¡Muy buenas! Ya regresé para traerles más ilegalidad a sus vidas :v Disfruten de los problemas que se vienen en camino. Y por cierto, gracias a mis fieles seguidoras a las que no les importa irse al infierno conmigo leyendo cosas que no deberían ser plasmadas en un documento de word (OwO)9

Amiability

—¡Yuki-chan, es hora de comer! —Aquel grito tan escandaloso se escuchó por todo el pasillo.

Así era como lograba que la Yato abandonara su cuarto y se dirigiera al comedor. Sin embargo, no sucedió.

—Yuki-chan, ¿estás ahí? —Pegó su oreja a la puerta de madera para escuchar.

—Ya comí hace rato por lo que no tengo hambre —respondió desde el interior.

—¿Todo bien? —Su instinto maternal le decía que algo no marchaba como debería.

—Creo que sí.

—¿Puedo pasar? —Obtuvo su respuesta. Él accedió—. Me sorprende que sigas en la cama a esta hora.

La Yato sólo se había parado para dejarlo pasar. Inmediatamente después se metió bajo las cobijas.

—Hoy no tengo ganas de hacer nada. —Sacó su cabeza para mirar al mayor—. No pude dormir bien por lo que no estoy de ánimos para nada.

—¿Algún idiota pervertido te hizo enojar ayer?

—No.

—¿Estás en esos días difíciles?

—Tampoco.

—Sabes que le puedes contar todo a Kon-chan —expresó en un tono femenino.

Ella meditó su propuesta y evaluó los pro y los contra de hablarle de su dilema.

Lo que pasa es...—Era innegable que necesitaba desahogarse y contarle a alguien lo que la aquejaba. Y obviamente el gorila era su mejor opción—. No vayas a decírselo a nadie.

—Mi boca es una tumba.

El relato dio inicio tras su promesa. Y la conclusión del mismo llegó en unos cuantos minutos.

—Así que conociste a Maiko-chan. —Por esa forma tan familiar en como la llamaba dejaba claro que él la conocía tanto como Hijikata—. Ha venido algunas veces aquí a cocinarnos y a divertirse un rato con nosotros, especialmente con Toshi. —Ella torció los labios ante lo mencionado—. Creo que ha llegado el momento de que hablemos sobre eso.

—¿Sobre «eso»? ¿A qué te refieres?

—A los sentimientos que tienes hacia Toshi.

Las pupilas de la Yato se ensancharon y su boca se selló. Ese tema era muy personal y demasiado puntiagudo.

—Sabes que nada me alegraría más en este mundo que verlo feliz porque se lo merece después de todo lo que ha pasado. Sin embargo...

—Yo no estoy buscando nada de eso. —Se apresuró a decir antes de que él terminara la oración—. Sé mejor que nadie que esto no es más que un afecto platónico que se quedará en eso y nada más. —Él sabía lo madura que podía llegar a ser. Nunca dejaba de sorprenderlo con sus cavilaciones—. Sé que jamás podrá ser. Ya me he resignado desde hace un tiempo. —Salió de su mundo de tela, dejando ver su oscura cabellera suelta—. Quiero que sea feliz. No obstante, él tampoco lo está dejando nada fácil. —Eso la exasperaba—. He venido aquí en los últimos tres años mentalizada con hallarlo al lado de alguien y todo termina en lo mismo...

—Yuki-chan…

Tal vez el hecho de que ya era padre lo dejaba vulnerable cuando la contemplaba pasándola tan mal por algo que no podía cambiar.

También estaba el hecho de que la había visto crecer.

—El que no pueda ser no significa que dejaré que cualquiera venga a campar a sus anchas. —Kondō soltó una carcajada ante sus firmes palabras—. Hijikata-san merece a una mujer confiable. No a alguien que quiera matar el rato.

—Ciertamente ya no está en edad para que pueda juguetear con todas las mujeres que se le crucen en el camino. Esos buenos años murieron junto con sus niveles bajos de colesterol.

