Ranma ½ no me pertenece…, y todo eso.

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DEMENCIA.


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Un automóvil de color gris recorría la ciudad lentamente, debido a la precaución necesaria durante una oscura tarde lluviosa. Tras él, un enorme camión, en el que la palabra 'mudanza' podía leerse en cada uno de sus costados.

Tras recorrer alguna de las calles, ambos vehículos se detienen frente una casa aparentemente antigua, rodeada por un gran muro que no permitía observar el interior de la gran propiedad que protegía. El conductor del automóvil, un hombre calvo y algo robusto, con anteojos y muy bien vestido, decide bajarse y admirar el lugar. Parecía satisfecho, por lo que no tarda en girar su cuerpo para inclinarse ligeramente y poder dirigirse al joven que se encontraba aún al interior del vehículo, mientras afirmaba cuidadosamente su paraguas, evitando arruinar su impecable vestimenta. Golpea el vidrio del asiento trasero, al notar que no le prestaban la mínima atención.

— Ven a ver nuestro nuevo hogar — le invita, entusiasmado. El joven en su interior, moreno y delgado, retira los audífonos de sus oídos y voltea a ver desinteresadamente. El hombre le hace señas para que bajara el vidrio y pudiera escucharlo, pero no obtiene respuesta alguna ante su intento, por lo que decide acomodar su cuerpo para abrir la puerta y darle acceso para que se bajara y pudiera ver lo que a él lo tenía tan entusiasmado. No podía verse mucho desde aquel lugar, pero estaba esperando que, al ver el interior, el chico lograra entusiasmarse.

— ¿Cuánto durará este, papá?, ¿dos semanas como la última vez? — pregunta el chico desde el interior, sin moverse de su sitio.

— Déjate ya de estupideces, y ven a ver — insiste, sin perder el entusiasmo. El joven, en cambio, estira uno de sus brazos para volver a cerrar la puerta de golpe, poner el seguro y volver a acomodarse los audífonos. Su padre había comenzado a golpear el vidrio desde el exterior nuevamente, pero el chico, desafiante, realiza un exagerado movimiento que le permitiera observar que había subido el volumen de su estéreo. El hombre lo observa y sacude una de sus manos en un gesto despreocupado y se dirige al interior de la propiedad, tan entusiasmado como cuando había llegado.

— Un excelente lugar, señor.

Los hombres de la mudanza comenzaban ya a descargar cajas y muebles del camión. Vestían overoles idénticos y se apresuraban para no dañar los diferentes elementos que habían comenzado a trasladar, producto de la lluvia. El hombre asiente y corre a cubrirse.

— ¿Un joven difícil? — le preguntaba otro trabajador que había visto toda la escena, una vez que pudieran encontrarse en la entrada, resguardándose de la lluvia.

— No sabes cuánto — resoplaba, mientras observaba al joven, al interior del vehículo.

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— Éste será tu cuarto, entra tus cosas allí — Su padre le había indicado, señalando una de las puertas, junto a la escalera, del segundo piso.

— Claro — responde irónico al ingresar y notar que algunas cajas con su nombre ya se encontraban en el interior. Da un rápido vistazo y a simple vista, parecía ser un lugar bastante acogedor, en realidad. Camina hacia la ventana y nota que, desde allí, podía ver gran parte del jardín central, en el que restaban algunos árboles y por supuesto, el estanque rodeado por enormes rocas, aunque, debido a la oscuridad, no podía apreciar muchos detalles.

— ¿Te gusta? — pregunta el hombre, expectante.

— No está mal.

— Bien — suspira aliviado, comprendiendo que aquello era lo mejor que obtendría — mi habitación estará al final del pasillo..., por si quieres algo — El joven ignora a su padre mientras este se retiraba del lugar y comienza a apilar un par de cajas sin prestarle atención, preguntándose si realmente valdría la pena desempacar otra vez, pensando en que probablemente tendría que volver a guardar todo, a penas terminara — ¡buenas noches! — grita el hombre desde el pasillo, cargando algunas de sus cosas, hacia su habitación, también. Pero el chico solo cierra la puerta de golpe, como respuesta — mañana tendremos que poner en orden todo esto ¿está bien? — insiste, esperando alguna palabra del chico ante su recordatorio, obteniendo el sonido de la radio que el joven se había encargado de conectar, esta vez.

— Eso supuse — resopla, rindiéndose, mientras se dirigía a su habitación.

Tras unos pocos minutos, la lluvia había cesado y la oscuridad dominaba tanto la casa como la ciudad entera. El joven dormía sobre el colchón como una cama mal improvisada, debido a sus pocos deseos de armar el mueble que lo sostuviera. Estaba cansado de las mudanzas, de tener que armar su vida una y otra vez. Estaba cansado de su padre, de su vida, de todo, por ello, lo mejor que podía hacer, era dormir. Su desgano había alcanzado solo para tenderse y esperar a desaparecer, donde el sueño o el dormir, hiciera lo suyo y rápidamente lo había conseguido.

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Una bella joven pelirroja arma un gran escándalo junto a un gran panda en el centro de Tokio. La joven parecía querer alejarse del animal, pero por distracción es derribada por el panda con una señal de tránsito, dejándola inconsciente, por lo que es cargada sobre el hombro del animal pese a la mirada atónita de los transeúntes.

Mientras tanto, un hombre lee una carta enviada por un amigo. En ella le anunciaba que llegaría a su casa. Dicho hombre, llama a sus tres hijas, las informa de la visita de su amigo que vendría además con su hijo, pues este se comprometería con una de ellas para continuar la tradición de las Artes marciales de su familia.

De repente, un gran estruendo interrumpe la conversación, la familia se dirige a la entrada donde descubren al panda que trae en sus brazos a la joven pelirroja.

¿Acaso tu eres Ranma Saotome? — pregunta el hombre, padre de las tres chicas quienes estaban a su espalda.

Si — responde la joven pelirroja algo avergonzada.

