¡Buenas noches! Ya regresé, mucho antes de lo esperado. Pero bien dicen que hay que aprovechar la inspiración cuando esta toca a tu puerta. Y por eso les traigo la continuación de esta historia C: Disfruten y nos leemos en la próxima ocasión.

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—La gente normal suele enviar flores o una cesta de frutas cuando intenta disculparse con alguien. No una bestia peligrosa que es capaz de asesinar a una ciudad entera.

Ese era Hijikata quejándose vía telefónica con la persona que tuvo el detalle de mandarle tan primoroso obsequio.

—Es sólo un bebé de tres meses, Hijikata. Así que no dramatices —informó la mujer del otro lado de la línea—. El pequeño crecerá conforme a tus enseñanzas.

—¡No pienso quedarme con una cosa como esas!

Todavía mantenía muy fresco el recuerdo cuando Okita, Kondō y él estuvieron a nada de ser devorados por varios Syx hace años atrás. Por lo que era de esperarse que no quisiera pasar por lo mismo otra vez.

—Lo empaquetaré y te lo enviaré de vuelta.

—Hijikata, los Syx son criaturas muy listas y sobre todo, muy resentidas. Por lo que no deberías expresarte de esa manera cerca de ese pequeño.

Si la experta se lo estaba advirtiendo, debía hacerle caso, ¿no?

—No creo que una cosa como está sea capaz de...

Incluso cuando quería seguir riñéndole sobre lo que le había enviado, no podía hacerlo. Su celular había desaparecido, había sido tragado por el cachorro que se echó en el suelo para masticar mejor su electrónico.

—¡Pequeña bestia bastarda te cortaré en miles de pedazos por lo que has hecho!

—Hijikata, no deberías ser tan duro con el pequeño —decía Ryōta mirando al sulfurado uniformado—. Es pequeño y ha de estar cambiando sus dientes por lo que debe sentir una gran comezón.

—¿Y qué se supone que le daremos de comer a esta cosa? ¿No comían carne? —Yamazaki veía con cierta intriga al canino que olfateaba el lugar como si estuviera buscando algo en concreto—. La carne es bastante costoso por lo que alguien deberá trabajar turnos dobles.

—Yamazaki, ¿por qué demonios te oyes como si dieras por hecho que me quedaré con ese saco de pulgas? ¿No te das cuenta que nos puede asesinar a todos?

¿Por qué solamente él se daba cuenta de lo estúpidamente peligroso que era tener a una criatura como esa viviendo en el cuartel?

—Me pregunto si tendrá hambre. —Oyuki vio al pequeño salivar mientras metía la cabeza en el hoyo que Ryōta y ella provocaron tras haber enterrado a la princesa en el piso—. ¿Irá a meterse?

—No está de más que el Shinsengumi tenga un perro guardián que siempre se mantenga alerta por si hay intrusos.

—Yamazaki, nosotros somos la policía. Nosotros debemos mantenernos alerta en cualquier momento. No necesitamos a un feo perro para eso. —Torció el ceño ante la idea. El tema ya lo estaba mosqueando.

—Jamás está de más tomar precauciones extras. —El mayor de los hermanos Okita tenía un punto entre manos—. Si lo entrenas apropiadamente se convertirá en un increíble miembro del Shinsengumi. Llegarías a la escena del crimen mucho más rápido que en una patrulla.

—Ryōta, ¿tú también? Pensé que tú entenderías mejor que nadie que es un gran disparate quedarnos con una cosa como esta.

Aquella charla común y corriente se había transformado en un debate para decidir el destino de la pequeña bestia a la que ni siquiera estaban vigilando.

—Oh, se ha metido por completo.—La Yato se agachó ante el agujero que ahora poseía un mayor diámetro a causa del curioso animal—. ¿Eso no fue una especie de grito ahogado?—Agudizó su mirar, mas solamente vislumbró el carmesí que adquirían las pupilas de aquel ser cuando se ocultaba en la oscuridad—. Ese sonido me es bastante familiar...

