Sí, sus notificaciones de no las han engañado. De verdad he regresado. Sí, yo sé que están impactadas, anonadadas. Mas los milagros existen y que haya capítulo nuevo es la prueba fehaciente de ello. Podría decirse que los planetas se alinearon y trajeron como resultado que volviera al fandom de Gintama.
Gracias totales a quienes comentaron y a las personas que todavía siguen ahí, aguardando por la continuación de esta historia. Este capítulo es para ustedes.
P.D. También me tomé el tiempo de editar este pequeño fic por si gustan volverlo a leer =3
Side to Side
No era de extrañar que fuera la primera en salir al patio a calentar antes de que el verdadero entrenamiento comenzara. Lo realmente anómalo era que fuera el tercer día consecutivo en que no veía al hombre que más practicaba dentro de las filas del Shinsengumi.
Y es que si hacía memoria la última vez que lo vio por más de cinco minutos fue cuando compraron todo lo necesario para Togoro. Desde aquel día sus apariciones públicas disminuyeron.
Al principio creyó que era más una cuestión laboral. El papeleo siempre abundaba y él era el que se encargaba de archivarlo. Pero después de indagar un poco esa posibilidad quedó descartada.
Si no era el trabajo, ¿entonces qué mantenía ausente al temido vicecomandante?
—¿Sucede algo?
Tan absorta estaba en sus cavilaciones que no notó que alguien más decidió sentarse a su lado.
—¡Ryōta! —nombró tras encontrarse con esas celestes pupilas—. No. No ha ocurrido nada.
—Espera, creo saber qué te tiene así de angustiada. —Sonrió con guasa. Tal vez una idea muy caótica cruzaba por su cabeza—. Descuida, ninguna mujer está asechando a tu hombre.
Sus orejas se colorearon de rojo. Y sus mejillas no demoraron en tener el mismo tono.
La vergüenza provocaba estragos muy vistosos en la Yato.
—¡Ryōta, idiota!
—Oyuki, estás completamente roja —decía con una disimulada risa—. Ay prima, realmente te tiene comiendo de su mano.
—Ryōta, no digas tonterías. —Se recompuso. No quería seguir siendo el centro de burlas de su primo—. Lo que siento por Hijikata-san es admiración y respeto.
—No estoy diciendo que no sientas eso también.
Prefería no gastar más su saliva en él. Así que haría que se retractara de sus palabras haciendo uso del único método infalible que había para contraatacar: cosquillas.
—¡Basta!
Exclamó con esfuerzo porque las cosquillas estaban haciendo que se retorciera en un mar de lágrimas y risas. Hasta se olvidó de que tenía la fuerza suficiente para quitarse a su prima de encima.
—Este es tu castigo por estar diciendo esas cosas, Ryōta.
—Parece que no puedo dejarlos demasiado tiempo bajo la supervisión de su madre o la próxima vez me darán la noticia de que han dejado de verse como primos cercanos.
Se paralizaron en cuanto esa voz se coló por sus canales auditivos.
Y es que estaban tan concentrados en su guerra de cosquillas que no se percataron de que estaban en una posición comprometedora: ella encima de él.
Para ellos era un juego inocente que tenían desde que eran niños. Sin embargo, ahora ya eran dos adultos jóvenes y verlos así podría despertar malos entendidos.
—Padre, qué inesperada sorpresa.
—Tío, buenas tardes.
Los dos se habían apartado para recuperar la compostura y el decoro.
—¿Quieres que le avise a mamá que estás en la Tierra?
—No, así está bien. No pienso quedarme por muchos días.
—¿Algún asunto importante por resolver? —preguntaba Oyuki.
—Sólo vine a comprobar por mí mismo los rumores que se corren en el Hokusei —dijo—. ¿Dónde está ese bueno para nada adicto a la mayonesa?
—En su habitación —contestó su hijo mayor.
Sōgo sonrió con el sadismo que le acompañaba cuando debía destajar a su enemigo.
Y ese par de primos se limitaron a seguirlo en silencio mientras veían que la espada del antiguo ex capitán del primer escuadrón del Shinsengumi yacía fuera de su funda.
