Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece. La historia está ubicada después del último episodio del anime / post Jinchu. En un inicio mi idea era terminar con la partida de Megumi y Sano pero esto ha evolucionado y he decidido continuar con el desarrollo de la relación KxK. Una historia centrada en cómo Kenshin logra finalmente vivir en el presente y que ocurre con él después de estos eventos.
En este capitulo omitiré partes que ocurren en el manga y que no considero necesario reinterpretar solo retomare algunos momentos para complementar y así poder encadenar mi historia.
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Esa mañana Kenshin se había despertado en la madrugada con un sentimiento de ansiedad muy poco habitual en él, al no poder reconciliar el sueño reflexionó durante unos minutos desde su futon sobre la conversación de la noche anterior con Kaoru. La situación entre ellos no daba para seguir fingiendo que no existía una mutua atracción, ni para que él insistiera en evadir el tema, incluso si la idea de cambiar el status quo de su relación con la joven instructora le aterraba por razones varias. Sabia que lo correcto implicada enfrentar un par de verdades incomodas y algunas situaciones molestas que aún involucraban su pasado, especialmente a una persona que le recordaba constantemente sus pecados.
Su reflexión lo llevó a tomar la decisión de enfrentar de una vez por todas al temible samurái del Shinsengumi. Después de preparar el desayuno y dejar una nota para Kaoru en la cocina explicándole que saldría para resolver un asunto pendiente, se había dirigio a la estación en busca de su ex rival.
El lobo de Mibu era el último fantasma de su pasado que aún lo perseguía insistentemente y el único al que aún no enfrentaba definitivamente. Aunque sabia muy bien que el ex shinsengumi era una de las pocas personas que podía despertar al Battousai dentro de sí, confiaba que la mujer que lo esperaba en el dojo era suficiente motivación como para mantener a raya al asesino que dormía dentro de él.
Después de dejar una nota con la invitación al duelo en la estación policial, se dirigió al lugar donde había citado el encuentro, el mismo bosque de bambú donde solía liberar el ki acumulado de Battousai. Revisando el lugar con una rápida mirada, reflexionó sobre la categoría con la que se podía referir al ex comandante del tercer regimiento del shinsengumi.
Durante el bakumatsu los del shinsengumi fueron grandes oponentes del ishin shishi, pero quien siempre le resultó una real molestia durante ese periodo violento fue Hajime Saito seguido de su compañero Okita, ambos compartían una obsesión hacia él, ambos querían ser quienes pusieran fin a su vida. Recordaba haberse enfrentado a ellos en distintas ocasiones, siendo su último enfrentamiento durante ese periodo uno de las que recordaba con mayor claridad. Saito lo había atacado después de que él se enfrentarse a Okita, en aquella ocasión el aura asesina del hombre lo había sorprendido, hasta ese entonces creía que él era el único asesino de mente y sangre fría en Kyoto.
Después de todos sus años de vagabundo, Hajime se había vuelto una especie de espejismo junto con el resto de su pasado, en ocasiones atormentándolo en sueños pero siempre formando parte de aquella realidad de la que solo quería escapar y descansar. Cuando el lobo de Mibu reapareció en su vida, la incertidumbre sobre si es que era un enemigo más deseoso de venganza o no, hizo que siempre se mantuviera alerta en su presencia.
Sin embargo y a pesar de su enfrentamiento en el dojo Kamiya antes de saber cuales eran los planes de Shishio, Kenshin ya no tenia muy claro que relación era la que los unía. Nunca terminaron su duelo durante el bakumatsu, tampoco lo hicieron en el dojo, del resultado la batalla de hoy dependía cómo definiría finalmente el tipo de relación que ambos tenían. El haber luchado como aliados frente Shishio y posteriormente con Enishi lo habían hecho creer de que tal vez el hombre había dejado atrás sus propias tormentas del pasado, sin embargo su constante insistencia en recordarle que él era el mismísimo hitokiri battousai le hacia pensar que el hombre aún lo veía como el mal personificado que debía ser aniquilado de raíz.
Suspirando pesadamente se sentó sobre una roca, esta incertidumbre debía ser aclarada de una vez. La batalla final antes de aceptar que su cuerpo violentado y debilitado por sus rivales más feroces, comenzara a decaer. Escondiendo sus manos dentro de las mangas de su gi esperó tranquilamente a que Hajime Saíto apareciera en cualquier momento.
El sol estaba sobre su cabeza apenas abrigando este día de otoño, era pasado el medio día y la hora que él había propuesto para el combate ya se había cumplido, sin embargo la presencia del policía aún no se anunciaba.
Las horas pasaron y el pelirrojo siguió esperando sentado sobre la roca que había acumulado calor durante el día y ahora lo mantenía abrigado a pesar de que ya comenzaba a caer la noche. Algo sucedía, o más bien no sucedía, Saito no aparecía. Kenshin camino de un lado a otro, estirando sus piernas y pensando para sí mismo. Esto no se lo esperaba, el hombre que fue su rival más implacable al parecer no estaba interesado en terminar su pelea pendiente.
El espadachín se detuvo en su andar inquieto y desenvaino su espada, analizándola de cerca observo su reflejo en ella. Su filo invertido casi inmaculado brillaba con intensidad, prueba de que incluso en sus batallas más difíciles evitaba utilizar ese lado de su espada para defenderse o desviar los ataques. Mirando al cielo se pregunto si Saíto se había aburrido de él y su nuevo principio de vida, todo apuntaba a que eso era lo que realmente sucedía.
Una amplia sonrisa se dibujo en su rostro con satisfacción, finalmente había logrado librarse de su pasado y sin quererlo, parecía que había ayudado al temible lobo de Mibu a dejar el suyo atrás también. Battousai era lo único que los retenía a ambos en ese estado mental, si Hajime Saito lograba aceptar a Kenshin Himura, entonces significaba que aceptaba que finalmente la nueva era había llegado, tal vez, finalmente Saíto había aceptado que pese a su insistente mantra, la batalla entre él y battousai era una batalla que no debía ser terminada con los métodos del bakumatsu, sino con los de la nueva era Meiji.
