Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece. La historia está ubicada después del último episodio del anime / post Jinchu. En un inicio mi idea era terminar con la partida de Megumi y Sano pero esto ha evolucionado y he decidido continuar con el desarrollo de la relación KxK. Una historia centrada en cómo Kenshin logra finalmente vivir en el presente y que ocurre con él después de estos eventos.
Quería agradecerles sus comentarios, lamento torturarles con situaciones inesperadas pero bueno, no todo puede ser tan fácil en esta vida jejeeje. ¡Disfurten!
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Kenshin llevaba una hora aguantando las ganas de levantarse y regresar a casa, había cometido un error al aceptar la extorsión del señor Nakamura pero si lo pensaba nuevamente, como ya había hecho otras diez y siete veces antes, sabía que no era un error si consideraba que Kaoru sería la beneficiada por su decisión.
Acomodándose una vez más sobre sus rodillas y terminando su tercera taza de té observó el variopinto grupo de hombres, diplomáticos de Portugal y España parecían encantados con las historias que el ministro y el resto de sus subordinados les contaban pero él estaba completamente desagradado. Si bien él había ayudado a que la era Meiji sucediera, no quería decir que estuviese de acuerdo al cien por ciento en cómo las cosas se estaban haciendo y una de esas cosas era la forma que el gobierno había asumido la integración del los extranjeros a su propia nación.
Kenshin no tenía nada en contra de los extranjeros, excepto por los Kraffnovikoff, le era indiferente lo que hicieran o dejaran de hacer en sus vidas, pero la forma en cómo la nación había comenzado a forzarse a sí misma a cumplir con una imagen perfecta e idealizada hacia el exterior era algo que le incomodaba, especialmente si la razón por la que Nakamura lo había citado era para poder hablar de cómo los visitantes tenían el honor de conocer y compartir con una leyenda humana como lo era Battousai Himura, uno de los "próceres de la era Meiji". Credenciales con la que lo había presentado y de las que no se sentía para nada orgulloso.
Aunque habían dejado de pedirle que interviniera cuando respondió de manera amarga y cortante que no le parecía correcto el uso de influencia de Nakamura para hacerlo parecer un héroe delante de sus invitados. Dejo que lo extranjeros creyeran que su poca participación tenía que ver con su carácter frío de "samurái veterano" en vez de su enojo hacia el ministro.
-Himura san – susurró a su lado el jefe Uramura sacándolo de sus pensamientos
- hai…
- lamento no poder evitar este mal trago, créame que lo intenté - dijo el hombre acomodando sus pequeños anteojos circulares.
Kenshin lo observó por unos segundos pensando en cómo el hombre casi había muerto por su culpa cuando uno de los hombres de Enishi que buscaban vengarse de él atacó al policía en su propio hogar y suspiro con resignación. Después de todo el policía podría no haber tenido consideración alguna con él por lo sucedido y aún así estaba preocupado por su comodidad, lo mínimo que podía hacer es hacerle saber que no estaba molesto por lo sucedido.
- Esta todo bien Uramura san, así es la política – dijo el espadachín dando un vistazo al lugar.
Cuando la escolta de gobierno lo recogió en el dojo no prestó mucha atención al camino hasta que noto que se alejaron del sector de las oficinas de gobierno y cruzaron el viejo puente que llevaba a la salida del pueblo, donde él mismo pasó un par de noches cubriéndose de la lluvia con su estructura antes de conocer a Kaoru.
Después de cruzarlo se percató que el lugar de encuentro era una de las casas de té que habían en el sector e inmediatamente su ánimo decayó. Mientras fue parte del Ishin Shishi nunca aprobó ni disfruto de las distracciones que las casas de té o burdeles ofrecían. Le parecía frívolo que mientras hombres estaban muriendo el resto pudiera si quiera considerar pasar una noche en uno de esos lugares.
Cada vez que visitó uno después del bakumatsu fue por la necesidad de un techo para dormir a cambio de trabajar un par de días. Y eso solo lo había hecho cuando se encontró completamente exhausto y hambriento. Ahora estaba sentado en uno de los salones más grandes del lugar rodeado de gente desconocida, el ministro Nakamura y el jefe Uramura mientras contaba los minutos para que la reunión acabase y pudiera ir al encuentro de Yahiko y Kaoru, sin embargo los planes de los organizadores parecían indicar que sus anhelos personales tendrían que esperar.
- muy bien caballeros, sé que estos son sus últimos días en el Japón antes de volver a sus territorios – anunció Nakamura aplaudiendo frente a sí, llamando la atención de todos.
Los extranjeros asintieron y respondieron con un japonés básico pero entendible, el ministro hizo sonar una campanilla y de pronto mujeres vestidas con llamativos kimonos que exponían parte de su cuello y espalda entraron con bandejas de comida.
Distintas presentaciones de sushi, bolas de arroz y edamame fueron presentada a los invitados a la vez que hombres y mujeres se instalaron para comenzar a tocar música con los instrumentos tradicionales del país, Kenshin vio cómo los ojos de los extranjeros brillaron ante el despliegue gastronómico y artístico aplaudiendo entusiasmados. Finalmente una mujer de edad media dejó dos jarrones de sake al centro de la sala y anunció.
- Japón les desea un muy buen viaje de regreso y espera que las relaciones comerciales con nuestro país sean prósperos. Hoy pueden beber, comer y tocar todo lo que quieran, ¡la casa invita!
Inclinándose la mujer salió lentamente acompañada de dos sirvientas, mientras las otras mujeres que habían ayudado a servir la comida se quedaban en el lugar junto con los músicos que ahora amenizaban el ambiente, sus rostros maquillados con base blanca y tonos rojos en labios y ojos en una imitación burda al maquillaje refinado de las artistas Geishas del japón.
- Como son pocos los días que quedan para ustedes antes de volver a su territorios, y tomar una decisión sobre nuestras propuesta de crecimiento industrial – explicó el ministro recibiendo un choko de sake de las manos de una de las mujeres- quería que disfrutaran de una última noche al estilo de los antiguos samuráis…para que tomen su decisión con el corazón.
Alzando el choko para que el resto lo imitara, los presentes lo siguieron mientras terminaban de servir al último de los invitados.
-¡KAMPAI!
-¡KAMPAI! – respondieron todos al unísono
Los hombres rieron entusiasmados a la vez que se miraban expectantes entre sí alzando sus cejas excitados por la situación. Por su parte Kenshin sintió ganas de lanzar una de las tazas de té a la cabeza del ministro pero se contuvo de hacerlo y en cambio dijo con voz clara y firme.
- Sessha cree que es correcto aclarar que no todos los samuráis disfrutaron de este tipo de fiestas señor Nakamura… – dijo el pelirrojo inexpresivamente al hombre, dando un sorbo de su choko.
Todas las miradas se fijaron nuevamente en él.
- los espadachines que fueron la primera línea durante la guerra no teníamos motivos para celebrar… - concluyó bebiendo al seco el sake y sacudiendo el choko tal como su maestro le había enseñado que era apropiado, con energía, precisión y elegancia.
Nakamura lo observó con su rostro rojo de vergüenza pero antes de que pudiera responder una de las mujeres del lugar se inclinó sobre el pelirrojo y exclamó entusiasmada.
- ¡así que es verdad que el legendario battousai se encuentra esta noche con nosotros! – exclamó la mujer tratando de tocar la cicatriz en su rostro.
El espadachín rápidamente evitó que la mujer le tocará sujetando su muñeca y educadamente se disculpó, la mujer hizo una mueca ofendida pero rápidamente recuperó su compostura y sonrió a los demás.
- Señor Battousai por favor, cuéntenos más de cómo fue la guerra – le pidió uno de los invitados, un hombre rubio de ojos verdes con una nariz redonda y roja.
- así es señor Himura, el señor Nakamura nos habló mucho de usted pero hemos oído poco de su propia boca, queremos conocerlo más – apoyo otro de los hombres, en un japonés lento pero claro.
-y-yo no tengo mucho que decir la verdad, tan solo soy un invitado…
- pero usted ayudó a construir este Japón, si mañana decidimos poner fábricas de algodón será gracias a usted también – dijo animadamente uno de los hombres.
-Así es, todo ha sido un trabajo en conjunto de grandes sacrificios – intervino el ministro satisfecho, viendo que la sola presencia del espadachín había afectado de manera positiva a sus invitados.
- estamos honrados de poder compartir esta noche con un héroe nacional como usted- dijo el mismo hombre de nariz roja.
Kenshin suspiro desganado y dio una rápida mirada al policía sentado a su lado quien tan solo le dio unas palmadas en las rodillas a modo de consuelo. Al parecer no llegaría a tiempo al Akabeko.
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Kaoru estaba sentada en una de las mesas del restaurante aburrida, cuando llegaron al lugar lo primero que vieron fue a Tsubame rodeada de jóvenes mujeres prácticamente abalanzados sobre ella. Intrigada se acercó junto con Yahiko quien rápidamente avanzó hacia la chica y poniéndose a su lado la ayudó a controlar a las mujeres.
- lo siento mucho, pero estas son las últimas postales retrato que tengo de Mitsui Yanata – dicho la niña guardando un saco de monedas dentro de su kimono a la vez que le guiñaba un ojo a Yahiko.
