MINT ICE –CREAM.

Hinata caminaba por la ciudad de Kanagawa con una sonrisa en los labios. Sabía que era la atención de las miradas de los chicos con los que se cruzaba. En un momento dado, se giró hacia un grupo de estudiantes y le sonrió con coquetería a la vez que les guiñaba un ojo. Al ver el sonrojo de los jóvenes, se rió levemente mientras continuaba su trayecto. Había quedado con sus compañeras de instituto, más bien solamente con Yuna. Mao y Mai se encontraban castigas en casa de sus tíos por regresar con golpes por el cuerpo. No eran las únicas que tenían hematomas por el cuerpo o algo roto. Yuna se había hecho daño en la muñeca y Hinata tenía el antebrazo vendado. Sus pies la llevaron hacia el Danny's mientras que sus pensamientos la llevaban a otra parte. Desde el año anterior, su corazón extrañaba a un chico que vivía en aquella ciudad. Antes de entrar en aquel local, se detuvo y miró hacia el cielo. Se mordió el labio inferior en pensar en aquel chico del que estaba enamorada y se movió levemente hacia los lados. Se había alegrado cuando supo que él y su equipo irían de nuevo al Nacional. Él le había cambiado la vida cuando lo vio por primera vez el año anterior y gracias a él había comenzado a llevarse mejor con su hermana pero, sobre todo, también con sus padres. Bajo esa fachada de niña buena, se escondía una chica bastante fría como el hielo. Al entrar en el local donde había quedado con su amiga, se sorprendió al ver a Mai y a Mao en ese lugar.

-¿Qué hacéis aquí vosotras dos? – Les preguntó asombrada y se sentó al lado de Yuna.

-Mao tenía que ir al médico y ya hemos aprovechado para tomarnos algo – respondió Mai con una sonrisa. – Además, nuestro tío nos ha levantado el castigo.

-Sí que os ha durado poco…. – murmuró Yuna con una media sonrisa.

-¿Cómo te encuentras, Mao? – Quiso saber la muchacha de busto abultado.

-El dolor de costillas es horrible pero al menos ya puedo moverme con más soltura y ya apenas me duele cuando intento respirar o caminar – se echó hacia atrás con cuidado. – Pero estoy bien. ¿Y vosotras, chicas?

-Hemos tenido suerte de que no nos hayamos hecho daño en la mano con la que escribimos – bromeó Yuna. - ¡Ah! Mai, el chico ese con el que siempre hablas cuando estamos en ese instituto, me preguntó por ti el otro día.

-¿Qué chico? – Mao miró a Mai con una mano sobre las cosquillas.

-Se llama Rukawa y asiste al instituto que me tocó asistir durante este mes. Es mono pero creo que tiene un serio problema de socialización – respondió Mai mirando a la chica que tenía a su lado. – Es demasiado serio y seco para la edad que tiene… pero eso sí, juega muy bien al baloncesto. Creo que podría ser un gran rival para Sendoh.

-¿Todavía no se ha arreglado las cosas entre vosotros, Mao? – Habló Hinata al ver el rostro triste de su amiga.

-No. Desde que dejé de ir al instituto, no me ha buscado… así que supongo que lo nuestro está definitivamente muerto.