Cerrando los ojos guardó su espada y esperó, algo dentro de sí aún no se atrevía aceptar que finalmente podía avanzar sin arrastrar la sombra de su oscuro pasado. La idea de que Saíto decidera aparecer de último momento lo mantuvo fijo en su posición escuchando el viento y las hojas a su alrededor. Incrédulo, vio como la noche fría cayo sobre él y a pesar de toda la espera, Saito no apareció, incluso después de insistir en esperar buscando resguardo en el bosque, Kenshin dudaba de que esta fuera la decisión final del samurái.
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El sol ilumino el prado y abrigo su rostro, las aves comenzaron a cantar y a lo lejos se escucho el ruido de una carretilla y una conversación de algunos hombres que conversaban mientras iban pasando por el camino que estaba cercano al bosque. Después de una larga noche de espera, Kenshin suspiro en calma y abrió los ojos para encontrarse aún sin nadie frente a él más que la naturaleza.
Finalmente la espera acabó, pensó para si mismo, en ese momento su estomago rugió de hambre y sus extremidades entumecidas le recordaron sus solitarios y a veces miserables días de vagabundo. Decidió volver al dojo sin dar una mirada atrás, sintiendo su corazón latir fuertemente de anticipación, jamás se imagino lo bien que se sentía tener un hogar al cual volver y sentir el deseo de regresar a un mismo lugar.
Acelerando el paso inconscientemente cuando vio el dojo aparecer entre los callejones, se encamino directo a este y entrando noto que Yahiko seguía durmiendo y que la lámpara en la habitación de Kaoru aún estaba encendida.
Caminando suavemente en dirección a la habitación de la joven se apresuro a comprobar de que todo estuviera en orden. Abriendo con cuidado el shoji de la habitación de la chica y omitiendo lo inapropiado del gesto, se asomo para encontrar a la mujer sentada con uno de sus gi entre sus manos y el costurero a un lado de ella, completamente dormida. La joven se había desvelado arreglando la prenda que hacia unos días había sido rasgada cuando recibió la estocada en su hombro a manos de los maleantes en el templo. Un reloj occidental había sido ubicado cerca de ella.
Comprendiendo lo difícil que aparentemente había resultado para la mujer esperarlo sin hacer ningún tipo de pregunta ni intento por ir a buscarlo. El espadachín la despertó terminando de abrir la puerta por completo con más fuerza para hacer notar su presencia, la mujer despertó con un pequeño sobresalto.
- No es bueno para el cuello dormir en esa posición, Kaoru… – le sonrío el espadachín amablemente.
Kaoru sonrío automáticamente al ver que el pelirrojo estaba de regreso y había dejado los honoríficos de lado, aliviada de verlo sano y salvo, guardó los hilos en su costurero y levantando lentamente el gi que tenia entre sus manos, se lo mostro al espadachín con orgullo.
- trate de disimular el corte de la daga todo lo que me fue posible – dijo sonrojada y feliz
-Arigato Kaoru dono…
La sonrisa en el rostro de la chica flaqueo pero rápidamente la recuperó al ver que el espadachín tomo el gi con sus propias manos, analizando el trabajo de la joven.
- esto se ve muy bien Kaoru dono – para sorpresa del espadachín la tela estaba bien restaurada, percatándose de que la chica realmente había logrado disimular el corte de la tela.
Sonriendo y quitándole la tela de las manos para dejar la prenda de vestir a un lado, la joven instructora se puso de pie y tomando su mano, arrastro a Kenshin hasta el baño.
-por favor, toma un baño y descansa un poco- dijo la chica deteniéndose – debes de tener hambre, cocinare algo para que cuando despiertes puedas comer.
Kenshin la observo con atención, el rostro de la chica tenia unas ligeras ojeras indicando que ella tampoco había dormido mucho, sintiendo como su corazón se ablandaba inexplicablemente, obedeció a la mujer y decidió dejar de preocuparla innecesariamente.
Kaoru suspiro aliviada y se dirigió a la cocina. Kenshin había dicho que tenia que resolver algunos asuntos pendientes y esperaba que esta fuera la última vez que el pelirrojo desapareciera del dojo para resolver asuntos de su pasado. Animada de tenerlo de regreso comenzó a preparar la comida.
Hoy era el día en que Megumi decía adiós y debían acompañarla hasta la estación, para eso debían estar todos listos antes del medio día. Comenzando a preparar un desayuno sencillo Kaoru reunió la valentía que necesitaba para poder enfrentar la despedida de su amiga, porque sí, Megumi era a pesar de todo, una gran amiga.
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Esa tarde el dojo se sumergió en un silencio cargado de nostalgia, Kaoru miraba por sobre los muros de la casa buscando algún indicio de que Sanosuke estuviera cerca y hubiese decidido volver al dojo, sin embargo el luchador había desaparecido por completo. Kenshin había adoptado una posición de guardia en el engawa y aún así se mantenía calmo, mientras que Yahiko lo acompañaba en una actitud cabizbaja y resignada. Sintiendo lágrimas acumularse en el rabillo de sus ojos la mujer se dirigió a la cocina y preparo té para llevarles a sus amigos e intentar subir su propio ánimo.
Dejando la bandeja en el engawa Kaoru ofreció el té siendo recibido por sus huéspedes sin muchas palabras de por medio. Kenshin le dedico una mirada compasiva al verla preocupada y haciendo que Yahiko se moviera un poco para que pudiera hacerle espacio a la joven, le indicó que tomara asiento junto a ellos.
La chica se sentó en silencio y contemplo en atardecer junto a ellos mientras bebía su té, sentada entre su estudiante y el espadachín sintió que la angustia y sensación de vacío que había dejado la partida de sus dos amigos se aliviaba de alguna manera. Pensando en lo rápido que había ocurrido todo después de despedirse de Megumi, Kaoru cerro los ojos reviviendo como inesperadamente los policías persiguieron a Sanosuke y como el hombre se había rehusado a recibir ayuda de ellos.
No estaba segura si podría lidiar con la desaparición del luchador sin la presencia de Megumi y su pensamiento práctico. De pronto la mano de Kenshin se poso sobre la de ella y apretándola suavemente le dijo sin mirarla.
- Sanosuke estará bien, Kaoru dono – murmuro el espadachín mientras daba un sorbo a su propio té.