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El joven despierta, la luz del sol le llegaba directamente al rostro pues no había nada en su ventana que lo protegiera de él, con pereza gira sobre sí mismo para evitar la molesta situación, pero ya estaba muy despierto, no lograría volver a dormirse y ello era algo que siempre lamentaba.

— Que sueño más extraño — pensó, aun confundido — yo convertido en una chica — recordaba la extraña sensación e inevitablemente lleva sus manos al pecho, comprobando con aquel gesto que nada extraño estuviera ahí. Luego suspira pesadamente y sacude su cabello para terminar de desperezarse. El día debía comenzar.

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Su padre acomodaba unas cajas en lo que se supone sería la cocina, una vez que terminaran de ordenar todos los utensilios que debían ubicarse allí.

— No hay mucha comida aquí, te dejé dinero en la sala para que pidas algo, yo iré al trabajo, regresaré lo más rápido que pueda para organizar todo, la mucama llegará a las 8 pm, espero estar aquí a esa hora para recibirla — hablaba apresuradamente mientras corría de un lugar a otro, revisaba sus bolsillos, alcanzaba las llaves de su auto y acomodaba sus zapatos.

— Claro... — respondía el chico, que sentado en los últimos peldaños de la escalera, escuchaba música, sin prestarle real atención. El hombre se retira sin siquiera voltear atrás, el joven observa distraído el patio adivinando que eso pasaría.

— Será mejor que haga algo ¡o moriré de aburrimiento en este lugar! — pensaba, después de un momento al observar el enorme y vacío lugar. Sin más, se levanta y comienza a recorrer los pasillos por primera vez desde su llegada. Se dirige a la cocina, de donde su padre había salido hacía apenas un momento. Era amplia, con muchos muebles, todos de madera, cubiertos de un millón de cosas que ninguno de los dos integrantes de la familia sabía usar, distribuidas en diferentes cajas abiertas y desordenadas sobe el mesón central. Estaba completamente desordenado. Al salir de allí entra en lo que supuso sería la sala, con puertas de bambú y papel de arroz deslizantes.

— Esta casa es realmente bastante tradicional, muy antigua, casi no se ven ya de estas en la ciudad — hablaba para sí, admirándola. Tras esta había otra pequeña habitación, algo oscura, con las características bastante similares a la de la sala —seguramente su nueva oficina.

Frente a la sala se encontraba la salida al patio, espacioso, con aquel estanque que había visto desde su ventana la noche anterior, notando recién entonces lo mal cuidado y sucio que estaba en realidad. El chico bajó por esas escaleras y recorrió aquel espacio, imaginando por un instante, el salto de un enorme pez koi en su interior — es agradable aquí afuera... — murmuraba, mientras observaba los grandes árboles, que hacían del jardín un lugar acogedor. El enorme muro estaba rodeado por grandes arbustos y sin darse cuenta, había comenzado a rodearlo para descubrir los por menores de su nuevo hogar.

Al caminar por el costado de la casa, observa una enorme construcción que durante su llegada no había logrado divisar. La lluvia, la oscuridad y su falta de interés, probablemente habían tenido que ver con ello — ¿y eso? — se acerca algo nervioso al lugar, notando como había un pasillo techado, también de madera, que conectaban aquel sitio con la casa.

No tarda en deslizar la puerta y observar el piso perfectamente cuidado y un altar vacío que se podía ver del otro lado de la pared. El espacio era enorme — es un Dojo... — murmura con precaución, casi temiendo que alguien lo escuchara, sintiendo un repentino respeto por aquel lugar. Ingresa con cuidado, caminando lentamente, admirando cada rincón — artes marciales — piensa, sin atreverse a irrumpir el inmaculado silencio. El joven comienza a recordar su sueño dejando, a su vez, correr libremente su imaginación.

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A una de las tres hermanas que lo habían recibido no parecía importarle el hecho de que era una chica y la invita a practicar Kempo en el Dojo. La chica promete no usar demasiada fuerza para no lastimarla, pero todos los golpes fueron esquivados. La que parecía ser la hermana menor de aquella familia, decide emplear aún más fuerza, pero la pelirroja vuelve a esquivar sus ataques, lo que provoca que la hospitalaria chica termine atravesando la pared en un fallido intento por darle a su contrincante.

La chica dueña del lugar felicita a la pelirroja.

Me alegra que seas mujer, odiaría perder contra un chico — afirma, y ambas ríen, aunque la pelirroja se veía algo nerviosa.

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Durante el atardecer, tanto padre como hijo, se habían dedicado a ordenar lo mejor posible su nuevo hogar antes de que llegara la mucama.

— Tenemos que darle una buena impresión o saldrá corriendo de aquí — hablaba el hombre, mientras se movía de un lado a otro.

— Claro, claro… — contestaba su hijo, mientras se movía perezosamente.

— ¿Quieres apresurarte? — le pregunta al detenerse y observarlo, pero el chico lo observa y parece minimizar sus esfuerzos — será mejor que pongas de tu parte, sabes que no podemos llevar una casa tu y yo solos.

— Este lugar es demasiado grande para solo 3 personas, papá, es mucho trabajo, la pobre mujer saldrá corriendo de todos modos.

— Ni lo digas, mi jefe dijo que me necesitaría por un tiempo en esta sucursal, muchos nuevos e ineptos empleados que entrenar, tal vez tengamos suerte y nos quedemos aquí por bastante tiempo, así que será mejor que esta chica no nos abandone — dice, lanzándole una caja a los brazos de su hijo desafiantemente.

— Siempre dices eso — comenta sin siquiera intentar sostenerla, mientras observaba, junto a su padre como la caja y todo su delicado contenido estaban desparramados por doquier. El adulto acomoda sus anteojos y lo observa amenazantemente, pero entonces, escuchan que alguien llamaba a la puerta.

— Será mejor que vaya a abrir — anuncia el joven, antes de retirarse, despreocupadamente.