Mai puso una mano sobre el hombro izquierdo de la muchacha que tenía al lado y luego se lo acarició. Mai sabía lo importante que era aquel muchacho para aquella chica. Durante un buen rato, estuvieron hablando animadas, aunque cada vez que Mao se reía, cerraba los ojos debido al dolor que sentía en las costillas. Lo mismo le pasaba a Mai. Ambas habían sido las que más golpes recibieron en aquel momento. Sólo había pasado tres días desde que dejaron de ir al instituto debido a las lesiones. Al cabo de un rato, cuando escucharon la puerta abrirse, giraron la cabeza y sonrieron levemente cuando vieron a dos chicas más entrar. Una de ellas tenía el cabello castaño caoba que le llevaba a la altura de los hombros haciendo que se quedase en una melena lisa. La piel de la muchacha era rosácea con los labios ligeramente pintados de rosa. Sus ojos, azules como el mismísimo mar, hacían que muchos se quedasen hipnotizados nada más verlos. La última chica tenía el cabello rubio ondulado y siempre tiene el cabello recogido en una coleta de caballo con un flequillo echado hacia un lado. Poseía unos preciosos ojos color café que siempre adornaba con una sombra de ojos marrón. Sus labios tenían un color carmín claro y siempre estaba esbozando una sonrisa. Las dos recién llegadas se sentaron junto a ellas y, repentinamente, la conversación se tornó seria. Ninguna sonreía. Ninguna decía ningún comentario gracioso. Mientras que conversaban en un idioma extranjero para que nadie las pudiese entender, la puerta se volvió a abrir. Hinata y una de las dos chicas que acababan de llegar fueron las que miraron con recelo pero sonrieron al ver que se trataban de los chicos de Kainan. Ellas les ofrecieron que se sentasen junto a ellas y ellos aceptaron. Poco tiempo después, los chicos de Shoyo también llegaron al local.

-Me parece mentira que las chicas más guapas del Byakko Géminis estén en Kanagawa – las seis chicas sonrieron ante el comentario de Fujima.

-La cosa es que os hemos sorprendido, Fujima – comentó la chica que tenía el cabello castaño caoba en una melena. - ¿Acaso no podemos venir a visitar a nuestros amigos de Kanagawa?

-Claro que sí, Harumi, pero es extraño – habló el capitán de Shoyo y se sentó al lado de la muchacha llamada Harumi.

-Pensaba que las chicas del Byakko Géminis no salían tan lejos de su instituto – argumentó Maki sentándose al lado de Hinata, tras pedir su bebida y buscar sillas para sentarse todos, produciendo así que la joven se sonrojase levemente y mirase hacia otro lado.

-Tenemos asuntos que atender por esta zona – respondieron las chicas a la vez mientras sonreían.

Tras el duro entrenamiento, los chicos del Ryonan decidieron pasarse por el Danny's a tomarse un refresco antes de volver a sus casas. Sendoh buscaba a Mao entre las chicas pero se desilusionó cuando comprobó que ella no estaba. Estaba preocupado ya que no la había vuelto a ver desde que vio aquel morado en una de sus piernas. ¿Qué habría pasado para que ella tuviera aquel hematoma? Al salir del pabellón, una avalancha de chicas interrumpió su camino. Desde que todas sabían que no tenía novia, los días en lo que era perseguido por las chicas de su instituto habían vuelto. Se extrañó, pero no fue el único, cuando vio que Rukawa estaba al final de las escaleras con el semblante serio. El jugador de Shohoku levantó la cabeza cuando los escuchó. Sendoh, con el semblante serio impropio de él, descendió por las escaleras y se detuvo enfrente del menor. Entonces, el chico que tenía aspecto zorruno le dijo:

-¿Qué le has hecho?

-¿Qué le hecho a quién? – Repitió Sendoh.

-A Mai. ¿A quién va a ser sino?

-¿Mai? – Murmuró el jugador de Ryonan mientras escuchaba como sus compañeros de equipo se paraban detrás del jugador estrella. "¡Claro, Mai! Ella debe saber que le ha pasado a Mao…" pensó.

-¿Quién es Mai? – Quiso saber Hikoichi al ponerse a la altura de los ases del baloncesto.

-Creo que te estás equivocando, Rukawa. Yo no le he hecho nada a Mai – respondió Sendoh haciendo caso omiso a su compañero.

-Si no le has hecho nada, ¿por qué no ha vuelto a ir al instituto? – Habló Rukawa con su habitual semblante.