Los buenos modales y el respeto a la privacidad quedaron de lado cuando lo único que separaba al pasillo de la habitación quedó destrozado ante un rápido y poderoso tajo.
—Hijikata-san. —Negó con la cabeza y corrigió:— Hijikata-kun.
—¡Maldito Sōgo! ¡¿Qué demonios estás haciendo aquí y por qué has destruido mi puerta?!
Oyuki y Ryōta ignoraron a quienes se miraban con el mismo deseo de asesinarse mutuamente como en el pasado y se centraron en la habitación. Pese a que se encontraba en orden podían notar una pila de desechables y al pequeño Togoro hecho un ovillo.
¿Es que no había ni salido para comer como una persona normal?
—Creí que solamente era una broma de mi idiota sobrino, pero veo que todo era cierto. —¿Estaba decepcionado o complacido por la treta?—. Aunque no importa lo rejuvenecido que estés, siempre serás un viejo decrépito en tu interior.
—¿A qué demonios has venido, idiota? ¿Ya te despidió Kyōhei ? —No estaba para dejarse de su ex compañero—. Debe ser realmente humillante que tu jefe inmediato sea un mocoso de veintidós años.
—No tanto como permanecer aquí encerrado, escondiéndote de todos para que la gente no hable a tus espaldas.
Hijikata chasqueó la lengua y frunció el ceño. Fue así como le dio la razón al sádico.
—Únicamente alguien realmente patético pasaría por un trauma por recuperar su juventud. —Lo miró con lastima y superioridad. Hasta las ganas de cortarlo en dos se le pasaron—. Bueno, todos sabemos que el temido vicecomandante demoníaco, Hijikata Tōshirō, puede ser el hombre más lamentable de todos.
—Si ya acabaste, te sugiero que te marches. Estoy ocupado.
Lo ignoró y se enfocó en lo que estaba haciendo antes de su intromisión.
Okita odiaba esa actitud pasiva que tomaba cada vez que no quería confrontar una situación comprometedora; le llevaba a que la sangre le hirviera y quisiera atentar contra su vida.
—Tsk... Siento mucha pena por esa chiquilla que se ha enamorado de ti.
—¿Uh? ¿Qué quieres decir con eso?
Tōshirō se giró hacia quien sacó un tema tan poco convencional en medio de su riña.
Okita sonrió, satisfecho. Su instinto de lucha había retornado a su cuerpo y estaba más que dispuesto a provocar una reyerta verbal por los viejos tiempos.
Ryōta miró a su padre y después a quien dejó sus deberes por aquellas palabras lanzadas al aire.
Oyuki entró en pánico e hizo lo único que se le ocurrió bajo tales circunstancias: llevó el pulgar y su dedo índice a la boca para ejecutar un claro y largo chiflido.
Togoro salió corriendo ante el silbido de la Yato y derribó al que cumplió el papel de instigador.
—¡Oh, ese es un excelente truco! —Hijikata estaba complacido con lo que su mascota hizo.
—Maldito saco de pulgas. —Sōgo arrojó al can lejos de él—. Maldigo el momento en que esa sádica mujer te obsequió esa aberración de la naturaleza.
—Togoro no tiene pulgas —aclaraba Tōshirō—. Es muy inteligente y sabe muchos trucos.
El Syx ya estaba al lado de su amo, lamiendo su rostro y moviendo su cola con efusión.
—Primero voy a encargarme de esa horrenda cosa y después de ti, Hijikata-kun.
Y la confrontación entre esos dos viejos compañeros de armas tendría que ser suspendida hasta nuevo aviso.
Un tercero apareció. Y ninguno de los dos se atrevía a ir en contra de su petición silenciosa.
—Toshi, Sōgo —llamó a ambos a la calma.
Ese par se miraron por última vez antes de ignorarse por completo.
—Sōgo, aprovechando que has venido. ¿Qué te parece si comemos algo mientras nos ponemos al día? —Él sabía muy bien lo que tenía que hacer en esos momentos—. Ryōta también puede acompañarnos.
