¡Buenas noches! Yo sé que es tarde para andar subiendo cosas a la red, pero ya saben, una no puede siempre terminar temprano un capítulo. Bueno, vayamos a lo que importa; disfruten y esperemos vernos pronto en la siguiente actualización.

Falling

Su día comenzó bruscamente con una alarma sonando antes de que el astro rey se asomara en el cielo para llenarlos a todos con su cálida luz. Y prosiguió con su incursión al comedor del cuartel donde tendría que seguir las instrucciones de la cocinera principal para llevar a cabo la tarea a la que fue sentenciada la noche anterior.

Supuso que sería una tarea relativamente sencilla. Nada comparado con los duros entrenamientos que vivía a diario bajo la tutela de su padre y de sus hermanos. No obstante, fue demasiado ingenua; demasiado positiva sobre los menesteres que involucran la elaboración del alimento más sagrado del día.

—Creo que la mejor forma en la que puedes ayudarnos es que te encargues de lavar los platos.

Estipulaba la mujer de mayor rango jerárquico dentro de la cocina; la misma que notó los nulos dotes culinarios de la muchachita.

—Tal vez si te metieras a un curso intensivo de cocina aprenderías a hacerlo bien —comentaba la que estaba a cargo de la elaboración de la sopa miso.

—Yo no estaría tan segura de ello...—Tal vez no podía preparar un huevo sin salarlo o quemarlo, pero al menos lavaba magníficamente bien la vajilla hasta el punto que rechinaba de limpia—. Parece que simple y llanamente no nací para elaborar cosas saladas...

—Cuando encuentre un hombre al que quiera conquistar, aprenderá en un dos por tres.

Aquella mujer le tenía una fe impresionante. Más de la que ella misma se tenía.

—Y hablando de hombres. —Pareciera que la hora del cuchicheo había llegado—. ¿Qué piensan del vicecomandante?

—Que no cabe duda de que tuvo sus años mozos.

—Pensar que se veía de ese modo siendo joven.

La Yato se limitó a escucharlas en silencio. No había nada raro que se pusieran a hablar sobre la rejuvenecida apariencia del moreno.

—Aunque lo más increíble es que siendo tan apuesto no se haya casado nunca.

—¿Será posible que sea del otro lado? —interrogaba una de ellas con cierta curiosidad—. Si fuera de ese modo resultaría un verdadero desperdicio.

«¡Claro que no es del otro bando! Aunque recuerdo que durante algunos años se extendieron rumores de que mantenía una dudosa relación con Sakata-san. Sin embargo, no creo que eso sea cierto. Probablemente sólo querían perjudicarlo».

—Esa es una duda que podemos despejar rápidamente. —Eso sonaba a una propuesta interesante por lo que el resto prestó atención a lo que tenía que decir—. Tal vez con una invitación a salir o un poco de coqueteo.

—Eso es algo que sólo una jovencita como tú dirías. —Suspiró quien resultaba ser la mayor de las cuatro cocineras—. A mi edad a lo único que puedo aspirar es a un cuarentón desempleado.

—Eso nos deja a nosotras tres en la competencia —expresaba la otra mujer que rozaba los veinte y tantos—. Chicas, debemos prometer que será una competencia sana.

«¿Y a qué hora se supone que estará listo el desayuno si se la viven cuchicheando en vez de ponerse a trabajar? Además, Hijikata-san ya está siendo asediado por otra mujer. E irónicamente también es cocinera».

—Ey Oyuki-chan.

Genial, lo que le faltaba, que la quisieran meter en su charla sobre Hijikata.

—Sí, ¿qué sucede?

Se giró hacia el círculo que formaron las féminas mientras secaba sus manos.

—Cuéntanos cómo mantienes tu piel tan blanca y pulcra.

—Siempre he querido preguntarte si tu cabello es natural o te lo rizas.

—Todos en mi familia somos de piel blanca. Es genético. —Era del Clan Yato y era una característica física muy distintiva que todos poseían—.Y sobre lo otro, mi cabello es natural. Lo he heredado de mi abuela materna.

—Y debes ser una experta conquistando chicos.