Ambos rieron ante lo mencionado.

—Así que puedo ayudar a esa mujer. Si es que acudió a mí para pedirme ayuda es porque va en serio.

—Yuki-chan, ¡eres tan buena y dulce! —Ahí estaba abrazándola, cubierto en lágrimas. Estaba más que conmovido—. Cuando todo esto acabe iremos a buscarte un buen hombre.

—¿A quién vas a buscarle un hombre?

Quedaron helados en cuanto vieron quien había entrado sin anunciarse.

De repente ya se encontraban siendo asediados por esa hosca mirada.

—Ah…¿Dije hombre? Yo hablaba de fiambre. Verdad, ¿Yuki-chan? —decía con nerviosismo para quien se había vuelto su cómplice.

—Es que me ha dado un hambre tremenda. Y ya que ambos somos amantes del fiambre, pues decidimos ir por un poco después de arreglar mi cuarto.

Nada como adornar la mentira del otro.

—Ey Oyuki.

La Yato sintió cierto temor en cuanto vio esos ojos en ella.

—¿Por qué no fuiste al entrenamiento de esta mañana?

—Eso tiene una explicación. No muy lógica, pero la tiene…—Ella sentía la presión—. La verdad es que yo…

—Toshi, no deberías de ser tan insensible. —Su comentario desconcertó a los dos—. Yuki-chan está pasando por un momento delicado al que toda mujer llega tarde o temprano. Por lo que necesita espacio, cariño y comprensión. —Hasta estaba cubriendo a la Yato entre las sabanas como si fuera un capullo—. Por lo que hoy estará indispuesta para cualquier actividad física.

—Ah….—Se arrepintió de haber preguntado por su absentismo—. Bueno, iré a seguir con lo mío.

Y antes de que pudieran agregar algo, se marchó. Era mejor escapar de ahí antes de enterarse de cosas que era mejor no conocer.

—Con eso nos dejará en paz y podremos planear sin problema alguno cómo ayudar a Maiko-chan para que logre conquistar a Toshi.

Ella por su lado tomó asiento sobre su futón para escucharlo atentamente.

—Podrían salir a cenar a un restaurante poco concurrido. Y evitando a toda costa que Hijikata-san pida su platillo especial —proponía—. Ahora que lo pienso no tengo ni la más remota idea de qué clase de gustos tenga en mujeres.

—Me supongo que le van las mujeres sinceras, de buen corazón y que sonrían mucho —enumeró como puntos positivos—. Él no es del tipo superficial, así que le importará que la chica sea demasiado hermosa o no.

Un punto muy bueno en el samurái.

—Sí, suena completamente a él —expresó con una pequeña sonrisa. Ella mejor que nadie conocía sus cualidades.

—Ahora tenemos otro problema en manos.

—¿Cuál?

—Su trato con las mujeres —sentenció seria y sombríamente.

—No me digas que es un pervertido como todos.

Desde su punto de vista era imposible que él fuera de esa forma. O probablemente a causa de su encantamiento hacia su persona había pasado por alto ese detalle.

—No. De hecho no sabe cómo socializar bien con las mujeres. Inclusive puede llegar a ser tímido.

—Resulta difícil de creer considerando su personalidad. —Una faceta como la que describía no combinaba ni por asomo con él— En ese caso tendrá que ser ella la que tome la iniciativa con todo.

—Estoy seguro que Maiko-chan no tendrá problema alguno.

—Ahora lo que tenemos que hacer es poner el día y la hora a la cita romántica. —Meditó sobre qué hora sería la indicada para romancear—. Podríamos hacerlo este viernes.

—Un viernes por la noche. Suena bastante bien. —Porque él ya se encontraba poniendo una marca en el calendario—. Yo me encargo de convencer a Toshi. Así que despreocúpate.

—¿Sobre qué vas a convencerme, Kondō-san?