—Está bien. —Cedió—. Andando Ryōta.
Ya tendría otra ocasión para acabar con Hijikata.
—Yuki-chan. —La llamó en un susurro sólo después de que Okita y su hijo se marcharan.
—¿Pasa algo?
—Acompáñame.
Se trasladaron hasta la sala de juntas. Allí sólo se encontraban ellos dos.
—Necesito de tu ayuda, Yuki-chan.
—¿Mi ayuda? —Él asintió—. ¿Sobre qué?
—Necesito que me ayudes con Toshi.
—¿Ocurre algo malo con él? —Ya estaba empezando a preocuparla con tanto misticismo.
—No sé si te habrás dado cuenta que desde hace unos tres días no asiste a los entrenamientos. Tampoco se le ha visto por los pasillos o patrullando como es usual
Claro que lo había notado.
—¿Pasó algo malo?
—Esto ocurrió hace cuatro días. —Suspiró, lamentándose por algo que a ella no le quedaba claro—. Tuvimos una reunión con la primera generación del Shinsengumi. Ya sabes, para hablar de los buenos tiempos y ver qué había sido de todos nosotros. Sin embargo, pasó algo que no estábamos esperando.
—¿Qué cosa mala pudo ocurrir?
—Todos estaban asombrados por ver a Toshi con unos años menos encima. Mientras algunos preguntaban qué fue lo que hizo para volver a ser joven, otros más decían que en su actual condición los nuevos serían incapaces de respetarlo.
—Eso es absurdo. Su edad no tiene nada que ver con su capacidad de liderazgo.
Estaba molesta por esos comentarios estúpidos.
—Yo mismo se lo dije. No obstante...—Exhaló—. Toshi no lo tomó tan bien. Y desde que regresamos se encerró en su habitación y no ha querido salir más de lo necesario. Inclusive se levanta mucho más temprano para entrenar y que nadie lo vea.
Ella sabía que no se sentía a gusto con su nueva apariencia. Mas no estaba esperando que pudiera ser afectado hasta ese nivel.
¿Tan grave era recuperar su juventud?
—De modo que me gustaría fueras a verlo. Tal vez platicar contigo lo ayude a desahogarse. Y con algo de suerte hasta podemos lograr que abandone su cuarto.
—No sé si pueda ser de ayuda, pero lo intentaré.
Kondō se retiró y ella dudó entre ir a visitar al ofuscado samurái o esperar hasta el día siguiente.
De su padre aprendió que lo mejor era enfrentar a la tormenta cuanto antes. Y si podías llevar una ofrenda para calmar la tempestad, mucho mejor.
Tocó sobre la puerta maltrecha y esperó a que se le diera permiso para pasar. Sin embargo, la afirmación nunca llegó.
—Hijikata-san, traje algo para que coma. Es su amado Hijikata especial.
La puerta se abrió y aquella mano se extendió hacia ella. Era obvio que quería la comida y nada más.
—No le daré nada si no me permite entrar. —De su papá también aprendió que a la hora de negociar no debía dar su brazo a torcer—. Elija sabiamente.
El hombre no tenía otra alternativa si quería degustar su platillo favorito.
Cedió. Ella entró.
—Hijikata-san.
Lo llamó. Él se limitó a comer su amado arroz cubierto de mayonesa.
—¿Ocurre algo? —Tomó asiento frente a él y aguardó por una respuesta que no llegó—. Ya me lo contó todo Kon-chan.
El último bocado casi le provoca un pase directo con el creador.
—Siempre hablando más de la cuenta. —Era de esperar que se mosqueara por la filtración de su información personal—. Olvida lo que te haya dicho.
—No lo haré.
Otra cosa que le había heredado a su progenitor era la terquedad.
—No tiene por qué sentirse acomplejado por su edad.
—Ese tema me tiene sin cuidado.
—Si ese es el caso. Entonces, ¿por qué no se ha encargado de los entrenamientos de los nuevos?¿Y el patrullaje?
—Estoy tomándome unas merecidas vacaciones.