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— Necesitaremos que prepare las comidas y atienda la limpieza de la casa — explicaba el hombre a la mujer que lo acompañaba — suelo salir muy temprano de casa y llegar aproximadamente a las 8 pm, pasará el mayor tiempo del día con mi hijo, cuando llegue de la escuela ¿hay algún problema con eso?

— No señor.

— ¿Algo que quieras agregar, hijo?

El chico de oscuro cabello tan solo observa a la mujer que se encontraba frente a ellos, robusta, de cortos cabellos castaños bien atados y apegados a su nuca, usaba un delantal blanco sobre un vestido simple y largo.

— ¿Cómo te llamas?

— Kasumi, Kasumi Tendo.

— Tendo — repitió el chico en su mente, observando a la mujer que tenía al frente.

— ¿Hijo? — inquiere su padre, al notar que este observaba intensamente a la mujer sin emitir palabra alguna, provocando su evidente incomodidad.

— No entres a mi cuarto — agrega el chico, seriamente, antes de girarse y retirarse del lugar.

— ... Ven Kasumi, te enseñaré tu habitación para que puedas acomodarte — habla e hombre, señalando el camino, restándole importancia al asunto — sólo ignóralo — le comentaba mientras subían por la escalera — es antipático, pero no es un chico malo. Sobrevivirás, créeme — bromeaba el hombre de anteojos con la mujer mientras llegaban a la que sería su nueva habitación.

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Poco más tarde, el chico se dirige a la cocina que gracias a Kasumi, ya se encontraba en mejores condiciones, con la intención de encender la caldera y poder darse un buen baño caliente. Al dirigirse ahí, se percata de como su padre discutía afanosamente por teléfono. Aquello era bastante normal, en realidad, por lo que no le prestó demasiada atención y simplemente sigue con su camino.

— Escúchame bien Soun, será mejor que esa computadora esté en perfectas condiciones mañana por la mañana... — le había escuchado decir mientras se trasladaba por lograr sus propósitos. Su padre, como de costumbre en situaciones similares, no le había prestado atención y no era que a él le interesara conocer los detalles de aquella conversación de todos modos — ¡No quiero tus excusas!

— Un trabajador, quizá... — pensaba, mientras volvía a subir por las escaleras e ir por sus implementos de aseo personal. Una vez en el baño, abre la llave del agua caliente para llenar la mañera, mientras tanto, se enjabona y lava su largo cabello — Soun… — recordaba, mientras lo hacía.

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Su Padre charla con el señor Tendo... Soun Tendo, aquel hombre moreno y de largo cabellera, padre de las tres jóvenes que antes lo recibiera, y le cuenta una terrible historia.

Mientras tanto, la chica pelirroja se dirige al baño para asearse como la mayor de las hermanas, la más trabajadora, Kasumi Tendo, le ofreciese.

La chica con la que entrenara, también va a bañarse y entra, se desviste y cuando se dispone ingresar a la bañera se encuentra con un chico desnudo saliendo de la misma.

La chica, silenciosamente retrocede, se cubre, y una vez fuera da un estrepitoso y fuerte grito:

¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

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El chico ríe a carcajadas mientras ordena los útiles de aseo que había usado, amarra una pequeña toalla por sobre su cintura e ingresa a la bañera llena de agua. Un suspiro se escapa de sus labios al estar en contacto permanente con el agua caliente.

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La chica va en busca de una mesa con la que piensa golpear al degenerado que se había metido a su baño, cuando vuelve se lo topa y le pregunta

¿Quién eres?

Ranma Saotome, lo siento.

Nuevamente se presentan, pero las hijas de Soun no entienden nada, pues hace un momento Ranma era una mujer. Para aclarar todo, Ranma y su padre explican lo ocurrido:

Ellos visitaron China con la intención de perfeccionar el arte, llegaron a un campamento, que consistía en un extenso llano con muchos estanques, cada uno poseía una maldición, pero eso ellos no lo sabían. De estos estanques emergían varas de bambú para atacarse vía aérea, pese a que el guía del lugar les explicó lo que podría pasarles de entrenar allí, ellos no hicieron caso y saltaron las varas y comenzaron a entrenar. Tras haberlo golpeado, su padre cayó en el estanque del Oso Panda, donde hace unos 2000 años atrás se había ahogado uno, por lo que cuando su padre salió de la poza, lo hace en forma de Panda.

Su padre, ahora panda, le lanzó una patada a Ranma quien cae en otro estanque en donde hace unos 1500 años atrás una bella joven murió ahogada.

Después de esto, ambos se transforman en chica y panda respectivamente al tocar el agua fría, pero vuelven a la normalidad con el agua caliente.

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Los tres habitantes de la casa cenaban tranquilamente, gracias a Kasumi.

— Mañana temprano iremos a matricularte a tu nueva escuela, no queda lejos de aquí, te agradará, hoy hablé con quién creo será tu profesora de matemáticas ¿cómo se llamaba?, ... ¿Nabiki?, algo así … creo que será ella quien nos atenderá mañana.

— Como quieras... — responde el chico, sin dejar de comer — Nabiki Tendo... — pensaba, en cambio.

— Mañana la conocerás — continuaba el hombre, entre bocados — la preparatoria Furinkan, … dijeron que era muy buena — hablaba entusiasmado.

— Genial... — respondía el chico, desinteresado.

— Luego te quedarás con Kasumi — le explicaba, sin perder el entusiasmo — tendrás que soportarlo ¿he? — bromeaba, dirigiéndose ahora a la mujer.

— Estoy segura de que no molestará — contesta correspondiendo a la broma del hombre que reía satisfecho, pero el chico ni siquiera presta atención a lo que los adultos decían.

— Gracias por la comida, pero aún tengo que hacer en mi habitación — se disculpa, sin esperar respuesta antes de retirarse. Ambos asienten, ignorándolo también, para seguir con su conversación.