«¿En qué se han basado para llegar a semejante conclusión?».

Quería huir.

—Creo que me tienen en un concepto de lo más equivocado.

—Bueno, eso no importa. —La Yato tuvo un mal presentimiento—. Tú eres la más allegada a Hijikata-san, por lo que debes conocer sus gustos mejor que nadie.

Fue entonces cuando experimentó una especie de déjà vu.

Sería grandioso que nos ayudaras un poco.

—Me temo que eso no estaría nada bien. —Todas se quedaron expectantes ante lo dicho—. Si realmente están interesadas en Hijikata-san, entonces tienen que poner todo su empeño y tiempo para conocerlo y conquistarlo. No pueden depender de que alguien les facilite todo. O entonces no será significativa la conquista.

Ya tenía suficiente con esa mujer para que ellas también la hostigaran de esa manera.

—Así que tendrán que esforzarse por sí mismas.

Ese día aprendió una valiosa lección: nunca en su vida pedir más de lo que va a comerse porque el castigo a cumplir era algo que no estaba dispuesta a realizar de nuevo.

Y es que ni ella misma se hubiera imaginado que ser la lavavajillas humana del Shinsengumi sería una tarea tan extenuante.

Lo único positivo que sacó de todo aquello es que podía desayunar con toda la calma del mundo en el vacío comedor.

—Para ser alguien que fue explotada laboralmente por varias horas no te ves con mucho apetito.

¿En qué momento apareció su primo?

Ryōta sostenía un tazón de arroz con dos huevos estrellados encima como si fuera el mejor acompañamiento.

—Al menos siéntate y deja de comer parado —criticó—. Y no es que no tenga hambre, es únicamente que...

—No te gusta el arroz blanco con verduras y natto —terminó la frase el joven Yato tras tomar asiento enfrente—. Puedo intercambiar mi arroz por el tuyo. —Ella puso mala cara porque su platillo llevaba dos huevos crudos encima—. Lamento mucho que mi comida de pobre no sea de tu agrado —dramatizó.

—Es culpa de mi madre. Ella siempre nos daba comida bien cocida para desayunar. —Era el momento de culpar de su quisquilloso paladar a su progenitora—. Nos malacostumbró.

—¿Todavía siguen aquí?

No era la interrogante la que los hizo trasladar su atención hacia su derecha, sino la persona que la emitió.

—Hijikata. —Saludaba Ryōta animadamente al mayor—. Estábamos terminando de desayunar.

—Sí, estábamos a nada de acabar —pronunciaba Oyuki mirando el plato de arroz que no quería comerse por nada del mundo—. ¿Cómo puede a la gente gustarle algo como esto? No solamente es pegajoso, sino también tiene un olor horrible.—De olisquear la soja fermentada se le revolvía el estómago.

Preferiría cometer sepukku antes de comerse eso.

—¿Es que no piensas comerte eso?

Demonios, la persona que no debía, vio que todavía quedaba algo sin comer en su charola.

—La verdad es que yo...

Ya se estaba imaginando el castigo que le daría por ser tan melindrosa.

—No se lo ha comido porque...

Se le dejó de entender. Se había atragantado todo el arroz con natto en un abrir y cerrar de ojos.

—Se lo había guardado a Ryōta. A él le encanta y pensé que le gustaría comerlo.

Los primos siempre estaban para ayudarse mutuamente.

«Prometo comprarte la figura de acción que te hacía falta para completar tu colección».

—Ya que terminaron, síganme —demandó para ambos Yato tras dirigirse hacia la salida.

Los dos lo siguieron con notoria curiosidad.

—¿Para qué nos requieres? —curioseaba el mayor de la familia Okita.

—Tal vez necesita apoyo para una misión importante —concluía Oyuki con una amplia sonrisa en sus labios.

—Algo que la fuerza de simples terrícolas no es capaz de afrontar. —Era obvio que la sangre del gran Clan Yato corría por sus venas y se manifestaba con fuerza en su persona—. Sin ofender Hijikata. Tu fuerza está por arriba del promedio.