Observando sus manos unidas por unos segundos, la chica asintió lentamente. Kenshin ya le había advertido que las despedidas eran algo natural durante el curso de la vida, y aunque eran triste, debía enfrentarlas con alegría, aún así le hubiese gustado poder despedirse como correspondía de Sanosuke también.
- iré a ver a Tsubame – dijo Yahiko dejando su taza sobre la bandeja abruptamente y poniéndose de pie.
- ¿no es un poco tarde para ir de visita? – pregunto Kaoru preocupada
- no lo creo, volveré antes de que caiga la noche – insistió el chico tomando su bokken y saliendo rápidamente del dojo, dejando solos a ambos adultos.
Después de unos minutos en silencio, Kenshin se puso de pie y dio una ronda alrededor del dojo en busca de alguna señal que indicara la presencia del luchador sin notar nada diferente desde la última ronda que había realizado la instructora, volviendo al patio de la casa donde Kaoru seguía sentada con la mirada preocupada puesta en la puerta del dojo, suspiró y camino hacia ella para sentarse nuevamente a su lado e intentar distraerla.
- veo que hoy no ha sido un día fácil para usted Kaoru dono, eso veo – dijo el espadachín mientras se apoyaba contra el pilar para mirarla de costado.
- así es…- murmuro la chica acariciando su cabello nerviosamente – ¿y para ti, Kenshin?, ¿ha sido un día fácil?
- ¿para mí? – repitió el espadachín mirando al cielo – para mi ha sido un día muy importante, Kaoru dono…
-¿importante?
-hai…- asintió el espadachín sin despegar la vista de las nubes que ahora pasaban sobre ellos
- ¿no te da pena que Megumi se fuera y que Sanosuke tuviera que desaparecer de esa manera? – pregunto confundida la chica apoyando sus manos sobre el engawa e inclinándose en dirección al espadachín con un poco de molestia.
- no se moleste conmigo Kaoru dono – sonrió el espadachín mirando a la joven – es normal que todos sintamos pena por cómo se dieron las cosas, pero mi agradecimiento por haberlos conocido a ambos es mayor que mi tristeza, ambos me hicieron muy feliz mientras estuvieron con nosotros, deseo aferrarme a esos buenos momentos antes que a la tristeza de su ausencia…
Kaoru sintió arder sus mejillas y sus ojos llenarse de lágrimas, así que Kenshin también sentía pena por sus amigos, pero la forma que tenia de ver lo sucedido era muy distinto a como ella lo entendía. Avergonzada bajo su cabeza.
- no sé por qué siempre que alguien parte, me agobian los sentimientos negativos – reconoció la chica
- no se atormente, estoy seguro que sentirse así esta bien…- le animo el espadachín – eso quiere decir que el cariño que siente por esas personas es real.
- pero, creo que eso me hace débil…- reconoció la chica – es como si me paralizara en el tiempo y perdiera un poco el control de mi vida…
Kenshin se sorprendió por la honestidad con la que la chica estaba analizando su comportamiento, era claro que la mujer era consiente de sus emociones y reacciones, preocupándose incluso de si es que estos eran correctos o no, en una clara muestra del verdadero carácter de la chica a pesar de su mal genio.
El pelirrojo entendía muy bien lo que preocupaba a la mujer, ella quería siempre proyectar una imagen fuerte a los demás, era algo que había necesitado forjar para llevar adelante la tarea de ser instructora del dojo y defender su honor como mujer, pero en el fondo, ella era una persona muy dulce. Situaciones como esta la enfrentaban a su esencia mas pura.
- creo que esta siendo muy dura consigo misma – dijo Kenshin y poniéndose de pie, ofreciendole una mano para que lo siguiera.
Levantándose de su lugar Kaoru tomo su mano y lo siguió. Sin decir nada el pelirrojo camino por los callejones hasta que llegaron a un costado del rio, sin darse cuenta de donde era que el espadachín la llevaba, Kaoru camino sin pedir ninguna explicación. Finalmente el espadachín se detuvo y girándose para mirar el agua del rio Kaoru lo imito.
- Este lugar…- dijo sorprendida la chica
-acá fue donde te dije adiós en aquella ocasión – confirmo el espadachín mientras la noche comenzaba a caer.
- recuerdo perfectamente ese momento – reconoció la chica cerrando sus ojos, viendo las luciérnagas en su mente recordó el miedo que sintió en aquella ocasión.
- esa noche…la hice llorar…- recordó el espadachín con remordimiento mientras avanzaba hacia la orilla del río para mirar su reflejo en él – no darme la vuelta para consolarla fue una de las cosas más difíciles que he hecho….
-Kenshin…- Kaoru abrió sus ojos para encontrarse con la figura cabizbaja del espadachín recortada contra la oscuridad.
- seguro en ese momento la hice sentir muy mal… - declaro el hombre sin mirarla -…aún así, esa noche me lleve con alegría el recuerdo de su llanto, de manera egoísta tome sus lágrimas como un bálsamo para mi ego…
Dándose la vuelta, Kenshin la miró con cierta vergüenza para desviar rápidamente su mirada al río, Kaoru llevo sus manos al pecho recordando lo que sintió esa noche en aquel lugar.
-¿por-por qué mis lágrimas te hicieron feliz?…- pregunto la chica acercándose un paso a él, sintiendo emociones contradictorias dentro de sí.
Cerrando sus ojos una vez más el hombre respondió.
- porque esas lágrimas me indicaban que si bien la dejaba atrás, usted pensaría lo suficiente en mi como para recordarme…
Kaoru guardó silencio mientras procesaba las palabras del espadachín. ¿Realmente el espadachín pensó por un momento que ella sería capaz de olvidarlo alguna vez?
- Aquella vez, no hubiese dejado el dojo si no hubiese sido necesario – continuo hablando el hombre atreviéndose a mirar a la mujer nuevamente - sin saber si volvería, la idea de que viviría en su recuerdo me dio un poco de consuelo…
Kaoru dejo caer un par de lágrimas silenciosas mientras escuchaba a Kenshin hablar sobre esa noche. Ninguno de los dos se había referido a esa despedida desde que volvieron de Kioto, casi como existiera un pacto de silencio entre todos los involucrados para no volver a tocar el tema.