—Hijikata, piensa en cómo se sentirá mi tía si rechazas su presente —dijo, aclarando su garganta y usando el tono de voz más serio que poseía—. Ella es una mujer que no le entregaría una de sus mascotas a cualquier persona. —Lo cual era completamente cierto—. Así que si le devolvieras algo de lo que se ha desprendido con enorme esfuerzo, entonces la ofenderías y le harías saber que lo que te ha dado no está a tu altura.

—Y hacer enojar a esa mujer podría ser lo último que quisiera hacer —hablaba Sagaru para su superior—. Toda esa familia es muy peligrosa.

—Bien podríamos darlo en adopción. De ese modo podemos decir que se escapó y jamás regresó a casa.

Tōshirō no era cruel con los animales. Sin embargo, aquella criatura estaba más allá de su compasión.

—Tal vez no fue suficiente con eso. —Oyuki se puso de pie en cuanto el Syx abandonó el foso; ahora se encontraba dirigiendo sus pasos hacia donde permanecía el inconsciente príncipe—. Estoy segura de que eso le provocará dolor de estómago.

—Me encargaré de elaborar los carteles y pegarlos por toda la ciudad.

El amante del anpan se encargaría de la parte más tediosa porque sabía de antemano que iban a mandarlo a hacerlo por lo que prefería adelantarse para que se viera como una iniciativa.

—Ryōta, ponle una cadena y amárralo en el patio trasero —ordenaba Hijikata—. Mientras tanto me haré cargo de esos libidinosos príncipes.

—Ah, sobre eso. Tenemos un pequeño problema. —Lo dicho por Oyuki captó la atención de los tres hombres de manera inmediata—. Tal parece que tenemos que pensar en una excusa muy buena para justificar que esos dos no regresarán a casa nunca más.

Los dos miembros del Shinsengumi rogaban para que sus palabras no fueran más que una cruel broma; eso es lo que deseaban y en eso se iba a quedar, en un mero anhelo porque al ver lo que ese animal escupió tan de repente ya no podían seguir ignorando lo innegable.

—¡Ese maldito monstruo se ha zampado a los príncipes como si fueran un par de asquerosas croquetas! ¡Y lo único que ha escupido son sus ropas!

Prorrumpieron los mayores en cuanto vieron con espasmo que esos dos ya habían abandonado este mundo terrenal y ahora formaban parte de la madre naturaleza.

—El largo viaje debió de haberle abierto el apetito. Por eso se engulló lo primero comestible que se encontró. —Razonaba Ryōta.

A él no parecía perturbarle ni un poco el descarado asesinato que había tenido lugar allí.

—Y nada como una siesta para digerir la comida. —Oyuki había crecido al lado de esa clase de animales por lo que nada de lo que hizo la intimidaba o la asustaba—. Mi padre siempre me decía desde niña que sin cuerpo no hay delito.

—El mío decía que desaparecer el cuerpo es sólo una parte de todo el proceso. Que deshacerse de toda la evidencia es vital para que no te atrapen.

Era el momento idóneo para hacer una fogata con las costosas vestimentas de aquellos príncipes. También aprovechó para limpiar el espeso carmesí que había manchado el piso de madera.

—Regreso. Iré a la bodega por algunas tablas y todo lo necesario para tapar este hoyo.

—¡Ya les dije miles de veces que no escuchen los consejos de sus estúpidos padres porque son unos completos sádicos!

Les llamó la atención a ambos por igual. Incluso los obligó a tomar asiento para darles un sermón digno de ellos.

—Hijikata-san, ya está lista la carta de renuncia al trono por parte de los príncipes. Ahora solamente debemos enviarla al planeta Kobito. —Ya tenía el importante documento dentro de un elegante sobre y el sello imperial de dicho reino—. Con eso eliminaremos cualquier sospecha.

—¡¿Tú también?!

—¿No les ha entrado hambre con toda esta aventura? Porque a mí sí. Por lo que iré a buscar algo que comer. —Ryōta ya iba hacia la puerta en compañía de su prima y Yamazaki—. ¿Qué será bueno que prepare?

Takoyaki.

