Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece. La historia está ubicada después del último episodio del anime / post Jinchu. En un inicio mi idea era terminar con la partida de Megumi y Sano pero esto ha evolucionado y he decidido continuar con el desarrollo de la relación KxK. Una historia centrada en cómo Kenshin logra finalmente vivir en el presente y que ocurre con él después de estos eventos.
¡Feliz año nuevo por cierto!
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Kenshin se quedó en su posición perdido en su mente, la imagen del cuerpo de Kaoru atravesado por la espada contra el muro del dojo y bañada de sangre aún demasiado viva en su mente. Repentinamente se sintió descompuesto experimentando escalofríos en todo su cuerpo y deseos de vomitar. Levantándose rápidamente salió al patio para poder tomar aire y calmarse, de reojo vio a Kaoru entrar en la cocina.
Recordando los consejos que Megumi le dió cuando descubrió que tras lo sucedido con Enishi había comenzado a experimentar pequeñas crisis de angustia, trató de recuperar la calma respirando profundamente para salir de ese recuerdo terrible, luego de dar un par de respiraciones se forzó a caminar pese a que su cuerpo se rehusaba de hacerlo de manera que su cuerpo parecía el de un borracho. Mareado y nauseabundo como se sentía se metió al baño donde finalmente llevó las manos a su rostro apretando la palma de sus manos contra sus ojos con fuerza para poder borrar la imagen del supuesto cadáver de Kaoru de su mente.
A pesar de su propio trauma, Kenshin entendía que la chica tenía derecho saber. Estaba próximo a cumplirse dos meses desde la venganza de su ex cuñado. pero él aún no se sentía preparado para contarle todo lo sucedido a la joven kendoka, no porque no quisiera que ella se enterara, sino más bien porque temía lo que esos recuerdos pudieran producir en él.
Cuando Tomoe murió en sus brazos la situación del país y de él mismo era distinta. En ese entonces él estaba peleando una guerra por la cual estaba dispuesto a morir en cualquier día o momento, así como también era consciente de que su relación con Tomoe, podía acabar de cualquier manera, ya fuera por la muerte de ambos durante alguna emboscada o porque él volvería a ser llamado al campo de batalla donde existía una alta posibilidad de que muriera peleando por sus ideales, como fuera, la posibilidad de la muerte siempre estuvo presente para ambos por mucho que hubiese prometido no ser él quien terminaría con la vida de Tomoe.
Su relación con la joven Yukishiro, incluso desde antes de conocerla, estuvo siempre marcada por la sombra de la muerte. Ambos sabían que su relación tenía un tiempo de expiración que iba más allá de sus propios deseos, mientras la guerra existiera no había un futuro mejor para ellos. Eso, sumado a las verdaderas intenciones de la mujer de la que se había enamorado y de las que se enteró después de leer el diario de su ex esposa, hicieron que él comprendiera que para ella, su circunstancial matrimonio había sido una oportunidad de redención para su culpable y atormentada conciencia y que a pesar del cambio de los sentimientos de la mujer hacia él, su matrimonio contaba con una fecha de expiración que estaba trazada desde el día en que se conocieron, y esa fecha, la había determinado Tomoe en el momento en que decidió vengar la muerte de su prometido conspirando contra él junto a sus enemigos.
Así la muerte de su ex esposa había sido algo que lo golpeó profundamente al punto de enseñarle una de las lecciones más grandes de su vida y aún así, el deceso de alguno de los dos era algo para lo que él sí había estado preparado pese a su anhelo de vivir en paz.
Cuando encontró a Kaoru "muerta" en el dojo fue completamente distinto.
Kaoru era el futuro y la esperanza, mientras que la muerte, tan solo un antiguo y oscuro fantasma de su pasado. En esta ocasión no solo había vuelto a fallar en proteger a la persona más importante para él, sino que además la promesa de la paz, la promesa de la tranquilidad de un hogar y la esperanza de poder contar los días, meses y años junto a Kaoru como su propia historia habían muerto con ella ese día.
La paz que ahora reinaba en Japón era algo que durante su periodo de vagabundo, admiró a la distancia por mucho tiempo y no fue hasta que conoció a la kendoka que comenzó a experimentar esta paz para sí mismo. La idea de que la joven había sido asesinada destruyó por completo la esperanza que tenía de que a pesar de sus pecados, un futuro feliz en la nueva Meiji era posible para sí mismo, arrebatándole de golpe la oportunidad de rehacer su vida.
Cuando encontró su cuerpo inerte y sin vida, se sintió caer de rodillas ante la devastadora imagen y finalmente se dio cuenta lo que Kaoru significaba para él: Kaoru era el sueño de la vida feliz que él tanto había anhelado de niño. Ahora que sabía lo importante que era la joven para él, no podía imaginar su vida sin ella.
Kaoru era todo por lo que él había luchado durante el bakumatsu, era la felicidad y la paz que tanto había añorado y por lo que estuvo dispuesto a transformarse en battousai. Era su sueño hecho realidad por el que había sacrificado mucho de sí mismo y de otros, incluyendo a Tomoe.
Kaoru era ese lugar seguro al que sabía que podía volver y llamar hogar, era los momentos de paz y descanso después de un duro día trabajo en el dojo, era la risa ligera después de una cena sencilla, la caricia amable tras una pelea de espadas y la sonrisa perfecta después de beber el té mientras contemplaban el atardecer. Kaoru era todo lo que creía no merecer y sin embargo estaba ahí para él, dispuesta a hacerlo feliz sin pedir nada a cambio. Kaoru era, en resumidas cuentas, la personificación de su causa.
Por esta razón era que no sabía si podría atreverse a contarle lo que había sucedido después de que ella desapareciera, temía que la joven se decepcionara de él y de su actitud derrotista. No quería perderla nuevamente.
Sacudiendo su cabeza mientras se desvestía, sintió como su temperatura había bajado por su malestar. Incómodo decidió darse un baño rápido y meditar antes de tomar una decisión, sabia que no podía mantener a Kaoru ignorante de lo sucedido para siempre, pero primero debía saber si es que tenía la fortaleza necesaria para contarle.
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Kaoru termino de ordenar la cocina y esperó en silencio a que el espadachín saliera del baño, le había dejado una yukata de dormir y un haori de invierno para que se abrigara en la antesala del ofuro y ahora esperaba temerosa en la cocina mientras preparaba un poco de té.
Volteándose desde su posición vigilante preparó una bandeja con una tetera y taza para el té, luego tomándola entre sus manos se dirigió silenciosamente hasta la habitación del espadachín. Observando disimuladamente la habitación del hombre, se percató de que todo estaba meticulosamente ordenado, sin perder más tiempo decidió dejar la bandeja en el lugar y salir rápidamente del lugar. Apenas cerró el shoji sintió los pasos del espadachín acercarse y dando un pequeño salto de sorpresa se hizo a un lado para que el espadachín pudiera entrar a la habitación.
- gomen… - susurró mientras se inclinaba en señal de respeto.
- Kaoru dono…
- deje una tetera con té verde para que puedas disfrutar de tu noche, iré a tomar un baño ahora.
Kaoru se apresuró en despedirse y se dirigió rápidamente a su habitación para buscar sus cosas antes de ir al baño. Agudizando su audición la joven se percató de que el espadachín aún no abría la puerta de su habitación, sabía que si se demoraba un segundo más el pelirrojo la intentaría buscar para hablar con ella, por lo que nerviosamente tomó sus cosas y salió rauda en dirección al baño tratando de evitarlo.
Dirigiéndose al baño recordó la expresión con la que el espadachín la había mirado cuando le hizo la desafortunada petición, apenas vio su rostro se arrepintió de haberle pedido que le contara lo que había sucedido. Ahora se sentía culpable y estaba segura que había abierto una memoria en el espadachín que de seguro le costaría volver a cerrar.