- si vienen al Akabeko la próxima semana es probable que hayamos conseguido más con nuestro artista proveedor – aportó Yahiko con confianza.
Las mujeres se calmaron ante la noticia y asintiendo entre ellas se alejaron de Tsubame. Algunas felices porque habían alcanzado a comprar una de las "últimas" imágenes ilustradas del joven actor de teatro Kabuki de moda.
Así fue como Kaoru se enteró que Yahiko junto con Tsubame había encontrado mientras ordenaban la pieza del luchador, una caja llena de ilustraciones hechas por el amigo de Sanosuke que también había desaparecido un tiempo atrás: Tsukioka Katsuhiro.
Ahora observaba desanimada como Yahiko y Tsubame ayudaban a atender el lugar mientras se dirigían miradas entusiasmadas, ambos chicos habían encontrado una mina de oro si sabían cómo administrar la expectación de las fanáticas y parecían haber decidido trabajar en equipo para lograr la mejor ganancia juntos.
Suspirando revisó el reloj occidental que colgaba en uno de los pilares, Tae había comenzado a adquirir ciertos accesorios de occidente para darle un estilo mixto al local, por lo que Kaoru sospechaba que pronto su amiga dejaría atrás el estilo tradicional de su local para reemplazarlo por uno más adaptable a los nuevos tiempos, tal vez se equivocaba pero estaba segura que Tae ya había comenzado a transitar en esa dirección incluso sin quererlo.
De pronto un plato fue puesto frente a ella de manera inesperada haciéndole dar un salto en su posición.
- Eli san…
La cocinera que Tae le había presentado hacía unos días le sonrió ampliamente mientras le servía un poco de té.
- la noto un poco decaída Kamiya San… – dijo la mujer poniendo el mantel sobre su hombro – este cheesecake acaba de salir para usted.
Kaoru miró el plato con el trozo de pastel adornado con frutos rojos y sonrió agradecida por la muestra de preocupación, asintiendo cogió el tenedor y lo probó, saboreando el dulce y fresco sabor se sintió un poco mejor.
- perdone mi indiscreción pero la noto un poco triste, ¿está usted bien? – preguntó la mujer amablemente.
- Ie… es tan solo…- mirando la hora nuevamente suspiro – estaba esperando a alguien…
- mhh… al joven del otro día, ¿su prometido? – preguntó con curiosidad la mujer sentándose frente a ella.
- h-hai – se sonrojó la kendoka bajando la mirada.
- ese hombre lleva una espada, me imagino que no debe ser fácil para él caminar por la ciudad sin ser detenido por la policía – comentó Elizabeth Kraffnovikoff pensativa.
Kaoru guardó silencio, no era necesario que supiera más información del espadachín. Mientras menos personas supieran quién era realmente él mejor. Era hora de que el pasado se quedará en el pasado.
- ¡Kaoru chan!– Tae se acercó a la mesa sonriente – disculpa no atenderte antes, papá necesitaba de mi ayuda en casa y-
Tae guardó silencio al ver el rostro preocupado de Kaoru e inmediatamente se fijó en la hora, ya era tarde y el sol se había ocultado, a estas alturas Kenshin ya debería haber venido por ella y el muchacho.
Dejando sus cosas a un lado se sentó junto a las mujeres en la mesa y tomando la mano de su amiga se apresuró a preguntar.
- ¿está todo bien?
- hai – Kaoru volvió a responder desanimada
- tu cara no dice eso – le dijo con reproche la joven
Kaoru dio una mirada poco disimulada a la mujer occidental presente en la mesa y sin que fuera necesario pedírselo la mujer inmediatamente se puso de pie aludida y se disculpó para dejarlas a solas.
- disculpen señoritas, olvide que había dejado reposando una masa para un delicioso pan que quiero que prueben.
Las mujeres vieron como Elizabeth desapareció en la cocina antes de volver a hablar.
- ¿qué es lo que sucede?, ¿por qué esa cara Kaoru Chan?
- Gomen, es tan solo… estoy preocupada por Kenshin – reconoció la chica jugando con el tenedor y el pastel que tenía frente a ella.
- ¿Por qué? – pregunto preocupada la mujer acercándose a ella
- Tae san… Kenshin me contó lo que sucedió con Enishi en el dojo cuando desaparecí.
Kaoru vio como el rostro de Tae se desfiguró por un momento en una mueca de sorpresa y tristeza antes de volver a forzar una sonrisa, la pelinegra sintió su estómago apretarse nuevamente, estaba segura que habían más cosas por descubrir pero había decidido que no quería que fuera Kenshin quien le contara todo. No quería volver a verlo sufrir.
- Kaoru san…
- por favor Tae san, dime qué fue lo que sucedió mientras fui secuestrada…
Tae la miró con pesar y dando una mirada a su alrededor asintió y se puso de pie invitándole a que la siguiera. Kaoru tomó su bokken y bolso de entrenamiento y la siguió por el patio del local. Tae la guió hasta una de las entradas traseras que conectaban el restaurante con su propia casa y guiándole por los pasillos la invitó a un pequeño salón de té.
Asomándose curiosa por uno de los pasillos una de las sirvientas las saludó disculpándose por la intromisión al verlas ingresar al salón de té.
- Yumiko san, avísale a Yahiko y Tsubame que vengan de inmediato por favor, avísale al resto del personal del local que ante cualquier emergencia estaré acá.
- HAI!- la chica corrió en dirección al restaurante avergonzada.
Las manos de Kaoru comenzaron a sudar frío, Tae no era de las personas que actuaba de manera solemne y la mayoría de las veces podía parecer hasta un poco inmadura, por lo que la seriedad con la que acababa de hablar solo hizo que su preocupación por Kenshin aumentara.
Ambas mujeres se sentaron en el salón y esperaron a que los niños llegarán, durante esos minutos la kendoka se arrepintió de haber pedido que su amiga le contara la verdad pero luego recordó al espadachín llorando en su pieza la noche anterior y se armó de valor. Si había sido capaz de sobrevivir al relato de Kenshin y cómo asesinó a su ex esposa podía enfrentarse a esto. Tenía que ser fuerte.
Agitado Yahiko abrió el shoji del lugar seguido por Tsubame, sin esperar a que fueran invitados ambos tomaron asiento junto a ellas formando un círculo entre todos. Kaoru dio una mirada asustada a Yahiko y el niño pareció leerle la mente.
- Kenshin te lo dijo…- susurró el muchacho expectante.
Kaoru asintió lentamente y Tae ordenó su cabello y kimono antes de comenzar a hablar.
- Kaoru san, lo que te voy a contar es solo lo que yo sé, Tsubame y Yahiko que están acá saben detalles que yo no viví, por eso están aquí.
- hai…-dijo en un hilo de voz la muchacha, ansiosa.
- muy bien…espero poder responder a algunas de tus dudas haciendo esto…
Tomando aire Tae cogió una de las manos de la chica y girándose para quedar en dirección a ella comenzó.
- Kenshin fue el primero en encontrar tu supuesto cadáver en el dojo, Sanosuke me contó que cuando esto ocurrió Kenshin se quebró por completo.
El silencio se apoderó del lugar y Kaoru sintió que sus ojos comenzaban a arder a la vez que el ritmo de su corazón comenzaba a acelerarse. Tae aclaró su garganta y continuó.
-…cayó de rodillas gritando tu nombre, llorando…Sanosuke no pudo hacer que se pusiera de pie nuevamente. Estuvo en shock por un par de horas…
Los ojos de la Kendoka dejaron caer sus silenciosas lágrimas mientras escuchaba, no podía imaginar al espadachín en un estado tan vulnerable y aún así había sucedido, a pesar de sus propia angustia siguió atenta al relato de su amiga.
- Megumi san me dijo que ella examinó el cadáver… era una replica exacta de tu cuerpo, pero por las heridas en el rostro y del cuerpo era difícil diferenciar alguna marca que te identificara más allá de la increíble similitud física…
Kaoru cerró sus ojos sintiendo pesar mientras procesaba la información, recién ahora se daba cuenta lo difícil que había sido para Megumi toda esta experiencia. Ahora entendía su cambio de actitud hacia ella. Tener que examinar su propio cadáver a la vez que presenciaba el colapso mental del espadachín debió haber sido muy doloroso para ella. Cuánto dolor había causado sin saber.
Bajando la cabeza no se contuvo dejando que sus lágrimas cayeran libremente, tratando de encajar las piezas del puzzle en su mente. Como Enishi lo había planeado todo, como había distraído y debilitado a Kenshin para poder enfrentarlo en un estado físico que le asegurara la ventaja, todo era escalofriantemente perverso. Solo tenía una palabra para describir lo sucedido y era "horroroso", no sabía qué pensar ni sentir por el joven Yukishiro en estos momentos, después de todo él le salvó la vida, pero a la vez estuvo muy cerca de destruir la vida de Kenshin.
Ahogando un sollozo mientras cubría su boca con una de sus manos, trató de enderezarse en su lugar y levantar la mirada sin mucho éxito. Apretando la mano de Tae suavemente, le pidió silenciosamente que continuará.
- Megumi tuvo que ir a buscar ayuda a la clínica, Yahiko, Sanosuke, Kenshin e incluso Saito, todos estaban malheridos, por lo que para atenderlos y llamar a la policía tuvo que dejarlos solos…fue en esa circunstancias en que Kenshin desapareció.