—Lo que sea menos anpan.

—Necesitaremos algún postre para completar la comida —meditaba el hijo de Kagura—. Oyuki tú te encargarás de esa parte.

—¡¿A dónde demonios crees que van?! ¡¿Es que no se dan cuenta de que tenemos un problema aquí?! ¡Tenemos que deshacernos de esta cosa!

Señaló al saco de pelos que se encontraba olfateándole la pierna como si estuviera comprobando si podía llegar a tener un buen sabor.

—Hijikata-san, no debería ser tan cruel con el pobre animalito cuando se ve que se ha encariñado con usted pese a que es un marginado social que no tolera el cariño de la gente.

El albo perro estaba parado sobre sus patas traseras a la vez que apoyaba las delanteras sobre el hombro izquierdo del vicecomandante.

Lo más curioso era que se encontraba lamiendo la cara del cabreado policía.

—Eso no va a funcionar conmigo —sentenció para quien lo contemplaba a la expectativa. Hasta estaba moviéndole la cola—. Entiéndelo, eres endemoniadamente peligroso. No hay lugar para alguien como tú dentro del Shinsengumi.

—Si no lo quieres puedes dármelo a mí.

Había aparecido el valiente que se encargaría de la crianza y educación del perro espacial.

—Tu padre odia hacerse cargo de los animales y aunque se trate de un Syx estoy seguro de que encontrará la manera para deshacerse de él —aseguraba Tōshirō—. Si ese perro gigante no ha desaparecido es porque la china lo debió de haber amenazado con volarle la entrepierna.

—Tal vez debería hacer lo mismo —pensó en voz alta.

—¡¿Cómo que harás lo mismo?! ¡¿Ahora te comportarás como tu caprichosa madre para obtener lo que quieres?! —gritaba. Y por su lado el Syx se hallaba haciéndole un nuevo peinado con su lengua—. ¡Y tú deja de hacerme eso!

—Que un animal no salga huyendo después de la manera tan violenta en que le grita solamente demuestra que están hechos el uno para el otro. —Sagaru estaba conmovido al darse cuenta de que su superior no volvería a estar solo—. Al fin un ser viviente lo quiere tal como es.

—¡¿Ah?! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Ey, detente bestia!

Fue lo último que dijo antes de ser arrastrado con celeridad por quien decidió que era buena idea pescarle por el costado donde portaba su espada.

—Chicos, vayámonos. Dejemos que Hijikata-san forme valiosos lazos con su nuevo amigo de cuatro patas.

Hijikata imprimió todo su esfuerzo en conseguirle un nuevo hogar a la criatura que arribó a su vida hace unos cuantos días atrás; la misma que transformó sus tranquilos días en una violenta maratón de incidentes. Sin embargo, todo fue en vano porque no existía nadie que quisiera a un ser vivo como ese cuidando el patio trasero de sus casas.

El nuevo y forzado miembro del Shinsengumi marcaba todo lo que estuviera a su alcance dejando charcas amarillentas que dañaban el mobiliario y ocasionaban que más de un incauto azotara contra el suelo. También gustaba de mordisquear todo lo que estuviera a su alcance para no dejar absolutamente nada. En términos simples no era más que un cachorro al que le faltaba una buena dosis de entrenamiento.

—¡Suelta eso de una buena vez!

No iba a permitir que aquel Syx le arruinara otra chaqueta. Lucharía para no entregársela sin importar por cuanto tiempo más tuviera que jalársela para arrebatársela.

—¿Hijikata-san? ¿Otra vez peleándose con él?

La Yato accedió con una charola que traía dos enormes tazones de delicioso ramen.

—Ya esta es la sexta prenda que destroza. —Porque lo único que recuperó fue una manga—. Nadie lo quiere y ahora menos que saben que es un maldito delincuente.

—Todavía puede meterlo en una caja y enviarlo de vuelta con mi madre.

Colocó los tazones sobre la única mesa baja. Él por su lado tomó asiento.

—Por ahora debería comer un poco que se la ha pasado encerrado aquí todo el día sin probar bocado.