Entrando en el baño se maldijo a sí misma, sintiendo rabia ante su impertinencia. De seguro lo que había ocurrido tenía que ver con su ex esposa, no podía ser de otra forma por la expresión de su rostro, había arruinado la velada romántica que habían logrado construir hasta ese momento. Frustrada refregó su cuerpo con más fuerza de la necesaria dejando algunas marcas rojas en su piel y sin esperar que el agua del ofuro enfriara se sumergió en ella sintiendo el calor de esta, había arruinado todo y necesitaba castigarse por eso.
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Kenshin espero preocupado en su habitación atento a cuando la chica regresara, sabía que no sacaba nada con esperarla afuera, eso haría que la joven buscará una excusa para no enfrentarlo por lo que decidió esperarla mientras bebía del té que la chica le había preparado. Pasado unos minutos sintió los suaves pasos de la joven. Percatandose de que la mujer estaba tratando de ser silenciosa a propósito, suspiro con pesar un poco decepcionado. No culpaba la infantilidad de Kaoru, él no había tenido la mejor reacción a su petición, aún así debía reconocer que la inocencia de la chica muchas veces hacía que él debiese dar mucho más de sí mismo que en otras ocasiones.
Tomando aire esperó hasta que sintió que la joven ordenaba las cosas en su habitación, dándole un par de minutos más a solas a la chica para que se relajara, se levantó con sigilo y sin emitir ruido alguno cerró su puerta tras de sí y entró en la habitación de la chica en completo silencio.
Kaoru dio un brinco sobre sí misma cuando termino de amarrar su trenza y volteo descuidadamente notando la presencia del espadachín en su habitación. Con su cabello pelirrojo suelto y aún desordenado, el hombre la observó con seriedad sin ninguna intención de evadir la conversación que habían dejado pendiente.
- Kenshin….
- Kaoru – El pelirrojo dejó de lado los honoríficos y ceremoniosamente invito a que la kendoka tomara asiento en su futon.
La chica obedeció en silencio intimidada por la extraña aura con la que el espadachín había ingresado a su habitación. Nunca antes había sentido una energía tan frontal de parte del espadachín, al menos no era habitual que la tuviera con ella, su rostro serio y solemne. Kaoru tragó con fuerza.
- sea lo que sea que estés pensando, te equivocas – dijo de pronto el espadachín acercándose unos pasos en su dirección y arrodillándose lentamente hasta quedar frente a ella.
- yo…lo sien-
-shhhh…. – le pidió silencio el espadachín poniendo un dedo sobre sus labios – déjame hablar…
Kaoru asintió intimidada por esta nueva faceta del pelirrojo y reuniendo valor se atrevió a mirarlo a los ojos sin dejar que la vergüenza le ganara.
- no me pidió nada malo, tampoco es responsable de mi reacción…
La pelinegra se removió incómoda en su lugar bajando la mirada pero inmediatamente fue detenida por la mano del espadachín que la obligó a mirarlo a los ojos.
- no tema en pedirme lo que sea, jamás dude en hacerlo…– sonrió suavemente el hombre sin que su aura cambiara.
Kaoru se sonrojó profundamente y asintió suavemente mientras contenía la respiración, de pronto el ambiente se había vuelto demasiado serio y sentía que por primera vez estaba teniendo una conversación de pareja con el espadachín, de pronto toda la situación en torno a su cortejo se había vuelto demasiado real como para que ella se ahogara en dudas e inseguridades y respirando profundamente tomó la mano del pelirrojo que aún sostenía su mentón y con suavidad la bajó para darle un apretón de seguridad.
- Arigato, Kenshin – finalmente pudo hablar.
- no hay problema, mis disculpas por haberla incomodado de esa manera, tan solo no estaba preparado para su solicitud…
- insisto en que no es necesario que me cuentes… no quiero hacerte revivir el pasado nuevamente – susurró la chica tímidamente.
-¿eh? – Kenshin la miro desconcertado, haciendo que la pelinegra lo mirara con preocupación. – ¿el pasado?...Kaoru dono, ¿de verdad no sabe nada de lo que hizo Enishi?…
- ie…solo me dijo que vivirías atormentado por el resto de tu vida...– lo último lo dijo en voz baja, sin querer invocar los sentimientos que esas amenazas habían generado en ella cuando las escuchaba.
Tomando aire Kenshin cerró los ojos y exhalando con fuerza el aire de sus pulmones decidió que ya era hora de superar la venganza de su ex cuñado. No era justo que Kaoru no supiera por mucho que le doliera recordar.
- esta bien, le contaré lo que sucedió cuando Yukishiro Enishi la secuestró… le pido que por favor me disculpe si no puedo contarle todo de una sola vez…
La chica asintió con seguridad y sintiendo que se venía una de esas revelaciones dolorosas de la vida del espadachín apretó sus manos sobre sus rodillas y se dispuso a escuchar notando que Kenshin no la pudo ver a los ojos mientras comenzaba a hablar.
- No sé muy bien cómo hizo Enishi para hacerla desaparecer durante la pelea, lo que sucedió en ese momento para mi fue desconocido e inesperado – dijo el espadachín recordando como después de la confusión, noto que Enishi había entrado al dojo Kamiya, las acciones previas habían sido un señuelo para distraerlo.
Kaoru escuchaba con atención.
- cuando logre llegar al dojo parecía que había sido demasiado tarde… - Kenshin tragó saliva con fuerza apartando la mirada avergonzado sus puños se cerraron con fuerza sobre sus rodillas.
La chica guardó silencio sin percatarse de que ahora contenía su respiración, atenta esperó que el espadachín continuará con su relato.
-…cuando entre al dojo había sangre por todas partes, las paredes estaban rotas y…- haciendo una pausa el espadachín apretó el puente de su nariz y cerrando los ojos con fuerza continuo – y su cuerpo inerte estaba atravesado por la espada de Enishi contra el muro del dojo, su hakama y gi llenos de sangre… tenía una cicatriz en forma de X en su rostro…
Lágrimas comenzaron a caer por el rostro del espadachín quien sin poder evitarlo, revivió en su mente el momento en que encontró el supuesto cadáver de la chica. Cubriendo sus ojos con sus manos y apretandolas con fuerza contra su cara mientras trató de reprimir el incipiente llanto, fracasando monumentalmente.
Kaoru observó pasmada la imagen del pelirrojo que mortificado ahora lloraba frente a ella, sus hombros se habían encogido como los de un niño asustado, su cuerpo pareció encogerse en una clara muestra de dolor y miedo. Impresionada de verlo así, lentamente se acercó a él y lo abrazó con delicadeza entre sus temblorosas extremidades.
- gomenasai… gomenasai… – susurró la chica meciéndolo entre sus brazos delicadamente.
El espadachín no dijo nada mientras se permitió caer entre sus brazos, dejando que la mujer lo consolara. Apretando los ojos con fuerza se concentró en el calor de la joven tratando de contener la culpa que aún sentía por lo que había pensado que había sucedido a la chica en aquella ocasión.
- pensé…pensé que había muerto – dijo sin aliento tratando de continuar con el relato - pensé que la había matado por mi culpa…no fui capaz de protegerla…
La última frase del espadachín salió como un sollozo lleno de remordimiento a la vez que se llevaba una mano a la boca avergonzado de su propio llanto.
- eso no es cierto – susurró la chica asustada por el precario estado emocional en el que el espadachín se encontraba - no pienses eso…
- si Enishi realmente hubiese querido matarla en ese momento, lo hubiese conseguido sin que yo pudiese protegerla Kaoru dono- Kenshin se separó de ella con dificultad, atreviéndose a mirarla a los ojos.