¿Ya nadie tocaría la puerta antes de entrar? ¿Por qué justamente tenía que regresar ese hombre? ¿Cómo podrían planear una cita perfecta si se la vivía interrumpiéndolos?

—De que mañana Yuki-chan tampoco podrá asistir al entrenamiento. Ya sabes que está en esos días delicados del mes.

Nada como usar de excusa barata el infierno que vivía una mujer cada veintiocho días.

—A-así es. Por lo que me disculpo completamente. —Tenía que seguirle el juego al gorila o podrían ser descubiertos.

—Toma. —Extendió una bolsa plástica hacia ella—. He escuchado que les gusta comer esto cuando se encuentran así. —Su voz se mantenía tan áspera y ronca como era usual. Sin embargo, se le podía apreciar un poco de pena—. Comételo todo, ¿entendido?

—Lo haré —respondió por mera inercia y cortesía—. Gracias.

—Kondō-san, será mejor que te pongas a trabajar y dejes de incordiar a la gente. —Miró al hombre que no hacía más que vaguear y salió de allí sin agregar nada más.

—¿Y qué es lo que se supone que te trajo?

—La amabilidad también puede ser vista como un defecto. Incluso puede llegar a ser dolorosa. —En sus manos se encontraba un bote de helado y dentro de la bolsa había unas tabletas de chocolate amargo—. Menta con chispas de chocolate. Mi favorito. —Sonreía con enternecimiento, pero también con tristeza—. Hagámoslo para que al fin pueda irme tranquila de aquí.

La plática con Kondō dio por terminada después de que los últimos detalles del plan quedaran afinados. Así que ahora tenía el resto de la tarde para descansar en su habitación y asimilar lo que había decidido.

Y toda aquella introspección provocó que su estómago demandara por una ingesta calórica. Y aunque terminó con ese delicioso helado y las barras de chocolate, todavía era insuficiente; así que no tuvo más remedio que conducir su humanidad hacia el comedor y rogarle por algo de comer a la jefa de cocina.

—No es lo que esperaba, pero es mejor que nada. —Sobre su charola había una gran cantidad de espagueti con salsa de tomate y fantasmas de carne molida; y completamente frío—. Mejor debí comprarme algo decente.—Resignación era lo que debía tener mientras comía en silencio esa desabrida pasta.

—Creí que estarías encerrada en tu habitación.

A la pobre se le fue chueco el último bocado por lo que estuvo a nada de conocer al gran creador antes que el resto.

—Por un momento creí ver una luz guiándome a un mundo mejor.

Era un hecho, no continuaría comiéndose eso. Más que nada porque estuvo a punto de morir mientras lo ingería.

—La buena comida se acabó hace horas. —Tomó asiento y estuvo a punto de prender su cigarrillo cuando sintió la mirada de la Yato. No era ni el lugar ni el momento para hacerlo—. ¿Todavía tienes hambre?

—No. Ya no. Con eso terminé de llenarme. —Rogó para que el chillido de sus tripas no la delataran—. Y ya le dije que a su edad no debería estar fumando.

Sí, a su edad. El hombre que tenía frente a ella fácilmente le triplicaba la edad y no obstante, el paso de los años fue gentil con él. Tal vez por ello todavía llamaba la atención de las mujeres de vez en cuando. Tal vez era como los buenos vinos que entre más añejos mejor sabor poseían.

—Ya me quitaste la mayonesa y ahora quieres arrebatarme esto. —Suspiró y tiró la cajetilla a la basura antes de que ella la destruyera entre sus manos.

—La salud es primero. —Fue su justificación para su extremista actuar—. De ese modo no sólo vivirá más, sino también tendrá una gran calidad de vida —dijo para quien no terminaba de tragarse aquel cuento—. A su futura conquista no le alegrará estar con un hombre que apeste a cigarrillo y tenga un par de neumáticos en vez de abdomen —expresó para quien le puso mala cara.