- ¿eh?, ¿desapareció?– el mentón de Kaoru tiritó de temor, la pregunta dejándola sin aliento.
- hai – susurro Tae con tristeza haciendo una pequeña pausa – estuvo perdido por un mes…
-un mes… – repitió Kaoru impactada, fue la misma cantidad de tiempo en que ella estuvo aislada y atrapada sin ninguna noticia del dojo.
- hai… luego de eso descubrimos que se había autoexiliado en Rakuninmura – intervino Yahiko con pesar, apretando sus puños sobre sus rodillas – por más que intentamos ninguno de nosotros logró convencerlo de que volviera a vivir en el dojo…
La voz de Yahiko se quebró pero se obligó a contener el llanto, Kaoru cubrió su boca con sus manos. Rakuninmura era para aquellos delincuentes, criminales y desadaptados que no tenían cabida en la sociedad, era un lugar peligroso y de muerte para muchos. Kenshin no pertenecía a ese lugar, aquellos que habitaban ese espacio, ni siquiera eran considerados humanos.
- no puede ser – negó la chica agitando su cabello a la vez que movía su cabeza – Kenshin…no pertenece a ese lugar…
- lo mismo decía yo – continuo Yahiko tomando valor y obligándose a hablar – pero no hubo caso…me…
El chico guardó silencio unos segundos mirando el piso fijamente, la pausa y la tensión en el rostro del chico hicieron que Kaoru se sintiera aún más nerviosa.
- Me abandonó… - finalmente dijo el chico con resentimiento y dolor - estuve solo en el dojo durante todas esas noches sin saber qué hacer, tú habías "muerto" y Kenshin me había abandonado…me sentí perdido, como cuando mis padres murieron...
- oohh Yahiko chan – lloró Kaoru acercándose a él abrazándolo con fuerza.
Finalmente el chico dejó caer sus lagrimas desahogandose en el pecho de su instructora, todo este tiempo había estado conteniendo sus emociones, la felicidad de tener a su familia de regreso lo había hecho omitir todas las emociones traumáticas que había experimentado durante esos sucesos, pero sabía muy bien que lo habían marcado profundamente.
Tras unos minutos de llanto silencioso, Kaoru se separó del niño dándole un beso en cabeza y observó a Tsubame prácticamente rogándole que terminara de contar la historia.
La niña seco sus propias lágrimas con delicadeza y observando como Kaoru seguía aferrada de Yahiko hablo sin titubear.
- visite a Himura san más de una vez en aquel lugar…estaba demacrado y herido, no se estaba alimentando… – dijo apretando los ojos con fuerza al recordar la impactante imagen del espadachín extremadamente delgado – pero Yahiko…
Tsubame dio una tímida mirada al chico como si estuviera pidiendo permiso para contar algo muy personal. El niño asintió con su cabeza aún apoyada en el pecho de Kaoru.
- Yahiko necesitaba a Kenshin, estaba solo en el dojo sin saber qué hacer y de pronto Sanosuke también lo dejó solo. Él también intentó hacer que Himura san entrara en razón sin éxito y frustrado como estaba él también se fue.
El silencio se apoderó del lugar nuevamente, el peso de lo sucedido caía sobre ellos como un manto de pesadumbre y tristeza, los recuerdos y dolores aún demasiado frescos.
Tsubame continuó.
- solo cuando apareció nuevamente uno de los enemigos de Kenshin y Yahiko decidió hacerle frente completamente, solo arriesgando su vida…fue que las cosas cambiaron de rumbo.
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El ambiente ahora era mucho más caliente y exaltado que cuando recién comenzaron a comer y a beber, Kenshin había aceptado un par tragos de sake y había comido lo suficiente como para quedar satisfecho sin abusar. El resto de los comensales ahora bailaban y bebían con las mujeres del lugar, algunos ya habían desaparecido en alguna de las habitaciones contiguas y los extranjeros estaban completamente eufóricos bebiendo y tocando a las damas de compañía presentes.
Todos a excepción del jefe Uramura y él estaban teniendo una gran fiesta de despedida.
El ministro observaba con mirada complacida como sus invitados disfrutaban de la velada y estaba convencido que había logrado sus objetivos, la política diplomática era una cosa muy difícil de ejecutar si no se lograba antes establecer un poco de confianza. Si bajaba las defensas del enemigo y lograba comprometerlo con información delicada que permitiera poner en tela de juicio la institucionalidad de las personas y los intereses que representaban, aseguraba un rango de negociación mucho más efectivo que lo que las conversaciones de oficina permitían. Acercándose al pelirrojo tomó asiento cerca de él para agradecerle.
- Himura san, sé que esto me costara caro, pero estoy seguro que mi plan ha funcionado…
- lo sé, solo había olvidado cómo era la política – dijo sin pelos en la lengua el espadachín con una mueca de desagrado.
- maa, maaa Himura san, no tiene por qué amargarse, es cuestión de usted si decide disfrutar con el resto de los presentes o seguir con su intachable moral siempre de samurái– le animó cerrándole un ojo el hombre mayor.
Kenshin se volteo rápidamente para darle una mirada de desaprobación ante su comentario.
- soy un hombre comprometido, no necesito estas distracciones - dijo casi ofendido.
Metiendo sus manos dentro de las mangas de su gi, se preguntó cuánto rato más sería obligado a estar encerrado en ese lugar, debía haber ido al encuentro de Kaoru dono hacía ya dos horas atrás pero seguía atrapado entre borrachos y manipuladores.
- hey battousai! Pensé que éramos amigos – dijo ofendido el hombre.
Kenshin sintió arder la rabia dentro de él pero se contuvo, debía mantener la calma como era de costumbre. Su mirada ámbar sin embargo habló por él e hizo que el ministro retrocediera y volviera a su lugar.
- qué haya asesinado durante el bakumatsu para protegerlo no quiere decir necesariamente que seamos amigos…
Acercándose rápidamente para intervenir el jefe de la policía se acercó con un poco más de sake para ofrecerle al espadachín, el hombre que si bien no estaba completamente cómodo en el lugar había logrado adaptarse al ritmo de la noche.
- Himura san… créame que le respetamos, incluido Nakamura san, tan solo está pecando de ingenuidad, el tan solo había oído de usted seguro no creía que la leyenda de battousai fuera tan real – dijo el jefe Uramura tratando de apaciguar el espíritu del espadachín.
Kenshin aceptó el sake ofrecido por el hombre y lo bebió de golpe, pensando en sus palabras pensó en lo extraño que era que otras personas pensaran que lo conocían solo por haber oído hablar de él en distintas historias y versiones de los hechos. Battousai era ese fantasma incómodo que siempre le haría sombra a pesar de sus logros en esta nueva vida.
- ¡konichiwa! mi nombre es Aya san, ¿desean más sake? – de pronto la misma mujer que intentó tocarlo al inicio de la celebración apareció entre ellos ofreciéndoles más alcohol.
Ambos hombres se miraron resignados aceptando el ofrecimiento, bebiendo en silencio unos minutos más, Kenshin pensó en la pelinegra y en lo enfadada que estaría cuando se enterara que su trabajo resultó ser en un burdel lleno de comida y mujeres. Solo esperaba que la joven shihondai no se arrepintiera de su compromiso y rechazara su propuesta de matrimonio. Quizá si robaba un poco del sushi favorito de la joven y se lo ofrecía a modo de ofrenda podría ganar un poco de su simpatía nuevamente.
De pronto una mano intrusa lo distrajo de sus pensamientos de manera violenta y abrupta.
- ¿por qué esa cara de preocupación, ba ttou sai? – la voz juguetona de Aya lo interrogó mientras descaradamente apretaba su miembro con una mano.
- ie… ie – rápidamente el espadachín se puso de pie, su rostro rojo y mortificado.
La mujer lo miró lascivamente mientras se relamía sus labios. Los hombres del lugar comenzaron a vitorear.
- ¡vamos Battousai!
- acepta el amor de esa joven – río otro de los presentes
- podemos ir a una habitación privada, ba ttou sai… – ronroneo la mujer gateando en dirección a él con sus ojos brillando con determinación.
- Ie… Sumimasen – disculpándose el espadachín busco una salida con la mirada, esto era lo que no le gustaba de los burdeles, jamás aceptan un no como respuesta.
Al entrar había hecho un mapa mental para ubicarse pero con lo sucedido se había desorientado un poco, abriendo la primera puerta corrediza del lugar, salió por los pasillos buscando tomar aire fresco para calmar su respiración. No podía volver ahí o sería hombre muerto. Tenía que irse de ahí.
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Kaoru sentía que ya no le quedaban lágrimas en el cuerpo, después de oír cómo Tsubame había rogado a Kenshin que salvara a Yahiko y enterarse que Yahiko había quedado malherido por su combate, su cuerpo debilitado terminó colapsando por unos segundos sobre el niño debido al estrés del momento, Yahiko la sostuvo preocupado por unos segundos, pero la joven espadachín logró recomponerse.
Su pequeña familia se había desintegrado al pensar que ella había muerto, todos habían experimentado duelos dolorosos y terribles pero Kenshin prácticamente había renunciado a la vida, había estado dispuesto a morir, dejo de usar su espada para defender a los demás y si es que Yahiko no hubiese estado en peligro y Tsubame no le hubiese insistido tal vez el pelirrojo hubiese muerto por la gravedad de sus heridas no tratadas y de inanición.