Kaoru contuvo sus propias emociones al ver el dolor en la mirada del espadachín, sus ojos expresaban un remordimiento aún más profundo que la vez en que les contó sobre la muerte de Tomoe. Asimilando de golpe qué era lo que realmente había sucedido con Kenshin después de su secuestro y cómo su supuesta muerte lo había afectado, la joven instructora guardó silencio sin saber qué decir para hacer que el espadachín se sintiera mejor.
- no pude protegerla…- admitió el espadachín logrando por fin expresar su temor más profundo –… no hay amanecer que no despierte con ese pesar en mi conciencia…
- detente – le pidió Kaoru angustiada sosteniendo su rostro entre sus manos - no fue así, él. no me mató, tu me encontraste y me trajiste de vuelta a casa…
Los ojos amatistas se nublaron con remordimiento al tratar de sostener la dulce mirada de Kaoru, sin poder evitarlo las lágrimas volvieron a caer.
Cuando pensó que ella había muerto, sintió que finalmente la vida lo había puesto en su lugar, un asesino como él no merecía amar ni ser amado, se había equivocado al decidir quedarse en el dojo Kamiya, su egoísmo había cobrado una nueva víctima y su deseo de llevar una vida digna y en paz finalmente era incompatible con sus pecados del pasado. La muerte de Kaoru ese día lo hizo perder toda voluntad de vivir. Ya nada tenía sentido sin ella, hasta ese momento no se había percatado de que su voluntad de vivir dependía, en gran parte de su capacidad de proteger y hacer feliz a Kaoru, había fracasado y por muy extraño que pareciera para él, en ese momento todo se redujo a ella.
De pronto la suave voz de Kaoru lo trajo de vuelta al presente.
-no te culpes por algo que no sucedió, por favor…-Susurró Kaoru notando la oscura emoción que se había apoderado del espadachín.
- no puedo…- susurró el hombre con una expresión atormentada en sus ojos opacos y tristes.
Kaoru lo miró afligida y besándole la frente con delicadeza al percibir lo difícil que estaba siendo éste momento para el espadachín, lo invitó a recostarse indicándole que apoyara su cabeza sobre sus piernas. Kenshin se resistió unos segundos hasta que sintió las suaves manos de la mujer secar sus lágrimas mientras comenzaba a acariciar su rostro con ternura. Finalmente se dejó guiar y acomodar por la chica, dedicándole una última mirada triste y resignada.
- suficiente…no quiero saber más por hoy – dijo la Kaoru con pesar mientras Kenshin la seguía mirando con remordimiento desde su posición.
- Gomen…
-ie…no te disculpes, con lo que me has contado hoy me basta…- afirmó con dulzura la chica.
Kenshin noto la compasión con que la kendoka lo observó y se sintió avergonzado de sí mismo, no se merecía el amor de la chica. Ella siempre se mantenía firme a su lado incluso cuando no podía hacer más que mirar durante sus batallas y aún así jamás abandonó su lado, en cambio él era incapaz de verla sufrir, ni siquiera en momentos como estos soportaba ver la expresión siempre jovial de la chica desaparecer.
Ambos se mantuvieron en silencio por unos minutos sin querer retomar la conversación. Kaoru acarició el rostro del espadachín tratando de calmar sus emociones y así ayudar a que se relajara, las pestañas del espadachín tiritaron unos segundos indecisas antes de atreverse a cerrar sus ojos y permitirse asimilar el consuelo que las caricias de la instructora le daban. Rindiéndose ante las caricias, el espadachín logró relajarse sobre la falda de la mujer y trató de controlar sus pensamientos negativos.
Ensimismada Kaoru observó el rostro del hombre a la vez que lo acariciaba, enfocándose en el rostro del pelirrojo pudo notar cómo comenzaban a aparecer sus primeras líneas de expresión. Kenshin aparentaba ser más joven de lo que realmente era, tenía un rostro juvenil y en cierto modo femenino que más de una vez le había traído problemas, pero si lo observaba bien y con atención podía identificar las finas líneas que comenzaban a marcársele suavemente en el entrecejo y en la comisura de sus labios.
Después de conocer la historia de vida del hombre, la joven se sorprendió de que pese a todo lo que había vivido y todo el sufrimiento que había experimentado, el pelirrojo no tuviera un rostro más cansado y marcado por las inclemencias de la guerra más allá de la infame cicatriz en forma de X de su rostro. Sonriendo sutilmente, supuso que eso era porque a pesar de todo el dolor, el niño interior del espadachín era más fuerte de lo que cualquiera pudiese imaginar.
Retomando con sus caricias, pasó sus dedos por las cicatrices de la mejilla del hombre, las líneas resecas e irregulares parecían haberse marcado aún más después del llanto del hombre, tomando un color rojo. Cubriendo con su mano la X en el rostro del espadachín, sintió sus ojos arder al comprender que el hombre que ahora descansaba sobre su falda había sido psicológicamente torturado por el hermano de su ex esposa y que parte de esa tortura tenía que ver con ella misma, ella había sido utilizada como un arma contra el espadachín y eso le hizo sentir una extraña sensación de culpa y reproche hacia sí misma.
Kaoru sintió como su corazón se encogía en su pecho de dolor, no se podía imaginar lo difícil que pudo haber sido para el espadachín creer que ella había muerto, pero si podía dimensionar sus consecuencias con mayor claridad. Ahora entendía perfectamente por qué el pelirrojo a veces la miraba como si fuera una aparición o fantasma e insistía siempre en que fuera acompañada al pueblo. Comprendió también que las pesadillas que el pelirrojo solía tener de vez en cuando y por las que había comenzado a tomar por instrucción de Megumi las mismas medicinas que ella usaba para dormir, eran producto de lo sucedido con Enishi y su secuestro y no eran a causa de su pasado. Kenshin nunca antes había tenido pesadillas, desde que había comenzado a vivir con ella en el dojo jamás lo había oído despertar a mitad de la noche y eso se había mantenido así hasta lo sucedido con Yukishiro.
Recordando sus días cautiva de libertad en la isla, recordó todas las veces en que el hermano de Tomoe rió con una mezcla de maldad y satisfacción cuando la veía a ella esperar a Kenshin en la terraza de esa mansión. Él sabía que Kenshin no vendría porque pensaba que estaba muerta y aún así la dejó creer que al espadachín no le interesaba lo que sucediera con ella y que por eso no venía a su rescate. Frustrada dejó escapar un suspiro mientras dejaba de acariciar el suave rostro del hombre por unos segundos.
Notando cómo el cuerpo del hombre se había relajado y ahora respiraba con más calma pese a que su expresión compungida no cambiaba, decidió que si de ella dependía que el hombre volviera a sentirse digno de su cariño y dejará de lado la culpa, haría lo que fuera necesario, Enishi ya había causado el suficiente daño como para que después de todo ahora el espadachín aceptara el castigo que el hombre le había impuesto sintiéndose culpable por su falsa muerte.
- Kenshin…– dijo en un susurró casi inaudible la chica después de unos momentos de silencio.
- hai…- susurro le espadachín inseguro sin querer abrir los ojos aún.
- prométeme que no te volverás a culpar por lo sucedido…
El espadachín abrió sus ojos de golpe a la vez que las caricias en su rostro se detuvieron.
- lo que sucedió con Enishi no fue más que responsabilidad de él y de su sed de venganza…-dijo con determinación la kendoka - si yo hubiese muerto, el único responsable hubiese sido Yukishiro Enishi.
- Kaoru… – la voz del hombre se quebró.
El pelirrojo intentó ocultar sus emociones tratando de llevar ambas manos a su rostro, sin embargo Kaoru detuvo las manos del pelirrojo a medio camino e inclinándose sobre él hombre apoyó su frente sobre la del espadachín conteniendo sus propias lágrimas. Podía sentir el dolor del hombre y no soportaba verlo así. Kenshin ya cargaba con la muerte de un ser amado, no necesitaba ser re victimizado de esta manera, lo que Enishi había planeado había sido realmente cruel, ella no permitiría que Kenshin fuera consumido por la culpa una vez más.
