Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece. La historia está ubicada después del último episodio del anime / post Jinchu. En un inicio mi idea era terminar con la partida de Megumi y Sano pero esto ha evolucionado y he decidido continuar con el desarrollo de la relación KxK. Una historia centrada en cómo Kenshin logra finalmente vivir en el presente y que ocurre con él después de estos eventos.
X
Kenshin no podía dormir, la lluvia se había dejado caer con toda su fuerza una vez más. Yahiko roncaba libremente unos metros más allá en su propio futon, completamente ajeno a la terrible tormenta que había afuera y a lo recientemente sucedido. Dirigiendo una mirada hacia la habitación de Kaoru se preguntó si la joven había logrado conciliar el sueño o si estaba igual de despierta que él.
No entendía cómo había llegado él hasta este lugar pero lo que más le preocupaba no era el cómo, sino el por qué.
Tratando de relajarse se giro sobre su costado y cerrando sus ojos con fuerza intento descansar una vez más, solo para ser atacado por los recuerdos de lo ocurrido.
Flashback
- KHIEEEEEEEE!
Un trueno, un rayo y la lluvia comenzó a caer.
El pelirrojo dejo caer la espada que llevaba en su mano de la impresión.
- ¿Kenshin? – Kaoru se asomo preocupada por su reacción.
Cruzando la puerta del dojo, la joven recogió la sakabatou del espadachín y volteo a ver qué era lo que lo había sorprendido tanto.
- ¿¡Nandeska!?- exclamó la joven impactada.
- veo que interrumpí algo, Baka deshi…
Seijuro Hiko se asomo bajo su sombrero de paja dando una media sonrisa irónica al espadachín que ahora estaba petrificado en su lugar. No había esperado esta visita en lo absoluto y su mente estaba completamente en blanco.
- I-Ie, no interrumpió nada Hiko san – se apresuro a responder Kaoru al notar el silencio del pelirrojo - por favor por qué no entra, se va a empapar si sigue acá afuera…
Kaoru apretó la sakabatou contra su pecho en señal de aprehensión mientras daba un paso hacia atrás para dejar pasar al hombre. Hiko enfocó su mirada en el firme agarre que la chica mantenía en la espada de su pupilo analizando la situación con ojo clínico antes de responder con despreocupación.
- yo no me preocuparía de eso cuando son tus pies los que están descalzos … - desestimo el hombre con sarcasmo.
Al percatarse de lo que su maestro acababa de decir, Kenshin se volteo y noto que Kaoru efectivamente estaba descalza, seguramente por la urgencia con la que habían sido llamados y la situación en la que se encontraban hacia tan solo unos momentos atrás, la hicieron olvidar por completo ponerse las calcetas y sandalias antes de salir.
- Kaoru dono, será mejor que entremos – asintió lentamente el espadachín recibiendo la espada de una sonrojada Kaoru e indicándole a la chica que entrara a casa - Maestro entre usted también por favor…
Hiko dio una sonrisa de autosuficiencia y asintiendo se dejó guiar por los residentes del dojo.
Kaoru rápidamente seco sus pies y moviendo cosas de la sala donde guardaba las ropas de cama y toallas, busco rápidamente uno de los futones que tenia para visitas y tomando una toalla limpia salió al encuentro del maestro del pelirrojo.
Los encontró a ambos de pie frente a frente en el engawa a las afueras del dojo, ambos en silencio absoluto compartiendo una especie de batalla silenciosa de miradas. Nerviosa aclaro su garganta haciéndose notar.
- Hiko san, acá tiene una toalla para que seque su cabello y un futon, puede dormir en la habitación de Yahiko, ya es tarde y creo que todos deberíamos ir descansar…
El hombre la miro por unos segundos por sobre su hombro con el mismo aire de superioridad que siempre lo acompañaba y después de pensarlo por unos segundos asintió dándole la espalda a su alumno.
- Maestro…
- ahora no Kenshin…voy a dormir… - le dijo tajantemente y aceptando las cosas que Kaoru le había ofrecido entró en la habitación que le habían indicado sin mirar atrás.
Suspirando derrotadamente, Kenshin se acerco a Kaoru pidiéndole perdón con la mirada. La pelinegra sacudió la cabeza y tomando la mano del espadachín lo guió hasta su habitación.
- Ve y descansa… mañana podemos hablar con él y preguntarle qué sucede – susurro en voz baja para no despertar a Yahiko.
- esta bien Kaoru dono, solo espero que no sean problemas – reconoció preocupado.
- todo va estar bien, ya veras – sonrío la chica – buenas noches Kenshin.
- buenas noches, Kaoru – asintió el espadachín apretando su mano antes de abrir la puerta de su habitación.
Esperando a oír que Kaoru cerrase el shoji de su propia habitación antes de prepararse para dormir, Kenshin se pregunto qué significaba todo lo que había sucedido este extraño día. Finalmente Kenshin decidió descansar con una sola pregunta en su cabeza: ¿qué diablos hacía Seijuro Hiko en este lugar?
Fin del flashback
Somnoliento y resignado Kenshin decidió que nada resolvería durante la noche y obligándose a descansar aunque fuera solo un poco. Trató de dormir una vez más.
-..:-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Yahiko se estiro en su futon una última vez antes de decidir levantarse, hoy había amanecido nublado y por la humedad que notaba en el ambiente parecía que había llovido la noche anterior. Ordenando su futon y dejándolo a un costado elongó un poco sus músculos y decidió ir en busca del resto de los residentes del dojo, esperaba no haber pasado de largo la hora del desayuno.
Saliendo de la habitación del pelirrojo, el chico recibió un fuerte golpe de aire que lo hizo tratar de cerrar su gi al percatarse que efectivamente hoy había un clima frío. Apresurándose caminó rápidamente hacia el comedor, "ojalá Kenshin haya decidido hacer sopa" pensó el muchacho abriendo el shoji del comedor sin prestar atención a los presentes en el lugar.
