LIMON ICE –CREAM

Mao paseaba junto a dos chicas más por la ciudad de Kanagawa. Ella y otra chica iban vestidas parecidas, aunque se podía distinguir quien era quien. Al menos, quienes las conocían, lo sabían y las distinguían debido al largo del cabello. De pronto, Mai se paró delante de un escaparate de una tienda de peluches y se quedó mirando aquellos animalitos que se exponían en ese lugar. Mao y Yuna se detuvieron unos pasos más adelante y Mao se cruzó de brazos. Sabía la adoración que tenía por los animales de peluches y la gran cantidad que tenía sobre su cama. Aunque debería darle igual, eso no ocurría. Ambas compartían habitación y los peluches siempre acaban cerca de su cama y más de una vez por poco se cae de boca al suelo al pisar uno.

-¡Que monada de mono! ¡Lo quiero! – Murmuró Mai sin quitarle la vista a los peluches.

-Mai, ya tienes muchos – replicó Mao arqueando una ceja.

-Pero, Mao, no tengo un mono – le hizo un puchero. – Sólo uno más.

-Haz lo que quieras pero, recuerda lo que te voy a decir; como después de comprarte ese mono entre un solo peluche más, tú sales de la habitación. Debes pensar que todos no cabemos en la habitación.

-¡Sí! Lo recordaré – le sonrió Mai. – Esperadme aquí. No tardaré.

Mao suspiró mientras que Yuna le miraba divertida. La obsesión por los peluches de Mai le traída dolor de cabeza a Mao y todos lo sabían, incluso la propia Mai. Mientras esperaban, decidieron hacerlo apoyados en la barandilla de metal que separaba la acerca de la carretera. En ese momento, los muchachos del equipo de Shohoku paseaban por la misma acerca cuando se quedaron sorprendidos al ver a esa joven apoyada sobre la barandilla. No les estaba mirando pero sabían que era aquella chica que Rukawa había besado delante de todo el instituto. Los chicos, que se habían parado a observar a esas dos chicas, no entendían por qué Rukawa la había besado. ¿Qué había visto en esa chica? Mientras tanto, en la otra acera, se encontraba los chicos del Ryonan. Sendoh, al ver a su novia sentada sobre la barandilla de la acera, sonrió. Sólo había pasado tres días desde que se había caído de aquella rama pero no había sido nada grave. Sólo unos días en casa y podría volver a clase. En una semana cumplirían dos años de noviazgo y ya casi tenía todo preparado para pasar un día inmemorable junto a la chica que amaba y sobretodo, esperaba ansioso darle el regalo que le había preparado. Observó cómo su novia se ponía a hablar con la otra chica con la que estaba y que se sujetaba con unas muletas.

-¿Por qué esta mujer tarda tanto? – Habló molesta Mao y con los brazos cruzados.

-Se habrá detenido mirando más peluches – bromeó Yuna haciendo que Mao le mirase mal.

-Mira que se lo he dicho. Como se le ocurra aparecer con dos o más peluches, me la… - se quedó mirando hacia la derecha y se calló.

-¿Qué ocurre, Mao? – Preguntó Yuna al ver que se quedaba callada de pronto. - ¿Ese no es…?

-Sí. Ahora vuelvo – se despegó de la barandilla.

Sendoh se quedó mirando hacia donde se dirigía su novia pero la perdió pronto de vista. No sabía por qué pero no le gustaba que se alejase de su amiga que parecía que no podía dejar de mirar por donde ha venido. "Sea donde quieras hayas ido, por favor, no te metas en líos" pensó el jugador de baloncesto comenzando a caminar detrás de sus compañeros de equipo. Sus compañeros se dieron cuenta como miraba a aquella chica y sonrieron de medio lado mientras sus miradas reflejaban picardía.

-¿Uh? ¿Dónde está Mao? – Dijo Mai cuando salió de la tienda con un enorme peluche de un mono marrón entre sus brazos.

-Ha ido a encargarse de "eso" – le contestó Yuna acercándose a su amiga.

-¿Sola? Yuna, que hace unos días se cayó de un árbol. Si ahora se ocupa ella sola… podría hacerse más daño – le regañó Mai pero estaba preocupada.

-Tranquila, Mai. Estoy bien – habló una voz al lado de ellas al cabo de unos minutos.

