¡Muy buenas tardes! Pues milagrosamente volví XD Espero que disfruten el salseo, porque esto se está poniendo dramático...Tal como me gusta.

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Se había decidido después del discurso que le dio su primo. Sin embargo, en cuanto se encontró fuera del cuartel, esa férrea decisión comenzó a flaquear.

Ya no quería estar ahí a metro y medio de Hijikata y Maiko. Mas no podía huir porque Ryōta se lo impedía.

—Tu padre jamás escaparía. Así que su hija no tiene el derecho de hacerlo.

—Estoy notando que conoces mucho a mi padre para no verlo tan seguido.

—Todos sabemos cosas tan básicas sobe él.

Él notó el cambio de actitud de su prima y suspiró.

Le jaló la mejilla para que despabilara.

—Oye, me dolió.

—Sigamos con nuestro plan.

—¿Cuál plan?

—Nuestro plan para frustrar los intentos de conquista de esa cocinera.

Hijikata fumaba. Estaba estresado por haber salido contra su voluntad y no tenía más remedio que ceder porque no quería una confrontación verbal.

—Siento que estoy acompañando a dos celebridades —dijo Shikata para el policía.

—¿Celebridades? ¿Por qué lo dices?

—Echa un vistazo hacia atrás.

Tōshirō miró por encima del hombro muy discretamente.

Allí estaban esos dos hablando tranquilamente mientras usaban sus sombrillas para protegerse del sol matinal.

Sin embargo, también encontró a otras personas prestándole atención a ambos Yato.

Era un oleaje de rostros sonrojados y esperanzados de que alguno de los dos los notara.

—Aunque no es para menos —expresaba Maiko—. Son apuestos y juntos son como una bomba.

—Yo los veo como siempre.

—Es normal que digas eso, los viste crecer —señaló—. No obstante, ahora son todos unos adultos jóvenes que están disfrutando las mieles de su edad.

—No es como si hicieran algo diferente a antes.

—Q-Qué atrevidos...

—¿Atrevidos? —No entendía el porqué de su exaltación—. Todos a su edad pasamos por eso.

—¡¿Tú también?!

Maiko se sonrojó, siendo incapaz de quitarle la atención de encima.

Había sido demasiado revelador lo que le confesó.

—¿Te has enfermado?

—¡No! ¡En lo más mínimo!

Oyuki exhaló con desgano. Desde su perspectiva ese par platicaba como una alegre pareja.

—Él ni siquiera se ha dado cuenta de que fue arrastrado a una cita. Lo ve como una salida forzada para abandonar su aislamiento.

—Ella es muy evidente. Obviamente Hijikata-san se ha dado cuenta de sus intenciones.

—Prima, Hijikata es el hombre más denso que he conocido en mi vida. Créeme cuando te digo que no se da cuenta cuando una mujer intenta hacer una jugada con él.

—¿En verdad eso es posible?

—Muchas mujeres intentaron conquistarlo a través de coqueteos e insinuaciones; mas no funcionó. Y como a ellas les hacía ilusión que él fuera quien les declarara su amor, pues envejecieron esperando eso.

—Estoy sorprendida por esa revelación. Pero más de que conozcas esos detalles.

—Kondō me los contó todo un día que jugábamos a las cartas. Cabe mencionar que le di un poco de alcohol para que entrara en confianza.

—Eres un perverso.

—No quiero escuchar eso de quien aceptó todos esos costosos kimonos del hijo de uno de los proveedores de tu madre.

—Dijo que me los regalaba de corazón. Que no había malas intenciones tras ello.

—¿Y el que te dio esa joyería?

—Quería que ayudara a promocionar su nueva colección. —dijo sonriente.

Ese gesto descarado era tan propio de Kamui.

—Digna hija de mi tío. —Se resignó y continuó con lo que interesaba—. Como e iba diciendo, tenemos la situación a nuestro favor.

—¿La tenemos?

—Ella piensa que somos pareja. Y eso impedirá que sospeche de ti; y así podrás estar cerca de Hijikata sin problema.

La heladería que los acogió era amplia, decorada con colores aguamarina y un piso que recordaba a un tablero de ajedrez.

Maiko tomó el puesto al lado izquierdo de Hijikata y la Yato el derecho junto a Ryōta.

Era una bendición que la mesa fuera circular. Así todos podían estar próximos.

—El helado de aquí es delicioso —comunicaba Shikata—. Estoy segura de que les encantará.

—Es obvio que no habría sabor mayonesa —dijo Oyuki para quien se conformó con pedir un banana split—. Sería una aberración de la naturaleza.