- Oi, Kenshin, Kaoru… recuerden que hoy les invitare al Akabeko, con este frío nos hará bien comer un poco de carne—
Yahiko guardó silencio abruptamente cuando vio que sentado en la mesa junto a sus amigos estaba un Hiko Seijuro, comiendo impávidamente junto a un mortificado espadachín y una tímida instructora.
- ¿nani?, ¿qué hace tu maestro acá Kenshin?...
El pelirrojo se tensó unos segundos antes de forzar una sonrisa poco disimulada en el rostro antes de responder.
- buen día Yahiko, por favor siéntate con nosotros, enseguida te sirvo un poco de sopa…
- ha-hai…
- al parecer el niño es el más sensato en este lugar – comento Hiko sorbiendo un poco más de su sopa.
- Hiko san…– comento Kaoru sin saber cómo comportarse.
- Maestro por favor, no empiece – le pidió Kenshin sirviendo al niño su porción – Hiko san está de visita…
Respondió finalmente el espadachín rascando su cabeza sin saber qué decir, la verdad es que aún no conversaba con su maestro y desconocía cual era la razón de su presencia en el dojo.
- hai, hai, de visita – repitió el hombre pidiéndole más sopa al espadachín.
Kenshin se levanto sin poder terminar de comer el mismo y le sirvió el tercer plato de comida a su maestro.
- y bien, ¿qué tan buena es la comida del lugar al que nos vas a invitar? – pregunto el maestro del espadachín, observando a Yahiko sin ningún gesto que indicara que estaba bromeando.
- ¡¿ehhh?! – exclamó el niño intimidado.
- Yahiko chan, come rápido que pronto llegaran los demás alumnos… - le interrumpió Kaoru dejando su pote de comida a un lado y dando una mirada significativa al niño.
- ha-hai…
Poniéndose rápidamente de pie, la chica se disculpó con los demás y se dirigió al dojo para limpiarlo antes de entrenar, Kenshin la siguió con la mirada disimuladamente y vió que Yahiko prácticamente tragaba para seguirla unos minutos después.
Una vez se encontraron a solas el espadachín dejo sus palillos a un lado y volteándose a ver a su maestro hizo la pregunta que desde anoche se hacia.
- Maestro, ¿Qué es lo que hace acá?
Hiko finalmente dejo de comer y haciendo tronar los huesos de su cuello observo a su pupilo con una mirada estricta. Guardando silencio por unos segundos antes de responder, se acomodo en su lugar.
- tengo algunos asuntos que resolver acá en Tokio, aproveche de preguntarle al Oniwabanshu si me podían ayudar con la dirección…la verdad pensé que estarías feliz de verme - dijo el hombre cruzándose de brazos y mirando sus uñas.
Kenshin se percato del sarcasmo en su voz y rápidamente cayó en su estado mental de alumno.
- podría haber escrito antes de dejarse caer así, podríamos no haber estado…
- no seas tonto, dónde podrías ir tu sin que yo supiera – desestimo el hombre abanicando con su mano.
- ¿Oro?
- desde que me visitaste e hice contacto con el Oniwabanshu, sé cada paso que das…baka deshi…
Kenshin pestaño un par de veces tratando de procesar lo que su maestro acababa de afirmar y sin saber si sentirse bien o preocuparse por esta nueva información guardo silencio perturbado.
- no te preocupes, lo que vine hacer es completamente inofensivo…
- inofensivo… - repitió desconfiado el pelirrojo.
-hai…nada peligroso, solo necesito un lugar para descansar antes de seguir con mi camino.
- ¿se puede saber cual es su destino?
Hiko le dio una dura mirada haciendo que el espadachín rápidamente se enderezara preparándose para un reto. Odiando como su maestro lo hacia sentir como niño se golpeo mentalmente, después de todo esa era la dinámica que ambos tenían.
- Ie…
Kenshin guardó silencio estoicamente. Sacarle información a su maestro seria realmente difícil.
-.-.-.-.-.
Kaoru dejo el paño con el que había encerado el piso en un rincón del dojo a la vez que Yahiko terminaba de acomodar todas las espadas como correspondía. Preguntándose cómo era que estas se habían desordenado tanto si ayer no habían entrenado en el dojo, se acercó a la kendoka que ahora se asomaba tímidamente para ver si Kenshin y su maestro habían terminado de conversar.
- ¿qué crees que vino a hacer el maestro de Kenshin a Tokio? – pregunto el muchacho haciendo que la chica se sobresaltara.
- shhh…-le indico la chica con un dedo en sus labios -no lo sé, pero no debe ser nada bueno…Hiko san no dejaría Kyoto si no es por algo serio…
De pronto la joven vio como ambos hombres salían del comedor, Kenshin haciéndole un pequeño recorrido por el lugar al hombre que asentía suavemente a cada cosa que el espadachín le mostraba. Cuando se acercaron al dojo Kaoru corrió a ubicarse al centro del dojo en posición seiza fingiendo que meditaba. Yahiko rápidamente la imitó.
- y este es el dojo donde Kaoru dono imparte sus clases…
- mphhh – se mofó suavemente el hombre ganándose una mirada asesina de parte del pelirrojo.
Los hombros de Kaoru se tensaron pero trató de ignorar el despreció del hombre.
- "la espada que protege la vida" – leyó el hombre sentándose en el engawa contemplando el lugar, notando que el pelirrojo apretaba sus puños – qué sucede baka deshi…¿algo te incomoda?
- le pido que no inte—
- ¡ Konichiwa Kamiya San! – de pronto los alumnos de Kaoru entraron por la puerta del dojo animados.
Acercándose al dojo despreocupados el nuevo grupo se mostro más afiatado que hacia unas semanas y saludando con respeto a Kenshin y al hombre que lo acompañaba entraron al dojo para saludar a su sensei.
- Konichiwa chicos – sonrió la chica tratando de ocultar los nervios que sentía al percatarse de que Hiko se había ubicado para presenciar el entrenamiento.
Kenshin quedo anclado en su lugar, quería que Hiko dejara en paz a Kaoru, desde que había llegado la noche anterior que noto como su mirada se había posado en la kendoka y aún no podía descifrar la intención oculta tras esa mirada. De pronto la voz de la Kendoka lo sacó de sus pensamientos.