Eso era lo que más le dolía, cómo ella había sido la causante de su dolor y sufrimiento, recuperando sus fuerzas apretó sus ojos con fuerza y miro a sus amigos.
- Sumimasen…- se disculpó por su llanto – lamento mucho por todo lo que les hice pasar, prometo no darles problemas nunca más…
- ¡estas loca! – respondió Yahiko emocionado – nos encanta que nos des problemas y que nos lances cosas por la cabeza…lo que no queremos es que vuelvas desaparecer, eso nunca más ¡baka!
Kaoru sonrió mientras ahora dejaba escapar un par de lágrimas de alivio, asintiendo guardo silencio terminando de procesar la nueva información, era evidente que después de esto muchas cosas cambiarían en su fuero interno y al fin podría entender algunas de las nuevas y extrañas actitudes del espadachín.
- Domo arigato…- agradeció la joven sintiendo que ahora que sabía la verdad podía respirar en paz, ya no había nada que le pudieran ocultar – en verdad les agradezco todo lo que han hecho por mi…
- Kaoru chan… lo que hicimos por ti, lo hicimos también por nosotros -la consoló Tae regalándole una tierna sonrisa – nosotros de adoramos
Kaoru sonrió ampliamente y mirando al cielo agradeció al espíritu de sus padres por haber puesto en su camino a estas personas maravillosas que ahora la rodeaban. Dando una oración a sus muertos se puso de pie y animada le dijo a Yahiko.
- Yahiko, Vamos por Kenshin, creo que no siempre debemos esperar, tal vez en esta ocasión es él quien necesita ser escoltado.
- ¡Hai!
Regresando al restaurante Kaoru se cruzó con Elizabeth que ahora conversaba con Adam, su hijo, a las afueras de la cocina. Kaoru le dedicó una fea mirada al hombre antes de despedirse de la mujer.
- Muchas gracias por el cheesecake Eli san, prometo que la próxima vez lo disfrutare- sonrió Kaoru con sus ojos aún rojos por el llanto.
- no te preocupes Kaoru Chan, espero que el problema que tengas con tu prometido se haya solucionado.
- ¡hai! – asintió sonrojada la chica
- ¿problemas?, pensé que tú y ese delincuente no se separaban nunca – escupió Adam recibiendo un golpe en el brazo de parte de su madre.
- ¿No aprendes nunca, Adam?
-ouch!…. Solo lo digo porque hoy lo vi llegar a la casa de Té que está a las afueras del pueblo, todos sabemos qué ocurre en esos lugares… ahora si pelearon ,no me extraña que se haya aparecido por allá.
- ya basta de hablar tonterías hombre – le reto Elizabeth cruzándose de brazos
El rostro de Kaoru había pasado de un rojo ruborizado a un color pálido de descomposición absoluta.
- ¿Kenshin está en un burdel?
- hai – respondió Adam sin entender el problema mientras se miraba sus uñas.
- pero me dijo que debía trabajar…
- el pesado de Nakamura estaba con él ahora que lo recuerdo – comentó sin malicia esta vez el extranjero.
Kaoru lo miró por uno segundos con ganas de matarlo pero agradeció al hombre y pasándole su bolso a Yahiko dijo.
- Me adelantare Yahiko, tengo piernas más largas y corro más rápido, por favor no te retrases.
Tomando su Bokken Kaoru salió corriendo dejando a un desconcertado Yahiko procesando la información hasta que entendió que la chica se había ido sin él.
Corriendo con el bolso a cuesta maldijo a su instructora a la vez que sentía un poco de nostalgia, esta era la Kaoru que conocía antes de que Enishi apareciera en sus vidas, una mujer de acción que no pedía permiso para hacer lo que creía correcto. Sonriendo corrió tras ella gritando.
- ¡espérame Kaoru!, ¡quiero ver la cara de Kenshin cuando te vea!
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Kenshin dio un par de vueltas por los jardines hasta que logró ubicarse, recordando por donde habían entrado fue en busca de sus sandalias. Ya habían pasado unos minutos desde que había salido del salón y sospechaba que al fin no habría ningún problema si decidía irse en estos momentos. Dando la vuelta por el engawa vio sus sandalias y se apresuró en llegar a ellas, acomodándolas en sus pies ajustó su espada y se enderezo para bajar del engawa, antes de poder siquiera dar un paso sintió como un par de brazos se colaban alrededor de su cuello.
- demoró más de lo esperado en encontrar sus sandalias ba ttou sai – ronroneo Aya haciendo que la sangre del espadachín se congelara.
- Sumisasen, Aya san deténgase por favor, no me gusta esta actitud – dijo el hombre deshaciéndose del abrazo.
- ohhhh vamos, cómo es que un héroe del bakumatsu no quiera descargar toda esa adrenalina en el cuerpo de una joven y bella mujer – dijo de manera dramática la chica caminando hacia él seductoramente.
Kenshin desvió la mirada de la lamentable escena, odiaba cuando hacía sentir mal a las mujeres a propósito, pero Aya san no le estaba dejando más opciones.
- se está equivocando de hombre, en ese salón de té hay muchos que seguro pelearían por pasar la noche con usted…
- ¿todos excepto usted?, ¿esto tiene que ver con el mito del legendario asesino?, ¿no le gusta parecer fácil de acceder?
Kenshin llevó una mano a su cabeza derrotado, algunas mujeres de los burdeles tendían a ser como Aya, nunca entendían por las buenas. Mirando a su alrededor ignoró la presencia de la chica, le pareció sentir un Ki oscuro rondando el lugar, caminando hacia la salida no prestó atención a la mujer que lo siguió.
Antes de poder asomarse por la salida del lugar sintió que la mujer tiraba de su muñeca con fuerza haciéndolo trastabillar en su dirección.
- ¿ahora qué Aya san?
- debes tener dinero, te invitó el mismísimo ministro de obras públicas, compra mi libertad, seguro puedes ayudarme…- le dijo la chica mirando por sobre su hombro hacia los salones.
Kenshin guardó silencio comprendiendo la raíz de la insistencia de la chica, desganado negó con su cabeza y librándose de su agarre una vez más le dijo.
- Gomenasai Aya san, pero no soy ningún noble ni tengo dinero ni propiedades, se equivoca si cree que la puedo ayudar de esa manera…- se disculpó el espadachín.
- ¡pero eres un héroe de guerra!
- que no trabaja para este gobierno… - le indicó a la chica con énfasis.
- demo…demo – dijo la mujer incrédula dándole una mirada de pie a cabeza, notando recién los bordes gastados de su hakama y su chaqueta de invierno desteñida por el sol.
- la única ayuda que sessha puede ofrecer es un plato de comida caliente y un lugar donde dormir si es que decide dejar esta vida atrás…eso solo si Kaoru dono lo permite – respondió exasperado, de pronto el Ki que sintió hacía unos minutos comenzaba a intensificarse.
Tomando el mango de su espada camino hacia el muro de la entrada escondiéndose en las sombras alerta, la mujer había quedado paralizada en su lugar.
- ¿Kaoru dono?…- susurró pensativa la mujer desanimada.
-shhh…
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Kaoru corría lo más rápido que su cuerpo le permitía, Kenshin le había dicho que tenía que trabajar y no creía que fuera idea de él llevar al ministro a un burdel. Esto más bien parecía una encerrona para el pelirrojo, ya era suficiente con que se viera forzado a aceptar trabajos que le desagradan por ella, pero exponerse a este tipo de ambientes por culpa de los caprichos de un viejo samurái con influencias, eso no lo permitiría.
Antes de cruzar el puente que había a la salida del pueblo una oscura energía la hizo detenerse en seco, algo en el ambiente indicaba que algo extraño sucedía, levantando su bokken miró a su alrededor preocupada, rodeando el puente con cuidado se asomó para ver que no hubiese nadie escondiéndose bajo este, cuando estuvo segura que no se ocultaba nadie decidió cruzar el puente lentamente con su bokken aún en alto. No estaba segura pero sentía que alguien la observaba. Cuando terminó de cruzar el puente volvió a guardar su bokken y emprendió carrera nuevamente, sintiendo un pequeño escalofrío recorrer su espalda. Estaba segura que había sentido ese tipo de mirada en otra ocasión.
-.-.-.-.-.-.-.-.
Kenshin se asomo un poco cuando escucho las voces de unos hombres salir de la casa de té. A ambos los reconoció como parte de la guardia que los Kraffnovikoff habían contratado para protegerlos, pero estos dos no eran viejos samurais como el resto de la los guardaespaldas de los extranjeros, sino que eran dos delincuentes, uno de ellos llevaba un gran tatuaje en el rostro lo que indicaba que había estado en prisión por crímenes graves, el otro caminaba desgarbado a su lado. Ocultándose en las sombras dejo que salieran. Sintiendo que la mujer se volvía acercar a su cuerpo Kenshin se tensó molesto, si la chica seguía insistiendo tendría que ser brusco con ella.
Antes de poder voltearse escucho a los delincuentes hablar.
- ¿qué hace una mujer sola en este lugar?