Mai, al ver que Mao se encontraba bien, dejó caer el peluche enorme al suelo y se tiró a su cuello para abrazarla. Mao la miró con cariño y terminó abrazándola también. Durante el rato que permanecieron abrazadas, Mao estuvo bromeando y metiéndose con Mai que no había manera de que la soltase, hasta que la segunda chica se percató que había dejado caer su peluche nuevo. Después de unas risas, las tres chicas continuaron su camino hasta que llegaron a una Joyería donde Mao tenía algo encargado. Rukawa, al ver que se había detenido, decidió acercarse a esa joven que llevaba días ignorando. Mai se sorprendió al verlo por la ciudad. Ella miró a su amiga sin entender nada. Yuna miró varias veces a Mitsui de arriba abajo con una mirada que lo decía todo. Ese chico le llamaba la atención pero bastante. Rukawa y Mai se estuvieron mirando durante unos segundos hasta que la chica de ojos verdes apartó la mirada.

-Ey, Saionji. ¿Por qué no has ido estos días a clase? – Le preguntó Ryota ya que ambos estaban en la misma clase.

-Mi hermana se cayó de un árbol y he estado cuidándola estos días – respondió la muchacha de Shimane. – Además, no sólo a ella sino que a Yuna también he estado cuidando.

-¿Quién es Yuna? – Preguntó el chico que utilizaba el dorsal número siete.

-Yo soy Yuna. Mucho gusto – dijo la muchacha rubia con la melena bob ondulado.

-¡CHIIIIIIICAAAAAASS! – Gritó alguien a sus espaldas.

Las dos muchachas se dieron la vuelta ya que reconocían aquella voz. Corriendo hacia ellas, una chica que tenía el cabello castaño caoba que le llegaba por la mitad del brazo. Los rizos que adornaban su cabello caían sobre sus hombros como una cascada. La piel de la muchacha era rosácea con los labios ligeramente pintados de rosa. Sus ojos, azules como el mismísimo mar, hacían que muchos se quedasen hipnotizados nada más verlos. Tenía, también un busto algo pronunciado. Yuna y Mai se miraron sorprendidas ya que no se esperaban tan pronto a esa chica. Iba arrastrando una maleta, por lo que supusieron que acababa de llegar a la ciudad.

-Hinata…. ¿cómo sabías que estábamos aquí? – Preguntó Mai sorprendida.

-Le he preguntado a tu hermana pero me ha dicho que estaba ocupada y… bueno, que ha sido ella quien me ha dicho que estabais en el centro – respondió con una sonrisa. – Por cierto, ¿dónde está?

-En la Joyería. Dinos, Hinata. ¿Has venido tu sola? – Inquirió Yuna todavía sorprendida.

-Sí. Las demás dicen que se irán directamente a Hiroshima cuando llegue el momento. Pero si hablan con Mao quizás vengan aquí y nos vayamos todas juntas. Hay algunas que quieren ver a los chicos de aquí – contestó y levantó las cejas. Mai y Yuna negaron con la cabeza. Ya sabían a quienes se referían. – Además, Yuka me prometió que me enseñaría surf.

-¿Surf? ¿Para qué? – Las dos chicas hablaron a la vez y no pudieron evitar negar con la cabeza.

-Mao te puede enseñar cuando quieras. Pero creo que la semana que viene hace dos años con el novio así que… no sé si te enseñará ahora.

-¿Dos años ya? Dios… sí que han durado a pesar de estar separados – comentó Yuna al saber aquello.

-Lo extraño es que su novio no le haya engañado todavía – comentó Hinata que se cruzó de brazos por debajo de los pechos.

-¿Quién te dice que no lo ha hecho? Sólo que si lo ha hecho, no se enterará porque nadie se lo dirá – habló Yuna.

-Chicas… él la quiere mucho como para engañarla. Lo conocemos de la Secundaria… bueno, yo sólo lo conozco de vista pero puedo decir que, de las pocas veces que los he visto juntos, no he visto que otro la mirase como él la mira. Con verdadero amor. Así que puedo poner la mano en el fuego porque él no le ha mentido con otra – proclamó Mai.

-Y conociendo a Mao, si él se atreve a engañarla…. – Yuna hizo como si sus dedos fuesen unas tijeras y luego cortó algo al aire.

-Además de eso, mi hermana no hubiera venido a Kanagawa a verlo – agregó Mai con los brazos cruzados. – Y te digo, que no sé por qué, pero ella se entera de todo.

-Saionji, ¿esas chicas y tú…? – Comentó Ryota sin atreverse a acabar la frase.

-Sí. Las tres vamos al mismo instituto – respondió Mai con una sonrisa en los labios, haciendo que Rukawa la mirase sorprendido.