- Kenshin…¿entrenaras hoy con nosotros antes de que empieces con tus labores? – pregunto tímidamente la chica, sonrojándose al ver que Hiko alzaba una ceja incrédulo al escucharla hablar.
Kenshin sudó nervioso y sopeso las opciones, una de ellas era dejar a la Kendoka entrenar a solas con la mirada aguileña del hombre sobre ella, la otra era hacer su rutina de ejercicios como habían acordado y así desviar la atención de su maestro hacia si mismo.
Asintiendo se quito las sandalias y saludando al entrar al dojo respondió silenciosamente a la pregunta dejando su espada en uno de los soportes de madera del dojo. Esto llamó aún más la atención del su maestro quien acomodándose en un pilar se cruzo de brazos para mirar con curiosidad.
- muy bien, entonces comencemos…
.-..-.-.-.-.-.-
Seijuro se acomodo una vez más en el engawa mientras observaba al pelirrojo lavar la ropa con estoica concentración, después de que la joven Kamiya iniciara el entrenamiento parecía que la rutina en el lugar se hubiera activado con una precisión que le sorprendió.
Kenshin había obedecido a cada observación y comentario que la joven le hizo en lo que noto era una rutina de fortalecimiento de músculos abdominales, por lo que pudo comprobar que los comentarios de Makimachi y Shinomorí sobre lo malherido que su pupilo había quedado después de enfrentarse a uno de sus tantos enemigos no eran ninguna exageración.
Sin embargo y para su sorpresa la rutina que la joven había diseñado para el cuerpo convaleciente del espadachín era completamente acertada lo que le gano cierto respeto de su parte, la joven sabía perfectamente qué músculos y como trabajarlos sin generar más daño a las lesiones que su pupilo necesitaba superar.
Una vez el entrenamiento de kendo terminó, el niño que parecía una mezcla de hijo adoptivo/hermano pequeño limpio el dojo con ayuda del resto de los alumnos. Su pupilo había preparado el almuerzo mientras los demás limpiaban y preparado el agua para que Kamiya san tomase un baño. Después de que almorzaran la kendoka comenzó a barrer y ordenar el patio mientras se preocupaba de ofrecerle a él un poco de té. Después de atenderlo la chica lo dejó solo con sus pensamientos, y así bebiendo del tibio brebaje fue como se acomodo para analizar el comportamiento de su alumno mientras comenzaba a lavar la ropa con plena concentración.
Kenshin estaba molesto, eso lo sabía, pero él también lo estaba así que estaban a mano. Su pupilo sabia que él le estaba ocultando la razón de su visita a propósito, pero aún no se atrevía a presionarlo, eso era muy fuera de lo común pensó el hombre terminando su té.
Kenshin observó de reojo como su maestro lo analizaba, desde que se despertaron el espadachín podía sentir como su maestro lo estaba midiendo y examinando, sabia que en algún momento el diagnostico del hombre caería sobre él sin ningún reparo y eso era algo que no tenia ánimos de experimentar. Si no fuera por el respeto que sentía por Kaoru, ya estaría en la discusión numero mil con su maestro.
- hey Kenshin… - de pronto la voz de la joven lo desconcentro de su tarea.
- ¿Kaoru dono?
- estaba pensando en que tal vez deberíamos ir a comprar más arroz y verduras… - dijo disimuladamente la chica tratando de ignorar la presencia de su maestro.
- pero aún tenemos la mitad del saco de arroz…
- pero no sabemos por cuanto tiempo decidirá quedarse – susurro la chica acercándose a él
Kenshin observo por sobre su hombro a su maestro y volviendo su mirada al rostro de Kaoru asintió.
- supongo que tienes razón…
Kaoru asintió y ayudando al espadachín a tender la ropa se apresuro en ir a abrigarse para ir al pueblo junto con el espadachín.
Hiko vio las miradas cómplices de ambos jóvenes y rápidamente se puso de pie para acercarse a ellos.
- si van al pueblo yo los acompaño, la última vez que estuve acá esto aún se llamaba Edo…
Kenshin le dio una mirada poco amigable pero asintió al ver que a Kaoru parecía no incomodarle la compañía del hombre. Yahiko en ese momento salió del dojo y secando el sudor de su frente pregunto que sucedía, decidiendo acompañarlos.
-.-.-.-.-.
Ya en el pueblo nadie habló mucho y se dedicaron a hacer las compras tratando de mantener un bajo perfil. Sin embargo, Hiko por su altura y apariencia llamó la atención de los lugareños robando algunas miradas temerosas y suspicaces pero aún así nadie hizo comentario alguno. Kaoru negoció con los vendedores de siempre consiguiendo buenos tratos con todos y así fue como de pronto Kenshin estaba cargado con medio saco de arroz, un atado de cebollines y algunos rábanos maduros.
Hiko alzo una ceja con un poco de sorpresa al ver a su pupilo cargado como burro, aunque intentó disimular su expresión al notar que el espadachín le miraba mientras la joven recibía un atado de algas y algo que parecía ser granos de soya fermentados.
Sonriendo a uno de los vendedores Kaoru se inclino para agradecer y sonriente se volteo para hablarle al pelirrojo ignorando la presencia de Hiko por completo.
- mira Kenshin, ¡nos han regalado esto porque seremos parte del festival! – dijo animada mostrándole las cosas – al menos algo bueno resulto de la idea de Yahiko chan.
- hai hai Kaoru dono, pero Sessha cree que eso - dijo el pelirrojo apuntando las cosas en sus manos - es porque la gente del pueblo realmente la quiere, eso cree.
- ¿eh?, ¿será así?…-dijo pensativa la joven mientras seguían avanzando.
- hai – sonrió el espadachín contento pero al sentir la intensa mirada de su maestro borró de inmediato su sonrisa tratando de no parecer tan evidente.
