la miraba fijamente sin expresión en su rostro, pero su sola mirada la había hecho sentir desnuda por un momento, recomponiendose de la sorpresa siguió a sus clientes y sentándose al medio de ambos hombres y a la misma altura que el resto de los guardaespaldas se ubicaban, trato de mantener su compostura y no sentir que había hecho mal al no contarle a Kenshin de este trabajo, si él estaba presente acá era porque seguramente era un tema delicado.
Finalmente Saito entró en el lugar y cerrando las puertas detrás de él se cuadro junto a los otros dos policías para dar a entender que la reunión podía empezar cuando ellos consideraran prudente.
El primero en hablar fue Adam.
- ¡esto me parece una provocación!, ¡¿por qué estos dos salvajes están presentes en esta reunión?!– reclamo el hombre apuntando a Kaoru y Kenshin antes de golpear el piso con una mano de manera prepotente. Ninguno de los presentes se inmuto por su exabrupto.
-Joven Kraffnovikoff, buenas tardes un gusto conocerlo – saludo con cortesía el Ministro obviando el reclamo del hombre.
-Buenas tardes ministro – saludaron al unísono los empresarios japoneses seguidos de Kaoru – agradecemos que haya tenido la voluntad de mediar entre las partes involucradas en este entuerto.
El ministro asintió en silencio, los únicos que no saludaron fueron padre e hijo que parecían estar conteniendo su rabia en esos momentos. Kenshin mantuvo sus ojos fijos en ellos, pero por el rabillo del ojo mantuvo su preocupación fija en la joven que en esos momentos miraba con determinación hacia el frente en signo de confianza y determinación.
- muy bien, a lo que nos convoca entonces – continuó el ministro indicando con un gesto al señor Yamazaki quien inmediatamente desplegó un plano frente a ellos.
- le presento señor ministro el plano original de las obras que se presentaron para la estación entre Hokkaido y Tokio… estas no se han respetado según lo acordado y los daños y falta en los materiales de la infraestructura no se pueden adjudicar a nuestra firma—
-blasfemias! -bramó el padre de Adam indicando a su hijo para que pusiera el plano de ellos sobre el de los japoneses – nosotros no hemos alterado nada dentro del proyecto…este es el plano que ustedes mismo nos entregaron con las especificaciones de tiempo y materiales que se requerirían.
Así comenzó la reunión, durante la primera hora había sido una reunión con pocos inconvenientes y dentro de los marcos de lo civilizado, aún así se podía palpar en el ambiente la tensión y aura violenta de la mayoría de los presentes, solo Kenshin, Kaoru y el ministro mantenían su energía en paz cuando comenzaban las acusaciones cruzadas entre los involucrados. Tras una hora y media de explicaciones y acusaciones el ministro habló con voz firme y clara.
- ¡Saito san!
- ¡hai!
- tome los planos entregados y analizados acá, llévelo con el experto en falsificaciones de la estación policial y compárelo con los originales que Yamazaki san ha guardado en la comisaría.
- como usted diga – afirmó el policía recogiendo los planos y entregándolos a uno de sus subordinados que estaba afuera de la habitación.
- ahora por favor, no podemos seguir conversando sin calmar un poco los ánimos, por favor envíe a alguien por té y algunos aperitivos para aliviar el estrés de nuestros colaboradores -sonrió el ministro.
Saito asintió y cumpliendo con la orden salió a hablar con uno de los mayordomos para volver a entrar.
- Tomémonos unos momentos – continuó el ministro acomodando su traje – necesitamos distendernos, por favor señor Adam, me gustaría saber por qué le guarda tanto rencor a nuestro héroe nacional, no quise desviar la atención de nuestros trámites pero me parece pertinente informarle que el salvaje que está sentado a mi lado y a cargo de mi protección es uno de los padres de la era Meiji, era que le ha permitido al mundo del occidente integrarse a nuestra cultura de manera pacífica y civilizada…
Ambos extranjeros apretaron sus mandíbulas en signo de molestia ante el llamado de atención de la autoridad, Kenshin tan solo mantuvo su mirada fija en ambos hombres sin expresar emoción.
-Me está diciendo que trajo a un mercenario para protegerlo – le recrimino Sergi
-no, traje a uno de los mejores sino el mejor espadachín del Japón para persuadirnos a todos los que estamos en esta sala, de no cometer algún error estúpido – se encogió de hombros el ministro.