-¿Y cuándo volverás a clase? – Preguntó Ayako con los brazos en garras.

-Dentro de tres días. Mi hermana tiene que ir al Hospital pasado mañana y, como no hay nadie que se pueda quedar con ella, pues me toca a mí quedarme hasta que el médico le diga que puede volver a clase – encogió un poco de hombros.

-¿Cómo que no hay nadie que pueda hacerse cargo de tu hermana? - Habló malamente Rukawa. Todos le miraron sorprendidos, incluidas las tres chicas que estaban enfrente.

-Mi hermana se cayó de un árbol hace tres días y se dio un golpe fuerte en la cabeza y en el cuerpo. Aunque ya está algo mejor, no puedo dejarla sola – le contestó Mai en el mismo tono. – Además, no pasa nada que no asista a clase. Sólo estaré este mes y luego no nos volveremos a ver nunca más – se marchó hacia dentro de la Joyería, molesta.

Mai buscó, desde la puerta de la tienda, a la joven que poseía el mismo color de pelo que ella. Le había molestado que ese chico le hablase de aquella manera. Sabía que su hermana se podía quedar sola en la casa de sus tíos pero no se fiaba de ella. Conociéndola, no se quedaría quieto ni un minuto ni reposaría como le había dicho el médico. La encontró hablando con una de las empleadas sobre un mostrador de cristal. Se acercó a ellas con una sonrisa y se quedó mirando la pulsera de plata donde había algo escrito. Se fijó mejor y comprobó que eran las iniciales de esa chica y de otra persona. Mao le miró tras coger, por los extremos, aquella pulsera.

-¿Te gusta? – Le preguntó Mao.

-Sí, es preciosa. Seguro que a él también le gusta – contestó la muchacha. – Pero… ¿Qué quiere decir esas letras?

-¿Mh? ¿Qué letras?

-Estás – señaló pero sin tocar la pulsera.

-Ah… jajaja. Esto es lo que me dijo Akira cuando se me declaró. Intentó decirme que me quería pero le salió Aishotemaoko. Se lió con las palabras.

-Tu novio es un chico bastante extraño – sentenció Mai poniendo una cara rara.

-Lo sé, por eso le quiero – rió la muchacha del pelo largo. - ¿Lo puede envolver? – Le dijo a la dependienta.

-Claro, ahora mismo – respondió la mujer.

Tres días después Mao regresó a clases. Como era normal, los cuchicheos al verla pasar resonaban por los pasillos. No le había dicho nada a Sendoh para poder darle una sorpresa, aunque estando en el instituto se comportaría. Se detuvo cuando lo vio casi al fondo del pasillo, en la puerta del aula a la cual ella asistía. No pudo evitar sonreír pero, había algo en el rostro de Uekusa que le hizo que se detuviera. ¿Por qué aquel chico estaba tan serio? Los estuvo observando desde la lejanía y se sorprendía al ver que Sendoh permanecía callado mientras que el Point guard y Shooting guard les decía algo. Era de las pocas veces que lo había visto serio y triste. Se quedó a aquella distancia con una sensación extraña en el pecho. Con una sonrisa en los labios para librarse de esa sensación tan extraña que tenía, se acercó a ese grupo de tres muchachos. Los chicos se quedaron sorprendidos al verla ya que Mao se había cortado el cabello por los hombros pero, sobre todo, de verla en ese lugar. Sendoh se alegró de verla pero no podía mostrárselo. Sin duda, verla allí le había hecho feliz.

-Buenos días, chicos – los saludó con una mano y ladeando levemente la cabeza.

-Buenos días – respondieron los tres al unísono.

-¿Cómo te encuentras, Saionji? – Le preguntó Uekusa tras meter las manos en los bolsillos del pantalón del uniforme.

-Estoy perfectamente, gracias. Sólo fue un golpe leve pero… mi tío me obligó estar unos días en reposo por si las moscas – respondió la muchacha y luego miró con una pequeña sonrisa a Sendoh.

-El tío de Mao es médico y uno bastante respetado dentro de su profesión, al igual que su padre y su abuelo – comentó Sendoh sin dejar de mirarla.

-En mi familia es muy natural ser médico. Menos un tío que vive en Los Ángeles, los demás hermanos son médicos. Incluso lo fue mi bisabuelo.

-Es como una tradición, ¿no? – La muchacha asintió con la cabeza.

-¿Y tú piensas ser médico también? – Cuestionó Koshino con los brazos cruzados.