- kore wa, kore wa…- rió el otro hombre- será que buda se compadeció amigo mío y nos mandó una perra completamente gratis…
- cállate imbécil, si no te hubieses gastado todo el dinero en las apuestas hubiésemos podido pagar por sexo hoy y mañana – le recrimino el otro.
- ¿dime que no es una buena idea?, nos llevamos a la chica al bosque y ya…nadie se entera – insistió el hombre.
Kenshin se asomo un poco y pudo ver solo la espalda de uno de ellos, tendría que intervenir si esto continuaba así.
- chotto matte – dijo de pronto el hombre del tatuaje – ¿no es esta la espadachín que estaba ese día en la reunión?
- ¿eh?, ¿la kendoka del dojo que está en el otro extremo del pueblo?
Kenshin sintió como su sangre se congelaba y el color de su rostro lo abandonaba por completo, no podía ser posible que Kaoru estuviera acá, le había dicho expresamente que lo esperara en el Akabeko.
- háganse a un lado y no los lastimare – dijo la voz firme de Kaoru, haciendo que las piernas mismísimo espadachín titubearon, estaba molesta.
Finalmente decidió asomarse para ver mejor lo qué estaba sucediendo, sabía que podía detener esto antes de que algo sucediera, pero también sabía que Kaoru valoraba cuando le permitía valerse por si misma, conteniendo las ganas de ir hacia ella, sopeso con cuidado las opciones, de pronto sintió el ki oscuro rondar nuevamente el lugar, clavando su mirada en la escena frente a él no quitó su vista del cuerpo de Kaoru.
- jajajajaj ay chiquilla no me hagas reír – dijo el hombre del tatuaje – ¿qué nos vas a hacer tu con ese palito en tus manos?.
- esta es una espada de verdad niña tonta – dijo el otro hombre desenvainando una katana.
Kaoru analizó a los dos hombres, ambos estaban evidentemente borrachos pero aún en sus cabales. Sonriendo noto cómo el hombre sostenía su espada y haciendo tronar su cuello confiada se acercó a ellos lentamente.
- repito, háganse a un lado y no saldrán lastimados – dijo amablemente la chica fingiendo inocencia.
Los hombres se miraron entre ellos con arrogancia y se echaron a reír.
- qué tal si en vez de eso nos acompañas al bosque – propuso el hombre del tatuaje sacando su espada también – dejémonos de juegos Okia…
-hai!, ¿qué puede saber una mujer de espadas?
- bueno, pero no digan que no les advertí – se encogió de hombros Kaoru molesta, necesitaba llegar donde estaba Kenshin y estos dos solo la estaba retrasando.
Los hombres corrieron hacia ella y rápidamente Kaoru se lanzó en dirección a ellos, dando un golpe directo a la muñeca del hombre del rostro tatuado haciendo que dejara caer la espada mientras sujetaba su mano con dolor, frenando con una mano en la tierra la kendoka se volteo rápidamente sobre su eje y bloqueando el ataque del otro hombre, le dio un certero golpe de espada en el hombro haciendo que Okia gritara de dolor.
-AGHHHH!
- Al parecer esta niña sabía cómo sujetar una espada mejor que ustedes, par de idiotas…
Kenshin observó el enfrentamiento con una expresión de admiración en su rostro, sabía que Kaoru podía defenderse y manejaba a la perfección la teoría técnica de la espada pero pocas veces había tenido la oportunidad de verla en acción, su expresión de concentración mientras peleaba y la agilidad de sus movimientos hicieron que sus mejillas se sonrojaran, si creía que estaba enamorado solo de la belleza y amabilidad de la muchacha se había equivocado, disfrutaba de igual manera ver a Kaoru dando un grito de batalla y darle una paliza a bandidos como verla coser tranquilamente los hakamas de Yahiko bajo la luz del atardecer.
Sintiendo su rostro arder decidió dar un paso en su dirección para hacer notar su presencia pero Aya san se interpuso empujándolo hacia atrás escondiéndolos en la sombra, su espalda chocando contra el muro.
- No te creo que no tengas dinero… Sirves a Nakamura dono, debes cargar un dineral contigo – insistió la mujer tocándolo en busca de su bolsa de dinero.
- ¡detente ya mujer! – el pelirrojo la separó de él suavemente haciéndola retroceder.
- Ie… mi jefa me dijo que tu eras el pez gordo, el favorito del gobierno – respondió agitada la chica perdiendo el suave timbre que había usado anteriormente - me dieron una orden, ¡debes contratarme!
- ya basta de este sin sentido, no me sigas – le ordenó molesto el espadachín, su paciencia al límite.
Kaoru había escuchado las voces que provenían de dentro del burdel y la voz masculina le había parecido extremadamente semejante a la del pelirrojo, olvidando por completo a los hombres lesionados que ahora se arrastraban por el suelo entró al jardín lugar, dando una rápida mirada no vio a nadie y se preguntó si es que estaba alucinando y había sido su mente la que la hizo creer escuchar a Kenshin.
- no era que te gustaba ayudar a los desprotegidos battousai – le dijo con resentimiento la chica.
Kenshin guardó silencio sin entender por que la chica insistía tanto. Sacudiendo su cabeza intentó salir de la encerrona que la chica le había hecho tratando de salir por su costado.
- ¡aunque sea tócame un poco!
De pronto la voz de una mujer la distrajo, Kaoru se volteó rápidamente para ver cómo el pelirrojo había sido acorralado contra el muro, abriendo sus ojos sorprendida vio cómo una joven mujer tomaba la mano del pelirrojo y la llevaba directo a su pecho ante la sorpresa del espadachín.
Antes de que la mujer pudiera poner la mano del pelirrojo sobre su busto Kaoru hizo un movimiento rápido, sin golpearla dio un golpe en el aire con su bokken delante del pecho de la chica y detuvo todo movimiento.
- ehh! – Aya grito sorprendida soltando la mano del espadachín a la vez que Kenshin abrazaba inconscientemente su mano aliviado.
- ¡Kaoru dono! – exclamó el espadachín observando la distinguida figura de la kendoka que no apartaba su mirada de la otra mujer.
Aya retrocedió unos pasos cayendo sobre su retaguardia asustada, llevando una mano a su boca, observo sorprendida al ver mejor la figura de mujer ataviada en kendogi.
- ¿u-una espadachina? – dijo incrédula con sus ojos abiertos por la impresión.
Kaoru le dio una dura mirada pero no dijo nada ante su comentario, acostumbrada a las reacciones contrariadas de los más tradicionalistas.
- ¿no la tocaste, Kenshin?
- ¿eh?... Ie , ie no la he tocado Kaoru dono – se apresuró a responder el espadachín acercándose a ella- Sumimasen Kaoru dono, no fue mi intención estar en esta situación.
El espadachín se apresuró a disculparse, adoptando la posición de dogeza que Kaoru detestaba ver al hombre hacer, pero que valoraba siempre que lo hacía.
- maa , maa Kenshin está bien – dijo tratando de controlar su carácter, imitando la frase que siempre él mismo decía - el problema si la tocabas, era que estarías obligado a pagar…
-¿ORO? – Kenshin alzó la mirada rápidamente, mirando con sorpresa a Aya.
Aya se enderezó en su lugar asombrada al ver al real battousai pedir perdón de esa manera a la mujer de Kendogi. De pronto la puerta de uno de los salones se abrió y la misma mujer que les dio la bienvenida a la comitiva del gobierno salió del recinto tratando de hacer el menor ruido posible.
-¿Aya san, qué significa esto? – murmuró molesta la mujer haciendo que se levantara
Ayudando a la chica a ponerse de pie, de pronto noto la presencia de la Kendoka, acercándose rápidamente a ella dijo.
- ¿y tú?, ¿qué haces acá?, si no vienes a buscar trabajo no puedes estar acá…
La mujer tomó del brazo a Kaoru y comenzó a arrastrarla hacia la salida, rápidamente Kenshin se interpuso entre la mujer y ella disculpándose.
- sumimasen- dijo asegurándose que Kaoru estuviera bien - disculpe las molestia, ya nos íbamos.
La joven le dio una mirada molesta pero asintió en silencio y permitiendo que la guiara, ambos se encaminaron hacia la salida.
- usted es battousai…– llamó la mujer al darse cuenta de quién era él, haciendo que detuvieran sus pasos – Aya san, ¿prestaste algún servicio al señor acá presente?...
La pregunta sonó más bien como una amenaza y la chica gateo a los pies de la mujer llorando.
- Ie…gomen nasai okasan… pero ni siquiera me tocó, juro que lo intent—
La mujer dio una fuerte cachetada la chica y le ordenó a volver al interior del burdel molesta.
Kenshin guardó silencio con sentimientos encontrados mientras la joven corría al interior del burdel, llorando. La mujer lo miró de pies a cabeza y luego a Kaoru e inclinándose en una profunda reverencia se disculpó para luego retirarse.
Por unos momentos ambos quedaron en silencio en medio de la salida del lugar incomodados por la escena presenciada, de pronto el frío se hizo notar cayendo de pronto la temperatura. Kenshin se percató de que Kaoru venía sin un abrigo y el sudor en su pecho ya comenzaba a secarse. Rápidamente se quitó su chaqueta de invierno y la puso sobre sus hombros para evitar que la kendoka cogiera algún resfriado. Kaoru aceptó sin decir nada y comenzó a avanzar, el espadachín la siguió de cerca los hombres que había golpeado la chica ya no estaban en el lugar.