—¿De qué conquista hablas? Kondō-san te ha vuelto a meter ideas locas en la cabeza, ¿no es verdad? —En cierto modo era así—. Ignora lo que te diga. Está obstinado en conseguirme una cita desde hace años.

—¿Y por qué no ha aceptado ninguna?

—¿Eh? ¿También vas a fastidiarme con eso? —Justo lo que le faltaba, que ella también lo jodiera por su soltería.

—No busco molestarlo. Solamente me sorprende que no se haya dado la oportunidad de conocer a alguien. De haberlo hecho tal vez ahora tendría una hermosa familia.

Con eso ella se hubiera ahorrado muchas complicaciones innecesarias con las que debía lidiar en el presente.

—No necesito algo como eso.

Siempre se mostraba arisco cuando se tocaban temas personales y ese no iba a ser la excepción.

—Eso no lo puede saber con certeza. —¿Qué quería decirle? —. Mi padre no deseaba tener lazos sentimentales de ningún tipo. Mucho menos una familia. Pero conoció a la mujer correcta y entonces aquello que consideraba como impensable, sucedió. —La vida solía ser demasiado irónica en algunas ocasiones—. Tal vez usted aún no conoce a esa mujer.

—Tu padre y yo somos casos muy aparte. —Técnicamente eran como el agua y el aceite—. Sin embargo, entiendo la idea.

—Eso sonó como un: «ni lo pienses que lo haré».

—Oyuki, no deberías preocuparte por lo que un viejo como yo haga o deje de hacer de su vida personal. —Si tan sólo fuera tan fácil como decirlo—. Enfócate más en ti misma. En encontrar algo que te haga feliz.

Era un gran consejo. Y para ella era mucho más significativo de lo que él se imaginaba.

—Tómelo como una manera de pagarle todo lo que ha hecho por mí durante estos años. —Él olvidaba que era una chica astuta—. Yo ya soy feliz. Mi mundo no es el ideal, mas me encuentro conforme con él. Así que no tengo nada que ambicionar por el momento.

Quizá sí lo había, pero era un sinsentido. Ese algo ni siquiera debería de contemplarse ni como anhelo.

—Siempre he pensado que eres una chiquilla extraña. —Ella suspiró ante la percepción que tenía de su persona—. Tus hermanos andan allá afuera poniendo al universo en aprietos mientras comandan peligrosas tripulaciones. Tu hermana se encuentra cazando seres peligrosos a la par que va conociendo todo tipo de planetas. Y sin embargo, tú estás aquí, en la Tierra, queriendo ser de los buenos. Creo que ahí pasó algo raro —soltaba con clara burla.

—Me gustan los sitios tranquilos. Me agrada la vida en la Tierra. Su comida, su gente…Supongo que también se debe a las pláticas que tenía constantemente con mamá. Ella nació aquí. Es su lugar favorito y lo convirtió en el mío también —confesó con naturalidad—. No me gustan las injusticias ni esa clase de cosas. Aunque prácticamente toda mi familia son piratas espaciales. Podría decirse que soy un poco más complicada que el resto de los Yato.

—Si eres feliz de esa manera no creo que haya mayor problema. Solamente procura no matar a nadie con tu superfuerza a menos que sea necesario.

Sus labios dibujaron una media sonrisa. En cierta medida se encontraba satisfecho. Probablemente él ayudó un poco a guiar el camino de la Yato hacia un futuro menos sanguinario y más cercano a la normativa judicial.

—Ey, jamás he asesinado a nadie —replicó—. No he tenido la necesidad.

—Y así es mucho mejor.

Aquello parecía decirlo por otro motivo que se encontraba más allá del conocimiento de la Yato.

—Lo sé. Pero de ser necesario lo haré y no titubearé.

Él sabía que hablaba con la verdad. Y eso le provocaba cierto desagrado.

—A veces para proteger lo que más nos importa tenemos que mancharnos las manos de sangre.