- en aquella ocasión… mi cuerpo se paralizó – reconoció la chica acercándose al espadachín que la observaba con intriga y culpa. Mirando al cielo, la chica continuo – llore tanto que pensé que jamás volvería a tener lágrimas en mi…no pude levantarme ni comer nada por un par de días…fue como si la muerte hubiese golpeado a mi puerta y la dejara entrar sin querer detenerla…
-Kaoru dono… - Kenshin se acerco a ella con una expresión de arrepentimiento en su rostro.
- Megumi, Sano y Yahiko me ayudaron a superar esa tristeza – le sonrió la chica con nostalgia haciendo que el pelirrojo guardara silencio.
Kaoru lo miro con una expresión que demostraba lo mal que se sentía con toda la situación de sus amigos y su partida.
– ustedes son mi familia – declaro con energía - desde la muerte de mi padre que no sentía que pertenecía a un lugar, decir adiós me hace sentir mal…no puedo hacer como tu Kenshin, si puedo aferrarme a mi familia, lo hare con todo mi ser…
Kenshin guardó silencio digiriendo las palabras de la chica y su visión sobre lo que significaba para ella decir adiós. A diferencia de él, que en algún momento ya lo había perdido todo, la chica se aferraba a la idea de mantenerlos a todos unidos, casi como si de una revelación se tratara, el espadachín comprendió qué era lo que hacia tan especial a esta mujer, su capacidad de sacrificio por los demás era algo que emanaba de ella con naturalidad, esa energía protectora que lo atraía inevitablemente.
Ella era el centro entorno al cual todos gravitaban, antes no se había dado cuenta que la resistencia de Kaoru a las despedidas al contrario de lo que ella pensaba, no era debilidad sino que una fortaleza que estaba seguro que a futuro los seguiría reuniendo. Asintiendo lentamente el espadachín sonrió a la mujer sin poder ocultar su admiración.
- Entonces, su tristeza es un mal necesario Kaoru dono… - respondió finalmente caminando hacia ella - yo guardare la alegría de conocer a nuestros amigos y usted mantendrá la añoranza de su regreso vivo…tal vez si los recordamos con la suficiente fuerza, algún día decidan volver con nosotros, ¿no?
Kaoru seco sus lágrimas y asintió suavemente agradecida de que el espadachín no se molestara por su sensibilidad. Se miraron por unos segundos como lo hicieron cuando Kaoru le pidió que se quedara en el dojo, con un poco de esperanza y curiosidad. De pronto una ráfaga de viento los envolvió y sintiendo al viento soplar con fuerza, ambos cubrieron su rostro para evitar que la tierra entrara en sus ojos, la temperatura cayo abruptamente recordándoles que el otoño estaba por terminar y que el invierno pronto llegaría.
- volvamos a casa – indico el hombre mientras encaminaba a la chica a su lado – Yahiko ya debe haber regresado…
- hai, volvamos a casa – repitió Kaoru sintiéndose un poco más tranquila.
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Los días siguientes sucedieron de una manera extraña en el dojo, Kenshin se esforzó el doble por hacer que todos volvieran a sus rutinas habituales preocupado de que el buen ánimo no decayera, Yahiko había vuelto a tomar turnos en el Akabeko para tratar de evitar pensar en lo sucedido con Sanosuke mientras Kaoru había retomado los entrenamientos en su dojo y en el dojo Maekawa, sin embargo era fácil ver a ambos jóvenes mirando por sobre los muros o en dirección al bosque que estaba atrás del dojo, con la esperanza de ver al luchador una vez más.
Durante esos días Kenshin adopto una posición de líder poco habitual en su dinámica, ordenando a Yahiko y empujando a Kaoru a atreverse a salir del dojo y cumplir con sus compromisos fuera de él, haciéndola entender que su vida no podía detenerse por las acciones de otros. Durante esos extraños días el espadachín se involucro en todos los asuntos del dojo para demostrarle a la joven que estarían bien solos y que no había nada que temer ni de lo que preocuparse.
Al quinto día de la desaparición de su amigo, mientras Kenshin terminaba de tender la ropa con ayuda de Yahiko y Kaoru, todos se sorprendieron cuando un amigo de Sanosuke apareció en el patio trasero del lugar durante diciendo que tenia un mensaje de parte del luchador callejero Sansa.
Cuando recibieron la noticia de que Sanosuke aún estaba en Tokio y que quería verlos, los tres habitantes del dojo se miraron ansiosos y esperaron impacientemente la hora para encontrarse con su amigo, cerca de la media noche salieron en dirección al puerto donde Sanosuke les esperaba listo para partir.
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El regreso al dojo fue silencioso, Kaoru sintió mucho alivio al poder ver por una ultima vez a su amigo y asegurarse de que estaba sano y salvo. Sin embargo y a pesar de la vergüenza que sintió al escuchar las obscenas sugerencias que Sanosuke les había dado a ella y a Kenshin antes de partir, la joven Kendoka no podía negar la tristeza que sintió al ver su silueta desaparecer en la oscuridad de la noche y la profundidad del océano.
Tomando el mismo camino de siempre Yahiko iba a la delantera, pateando las piedras que encontraba en el camino con fuerza, demostrando la frustración que sentía y que no se atrevía a expresar.
Kenshin observo a Kaoru que venia unos pasos más atrás de él, la expresión en el rostro de la chica era el mismo que había visto cuando conversaron al borde del rio hacia unos días. Bajando el ritmo de sus pasos para adecuarse a los de la chica para acompañarla, la examinó disimuladamente para asegurarse de que no se sintiera sola. Kaoru lo miro sin percatarse de su intención y apenas sonrió mientras volvía a bajar la mirada, el pelirrojo sospechó que esta sería una noche difícil.
Llegando al dojo la joven kendoka se disculpó de sus amigos y prácticamente corrió a su habitación, cerrando la puerta tras de si finalmente lloró por sus amigos. Todo parecía irreal, demasiado rápido para su gusto, parte de su corazón se había ido con ellos y no le gustaba la idea de no volver a verlos. Sabia que debía mantenerse fuerte pero tan solo quería dejar ir toda la pena que estaba experimentando.
