STRAWBERRY ICE – CREAM

Esa mañana, había llegado a Shohoku una alumna nueva. Esa chica era consciente de que todas las miradas estaban puestas sobre ella pero no le importaba. El día anterior había visitado aquel centro para entregar unos papeles y había aprovechado para asistir al entrenamiento del club de baloncesto de ese lugar. Pero no le había sorprendido su manera de jugar. En ese momento, cuando estuvo a punto de entrar en el edificio, sacó su móvil de uno de los bolsillos. Lo abrió y leyó:

¿No podemos saltarnos el entrenamiento hoy? ¡Ah! Y no te metas en líos, que te conozco.

Esa chica suspiró guardando el móvil. "Se preocupa por todo… aunque… creo que me comportaría igual…" pensó esa joven. Mientras se ponía su calzado, pensó en lo que le contestaría aunque al final no se le ocurrió nada. Subió hasta su clase notando como las miradas de los alumnos se posaban sobre su espalda. Pero cuando subió las escaleras que llevaba a la planta de los alumnos de primero, se resbaló y comenzó a caer hacia atrás hasta que notó que un brazo la sujetaba por la cintura. Esa joven se quedó mirando al chico que la sujetaba. Él era alto, piel blanca y de cabello moreno. Lo que más le llamó la atención fue sus ojos azules hielo que la observaban con enfado.

-Gracias – le dijo ella mientras se reincorporaba y terminaba de subir las escaleras. – Si no hubieras estado ahí, me hubiera dado un buen golpe – le sonrió la chica pero el muchacho se marchó hacia una de las puertas de ese piso. - ¡Oye, te estoy hablando!

Ese muchacho se giró para mirar a la muchacha que le había gritado con seriedad. La miró de arriba abajo. Era una joven que tenía el cabello castaño pero parecía que lo tenía rubio debido a la claridad del tono. El pelo le llegaba por los hombros y lo tenía completamente liso aunque las puntas las tenía un poco rizadas. Su piel era blanca que le daba un toque de porcelana y sus labios tenían un leve color rosa, al igual que sus mejillas. Los ojos, se pudo ver unos preciosos ojos verdes, pequeños y rasgados como los de un gato. La vestimenta era una camisa blanca de manga corta abotonada dejando los botones, de color negros, superiores abiertos. Los filos del cuello y de las mangas estaban bordados en plata y después un trozo en gris, con el logo de una luna creciente en el brazo izquierdo. En el cuello, había un lazo en color azul pero estaba sin atar. En cuanto a la parte inferior, llevaba una falda gris que comenzaba en el abdomen y terminaba por la mitad del muslo. Esa prenda tenía tres botones a cada lado, en color blanco, en forma de decoración y una línea blanca al lado de los botones. Sus uwabaki eran blancas con las puntas blancas con bordados de oro y grisáceos. "¿De dónde será esta chica?" pensó el muchacho.

-¿Sabes que es de mala educación no contestar cuando una persona te está hablando? – Le reprochó ella con las manos en la cintura. – ¡Ah! Claro… eres el típico chico antisocial que se mantiene alejado de los demás por…

-Tú no sabes nada de mí – masculló molesto.

-Es lo que dejas ver con esa actitud – se cruzó de brazos.

Ese muchacho, molesto, la cogió del cuello de la camisa y se la acercó a su rostro. Ambas miradas se encontraron en ese momento produciendo que, sin que ellos se dieran cuenta, un sentimiento estaba comenzando a florecer en sus corazones. Ambos miraban al otro fijamente. No iban a dar su brazo a torcer. Ella no se dejaba intimidar por un chico que era un año menor que ella y él no iba a ser intimidado por la mirada de esa chica. De pronto, un profesor llegó corriendo y los separó. Aun así, sus miradas todavía seguían mirando al otro.

-Rukawa, ¿cómo se te ocurre coger a una chica de la camisa? – Le regañó el profesor pero él no contestó. - ¡Rukawa!

-No se preocupe, profesor. No sería la primera vez que me cogen del cuello de la camisa – respondió la muchacha sonriendo al profesor pero acabó mirando nuevamente a Rukawa.