- no permitiré que Enishi consiga destruir tu tranquilidad…no permitiré que te culpes de algo que no sucedió…- dijo con determinación la chica besando sus labios.
Kenshin cerró sus ojos al sentir los cálidos labios de la kendoka sobre los suyos y aceptó sus palabras como si de un bálsamo para sus heridas se tratase. Mientras aceptaba el suave beso de la chica, recordó todos los sueños que tuvo en Rakuninmura, los buenos y los malos y como había deseado un par de ocasiones no volver a despertar, si se hubiese rendido en ese lugar jamás hubiese conocido la calidez de los labios, ni la suavidad de las caricias de Kaoru. Su divagación terminó cuando la joven volvió a hablar.
- No te preocupes amor…
El corazón del espadachín latió fuerte al escuchar a la joven llamarlo de esa manera, sus mejillas arrebolándose con una cálida emoción. Estático en su posición prestó atención a cada palabra que la joven decía.
- no permitiré que nadie más nos haga daño, a partir de hoy…estaremos juntos en los buenos y malos momentos, sea la guerra o la peste, lo que sea lo enfrentaremos juntos…
Kenshin sintió las palabras de la muchacha golpearlo como la fuerza del océano, la confianza y energía con que las dijo lo hizo sentir inesperadamente tranquilo, feliz y protegido. No pensaba que la chica pudiera entregarle tal nivel de seguridad pero cada día se sorprendía más de la joven instructora. Dejando ir el aire que había contenido mientras la chica hablaba contempló a Kaoru que lo miraba desde su posición, a pesar de que estaban al revés y el ángulo era un poco extraño pudo notar la ternura de su mirada y la determinación que emanaba de sus ojos azules.
Revitalizado por la promesa de la chica llevó su mano a la mejilla de la joven sintiendo su piel tibia y suave, ella no era una ilusión tampoco un sueño, Kaoru no era una alucinación como por mucho tiempo Tomoe lo fue. La joven instructora no era uno de sus delirios causados por la culpa, poder tocarla le daba un sentido de realidad y esperanza que lo hacía valorar cada segundo a su lado, esta era la mujer que lo había salvado de su soledad.
- a partir de hoy no quiero volver a perder ni un solo día sin usted Kaoru dono – admitió el hombre tímidamente, arrancando una amplia sonrisa en el rostro de la chica.
- será una promesa entonces – dijo la chica extendiendo su dedo meñique para que el espadachín lo apretara.
Kenshin la observó unos segundos desconcertado antes de enderezarse lentamente desde su posición para sentarse y así entrecruzar su dedo meñique con el de la chica para así cerrar la promesa.
Observándose ambos por unos momentos en silencio, el espadachín se atrevió a apoyar su cabeza contra el pecho de la joven para sentir el latido de su corazón, apenas su cabeza tocó el cuerpo de la joven sintió los finos brazos de la joven envolverlo en un cálido abrazo y descansando en ella disfruto finalmente del calor que de ella emanaba, escuchando el ritmo de sus latidos, tranquilizo el ritmo de su propio corazón.
Relajándose en los brazos de la mujer aprovechó para soltar las aprehensiones que el recuerdo había traído a su mente para luego separarse lentamente de ella. Sintiéndose un poco mejor que hacía unos momentos atrás, el espadachín se percató de que no quería regresar a su habitación aún, sorprendiéndose de sí mismo el espadachín acarició inconscientemente el futon de la chica pensativo.
Kaoru noto el gesto del hombre y el conflicto interno en su rostro, comprendiendo lo que sucedía sus mejillas tomaron un poco de rubor antes de atreverse a animar el ánimo del espadachín ofreciéndole lo que creía que el espadachín estaba pensando.
Tímidamente la chica separó del hombre y se arrodilló sobre su cama estirándola, sin mucha modestia miró por sobre su hombro al pelirrojo que ahora la miraba atentamente con la misma expresión felina que siempre le daba cuando estaban a solas.
-¿ha comenzado a hacer frío no crees? – dijo inocentemente la chica sin intención de presionar realmente al espadachín.
- hai…
- si pudiéramos traer tu futon acumularíamos más calor en la habitación… - sugirió con fingida decepción.
- pero Kaoru dono…– respondió ansioso el espadachín mirando alrededor nerviosamente– no deberíamos…
- Yahiko no volverá hasta mañana… - se encogió de hombros la chica mientras ordenaba su trenza y se metía dentro de su futon tratando de parecer despreocupada e inocente.
Viendo como Kenshin abría y cerraba la boca sin saber qué decir, la joven contuvo la risa al ver al hombre tan conflictuado con una expresión graciosa en su rostro, al parecer había acertado en interpretar sus emociones hacia unos momentos atrás.
-esta bien si no quieres – dijo dándole una oportunidad para arrepentirse al pelirrojo - puedo traer el fogón a la habitación y-
De pronto el espadachín salió de la habitación y volvió con su futon y almohadón cerrando el shoji tras de si. Kaoru rio esta vez sin poder contenerse cubriendo su boca con sus manos y el pelirrojo entendió que había caído en la trampa de la chica, sonrojándose furiosamente dejo caer el futon a un lado del de kaoru y dejándose caer de rodillas a su lado la observó con una mueca de molestia.
A pesar de no parecerlo si tenía algo de ego masculino, por muy débil y escondido que este estuviese. Impulsivamente tomo las muñecas de la pelinegra y obligándola a recostarse la acorralo contra el futon.
- le importaría decirme qué es lo que le parece tan gracioso…Kaoru dono – dijo sintiéndose mucho más animado el pelirrojo.
La joven rio sonrojada disfrutando ver al pelirrojo actuando tan natural, esta era una nueva faceta en él y al parecer por la expresión confundida e insegura en el rostro del hombre, ella no era la única sorprendida por este rasgo espontáneo de su personalidad.
- no hay nada gracioso Kenshin… solo te ofrecía una opción que parecías querer– insistió la chica con falsa inocencia.
- ¿así que así será? – murmuró con cierta amenaza infantil el espadachín, tal como cuando discutía con su maestro Hiko.
- así será qué – repitió su pregunta la kendoka.
Kaoru lo observaba con una ceja alzada mientras se mordía la lengua para no reír al ver la expresión de frustración en el rostro del espadachín. De pronto la mueca burlesca de la muchacha se borró por completo al sentir el cálido aliento del pelirrojo chocar contra la piel de su cuello, sus labios apenas rozándolo.
- esto, manipularme así… – dijo en voz baja el hombre haciendo que la joven tragara con dificultad mientras su cuerpo se tensaba bajo el ex hitokiri – te gusta tentar a este estúpido espadachín, ¿verdad?
Kaoru exhalo temblorosa intentando librarse del agarre del pelirrojo para intentar abrazarlo y ofrecerle una tregua, pero el pelirrojo se lo impidió manteniéndola firme en su lugar. La joven jadeo sorprendida por la reacción de su cuerpo al sentir el calor del hombre sobre ella y la fuerza y determinación con la que la mantenía presionada contra el suelo. Kenshin no solía proyectar una energía demasiado varonil excepto cuando se enfrentaba en una batalla pero ahora, ella estaba experimentando esa energía masculina de manera exclusiva, haciéndola tiritar de anticipación.
- yo no te mani-nipulo…ahhhh – La pelinegra apretó sus piernas cuando sintió un beso húmedo en la unión de su cuello y hombro.
Rindiéndose inmediatamente la joven llevó la cabeza hacia atrás permitiendo que el pelirrojo besara su cuello con dedicación.
Sintiendo la sumisión de la muchacha, el espadachín se recordó a sí mismo actuar con calma, después de todo no quería hacer nada de lo que ambos pudieran arrepentirse.
- mhhhhh – ronroneo Kaoru de placer completamente ida.