—De los pocos seres humanos que son capaces de encarar a los Amanto de nuestra especie —elogiaba Oyuki a quien solamente les ofertaba una vista de su espalda—. Entonces, ¿qué es lo que haremos?

—Necesito que se encarguen de una importante misión.

Paró frente a la puerta corrediza que llevaba al cuarto que se empleaba para las reuniones más importantes que tenía el Shinsengumi.

—Les daré esta tarea porque confío en ambos.

Ese par se miraron y sonrieron. Se sentían dichosos por tal honor.

Tōshirō abrió y permitió que ambos entraran para contemplar la importante misión de la que tendrían que hacerse cargo.

—¿Ah? ¿Unos niños? —Pronunciaron simultáneamente al ver a los infantes que debían estar rondando los diez años de edad.

Al examinarlos con cuidado notaron que estaban hechos unos rubiales naturales de celeste mirar. Y si eso no era suficiente para que fueran llamativos, sus ropajes excéntricos harían el resto.

—Son el príncipe y la princesa del planeta Kobito —informaba Hijikata a esos dos que continuaban perplejos—. Han venido de visita a la Tierra porque quieren conocer un poco de la cultura y el modo de vida que tenemos aquí. Por eso los han mandado directamente con nosotros.

«Siempre le terminan pasando esta clase de cosas al Shinsengumi», pensaron ambos en cuanto terminaron de escucharlo.

—Y ya que ustedes dos son los más jóvenes y responsables de todo este sitio son más que perfectos para encargarse de este asunto.

Ellos ya sospechaban su destino en cuanto vieron a los rubios. Sin embargo, esperaban a que la vida les sonriera un poco y las cosas terminaran de otro modo.

—Sólo será por este día.

«No quiero cuidar a dos mocosos de la realeza. Ya tengo suficiente con mis hermanos como para lidiar con más», discurríaRyōta.

«Nunca he cuidado niños en toda mi vida, pero debe ser igual que alimentar a las mascotas de mi madre».

—Cuando esto termine los recompensaré con lo que quieran.

Les ofreció como incentivo porque sabía perfectamente que no deseaban cumplir una tarea tan tediosa y aburrida. Ni él quería hacerlo.

—¿Que tal invitarnos a comer a donde nosotros queramos? Puede ser justamente cuando terminemos —proponía Ryōta con una enorme sonrisa de regocijo en sus labios—. ¿No crees que es una gran idea, Oyuki?

—Jamás se puede rechazar la comida gratis.

Hasta ella podía llegar a ser una amante de la gastronomía.

—Suena a un precio justo. —Hijikata estaba de acuerdo con sus términos. Inclusive si significaba vaciar toda su quincena en llenarle los estómagos a esos dos—. Se los encargo. Mientras seguiré con todo el papeleo que Kondō-san dejó acumulándose desde el mes pasado. —Su semblante de molestia ponía en manifiesto el hastío que sentía de pensar en todo lo que tenía que hacer—. Nos vemos luego.

Salió de allí, dejándolos con aquellas bendiciones espaciales.

—Hola pequeños. —La Yato se agachó frente a los tímidos y callados Amanto. Lucían tan humanos como ellos y el resto de la población mundial—. Él es Ryōta y yo soy Oyuki. Por este día nos encargaremos de cuidar de ustedes y mostrarles algunas cosas interesantes que se hacen aquí en la Tierra.

—Si se portan bien les daremos a probar algunas golosinas populares que tenemos por aquí.

—Mi nombre es Maki y él es Goto. —Presentaba la niña con una dulce sonrisa—. Nos gustaría conocer el cuartel del Shinsengumi.

—Debe ser un sitio de lo más entretenido.

—No deberían tener expectativas tan altas. —Les dijo Ryōta. No estaba bien ilusionar a los niños—. Este sitio es sumamente aburrido. Especialmente para los de su edad.

—Oye, aquí pasan cosas divertidas de vez en cuando. Por lo que no les digas esa clase de cosas. —Le codeó por su comentario indebido.