El pelirrojo avanzó nervioso siguiendo de cerca de la chica, era muy poco común que Kaoru caminara delante de él como estaba haciendo ahora, lo que aumentó la ansiedad del espadachín. Tratando de acortar la distancia pensó en cómo romper el hielo, pero no fue necesario ya que al llegar al puente pudo ver la figura de Yahiko sentado al otro extremo de este esperándolos, el bolso de entrenamiento de la kendoka a su lado.
- oi! ¡¿Por qué tardaron tanto?!- se quejó el niño
- pensé que me ibas a alcanzar…- dijo la chica con mejor humor que minutos atrás.
- Ie, después de pensarlo bien decidí que no me iba a gusta ver a Kenshin humillado – se encogió de hombros el chico cerrándole un ojo al espadachín.
Kenshin dejó caer sus hombros derrotados y refregando sus manos por su rostro trató de recuperar lo que le quedaba de dignidad, Yahiko era tan solo un niño pero entendía perfectamente cómo se movía el mundo y lo que significaba una casa de té, conocía de cerca la situación debido a lo sucedido con su propia madre.
Sacudiendo la vergüenza que sintió el espadachín, noto que la chica había comenzado a cruzar el puente sin él. Cuando Kaoru dio el primer paso para cruzar al puente el pelirrojo sintió nuevamente el ki oscuro y agudizando sus sentidos se preparó para un posible ataque, por unos momentos no ocurrió nada.
Kaoru se detuvo inesperadamente en mitad del puente volteando para mirar directo a los ojos del espadachín.
- ¿Kenshin, no sientes algo rar-
De pronto la silueta de alguien ataviado en telas rojas saltó desde las copas de unos árboles y disparó una especie de dardo en dirección a Kaoru. Kenshin se apresuró y corriendo se lanzó sobre ella haciendo que ambos rodaran por el puente y cayeran a los pies de Yahiko.
- ¿Kaoru dono, está usted bien? – pregunto preocupado revisando el cuello de la chica y sus brazos.
- Hai…- respondió desconcertada la chica.
Yahiko levantó su espada defensivamente, Kenshin había dejado de sentir el ki y decidió que por muy extraño que les pareciera el ataque debían resguardarse lo antes posible. Después de todo aún debían atravesar todo el pueblo para llegar al dojo y no quería exponer a Kaoru y Yahiko a otro ataque. De pronto Kenshin vió como algo brilló en la manga del haori que ahora usaba la joven, siguiendo su mirada Kaoru vio la aguja que estaba en su manga y acercó su mano para tomarla.
- no la toque – le ordenó el espadachín, deteniendo su mano y ayudándola a levantarse – seguro contiene algún tipo de veneno, no es seguro hacer eso…
Kaoru asintió y buscando en su bolso de entrenamiento sacó un pañuelo con el que secaba el sudor de su rostro y envolvió la aguja con este para después guardarla en el bolso. Intercambiando miradas intrigadas, los tres decidieron caminar rápidamente de regreso al dojo, Kenshin decidió ir atrás alerta ante cualquier movimiento mientras Yahiko y Kaoru caminaban con sus espadas en mano listos para defenderse.
Kenshin pensó por algunos minutos en silencio, el ataque le parecía extraño, no recordaba a nadie de su pasado que manejara dardos venenosos por lo que no sabía a qué se debía este.
- mhhh Kaoru dono – rompió el silencio el espadachín arriesgándose a una mala respuesta.
- ¿Kenshin? – se detuvo la mujer apretando la chaqueta contra su cuerpo, el otoño había comenzado su etapa más dura.
-creo que debemos dar aviso a la policía de lo sucedido, si este fue un ataque dirigido…me gustaría que protegieran el dojo donde usted y Yahiko duermen…
Esperando una respuesta, se sorprendió cuando vio las facciones de la joven suavizarse mientras comenzaba a asentir lentamente.
- Esta bien Kenshin, solo quedan unos metros para llegar a la comisaria del pueblo – aceptó la chica.
- hai
Cuando llegaron a la comisaría los recibió el jefe de turno y los invito a pasar ofreciéndoles un té a cada uno, Kenshin declinó la oferta ya que había bebido suficiente té durante ese día y en cambio noto cómo Kaoru recibió agradecida la taza caliente al igual que el chico. Observándolos en silencio mientras bebían el té sentados uno al lado del otro compartiendo la manta que la policía les había ofrecido, una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del espadachín. A veces esos dos se llevaban tan mal que olvidaba lo mucho que se querían y acompañaban.
- Himura san…consulté por los antecedentes que presentaron para determinar si es un caso aislado o no – informó el oficial tomando asiento detrás de su escritorio.
Kenshin se acercó atento a él, preguntando con la mirada cuales habían sido las conclusiones.
- mi colega dice que durante el último mes se han recibido al menos cinco denuncias de ataques similares, a jóvenes de entre 16 a 20 años de contextura delgada y cabello largo… la mayoría de las veces la aguja no las alcanzo a tocar pero los informes indican que algunas presentaron intoxicación tras tomarlas con sus manos, ya enviamos la aguja que ustedes encontraron para ser estudiada…pero después de esto me acabo de percatar que tan solo hemos conocido los casos donde los disparos han fallado…esto puede significar que hay víctimas que no han sido notificadas.
- eso es grave – dijo Kaoru preocupada poniéndose de pie – que desaparezca una persona así es muy grave para sus familias…
Dando una mirada a Kenshin que expresaba una emoción indescifrable para el espadachín, la chica se acercó al él prácticamente como si quisiera consolarlo, confundido asintió entendiendo de pronto que la chica había dicho esto tanto como para el policía como para él.
- creo que deberían comenzar con las investigaciones lo antes posible – intervino el espadachín con voz clara - si usted está en lo cierto, es probable que alguna red secreta esté operando en Tokio con fines desconocidos…
- hai…- asintió el oficial, dejando por escrito algunas cosas en un documento antes de volver a hablar – considerando que uno de ustedes fue una de las víctimas y que además son los únicos que han dado algún tipo de descripción de la persona…creo que será prudente asignarles protección policial por al menos un par de días…
Kaoru y Kenshin asintieron al mismo tiempo a la vez que Yahiko hacía lo mismo mientras comenzaba a bostezar somnoliento. El oficial notó el cansancio del niño y poniéndose de pie llamó a uno de sus subordinados.
- Harada san, prepara una dotación de policías para proteger el dojo Kamiya, Haremos turnos por un par de días hasta asegurarnos de que no es un ataque personal
- ¡hai!
- prepara también un carruaje que los lleve a casa, estas no son horas para que los niños caminen…
Yahiko estuvo a punto de reclamar por haber sido llamado niño pero la mirada de la Kendoka lo persuadió y se mordió la lengua ofendido.
Después de que se aseguraran que la guardia policial estuviese en el lugar, el carruaje los llevo a casa pasada la medianoche, la luna estaba oculta tras una oscura nube que indicaba que volvería a haber una tormenta nocturna.
-.-.-.-.-.-.-.-
Ya en casa Kaoru se dirigió directamente al dojo, tenia su mente completamente alterada pese a que estaba haciendo lo mejor posible para disimular. Kenshin noto este detalle pero no dijo nada y preparando las cosas para que los habitantes pudiesen dormir tranquilos, se aseguro de revisar cada rincón de la casa y dojo junto con Yahiko y la policía, cerrando puertas y revisando incluso el techo con ayuda de los demás.
Después de su ronda de seguridad y conversar con la guardia policial para coordinarse en caso de emergencia, detuvo a Yahiko cuando vió que este iba en dirección a su habitación.
- Yahiko, hoy dormirás en mi habitación…
- pero…
-creo que es mejor mantenernos juntos – insistió el espadachín
El niño lo miró analizando sus palabras con seriedad y asintió obedientemente.
- entonces iré por mis cosas
-hai, por cierto puedes irte a descansar, no me esperes despierto…
- hai, arigato – dijo el chico sin más apresurándose, hoy había sido un día demasiado largo para su gusto.
-.-.-.-.-.-.-
Kaoru sentía un torbellino de emociones, en momentos como estos era cuando más extrañaba a su padre, antes de que partiera siempre que tenía dudas o se sentía decaída se apoyaba en él y en sus sabios consejos. Kojishiro era un hombre muy alegre pero muy sabio a la vez aunque muchas veces no lo parecía. Esa era una de las cosas que más extrañaba de su ausencia: sus reflexiones y enseñanzas. En situaciones como estas, lo más que quería era un abrazo de él que le permitiera expresar todos sus temores sin tener que transmitirselos al pelirrojo.
Sabía que el espadachín la vendría a buscar, no era tonta, el hombre había demostrado ser capaz de leerla cada vez mejor, sobretodo cuando estaba triste por lo que necesitaba aclarar su mente antes de que el hombre viniera por ella.
La nueva información entregada por Tae y los demás había sido todo un golpe para la joven, pero lo sucedido en la casa de té más el ataque del hombre misterioso la habían dejado totalmente desorientada, no sabía si temer por algún posible nuevo rival del espadachín o si enojarse por lo sucedido entre la mujer y el espadachín en el patio de ese lugar de vicios. Ni siquiera sabía que hacer con toda la angustia que le había generado la nueva información sobre su propia desaparición y supuesta muerte.