Kenshin dejó escapar un sonido de satisfacción al oír los sonidos que emitía la kendoka. Si bien había sido la chica quien lo había desafiado, era ella quien estaba pagando las consecuencias de sus propias palabras. Decidido a darle una lección por manipularlo de esa manera, siguió besando su delicado cuello.
La joven kendoka había perdido la noción del tiempo mientras recibía los besos del espadachín sin resistencia, no sabía si dejarse llevar era lo correcto pero no podía evitarlo. Después de toda la tristeza acumulada de hace unos momentos atrás, sentir al espadachín. Tan confiado sobre ella le daba tranquilidad, quería que el pelirrojo olvidara por unos momentos lo sucedido y de momento esto parecía ayudarlo.
Kaoru nunca había tenido la posibilidad de compartir con su madre sobre el amor y el romance, todo lo que sabía era porque su padre había comenzado a traer a casa lecturas románticas dirigidas a mujeres para tratar de suplir la falta de guía femenina en el dojo. Sin embargo las ideas de esas obras muchas veces la dejaban confundida y nunca se atrevió a preguntarle directamente a su padre sobre cómo funcionaba una relación adulta. Por lo que sabía que parte de su inocencia e inmadurez frente al espadachín tenía que ver con su inseguridad por no saber cómo actuar frente a él en situaciones como esta.
Tae había comenzado a cumplir un rol de consejera femenina después de que su padre partiera a la guerra por lo que antes de eso y mientras mantuvo a gran parte de los alumnos de su padre en el dojo, pudo oír muchas conversaciones de los chicos sobre qué les gustaba de las mujeres o qué tipo de citas preferían y aunque nunca intervino en esas conversaciones por decoro y modestia aprendió bastante de ellos con tan solo escucharlos. A parte de esas conversaciones más de una vez, después de los entrenamientos, encontró tiradas por el dojo estampillas eróticas que solían coleccionar los muchachos de su edad haciendo que le fuera imposible devolverlas de pura vergüenza que sentía de saber que sus alumnos consumían ese tipo de contenido, esas ilustraciones eran lo único que sabía de la intimidad entre hombre y mujer y eso le daba mucha ansiedad.
- ahhh…ahhh – de pronto las divagaciones de la chica se vieron interrumpidas por una mano intrusa que comenzaba a subir por el costado de una de sus piernas.
El pelirrojo había dejado de lado su actitud desafiante de hacía unos minutos atrás dejándose llevar por el ambiente relajado de la habitación. Los suaves gemidos que emitía la chica lo sumergieron en un estado que hizo que lentamente dejara caer su cuerpo sobre el de la joven. Besando su cuello comenzó a bajar lentamente por su escote saboreando la piel de la chica y su esencia floral a la vez que acariciaba inconscientemente una de sus piernas.
Kaoru sintió de pronto mucho calor en su abdomen bajo y un dolor en sus partes intimas que hizo que se sobresaltara por la intensidad de estas sensaciones. Apretando el brazo del espadachín con su mano que ahora estaba libre, gimió con fuerza a la vez que abría sus ojos desorientada, pequeñas gotas de sudor comenzaban a aparecer en su frente.
- Kenshin…-jadeo la muchacha con una expresión de placer y confusión en su rostro haciendo que el espadachín saliera de su trance.
- Gomenasai…-susurro el espadachín separándose un poco de ella al verla tan afectada.
Los ojos del espadachín se tornaron ámbar y sus pupilas se dilataron ante la imagen de la joven.
Recorriendo lentamente con la mirada el cuerpo de la muchacha desde su posición, observó cómo la joven apretaba ambas piernas con fuerza tratando de controlar su deseo. Sintiendo satisfacción contempló cómo sus propias manos habían conseguido reducir a Kaoru a un estado de sumisión absoluto.
Su mano endurecida por el uso de la espada seguía apretando el muslo de la chica con fuerza mientras el cuello de la joven estaba marcado con finos rastros de su propia saliva después de haberla besado con dedicación. Sintiendo como la excitación se apoderaba de él, grabó la sensual imagen en su mente antes de tratar de controlar el hambre que sentía por la joven en esos momentos.
Kaoru estaba completamente paralizada por la intensidad de todo lo que sentía. Primera vez que experimentaba estas reacciones en su cuerpo y temía que si se lo mencionaba al espadachín este no volvería de tocarla o tal vez se reiría de ella. Sintiendo como el espadachín se acomodaba sobre ella nuevamente sin apartar la mirada de su cuerpo, jadeo una vez más sintiendo el dolor en sus partes íntimas repetirse y esta vez, sin poder evitarlo llevo una mano directo a su entrepierna haciendo que el espadachín emitiera un sonido similar al de un gruñido de un animal.
Con la vista fija en la mano de la joven que ahora tiraba y apretaba de su yukata de dormir a la altura de su entrepierna, Kenshin lamió sus labios comenzando a respirar con dificultad, la imagen de la muchacha tocándose a sí misma con tal inocencia, era algo que no podría sacarse de la mente en un futuro próximo.
Kaoru cubrió su rostro con su mano libre avergonzada sin saber qué hacer, pero la incertidumbre duro solo unos momentos y fue interrumpida por la ronca voz del espadachín.
- ¿qué es lo que sucede Kaoru dono? – susurro el hombre de manera sensual llevando su propia mano sobre la de la chica pero sin tocarla, tan solo rozándola muy por encima de ella.
Sin poder aguantar un segundo más el dolor y las sensaciones, la chica cerró los ojos y se confesó al espadachín.
- duele…¿por qué duele? – susurro avergonzada escondiendo su rostro detrás de su brazo mientras seguía apretando su entrepierna.
- shhhh, tranquila Kaoru dono – la calmo el hombre con delicadeza – es normal…
- ¿n-normal? – repitió la chica atreviéndose a mirar al pelirrojo quien aún seguía con la mirada fija en su mano.
- hai…
Arrodillándose y sentándose sobre sus talones, el espadachín se alejó unos segundos de ella solo para obligarla a descubrir su rostro sonrojado y sudado, tomando la mano que la chica mantenía presionada contra su entrepierna el pelirrojo hizo que la joven dejara ambas manos apoyadas en el suelo y tomando las rodillas de la joven las separó unos centímetros haciendo que la chica abriera un poco sus piernas.
Kaoru ahogo un grito de sorpresa y sintió que todo el dolor que sentía en sus partes íntimas subía rápidamente hasta su rostro sintiendo su estómago, pecho y cuello arder a la vez que sentía alivio.
- si abre las piernas la sensación será más placentera – le susurro el espadachín completamente sonrojado y comenzando a sudar.
Kaoru asintió sonrojada al percatarse que el dolor ahora había sido reemplazado por un calor que recorría todo su cuerpo pero a la vez se sentía muy agradable. Guardando silencio la joven se percató que el espadachín tan solo la observaba desde su posición con sus manos aún firmes en sus rodillas y con el mentón apretado.
- ¿Kenshin?...
- gomen, gomenasai…no puedo ayudarla más que esto- dijo de pronto sacudiendo su cabeza, sus ojos volviéndose amatistas nuevamente.
- ¿a qué te refieres?…
- yo la provoqué…gomen, no debería haberlo hech-
De pronto un fuerte trueno interrumpió al espadachín haciendo que ambos se sobresaltaron, la lluvia comenzó a caer fuerte sobre el techo de la habitación a la vez que sonidos de golpes se escuchaban alrededor del dojo. Kenshin se puso de pie rápidamente y tomando su sakabatou le indicó a Kaoru que lo esperara.
Saliendo de la habitación el pelirrojo se dirigió a recorrer el lugar para asegurarse de que nadie hubiese ingresado al dojo tratando de esquivar la lluvia y asegurarse de que ambos estaban a salvo.