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— Está listo, joven Saotome, ahora es usted un estudiante más en nuestra preparatoria Furinkan — afirma la mujer, mientras ordenaba los documentos recién firmados, en una carpeta — espero que no nos de problemas — agrega, alegre, insistiendo en hablarle al chico que hasta ahora no había pronunciado palabra alguna.

— ¡Para nada! Mi hijo nunca ha dado problemas en la escuela, casi ni sabrá de su existencia — bromeaba el robusto hombre de anteojos.

— Si desean, podría mostrarles la institución — invita, poniéndose de pie, provocando con ello que padre e hijo la imitaran. El joven asciende conmovido por la amabilidad de la mujer, su padre en cambio, mira el reloj de su muñeca en un exagerado movimiento, sacudiéndola ligeramente.

— ¡Oh, no sabe cuánto lo siento!, pero debo irme a trabajar ahora — explica, ya dirigiéndose a la puerta de la oficina en la que se habían reunido, abriéndola apresuradamente. El chico observa a la mujer y se encoje de hombros, disculpándose por la descortesía, antes de seguir a su padre que ya estaba en el pasillo. El chico cierra la puerta tras de sí, su padre solía tener la habilidad de repeler a todo aquel que se atreviera a ser amable con él.

— Me iré caminando a casa — le anuncia.

— Como quieras — le responde, sin voltearlo a ver, para luego comenzar a retirarse apresuradamente — ¡te compraré el uniforme a penas salga del trabajo! — grita desde lejos, llamando la atención de algunos de los estudiantes que voltearon a ver la situación, el joven tan sólo lo observa alejarse, algo avergonzado, pero ya acostumbrado a su comportamiento.

— Otro maldito primer día de escuela — pensaba, mientras observaba el lugar — una vez más seré el chico nuevo — gruñía para sus adentros, mientras llevaba sus manos a los bolsillos de su pantalón — genial — resoplaba, irónico.

Al dirigirse hacia la entrada algo llama su atención lo suficiente como para detenerse para observar mejor. Una chica, de largos cabellos azulados y delgada contextura, caminaba hacia él.

— ¡Akane, espérame! — se escucha a lo lejos y la chica voltea para encontrarse con un joven alto y apuesto. Se saludan cariñosamente y juntos caminan pasando frente al muchacho que los observaba sin que la pareja se percatara de ello.

— Que linda... — murmura, sin percatarse reamente que lo hacía — ... Akane... — se repetía mentalmente.

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Era hora de escoger la prometida, Soun Tendo presenta a sus tres hijas.

Ella es Kasumi, de 18 años, ella es Nabiki, de 17 años, y ella es Akane, de 16 años

Sus hermanas apuntan a Akane, pues ella también practica el arte, y tal y como había dicho Nabiki:

"Era perfecto, pues Akane odiaba a los hombres, y Ranma era también una mujer".

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En el camino de regreso a casa encuentra una tienda en la que vendían todo tipo de revistas. El chico decide entrar y comprar unas cuantas, sobre Artes Marciales a pesar de ignorar por completo el tema. Su contextura era delgada y su experiencia en el deporte se reducía a las clases de educación física que había recibido en las infinitas escuelas a las que había tenido que asistir, sin embargo, aquellas revistas, habían capturado por completo su atención. Había estado leyéndolas detenidamente desde el instante en que las había comprado, allí aparecían muchos personajes importantes que le resultaban admirables. Mencionaban técnicas asombrosas que le habían llamado profundamente la atención.

La libertad que sentía estando en el Dojo de su nueva casa le había permitido incluso imitar algunas posturas que salían en las fotografías que había estado revisando, ¡había tantos estilos de pelea!, no había duda de que podría imaginar mil y una aventura con toda esta información. El chico estaba completamente feliz con cada descubrimiento relacionado a su nuevo interés.

— Joven, la cena está servida — Kasumi le había llamado, su padre había llegado y el día estaba por terminar sin que el chico se percatara de ello.

— Está bien, voy en seguida — anuncia al viento, pues la mujer ya había desaparecido. Rápidamente se acomoda, ordena sus cosas e ingresa a la casa para dirigirse a la cocina, allí alcanza lo que seguramente sería servido en la mesa y se dirige a su habitación, con un plato en su mano, una taza de té en la otra, y sus revistas bajo el brazo.

— No te preocupes, le gusta hacer eso, es algo antisocial este chico — se disculpa su padre con la mujer, que asciende en silencio, sin demasiado interés.

Al terminar la cena, el jefe de hogar se dirige a su oficina para continuar trabajando, mientras Kasumi ordena y limpia los utensilios utilizados, y parte de la cocina que había utilizado, acabando así con sus tareas del día, por lo que decide tomar un baño.

El chico que se encontraba aún en su habitación, y debido al gran silencio de aquella enorme casa, logra escuchar los movimientos de la mujer.

— Akane... — murmura, quitando la vista de sus revistas para concentrarse en los sonidos.

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Akane, la menor de las tres hijas de Soun decide bañarse tal y como lo había querido hacer antes, pero Ranma algo somnoliento y en su estado de chica vuelve a entrar al baño, llevándose una gran cachetada de parte de su nueva prometida.

¡Pervertido!

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Temprano en la mañana, el joven de oscuros cabellos es despertado abruptamente debido a que Kasumi abriera las nuevas cortinas que hasta ahora habían aislado la luz del sol. Debido al cambio de iluminación, el chico cubre sus ojos adoloridos que pos instinto había abierto, para luego abrir la boca, molesto.

— ¡Rayos, te dije que no entraras a mi habitación!

— Lo siento — se disculpa la mujer, antes de salir apresuradamente del lugar sin darle mayor importancia al asunto. El chico, aún molesto, voltea sobre sí mismo para acurrucarse y disponerse a dormir nuevamente.

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Después de correr por el vecindario Akane llega a su casa...

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El reloj despertador comienza a emitir aquel molesto sonido que tanto le irritaba, con rabia gira nuevamente, estira su brazo hasta alcanzar el aparato y lo apaga de un solo golpe.