-Sí, pero me quiero especializar en Cirugía Cardiopulmonar y Cirugía General… o puede que lo haga en Neurocirugía – los dos compañeros de Sendoh la miraron sorprendidos mientras que Sendoh la miraba con una sonrisa. – O en otra cirugía pero esa especialidad es la que me encantaría hacer.

-Esas especialidades son bastantes complicadas… - comentó Uekusa sin poder salir de su asombro. Ella sólo se limitó a sonreír.

-Por cierto, ¿os gustaría venir mañana a la playa? – Les preguntó a los tres muchachos. – Es que hoy vienen algunas compañeras y… como mañana es vuestro día libre… he pensado que si os gustaría venir con nosotras.

-¿Cuántas chicas dices que vais a estar? – Curioseó Uekusa haciendo que Mao se riera.

-Vamos a estar seis. También puede que estén los chicos de Kainan y de Shoyo… aunque eso hasta mañana no lo sabré – habló la chica y se mordió levemente el labio inferior. – Mi hermana y Yuna se lo preguntarán a los chicos del instituto donde están durante este mes a ver que dicen.

-¿Tu hermana? ¿Acaso tienes una hermana? – Inquirió sorprendido Uekusa y Koshino le miraba sorprendido.

-¡Claro! Ella asiste, durante este mes, a… a Shohoku. Sino mal recuerdo… - miró a Sendoh. - ¿Dijo que era Shohoku?

-Sí, lo dijo – respondió el muchacho de ojos azules.

-Espera, ¿tú la conoces, Sendoh? – El número siete asintió con la cabeza.

-La conocí el año pasado. Sin su hermana, Mao no podría haber venido. Sus padres no las dejan viajar sino no van acompañadas por la otra.

-El lema de mi padre es: "donde tenga o vaya la una, la otra siempre irá con ella" y el de mi madre es: "juntas hasta la muerte". Digamos que no podemos salir de Shimane la una sin la otra – el timbre sonó haciendo que los alumnos mirasen hacia el techo.

-Nos vemos luego – se despidió Koshino y comenzó a caminar hacia su clase.

-Hasta luego – dijo Uekusa entrando en la clase.

-¿Comemos juntos? – Le preguntó Mao a Sendoh dando un paso hacia él.

-Tenemos que hablar. Nos vemos en la terraza a la hora de comer – le dijo seriamente haciendo que ella le mirase extrañada.

La muchacha del cabello castaño no podía salir de su extrañeza mientras observaba como aquel chico se marchaba de ahí. Una opresión en el pecho hizo que se pusiera alerta. Algo no andaba bien pero se enteraría después. Entró en la clase sin importarle que el profesor estuviese poniendo su cuaderno de alumnos sobre el atril. Uekusa le estuvo mirando en todo el día pero la joven parecía estar sumergida en sus pensamientos. Llegó la hora en la que había quedado con él y algo en su interior le hizo estar nerviosa. Mientras subía las escaleras para reunirse con él, sólo podía pensar que algo malo había pasado. Uekusa y Koshino se habían acercado a la ventana y miraban hacia la terraza donde sabían que ellos estarían hablando. En ese momento, cuando vieron llegar a Mao, Hikoichi y Fukuda entraron en la clase. Sin decir nada, se acercaron ya que observaron que sus compañeros estaban tan concentrados mirando hacia ese lugar.

-Tú dirás sobre lo que tenemos que hablar – le dijo ella con las manos cogidas en la espalda.

-¿A qué estás jugando? – Ella le miró sin entender. - ¿Crees que puedes estar saliendo con dos a la vez?

-¿Qué….? Akira, eso es imposible. Yo no estoy saliendo con nadie excepto contigo.

-¿Sólo conmigo? ¡Ja! ¡Ni un cuerno! – Gritó él asustando a la joven que tenía enfrente. – Ayer te vieron con Rukawa muy acaramelados. Por eso ayer cancelaste la cita, porque ya habías quedado con él.

-¡No! ¡No fue por eso, Akira! – Dio un paso hacia él pero el chico moreno retrocedió otro paso. – Akira…

-¿Cómo has podido hacerme esto, Mao? ¿Por eso has venido a Kanagawa, cierto? – La muchacha comenzó a negar con la cabeza. - ¿No? Ja… Ya no me creo nada.

-Créeme cuando te digo que no estaba con ese chico ayer. Mi tía me hizo acompañarla a varias tiendas y cancelé nuestra cita porque sabía que no te sentirías cómodo al saber que dejaba a mi tía por ti – se puso una mano en el pecho. – Sino me crees, pregúntaselo.