Arrodillada frente al lema del lugar Kaoru apretó sus ojos con fuerza y le pidió a su padre que la guiara una vez más. Necesitaba ordenar sus pensamientos ya, antes de sufrir una crisis nerviosa.
Kenshin se paseaba lentamente a las afueras del dojo esperando a que la joven finalmente decidiera salir pero ya había transcurrido una hora desde que habían llegado y la chica aún no salía, esto lo preocupó pero no quería interrumpir su meditación, algo le sucedía a la mujer y no era algo sencillo por la cantidad de tiempo que se había encerrado ahí.
Viendo como las nubes cada vez cubrían más el cielo tomó una decisión y dejando sus sandalias en la entrada se atrevió a entrar al dojo en silencio.
Karou estaba sentada en el suelo del lugar sin ninguna formalidad, se había sacado los calcetines de entrenamiento y su cabello ya no estaba en una cola alta sino más bien baja, como si hubiese intentado desatar el moño pero las energías no le hubiesen alcanzado, tenia la chaqueta que él le había ofrecido sobre su falda y lloraba sin energía mirando un punto en el horizonte.
Verla vulnerable de esta manera hizo que le doliera el corazón y sin poder evitarlo camino rápidamente hasta donde estaba ella.
- ¿Kaoru dono, qué sucede? – preguntó arrodillándose a su lado, sin atreverse a tocarla.
Completamente ajena a su presencia hasta ese momento, Kaoru se giró para verlo y apenas su mirada se posó en él, su rostro se desfiguró en una mueca de tristeza y dolor, llorando con ahora con más sentimiento, la chica no pudo decir nada.
- Kaoru…
- Ken…shin…- dijo en medio de un suspiro – perdóname…perdóname por haberte hecho sufrir así…
Sin entender por qué la joven le pedía perdón, el espadachín rápidamente negó con la cabeza y cogiendo sus manos la obligó a mirarlo a la cara.
- ¿qué dice?… usted nunca me ha hecho daño…
Kaoru negó con su cabeza y con un puchero en sus labios insistió hablando en apenas un hilo de voz.
- por qué te exiliaste a Rakuninmura…Kenshin…
El pelirrojo se paralizó unos segundos, Kaoru sabía lo que había sucedido con él después de encontrarla "muerta", por eso estaba en este estado de sufrimiento y aún así no era capaz de entender por qué era ella la que le pedía perdón cuando no había hecho nada malo.
- Kaoru… yo… eso no fue su culpa… - dijo avergonzado de sí mismo.
- ¿no? - pregunto la chica poco convencida – ¿entonces por qué te fuiste del dojo?, este siempre será tu hogar…
- no podía soportar estar en el mismo lugar dónde habías muerto – se atrevió a reconocer el espadachín dolido – no era capaz de imaginar una vida sin usted…estas paredes…yo…
- Kenshin…
Kaoru abrazo al espadachín con fuerza con la intención de consolarlo pero sorpresivamente para ella, fue él quien la sujeto con aún más fuerza contra su pecho conteniendola.
- debería ser yo quien le pida perdón…fui un cobarde… – susurró avergonzado.
- Ie…- negó Kaoru con su cabeza- nunca serás un cobarde Kenshin…volviste cuando Yahiko te necesitó…tenías algo a lo que aferrarte…
- todo a lo que me aferro hoy me lo ha dado usted Kaoru dono… Yahiko, el dojo, el doctor y las niñas…– dijo el espadachín tratando de contener sus emociones para ayudar a darle tranquilidad a ella.
- todo esto lo hemos construido juntos Kenshin… - dijo la joven sonriendo a pesar de las lagrimas acariciando el rostro del espadachín.
- así es…- afirmó el pelirrojo con ternura.
Guardando silencio por unos momentos, la chica volvió a hablar dejando caer sus hombros, reconociendo su cansancio y preocupación ante el espadachín.
- no quiero ser un arma para hacerte daño nunca más … – declaró la chica de pronto haciendo que el espadachín prestara atención a cada palabra que salía de su boca – pero llegue a la conclusión de que la única forma que eso no suceda, es que tu y yo no estemos juntos…
Kenshin se separó de ella abruptamente sintiendo que su corazón se contraía en su pecho con fuerza. Sintiendo dolor de estómago, sus ojos se abrieron completamente por la impresión quedando sin palabras y completamente paralizado por el miedo.
- K-kaoru…dono…-dijo en un hilo de voz.
Kaoru se dio cuenta de su error y rápidamente aclaró sus palabras notando como el espadachín había palidecido por completo.
- Gomen… gomen nasai Kenshin – dijo la kendoka dejando caer algunas lágrimas - si lloro es porque finalmente comprendí por qué te resistías a que lo nuestro sucediera… trataste de protegerme lo más que podías de esto…
La expresión de terror no se borraba del rostro del espadachín por lo que la chica se apresuro en hablar.
- sin embargo, creo que si la vida nos unió de esta manera, es por una razón - dijo mirándolo esperanzada con sus ojos cristalinos – por lo que no puede ser esa la respuesta a nuestra paradoja.
Tomando el rostro del espadachín entre sus manos, Kaoru lo besó sus labios castamente haciendo que el calor volviera a su cuerpo. Suspirando aliviado, el espadachín apoyo su frente contra la de ella, cerrando los ojos para escucharla mejor.
-…ambos sabemos cómo funcionan las armas, estoy segura de que encontraremos la forma de hacer que esto funcione… - susurró con suavidad - juntos seremos más fuertes…
- hai...
Después de haberle dado muchas vueltas al asunto en su cabeza, Kaoru recordó una ocasión en específico de su niñez. Hubo una vez que su padre y madre tuvieron una fuerte discusión después de que su padre decidiera expulsar a un grupo de alumnos del dojo cuando ella era pequeña, entre ese grupo de alumnos se encontraba uno de los hermanos Hiruma que más tarde se haría pasar por battousai para hacerle daño a ella a modo de venganza. Cuando esos alumnos fueron expulsados, su madre discutió fuertemente con su padre porque perderían gran parte de los ingresos del dojo dejándolos con algunas deudas y con el riesgo de quebrar por completo la escuela.
Cerrando los ojos, la kendoka comenzó a recordar ese momento con gran nitidez.
Flashback
Preocupada por su familia, la angustia de su madre provocó una fea discusión que terminó con su madre llorando en su habitación y su padre encerrado en el dojo por horas. Al ser tan solo una niña sintió un gran miedo cuando creyó que sus padres ya no se querían como antes y que todo se había terminado entre ellos dos.
Asustada se atrevió a interrumpir a su padre en el dojo, entrando sin permiso, lo encontró recostado en el suelo observando el techo del lugar.
Cuando se acercó a él llorando porque creía que su madre se iría de la casa, su padre la sentó sobre sus piernas y le dio una pequeña explicación que en su momento no entendió bien pero que ahora cobraba sentido.
- Kaoru chan, siempre debes hacer lo correcto incluso cuando hacerlo signifique un problema para ti, es por eso que en este dojo fortalecemos el corazón…
Dijo su padre apuntando con su dedo sobre el corazón de la pequeña, Kaoru recordó cómo se sintió el dedo de su padre contra su pecho de niña mientras ella asentía a sus palabras sin entender muy bien.
-fortalecemos el corazón para hacer lo correcto cuando los demás busquen la salida fácil- le continuó explicando mirándola con cariño y amor.
- pero mamá- preguntó tímidamente .
- Kaoru chan… cuando el amor es verdadero siempre sabe cómo sortear las adversidades…y tu madre y yo, nos amamos.
Fin del flashback
Sintiendo la cálida mano del espadachín acariciar su mejilla volvió al tiempo presente, no se había percatado que se había comenzado a dormitar en los brazos del espadachín.
- Gomen nasai, Kenshin – dijo intentando a separarse de él pero antes de hacerlo, sintió de golpe el fuerte perfume floral de mujer que lo envolvía.
De pronto recordó lo que había sucedido en el burdel.
- no se preocupe Kaoru do-
Separándose abruptamente del espadachín se puso de pie y le lanzó la chaqueta directo a la cara. Dejando al espadachín completamente descolocado en su lugar.
- estás impregnado al aroma de esa mujer – dijo entre dientes la kendoka tapándose la nariz, el perfume era realmente intenso y desagradable.
- ¿oro?
El espadachín inmediatamente comenzó oler su gi y se percató que lo que decía la mujer era cierto, rápidamente se puso de pie para poder explicarle mejor.
- ¡no es lo que parece Kaoru dono, le juro que no la toque!
- shhh vas a despertar a Yahiko – le recrimino la chica frustrada mirándolo con molestia
- lo que sessha acaba de decir es verdad – insistió el pelirrojo ya más tranquilo – Déjeme explicarle lo que realmente sucedió…
- Ie…. No quiero saberlo – dijo la chica tajantemente, levantando la mano en señal de desaprobación.
Kenshin se molestó, no solía ser confrontacional pero cuando sabía que tenía la razón, su tolerancia era mínima, amaba a la Kendoka pero no le gustaba cuando lo retaban después de haber hecho lo correcto.