Hijikata lo sabía mejor que nadie. Sus manos se encontraban manchadas desde hace mucho tiempo atrás.

—Exactamente. Usted me entiende a la perfección. —Asintió un par de veces ante ello—. Ay no puede ser…—Su estómago decidió irrumpir en la conversación para manifestar que estaba insatisfecho y requería ser alimentado—. Esto es muy vergonzoso…

Se hizo pequeña al mismo tiempo que sus mejillas se volvían tan rojas como las fresas.

—Te dije que hacer dieta no es bueno.

—No estoy haciendo dieta —objetaba—. Es sólo que se me hizo tarde y terminé sin comer nada. —Había perdido tiempo fraguando un plan para amarrarlo con la cocinera.

—Ya que no hay nada por aquí, vayamos a comprar algo.

Se puso de pie y empezó a caminar con dirección a la salida.

—¡E-espere! —Se apresuró para alcanzarlo. Pronto se encontraron fuera del cuartel caminando en dirección hacia el centro de la ciudad—. Si de comida buena se trata deberíamos ir al restaurante de anoche. —Era momento de aprovechar las oportunidades que la vida le daba—. La comida de Maiko-san es de lo mejor.

—Hoy tengo antojo de algo diferente.

—No va a comer esa bomba de colesterol. —Tenía que alejarlo de esos pensamientos y dirigirlo hacia donde ella quería que fuera—. Un poco de verduras salteadas le hará bien.

—Estaba pensando en comer algo de carne. —Se detuvo, logrando que quien lo seguía se estampara contra su espalda—. Hoy es quincena y puedo darme ciertos lujos.

—Al menos es mejor que su arroz bañado en mayonesa…

—Te gustaba de niña. —Eso se escuchaba como un bonito reproche.

—Sí. En esa época toda esa grasa salía de mi cuerpo con enorme facilidad. A esta edad ya debo cuidarme o todo se irá a mis muslos. —Cierta vanidad existía en ella.

—Pero si ni siquiera estás gorda.

—La báscula no piensa lo mismo que usted.

Tōshirō no entendía esos dilemas femeninos, pero sabía que meterse con el peso de las mujeres era lo peor que podría hacer a menos que lo que estuviera buscando fuera morir prematuramente.

—Sigamos.

De nuevo comenzaron a moverse.

—¿Qué tal este lugar?

Los dos estaban parados frente a un establecimiento de fachada tradicional que contaba con un fino letrero.

—Es de los lugares que mejores críticas tienen en la ciudad. La carne de aquí es de primera.

—Luce un poco costoso. —No tenía la suficiente pasta para despilfarrar.

—Yo puedo poner la mitad de la cuenta.

Estaba meditando la oferta. No estaba bien que dejara que ella pusiera dinero cuando el adulto responsable con salario fijo era él.

—Está bien. Solamente por esta vez. —Es que de verdad tenía antojo de un buen trozo de carne.

—Entonces entremos y no perdamos más tiempo. —Tampoco despreciaría un buen corte.

Las puertas eléctricas se abrieron en cuanto fueron detectados por el sensor de movimiento. Y para cuando estuvieron adentro no pudieron más que maravillarse por el exquisito sabor que recorría cada recoveco del lugar. Es que olía endemoniadamente bien.

Sin mayor titubeo se movieron en busca de una mesa libre, mas no parecía haber alguna disponible.

Lo peor es que al fondo había una gran conmoción. Los meseros no dejaban de ir y venir con charolas llenas de comida. También había una gran cantidad de mujeres merodeando el sitio con rostros sonrojados y expresiones bobas.

—¿Habrá venido alguna estrella famosa? —Era la conclusión a la que había llegado Tōshirō.

—A este paso no nos van a dejar nada. —Le importaba un bledo si se trataba del mismísimo rey. Ella tenía hambre y quería comer.

Lo siguiente que se escuchó fue un grito de terror y a la gente saliendo corriendo a toda prisa. El causante de tal alboroto fue fraccionado en dos gracias a la celeridad y filo de aquella espada.