-Ese no es mi problema, Rukawa – comenzó a caminar pero se detuvo a su lado, mirando hacia el frente. – Mai sólo estará hasta final de mes. Yo de ti no me encapricharía de ella porque no la volverás a ver – le soltó antes de continuar caminando.

Llegaron al Danny's cuarenta y cinco minutos después. Rukawa había rechazado la invitación de su rival a acompañarlos a tomarse algo. Los chicos de Ryonan abrieron los ojos al ver a los chicos de Kainan y de Shoyo sentados con algunas chicas que no conocían. Aun así, dos de ellas les sonaban de haberlas visto en algún lugar. Decidieron acercarse para saludar a los chicos que fueron sus rivales en el Campeonato Regional de Baloncesto de ese año. Mientras que estaban hablando con ellos, dos chicas se acercaron a la mesa pero una de ellas se detuvo en seco. No se esperaba verlo en aquel lugar. Miró a la chica que tenía a su lado y ambas se cogieron de las manos. Junto a ellas, otras dos chicas las acompañaban. Mao carraspeó para hacer que los chicos se apartasen y así poder pasar. Los chicos de Ryonan se dieron la vuelta y se sorprendieron al ver a Mao a ese lugar, sonriéndoles con las manos cogidas hacia adelante. Se acercó a su asiento y cogió dos bolsos con cuidado para no mostrar ningún dolor.

-Es hora de irnos, chicas – anunció Mao a sus amigas con una pequeña sonrisa y miró a Sendoh. – Gracias por llevarme el otro día a casa de mis tíos – le dijo ella.

-No debes agradecerme nada. Es lo menos que pude hacer – respondió él mientras observaba como Mao cogía su bolso y otro más. – Espero que vuelvas pronto al instituto. Aquello está muy aburrido sin ti.

-Sólo me quedan dos semanas en esta prefectura y ya no nos volveremos a ver – se encogió de hombros.

-Aun así, me gustaría verte por allí antes de que te marches – le dijo Sendoh mirándola a los ojos. – Además, desde que te subiste a esa rama, los días no han sido tranquilos en Ryonan – ella no pudo evitar reír al escucharle pero se detuvo pronto cuando sintió un pinchazo en las costillas. - ¿Estás bien?

-Sí, estoy bien. No te preocupes – le sonrió tras soltar aire para calmar el dolor. – Me pensaré si volver o no – le guiñó un ojo divertida.

-Alguna noche podemos salir todos juntos – habló Harumi mientras que cogía dos bolsos y se colgaba uno de ellos. – En forma de despedida, ¿no creéis?

-Depende de cómo se encuentren Mao y Mai – dijo la otra chica y suspiró despacio. – Os diremos algo cuando lo decidamos – la chica llamada Mao puso los ojos en blanco. – Nos vamos.

Las tres chicas se marcharon de ese lugar. Todos los chicos la siguieron con la mirada hasta que desaparecieron tras salir y girar hacia la derecha. Esas tres chicas se reunieron con las demás que las esperaban apoyadas en una pared un poco lejos del local para que nadie las asociase. Siempre habían tenido cuidado cuando salían fuera de Shimane. Las personas que las conocían, sobretodo sus compañeros de su instituto, sabían que debían tener cuidado para que nos las pillasen cuando alguna faltaba a clase. Aunque la mayoría de las veces sabían que no eran las que decían que eran, los profesores ya nos les decían nada. Hinata, para animar a sus amigas y hacer que sonrieran de nuevo, comenzó a hacer comentarios graciosos y a poner a los chicos en vergüenza con algún comentario fuera de lugar. Esa noche, mientras cada una estaba en su habitación, ya que esa noche se quedaron a dormir todas juntas en la misma casa, Hinata apoyó los brazos sobre el alfeizar de la ventana y miró hacia las estrellas. Apoyó la mejilla sobre su brazo y sonrió. Ver de nuevo a Maki tras tres días sin verlo, le había hecho feliz. Se sorprendió cuando vio una estrella fugaz atravesar el cielo.