—Primero tendría que drogarlo para que se quede quieto. —Sacó su botella de mayonesa y vació su contenido en ambos platillos—. Pensé que si lo dejaba afuera del cuartel se iría o alguien se lo llevaría a casa, pero no pasó nada.

—Seguramente él se dio cuenta de sus intenciones y por eso está haciendo todo esto.

El Syx estaba sentado enfrente de Hijikata, viéndolo sin pestañear, como si aguardara por algo.

—Pues que criatura tan vengativa. —Empezó a comer tranquilamente, sin prisa. Lo que le trajo estaba realmente delicioso y con su amada mayonesa el sabor era indescriptible—. ¿Eh? —El Syx lo veía comer; era como si estuviera saboreándose lo que tan gustosamente ingería—. No mereces comer después de todo lo que has hecho. —Suspiró con resignación en cuanto se dio cuenta de que no podía matar de hambre a un ser vivo sin importar su mal comportamiento—. Ten.

Puso el tazón de fideos adelante del canino y después lo llenó de mayonesa.

—Creo que hubiera estado mejor sin la mayonesa...—No estaba segura de que ese condimento fuera a gustarle—. ¡¿Le ha gustado o es que está demasiado hambriento?!

Lo insólito se suscitó.

El Syx devoró todo sin reparo. Hasta parecía que lo había disfrutado porque no dejaba de relamerse los labios.

—Por lo visto eres una bestia con buen gusto. —Parecía haberse alegrado un poco por encontrar otro compañero con las mismas inclinaciones culinarias—. Si te comportas te daré otro tazón. —El pequeño movió su cola como sinónimo de entendimiento—. Ahora que lo pienso estás bastante percudido. —En efecto, el blanco de su pelaje se había esfumado, dejando una tonalidad grisácea—. Andando. Ninguna persona o animal que viva bajo el Shinsengumi puede verse y oler como un vagabundo.

—¿Lo bañará?

—Sino se ve presentable tendrá mucho menos oportunidades para ser adoptado. Así que no tengo más elección que hacerlo.

Se retiró el sacó, remangó su camisa y se deshizo de su cajetilla de cigarrillos. Luego miró con cuidado al animal y meditó sobre el lugar más favorable para bañarlo.

Tras haber hecho su elección se fue directo hacia la puerta de salida.

—Sígueme o te ataré del cuello.

—Le ha hecho caso.—Vio con sorpresa que el cuadrúpedo se fue siguiendo sus pasos. Así que movida por su curiosidad fue detrás de ellos—. Parece que ni siquiera Hijikata-san se puede resistir a la mirada suplicante de un Syx.

El patio trasero era el lugar idóneo para llevar a cabo la tarea que Hijikata se había propuesto. Por lo que pronto hubo una barra de jabón y una manguera de agua disponible para ser abierta en cualquier momento.

—Más te vale que te quedes quieto —amenazó a quien sacaba la lengua para refrescarse—. Tendrás que acostumbrarte al agua fría. —Roció cada parte del Syx para que estuviera lo suficientemente húmedo para poder enjabonarlo—. No quiero ni imaginarme cómo debe de doler una patada tuya —comentó tras restregar el jabón en sus patas traseras—. Debería cortarte esto.

Sujetó la pata del animal y contempló las albas garras que poseía. Con un arsenal así de seguro rasgaba cualquier cosa sin dificultad.

—Parece que se está divirtiendo.

Oyuki estaba sentada tranquilamente sobre el piso de madera, viendo en completo silencio la escena que se desarrollaba a sólo un par de metros de distancia.

—¿Por qué demonios tienes tanto pelo? —Ahora restregaba con intensidad el abundante pelaje del lomo y la cabeza—. Déjate lavar bien las orejas pedazo de bestia. —Al perro no le gustaba mucho que asearan sus pabellones auditivos por lo que se retorcía, dificultándole la tarea al moreno—. ¡Ey, estate quieto!

Gritó tras recibir toda la espuma de jabón en su cara tras la sacudida que efectuó el animal.