-.-.-.-.-
Kaoru dejó caer su cabeza sobre su almohada con frustración, no podían seguir así, la tensión entre ambos era demasiada y para su desgracia ella tampoco tenía mucho autocontrol cuando se trataba de Kenshin. Necesitaban una fecha para el matrimonio lo antes posible.
Sentándose lentamente sobre el futon sintió que su parte intima se había humedecido y sintió su rostro arder. Kenshin le había enseñado algo que desconocía de si misma y eso había despertado su curiosidad. ¿Como había entendido Kenshin lo que le sucedía?, ¿con cuantas mujeres el pelirrojo había intimado?, ¿a todas les había sucedido lo mismo?
- Kaoru no Baka – se recrimino a sí misma dándose golpes en la cabeza
- ¿Kaoru dono, qué hace?
Kenshin había regresado con el cabello húmedo y completamente empapado. Kaoru se puso de pie y buscando entre su armario saco una yukata limpia y dos toallas, arrastrando al espadachín detrás del biombo de su habitación lo obligó a cambiarse de ropa y una vez listo lo sentó en el futon para comenzar a secarle el pelo con la toalla.
- en qué estabas pensando…puedes coger un resfrío – le reto la chica terminando de secar las puntas de su pelirrojo cabello.
- tenía que asegurarme de que todo estuviese en orden, se rompieron unas ramas del árbol que colinda con el muro… Sano solía usarlo para entrar cuando no estábamos…supongo que es mejor que esas ramas ya no estén disponibles para eso…
- ¿lo dices porque otros podrían intentar usarlas también? – preguntó la chica comenzando a peinarlo.
- hai…
- muy bien, mañana lo vemos. De momento sabemos que no hay nada de qué preocuparnos ¿cierto?
- cierto – respondió el espadachín sonriendo
Kaoru termino de secar y peinar la cabello del pelirrojo y dejando a un lado el cepillo y las toallas trato de recuperar la confianza que había perdido unos momentos atrás. Decidiendo que ya era hora de descansar acomodó su yukata y abriendo su futón se recostó, Kenshin la miró por sobre su hombro y esperó a que terminara de acomodarse para abrir su propio futon antes de apagar la lámpara de la habitación.
– ya es hora de dormir, mañana toca un duro día – comentó el pelirrojo tratando de parecer tranquilo.
- hai – le respondió la chica sonriendo en la oscuridad- buenas noches Kenshin…
-buenas noches Kaoru …– se despidió el espadachín acomodándose en su colchón.
Kaoru cerró sus ojos sintiendo los latidos de su corazón en sus oídos, hoy había sido un día muy acontecido y aún no lograba asimilar que ella y el espadachín estaban en proceso de formar un matrimonio, tratando de dejar ir sus inseguridades se acomodo sobre su costado para dormir mirando al espadachín y cerrando sus ojos comenzó a caer lentamente en el sueño, el sonido de la lluvia acompañando su descanso. Antes de caer completamente dormida, la chica sintió como el espadachín se acomodó para quedar de frente a ella y tomó delicadamente su mano antes de dormir.
Sintiendo una ligera sensación de tranquilidad finalmente se entregó a Morfeo feliz de que el espadachín se sintiera con la confianza de poder ser afectuoso con ella después de tanto tiempo de fingir indiferencia con sus restricciones auto impuestas.
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El otoño regalaba las últimas semanas de sus paisajes cálidos y coloridos y las hojas de los árboles comenzaban a caer cada vez con más prisa. El clima durante las mañanas era de una niebla espesa y envolvente, pero esta no fue obstáculo suficiente para que tanto Yahiko como Tsubame cumplieran con su objetivo. Madrugando, ambos chicos se dirigieron al sector del pueblo donde se encontraba la antigua habitación de Sanosuke, decididos a cobrarle la palabra al luchador los niños habían decidido ordenar el lugar.
Yahiko terminó de sacudir el armario de Sanosuke mientras Tsubame barría el lugar energéticamente. Ambos habían llegado temprano al la pieza que Sano había dejado al joven espadachín y ya habían separado todo lo que era basura de lo que servía. Afortunadamente el luchador había dejado un futon y almohadón decente que serviría al muchacho en caso de querer pasar la noche en el lugar, así como también encontraron una tetera y set de tazas y lozas para comer en buen estado. El resto eran vendas usadas, ropas en mal estado y algunos muebles rotos que no valían la pena arreglar, pero al menos lo que había, era suficiente como para que Yahiko pudiera empezar una etapa de mayor independencia.
Acomodando unas cajas con un par de vendas en buen estado dentro el armario, el joven aprendiz del estilo Kamiya se percató de que había una especie de piso falso que sobre salía de una de la punta levantó el piso y encontró una caja de madera cubierta de polvo, con mucho cuidado la saco de su lugar y girándose la dejó frente a él dejándola caer.
Tsubame detuvo su tarea al sentir el sonido de la caja golpear el suelo y observando a Yahiko con curiosidad, se acercó a él.
- ¿qué es eso? – preguntó la chica mientras se arrodillaba frente al niño.
- etto…no lo sé pero parece importante – comentó el chico.
Comenzando a abrir la tapa corrediza lentamente, ambos niños contemplaron con expectación el contenido de la caja.
- ¿qué es esto? – susurró Yahiko desconcertado al ver el contenido
- ¡ IAAAA, NO PUEDE SER ! - exclamó Tsubame cogiendo uno de los papeles del interior de la caja.
-.-.-.-.-.-.-.
Kaoru estaba de pie al borde del precipicio, el mar era lo único que había delante de ella, el filo de una espada contra su espalda le impedía alejarse del borde del acantilado. Volteandose asustada vio a Enishi sonreír con satisfacción, empujando el filo de la espada la obligó a dar un paso más al frente.
- detente …- le pidió la joven tratando de mantener el equilibrio.
- jajaja…qué te hace pensar que te escucharé – le respondió el hombre con sarcasmo.
- Kaoru dono…
Volviendo la mirada hacia el acantilado, vio que ahora el pelirrojo se encontraba de pie frente a ella entre borde del precipicio y ella, sintiendo su corazón acelerarse, Kaoru se giró nuevamente para hablar con el hombre de cabello blanco.
- Yamete onegai…- suplicó asustada mientras trataba de tomar la espada del hombre con sus manos.
- Ie…Himura no puede protegerte y tu tampoco lo puedes proteger a él …
Adoptando una posición de ataque el hombre apuntó nuevamente con su espada haciendo que Kaoru retrocediera un paso chocando inmediatamente con el pecho del espadachín. Kaoru se volteo rápidamente quedando frente a frente con el pelirrojo, ambos estaban muy cerca del borde, extendiendo una mano a Kenshin para que la tomara, intentó acercarlo hacia su cuerpo.
-Kenshin…
- Gomenasai, Kaoru…
De pronto un dolor punzante atravesó su espalda y luego su vientre haciéndola caer sobre el cuerpo del espadachín, de pronto los brazos del pelirrojo se aferraron a ella a la vez que escupía sangre por la boca.
La chica observó su estómago y vio como la espada de Enishi había atravesado sus cuerpos.
- IE…Yamete! –
Dando un último grito, la chica sintió un golpe a la vez que comenzaba a caer del precipicio junto al pelirrojo a gran velocidad. El rostro inexpresivo e inerte de Kenshin fue lo último que vio antes de impactar en el océano.
- NGAHHH! – Kaoru despertó de su sueño bruscamente con la respiración agitada.
Buscando con la mirada vio con decepción que el futon del espadachín ya no estaba en la habitación y que un fogón había sido encendido en su pieza para mantener el lugar abrigado. Su cuerpo sudado le indicó que había tenido una pesadilla y que había dormido más de la cuenta.