—A ti solamente te parece entretenido porque estás embelesada por Hi... —Esta vez el codazo fue con mucha más fuerza, logrando que se doblara del dolor—. ¿Es así cómo le pagas a tu primo más guapo y carismático que te saca de apuros cuando no te quieres comer tus vegetales?

Era válido para él reprocharle después de todas las buenas acciones que hizo por ella.

—Los llevaré a dar un recorrido por todo el cuartel. Así que síganme. —Miró a los dos rubios y después abrió la puerta—. Vamos Ryōta, no seas perezoso y ven con nosotros.

—¡Ha pasado totalmente del tema! ¡Es idéntica a mi sádico tío! —Caminó hacia ella no porque quisiera, sino porque le había dado su palabra a Hijikata—. Llevémoslos primero a la sala de interrogación y a los calabazos.

—Se trata de que disfruten de su estadía en el Shinsengumi no que queden traumatizados por el resto de sus vidas.

—Por nosotros no hay ningún problema.

—No somos niños para nada frágiles —aseguraba Goto de lo más entusiasta—. Queremos saber cómo se imparte la justicia aquí en la Tierra.

—¿Ves? Todos en el fondo son algo sádicos.

—Deja de hacerle caso a lo que tu padre te dice.

Visitar la sala de interrogatorio no les tomó demasiado tiempo ni tampoco se hizo mucho hincapié en aquello. Sin embargo, cuando se encontraron en el área de celdas, ese par se veía de lo más interesados en observar cada detalle que allí había.

—Esta ciudad debe ser de lo más pacífica porque no hay ningún criminal encerrado aquí —comentaba Maki con cierta decepción—. Mas eso es bueno. Habla muy bien del cuerpo policíaco.

—En nuestro planeta natal los criminales son pulverizados después de que son detenidos. —Ilustraba el niño, mirando el interior de una de las celdas—. De esa manera se le da una lección a todos los miembros de nuestra sociedad de que los delitos poseen graves consecuencias.

—Oye, ¿no es algo tenebroso que unos niñatos hablen sobre la tiranía de su planeta como si estuvieran hablándonos sobre el clima?

Ryōta veía con otra perspectiva a ese par de Amanto.

—Aquí no hacemos nada de eso. —Les aclaraba Oyuki—. No somos tan poco ortodoxos.

—Y por eso estamos sorprendidos de que el índice delictivo sea tan bajo en esta ciudad aun cuando sus medidas correctivas son tan flexibles. —La rubia lucía admirada—. Hay tantas cosas por aprender de su planeta y de todos ustedes.

—Aunque hay un tema que es mucho más apremiante que ese.

—¿Ah sí? ¿Y ese cuál sería? —Curioseaba Ryōta.

La verdad es que ese par estaba resultando ser de lo más interesantes pese a ser unos mocosos.

—¡E-espera...! Eso...

Exclamó cortadamente la Yato antes de voltearse hacia atrás y encontrarse con la absoluta nada.

—Juro que...

No podía haber alucinado. No cuando se había sentido de lo más real.

—No fuiste la única que lo sintió...—Ryōta reaccionó del mismo modo. Habían estado tan coordinados que les resultaba aterrador—. Realmente nos han...—Ni siquiera terminó de hablar cuando de nuevo experimentó el agravio que le impulsó a girarse para descubrir qué era lo que pasaba—. ¡Realmente nos han tocado el culo!

Estaba pegado contra la pared al lado de quien también pasó por tal desfachatez.

Ambos fueron víctimas de un toqueteo descarado que sólo podía venir de una dirección.

—¿No estarás pensando que...?

—Oyuki, solamente estamos nosotros cuatro aquí. —Le recordó por si se le había olvidado—. Y a menos que empecemos a ver con buenos ojos el incesto, no creo que nos hayamos tocado entre nosotros. —Ambos sacudieron la cabeza ante semejante insinuación—. Por lo que únicamente quedan ellos dos. —Clavó fríamente sus celestes ojos en esos dos que mantenían su rostro ensombrecido, como si estuvieran admitiendo silenciosamente su crimen—. Hemos sido manoseados por dos niños de diez años, dos veces.