Caminaron por unos minutos por el pueblo en silencio, Hiko seguía analizando el entrono y a su pupilo y pudo percatarse de que efectivamente la gente del pueblo se acercaba a saludar a la mujer del dojo con sinceras sonrisas y real preocupación aunque también no le pasó desapercibido que a la vez, algunos cuantos observaban a su alumno con cierto temor y respeto a la vez. No podía negar que efectivamente ambos jóvenes no le eran indiferente a la comunidad.
Cuando doblaron por uno de los pasajes que principalmente concentraba el mercado de telas se percataron de que venía la procesión de una Oiran. Kaoru al percatarse de esto rápidamente tomo los hombros de Yahiko y lo obligó a darse la vuelta diciendo que no era algo apropiado para un niño. Yahiko obedeció aunque quejándose, y cruzo sus brazos mientras esperaba a un costado de la joven kendoka.
- ¿oro?, esa es Aya san…. – comentó de pronto el espadachín con cierta sorpresa.
Kaoru se dio vuelta rápidamente para ver. Detrás de la Oiran que avanzaba a paso lento y elegante iba la mujer que la noche anterior había intentado sobrepasarse con Kenshin. Apretando sus puños con fuerza Kaoru se volteo violentamente para mirar a al espadachín con reproche.
- nehhh – comenzó a quejarse el pelirrojo - con todo el peso que llevo nos toca esperar a que terminen de pasar-
- Esa fue la mujer que te tocó…- dijo entre dientes la kendoka, esta vez clavando su mirada en la mujer.
- Oro – Kenshin se tensó en su lugar y observo el rostro serio de Kaoru.
Al sentir su mirada fija en ella, la mujer en cuestión dedicó una mirada directa a la kendoka inesperadamente. La mujer llevaba un Kimono rojo con patrones vivos y un maquillaje que la identificaba como una mujer de la noche. Identificando a Kaoru que ahora llevaba un kimono azúl con detalles rosas en forma de pétalos de cerezo, la mujer le dedico una mirada dura y llena de resentimiento que hizo que la joven instructora se sorprendiera por la violencia de su mirada. Desconcertada la kendoka bajo la mirada.
Hiko observo el intercambio con curiosidad y con cierta satisfacción, por una extraña razón le gustaba ver a su alumno en este tipo de problemas.
- podemos darnos la vuelta Kaoru dono…- ofreció tímidamente el espadachín acomodando el saco sobre su hombro.
- no es necesario, de todos modos igual seria una falta de respeto para ellas…
- no es obligación esperar a que pasen… - interrumpió Hiko sin darle mucha importancia – estas tradiciones pronto dejaran de existir…
Seijuro vio de reojo cómo el delgado espadachín movía incomodo el saco de arroz que llevaba sobre su hombro, notando cómo su pupilo había hecho una pequeña mueca de dolor sospechó que tal vez necesitaba llegar pronto al dojo.
- ha-hai…- respondió Kaoru nerviosa mientras empujaba a Yahiko para que caminara en dirección a otro pasaje.
Caminaron por unas calles más en silencio hasta que Yahiko se detuvo abruptamente para luego dirigirse a los demás un poco incomodo. El aura clínico con el que el maestro de Kenshin los estaba analizando desde que había llegado había logrado perturbarlo, no entendía como Kaoru y el pelirrojo podían fingir normalidad con esa pesada presencia encima. No quería terminar explotando y faltando el respeto al legendario maestro del Hiten Mitsurugui Ryu.
- creo que me iré directo al Akabeko para ayudar un poco en el restaurante y a la vez preparar todo para cuando vengan – dijo el chico rascando su cabeza – supongo que será mejor que vayan a la hora de la cena para así dar la bienvenida a Hiko san como corresponde…
- Yahiko …- Kenshin no sabía que decir, no era necesario que recibiera a su maestro de esta manera.
- Domo arigato niño, definitivamente el más sensato de todos – le guiño el ojo el hombre.
Aliviado, el muchacho se despidió con prisa, corriendo en dirección al Akabeko a la vez que pasaba junto a un grupo de hombres que iban conversando animadamente. El grupo que el chico acababa de dejar atrás iba completamente absorto entre sus risas por lo que cuando se acercaron a ellos no tuvieron cuidado y ocupando todo el espacio de la calzada pasaron cerca a ellos empujando levemente a Kenshin quien dejó caer el saco de arroz que llevaba para llevarse una mano a su hombro resentido.
- ¡Kenshin!, ¿Estas bien? – se acerco rápidamente la kendoka preocupada.
- hai, hai, fue solo un tirón…
- hoy no te hice hacer planchas, no deberías tener molestias de este tipo- dijo la chica mientras su expresión demostraba confusión - a menos…
- ¿a menos?…- repitió el espadachín despreocupado recogiendo el saco de arroz y acomodando el resto de los paquetes en sus manos.
- a menos que la noche anterior hayas saltado y rodado conmigo para protegerme… - Kaoru recordó el ataque del hombre misterioso sintiéndose culpable.
- Kaoru dono…
- espera por favor, no se muevan de acá, ¡en seguida regreso!
Kaoru lo interrumpió con una expresión de determinación en su rostro y sin decir nada más corrió en dirección contraria de donde venían.
-Estas débil baka deshi…¿sucedió algo que quieras contarme? – pregunto Hiko apenas vio que la chica estaba fuera del alcance de su voz.
- si sabes cada paso que doy, deberías saber qué fue lo que sucedió…-respondió sin muchos ánimos el espadachín, había preocupado a Kaoru y eso no le gustaba.
- ¿es amargura la que acabo de percibir…Kenshin? – se burló el hombre
Kenshin lo miro de mala gana lo que arrancó una media sonrisa al pelinegro quien sacudió su cabeza, no se esperaba ver una versión tan domestica de su pupilo, lavando ropa, cocinando y cargando las compras del hogar. Había oído sobre cómo alguno samuráis habían perdido el honor y habían comenzado a trabajar para algunas mafias o simplemente había caído en la vida de vagos y mendigos pero que el legendario battousai se domesticara después de años de vagabundo era algo que le costaba creer.