Yahiko tomo su bokken dando una mirada en dirección a la habitación de Kaoru, sabia que la instructora lo estaba pasando mal pese a que no lo demostró de camino a casa. Él mismo se sentía un poco desmoralizado, todo había sucedido muy rápido y de pronto temía que Kenshin y Kaoru también desaparecieran, después de lo sucedido con Enishi, no era una sensación agradable recordar como se sintió durante los días en que creyó haber sido abandonado por sus amigos. Esos días, por mucho que no le gustara reconocer lo habían impactado lo suficiente como para entender que la presencia tanto de Kenshin como de Kaoru eran de vital importancia en su vida.
Ocultando su propia preocupación y sin atreverse a mirar a Kenshin a la cara, el chico anunció que tomaría el turno diurno en el Akabeko, por lo que prefería dormir allá para evitar levantarse temprano. Kenshin sabía que el chico estaba buscando una excusa que lo hiciera parecer indiferente pero sabía que lo que el muchacho realmente quería, era estar en un lugar que no le recordara toda la ausencia que la partida de Sanosuke les dejaría.
- Saluda a Tae san y a Tsubame Chan de mi parte – se despidió el espadachín mientras acompañaba al muchacho hasta la salida.
Vigilando el camino del chico hasta perderlo de vista desde la puerta del dojo, Kenshin finalmente se tomo un momento para procesar toda la información de ese día.
Sanosuke se había enfrentado a un político corrupto durante el tiempo en que él había dejado Tokio tras su discusión con el espadachín la vez que intento hacer que recuperara la cordura visitándolo en Rakuninmura. En el pueblo donde había decidido ir después de ese incidente, desafío a ese político mafioso lo que significó transformarse en un enemigo y criminal a los ojos de la policía y para la corrupción que operaba dentro del nuevo gobierno.
Como si eso no fuera suficiente, el luchador además había rechazado la posibilidad de que Kenshin interviniera a su favor entre los altos mandos del gobierno, confirmando las sospechas del espadachín. Sanosuke estaba haciendo esto por alguien más, estaba seguro de que en el pueblo donde todo había sucedido había alguien a quien quería proteger, siendo perseguido por el gobierno de esta manera lograría desviar la atención del mafioso y sus secuaces de ese lugar.
Dejando escapar un largo suspiro de resignación, camino alrededor del dojo como ya se había vuelto costumbre durante esos días, las rondas de vigilancia eran ahora una nueva parte de la rutina que adquirieron gracias al luchador. Contemplando el trabajo realizado en el huerto y mirando como el dojo ahora estaba mejor abastecido que hacia unos meses atrás, Kenshin cerro las puertas del lugar con un leve malestar por como las cosas se habían dado. Sanosuke era un buen hombre, el mejor amigo que pudo tener, sintiéndose el mismo un poco nostálgico deseo de corazón que la suerte acompañara al luchador en su nueva aventura.
Observando una última vez a su alrededor, Kenshin recordó la primera noche que se quedo en el dojo después de proteger a la joven instructora del falso battousai. Las lámparas ardían igual que aquella primera noche pero el escenario actual era mucho más acogedor, sin embargo la energía que tanto caracterizaba al lugar había cambiado sutilmente y la calidez habitual había sido reemplazada por una extraña sensación de vacío. El silencio de la casa era inusual, en todo el tiempo que llevaba viviendo allí pocas veces había sentido un aura tan decaída en el lugar. Acercándose a la habitación de Kaoru escucho los tímidos sollozos de la chica.
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Kaoru seguía recostada acostada sobre su futon boca abajo con su rostro escondido entre sus brazos llorando silenciosamente. No sabía qué pasaría con ellos ahora que sus amigos los habían dejado, todo parecía una pesadilla de las que tenia mientras estuvo secuestrada. De pronto la voz de Megumi en su cabeza la interrumpió. "deja de llorar niña tonta, es hora de madurar"
- Kaoru dono…
Kenshin abrió el shoji con cuidado y dedicó una mirada preocupada a la chica que lo observo desde su posición con su rostro aún empapado en lágrimas. Avergonzada la chica escondió su rostro entre sus brazos sin decir nada para seguir llorando.
Ella estaba en su habitación, tenia derecho a sentir lo que sentía y dejarlo ir en la privacidad de su pieza, por mucho que Kenshin la viera así, no creía tener la capacidad de fingir que estaba bien. Megumi podía tener razón, pero antes de madurar necesitaba sacar estas emociones de su pecho.
De pronto la cálida mano del espadachín se poso en su espalda y suavemente comenzó a acariciarla con amabilidad. Arrodillado a un costado de la chica, el pelirrojo trato de consolar el llanto de la chica.
-por favor Kaoru dono, no llore…- le pidió el hombre preocupado
- Gomen… pero es que, me da mucha pena… – reconoció la chica tratando sentarse sobre el futon sin poder contener las lágrimas, su pecho agitándose por el llanto.
Kenshin la miro sintiéndose mal al verla así, Kaoru era de las personas más expresivas que conocía y verla llorar así solo hacia que su instinto sobreprotector se inquietara dentro de él.
- Gomen…gomen…- se disculpo la chica avergonzada tratando de calmar su llanto.
-ie – negó el pelirrojo atrayéndola a su cuerpo, abrazándola con fuerza – puede llorar todo lo que quiera, me quedare con usted hasta que se sienta mejor…
Kaoru se volteo a mirar al espadachín rápidamente mientras Kenshin la miraba comprensivamente, agradecida acepto el abrazo del espadachín para esconder su rostro en su pecho liberando toda su pena el.
Los últimos dos años de su vida habían sido maravillosos, había encontrado a su familia. Todo había sucedido de una manera tan natural, Kenshin le había traído esas personas a su vida, le había dado una familia adoptiva que jamás imagino que terminaría amando de esa manera. Sus amigos le habían dado un propósito a sus días, el dojo a pesar de haber perdido reputación mantuvo su sentido gracias ellos, acogió a esas personas para protegerlos, darles una oportunidad de una mejor vida. Se sintió viva nuevamente gracias al pelirrojo y a los demás.
Nunca se imagino que las cosas cambiarían de manera tan abrupta, justo cuando pensaba que todos habían logrado encontrar su lugar.