—Creo que alguien no ha tenido una mascota en toda su vida o sabría que esos lugares son los que debes evitar cuando bañas a un perro.

Bien podría ayudarle con la tarea, pero era mil veces más divertido ver cómo se las apañaba.

—Abre el hocico. —Con sus dos manos intentó abrir las fauces del Syx. No iba a dejar ese espacio sin limpiar; porque sí, también se había traído un capillo de dientes para hacerse cargo del aseo bocal—. Maldito, tienes mucha fuerza.

—Oh, logró abrirle la boca para cepillarle los dientes.

—Es por tu bien. A nadie le gusta sufrir un dolor de caries. —Que por algo le tenía pánico a los dentistas—. Hora de enjuagarte.

—Ahora viene la parte por la que muchos dueños terminan empapados.

Hijikata abrió la manguera y empezó a limpiar cada parte del albo perro para quitarle el jabón y dejarlo reluciente de limpio.

No obstante, lo que no previó es que este se sacudiría con tal fuerza que lo empaparía de pies a cabeza.

¿Quién se supone que bañó a quien?

—Ahora los dos están igual.

—¿Por qué demonios hiciste eso? ¿Así me pagas el que te haya bañado? —Ya estaba riñéndole. El Syx como respuesta volvió a menear su cuerpo, calándolo de nuevo—. ¡Ya basta!

—Tal vez quería jugar con él y por eso lo ha hecho.—Rió un poco en cuanto vio a Tōshirō perseguir al Syx de un lado a otro con la clara intención de educarlo con fuerza bruta—. Es como un niño inexperto después de que le han dado su primera mascota.

El policía estaba tumbado sobre el suelo. El tuso lo había derribado y ahora estaba sobre él, lamiéndole el rostro con mucho énfasis.

—Por lo menos no terminaste todo sucio. —Era él quien necesitaba una buena ducha.

—Creo que esto será lo mejor para terminar de secarlo. —La Yato echó encima del Syx la toalla que traía consigo y empezó a frotar todo su cuerpo—. Sería horrible que se fuera a revolcar estando todo húmedo.

—Está cosa está realmente pesada.

—Y eso que apenas es un cachorrito. —De nuevo el rufián agitó todo su cuerpo. Lo bueno es que sólo la había mojado muy poco—. Eres muy inquieto.

—¿Y estas cosas se vacunan o algo? No sería bueno que le diera rabia o algo por el estilo.

Si no sabía de los cuidados de un perro normal, menos de uno galáctico.

—Los Syx no necesitan ser vacunados. Con una buena alimentación y una buena dosis de ejercicio es más que suficiente.

Había terminado.

Ahora el chucho se veía como un esponjoso algodón.

—Comida, ¿eh? —Miró a quien también tenía su atención puesta en él—. Supongo que a su edad bastará con las croquetas ordinarias.

—Entonces debemos ir a comprar su alimento —sugirió—. Sin embargo, debería ducharse y cambiarse porque luce como si hubiera tenido un combate muy intenso dentro de un chiquero.

Para alguien de su fuerza resultaba sencillo tomar al cánido y cargarlo como si nada.

La normativa de Edo prohibía que las mascotas de cualquier tipo deambularán por las calles de la ciudad sin algún tipo de correa. Por lo que no hubo más remedio que improvisar una correa para el entusiasmado Syx que deseaba olerlo todo.

—¡No te jales tanto!

Si no fuera porque oponía resistencia y sujetaba la cadena con fuerza, ese animal ya lo estaría paseando a él.

—Ya casi llegamos, así que soporte un poco más.

A ella le hacía gracia cómo la gente se quitaba de su camino en cuanto veían lo que les acompañaba.

—Al menos no hay gente obstruyendo el paso. —Alguna ventaja tenía que haber al pasear a semejante canino—. ¿Quieres relajarte de una buena vez? —Acortó la cadena, logrando que se detuviera y caminara muy cerca de su persona—. Si sigues jalándote de esa manera te compraré de las croquetas más baratas. Tampoco habrá ramen con mayonesa para ti.

El Syx bufó. Parecía haber captado el mensaje porque ahora avanzaba al mismo paso que Hijikata.