Antes de que el pelirrojo pudiera responder a la pregunta de su maestro escucho los pasos de Kaoru, los reconocía porque aunque por mucho tiempo intento negar a si mismo su atracción hacia la joven, había aprendido a reconocer el ritmo de sus pasos cuando algo le apremiaba, el ritmo de sus caderas al son de sus pasos era algo que el espadachín había comenzado a disfrutar sin saber hasta que finalmente los había memorizado como una canción.
Venia seguida de un anciano con una carreta. La joven se detuvo frente a ellos con una sonrisa e indicándole al hombre cuales eran las cosas que debían llevar, cargaron la carreta.
- muchas gracias Ryochi san – sonrió la chica al anciano dejando los paquetes con las algas y los granos fermentados.
- no se preocupe Kamiya san, siempre ha rechazado mi ayuda estoy más que feliz de que finalmente me haya considerado…
- es que antes no podía pagarle, ya sabe que no me gustan los favores – rio la chica dándose la vuelta y sonriendo al espadachín – pero en esta ocasión es necesario…
Kenshin se sonrojo avergonzado por la atención y por la muestra de debilidad de su parte.
- avancemos por favor – indico la chica notando la incomodidad del espadachín.
Seijuro vio como su pupilo camino cabizbajo a un lado de la chica, "seguramente mortificándose por no haber sido capaz de cumplir con su rol de burro de carga" pensó el hombre. Aún así, no era común ver a hombres ayudando a las mujeres cargar las compras del hogar, eso era más bien una tarea de ellas o al menos eso había sido así durante todo este tiempo, tal vez su pupilo no solo era un rebelde en cuanto a la política nacional, ahora que lo pensaba, Kenshin estaba rompiendo muchas estructuras con su rol en este dojo. Sacudiendo su cabeza volvió a prestar atención a los jóvenes que iban delante de él, siguiendo de cerca al viejo y la carreta.
Dejando que se adelantaran, el maestro del Hiten Mitsurugui Ryu analizó a su alumno. Era evidente que había perdido peso, su ropa se veía más holgada de lo que recordaba cuando lo vió por última vez en Kyoto. Era evidente también, que tenia que recuperar con urgencia su masa muscular, afortunadamente en esta ocasión parecía que la parte que en Kyoto había estado fallando hoy estaba mucho mejor compensada, y era que su estado emocional, por lo que había alcanzado a presenciar hasta el momento, había progresado positivamente.
Existía una preocupación mutua entre ambos jóvenes que era difícil de ignorar y la siempre testaruda actitud del espadachín parecía disminuida ante la joven dueña del dojo, algo que le llamó la atención porque el pelirrojo jamás bajaba sus defensas y su porfía con nadie, eso muy bien lo sabía él como su maestro.
Observándolos interactuar entre tímidas sonrisas y pequeñas observaciones al paisaje a medida que caminaban, Seijuro sintió un poco de aprehensión ante la imagen tierna que ambos proyectaban; apuntando a cada hoja de árbol que les llamaba la atención o pájaro que veían en el camino. Era una imagen que no había esperado ver a pesar de sus propios consejos en la última visita de su alumno en Kyoto.
Cuando decidió tomar a Shinta bajo su cuidado siempre pensó que él seguiría sus pasos de una vida solitaria y dedicada a la espada, pero verlo sonreir cuando la chica le mostraba una pequeña catarina que se había posado sobre su mano generó un extraño calor en su pecho que pensó que había olvidado el día que su alumno decidido abandonar su entrenamiento.
- ¡llegamos! – anunció la chica alegremente
- Kamiya san, le ayudo a entrar las cosas – ofreció el anciano
- Ie, podemos hacerlo nosotros – se negó la chica cogiendo para la sorpresa de los hombres presentes el saco de arroz y llevándolo sobre su hombro – Kenshin, Hiko san pueden llevar el resto de los paquetes por favor.
Ante la mirada atónita de los presentes los hombres la joven se despidió del anciano y entro al dojo mientras ambos inquilinos hacían caso a sus ordenes sin esperar que la joven volviera a pedirlo, despidiéndose ellos también del anciano ambos entraron al dojo y dejaron las cosas en la cocina.
Kenshin acomodó las verdura en los canastos correspondientes y se volteo para encontrarse con que su maestro guardaba los granos de soya fermentados donde Kaoru le indicaba. Cubriendo con su mano la sonrisa que amenazaba con tomarse su rostro, sintió cierta satisfacción al ver como su maestro siempre indiferente, había caído en las garras de su querida kendoka y sin darse cuenta ahora la ayudaba a ordenar el lugar. Kaoru tenía esa magia, no importaba quien ni qué tan importante fueras, su amabilidad, calidez y carácter siempre hacían que nadie se resistiera a sus solicitudes.
- Domo arigato Hiko san – agradeció la chica inclinándose con satisfacción.
El hombre la observó sonreír por unos segundos y de pronto cayó en cuenta de que su fachada de hombre digno y honorable se había trizado. Sacudiendo su cabeza aclaro su garganta y salió del lugar para ir a meditar al patio, este lugar tenia una extraña aura en el buen sentido de la palabra.
- hoy le diré a la policía que no es necesaria su custodia – escucho el pelinegro decir al pelirrojo. Ambos jóvenes aún en la cocina.
Acercándose en silencio para escuchar la conversación, el hombre se apoyo contra el muro.
- ¿nani?
- con la presencia de mi maestro en el dojo creo que estaremos bien protegidos – reconoció el espadachín.
-ohh, ya veo – asintió la chica pensativa – me pregunto si han encontrado alguna otra pista…
- lo que sea que este sucediendo, debemos estar alertas – asintió el espadachín.
- hai…
Seijuro espero a que siguieran conversando sobre lo que los preocupaba pero solo el silencio lo acompaño, extrañado se asomo para ver qué era lo que sucedía y se sorprendió al ver que su pupilo y la joven kendoka estaban fundidos en un cálido e inocente abrazo, descansando ambos en el hombro del otro.
Rápidamente el hombre se separo del muro y con su corazón latiendo fuertemente confirmo que los rumores eran ciertos. Su mente de pronto se disparó en todas las direcciones, sintiendo desde enojo hasta esperanza. Su viaje había sido motivado precisamente por estos rumores sobre el bienestar de su pupilo que sin entender muy bien por qué, había despertado en él una preocupación que no sentía desde que su alumno era un niño.