-Entonces, ¿quién era la chica que dicen que vieron? ¿Tu gemela? – Mao se le quedó mirando con tristeza. Aquello no le estaba ocurriendo. - ¿Alguna vez me has querido Mao?

-Siempre, siempre lo he hecho, Akira.

-Entonces déjame que haga mi propia vida en Kanagawa y así evitar estar pensando en alguien que no es capaz de decirle a su padre donde quiere estudiar – le echó en cara. Una lágrima le cayó por la mejilla.

-La de ayer seguramente sería Mai. Yo nunca te engañaría con otro – le dijo con tristeza.

-Lo siento, Mao, pero no puedo estar con alguien que se encuentra a nueve horas de mí – ella comenzó a mover la cabeza negativamente. – Se acabó.

Sin dejar que Mao dijese nada, se marchó con el corazón en un puño. Le dolía haber roto con la chica que amaba pero era lo mejor para todos. El día anterior, el tío de Mao se había reunido con Sendoh para obligarle que dejase a su sobrina. El motivo era que él se interponía en los estudios de Mao. El padre de la joven tenía grandes planes para su hija y Sendoh no le permitía que se cumpliese sus objetivos ya que sabía que Mao no se iría más lejos de ese muchacho. La joven de cabello castaño se dejó caer de rodillas sobre el suelo de la terraza, se tapó la cara con las manos y rompió a llorar. Mientras tanto, Sendoh con la espalda apoyada en la puerta de la terraza también lloraba. Se dejó caer suavemente hasta el suelo y continuó su llanto en silencio. "Espero que puedas conseguir todas tus metas, Mao" pensó el muchacho mirando hacia el techo del edificio. Cuando el llanto había cesado, Sendoh regresó al aula intentando no parecer desanimado pero sus amigos lo habían visto discutir con esa chica. Aun así, no comentaron nada al respecto. Poco tiempo después entró Mao con los ojos rojos, irritados y con los párpados levemente hinchados. Las mejillas la tenían levemente sonrojadas, al igual que la punta de la nariz. Miró a los chicos, se acercó a su mesa y cogió algo de la mochila mientras se ponía el pelo detrás de la oreja. Los chicos se quedaron sorprendidos al saber que esa joven llevaba unos pendientes en forma de flor.

-Saionji – la llamó Uekusa. - ¿Desde cuando tienes pendiente?

-¿Eh? Desde siempre. Es la manera que tenían y tienen nuestros padres de diferenciarnos. Mi hermana no lleva pendientes y yo sí – respondió mientras se colgaba la mochila sobre el hombro. – Nos vemos pasado mañana… – dijo antes de girarse para marcharse del aula.

-Sendoh… la hemos cagado. Es cierto que se parece a la chica que vimos con Rukawa pero… - comenzó a disculparse Uekusa.

-La otra chica no lleva pendientes. Una de dos, o tiene una gemela o es ella y se quita los pendientes para despistarnos – terminó diciendo Koshino.

-No os preocupéis. De todas maneras, le prometí al tío de Mao que no me metería entre ella y sus estudios… así que, no importa quién sea quien estuviese con Rukawa el otro día.

-Pero Sendoh… - comenzó a decir Hikoichi sorprendido.

-Pero nada, Hikoichi. Se ha acabado todo entre nosotros – dijo el jugador de baloncesto antes de marcharse de la clase.

Varios días después, Mao regresó a clase. Hikoichi, que estaba preocupado por su capitán, había intentado localizar a la chica pero no había encontrado la manera de hacerlo. Cuando la observó que se encontraba en las taquillas intentando quitarse los zapatos, decidió acercarse pero una mueca de dolor y al ver que se ponía la mano en las costillas, le llamó bastante la atención. Observó cómo resoplaba hinchando las mejillas mientras tenía los ojos cerrados. En ese momento, en que por fin decidió acercarse, giró la cabeza al dar que todas las chicas se sonrojaban y aquella joven miraba hacia él. Mao se quedó mirando al chico que quería y, como era costumbre en ella cuando no le daba tiempo a ponerse los uwabaki, caminó hasta la planta de arriba bajo la mirada tristona de Sendoh. Abrió los ojos cuando vio un morado en una de sus piernas. ¿Cómo se había hecho aquel morado? Dejó caer la cartera y corrió hacia donde estaba su ex para cogerla. Cuando la abrazó, escuchó que ella se quejaba. Tras ese momento, sus miradas se volvieron a encontrar.

-¿Qué es lo que te ha pasado, Mao? – Preguntó él mirándole a esos ojos verdes que tanto adoraba.