Kenshin aún tenia muy presente en su cabeza la conversación que habían tenido sobre las despedidas hacia unos días atrás. Aunque Kaoru se había esforzado por procesar esta situación de la mejor manera después de aquel intercambio, el espadachín sabia que en el fondo la joven necesitaba procesar su dolor. A diferencia de cualquier otra ocasione, ahora el espadachín sí era capaz de entender cuales eran las verdaderas emociones de la kendoka por lo que no estaba dispuesto a dejarla pasar por este proceso sola.
Acomodándose contra el muro de la habitación con la chica entre sus brazos, el espadachín los movió a ambos a una posición más adecuada sin que Kaoru se percatara. Si debía pasar la noche consolando a la joven lo haría, era lo mínimo que podía hacer para ayudarla.
Después de que la joven le contara lo mucho que le afecto cuando partió a Kioto sin ella, un insistente sentimiento de culpa se había apropiado de él, aquella ocasión pensó que estaba haciendo lo correcto para protegerla, pero jamás se imagino que a cambio, él seria el causante de un sufrimiento tan profundo en la chica.
Había sido muy desconsiderado de su parte haber optado por dejarla atrás pero a la vez, jamás se imagino que la chica se preocuparía por él lo suficiente como para seguirlo hasta Kioto. Su idea era que lo olvidara y si era posible lo odiara por dejarla de esa manera, ahora después de todo lo sucedido entre ellos, sabia que esa opción era imposible, Kaoru jamás le permitirá dejarla de esa manera, ella no era una mujer de remordimientos, ella era una mujer que sí se aferraban a quienes amaba.
Después de tanto sufrimiento en su vida, el pelirrojo aún tenía cosas pendientes que aprender y la mujer que ahora tenia entre sus brazos le estaba enseñando más de lo que podría haber imaginado. El sufrimiento solo podía enseñar desde la evasión pero la vida, enseñaba cosas que requerían valentía y aunque él no se consideraba un cobarde, sabia que por mucho tiempo evadió sentir por temor a volver a sufrir como lo había hecho y eso lo había vuelto miserable durante el último tiempo de su vida como vagabundo.
El hecho de saber que él significaba tanto en la vida de la joven lo hacia sentirse vivo, y la esperanza que durante todo este tiempo había tratado de apaciguar por temor a ponerla en riesgo ahora se había tomado todo el espacio de su mente y corazón. No quería desperdiciar su vida. Kaoru había conseguido que sintiera deseos de vivir nuevamente y no sabia como agradecerle por todo lo que había hecho por él.
Kaoru sintió que la mano del espadachín que había estado acariciando su espalda, ahora estaba firme sobre su cintura, volviéndose consiente de su entorno, la chica recién noto el cambio de posición que el espadachín había hecho. Sonrojada por la cercanía en la que ahora se encontraban, apoyo su cabeza contra el pecho del espadachín tratando de calmar su respiración mientras sentía como la otra mano del hombre comenzaba a acariciar su cabello suavemente para ayudar a calmarla. Tras unos minutos de estar cobijada entre los brazos del hombre y sintiéndose mucho mejor, la joven alzo la vista para analizar el varonil y aún así, delicado rostro del espadachín.
El mentón angular y varonil del pelirrojo ahora estaba tenso, como si estuviese aguantándose de decir algo, observándolo con mayor atención, se dio cuenta de que los ojos del espadachín también estaban velados por la nostalgia y la tristeza, el hombre parecía perdido en sus propios pensamientos. Percatándose de esto, la joven comprendió que el espadachín no era consiente de lo que sus manos estaban haciendo en ese momento.
Al ver la mirada perdida y casi culpable que el pelirrojo mostraba en su rostro, expresión que habitualmente sabia ocultar muy bien de los demás, Kaoru supo que las defensas que el espadachín usualmente mantenía arriba, ahora estaban completamente olvidadas.
Tímidamente la chica se atrevió a llevar su mano al rostro del hombre temiendo a que si este se daba cuenta de su gesto, la dejara ir y el momento de intimidad acabara. Acariciando suavemente la mejilla del hombre que tenia la cicatriz en forma de X, contemplo su belleza andrógina como si el hombre que ahora la mecía suavemente entre sus brazos no fuera real.
Al sentir la suave mano de la chica contra su mejilla el pelirrojo volvió en si, observándola con atención, sus miradas conectaron en lo que se sintió como dos fuerzas de la naturaleza chocando con gran intensidad. Kenshin analizo los finos pero carnosos labios de la chica, sus mejillas sonrojadas, sus ojos ahora hinchados por el llanto y la duda implícita en sus cejas al mirarlo, como si no creyera que fuera él quien la estuviese reconfortando entre sus brazos. Tomando valor cogió la mano que lo acariciaba entre la suya y dirigiéndola hasta sus propios labios, la beso.
Kaoru dejo de respirar el segundo en que sintió los labios del espadachín rosar su mano. Inexplicablemente comenzó a tiritar mientras veía como el pelirrojo cerraba sus ojos y volvía a besar su mano para llevarla nuevamente a la mejilla que ella había estado acariciando en un principio.
Enderezándose con cuidado, Kaoru acerco su rostro al del espadachín y vio como este se inclino en su dirección sin abrir los ojos, prácticamente entregando su rostro a ella. Una expresión de cansancio revelándose en ese gesto.
La pelinegra volvió a acariciar la mejilla del hombre, esta vez dibujando lentamente un corazón sobre la X de su rostro, repitió el movimiento con suavidad varias veces sin pensarlo hasta que sintió un par de lagrimas mojar la punta de sus dedos y que ahora comenzaban a caer por el rostro del espadachín lentamente.
Kaoru dejo escapar un suave suspiro de alivio, jamás pensó que Kenshin se permitiría a si mismo mostrarse así de vulnerable ante ella. Dejando caer sus propias lágrimas, la chica continuo dibujando corazones sobre su cicatriz, ver las lagrimas del hombre bajar por sus mejillas la hizo sentir que finalmente ya no había nada más que fingir entre ellos. Bajando su mano a la altura del pecho del espadachín, comenzó a dibujar un corazón sobre este, esperando que el hombre entendiera qué era lo que él realmente significaba para ella.
Repentinamente, el pelirrojo que aún seguía con sus ojos cerrados aferro sus brazos con fuerza alrededor del cuerpo de la chica y escondiendo su rostro en el cuello de la mujer decidió que ya no quería seguir escondiendo lo que sentía, finalmente dejo escapar un silencioso llanto.