- Hiko san, ¿qué hace ahí?– de pronto la voz de su pupilo lo saco de sus pensamientos.
-¿are? – se sobresalto el hombre – tan solo estaba pensando…
- Hiko san, quería pedirle disculpas por no haberlo recibido como es debido anoche – se asomo la joven kendoka – por favor, sea usted bienvenido por el tiempo que necesite…
El pelinegro asintió en silencio inclinándose en señal de agradecimiento.
- mhhh, si es posible preguntar Hiko san, me gustaría saber qué lo trajo hasta aquí – pregunto sonrojándose la chica al pensar que estaba siendo irrespetuosa.
- mmhp – bufó el hombre cruzándose de brazos mientras comenzaba a caminar por el lugar.
Ambos jóvenes se miraron antes de seguirlo en su paseo por la casa, el pelinegro se detuvo al ver el gallinero sin ningún animal y abriendo y cerrando la puerta se volteo para hablar.
- les hace falta un horno de barro… - comentó como si estuviera evaluando el lugar – acá no puedo realizar mi arte de cerámica, baka deshi, espero que para la próxima hayas solucionado este defecto.
- ¿oro? – Kenshin observó a su maestro desconcertado mientras comenzaba a seguirlo nuevamente.
Cuando llegaron al pequeño huerto que el espadachín había armado Seijuro se agacho para tocar la tierra y dándose vuelta para mirar a Kaoru a los ojos, finalmente respondió a su pregunta.
- he venido a Tokio en busca de unas termas donde me dijeron que había una maestra en cerámica de la que podría aprender nuevas técnicas…me han hablado mucho de ella y me dio la curiosidad de saber si es tan buena como dicen…
- ohh ya veo, ¿es esa maestra de cerámica de la ciudad de Tokio? – pregunto curiosa la chica
Kenshin noto que esa no era toda la verdad de parte de su maestro, había algo que estaba ocultando en su respuesta.
- Ie, vive en unas termas cercas de la montaña, Tokio es la ciudad más cercana a su ubicación…pero aún debo conseguir su ubicación, el Onibawanshu me esta ayudando con eso, mientras tanto esperare acá…
- hai…así que tan solo viene a perfeccionarse en su arte – suspiro aliviada Kaoru llevando una mano a su pecho.
- ¿a qué creían que venía? – respondió molesto el hombre enderezándose y mirando con severidad a su pupilo.
- solo pensábamos que había sucedido algo que lo había preocupado – levanto sus brazos el espadachín fingiendo inocencia.
- …baka deshi… - espetó inexpresivo el hombre haciendo que el pelirrojo apretara sus puños.
Los tres guardaron silencio hasta que la chica los invito a tomar té mientras descansaban de su salida. Después de servir el té la joven se acomodó en el engawa cerca de ellos con su costurero y botiquín.
Dejando las cosas cuidadosamente ordenadas, Kaoru le pidió tímidamente al espadachín que descubriera su hombro para vendarlo como Megumi le había instruido, después de ver que el espadachín aún resentía las heridas en su hombro decidió que debía mantenerlo vendado hasta que volviera a recuperar su fuerza, seguramente la puñalada que recibió el día de su cita con Hideki había hecho retroceder toda la recuperación lograda con Megumi en esa zona de su cuerpo.
Suspirando arrepentida de haber aceptado esa cita aquel día, apretó el nudo de la venda y se aseguró de que había quedado bien puesta para luego ayudar al espadachín a cubrir su hombro con su gi.
- gomen Kenshin, esta secuela es por culpa mía – se acomodo la chica a un costado del espadachín desanimada.
- Ie, no es culpa de nadie, solo de este estúpido espadachín que no ha sabido cuidar de sí mismo- le tranquilizo dándole suaves palmadas en su hombro.
- hai…mi baka deshi jamás ha sido bueno cuando se trata del auto cuidado y la prudencia Kamiya san…
- gracias por el apoyo – se quejo el espadachín
- Ie, veo que tu actitud temeraria sigue causándole preocupación a las personas que te quieren… - le recriminó el hombre haciendo que el pelirrojo se tensara al ver la expresión de Kaoru.
- Shisho, no debería dar opiniones tan a la ligera…– dijo entre dientes el pelirrojo no aguantando las ganas de defenderse.
- te equivocas, tengo todo el derecho del mundo, baka deshi…
Las manos del pelirrojo se crisparon dándole una mirada iracunda a su maestro, Kaoru se llevo una mano a su boca para cubrir sus sonrisa, la relación que tenia el hombre con su maestro era una que bordeaba la de un padre y un hijo, era muy inusual ver a Kenshin tan exaltado ante los comentarios de otros. Le parecía un poco lindo ver que un poco del pasado del espadachín se estaba haciendo presente en su vida de manera tan cotidiana y positiva, "¿no todo podía ser sufrimiento en la historia del espadachín verdad?" Pensó para si misma la chica.
Levantándose se dispuso a cocer los hakamas rotos de Yahiko mientras disfrutaba de la suave brisa de esa tarde, si bien estaba más frio que los días anteriores, las nubes de la mañana habían cedido un poco y ahora algo de sol podían disfrutar. Sin querer parecer invasiva dejo un espacio considerable entre ella y los dos hombres para que pudieran limar asperezas.
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El atardecer cayó tiñendo de rojo las copas de los arboles y techos de las casonas. El viento que había estado soplando durante los últimos días amainó de manera inesperada y la temperatura aumentó unos grados haciendo que las horas en el dojo Kamiya transcurrieran acogedora y apaciblemente.
Kenshin y Seijuro no volvieron a emitir comentario después de que Kaoru los dejara a solas y habían mantenido su posición vigilante y contemplativa sin ninguna mueca en el rostro que demostrara lo que tenían en sus mentes, de vez en cuando, la mirada de Kenshin se desviaba hacia el engawa del comedor donde Kaoru cocía apaciblemente las prendas raídas de Yahiko. El sol la bañaba con un tono carmín que resaltaba su fino perfil y largas pestañas haciendo que su estómago se recogiera ante la pacifica y bella imagen.