—Usted jamás ha tomado vacaciones en todos sus años de servicio.
No podía engañarla porque conocía a la perfección su rutina laboral y su relación enfermiza con el trabajo. Por lo que sólo la enfermedad o una situación externa gravosa podían alejarlo de sus actividades como vicecomandante.
—Tengo razón y lo sabe.
—Tus hermanos siguen sin aparecer, ¿verdad?
—¡Hijikata-san! —vociferó. Ya estaba llegando a su límite—. Tiraré hasta el último envase de mayonesa que hay en el Shinsengumi si no deja de divagar.
—¡No!
Las amenazas se le daban de maravilla como a su progenitor.
—Bueno, ¿qué le preocupa? —Inició el interrogatorio—. Su autoridad no se ha ido. Y continúa con la misma presencia intimidante de siempre. Y las habladurías de la gente sobre su actual apariencia deberían importarle un comino.
Isao le había dicho lo mismo con más o menos palabras.
—Lo sé. Pero...—Calló. Estaba meditando cómo expresarse—. Es extraño. Antinatural. Incluso cuando me veo al espejo me cuesta creer que el reflejo que estoy mirando soy yo.
Quería entender su predicamento, mas no podía hacerlo por completo.
—Lamento que tengas que escuchar el gimoteo de un viejo.
—Yo no lo llamaría quejas como tal —decía con una pequeña sonrisa—. Podría clasificarlo como una crisis de edad.
—Ya estoy demasiado viejo para esas crisis.
—Por dentro. Por fuera no. —Osó decir. Él torció el entrecejo—. La juventud se lleva en el corazón, Hijikata-san.
—Será mejor que...—Se puso de pie, dispuesto a salir de su reclusión.
La Yato estaba feliz de que el hombre recapacitara y decidiera volver a ser un miembro productivo de la sociedad.
—Hijikata-san, le han mandado esto. —Yamazaki habló del otro lado de la puerta—. Se lo dejaré afuera de su puerta como siempre.
Tōshirō volvió a sentarse y centrarse en el papeleo.
«¿Qué acaba de pasar? Todo estaba marchando a la perfección».
Se asomó hacia el exterior y se encontró con una canasta llena de panes rellenos con croquetas de patata, verduras y lechuga.
Y encima un sobre rosa, perfumado y con el nombre del policía.
—Es obvio que es una carta de amor...—murmuraba la Yato mientras sentía curiosidad sobre el contenido de la carta—. ¿Es esto lo que también lo tiene enclaustrado aquí?
Miró de reojo al hombre que atendía al trabajo acumulado sobre su mesa de trabajo y pensó en que si no recibió aquel presente era porque no sentía interés ni por la comida ni por la carta.
Salió. Cerró la puerta y comió uno de los panes.
—Mmm... Está delicioso. —Y como buena Yato que era comenzó a comer los demás mientras pensaba qué hacer con la carta—. Leerla sería invadir su privacidad.
—«Desde el momento que nuestros caminos se cruzaron no he dejado de pensar ni un solo momento en usted, Hijikata-san. Así que por favor, acepte mis sentimientos y deme la oportunidad de conquistar su corazón».
Ella no se atrevió a leerla, pero su chismoso primo, sí.
—Esto es muy intenso. Casi le está diciendo entre líneas que puede hacerla suya cuando quiera.
—¡Ryōta!
Su regaño estuvo acompañado de un coscorrón.
—¡Oye! Yo sé que querías leerla. Por eso lo hice.
—No. A ti te gusta el cotilleo. Así que no me uses de excusa.
—¿Y qué planeas hacer? —cuestionó—. Ahora parece que tienes rivales de amor hasta por debajo de las piedras.
—Eso no es de mi incumbencia —respondió—. Hijikata-san puede salir con la mujer que él desee.
—¿Estás totalmente segura de ello?
Sus manos se aferraron sobre su regazo, corrugando la tela de su kimono. Y su mirada dejó de enfocarlo para centrarse en el papel desdoblado que trasmitía tan importante confesión.