La joven quedo estática en su posición por unos segundos antes de lograr reaccionar, abrazándolo con fuerza y besando su cabeza con ternura permitió que el espadachín dejara ir su pena, siendo el llanto del hombre el único sonido en la habitación. Después de unos minutos en que el llanto del hombre no se detuvo, Kaoru se arrodillo frente a él preocupada. Despejando el rostro del pelirrojo y apartando con cuidado los mechones de su cabello, apoyo su frente contra la del espadachín dejando caer sus propias lágrimas sobre el rostro del ex asesino. Tomando aire, finalmente se atrevió a confesarle lo que no había podido decir aquel día en la isla, después de que el pelirrojo derrotara a Enishi.
- quiero estar contigo para siempre – susurro la joven temblorosa
Los brazos del espadachín se cerraron con aún más fuerza sobre su cintura, atrayéndola hacia él mientras dejaba escapar un último llanto cargado de sentimiento.
Ambos lloraron abrazados de manera que parecía que quisieran desaparecer uno dentro del otro. Kenshin al fin pudo abrazarla como había deseado desde que supo que no estaba muerta, sintiendo su aroma envolverlo mientras sus cabellos le hacían cosquillas a sus mejillas. Esta era Kaoru Kamiya, la mujer que lo había traído de vuelta a la vida.
- no existe ningún otro lugar más que este…– confeso el espadachín entremedio del llanto – Sessha desea quedarse acá para siempre…
Kaoru sintió como el espadachín dijo lo último escondiendo su rostro en su pecho, reconociendo con alivio lo que deseaba. Dejando escapar una sonrisa entre medio del llanto besó la coronilla del espadachín y apoyando su rostro sobre su cabeza trato de recuperar la compostura sin mucho éxito.
- quiero que seas feliz Kenshin, yo te apoyare siempre… – susurro la chica buscando su mirada
- muchas gracias por todo Kaoru - agradeció el hombre atreviéndose a mirarla a los ojos- …me has salvado de mi propia miseria – reconoció el espadachín sin ocultar la expresión de tristeza y cansancio en su rostro.
Kaoru dejo caer sus lágrimas libremente mientras volvía a tomar el rostro del espadachín con ternura para acariciar sus mejillas. Cerrando sus ojos por unos segundos, Kenshin disfruto la caricia de la joven antes de volver a abrirlos.
- supongo que estamos a mano… -sonrió la chica con gratitud – antes de que llegaras al dojo, estaba completamente perdida…
Los ojos cansados del espadachín tenían un nuevo brillo y la siempre tensa expresión de su mandíbula cedió a una más relajada.
- lo suficiente como para estar dispuesta a sacrificar su vida en una batalla desigual – respondió Kenshin con cierto reproche, recordando cuando conoció a la chica y como esta se atrevió atacar a Gohei sin una katana.
- no veía las cosas con claridad en ese momento…- dijo la chica dejando escapar una risa torpe
Kenshin tomo una de las manos de la chica y la enlazo con la suya, analizando meticulosamente como parecían encajar perfectamente.
-lo mismo digo por mi parte… - reconoció Kenshin sin dejar de mirar sus manos enlazadas, recordando lo solo y cansado que se sentía de tanto vagar por el país antes de que Kaoru lo encontrara.
- Kenshin… - susurro su nombre la Kendoka
-¿hai? - Ambos se miraron por unos momentos con una mezcla de dulzura y cansancio.
Kaoru miro sus manos enlazadas y luego el rostro del espadachín con nerviosismo, mirando por entre la apertura del gi del espadachín, observo los músculos en el abdomen del hombre. Kenshin siguió su mirada y notó como el brillo en los ojos de la chica había cambiado, despertando en él aquello que había estado tratando de controlar desde el día de la tormenta.
La joven se percató de que el espadachín había notado su desliz y para su sorpresa el hombre no trato mantener la modestia sino por el contrario, se alejo unos centímetros de ella para dejarla mirar con libertad. Sonrojándose furiosamente la kendoka sacudió su cabeza avergonzada de sus pensamientos impuros y con remordimiento trato separarse del hombre.
Antes de poder separarse del él, Kenshin la detuvo llevando su mano libre a la base del cuello de la joven atrayéndola rápidamente hacia su rostro, sin tiempo para reaccionar, Kaoru cayo contra el pecho del espadachín sintiendo de pronto la respiración del pelirrojo sobre sus labios.
Su corazón latió agitadamente a la vez que sentía nuevamente esa extraña sensación en su abdomen bajo, un calor recorrio todo su cuerpo sintiendo como sus músculos comenzaban a se tensarse.
De pronto la inusual voz ronca del espadachín la trajo de vuelta al presente desconcertándola.
- Gomenasai …Kaoru…
-¿eh?
Los labios del pelirrojo cerraron la distancia entre ellos y se posaron sobre los de la joven con determinación, la chica sin saber qué hacer quedó paralizada por los nervios, sin embargo al sentir que el espadachín había comenzado a separarse de ella de manera dubitativa, cerro sus ojos e inmediatamente devolvió el gesto aferrando sus manos sobre las ropas del espadachín impidiéndole que se alejara.
Sintiendo la necesidad con que la chica lo beso y reaccionando a la presión de sus delgadas manos sobre sus músculos, el espadachín volvió a besarla sin soltar el agarre que tenia en su cuello. Esta vez la beso con más fuerza haciendo que la chica separara sus labios por la sorpresa. Aprovechando la ocasión, el espadachín introdujo su lengua suavemente en la comisura de los labios de la joven haciendo que esta perdiera el control de su cuerpo por completo, permitiendo que Kenshin explorara su boca con su lengua.
Durante unos segundos, la shihondai quedó completamente a merced del espadachín sobrepasada por las sensaciones que esta nueva experiencia generaba en ella. Dejando caer su cabeza hacia atrás y haciendo que el acceso a su boca fuera aún más fácil, la timidez de Kaoru fue rápidamente reemplazada por la necesidad. Jadeando se atrevió a devolver el beso administrando las mismas caricias que el espadachín le había dado.
Instintivamente, la chica entendió lo que debía hacer y empujando con fuerza los hombros del espadachín, exploro con su propia lengua la boca del pelirrojo haciendo que este jadeara con fuerza a la vez que se separaban.