— ¡Cielos!... como odio ir a la escuela... — gruñe mientras sale de la cama para comenzar con la rutina que le permitiera dirigirse, precisamente, a ese lugar.

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— Te queda bien tu uniforme, hijo — su padre le hablaba a pesar de que no había volteado a verlo, mientras ambos caminaban hacia la salida.

— Si fuese un artista marcial no tendría que usarlo... — pensaba, irritado por la actitud de su padre — apesta — dice, finalmente.

— Claro que no, ¿qué vas a saber tú? — preguntaba, sin esperar una respuesta — sube al auto — indica, al llegar junto al vehículo y comenzar a rodearlo.

— ¿Para qué?

— ¿Cómo que para qué?, voy a llevarte.

— Puedo ir solo, conozco el camino.

— No discutas y sube al auto, ¡se nos hace tarde! — Sin decir otra palabra se sube y al notar que su hijo no movía ni un músculo para imitarlo, comienza a hacer sonar el claxon repetidamente. El chico afirma fuertemente su bolso y sube al asiento trasero, acomodando sus audífonos en cuanto comienzan a moverse.

— El artista marcial podría ir solo a la escuela... — pensaba.

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Akane se encuentra con Ranma y Genma entrenando fieramente, finalmente los dos terminan mojados al caer en la fuente del patio de la casa.

Después de eso Akane apura a Ranma para irse junto con Nabiki, mas esta insiste en que ellos dos deben ir solos como la pareja que son.

En el camino, después de haber discutido un poco con esa chica marimacho, una anciana que moja la calle sin querer lo moja también, transformándolo en chica, Ranma se niega rotundamente a asistir a la escuela como una mujer, por lo que Akane se preocupó por conseguir un poco de agua caliente, rociarla y así correr a la escuela finalmente.

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Al llegar al establecimiento y sin pronunciar palabra, el chico baja del auto y camina hacia el interior de la preparatoria, notando que varios de los estudiantes observaban extrañados la escena. Su padre no demora en irse.

Al ir en búsqueda de su salón, divisa a la chica que había visto en el patio el día anterior. Ella caminaba delante de él y era seguida por tres chicos que parecían estar dispuesto a todo por llamar su atención, mas esta chica, Akane, se encuentra nuevamente con ese extraño chico, alto y fornido, un poco más adelante. Lo besa y caminan juntos por los pasillos de la escuela.

— Una chica popular... — murmura mientras observa como los chicos que la seguían momentos antes, se alejaban resignadamente, de ella.

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Cuando por fin llegan a la escuela, ven a una estampida de hombres que se dirigen a atacar a Akane, quien se defiende muy bien, saliendo intacta. De repente, se atraviesa un joven extraño con unas palabras sin sentido. Ranma baja del muro en el que se había acomodado para observar, y le pregunta a Akane qué pasa, pero este joven al ver que Ranma toma mucha confianza con Akane se enoja, y le pregunta quién es sin permitir que le conteste, pues le interrumpe.

Pero que falta de respeto ¿no sabes que las personas de mayor autoridad deben hablar primero?

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Al llegar al salón de clases y notar las intensas miradas que los estudiantes en su interior le estaban dedicando, visualiza un banco vacío y decide dirigirse en aquella dirección para sentarse y esperar al resto de sus compañeros.

— Mira, es nuevo.

— Que bobo.

El chico podía escuchar los comentarios poco disimulados que sus compañeros emitían a sus espaldas, el optó por concentrarse en el reloj y ver cómo la hora parecía no avanzar.

—- Ese es mi lugar — alguien le había hablado, la chica que viera durante el día anterior y hace apenas unos momentos en los pasillos de la escuela, aquella chica popular, Akane, le había hablado. Él no pudo hacer más que observarla y admirarla, idiotizado, provocando algunas risas a su alrededor — dije... que ese es mi lugar, quítate — Akane mueve su cuerpo hacia un lado tan sólo para que el chico que había usurpado su puesto pudiera ver a su novio que estaba detrás de ella, de brazos cruzados, esperando alguna reacción. Lo miraba amenazante y el resto de sus compañeros le miraban divertidos, pudo notar. El joven se levanta, espera a que la chica más linda de la escuela se siente, para luego salir del salón y esperar junto a la puerta de entrada, a quien sería su profesor.

— No te le acerques, ¿me escuchaste?, o te las verás conmigo, Kuno Tatewaki — Aquel chico que antes tan sólo le mirara, había llegado hasta él y lo tomaba de sus ropas al hablar y soltándolo bruscamente al terminar. Algunas carcajadas provenían desde el interior del salón de clases al darse los demás cuenta de lo ocurrido, Kuno se va, el chico de oscuros cabellos ordena sus ropas y observa de reojo a la chica que observa la escena divertida, por lo que prefiere concentrarse en el piso atentamente, avergonzado.

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Kuno, el chico que antes lo molestara, se enfurece al escuchar que Ranma vive en casa de Akane, y lo ataca con un boken, pero no logra tocarlo. De repente se larga a llover, justo cuando la pelea se empieza a poner pareja, pues ambos han logrado tocarse. Genma, su padre llega a la escuela en su forma de panda con una tetera antes de que alguien pudiera percatarse del cambio de Ranma.

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Ya comienzan las clases, pero Ranma y Akane son sacados del salón por llegar tarde, entonces ésta le explica al chico, que todos los chicos la atacan por culpa de Kuno Tatewaki, pues en la graduación del año pasado había anunciado que aquel que desee una cita con ella deberá vencerla en combate, sin embargo, jamás lo habían logrado.

— ¡Yo la vencí! — había gritado en plena clase, antes de que pudiera percatarse de que lo hacía.

— Tú, el del fondo, sal del salón — le ordenaba el profesor. Risas y murmullos podía escuchar mientras salía y se apoyaba en la pared, fuera del salón de clases, tal y como antes lo hiciera.