Dando un paso hacia delante para volver a plantear su punto, vio como la mujer lo evito alejándose de él, abanicando su mano delante de ella recordándole que le molestaba el olor del perfume de la otra mujer.
De pronto algo dentro de él se activo y dando un par de zancadas en dirección a Kaoru la tomo de la cintura y la acercó a su cuerpo con fuerza. La chica ahogó un pequeño grito intentando alejarse de él, el perfume volviéndose cada vez más desagradable.
- tu sabes como odio las injusticias Kaoru – le susurró al oído el espadachín sin un ápice de timidez.
La voz ronca y masculina con la que el hombre le habló hizo que la kendoka dejara de forcejear automáticamente, a la vez que sentía como su corazón comenzaba a latir con fuerza.
- así que dejaras que te explique todo- continuó hablando el espadachín con una controlada voz de mando.
Mientras el espadachín acariciaba suavemente su mejilla con una mano Kaoru asintió lentamente sorprendida de esta nueva faceta del espadachín, sintiendo un poco de excitación la mujer se recriminó a sí misma, hacia tan solo unos segundos atrás había estado molesta y así de fácil Kenshin le doblaba la mano.
De pronto la voz del pelirrojo volvió a llamar su atención, manteniéndola pegada a su cuerpo comenzó a hablar en una voz ronca y rasposa.
- Nakamura san tan solo necesitaba de mi status como "leyenda viva" para llamar la atención de un par de ingenuos, las mismas tretas de la política de siempre, un poco de alcohol, comida y mujeres…
Kenshin sintió el cuerpo de Kaoru tensarse al oír la palabra mujeres, sonriendo para si mismo continuó.
- a pesar de que acepte el alcohol y la comida, no acepte el servicio que Aya san me ofreció, tampoco la toque y de eso usted fue mi testigo…
Kaoru sintió sus mejillas arder al recordar cómo la mujer había osado a obligar al espadachín a tocarla, tratando de borrar esa imagen de su cabeza, apretó su agarre en el gi del espadachín cerrando los ojos con fuerza, pero lo que no esperó fue la provocación que vino a continuación.
- lamentablemente no puedo decir lo mismo de ella – esto último el hombre lo dijo con una pequeña muestra de molestia pero a la vez con un poco de ironía en su voz- yo fui quien debería haber cobrado…
Kaoru abrió los ojos de golpe y sin pensarlo lo empujo bruscamente haciéndolo retroceder unos pasos. Dejando escapar una sonrisa traviesa al ver como la kendoka ahora parecía viva y enfadada de verdad, se alegró de haberla hecho enojar con razón.
- ahora sí puede molestarse con razón…
- ¿esa mujer te tt-tocó?- preguntó furiosa la chica mirándolo de pies a cabeza, entrecerrando sus ojos con sospecha y con pudor por lo que implicaba su pregunta.
- contra mi voluntad, pero sí, me tocó… – reconoció el espadachín.
Kenshin no era de ocultar este tipo de cosas, muy bien sabia él lo que podía causar una mentira a alguien que amabas.
Un momento de silencio después y la kendoka se abalanzó sobre él empujándolo con sus manos en el pecho un par de veces, haciéndolo retroceder .
- ¿y la dejaste?- pregunto frustrada repitiendo la acción cada vez que una palabra dejaba la boca del espadachín.
- solo la primera vez cuando me tomo desprevenido, solo una vez…– respondió con tranquilidad el hombre, dejando que la mujer lo empujara.
Sonriendo al ver el brillo posesivo en los ojos de Kaoru, el espadachín disfruto del espectáculo para sus adentros. Sus amigos podrían cree que Kenshin no disfrutaba de los celos de Kaoru, pero eso no era cierto. Cada vez que la chica lo celó con Megumi o cualquier otra mujer, disfrutó cada segundo de sus expresiones y actos. Verla atormentarse por esas pequeñas estupideces habían contribuido en gran parte a que se enamorara de ella, debido a su pasado, jamás imaginó que alguien pudiera sentir una atracción así de fuerte por él.
Por eso, este momento que pudo haberse transformado en un completo dolor de cabeza, y una desagradable discusión, lo abordo de la mejor forma que pudo: usando a su favor el carácter explosivo de la chica, le permitió descargar sus inseguridades sobre él.
-¿lo disfrutaste? – preguntó de pronto la mujer respirando agitadamente, cansada de empujar al espadachín por el dojo.
- ie – dijo sonriendo complacido el espadachín.
- ¿entonces por qué sonríes?, ¡baka!
Con sus hombros tensos y respiración agitada que hacía que sus pechos subieran y bajaran con cada respiro que daba, Kaoru centro toda su atención en el espadachín, observándolo con la misma determinación que la primera vez que lo vió en las calles de Tokio, esto despertó una espontánea atracción en el espadachín quien sintió cómo un calor comenzó a recorrerlo desde su pecho hasta sus mejillas.
- sonrío porque se ve hermosa, Kaoru dono – reconoció el espadachín.
Esta vez fue el turno de Kaoru de reaccionar y dando pasos rápidos en dirección al espadachín se abalanzó sobre él y lo beso con desesperación, el pelirrojo perdió unos segundos el equilibrio pero lo recuperó rápidamente, respondiendo con el mismo hambre al beso de la mujer.
En medio del dojo, batallaron durante unos momentos por quien controlaba la situación olvidando por completo el mundo que los rodeaba.
Kenshin logró someter a Kaoru a su propio ritmo apretándola contra su cuerpo por unos momentos mientras intentaba bajar su lengua por su cuello, pero inesperadamente sintió que la mujer jaló su cabello con fuerza, obligándolo a alejarse de ella echando su cabeza hacia atrás y estirando su propio cuello, su mirada ahora fija en el techo.
Sorprendido sintió cómo por primera vez Kaoru lo besaba lascivamente en el cuello, lamiendo deliberadamente toda la extensión de piel disponible. Sintiendo la suave y húmeda lengua de la mujer, sintió como toda la piel de su cuerpo se erizaba haciendo que su cerebro hiciera corto circuito, no pudo más que entregarse al placer que ahora la chica le estaba ofreciendo.
Kaoru besaba ávidamente el cuello del espadachín pensando en solo una cosa, borrar esa sonrisa complacida y autosuficiente de su rostro después de haberla hecho sentir celos intencionalmente, quería borrar toda posible sensación que esa mujer pudo haber dejada impresa en el hombre. Posesivamente abrió el gi del espadachín descubriendo un poco de la piel de su pecho y sin dudarlo un segundo comenzó a besar sus músculos pectorales.
Kenshin reaccionó cuando sintió que la mujer bajaba con su boca por su pecho y sin poder evitarlo, un fuerte instinto de posesión despertó en él.
Tirando fuerte del cabello de la joven para poder robarle un nuevo beso, exploró su boca con desesperación. Tras prácticamente desarmarla con su lengua, la hizo retroceder a ciegas empujándola en dirección al muro del dojo que recientemente había pintado, mismo lugar donde había sido encontrado el falso cadáver de la joven y dejó que el cuerpo de la joven chocara contra el muro.
Separándose tan solo unos segundos donde ambos se miraron con las pupilas dilatadas y respiraciones agitadas, el espadachín separó las piernas de la mujer con una de sus piernas y dio dejando escapar un gruñido casi animal se arrodillo frente a ella, sus ojos ahora completamente ámbar. Kaoru sintió sus piernas temblar de anticipación, esto era lo más parecido a una batalla entre ambos que la joven podía imaginar.
Acercando su boca por sobre la tela del hakama de la chica Kenshin respiro fuertemente sobre su entrepierna haciendo que el calor de su aliento generara diversas reacciones en su cuerpo.
Gimiendo la chica tiró del cabello del pelirrojo desesperada, sintiendo cómo su parte intima se humedeció instantáneamente.
-Kenshin – jadeo la joven de manera naturalmente erótica.
-Kaoru… - respondió el espadachín lamiendo la mano que la chica había apoyado sobre su mejilla.
- ¡HIMURA DONO!, ¡HIMURA DONO!
- ¡AHORA QUÉ!
Explotó inesperadamente el espadachín que aún sobre sus rodillas apoyó su cabeza en el abdomen de Kaoru apretando sus caderas con sus manos con más fuerza de lo necesario tratando de contener la frustración. Había olvidado que estaban siendo custodiados.
Tras la explosiva reacción del espadachín y reconocer la voz del policía encargado de la guardia. Kaoru cayó al piso ante la inesperada interrupción y tras unos segundos donde ambos trataron de recomponerse, se levantaron rápidamente intentando arreglar sus ropas y cabellos.
Mirándose avergonzados por el descontrol de la situación, se apresuraron hacia la salida del dojo, abriendo la puerta Kenshin se encontró con uno de los policías escoltando la figura de un hombre alto y de clara contextura muscular.
- ¡Himura san!, encontramos a este extraño merodeando el lugar pero nos aseguró ser un conocido suyo.
Kenshin salió de la casa indicando con un gesto a Kaoru para que esperara dentro, ajustando su visión a la oscuridad de la noche trato de distinguir al recién llegando. Finalmente después de un par de pestañeos logró aclarar su visión logrando identificar de quien se trataba.
- KHIEEEEEEEE!
Un trueno, un rayo y la lluvia comenzó a caer.