—¿Acaba de amenazar a un Syx con darle comida barata?

Lo veía y no lo creía.

—Andando. —Ya estaban frente a la tienda de mascotas más grande de la zona por lo que entraron sin mayor dilación—. Este sitio es enorme.

Había muchos estantes y un sinfín de productos que nunca en su vida había visto o imaginado. ¿En qué momento la industria de las mascotas creció a tal nivel?

—Bueno, lo único que necesitamos son croquetas.

—Preguntémosle a ese dependiente en qué pasillo están —proponía Oyuki en cuanto vio a un joven que estaba puliendo el piso—. Disculpe, ¿dónde podemos hallar alimento para perro? —Lo interrogó en cuanto logró llamar su atención.

—Está en el quinto pasillo a un costado de las carnaza —respondió. Pero en cuanto vio lo que llevaban consigo enmudeció—. ¡¿Qué demonios es eso?!

—¿No es un obvio? Es un perro —respondió Hijikata tranquilamente—. Y por eso hemos venido a comprar alimento.

—¡Esa cosa no es un perro normal!

—Solamente es un poco diferente al resto. Mas eso no lo hace menos perro —comentaba la Yato.

—Sea perro o un monstruo nacido de las entrañas del infierno, no puede ir por ahí sin una placa de identificación. —Señaló para quien en apariencia era el dueño de esa cosa—. Debe portar una identificación por si llegara a extraviarse. Así que debería aprovechar la oferta que tenemos en estos momentos. —Podrá tenerle miedo a ese animal, mas eso no era justificante para darse el lujo de perder una venta potencial—. En la compra de una plaquita se lleva un collar totalmente gratis.

—Él tiene razón, Hijikata-san.

—Está bien. —Vio al canino y después al vendedor—. No puedo permitirme romper la ley cuando estoy a cargo de protegerla.

—¡Perfecto! Entonces sígame por aquí caballero.

Unos quince minutos fueron más que suficientes para que Tōshirō regresara con un Syx luciendo un bonito collar carmesí. Aunque lo más particular era la forma que poseía la placa que le había comprado.

Sólo a él le podría parecer que la silueta de una botella de mayonesa sería ideal para que fuera portada por una mascota.

—Hora de irnos.

Sobre su hombro izquierdo trasportaba un costal de veinte kilogramos de alimento mientras que con su mano izquierda llevaba la nueva correa del cánido.

—Y dígame, ¿qué nombre le ha puesto? —cuestionó al moreno en el instante en que abandonaron la tienda de mascotas.

—Togoro.

—Ese sí que es un nombre de lo más particular. —¿De dónde habrá tomado la inspiración para tal mote?—. Aunque parece gustarle.

—Era de esperarse —estipulaba—. ¿A quién no le gustaría portar ese nombre?

—Sin ánimos de ofender. Eso de poner nombres no se le da muy bien que digamos.

—Oyuki, ¿cómo debo interpretar eso?

Lo peor no era el tono mosqueado sino que la estaba mirando.

—Que ya se encariñó con el Syx hasta el punto de ponerle nombre.

Era el momento de cambiar de tema.

—Claro que no. —Renegó—. Solamente sigo las normas.

—¿Y ese juguete que trae en su hocico?

Señaló el peluche de banana que sujetaba en su boca y mordisqueaba de vez en cuando.

—El vendedor dijo que era mejor darle un juguete a que se ponga a destruir todo lo que llega a su boca. Así que para evitar más problemas le compré esa cosa; es lo más resistente que tienen por lo que soportará el castigo.

—¿Y qué me dice de la bolsa de premios que está sobre el costal de croquetas?

—El hombre dijo que se les debe premiar después de que han acatado correctamente una orden. Él lo llamó reforzamiento positivo. —Ahora entendía por qué había demorado en regresar—. Es necesario que deje de orinarse dentro del cuartel o todo acabará apestando.

—Oh sí. Eso no suena a que se ha encariñado con él. No, claro que no —expresaba al tiempo que cubría su boca con la palma de su mano en un intento de mitigar su pequeña risa.