De pronto dentro del salón, Kuno se entera por Nabiki, su compañera de clases, que Ranma es prometido de Akane, lo que logra es que lo saquen de la clase. Furioso Kuno encuentra a la parejita aún castigada y desafía a Ranma.

¡Jamás permitiré ese matrimonio entre ustedes dos!

Toda la escuela se había enterado. Ranma acepta el desafío, y se tiran del tercer piso para pelear en el patio, pero caen en una piscina, Ranma se convierte en mujer.

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— ¡¿Pero qué demonios hacías?!, ¡¿acaso estás loco?!, ¿cómo se te ocurre lanzarte desde el tercer piso? — El joven de oscuros cabellos se encontraba sentado sobre la camilla de la enfermería de la preparatoria, cubierto por una toalla, se encontraba completamente empapado — ¿acaso quieres matarte, es eso? — su padre caminaba por la pequeña habitación blanca, cual león enjaulado, no había dejado de gritar desde que llegó al lugar, hacía unos quince minutos atrás, a pesar de que aquel accidente había ocurrido hace ya una hora. Su trabajo le había impedido llegar más temprano, había explicado.

— Vamos, te llevaré a casa para que puedas cambiarte o cogerás una pulmonía, hablaremos de esto más tarde, lo sabes ¿no?, no podrás escaparte de mí esta vez... — hablaba, molesto — loco, debes estar loco... ¡mañana mismo tienes hora con un psicólogo! — bruscamente le ayuda a ponerse de pie y comienza a caminar a su lado dirigiéndose ambos hacia la salida. Había muchas personas fuera de la enfermería, todos querían saber lo que había ocurrido, sin embargo, enmudecieron al ver al chico salir del lugar acompañado por su padre.

— Estas son las vergüenzas que me haces pasar... mocoso mal criado... — aún le regañaba, bajo la mirada atenta de los demás.

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— ¿Cómo te llamas?

— Ranma Saotome — había contestado, solemne — hijo de Genma Saotome, heredero de Musabetsu Kakutō Ryū y ¡soy el mejor artista marcial de todo Nerima! — había agregado, en su mente.

En una oficina de tamaño considerable, una mujer elegante y de apariencia tranquila estaba sentada en un cómodo sofá frente al chico que, despreocupado y sin mirarla siquiera, respondía a sus preguntas, sin detenerse a pensar demasiado en ellas.

— ¿Sabes qué haces aquí?

— Mi papá me trajo — responde con una gran sonrisa sarcástica en su rostro.

— ¿Y sabes por qué te trajo tu papá? — insiste ella, con paciencia.

— Porque me lancé desde el tercer piso de mi escuela — explica con total naturalidad.

— ¿Por qué hiciste eso, Ranma?

— Estaba peleando con un chico en la escuela, no sé por qué hacen tanto alboroto, caí en la piscina, nada pasó.

— ¿Sabías que la piscina estaba allí abajo?

— Pues no, ahora que lo dice — parecía reflexionar.

— Ya veo... — comenta la mujer, realizando algunas anotaciones en su libreta — bueno, a decir verdad, unos chicos te vieron antes de saltar y…, no había nadie a tu alrededor... — explica, observándolo con atención. El joven sólo cambia el punto de atención, manteniendo aquella sonrisa en su rostro, conservando su postura relajada.

— ¿Te sientes molesto por algo?

— No soy un suicida ¿sabe? — el chico se inclina en el sofá poniendo ambos brazos por sobre su cabeza en una clara actitud desinteresada.

— Entonces ¿por qué te tiraste?

— Mire, soy un artista marcial ¿está bien?, sé muy bien como caer desde esa altura, soy nuevo en la escuela, no sabía que había una piscina allá abajo, eso es todo.

— ¿Tú eres artista marcial?

— Así es.

— ¿Tu padre lo sabe?

— Claro que lo sabe, el me enseñó todo lo que sé.

— ¿Él también es artista marcial?

— Exacto.

— Ya veo... y ¿desde cuándo practicas el arte, Ranma?

— Desde que tengo memoria — explica, inclinando e rostro hacia la derecha — mi padre comenzó a entrenarme desde que era muy pequeño, viajamos por todo Japón, conocimos lugares asombrosos. Incluso fuimos a China.

— ¿Te gusta aquí, la ciudad, tu nueva casa?

— No está mal la verdad, podría ser peor.

— ¿A qué te refieres?

— Bueno, está esta chica que es una dinamita ¿sabe?

— ¿Qué chica?

— Akane Tendo, mi prometida. Es bonita, pero tiene un carácter de los mil demonios.

— ¿Estas comprometido?

— Si, desde ayer.

— ¿Quieres hablar sobre ello?

— No hay mucho que decir en realidad, nuestros padres nos comprometieron.

— ¿No crees que eres demasiado joven como para contraer matrimonio?

— ¡Es lo que yo digo!, pero dígaselo a nuestros padres. Ellos quieren que heredemos el Dojo, mantengamos el arte.

— ¿El Dojo?

— Así es, la familia Tendo tiene un Dojo, ya sabe, para practicar y entrenar, es la dote, no es que me importe mucho..., yo puedo entrenar donde sea, soy un experto, yo no necesito de esas cosas.

— Ya veo — comenta la mujer, mientras realizaba algunas anotaciones — háblame sobre los Tendo.

— Bueno…, son tres chicas y el señor Tendo, su padre. Kasumi es muy amable, Nabiki es algo extraña y el señor Soun…, parece ser un buen hombre.

— Hum... ¿tu padre vive con ellos también?

— Claro, él me llevó allí, ambos alojamos en su casa.

— Entiendo — comenta y observa atentamente al muchacho que tenía al frente. Y este, a su vez, la observaba también a ella, despreocupadamente — Bien Ranma, creo que eso es todo por hoy — anuncia y observa como el chico se pone de pie de un brinco, entusiasta al escucharla — ¿qué te ha parecido?

— ¡Fue divertido!

— Es probable que nos volvamos a encontrar, ¿qué te parece?