—Hagamos que paguen por lo que han hecho. —Era más que justo—. No seremos procesados por la ley porque somos menores de edad.

—Siento decirte esto prima, pero el grupo parlamentario de nuestro país ha aprobado esta semana la reducción de la mayoría de edad legal de los veinte a los dieciocho años como una medida que busca fomentar la participación de los jóvenes en la sociedad. —Alguien estaba de lo más informado sobre lo que acaecía en el país—. Si los asesinamos seremos procesados y nos meterán muchos años en la cárcel. —Adiós bendita inmunidad judicial—. Aunque vele el lado positivo.

—¿Y cuál sería? Porque yo solamente veo puras desventajas.

—Tu relación ya no será ilegal ante los ojos de la ley.

Oyuki iba a darle otro buen golpe en las costillas. Sin embargo, desistió en cuanto sintió que alguien la observaba.

A dónde se habían ido esos rostros angelicales que despertaban tanta ternura.

Ahora poseían el rostro adulto de alguien que rozaba los cuarenta y tantos. ¿A qué se debía esa amplia sonrisa que decoraba sus nada agraciadas caras?

—Parece que nos hemos topado con buenos especímenes, hermano.

—Son de complexión firme. —Ese par sabían perfectamente de lo que hablaban—. Aunque todavía hay algo de lo que debo cerciorarme antes de tomar mi decisión final.

Goto dirigió su atención en un punto concreto de su anatomía. Le sonrió con impudicia, como si se estuviera imaginando cosas que no le exteriorizaría a nadie.

—Son de buen tamaño y de seguro son tan blandas como la almohada más costosa que se pueda comprar.

—Bueno, he oído que los terrícolas están bien dotados por lo que no debería de preocuparme. Estoy segura de que estaré más que satisfecha cuando lo vea en persona.

Ryōta tapó sus partes íntimas porque sentía que lo estaba desvistiendo con la mente.

—¡Son unos malditos Umpa Lumpa pervertidos!

Gritaron, importándoles un bledo que alguien pudiera escucharlos. Se sentían ultrajados.

—Es bueno saber que ya son legales. —¿Qué era esa caracola que había llevado Goto hasta su oreja izquierda?—. No queremos romper las reglas de su planeta después de que nos los llevemos con nosotros para celebrar la ceremonia nupcial.

—¡¿Ceremonia nupcial?!

Cuando el miedo se apoderaba de ambos se tornaban de lo más coordinados.

—Sí papi, hemos encontrado a nuestros prometidos ideales. —Maki también estaba al «teléfono»—. Es bien parecido y está en perfecta condición física por lo que tus nietos serán preciosos.

Ryōta se tuvo que tapar la boca para no potar después de que le habían insinuado que abusarían de él sexualmente importándole un bledo su opinión.

—Te lo digo madre, ella es una belleza y me calienta más que el sol de verano.

Oyuki se aferró al brazo de su primo en cuanto vio cómo la nariz de aquel hombrecito empezaba a sufrir de una poderosa hemorragia nasal.

—Te daré tantos nietos como me pidas.

—Nuestros padres tienen el suficiente dinero e influencias para contratarnos la mejor defensa que podamos tener. De modo que no debemos temer por las consecuencias del infanticidio que cometeremos. —Ryōta se encontraba tronando cada uno de sus dedos. Con cada tronido se imaginaba el cuello de esos dos siendo destrozado—. Sus restos se los daremos a Masamune.

—Si no hay cuerpo no hay delito. —Ya no eran niños ante sus ojos, por lo que las condolencias estaban de más—. Debemos hacerlo rápida y silenciosamente para que nadie se dé cuenta.

—Con que les destrocemos el cuello será más que suficiente.

—Pronto seremos familia. Esposa y esposo. Por lo que deberíamos aprender a dejar nuestras diferencias a un lado para que nos entendamos adecuadamente cuando llegue el momento de estar a solas en la habitación. —No le sorprendía la rapidez de la rubia, sino la frescura con la que estaba amasándoles el trasero—. Seremos la envidia cuando regresemos a nuestro planeta con estos amantes.