¿Quién disparaba dentro de un establecimiento lleno de civiles importándole un pepinillo lo que pudiera suceder?

Hijikata chasqueó la lengua en cuanto hizo contacto visual con el perpetrador.

—Ese disparo fue limpio y acertado. Sin embargo, has logrado suprimirlo con enorme facilidad.

El celeste platinado de sus ojos era tan vívido y vistoso que resultaba imposible no contemplarlos para descubrir si eran reales o eran una consecuencia fortuita del efecto de la luz sobre sus iris.

Su atractivo rostro, su pálida piel y el pelirrojo que coloreaba sus lacios cabellos concluían el resto de rasgos físicos que lo volvían tan atractivo para el género femenino.

—Tendré que hacerlo mucho mejor la próxima vez.

—A un samurái como él no podrás darle fácilmente con una bala.

Esa altiva mirada compartía la misma fascinante tonalidad que la de aquel sonriente pelirrojo.

Sin embargo, su oscura y revoltosa cabellera era lo suficientemente larga como para requerir que una alba cinta la mantuviera controlada.

E incluso cuando el contraste físico entre ambos era tan notorio como el día y la noche, no era menos atractivo que su acompañante.

—Desde el año pasado que no nos veíamos. —dijo con una ladina sonrisa—. Oh, hermana qué grata sorpresa el vernos de nuevo.

—¡Hermanos! —Los miró con notable felicidad. Y corrió hacia ellos para abrazarlos—.Kyōhei, no deberías dispararle a Hijikata-san solamente porque te gusta ponerlo a prueba con el uso de su espada. —El pelirrojo levantó los hombros, restándole importancia a su acto—. ¿Qué es lo que están haciendo aquí? Pensé que continuarían trabajando en aquella misión.

—Nos fastidiamos por lo que implementamos el plan B —pronunciaron a la par.

No cabía duda de que eran de lo más unidos.

—¿Y ese plan es…?

—Liberamos a todas las mascotas de nuestra madre. Por lo que barrieron con todo en cuestión de minutos —comentaba Kyōhei con inocencia—. Gracias a eso terminamos rápido. Verdad, ¿Kazuya?

—Sí. Y las mascotas de mamá ahora están satisfechas.

—Olvidaba su mal hábito de terminar las cosas usando las mascotas de mamá. —Sus palabras tenían un regaño implícito. Mas a ellos esa clase de cosas se les resbalaba como la mantequilla—. Mínimo finjan que se arrepienten de ello.

—Y bien, ¿cómo han estado las cosas por el Shinsengumi? —Kazuya ya se encontraba a un lado del mayor.

—Mucho mejor desde que se llevaron a ese maldito sádico con ustedes.

—Su sadismo nos ha sido de gran ayuda. —Porque el pelirrojo también se había trasladado hasta la posición de Tōshirō—. No le quedaba otra opción si es que quería seguir manteniendo a nuestra tía y sus tres pequeñas bendiciones.

—Es feliz matando todo lo que se le cruce en el camino.

—Más les vale que no estén pensando en hacer alguna locura en la ciudad. —No iba a permitir que cometieran vandalismo alguno.

—Claro que no. —Que lo dijeran a la vez les restaba credibilidad.

—¿Por qué no se sientan con nosotros y comemos un poco? La carne siempre es buena para el corazón. —Obviamente había heredado algo más que el físico de su progenitor.

Ninguno tuvo tiempo de objetar porque ya habían sido arrastrados hasta la mesa que ellos ocupaban. Justo la que tenía locas a esas mujeres que de seguro deseaban que esos dos volcaran su feroz apetito en ellas.

—¡Esto es tan suave! Siento cómo se derrite en mi boca. —La Yato comía muy feliz de la vida. Quien estaba sentado a su lado no tenía ese mismo espíritu.

—Hijikata, ¿has estado cuidando bien de mi hermanita?