-Ojalá Maki sienta lo mismo que yo – sonrió feliz continuaba mirando hacia el cielo.

Estuvo toda la noche mirando las estrellas y, cuando se quiso dar cuenta, estaba comenzando a amanecer. No entendía como lo hacía pero siempre se quedaba toda la noche despierta y luego siempre se quedaba dormida en clase, al igual que sus amigas. El sonido de unos nudillos golpeando su puerta, hizo que se levantase del banco de la ventana y abriera la puerta. Puso los ojos en blanco al percatarse de que se trataba de Harumi.

-¿Otra noche sin dormir, Hinata? – Preguntó la recién llegada con los brazos sobre las caderas.

-Por lo que veo al igual que tú, Haru – suspiró dándose la vuelta y entró de nuevo en la habitación. - ¿Qué es lo que quieres? – Harumi la siguió y cerró la puerta al entrar.

-Venía a hablarte sobre Mao. Está realmente mal por la ruptura – Harumi se sentó en la cama mientras que Hinata se sentaba sobre un cojín. – Sé que lo que voy a decir puede sonar egoísta pero… Mao no puede estar en estas condiciones. Debe espabilarse lo antes posible. Cuando comience el campeonato nacional debemos… debemos mantener todo en su sitio.

-Haru…

-¡Lo sé! Pero no tenemos opción. Si no… sino lo hacemos, podrían subirse a las barbas y, todo lo que hemos conseguidos en todos estos años, se irá al garete porque Mao está deprimida.

-Mao sabe lo que tiene qué hacer y cómo comportarse en los momentos adecuados. No creo que su ruptura con su novio la debilite.

-¿Entonces me puedes explicar porque le han golpeado hace unos días? Antes ni la tocaban, ni un solo rasguño. Y mírala, con tres cosquillas rotas y morados por el cuerpo ¡Es un milagro que pueda caminar sin morirse de dolor! – Se quejó Harumi. – Hinata… deberíamos irnos ahora. Así Mao podría olvidarse lo antes posible de ese chico y concentrarse en lo que tiene que concentrarse.

-No podemos hacer nada sin la aprobación de Mao y Yuna – suspiró. Ella tenía razón. Su amiga necesitaba concentrarse.

El sonido de un móvil hizo que ambas chicas mirasen hacia la mesita de noche. Hinata se levantó del cojín con pesar y, tras bloquear el teléfono, se quedó mirando la pantalla con seriedad y entonces leyó:

Asunto: Reunión dentro de 20 minutos.

Lugar: Cancha de baloncesto. (En las inmediaciones de Shohoku-Ryonan)

Motivo: White Wild Beasts.

-Comenzamos bien el día – bromeó Harumi levantándose de la cama con los ojos cerrados.

-Eso quiere decir que han tomado una decisión – tiró el móvil sobre la cama. – Pues cambiémonos y vayamos. No hagamos esperar a la jefa.

Hinata, tras un día que comenzó como poco normal, decidió hacer una visita a los chicos de Kainan. En el tren de camino hacia esa zona, ella se puso a pensar en si decirle o no lo que sentía por él. "Total, ya no lo veré más…" pensó con los ojos entrecerrados. Aquella mañana, muy temprano, habían decidido que no irían a Hiroshima. Preferían que nadie se enterase de que ellas estaban allí. Algo grave estaba a punto de comenzar en esa ciudad y ellas debían estar en ese lugar. Se quitó el collar que se encontraba en su cuello y se quedó mirándolo a la vez que no paraba de suspirar. El colgante era un regalo que Maki, cuando eran pequeños, le regaló pero él no se acordaba de aquel hecho. Cuando lo volvió a ver después tantos años, apenas lo había reconocido y, gracias a que lo llamaron, supo que era él. Al cabo de unos minutos, llegó a la entrada del instituto Kainan. Apretó el puño mirando hacia el frente y, con decisión, entró en la explanada en dirección al pabellón. Debido a que llevaba allí unos días, se conocía el camino y tuvo que preguntar cómo llegar. Se detuvo en la puerta cuando vio hablando con un compañero. Esperó con las manos cogidas en su espalda y con una sonrisa. Una vez que terminó de hablar con ese compañero, Hinata se le acercó dando pequeños saltitos. El capitán del mejor equipo de Kanagawa se sorprendió al verla allí.