— No hay problema, nos vemos entonces ¡adiós! — se despide al atravesar la puerta, llevando sus dedos índice y medio sobre su frente, en un gesto alegre. La mujer, apresurada, camina hasta su escritorio, para sentarse tras él y presionar uno de los muchos botones del teléfono que se encontraba sobre el mencionado mueble.

— Haz pasar al señor Genma Saotome, por favor Makoto.

— En seguida doctora.

Tras unos minutos, el hombre de anteojos ingresa también a la oficina en la que antes estuviera su hijo, camina hacia el escritorio sentándose frente a ella.

— ¿Cuál es el problema? — pregunta el hombre, directamente, rompiendo el silencio de aquel lugar.

— Quisiera hacerle un par de preguntas...

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Ya en casa, Ranma conversa con su padre sobre Akane mientras estaban en el Dojo, ella no era tan terrible como se imaginaba. Meditando al respecto, dispuesto a agradecerle por su ayuda, escucha a Akane conversando con Nabiki.

¡imagínate, estoy comprometida con mi peor pesadilla!

Dicho comentario descoloca al joven que furioso se retira, topándose con Kasumi en las escaleras. Ella sostenía toallas recién dobladas mientras observaba como el chico se alejaba. Mientras lo observa, se encuentra con el padre del chico.

— Debemos observarlo — le explica el hombre, retirando sus anteojos del rostro en un gesto de absoluto cansancio. Kasumi asiente en silencio.

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El hombre, vestido de un impecable traje, cogía un pan de la cocina para ponerlo en su boca, mientras apresurado salía de la casa. De manera simultánea y con la boca llena tras dar grandes bocados, trataba de explicar:

— Te dejé una nueva receta médica en la cocina hijo, Kasumi te la comprará, recuerda que debes ser riguroso... ¡nos vemos en la noche!

Su hijo, y Kasumi desayunaban tranquilamente, ya acostumbrados a las carreras del hombre al que parecía siempre alcanzarlo la hora. La mujer se apresura en terminar para recoger sus cosas y salir de allí.

— No te preocupes Kasumi, yo la compraré ¿puedes traerla?

— Claro.

Ranma encuentra una carta de Kuno donde invita a la pelirroja a las 6:00 pm en la escuela..., Kuno aparece y después de decir sus versos sin sentidos y presentarse como el relámpago azul de la preparatoria Furinkan, le declara todo su amor y le obsequia un gran ramo de flores rojas y exclamando mientras se retira:

— Pelirroja, te quiero... te quiero...

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— ¿Dejaste que saliera?, ¡Rayos, Kasumi!

— Lo siento señor, pero se veía saludable esta mañana, no sabía que...

— Bien, al menos sólo compró rosas... ¿cómo se veía cuando llegó?

— Pues, parecía estar muy molesto, subió al segundo piso, estuvo en una de las habitaciones vacías por mucho tiempo.

— Está bien, será mejor llamar a la doctora.

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— Kasumi ¡tengo que salir de esta casa!, no es nada agradable quedarse todo el día encerrado ¿sabes?

— Pero joven, su padre me dijo que no debía permitirle salir solo.

— Entonces acompáñame, ambos iremos a comprar esas condenadas pastillas, así todos quedaremos contentos.

— Pero..., es que yo...

— ¡No tienes de qué preocuparte!

— Está bien — consiente finalmente, no muy convencida después de observarlo por un momento — pero será sólo por un momento.

Ambos caminan aparentemente tranquilos por la ciudad, la mujer se veía nerviosa y angustiada, no dejaba de observar a su acompañante, estaba atenta a cada movimiento que él hiciera, pero el chico no parecía prestarle real atención. Al llegar a su destino, el joven, con suma tranquilidad, se acerca a aquel amable farmacéutico que lo atendía.

— ¿Qué desea, joven?

— Necesito esto — él simplemente le alcanza el papel escrito.

¿Quién le hizo esto? —pregunta el doctor.

Una chica muy fea — contesta Ranma, lo que provoca que Akane, quien lo acompañaba en el consultorio, lo bote de la camilla en la que se encontraba.

No habrás sido tú, ¿no Akane? — extrañado pregunta el doctor.

— ¿Joven?... — preguntaba el farmacéutico, pero el chico parecía no reaccionar.

— ¿Joven? — intentaba, también Kasumi — ¡Joven! — pero este, estaba completamente ido, y cae abruptamente al suelo sin que ninguno de los dos, pudiera evitar el pesado golpe.

Por más que le cuesta, Akane responde con la verdad y asiente. Ranma se da cuenta de que ella estaba tratando de hacerse la amable. El doctor se larga a reír y en un dos por tres deja al mal herido de Ranma, como nuevo.

Aún son unos niños...

— ¡¿Pero qué demonios le pasa a este chico?! — preguntaba el farmacéutico, mientras sacudía fuertemente al chico que parecía, no querer reaccionar.

Por la mañana, Kasumi le pide a su hermana Akane, que le vaya a dejar un libro al amable doctor que atendiera a Ranma el día anterior, sin embargo, ella se niega y Ranma cree conocer la razón.

— ¡Que alguien llame a una ambulancia! — gritaba Kasumi, a las personas que habían comenzado a acercarse, al ver al joven comenzar a convulsionar en el piso.

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Genma se encontraba en uno de los pasillos del hospital de Nerima, había estado allí por horas, su elegante vestuario estaba arrugado y deshecho. Sostenía sus anteojos en una de sus manos mientras que, con la otra, sujetaba su frente en un gesto que demostraba su profunda preocupación.

— No puedo creer que esto esté pasando... no puedo... — murmuraba para sí — esto debe ser sólo un sueño... por favor que sea un sueño...

Una persona finalmente se le acerca, era la psiquiatra que antes los atendiera.

— Debo hablar con usted, sígame por favor.

El hombre obedece sin siquiera titubear, ambos llegan a una pequeña sala donde no había demasiados muebles, además de un simple escritorio y un par de sillas, ambos se acomodan allí.