En ese momento entró un grupo de sirvientes que se encargaron de servir el té y entregar algunos bocados dulces para los presentes. Kenshin asintió agradeciendo cuando le sirvieron el té y sin inmutarse comenzó a beber de este tranquilamente mientras veía como los extranjeros lo miraban con odio.
-ese hombre arruinó el rostro de mi hijo y casi lo mato a golpes mientras estaba ebrio – siseo Sergi mientras Adam apretaba sus puños con fuerza.
El ministro alzó una ceja a modo de sorpresa y dándose media vuelta le dio una mirada a Kenshin que terminaba de tragar uno de sus bocados dulces. El pelirrojo lo miró de manera casual y el ministro supuso que esta era la razón por la que el espadachín se había ofrecido voluntariamente para protegerlo en sus reuniones, las cuales no eran muchas pero de seguro lo llevarían a estar cerca de los Kraffnovikoff más temprano que tarde. Dejando escapar un bufido de sorpresa y con buen humor se dio vuelta para mirar a ambos hombres frente a él.
-el señor Himura no es de actuar de manera impulsiva, la mayoría de las veces que lo hace es porque hay algo que considera incorrecto- afirmó el ministro tomando un poco de té.
Kaoru guardó silencio a pesar de haberse sorprendido al enterarse que había sido Kenshin quien se había ofrecido para este trabajo y aún así no se lo había comentado. Al parecer ella no era la única que guardaba secretos. No entendía mucho cómo ni cuando Kenshin había solicitado ser escolta del ministro de obras públicas, pero si sabia que lo que sea que esperaba de este trabajo lo estaba consiguiendo por la satisfacción que tenía en su mirada. Tratando de pasar desapercibida en este intercambio mantuvo su posición mientras probaba el té que le habían servido.
-es un delincuente violento – insistió Sergi pero fue interrumpido por el ministro.
-Sé que vinimos a saldar asuntos prácticos y legales de contrato, pero veo que usted tiene un problema personal con mis funcionarios, por lo que le daré la oportunidad a su querido hijo de pasar al salón contiguo con el señor Himura para saldar sus diferencias y así poder concentrarnos en lo que realmente nos importa.
Kenshin al oír esto no espero ni un segundo y poniéndose de pie rápidamente con su espada en el cinto se dirigió a la habitación contigua sin decir más obligando a apurar la respuesta de parte de Adam que en esos momentos saltó asustado en su misma posición por el rápido movimiento del espadachín. Saíto tuvo que suprimir la risa que se amenazó con escapársele al ver el rostro asustado del extranjero mientras que Kaoru siguió con la mirada los movimientos ágiles y bruscos del espadachín dándose cuenta de que había algo distinto en la actitud del hombre. Agudizando su mirada vio como la mandíbula del espadachín estaba apretada al punto que sus labios dibujaban una sola línea recta y comprendió que el battousai estaba inquieto.
Adam miró a su padre sin saber qué hacer, tenía la instrucción de hablar lo mínimo posible por ser el responsable de todos los desfalcos y operaciones deshonestas. Todo lo que ocurría en este momento era producto de su administración y su padre a sabiendas de sus malas prácticas lo había dejado seguir haciendo negocios de esa forma porque le habían resultado rentable todos los contratos acumulado ganancias durante los últimos dos años de administración sucia que su hijo había desarrollado.
De pronto oyó el murmullo de uno de sus guardaespaldas decirle que no se levantara, que no le aconsejaba desafiar al espadachín que ahora lo esperaba en la habitación contigua. Esto le molestó, cómo estos salvajes cobardes se atrevían a despreciar su honor y podían creer que él iba tener tan poco orgullo como para temerle a un flacucho maltrecho que media dos cabezas menos que él.
Tomando una decisión se puso de pie para dirigirse donde lo esperaba el pelirrojo, antes de salir de la habitación la voz de la mujer a la que había golpeado hacía un par de noches atrás en el restaurante y a la que aún podía ver en su rostro el hematoma violáceo que había dejado su golpe en su mejilla interrumpió el silencio del momento haciendo que su sangre hirviera aún más.
- Kraffnovikoff, piensa bien en lo que vas a decir…