-Buenos días – exclamó ella con los ojos cerrados.

-¿No serán buenas tardes? – Le dijo él sonriendo de medio lado.

-Bueno…. Sí - se encogió de hombros mientras dejaba salir una pequeña risa. – Es que para mí son buenos días.

-¡JAJAJAJAJA! – Rió Maki al escucharla. – Porque sé que vais a un instituto de prestigio a nivel nacional que sino… pensaría que sois muy vagas – le dijo con los brazos cruzados.

-La más vaga de todas es Mao… las demás pues… - le miró con una ceja levantada y con las manos sobre las caderas. – Sólo he venido para despedirme de vosotros – dijo con el gesto más suave. – Pasado mañana nos volvemos a Shimane.

-¿Cómo…? Pero, ¿no os ibais ir a Hiroshima desde aquí?

-Sí, pero… - se mordió el labio inferior. No sabía que inventarse. – Pero los profesores nos han contactado diciendo que tenemos que presentarnos a unos exámenes extras y que si no hacemos esos exámenes, no podremos representar a nuestro equipo en la competición – mintió. – Da igual si salgamos desde aquí o desde Shimane. La cosa es que podamos asistir a nuestra competición sin limitaciones – le sonrió levemente.

-Nosotros ya nos habíamos hecho a la idea de que os vendríais con nosotros…

-Lo siento, Maki, pero si el instituto nos manda volver, tenemos que volver – la chica encogió de los hombros y se acercó a él. – Además, nos vamos a volver a ver pronto – le dijo con las manos sobre los hombros del chico.

-Sí… pero… - se detuvo observando a esa chica que tenía delante. – Ahora podremos decir que viajamos con las chicas más hermosas que conocemos – le dijo él provocando así la risa de Hinata. Ella le dio un beso en la mejilla.

-Podéis decirlo – le guiñó un ojo divertida. – Por cierto, Maki. Hay algo que quiero decirte.

-¿Qué es…?

-¡Shinichi! – Gritó una voz femenina detrás de ellos. Hinata se dio la vuelta y observó que una chica se acercaba a ellos corriendo. - ¡Shinichi! – Repitió la chica y cuando estuvo enfrente del jugador del baloncesto, se tiró a sus brazos y le besó en los labios, provocando que Hinata abriera los ojos y se mordiera el labio inferior. – Esta tarde podremos ir a aquel sitio que me dijiste ayer. Me acaban de decir que no tengo ensayo – le comunicó ella con los brazos alrededor de su cuello. - ¿A qué es fantástico? Va a ser la primera vez, desde que comenzaron a salir, que podremos estar juntos antes de regresar a casa – al ver que él no la estaba mirando, bajó los pies al suelo y se giró para ver a Hinata. - ¿Y tú? ¿Quién eres?

-S-soy una amiga de Maki – sonrió forzosamente. – Sólo había venido a despedirme del equipo de baloncesto hasta Hiroshima – respondió lentamente para no llorar.

-Ah… - dijo secamente la otra chica, mirándola con desconfianza.

-Nos vemos dentro de dos semanas… Maki – le dijo al jugador antes de salir corriendo hacia la salida del instituto.

-Hinata… - murmuró para sí el capitán de Kainan.

-Shinichi, ¿iremos entonces esta tarde al sitio que me dijiste ayer? – Le preguntó la chica con una sonrisa. Él la miró y fue a decir algo pero se calló.