— La verdad señor Saotome, es que...

— ¿Qué le pasa a mi hijo? — le interrumpe. No quería rodeos ni palabras amables, la urgencia que lo caracterizaba, había dominado aquella situación.

— No es fácil lo que le voy a decir, quisiera que primero se tranquilizara para yo...

— ¿¡Qué rayos le pasa a mi hijo!?

— Ranma tiene un grave caso de esquizofrenia...

— ... ¿Qué está diciendo?

— La esquizofrenia es una enfermedad hereditaria-ambiental, Ranma siempre la tuvo, pero sólo ahora se ha desarrollado, quizá por su estado emocional..., Ranma cree que sus pensamientos, sentimientos y actos más íntimos son conocidos o compartidos por otros, y pueden presentarse ideas delirantes en los actos y pensamientos — la mujer lo observa, sin estar segura de que aquel hombre tambaleante y pálido comprendiera en realidad, lo que ella le estaba diciendo, sin embargo, continúa con su explicación — Son frecuentes las alucinaciones, especialmente las auditivas, pero también suelen presentarse otros trastornos de la percepción, los colores pueden parecer excesivamente vívidos y detalles irrelevantes de hechos cotidianos pueden parecer más importantes que la situación u objeto principal...

— ¡Yo sé lo que es la esquizofrenia, no soy estúpido! — gritaba el hombre, nervioso, dando pasos que lo hacían ir y venir en el mismo lugar — ¡usted dijo que con el tratamiento estaría bien!

— Es así en la mayoría de los casos, nunca había visto una reacción negativa que se presentara tan rápidamente o tan fuerte, su hijo está completamente perdido en su mente, al parecer, Ranma ya no ve dos realidades, ve sólo una... el vive en su mente una realidad en la que es un artista marcial... que está comprometido... y que heredará un Dojo... es como si él…, prefiriera permanecer en la realidad que ha creado… — explica la mujer, observando como el padre de su paciente se dejaba caer en una de las sillas.

— ¿Dónde..., dónde está?, quiero verlo…, ¡quiero ver a mi hijo! — Genma se levanta con ojos llorosos y desesperados, la mujer, manteniendo distancia, hace ademán de que la siguiera, y este obedece de inmediato.

Después de caminar en absoluto silencio, llegan a una zona alejada del resto del hospital, cruzaron muchas puertas de acceso restringido a paso apresurado hasta finalmente llegar a la esperada puerta correcta. La mujer toca suavemente esperando respuesta, un hombre bastante mayor atiende, abre y los observa.

— Él es el padre, quiere verlo — anuncia la mujer. El hombre asciende lastimosamente para luego dejarlos entrar.

Y ahí estaba, Ranma Saotome, un muchacho acostumbrado a reprimir sus emociones, deseos y ambiciones, ignorado desde pequeño, cobijado en grandes comodidades económicas gracias al productivo y bien remunerado trabajo de su padre, pero sin recibir el más mínimo de atención afectiva.

Genma Saotome, hombre divorciado y padre ausente debido a su adicción al trabajo observaba a su hijo, rememorando que él en realidad, nunca había estado para él. Ranma había tenido que crecer solo, sin vínculo alguno, sometido a cambios permanentes en su vida, que imposibilitaban tener un lugar seguro, pues hasta de eso había sido privado. Atendido siempre por extraños y desinteresados empleados, Ranma no había podido más que refugiarse en su propia mente, creando un mundo diferente, en el que pudiera vivir las experiencias más alocadas, donde tuviera interacciones con diferentes tipos de personas y donde pudiera vivir todo tipo de emociones, además de la única que hasta ahora conocía: indiferencia. Un mundo en el que tuviera aventuras y desventuras, un mundo en el que pudiera ser querido por las personas que lo rodean, a quienes realmente les importara aquello que le pasara, independientemente de cuan extraña fuera la situación. Un mundo en el que pudiera amar y ser amado, a pesar de no tener la más mínima idea, de cómo conseguir o lidiar con ello.

Genma observa a su hijo que ahora estaba en una camilla, sentado gracias a su respaldo bien acomodado, amarrado de manos y pies, vestido con una camisola de color celeste, con la mirada perdida y con una sutil sonrisa en sus labios. Deseaba en silencio haber prestado real atención a las señales que su hijo siempre intentó demostrarle, pensando en la manera de traerlo de vuelta, con él, a su vida.

Pero entonces se detiene en su sonrisa. Y comprende.

Él había logrado llegar a un lugar feliz. Su hijo no tenía una sola razón para volver junto a él.

Él lo sabía, lo sabía bien.

Su padre, arrepentido, corre a tomar una de sus manos y posa su frente sobre ella.

— Perdóname hijo… — lloraba desconsolado — perdóname…

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FIN.

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Notas de la Autora:

Este es una historia, que publiqué en Fanfiction desde otra cuenta, a la que ya no tengo acceso, el día 5 de Enero del 2006… ¡2006!

Di con ella y quise recuperarla, pues le tengo algo de cariño. Se trata de uno de mis primeros escritos.

Sé que es un poco… alternativo. Quizá, una idea algo ambiciosa para una narración tan simple. Quizá, un poco demasiado oscura, o poco interesante, para un fandom más bien romántico, pero es, al fin y al cabo.

Así escribía yo, por esas fechas. Esas eran mis ideas, por esos tiempos, y simplemente no tuve deseos de que se perdiera en el infinito internet (como me pasó con varias otras… snif)

Así que aquí está, surgiendo de entre las tinieblas.

La idea era corregir algunos errores menores, y agregarla a esta cuenta, pero terminé arreglando un poco más que eso. Fue inevitable.

Dicho sea de paso, debo aclarar que no soy experta en enfermedades mentales (mucho menos en esas épocas) y que todo lo que aquí se ha plasmado, ha sido producto de mi imaginación.

Ojalá pudieran dejarme sus impresiones.

Saludos!