—¡Ey no te burles! ¡Y no, no me he encariñado con Togoro!

—Si ya hasta se ha dirigido a él por su nombre cuando antes sólo le hablaba de manera despectiva.

—B-bueno, es que ahora ya tiene un nombre. Sería descortés que me siguiera dirigiendo a él de ese modo.

¿Esa era la excusa que usaría para justificar su comportamiento? ¿Por qué no sonaba convincente?

Tal vez porque sus mejillas se veían ligeramente rojas por la pena que sentía al haber sido acorralado.

—Vamos, no tiene nada de malo que se haya encariñado con un animal y que quiera cuidarlo apropiadamente.

A ella le resultaba encantador que fuera tan tímido a la hora de expresarse para ciertos temas porque era algo que costaba creer cuando se contemplaba su personalidad y temperamento.

Él chascó la lengua con fastidio.

—Véalo de este modo: puede ejercitar a Togoro mientras persigue a los miembros del Shinsengumi. De ese modo ambas partes entrenarán y se mantendrán en forma. —¿Cómo no se le había ocurrido una idea como esa antes?—. Y si le enseña bien, puede hallar cualquier cosa con sólo olerla.

—Últimamente los enclenques esos no cumplen las vueltas reglamentarias en el tiempo especificado. Y también se la pasan vagueando más de lo necesario.

Hijikata rascaba su barbilla, meditando sobre cómo podía emplear a Togoro para ayudarle con los vagos subordinados que poseía a su mando.

—¿Umm? —Su celular sonó ante la llegada de un mensaje nuevo. Y al conocer el remitente no se pensó dos veces el leerlo—. «Tus estúpidos hermanos han vuelto a hacer de las suyas y han mandado a uno de mis nuevos Syx a la Tierra para que le llegue a Hijikata. Incluso emplearon mi nombre para ello; sin mencionar que usaron un modificador de voz para atender el teléfono cuando él llamó».

A Oyuki no le sorprendía en lo más mínimo semejante diablura. Ellos habían sido de ese modo desde que descubrieron que su ingenio debía ser aprovechado al máximo en todos los ámbitos.

—«¿Eso significa que mandarás a alguien a recoger a la cría de Syx?».

Escribió. No obstante, antes de darle enviar se detuvo. Lo hizo porque volteó a ver al hombre que todo mundo juraba que no era capaz de mostrar un suave y despreocupado mirar; el mismo que provocaba terror en cuanto dejaba al descubierto su mal genio y su apego casi enfermizo hacia la justicia.

El sujeto que en apariencia no disfrutaba de nada más que del trabajo, la nicotina y la mayonesa se hallaba divirtiéndose.

—Él en verdad...

Togoro se sentó tras escuchar la simpleza de la orden mientras tragaba con facilidad el premio que recibió por ser tan buen chico. Mas esa proeza no fue lo que captó la atención de la Yato, sino los gestos que percibía en el rostro de Hijikata mientras el emocionado animal le lamía con cariño el rostro.

¿Es que lo que dibujaban sus labios era algo parecido a una alegre sonrisa? ¿Lo que estaba viendo era un ejemplo claro de que él estaba experimentando algo parecido a la dicha?

¿Aún negaría el cariño que le había cogido a ese animal en tan poco tiempo?

—«No es necesario que mandes a nadie por ese cachorro. Ya ha encontrado a un dueño que es igual a él. Por lo que estará en buenas manos. Ya no tienes nada de qué preocuparte. Estaremos bien». —Reescribió y envió—. Hermanitos, creo que se sentirán un poco decepcionados del resultado obtenido en esta ocasión.

El hombre que tenía frente a ella era inalcanzable y lo sabía. Se lo repetiría las veces que fueran necesarias para no ilusionarse estúpidamente.

Sin embargo, eso no significaba que no disfrutara plenamente de esos pequeños instantes que él le obsequiaba sin darse cuenta.

Ella atesoraría esos momentos donde le mostraba una parte de su persona que el resto jamás tendría el privilegio de conocer.