El piso se desquebrajó en el preciso momento en que esos Yato decidieron incursionar en el arte de la jardinería para enterrar profundamente a un enano, esperando a que nunca tuviera la oportunidad de florecer.

—S-según mi información recabada los seres humanos no deberían tener tanta fuerza...—habló con nerviosismo y miedo, Goto.

—Eso es porque no somos humanos.

Espetaron ambos al tiempo que se aproximaban a su persona. Era evidente lo que iban a hacerle.

—¿P-podemos llegar a un acuerdo? ¿Que les parece si sólo hay violencia doméstica cinco veces a la semana?

Ellos no respondieron.

Lo pescaron de su sucia cabeza y comenzaron a apretársela.

—¡Auxilio! —bramó aterrorizado, siendo incapaz de poder luchar y proteger aquello que conocía como vida—. ¡No!

—¡Ey! ¡¿Qué demonios están haciendo?!

Los dos se paralizaron ante la persona que apareció en el peor momento posible.

Si tan sólo se hubieran hecho cargo de esas molestias antes.

—Les dije que se encargaran de cuidarlos no que los ocuparan como pelotas antiestrés. —Ambos conocían esa mirada. Estaba molesto y eso no era buena señal—. Suéltenlo.

—Hijikata no podemos hacer eso. —Ryōta se rebeló ante su decreto—. Este sujeto es un enano degenerado que ha fingido ser un niño para que bajemos la guardia y pueda efectuar descaradamente sus obscenas fechorías.

A Tōshirō aquello le sonaba un disparate total. Él veía únicamente a un niño asustado que le rogaba por ser rescatado.

—Hijikata-san, sálvame por favor.

—Si no querían cuidar a estos niños hubieran sido claros conmigo desde el principio.

Genial, no les creía en lo más mínimo.

Ambos soltaron al crío de mala gana.

—¿Por qué no te llevas estas fotos de recuerdo? Son de mi prima luciendo un hermoso traje de baño.

En su mano derecha yacían esos preciosos tesoros que el rubio no podía ignorar hasta el punto que le importaba un bledo exponerse a sí mismo como lo que realmente era.

—Y si eso no es suficiente para ti, ¿qué te parece el hecho de que se atrevió a tocar a Oyuki?

—¡¿Qué demonios es esto?! ¡¿Estás no son fotos de mi futura esposa?! —protestaba el pequeño hombre en cuanto se dio cuenta de que había sido timado—. ¡Son hombres travestí! ¡Esto es repulsivo! —Destrozó las fotografías en un arranque de furia y coraje—. Curaré este mal sabor de boca entre los pechos de mi amada.

Se lanzó con agilidad y rapidez hacia la Yato, ansiando aterrizar en semejante suavidad. Sin embargo, existían sueños que jamás se concretarán, anhelos destinados a ser destruidos de un certero y funesto puñetazo. Y eso era justamente lo que experimentó el repulsivo hombrecillo que quiso pasarse de listo frente a la persona equivocada.

—Maldito bastardo. —Hijikata imprimió la suficiente fuerza bruta como para dejar en la inconsciencia al enano—. Como aborrezco a los idiotas como él. —Chasqueó la lengua con soberano malhumor. Y para cuando se tranquilizó un poco, enfocó su mirar en ese par—. Lamento no haberles creído.

—Al final nos hiciste caso, así que está bien.

La verdad es que se había quedado con ganas de darle una buena paliza al rubio toca narices.

—¿Ambos están bien?

Suspiraron con alivio y resignación.

—Los hombres soportamos mejor estas cosas, pero las chicas no tanto. —¿Es que la estaba tachando como el sexo débil?—. Oyuki fue toqueteada dos veces.

—¡Ryōta! —expresó con pena.

—Oyuki. —La llamó. Ella no tuvo más remedio que confrontarlo—. ¿Tú en verdad estás bien? De no ser así yo mismo me encargaré de hacer que se arrepienta por lo que hizo.

Claramente se sentía culpable. Había sido demasiado confiado y expuso a ambos a un par de depravados.