-Aun así, está muy feo que un chico trate así a una chica – dijo el hombre con los brazos cruzados. – Rukawa, después de clase, se quedará conmigo castigado.

-¿Qué…? ¡No! – Exclamó Rukawa.

-Habérselo pensado antes de tratar así a una chica – dijo antes de marcharse.

La muchacha se quedó mirando al profesor que se acababa de marchar y luego al muchacho que apretaba los puños a cada lado de su cuerpo. Aquello hizo que se sintiera mal. Sin decir nada, Rukawa se marchó de ese lugar. La chica torció la boca hacia un lado y se encaminó a las aulas de segundo curso. Durante todo el día, la muchacha no paró de pensar en los ojos de ese chico mientras observaba por la ventana y apenas atendió al profesor que explicaba la lección de matemáticas. Más de una ocasión fue regañada pero la chica seguía sin prestarle atención. Algo rondaba por su mente. El hombre, al ver que era inútil que siguiera regañándola, continuó con su clase. "¿Por qué acepté a venir a otra prefectura?" Pensó y dejó escapar un suspiró que exasperó al profesor. "Odio esto… odio ser la nueva..." pensó sin poder evitar suspirar de nuevo. En la hora de comer, se dio una vuelta por el instituto para ver sus instalaciones y se detuvo cuando llegó al campo de fútbol y aprovechó para contestar al mensaje. Decía:

No, no podemos saltárnoslo. Llevamos mucho días sin entrenar. Lo siento.

Se sentó sobre la hierba para observar el campo mientras que apoyaba su cara en sus manos. Ver un campo de fútbol y tatarear una canción siempre le relajaba. Aun así, lo que había pasado con ese chico esa mañana todavía no se lo había quitado de la cabeza pero, no sólo por eso no podía quitarse a ese chico de la cabeza. Su mirada y esos ojos azules le habían llegado hasta el fondo. El sonido de su móvil vibrar la sacó de sus pensamiento. Le había llegado un mensaje. En él ponía:

¡Por favor! Te lo compensaré con un pastel de fresa. No te lo pediría sino fuese necesario. ¡Por favor!

Esa joven suspiró cansada. Le respondió un vale y guardó el móvil nuevamente en el bolsillo de la falda. Cuando se levantó para volver a clase, decidió ir a la sala de profesores e intentar convencer al profesor para que levantase el castigo a ese chico. No se merecía estar castigado por su culpa… en gran parte claro. Los alumnos de primero se quedaban mirándola y cuchicheaban a su espalda. Al llegar a la puerta de los profesores, se quedó parada. Al entrar, buscó al profesor que había intervino esa mañana y, tras divisarlo, se acercó a él con decisión. En ese momento, se dio cuenta de algo.

Rukawa se encontraba en la azotea mirando el horizonte pero también estaba recordando los ojos verdes de esa chica. Él no era violento con las chicas pero esa chica le había sacado de quicio tan sorprendentemente fácil que le había molestado. De pronto, la imagen de esa chica apareció en su mente. Para borrar la imagen de esos ojos verdes, movió la cabeza hacia los lados, frustrado consigo mismo. Llevaba toda la mañana sin poder evitar pensar en esos ojos verdes. Era la primera chica que lo miraba de esa manera y lo tenía completamente desconcertado. Se pasó una mano por el cabello, echándoselo hacia atrás. Un ruido proveniente del patio, hizo que se acercase hacia barandilla y se sorprendió al ver a la chica de esa mañana intentando agarrarse a la rama del árbol. Abrió los ojos, sorprendido al ver que lo había conseguido y que se sentaba en esa rama y se puso a comer un sándwich mientras movía las piernas hacia delante y hacia atrás. Sin poder evitarlo, se apoyó en la barandilla y se puso a observarla mientras se comía su comida. "Parece… un hámster comiendo. Que chica más rara" pensó sin poder quitar su vista sobre ella.