Mai llegaba a Shohoku para recoger lo poco que había dejado en la taquilla. Más bien, iba a recoger sus uwabaki. Sin duda, iba a echar de menos ese instituto y no sólo porque le gustaba meterse con las chicas de ahí, sino por aquel chico de aspecto zorruno que le había llamado la atención desde el primer momento. Lo único bueno era que en pocas semanas tal vez lo volvería a ver. Tras coger sus zapatillas, resopló. Estaba apenada por Mao. "Debo hablar con Sendoh antes de que nos vayamos" pensó decidida y se giró para salir del edificio pero se sorprendió al ver allí a Rukawa. Sonrió ampliamente, se acercó a él y se puso las manos en la espalda. Entonces le dijo:

-Ha sido un placer conocerte Rukawa. Recuerda lo que te voy a decir: debes ser un poco más amable con los demás si algún día quieres tener una pareja y amigos.

-¿Cómo? – Preguntó con el entrecejo fruncido.

-Pasado mañana me vuelvo a Shimane. Sé que me echarás de menos y por eso, te voy a dar algo para que no me olvides….

Al ver que el chico no hablaba, sonrió ampliamente y le besó en los labios, poniendo las manos sobre las mejillas de él, provocando que Rukawa abriera los ojos sorprendido. No se esperaba aquel beso. Lo que parecía que iba a durar poco, comenzó a ser más fogoso. Rukawa la puso contra la puerta de cristal de la entrada mientras continuaba con aquel contacto que, a cada minuto, aumentaba con cada minuto. Haruko, que volvía al edificio principal junto a sus amigas, se detuvo de golpe al ver la espalda de la chica en la puerta. Se llevó la mano a la boca cuando se percató de que se trataba de Rukawa junto a la chica nueva. Sus ojos se llenaron de lágrimas y salió corriendo por donde había venido minutos antes. Sus amigas la llamaron pero ella no les hizo caso y decidieron salir corriendo detrás de su amiga. Instantes después, Rukawa y Mai se separaron y se miraron a los ojos a la vez que sus respiraciones estaban agitadas. Mai tenía la intención de que fuese un pequeño beso pero aquello le gustó. Recogió los uwabaki, que se le había caído al suelo, le dio un corto beso en los labios al menor y se marchó de la entrada y de ese instituto para no volver más.

Aquella tarde, Sendoh estaba algo distraído. No podía parar de pensar en Mao y no saber que le había ocurrido, le ponía los nerviosos por las nubes. De pronto, una chica se puso en la puerta del pabellón donde estaban entrenando y los miró con una sonrisa. Sendoh, al verla, perdió la concentración y dejó escapar el balón. Aquella chica apretó los labios y comenzó a reírse cuando el entrenador Taoka comenzó a regañarle por lo que había hecho. Ella tenía el cabello castaño pero parecía que lo tenía rubio debido a la claridad del tono. El pelo le llegaba por los hombros y lo tenía completamente liso aunque las puntas las tenía un poco rizadas. Su piel era blanca que le daba un toque de porcelana y sus labios tenían un leve color rosa, al igual que sus mejillas. La chica le hizo una señal a Sendoh para que se acercase y él, como si estuviese en un trance, caminó hacia ella sin hacer caso a las continuas llamadas del hombre. Cuando estuvo enfrente de la joven, el jugador de baloncesto dijo:

-¿Cuándo has llegado, Mao?

-No soy Mao. Soy Mai – respondió la chica y le enseñó los uwabaki que tenía en su mano derecha. – He venido a por esto.

-¿Mao está bien? – Preguntó él preocupado.

-Sí, está bien – le sonrió ella. – Sendoh, no sé si vuestra relación se puede salvar pero… piénsalo. No rompas con ella por una tontería. Además, era yo quien estaba con Rukawa cuando tus compañeros me vieron.