El policía sabía que ambos eran protectores con sus hermanas. Sin embargo, Kazuya era el peor de los dos.

—Claro que sí.

—Es bueno escucharlo.

La sonrisa que le dedicaba podía ser tan real como falsa. Con él no podía bajar la guardia porque no podía leerlo en su totalidad.

—No me gustaría que fuera acosada por alguno de los miembros del Shinsengumi.

—Eso no va a suceder. —Él era un hombre recto y no tenía condolencia cuando actos como esos ocurrían.

—Hermano, no creo que debamos seguir preocupándonos —mencionaba Kyōhei para el otro—. Hasta deberíamos de darle algo a cambio por su buen trabajo.

—Oh, eso me recuerda el licor que compramos antes de venir para acá. —Kazuya sacó una pequeña botella de cerámica de la mochila que tenía a un costado suyo—. ¿Por qué no tomamos un trago?

—Aun cuando eres mayor de edad no deberías tomar.

—No beberé nada. De modo que no pongas esa mala cara que ahuyentarás a las mujeres. —Tomó un vaso y vertió el contenido del recipiente. Ahora la bebida estaba en las manos del policía—. Kyōhei lo probó y dice que sabe muy parecido a eso que ustedes llaman como sake. Por lo que supongo será de tu agrado.

—No le hemos puesto veneno —alegaba el otro hermano.

—Con ustedes uno se puede esperar cualquier cosa.

Su desconfianza hacia los hermanos mayores de Oyuki no había nacido sin fundamento.

—Ve esto como una oferta de paz. Como un nuevo inicio para que podamos empezar las cosas con el pie derecho —expresó Kazuya antes de seguir comiendo de su enorme tazón de arroz con carne—. Además, el alcohol es bueno para la digestión.

—No sé cómo es que traen locas a la mayoría de las adolescentes de nuestras tripulaciones cuando son capaces de comer de esa manera. —Pese a que poseían modales a la hora de comer, ingerían cantidades inhumanas que aterrorizarían a cualquiera—. Son como papá a la hora de comer.

—Si tan sólo hubieran sacado ese parecido con tu padre no habría problema alguno. —Hijikata observó el traslúcido líquido y olfateó su esencia. El aroma era delicioso; denotaba la calidad de aquella bebida—. Al menos tienen buen gusto para el alcohol.

No quedaba nada en su vaso. Se lo había bebido todo de jalón.

—Nos alegra que te haya gustado. ¿No es así Kyōhei ?

—Por supuesto.

—Ustedes están siendo demasiado amables y eso no es normal. —Conocía a ese par y sabía que existían motivos ocultos tras su repentino buen comportamiento—. ¿Qué es lo que están planeando ahora?

—Nada —expresaron al unísono.

El arrepentimiento llegó a él en cuanto sintió el gorgoteo de su estómago.

¿Estaba experimentando agruras o ese par le colocaron algo parecido a un laxante? ¿Por qué empezaba a sentir su pulso cardíaco en aumento?

—¡¿Qué demonios me está pasando?! —¿Le fallaba el oído? Porque eso justificaría que percibiera su voz diferente—. ¡¿Qué está pasándome?!

Las palmas de sus manos temblaban. Y simultáneamente comenzaba a verlas mucho más menudas.

—¡¿Hijikata-san?! —Oyuki estaba en shock. Era incapaz de creer lo que sus ojos le dictaban que era su actual realidad—. ¡¿Qué rayos…?! —Tal vez había consumido demasiadas proteínas que ahora se encontraba alucinando—. ¡U-un...! ¡¿Hijikata-san es un niño?! —profirió con la atención puesta en quien la veía con el mismo anonadamiento.

—Kyōhei, nos hemos equivocado de poción.

—Te dije que teníamos que haberlas rotulado.

—Bueno, ahora el ilegal es él —emitieron alegremente los hermanos.

A ellos la vida misma les tenía sin cuidado.