La hora del entrenamiento llegó y el jugador que llevó el dorsal número once se sorprendió cuando el profesor le dijo que no estaba castigado. Aquello no lo entendió pero no se quejó ni replicó. Lo único que quería era jugar al baloncesto. Por el camino hacia el gimnasio se encontró con aquella chica que miraba el lugar de entrenamiento del club de baloncesto desde la puerta, con las manos hacia atrás y el cuerpo hacia adelante. Se quedó un rato observándola hasta que, arqueando la ceja, entró en el vestuario para cambiarse. Al salir, la chica seguía en la misma posición. Caminó hacia ella y le dijo malos modos:

-Aparta.

La chica, al escuchar la voz, se reincorporó y se dio la vuelta. Rukawa se desconcertó cuando observó que le estaba sonriendo. Con educación, le hizo una leve reverencia y luego le ofreció la mano diciéndole:

-Mi nombre es Mai Saionji. Debes disculparme por lo que te dije esta mañana.

Como era natural, él no le respondió ni le estrechó la mano. Mai, al ver que no se la iba a estrechar, la apartó poco a poco hasta esconderla de nuevo en su espalda. Aun así, su sonrisa no desapareció en ningún momento.

-Para que veas que mis disculpas son sinceras, después del entrenamiento, te invito a una hamburguesa. ¿Qué dices? – Le ofreció la chica.

-Paso – dijo él fríamente y caminó hacia el gimnasio pero al pasar por el lado de la chica, ella le cogió del brazo.

-Deberías no rechazar mi oferta. Soy un año mayor que tú…

-No pienso ir contigo a ningún lado – le interrumpió él.

-…Está bien, ¡como quieras! Pero que sepas que si te lo he dicho era para disculparme. No quiero tener problemas para el mes que voy a estar en este instituto – habló molesta, soltándolo, y se marchó de ese lugar.

Rukawa se quedó sorprendido. Normalmente era él quien se marchaba y dejaba a las chicas sin saber que decir ni que hacer. Por primera vez le habían dado de su propia medicina y no le gustaba. Frustrado, salió detrás de la chica. La encontró casi saliendo de ese pasillo. La cogió del brazo, la acorraló contra la pared y puso los brazos a cada lado de la cabeza de la chica. Ambas miradas se encontraron una vez más y, otra vez, sintieron esa sensación que habían sentido esa mañana. No eran conscientes de las miradas de los alumnos sobre ellos. Para cada uno sólo existía el otro. Ryota y Sakuragi, que habían ido en busca de su compañero, se pusieron a expiar lo que hacía el número once. Al verlo que estaba con una chica, el chico pelirrojo comenzó a sentir mucha rabia pero luego pensó "si Rukawa comienza a salir con esa chica, tendré vía libre con Haruko". Una risa apareció en el rostro de Sakuragi bajo la extraña mirada de Ryota. Rukawa, como si estuviera hechizado por esos ojos verdes, se acercó a la muchacha y le besó delante todo el instituto. Las chicas, las fans del jugador, gritaban como locas, los alumnos miraban la escena, sorprendidos, y alguno con un leve rubor en las mejillas. Mai tenía los ojos abiertos pero en ningún momento apartó al chico moreno. Estaba tan sorprendida que su cuerpo no reaccionaba a lo que su mente pensaba. Se fueron separando lentamente y se quedaron mirándose sin saber qué hacer ni que decir.

-Etto… - comenzó a decir ella.

-Nos vemos en la puerta después del entrenamiento – le dijo él separándose del todo de ella y se marchó de nuevo hacia el gimnasio dejando a una descolocada Mai.

Sin saber por qué, Mai estuvo esperando a ese chico apoyada en el muro que rodeaba el recinto. El viento que se había levantado mecía su cabello hacia un lado. Se giró para comprobar si aparecía pero no daba señales de vida. Se reincorporó, dejó escapar un suspiro con los ojos cerrados y decidió marcharse. No iba permitir que se sintiera orgulloso de haberle dejado plantada. Cuando estuvo a punto de alejarse, escuchó que decían:

-¡Eh! ¡Tú! ¡La muchacha de ahí!