Tanteando a duras penas a su alrededor, busco su haori y salió a pies descalzos en busca del espadachín. Sin encontrarlo dentro del dojo, corrió a la salida de este con el corazón latiendo agitadamente en su pecho, tampoco lo encontró fuera del lugar. Preocupada comenzó a caminar en dirección al pueblo solo para escuchar el ruido de un hacha justo en la esquina que rodeaba al dojo. Corriendo se dirigió a la fuente del sonido y se encontró con el espadachín ya vestido con su traje azul oscuro cortar los trozos de ramas que se habían quebrado el día anterior.
Aliviada recupero el aire y trató de calmar sus nervios dejándose caer contra el muro. Un sudor frío corrió por sus espalda.
- ¿Qué haces vestida así fea?
Kaoru se sobresaltó al escuchar la voz de Yahiko quien acababa de llegar con una bolsa a sus espaldas.
- ¡Kaoru dono! – Kenshin se percató de su presencia y la del niño y rápidamente se acercó a ellos – ¿qué hace descalza con este clima?…por favor vaya a cambiarse.
Preocupado el hombre la encaminó de regreso, Kaoru le dedicó una mirada un poco afligida pero obedeció. Kenshin dio una silenciosa mirada a Yahiko y el chico asintió.
- yo te calentare el agua busu, pero después me sirves el desayuno…
-h-hai – respondió aún desestabilizada por la pesadilla.
Kenshin vio como ambos desaparecieron por la entrada del dojo y una sensación de aprensión se apoderó de él. La joven lo había quedado mirando cómo si él hubiese hecho algo que le causó daño. Observando el trabajo que aún tenía pendiente, sacudió su cabeza para deshacerse de esos pensamientos. Seguro había malinterpretado la situación.
Mirando la rama caída, pensó que era extraño que esta se quebrara así de la nada, Sanosuke solía subirse en ella y a pesar de ser delgado, por su altura y musculatura el luchador no era precisamente liviano. Para que la rama cediera de esta forma, estaba seguro que alguien había intentado subirse en ella, alguien no muy liviano para ser exacto.
Tendría que empezar a dormir menos y empezar a prestar más atención a sus alrededores, si quería evitar cualquier tipo de inconvenientes.
-.-.-..-..-
Kaoru sirvió el desayuno a Yahiko en silencio mientras trataba de controlar la aprehensión que sentía. Kenshin ya había desayunado por lo que no se unió a ellos. Yahiko comió con su habitual apetito omitiendo cualquier tipo de comentario y no fue hasta que la chica se cambió su ropa por el hakama de entrenamiento que el muchacho mencionó lo que había hecho en la mañana.
- mañana cenaremos en el Akabeko – anunció Yahiko después de guardar su bolso en su habitación.
- ¿cómo dices? – pregunto Kaoru distraída
Después de cambiarse había decidido entrenar algunos de sus katas más avanzados en el patio antes de partir al dojo Maekawa.
Kenshin entro al dojo en ese momento con la última carga de madera que había recuperado de las ramas del árbol que se había quebrado la noche anterior, Kaoru se detuvo para mirarlo con atención mientras veía como el hombre dejaba la leña a un costado junto al resto de la madera que estaban dejando secar antes de poder usar.
- oi Kenshin, ven acá, no quiero volver a repetir – llamó el niño sacándole brillo con un pañuelo a la antigua bokken de Kaoru que ahora le pertenecía.
Kenshin acomodo la cinta que sujetaba su gi a la vez movió su cuello un par de veces haciendo tronar sus huesos para aliviar el dolor de espalda que le genero el ejercicio de cortar tanta madera durante la mañana. Sin decir nada se acercó a ellos dedicando una mirada condescendiente al niño, finalmente se detuvo con las manos en su cintura para escucharlo.
- Encontré algo en la habitación de Sanosuke que me permitirá ganar algo de dinero por un tiempo.
Kenshin y Kaoru se miraron extrañados mientras analizaban el rostro del niño tratando de descifrar si se trataba de una broma o no.
- incluso podre pagarte por recibirme en el dojo – indicó el joven con madurez.
- pero qué tontería dices- le interrumpió Kaoru preocupada- eso no es necesario, esta es tu casa.
- de todos modos- se encogió de hombros el niño - mañana cenaremos en el Akabeko e invitare yo, así que no hagan planes ni nada por el estilo.
Kenshin observó con curiosidad al niño mientras asentía con suspicacia, no se le ocurría qué era lo que Sanosuke pudiera haber tenido en su habitación que permitiera al niño hablar con tanta soberbia. Dedicando una fugaz mirada a Kaoru noto la mirada perdida y preocupada de la joven y se extraño. El día anterior la muchacha parecía más distraída y alegre que el día de hoy.
- esta bien Yahiko, solo esperamos que no sea nada ilegal – sonrió Kenshin sabiendo que recibiría una mala respuesta de parte del niño
- con quién crees que hablas, yo deje es camino atrás hace mucho tiempo – bufo el chico enfundando su bokken en su cinto.
- no lo decía por ti Yahiko, sino por Sano – sonrió el espadachín
- eso es cierto, quién sabe qué es lo que encontraste, Sano no era muy amigo de lo legal- agregó Kaoru mirando al chico con sospecha.
- se preocupan de más, todo estará bien, confíen en mí- aseguró el chico
- muy bien- dijo encogiéndose de hombros el espadachín dedicando una última mirada a Kaoru.
Notando la mirada preocupada de la chica una vez más decidió salir de la intriga antes de volver a sus tareas y acercándose a ella preguntó.
- ¿sucede algo malo Kaoru dono?
- Ie – dijo sonrojándose la chica – es solo que tuve un mal sueño…
-¿hay algo que pueda hacer para ayudarla a sentirse mejor?
- hai…por favor cuídate – le pidió la chica tímidamente – no sé porqué presiento que algo no muy bueno esta rondando cerca…
Kenshin la observo por unos segundos y pensó en la rama que se había quebrado, tal vez él no era el único que presentía que algunas cosas estaban fuera de lugar.
- lo haré Kaoru dono, por favor le pido a usted que haga lo mismo- le dijo inclinándose en señal de respeto.
- ¿hoy nos acompañaras al dojo Maekawa? – preguntó la chica con un poco de ansiedad, después de que Kenshin le contara lo sucedido con Enishi sentía que no era correcto separarse del espadachín.
- Ie, hoy tengo algunos recados que cumplir- respondió evasivamente el pelirrojo evitando su mirada.
Kaoru lo observó con intriga, la noche anterior el pelirrojo no le había dicho nada sobre esta tarea que debía cumplir. Dándole una mirada inquisidora, la joven frunció sus labios en una mueca que revelaba que estaba conteniendo la pregunta que deseaba hacer.
Kenshin viendo al clara expresión de descontento en el rostro de la chica se apresuró en aligerar la situación.
-Hoy debo trabajar Kaoru dono…
- ¿trabajar? – preguntaron al unísono Yahiko y la Kendoka
- hai
- creí que tú acuerdo laboral era solo para algunas ocasiones excepcionales…- murmuró la chica desconcertada.
-así es, pero hoy pidieron encarecidamente mi ayuda…
- tu no querías ese trabajo – insistió Kaoru- no es necesario que lo hagas
- no se preocupe Kaoru dono, sobreviviré a esta jornada – dijo el espadachín guiñandole un ojo y dirigiéndose a la cocina para evitar la tensión de la conversación.
- es muy raro oír a Kenshin hablar de trabajo- comentó Yahiko rascándose la cabeza.
- a qué te refieres – le pregunto ofendido el espadachín deteniendo sus pasos.
– nunca pensé que llegaría el día en que te escuchara hablar voluntariamente de trabajar- insistió el chico con una sonrisa burlesca.
- en todo caso…debemos agradecer que lave nuestra ropa y nos prepare comida – comentó Kaoru tratando de aliviar la tensión del momento anterior.