Hiko fingía no percatarse de las miradas furtivas que su pupilo daba a la mujer y por dentro moría de ganas de molestar al espadachín sin embargo la testaruda actitud de su discípulo lo mantenían al margen. Su Baka deshi parecía un adolescente enamorado dando pasos agigantados a una relación que ni siquiera entendía, tal como lo hizo la primera vez.
Suspirando con fuerza, finalmente giro su mirada en dirección a la chica sin intenciones de disimular que su interés se había centrado en ella. Prediciendo la reacción de su discípulo se cruzo de brazos y resopló con fuerza al sentir la iracunda mirada del espadachín sobre si mismo.
- tranquilo baka deshi… no tengo problema alguno con ella… - dijo finalmente después de horas de silencio.
Kenshin tan solo guardo silencio apretando sus manos sobre sus rodillas. Seijuro lo miro de reojo satisfecho.
- mi problema es contigo…- concluyo el hombre poniéndose de pie abruptamente haciendo que el espadachín le imitara rápidamente.
Inesperadamente el hombre se dirigió donde Kaoru quien se encontraba revisando su trabajo con una expresión satisfecha en su rostro mientras guardaba los hilos en el costurero. Sobresaltando a la chica cuando se detuvo frente a ella, el hombre la observo inquisitivamente.
- maestro…- escucho la voz de su alumno en un tono disimuladamente amenazante.
Hiko cogió el hakama que Kaoru tenía en sus manos y analizo las costuras despreocupadamente, cerciorándose que las partes zurcidas no se notaban lo que demostraba que la chica tenía experiencia disimulando rasgaduras de ropa vieja.
- Kamiya san… ¿crees que mi baka deshi aprendió su lección? – pregunto de pronto el pelinegro a la chica que lo miraba ansiosa.
Kaoru miro de reojo a Kenshin que estaba unos pasos más atrás con la mandíbula apretada para luego volver a mirar al hombre delante de sí.
- no sé a qué lección se refiere – comentó la chica nerviosa quitándole la prenda al hombre y poniéndose de pie.
- si lo sabes… - insistió
Kaoru se tenso mientras apretaba el hakama de Yahiko entre sus manos.
- no, no lo sé…- afirmó la chica esta vez más confiada, alzando el mentón desafiante.
- mhhhp – se mofó el hombre volteándose a mirar a su pupilo. – ¿estas viendo lo que yo veo, baka deshi?
Kenshin se mantuvo en silencio, sabía que su maestro no venia solamente porque quería aprender una nueva técnica de alfarería. Había algo que lo inquietaba pero no esperaba que ese algo fuera él mismo o su incipiente relación con Kaoru. Prestando atención a los movimientos del hombre Kenshin espero a que el hombre siguiera hablando.
Seijuro resoplo al ver que el espadachín se mantenía estático en su lugar y llevando sus manos a sus caderas observo el rojo atardecer con cierto aire de superioridad.
- un error lo cometes una vez, si lo vuelves a hacer es porque no has aprendido nada…
- no sé de qué hablas – le interrumpió irritado el espadachín.
- evidentemente – le dijo alzando una ceja el pelinegro – tan solo espero que realmente hayas aprendido tu última lección.
Dando una mirada de lastima en dirección a Kaoru que hizo flaquear a la joven en su lugar, el hombre anuncio que se adelantaría al pueblo y que llegaría solo al lugar donde Yahiko los había invitado. Dejando a los jóvenes solos en el dojo.
Kaoru quedó inmóvil en su lugar con la mirada fija donde el pelinegro había desaparecido sintiendo un dolor en su pecho. La mirada lastimera que le dedico le dolió, inexplicablemente sintiendo un poco de humillación. Angustiada apretó la tela del hakama entre sus manos.
Kenshin se volteo para ver la reacción de la joven ante las palabras de su maestro y se arrepintió. El rostro angustiado y dolido de la joven lo hizo sentir vergüenza y culpa de no poder defenderla de los ácidos comentarios de Hiko. El pelinegro siempre fue así con él, duro y tajante con sus declaraciones sin importarle si estas eran crueles o no, que fuera así con él no era problema pero que involucrara a Kaoru en sus disputas y retos solo para probar un punto o darle una lección era algo que realmente le molestaba.
Acercándose para recoger el costurero de la joven, subió al engawa para entregárselo a la chica e intentar aligerar el ambiente.
- Kaoru dono – dijo extendiéndole el costurero – por qué no va por su chaqueta y bokken para dirigirnos al Akabeko, seguro Yahiko ya nos esta esperando…
Kaoru se volteo lentamente a él para mirarlo, por unos segundos no dijo nada perdida aún en sus pensamientos. Empujando el costurero en su dirección Kenshin intento conseguir una reacción en la chica pero esta lo seguía observando inmóvil, casi asustada. Comprendiendo el impacto que las palabras de Hiko habían tenido en ella el espadachín llevo su mano a su rostro acomodando su cabello negro detrás de su oreja. El roce de su piel fue suficiente para que la chica reaccionara y se sobresaltara.
- h-hhai… Akabekko – sonrió nerviosamente recibiendo el costurero – iré a guardar esto…vuelvo en seguida.
Sin mirarlo a la cara la chica se apresuro en ir a guardar las cosas, el pelirrojo suspiro con pesar y dirigiéndose a su habitación para buscar una chaqueta y su vieja bufanda que para su pesar aún le recordaba a su ex mujer, se abrigo para esperar a Kaoru en el patio.
La joven apareció con su Haori purpura de invierno y un pañuelo blanco en el cuello. Su mirada seguía perdida mientras afirmaba su bokken enfundada con nerviosismo. Kenshin sintió deseos de golpear a su maestro en ese momento y sin dar espacio para que la joven se atormentara, se acercó a ella y le ofreció su mano.
- ¿caminamos? – le dijo con suavidad
- hai – acepto la joven tímidamente.