Mai se dirigió y se sorprendió al ver que se trataba del chico de esa mañana. El tal Rukawa. El muchacho se acercó a ella corriendo y se quedó mirando la cara de sorpresa que había puesto al verle aparecer. Minutos después, caminaron hacia el centro de la ciudad donde se dirigieron a un restaurante familiar y se sentaron en la terraza de dicho lugar. Ella, como no conocía la ciudad, tuvo que dejar que Rukawa la guiara. No muy lejos de donde ellos estaban, los chicos de Ryonan se dirigían hacia el restaurante de fideos de la familia de su ex capitán. Hikoichi, que había mirado hacia el lado contrario sin saber por qué, se encontró con el jugador estrella del equipo rival sentado con una chica en la terraza de una cafetería. Nada más verla, supuso que la había visto en algún lugar pero no caía en ese momento. Uekusa, al notar que su compañero se había detenido, se acercó a él y le preguntó:

-Hikoichi, ¿qué haces aquí parado?

-Oye, Uekusa. La chica que está sentada con Rukawa…. ¿no se parece a…?

-¿A Saionji? – Terminó diciendo el muchacho de cabeza rapada. – La verdad es que es ella… - se cogió la barbilla. – Pero lo extraño es que estaba con Sendoh cuando nos hemos ido.

-¿Qué le ha dicho el médico de la enfermería? ¿Es algo grave lo del golpe? – Preguntó Koshino.

-No. Le ha dicho que se quede unos días en casa, descansando, pero que pronto se pondrá bien – respondió el Shooting Guard con los brazos cruzados. – Pero ha tenido suerte. Caerse de una segunda rama de un árbol y darse un leve golpe…. Yo creo que me hubiera partido la pierna al menos.

-Pero, ¿cómo narices se ha subido? ¿El profesor no la he detenido? Ya verás cuando llegue a su casa. Sus padres pueden denunciar al instituto – habló Ueda.

-Ahora que me doy cuenta…. ¿ese de ahí no es Rukawa? – Habló agudizando la vista otro miembro del equipo.

-¿Saionji conoce a Rukawa? – Al ver que la joven comenzaba a reírse, abrazándose la barriga. – Pobre Sendoh – habló alguien del equipo. – Parece que esa chica le gusta Rukawa… - ese comentario hizo que todo el equipo le mirase de golpe. – Es lo que noto. Puede que gustarle no pero que hay algo o que ha pasado algo entre ellos, seguro.

-Yo no creo que sea Saionji. Es cierto que es idéntica a ella pero Sendoh ha ido a la enfermería a por ella – opinó Sugadaira arroscándose debajo de la barbilla. – Lo sé porque he ido a avisar a Sendoh de que nos íbamos y me los he encontrado en la enfermería.

-Y ya te ha dicho que ahora iba con ella, ¿no? – Sugadaira asintió con la cabeza. – Pues quizás haya pasado de Sendoh para irse con Rukawa. Al fin y al cabo, no la conocemos bastante.

Detrás de unos maceteros que dejaban ver lo que ocurría en la terraza, se encontraban Mitsui, Miyagi y Sakuragi espiando lo que su compañero hacía. Desde que lo habían besarse con esa muchacha, se aguantaban la risa para no reírse delante de él. Los chicos de Ryonan continuaron su camino pero antes de poder seguir, observaron como aquella chica sacaba algo del bolsillo de su falda y, tras unos segundos, se levantó de la silla preocupada y se marchó corriendo, no sin antes dejar su parte de la cuenta sobre la mesa. Rukawa se quedó desconcertado al ver que ella se marchaba pero no pudo apartar la vista sobre ella. El jugador número once se percató que se había dejado el bolso, se levantó corriendo y, tras pagar la cuenta, se marchó corriendo. Los muchachos del Ryonan al percatarse que se dirigían hacia el restaurante de Uozumi, se miraron los unos a los otros.

Al cabo de un rato, Rukawa llegó a la puerta de una tienda de fideos y su rostro se puso serio cuando vio a Sendoh en la puerta del local hablando con esa chica. Por alguna razón, no le gustó verle hablar con él. Permaneció unos minutos apartado viendo como esa chica hablaba tan felizmente con su rival. "¿De qué lo conoce?" Pensó molesto sin querer. Con su habitual semblante y molesto consigo mismo por molestarle algo de esa chica que acababa de conocer, se acercó a esa joven y le dijo:

-Te has dejado esto.