Quiso expresar su veredicto, mas no pudo hacerlo. Porque lo admitiera o no, el planteamiento que Ryōta le daba la incomodaba; le producía desazón en el corazón y la llevaba a la auto censura de sus sentimientos.
A ella no debería importarle lo que otras mujeres pensaran o sintieran sobre Hijikata. Ellas eran tan libres como lo era él.
—Habiendo tantos hombres, ¿cómo fue que acabaste enamorándote de él?
Se mordió el labio ante ese término que solamente había leído en las novelas románticas que le obsequiaba su abuelo materno ocasionalmente. Jamás pensó que esa rimbombante palabra fuera la que describiera su actual estado emocional. Era un hecho que ninguna de esas maravillosas historias que la cautivaron de adolescente podrían materializarse con el hombre que se convirtió en su primer amor.
—Ryōta, ¿alguna vez te has enamorado?
—No.
Oyuki estuvo a punto de creerle. Sin embargo, en cuanto notó que no dejaba de rascarse el cuello supo que estaba mintiéndole.
—Dime quién es.
—Que no es nadie.
—Tú conoces mi secreto. Es justo que tú me cuentes el tuyo.
—No. Suficiente tengo con que Kazuya lo haya descubierto. No para de molestarme.
Su error fue nombrar a su hermano mayor porque con eso obtendría lo que quería.
Nada como una llamada al espacio exterior.
—¡No lo llames!
—¡Pues dime!
Su pelea verbal podría haber quedado entre ellos dos. Sin embargo, el destino quería que vivieran otra humillación para que comprendieran que ya no tenían la edad para ponerse a rodar sobre el suelo mientras intentaban obtener lo que querían del otro.
La mujer estaba de pie, frente a ellos, intentando descifrar lo que estaban haciendo en público y a horas tan tempranas.
—¡Oyuki-chan!
¿Cómo pudo olvidarse nuevamente de Shikata Maiko y su promesa de ayudarla a conquistar a Hijikata?
Aunque eso no importaba. Lo que preocupó a ese par fue su sonrisa que destilaba complicidad y aprobación silenciosa.
—Ahora me queda claro por qué rechazaste a mi aprendiz aquella noche. —Fue la primera alerta de peligro—. Con un novio tan apuesto es normal que no mires a nadie más, Oyuki-chan.
—¿Y todo este escándalo?
La otra persona que no debía aparecer, lo hizo.
Estaban jodidos.
—¿Otra vez pelándose por tonterías? —Hijikata los conocía desde mocosos. Verlos de ese modo era tan normal como respirar.
—No en realidad...—decía Oyuki, apartándose de Ryōta.
—Estábamos haciendo intercambio de información por la vía forzada.
—Tōshirō, no seas tan estrictos con ellos. Solamente están viviendo su juventud.
—Si dejo que lo hagan destruirán todo el lugar. Y eso no sería bueno para la economía del Shinsengumi.
—Vamos, está bien que se emocionen un poco y rompan algunas cosas. Pero no creo que sea para tanto. Se ve que serán cuidadosos.
—Eso lo dices porque no conoces a los padres de estos dos. Cuando se ponen así no hay nada que se mantenga de pie.
Oyuki y Ryōta observaban con terror cómo las palabras de Hijikata eran malinterpretadas hasta el punto en que Maiko no sólo debía pensar que eran pareja, sino también que tenían una vida íntima muy intensa y peligrosa.
Ellos iban a aclarar la situación. Mas no tuvieron tiempo. Antes de que pudieran hablar aquella mujer se había encargado de jalar al malhumorado policía para llevarlo fuera del Shinsengumi.
Aparentemente también estaba enterada de la situación de Hijikata y quiso ayudar a su manera.
—Tenemos que seguirlos.
—No.
—¿Ah? —La miró y torció el ceño—. Aparte de que nos confundió con una pareja ha tenido el descaro de llevarse a Hijikata como si fuera de su propiedad después de que viniste a hablar con él para que saliera de su cuarto.
—Siempre piensan que somos pareja —Suspiró. Él se exasperó—. Hijikata-san no opuso resistencia. Lo que significa que a él no le molesta irse con Maiko-san.