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Hiko sabia que había sido injusto y que había jugado sucio, pero no tenia tiempo que perder, debía ordenar la cabeza de su disipulo lo antes posible antes de partir a su otro destino. Su alumno era especialmente denso, muy torpe cuando se trataba de sus propias emociones y la historia había confirmado que solo reaccionaba cuando alguien que amaba se veía involucrado. Situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas…o tal vez realmente disfrutaba de ver sufrir a su alumno, aunque no le gustaba reconocerlo, siempre resentiría que decidiera abandonarlo durante su juventud.
"Los artistas somos así", pensó para sí mismo "de emociones intensas y apasionadas". Sintiendo cómo una persona le choco con su cuerpo durante su paseo por el pueblo se detuvo para observar de quien se trataba. Una figura encapuchada de estatura media se alejó de él sin decir nada despertando su interés. Su aura era extraña y parecía caminar de manera errática mientras se detenía a observar grupos de mujeres. Entrecerrando sus ojos se preguntó si debía comentárselo a su pupilo. Sacudiendo su cabeza se dio otra vuelta más buscando el famoso restaurante Akabeko, había dicho que llegaría solo pero la verdad era que estaba bastante desorientado.
-¡oooi! – de pronto vio que alguien lo llamaba desde la esquina – ¡Hiko san!
Yahiko agito el mantel que tenia en su mano, había salido a entregar una colación a uno de sus clientes más viejos del restaurante cuando vio al legendario maestro dar vueltas perdido por El centro.
- Yahiko chan…- respondió el hombre sin expresión mientras se acercaba a él,
Yahiko se tenso al oir el diminutivo pero mordió su lengua, estaba seguro que el hombre lo había hecho para molestar.
- ¿Kenshin y Kaoru no vinieron contigo?
-ohhh no, yo me adelante, pero seguro vienen cerca…
- mhh esta bien, el restaurante esta acá a la vuelta
Yahiko guió al hombre directo al restaurante donde fueron recibidos por todas las meseras del lugar. Todas habían oído cuando Yahiko le conto a Tae y Tsubame que el maestro del pelirrojo vendría a cenar y curiosas todas deseaban poder verlo. Ubicándolo en una de las mesas más cómodas y privadas del lugar las mujeres impactadas con la buena presencia del hombre le dieron un par de degustaciones como cortesía de la casa mientras esperaban al resto de los invitados.
No muchos minutos después Kenshin y Kaoru aparecieron en la puerta, ambos con una expresión tensa en el rostro cuando fueron dirigidos donde ya estaba Hiko y el muchacho.
- ya era hora – se quejo Yahiko tirando de la mano de Kaoru para que tomara asiento.
La joven asintió dejando su espada a un costado siendo imitada por el espadachín y después de unos minutos de incomodo silencio Yahiko se atrevió a hablar.
- ettooo…- dijo rascando su cabeza – hoy tenia pensado invitarles a comer un Oknomiyaki especial del Akabeko, pero antes pesé que una buena sopa de cerdo y vacuno nos haría bien…
- lo que sea que decida Yahiko estará bien – le sonrió el pelirrojo amablemente.
- hai – asintió Kaoru sin atreverse a hacer contacto visual con Hiko.
- muy bien, entonces ordenaré.
La cena fue muy incomoda, aunque la comida estaba deliciosa y Yahiko tratara de amenizar el ambiente tratando de iniciar conversación con los adulto de la mesa, sus esfuerzo fueron en vano. Kenshin respondía amablemente a todo lo que él decía pero Hiko era un ser que de momento lo único que sabia hacer de momento era comer mientras Kaoru por su parte parecía perdida en sus pensamientos y no respondió a ninguna de las provocaciones que el niño había lanzado contra ella.
Rindiéndose, el chico termino de comer en silencio decidido en concentrarse en los sabores de su comida, los adultos eran muy extraños, el no sería así, o eso se proponía.
- ¡Kaoru san! – de pronto Tae se acerco a ellos para saludar – ¿como están?, me entere que anoche los atacaron.
Dijo con preocupación mirando al pelirrojo, esto despertó la atención del invitado en la mesa.
- Hai…estamos bien – respondió la pelinegra insegura mirando en dirección al pelirrojo – no fue nada planificado…
- ¿nada de venganzas raras? – pregunto con un poco de desconfianza la chica mirando al espadachín.
- no podemos estar seguros aún, pero no lo parece – indico el espadachín cruzándose de brazos incomodo.
- espero que no sea nada…- suspiro Tae – ya es suficiente con todo lo que ambos han sufrido…
Tae apoyo su mano sobre el hombro de Kaoru y esta hizo un sonido de incomodidad removiéndose bajo la mano de su amiga quien rápidamente la saco.
- Gomen, dije algo inapropiado – se disculpo Tae llevando una mano a su boca.
- Ie, esta bien que esté preocupada – la tranquilizó Kenshin notando como Kaoru se había tensado – Sessha tiene un prontuario que lamentablemente lo antecede…
Kaoru se volteo bruscamente para mirar al pelirrojo y golpeando sus palillos fuertemente contra la mesa aclaro su garganta.
- no es nadie de tu pasado…- afirmó con seguridad la chica clavando su mirada en los ojos amatistas del espadachín – quien sea el responsable será capturado y apresado como corresponde.
- cierto – afirmo Tae
Hiko escucho atento la conversación, curioso por oir más sin embargo el cambio de tema fue inevitable.
- por cierto Kaoru, hoy me dieron la fecha y programa del festival – sacando un papel de su manga se lo entrego a la joven.
Kaoru lo leyó rápidamente con atención casi había olvidado la actividad del festival.
- si quieres cuando termines puedes unirte a la reunión de coordinación que tendremos en mi casa.
-arigato – asintió poco convencida la chica.
- no hay de qué, por favor continúen con su comida – sonrío la mujer retirándose.
Kaoru observo como su amiga se alejaba pensando en qué tal vez sería buena idea pasar a ver a la mujer después de cenar para poder despejar su mente y las inseguridades que la visita de Hiko habían despertado en ella.