-¿Quién…? – Se quedó mirando el bolso. – Eso no es mío.

-Sí, lo es. Te lo has dejado cuando te has marchado – la chica miró a Sendoh sin entender nada. – Toma – se lo dio bruscamente.

-Oye… ¡Espera! – Gritó la muchacha con el bolso en las manos. - ¿Quién era ese, Akira? – Giró la cabeza para mirar al muchacho con el que estaba y se sorprendió al ver que se encontraba serio. – Oh… ¿no me digas que estas celoso? – Le miró con una pequeña sonrisa. Sendoh no pudo evitar sonreír.

-No lo puedo evitar. Eres mi novia. Creo que es natural que tenga celos – al oír decir aquello, la muchacha castaña se mordió el labio. – Al igual que tú los tienes.

-Esta noche te daré mil razones por las cuales no debes de tener celos – le dijo con una sonrisa lujuriosa y posando sus brazos alrededor de sus hombros. - ¿Qué me dices?

-Que nos vayamos ahora mismo a mi piso – ella soltó una carcajada echando la cabeza hacia atrás.

A la mañana siguiente, Rukawa estaba de humor de perros y no entendía por qué. Al dejar su bicicleta en el parking que el instituto tenía para las bicis de los alumnos y profesores, se dio cuenta que la chica del día anterior se encontraba apoyada en la pared mientras le sonreía. Sus manos estaban en su espalda. Ella, al observar que él la estaba mirando, se despejó de la pared y se acercó al chico de mirada zorruna. Se detuvo a unos pasos de él pero ninguno de los dos decía nada. Aquella sonrisa le molestaba al jugador de baloncesto y más desde que la vio hablando con Sendoh la tarde anterior. Entonces, de pronto, ella habló:

-Lo siento por lo de ayer. Mi tío me llamó diciendo que tenía que ir al hospital…

-Te vi – le cortó él con mala gana. Ella le miró extraño y su sonrisa se esfumó. – Te vi con Sendoh de Ryonan.

-¿Sendoh de Ryonan? – Repitió ella dudosa. - ¿No me digas que Sendoh está en esta prefectura? – La cara de asombro de la chica era tan buena que Rukawa se creyó que no sabía aquel hecho. - Ahora entiendo porque Mao desapareció la noche en que llegamos… - murmuró para sí.

-¿Te sorprende que un chico esté en esta prefectura cuando ayer estuviste con él? – Habló molesto. Ella le miró sorprendida.

-De verdad, no sé de qué me hablas. Yo ayer me fui directa al hospital – le dijo pestañeando.

-Hazme un favor – se había quedado a escasos centímetros de su rostro. – Piérdete.

Y se marchó de ese lugar. Mai se quedó sin saber por qué ese muchacho se había cabreado con ella cuando era real que se había marchado al hospital ya que una amiga se había retorcido el tobillo y había ido a buscarla. "Sin duda, este chico es muy raro… ¿Dónde estará mi bolso?" Pensó con una mano en la cintura y con la boca torcida. Negó con la cabeza y se dirigió hacia la entrada del edificio donde una chica la estaba esperando con unas muletas. Esa chica tenía el cabello cortado en una melena bob ondulada y rubio con un flequillo echado hacia un lado. Poseía unos preciosos ojos color café que siempre iban adornados con unas largas pestañas de color negro intenso. Sus labios no tenían color y se encontraba sonriendo a pesar de ir en muletas. Rukawa, que se estaba poniendo sus uwabaki se quedó mirando a ambas chicas y se sintió mal por haberle hablado de aquella manera cuando, al parecer, le había dicho la verdad. Se marchó de ahí, molesto consigo mismo y por lo que esa chica castaña le hacía sentir. Mientras tanto, Mao continuaba en la puerta del edificio junto a esa chica con las muletas.

-¿No deberías estar guardando reposo como te dijo mi tío? – Le preguntó de pronto Mao a la chica.

-Quiero hablar con Mao. La semana que viene, vienen las demás y quiero preguntarle si sabe a dónde vamos a ir cada una – respondió la muchacha con moviendo la cabeza.

-Aquí no la encontrarás. Además, esta mañana iba al hospital para que mi tío le examinase – se cruzó los brazos.