-Mai…

-Pasado mañana volvemos a Shimane. Los profesores no obligan a volver antes de tiempo – le comunicó ella haciendo que Sendoh abriera los ojos sorprendido. – Por favor, piensa realmente si no quieres estar con ella. Si no vas a la estación, pasado mañana, entenderemos que realmente no quieres estar con Mao. Pero, como diría una amiga mía; busca en tu corazón y encontrarás la respuesta – Mai puso las manos sobre los hombros del jugador, se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla. – Ella te quiere mucho, Sendoh – le susurró antes de poner los pies sobre la tierra e irse del lugar.

Todos los presentes los miraron sorprendidos. Las chicas que habían ido a ver el entrenamiento, miraron a la chica con cara de pocos amigos pero eso a Mai no le importó. Sólo quería la felicidad de Mao y ese chico que tenía enfrente era capaz de arrancarle una sonrisa. Antes de marcharse, le repitió que se marchaban en el Shinkansen a las ocho de la mañana y que hasta entonces tenía para pensar si realmente quería estar con Mao. Él se quedó mirando a esa joven que se marchaba con una sonrisa pero, de golpe, la sonrisa se le esfumó al recordar lo que el tío de Mao le había pedido. Él sólo era un obstáculo para los estudios de su sobrina. Sendoh apretó los puños de la rabia que sentía. Quería seguir su corazón y estar con ella pero… ¿Qué debía hacer?

Mai miraba nerviosa hacia las escaleras por donde habían subido a la parada del Shinkansen. Tenía la certeza de que él iría a decirle a Mao lo que sentía por ella. Pero los minutos pasaban y él no aparecía. Cuando sólo quedaban cinco minutos para que el tren llegase, se escucharon unas pisadas detrás de las seis chicas. Mai, con el corazón a mil, se giró para ver si era Sendoh quien venía. Miró de reojo a la chica que estaba de pie mirando unos papeles y parecía que no se había dado cuenta de las pisadas ya que parecía muy concentrada en lo que leía. Yuna y Yuka, que sabían sobre lo que Mai había preparado para Mao, también estaban pendientes de quien era quien estaba subiendo las escaleras pero, su sorpresa fue mayor cuando vieron que se trataba de Maki. Su gozo se había ido por un pozo. Con disimulo, llamaron la atención de Hinata que, al verlo, no pudo evitar sonrojarse. Mao, al escuchar revuelo alrededor de ella, se dio la vuelta para ver cuál era el motivo del ajetreo. Volvió a lo que estaba leyendo cuando vio a Maki, en la punta arriba de las escaleras con las manos sobre las rodillas y recuperando el aire. El capitán de Kainan se acercó a una sonrojada Hinata y le soltó también sonrojado:

-Si gano el Nacional, saldrás conmigo en una cita. ¿De acuerdo?

-¿Eh…?

-Vamos, Hinata. Respóndele a Maki. Está esperando – la alentó Harumi con una sonrisa.

-¿Por qué sólo si ganas? – Consiguió decir la muchacha todavía sonrojada.

-Porque así, daré lo mejor de mí en los partidos.

-¿Y te vas… te vas a esforzar para tener una cita conmigo…? – Habló emocionada. Nunca antes ningún chico había hecho algo parecido. Maki asintió sonriendo. – Entonces, me parece bien.

El Shinkansen llegó y las seis chicas se montaron. Mai se sintió defraudada por Sendoh. Sus amigas tenían razón: él nunca quiso a Mao y eso realmente le molestó. El tren de alta velocidad se comenzó a mover poco a poco para salir de la estación cuando un chico llegó a la plataforma. Aquel chico era moreno, alto y tenía los ojos azules. Su cabello, peinado hacia arriba, llamaba mucho la atención. Blasfemó cuando vio que no había llegado a tiempo. Se dejó caer de rodillas al suelo mientras sus ojos veían al tren alejarse de Kanagawa. En ese Shinkansen viajaba la chica a la amaba. En vez de llorar, como llevaba haciendo esos últimos días, sonrió mientras se levantaba despacio y se dijo:

-Te recuperaré, Mao.