—Hijikata es malo tratando a las mujeres —dijo—. Una vez por su estupidez y mala planeación terminó haciéndole creer a la hija del viejo Matsudaira que tenía sentimientos hacia ella.
—Tal vez en esta ocasión sea diferente.
—Oyuki. —La sujetó por los hombros, con fuerza—. ¿Acaso mi tío se rindió después de que cometió la estupidez de alejar a mi querida tía? —Ella negó con la cabeza—. Ni siquiera cuando tenía a un gran rival renunció a ella.
—Es diferente.
—No lo es —aseguró—. Tú al igual que mi tío sólo tienes una oportunidad para hacer las cosas bien y así poder quedarte con la persona que amas.
—Mamá jamás lo olvidó por completo. Sus sentimientos por papá siempre se mantuvieron con ella —murmuró—. Hijikata-san sólo me ve como su pequeña y querida estudiante.
—Entonces cambiemos esa situación.
—¡¿Cómo dices?! —Se exaltó. Se tensó.
—A esta edad Hijikata ya es un hombre sano con sus hormonas en su lugar —¿Que significaba eso?—. Ya no es un viejo decrépito con el libido en modo avión.
—¡¿Que significa eso?!
—Que se abre la posibilidad de que él pueda fijarse en una chica.
—Incluso si eso pasara, él quiere regresar a la normalidad. Quiere ser el mismo de siempre.
Le bastaba recordarlo hace unos momentos aislado en su cuarto siendo incapaz de reconocerse en el espejo.
—Lo pensará dos veces si se enamora de alguien más joven que él. —Le sonrió con complicidad—. Los hombres cambian cuando se enamoran.
—¿Lo dices por experiencia? —preguntó burlona.
—¡Por supuesto que no! —replicó—. Es lo que me contó mi mamá sobre mi padre.
—Mentiroso.
—Puedes lograrlo, Oyuki.
—Eres demasiado optimista.
—Tienes todo lo necesario para gustarle. —Desbordaba tanta seguridad y ella se veía tan incrédula—. Tienes apariencia y personalidad. Y si eso no es suficiente, eres fuerte y cualificada para los combates.
—Creo que esa parte solamente le interesa a los de nuestra especie, Ryōta.
—Si conseguimos que deje de verte como su protegida estaremos a medio camino.
—Yo no dije...
Sus labios fueron silenciados por el dedo índice del Yato.
—Los Yato nunca escapamos del campo de batalla. Sin importar cuál sea este —sentenció con marcada seriedad—. Ni cuando sabemos que perderemos damos media vuelta. Nos quedamos parados frente al cañón.
Los combates mortales y el amor poseían tantas similitudes.
En ambos sólo podía existir un vencedor. Únicamente alguien podía alzarse con la victoria mientras el perdedor se arrastraba con las heridas de muerte que desgarraron su corazón.
—Es mejor pelear y perder que nunca intentarlo. Tú no quieres vivir con ese arrepentimiento.
Oyuki fue consciente de que Hijikata Tōshirō le atraía cuando entró en la adolescencia. Previo a ello el cariño que le despertaba era algo más fraternal, más propio de un amigo cercano.
Incluso de esos años hasta su actualidad su afecto se convirtió en algo platónico. En una forma incipiente de amor que la hacía preocuparse por él, por su salud y porque fuera feliz. Convivir y pasar tiempo con él era suficiente para sentirse dichosa. No albergaba otros pensamientos ni deseos egoístas donde lo contemplara como algo más que un maestro ejemplar.
Los sentimientos y los anhelos cambian con el tiempo, con las circunstancias. Y los suyos no eran perpetuos; y habían adquirido un nuevo color, una nueva esencia.
La pequeña broma de sus hermanos provocó una revolución en su corazón.
Sin importar cuánto intentara no verlo como hombre, le resultaba imposible. Mirarlo y tratarlo a diario no hacía más que ahogarla en esa borrachera sentimental que mezclaba su afecto con la atracción física.