-Parece que en este instituto hay chicos interesantes…. – comentó la muchacha rubia con la fija en un chico que se acercaba a ellas que tenía las manos en los bolsillos de los pantalones y llevaba una bolsa de deporte cruzada. – Quizás no podamos elegir donde entrar pero… me encantaría estar en este instituto…

El chico que miraba tenía el cabello negro y corto. Sus ojos eran azules y tenía una cicatriz en la barbilla. Mai miró hacia donde miraba su amiga dirigía su mirada y arqueó la ceja pero acabó suspirando. Sabía que a su amiga le gustaban los chicos con aires macarras y siempre se veía metida en peleas y en problemas con la policía por esos gustos. Ese muchacho, al darse cuenta que aquella chica desconocida lo estaba observando, se sonrojó y se metió corriendo dentro del edificio. Pero aun así, la muchacha rubia no le quitó los ojos de encima.

-Yuna, por favor. No vayas a montarla en esta ciudad, ¿vale? Lo digo porque si no nos tendremos que marchar todas…

-Tranquila, Mai. Mis padres y los profesores me lo han advertido. Prometo que no me meteré en líos – con una mano cogió ambas muletas y levantó la mano que tenía libre. – Además, soy la Vicepresidenta del Comité Estudiantil. Debo ser responsable cuando fuera de la ciudad – le guiñó un ojo divertida. – Sub capitana, ahora me tengo que ir. Creo que me queda un rato para llegar al instituto donde se encuentra Mao. Esperemos que la jefa esté de bueno humor.

-Yo de ti no la llamaría así. La gente podría confundir las cosas – le miró con los brazos cruzamos. – Creo que ya tenemos bastante en Shimane.

-Eso es porque en Shimane ya tenemos nuestra fama – le guiñó un ojo divertida y, en ese momento, los móviles sonaron a la vez.

Ambas chicas se miraron desconcertadas. Era extraño que los móviles sonasen a la vez ya que eso decía que era algo que les comprometías a todas. Mai se acercó a su amiga para sacar el teléfono del bolsillo de la falda y miraron juntas los mensajes que les acaba de llegar. En ellos ponía:

Asunto: Reunión dentro de 20 minutos.

Lugar: Danny's (Centro ciudad de Kanagawa)

Motivo: White Wild Beasts.

Las dos amigas se miraron y sus miraron se tornaron serias. Sabían que cuando aquel nombre aparecía era que el asunto era bastante serio. Mai, consciente de que debía ir a clase, miró a su amiga y ambas comenzaron a caminar hacia la salida. Yuna todavía no era alumna de Shohoku por lo que se podía marchar sin ningún problema pero Mai sí lo era. Aun así, como se aburría como una ostra en clase, le daba igual asistir o no. A pesar de haberle prometido a sus tíos asistir, no podía negarse a no ir. Rukawa, desde el pasillo de las aulas de primero, observó cómo esa chica se marchaba junto a la otra y salían del recinto. Aquello le extrañó. Negó con la cabeza para no darle más importancia y se marchó a su aula pero algo en su interior, le presionaba el pecho. "¿Por qué siento esto tan extraño? ¿Por qué siento que está metida en algo peligroso?" Su mirada era más fría de lo habitual y eso hacía que los alumnos se apartasen, con miedo, hacia un lado. El jugador de baloncesto se detuvo de pronto cuando a una chica detenida delante de él. La chica tenía las mejillas sonrojadas y le miraba tímidamente.

-Etto… Rukawa…. yo… - comenzó a decir la chica con un sobre las manos.

-Aparta – le dijo fríamente.

Sin decir nada más, el chico continuó su camino. No le interesaba ninguna de las chicas de su instituto. Se podría decir que sólo había una que le interesaba y esa era aquella chica de ojos verdes que, a pesar de haberla tratado de aquella manera, no le había dado una mala cara en ningún momento. Esa noche, por primera vez en su vida, se había quedado dormido pensando en algo que no fuese el baloncesto. Frustrado, dio un puñetazo a la pared. Aquello provocó las miradas incrédulas de sus compañeros. ¿Qué era lo que le pasaba a ese chico?