- ¿¡oro!? – se volteo a mirarla ofendido el pelirrojo.
- de todos modos… me hubiese gustado que me contaras sobre este trabajo ayer mientras podías…- se sonrojo la chica reconociendo la impertinencia de su exigencia.
Kaoru lo miró un poco molesta y cogiendo su espada trato de disimular su preocupación e incomodidad mientras se dirigía al dojo para preparar sus cosas para la sesión de entrenamiento de hoy con los alumnos del dojo Maekawa. No le agradaba la idea de que Kenshin trabajara sabiendo que él no quería ser parte del nuevo gobierno, y menos aún que ella fuera la excusa para que el espadachín hiciera algo que realmente no disfrutaba.
Chequeando sus cosa decidió irse antes, esta no estaba siendo una buena mañana para ella y su humor no mejoraba desde la pesadilla, lo último que quería era discutir con el pelirrojo por una decisión que no le correspondía tomar. Llamando a Yahiko lo apuró para que se prepara para partir y dirigiéndose a la salida se despidió del espadachín.
- iré a mi entrenamiento – anunció la chica al hombre que la miro con preocupación - esperare hasta el ocaso en el Akabeko por si nos quieres ir a buscar después de tu trabajo.
- Kaoru dono… Lamento no haberle contado antes, lo olvidé por completo…
-Ie…no necesitas disculparte – le detuvo la chica – no me corresponde exigir nada…
"Aún" pensó la chica mordiendo su lengua, su carácter desafiante asomándose sin poder evitarlo.
- intentare desocuparme temprano e ir por ustedes – se apresuró en ofrecer el pelirrojo en un tono conciliador.
- está bien – suspiró la muchacha dándole una última mirada.
Kenshin asintió desconcertado mientras veía que Yahiko ya salía del dojo detrás de la pelinegra sin darle importancia al pequeño intercambio entre ambos adultos. Sin saber qué pensar se asomo a la puerta para ver a la Kendoka y el niño alejarse por el camino y peinándose nerviosamente el cabello se dio cuenta de que ni siquiera había preguntado al señor Nakamura de qué se trataba el trabajo del día de hoy.
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Kaoru decidió terminar el entrenamiento cuando vio que los hombres ya no podían mantener sus brazos en alto de tantas repeticiones de golpes que les había ordenado hacer. Ella misma sentía sus brazos arder pero aún así no se detuvo.
La pelinegra continuó practicando un último Kata con la espada hasta que sintió un par de ojos observándola. Hideki desvió la mirada avergonzado de haber sido descubierto y trato de fingir que quería acomodar su espada en los ganchos del dojo. Desconcentrada Kaoru acepto de que ya había entrenado lo suficiente y secándose el rostro con una toalla se acercó a Hideki.
- ¿estas bien Hideki san?
-h-hai Kamiya san – respondió nervioso el joven – solo estaba contemplando su kata, he notado que ha mejorado mucho este último tiempo.
-Arigato Hideki san, he estado entrenando más…-reconoció la chica – quiero mejorar mi defensa y contraataque.
- lo está haciendo muy bien – le animó el chico
- un paso más atrás y no me enojo –Yahiko interrumpió apareciendo de la nada.
Yahiko descansaba en el engawa mientras secaba el sudor de su frente junto algunos de los alumnos del lugar cuando escuchó la conversación de su maestra con Hideki y sin pensarlo dos veces se acercó a ellos, dando una mirada amenazante a Hideki.
- Gomen – se disculpo rápidamente el hombre levantando sus manos en señal de inocencia retrocediendo.
- no seas pesado Yahiko chan – le recrimino la Kendoka al ver al joven mortificado.
Yahiko tan solo bufo y la quedó mirando con impaciencia, tenía ambos bolsos listos para caminar en dirección al Akabeko.
- te estas demorando mucho y ya pasó la hora de almuerzo, seguro Hideki san también quiere volver a casa para almorzar.
Kaoru puso los ojos en blanco y recibiendo su bolso se disculpó con el chico y despidiéndose de sus alumnos se retiró junto al niño en dirección al Akabeko preguntándose qué estaba haciendo el pelirrojo.
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Kenshin había terminado de almorzar cuando la puerta del dojo se abrió de golpe, el doctor Gensai entró junto a las niñas sin reparar un segundo en si había alguien en el dojo o no. El pelirrojo se asomó con curiosidad ante la inesperada visita y recibiendo al hombre le ofreció una taza de té que el doctor aceptó con gusto.
- Gensai dono, qué lo trae por acá…
- la premura del tiempo Ken san – respondió como si fuera obvio.
-¿oro?
- ayer me vino a ver Maekawa dono, después del ataque que sufrió tiene dolores crónicos en su hombro derecho… - comentó Gensai con tranquilidad viendo a sus nietas correr por el dojo.
Kenshin guardó silencio y esperó a que el hombre continuara hablando, la mención del mejor amigo del que fuera su futuro -y difunto- suegro captó toda su atención.
- durante su visita Maekawa san me recordó algo muy importante- anuncio el hombre acariciando su mentón.
- ¿qué cosa? -preguntó ansioso el espadachín.
- Rokuyō – respondió como si fuera obvio el anciano.
- ¿Rokuyō? -repitió el espadachín sin entender muy bien.
- debemos escoger el día de la boda Ken san – le anunció el anciano – Maekawa dono y yo creemos que la fecha adecuada debe ser en Taian.
Kenshin observó el té que le quedaba en su taza pensativo, había olvidado por completo que debía escoger un día para la boda que fuera próspero y positivo. Con Tomoe san eso no fue así, tan solo ocurrió. Asintiendo lentamente le dedicó una mirada sugerente al hombre para que le diera luces de qué fecha era la mejor para casarse con Kaoru.
- ¿discutieron sobre alguna posible fecha?
- hai…15 de noviembre
- ¡eso es en un mes más!– exclamó sorprendido el espadachín poniéndose de pie.
-así es, pero es la mejor fecha para hacerlo…
-demo…
- no te preocupes, veré al sacerdote del templo de Asakusa mañana en mi consulta…hablaré con él para acordar la fecha para la boda, me debe algunos favores.- dijo con tranquilidad el doctor bebiendo el resto de su té en silencio.
Kenshin asintió en silencio sintiendo su estómago revolverse por los nervios y volvió a tomar asiento. No pensó que Gensai y Maekawa san tomarían un rol tan activo en la preparación de su boda. Suspirando con fuerza, agradeció al doctor la preocupación y la visita.
- Arigato Gensai san, perdone mi inexperiencia…
-esta bien Ken san, prefiero que Kaoru chan tenga un marido inexperto…
-¿oro? – sonrojándose el espadachín guardó silencio.
- Muy bien, solo venia a informarte esto, dale mis saludos a Kaoru chan, ahora debo llevar a las niñas al pueblo, les prometí una tarde de paseo.
El doctor dejó su taza y llamando a las niñas se despidieron del espadachín que ahora miraba pensativamente la taza entre sus manos, era cierto que era en cierto modo inexperto, pero eso no quitaba el hecho de que supiera qué era lo que debía hacer como marido.
Un poco herido en el ego trato de no pensar en eso y comenzó a mentalizarse en que según lo acordado, pronto lo vendrían a buscar para cumplir con su trabajo. Dejando la bandeja en la cocina busco la bufanda para abrigarse y recordando las recomendaciones de Megumi, hizo una rutina de elongación para calentar su cuerpo y evitar lesiones en caso de tener que entrar en acción.
Tras unos minutos de ejercicio el sonido de un carruaje deteniéndose en la puerta lo distrajo y ajustando su sakabatou en el cinto de su hakama no esperó a que golpearan la puerta y salió al encuentro de la escolta. Haría su trabajo rápido e iría a buscar a Kaoru al Akabeko, esperaba que cuando la viera nuevamente la chica no estuviera demasiado molesta con él.