Los ojos del espadachín brillaban con destellos de color ámbar y su mirada se había vuelto felina al igual que el día de la tormenta. Kaoru tirito en su lugar al sentir como el hombre se abalanzaba sobre ella nuevamente besándola con desesperación.
Sintiendo su espalda chocar contra el tatami y el peso del hombre acomodarse sobre ella, Kaoru dejo escapar un gemido de placer completamente ajena al exterior, empujando con sus caderas inconscientemente contra el espadachín.
De pronto la boca del pelirrojo abandono los labios de la mujer y se posaron en su cuello, besándola con avidez, primero un lado luego el otro, el kimono de la chica comenzaba a soltarse de sus amarras mientras enterraba sus dedos en la espalda del ex hitokiri. Kaoru no podía creer que esto estuviera sucediendo finalmente, después de tantas dudas y sufrimiento. Su mente no pudo divagar mucho porque de pronto sintió que una de las fuertes manos del espadachín comenzaba a subir desde su cintura hacia uno de sus pechos, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo cuando sintió a Kenshin apretar uno de sus senos con sus fuertes manos.
- AHHH- gimió con fuerza la mujer tirando el cabello del hombre
-Kaoru…- respondió agitado el espadachín atacando nuevamente el cuello de la chica con sus labios sin dejar de masajear su pecho.
La joven instructora de pronto sintió como sus piernas comenzaban a tiritar y lentamente su cuerpo parecía perder el control. Los labios y lengua del espadachín la hacían sentir demasiado bien a la vez que las caricias a lo largo de su cuerpo hacían que sintiera su piel completamente erizada de placer.
Kenshin empujo sus caderas contra la chica sin poder evitarlo, años de abstinencia y una mujer hermosa y maravillosa como Kaoru hacían que su cerebro dejara de funcionar debidamente. Tratando de controlar sus impulsos más primitivos trato de calmarse, separándose de ella para respirar y poder bajar sus niveles de excitación. Kaoru lograba fácilmente que pasara de un estado de completa adoración y relajación a uno de deseo y desesperación. Apoyándose sobre sus manos se separo de la chica jadeando, tenia que hacer las cosas bien, ese era su objetivo, si lo pudiera ver su maestro en estos momentos, se estaría riendo de él y de su típica ausencia de autocontrol cuando algo lo provocaba.
"Por qué piensas en Hiko" se quejo mentalmente el espadachín golpeando su cabeza para tratar de sacar de su mente a su desagradable tutor.
Kaoru vio como el pelirrojo respiraba agitado mientras se golpeaba la cabeza cómicamente, por un segundo la chica pensó que el espadachín se había vuelto completamente loco, pero eso rápidamente lo descarto al ver como la devoraba con la mirada desde su posición. Viendo el sudor recorrer el abdomen del hombre la chica no se aguanto y osadamente metió sus manos dentro del gi para empujarlo hasta que logro descubrir los hombros del espadachín. Contemplando los músculos de pelirrojo, Kaoru se relamió los labios inconscientemente y llevando una mano sobre sus pectorales acaricio lentamente los músculos del espadachín.
Kenshin dejo caer su cabeza derrotado y dejándose caer a un costado de Kaoru dejo que la chica lo tocara con libertad. Kaoru no se percató de la lucha interna que tenia el espadachín hasta que sintió como detuvo sus manos cuando estas se acercaron demasiado a su abdomen bajo. Jadeando el espadachín negó con la cabeza y Kaoru quito su mano avergonzada, sin entender qué había hecho mal. En ese momento el espadachín la abrazo una vez más y besándola hasta dejarla sin aire, volvió a acariciar uno de sus pechos por sobre su ropa con lentitud.
- perdóneme por faltarle el respeto de esta manera- susurro el espadachín con su voz ronca y agitada, dejando de acariciarla.
Kaoru que había estado perdida en sus sensaciones, abrió sus ojos notando como una expresión de remordimiento aparecía en el rostro del espadachín.
- Kenshin…- susurro temerosa
- Sessha quería hacer las cosas bien, para que Kaoru dono pudiera ser feliz con su estúpido rurouni… -murmuro escondiendo su rostro contra su hombro avergonzado, mientras la abrazaba con más calma.
-¿a q-qué te refieres?…- pregunto la chica intentando encontrar la mirada del hombre que se rehusaba a darle la cara y seguía escondido contra su cuerpo.
- Sessha quiere cortejarla apropiadamente, eso quiere- confesó el espadachín – no soy bueno con las buenas costumbres, pero deseo que Kaoru dono sea cortejada como la nueva era indica…
Kaoru había dejado de oír en el segundo en que Kenshin había reconocido que quería cortejarla, su deseo finalmente se había hecho realidad. Sin embargo no sabia si podría aguantar el proceso del cortejo sin dejar que el espadachín la tocara, en ese momento entendió perfectamente por qué se lamentaba el espadachín.
Abrazándolo con fuerza, se acomodo junto a él y recordando las palabras de Tae cuando estuvieron jugando con las lámparas en el río, se acordó de lo que la mujer le había comentado sobre como solían suceder los matrimonios en el pasado.
-¿qué es lo que deseas tu, Kenshin? – pregunto con suavidad la chica
- Sessha, quiere hacerla feliz, eso quiere…- dijo con pudor el hombre mirándola desde su escondite. – Sessha quiere ser el mejor hombre para Kaoru dono también…
- el mejor hombre…- murmuró Kaoru recordando la carta de Enishi.
-hai…- la chica sonrió con satisfacción al ver la mirada embelesada con la que le observaba el espadachín.
- ¿sirve de algo si te digo que siempre serás el único hombre? – susurro Kaoru con ternura
- ¿eh? – de pronto el espadachín la observo con suspicacia, ¿acaso podía existir otro hombre después de esto?, sintiendo un poco de celos irracionales la beso con pasión.
Después de unos minutos intercambiando caricias y besos, el espadachín cubrió sus hombros con su gi nuevamente y apoyándose sobre su antebrazo observo a la chica a su lado.
- todavía tenemos la privacidad de la habitación – le animo la chica sonriendo al ver la cara aproblemada del espadachín - mientras no nos vean, no hay deshonra que probar, ¿no?