No obstante, lo que más le pesaba es que había hecho pasar a una chica por tan horrible experiencia. Nadie merecía un trauma así y mucho menos ella.

—Estaré bien —Le producía una gran alegría y tranquilidad que él se encargara de hacer pagar a aquel Amanto por todo lo que le hizo—. Gracias.

—No tienes nada que agradecer. Solamente estaba tratando de remediar mi fallo.

De sólo pensar que Kazuya pudiera enterarse de lo ocurrido le daban ganas de cometer harakiri en ese preciso momento para no tener que lidiar con aquello.

—Descuide, no le diré nada a mi hermano. —¿Le leyó el pensamiento? O tal vez ya se había vuelto bastante trasparente para algunos temas—. No quiero que arme toda una escena aquí.

—Te estaré agradecido si no le dices nada a ese idiota.

Por un lado Tōshirō parecía estarse quejando de algo y por otro su prima parecía divertirse con ello porque no dejaba de reír por lo bajo, con discreción.

«¿Será posible que Hijikata sea el ser humano más denso que hay sobre la faz de la Tierra? Porque solamente eso explicaría por qué no se ha dado cuenta de que la manera en que Oyuki lo mira va más allá del respeto y la admiración. Lo peor es que no se da cuenta del efecto que tiene en ella y de lo que esto podría terminar acarreando», pensabaRyōta.

—Hijikata-san, perdone que lo interrumpe mientras se queja como una niña, pero le han traído un paquete —expresó Yamazaki en cuanto se halló en la habitación con una caja de madera a sus espaldas.

Ese objeto poseía la mitad de su alto.

—Imbécil, ¿por qué demonios has traído eso hasta acá? ¿Qué tal si es una bomba? —Lo reprendió por ser tan inocente.

—Si Oshin-sama quisiera volarlo en miles de pedazos lo haría personalmente y no le mandaría una bomba.

—De modo que es un paquete de mi madre. —Oyuki se aproximó hasta el gran paquete y se percató de que tenía unos cuantos orificios para que entrara el aire—. ¿Qué es lo que hay aquí?

—«Hijikata, creí conveniente ofrecerte una disculpa formal por los aprietos tan puntiagudos en los que te han metido mis dos estúpidos y traviesos hijos. Sé que el obsequio que te he mandado no minimizará los daños, pero por lo menos espero que se vuelva de gran utilidad en tu labor diaria. Sin más que agregar, te mando mis cordiales saludos». —Ryōta leyó la tarjeta que permanecía pegada frente a la caja de madera.

—Hay que abrirlo ya. —Oyuki estaba muy curiosa por saber cuál era el contenido del regalo misterioso.

—Por lo menos me puedo fiar de que no se tratará de una broma del mal gusto. —Conocía a la boticaria de hace años y sabía que ella no era de esa clase de gente—. Igualmente no deja de inquietarme.

Desenfundó su espada y con un par de rápidos y limpios movimientos aquel medio de transporte quedó resumido a astillas.

Un golpe seco se escuchó en cuanto Hijikata fue a dar contra el suelo. Sin embargo, su caída no era el asunto más delicado, sino lo que había provocado tan aparatoso incidente.

El causante estaba parado sobre su humanidad, clavando sus agudas y celestes pupilas en él como si estuviera observándolo en detalle mientras su poderosa cola se movía de un lado a otro, destrozando la madera sin demasiada dificultad.

Todos podrían pensar que se trataba de un canino de impecable musculatura y gran porte que lucía con glamour el abundante pelaje que le rodeaba el cuello, el lomo y parte de la cabeza. No obstante, él que conocía el género y especie de la cosa que tenía encima no pudo más que rogar para que ese espécimen no quisiera llenarse la tripa con él.

—Hijikata, eres un hombre realmente afortunado

¿Cómo que lo era? ¿En qué se basaba para afirmarlo?

El hocico de esa bestia espacial estaba tan cerca de su rostro que podía percibir su respiración.

—Creo que para mi próximo cumpleaños le pediré a mi tía que me regale una cría de Syx.

Él tan feliz y ansioso por su deseo y Hijikata a nada de ser devorado.