—Un insulto a la inteligencia humana —agregaba Ryōta.

—Debe saber delicioso.

—De ninguna manera sabría bien.

La Yato terminó con sus esperanzas de probar algo fresco con mayonesa.

—Y díganme, ¿desde cuándo están juntos?

—Hemos estado juntos desde hace años, ¿verdad Oyuki?

—Si. Nos conocemos bastante bien.

—Que relación tan estable.

—Aunque algunas veces se pelearon y se dejaron de hablar.

—Deje eso. Aquí está prohibido. —Le arrebato el cigarrillo que apenas iba a encender—. Si sigue así le diré a Tokugawa-san que expida una nueva ley donde prohíba el cigarrillo en todo Eso.

—Ey, Oyuki. Eso es excesivo. No lo hagas.

—Pues no me provoque o la llamaré.

Hijikata frunció el ceño y masculló alguna grosería incomprensible.

—¿Helado de mayonesa?

Maiko paró más en ese deseo que en el berrinche que hizo el policía para que no le prohibieran su vicio.

—Pensé que conocía el gran amor que le tiene Hijikata-san a la mayonesa —comentaba Oyuki—. La pone en cualquier cosa que coma.

—¡¿A todo?!

—Si —reafirmó—. La verdad es que le da un mejor sabor a algunos platillos.

Ryōta sonrió con discreción. Estaba complacido de que u prima usara los conocimientos que tenía de Hijikata a su conveniencia.

—¿A Algunos? A todos dirás. —El conocedor habló—. La mayonesa es perfecta con todo.

—Hijikata-san, hay excepciones como el café y el helado —aseguró—. ¿No está de acuerdo conmigo, Maiko-san?

—Totalmente de acuerdo.

—¿Ve?

—No saben de lo que se están perdiendo.

—Además no deberías comer demasiadas grasas, son malas para la salud y te pasarán factura en el futuro.

—Como le ocurrió a Tenko —dijo con inocencia fingida Ryōta.

A esas dos mujeres no les sonaba aquel nombre. No obstante, para Hijikata significaba tanto que ya estaba deseando estar cerca del Yato para taparle la boca con el servilletero.

—¿Quién es Tenko? —cuestionaba Oyuki.

—¿Alguna ex novia?

—Nadie —respondió toscamente—. Olviden ese nombre.

Lo último que quería es que se enteraran sobre su vergonzoso cambio de sexo en donde se convirtió en una chica fea y gorda.

—Yo quiero saber. —Insistía la Yato.

—No —dijo, mirándola de reojo—. De igual modo no es nada interesante.

—El que lo esté ocultando lo vuelve un tema sospechoso.

—No importa cuánto insistas, no te lo diré.

—Pregúntaselo a mi padre. Él te lo contará todo.

—¡Cállate, Ryōta!

—No se me había ocurrido. Creo que lo haré llegando al cuartel, aprovechando que está.

Hijikata sabía que lo iba a hacer y por eso tenía que encontrar una manera para persuadirla.

—Te compraré la copa de helado más grande que hay si desistes sobre el tema.

La propuesta del policía no pasó desapercibida por nadie.

En Ryōta provocaba una sonrisa divertida; no necesitaba hacer la gran cosa para que las acciones de Hijikata dieran que pensar a Maiko.

A Shikata se le hizo extraño que recurriera a una medida tan extrema para apaciguar la curiosidad de la Yato cuando bastaba con ser firme en su negativa.

La Yato estaba emocionada por la propuesta que no dudó en aceptar con un suave movimiento de cabeza. Estaba feliz de poder comer una copa enorme de helado de manera gratuita y de la mano de Hijikata.

—Que sea de menta con chispas de chocolate.

—Ya deberías probar otros sabores.

—No aceptaré un consejo así de quien se desvive por la mayonesa —expresó con diversión—. Así que yo seguiré con mi vicio y usted con el suyo.

Sus pedidos fueron traídos. Y cada quien comenzó a disfrutar de su delicioso helado. Aunque la ganadora fue la Yato que comía alegremente.

—Pueden comer si quieren —dijo ella para su primo y el estoico policía—. Hay bastante para todos.

—Paso. —Para Ryōta su helado de café era la elección perfecta—. No es mi sabor favorito.

—Hijikata-san, debería comer un poco.

Le entregó una cuchara para que se deleitara con su sabor favorito.

—Bueno, con mayonesa sabría mejor.

—No. Y no se atreva a ponerle —rogaba.

—También deberías probar del mío, Tōshirō.

Ryōta se percató de la magnífica jugada hecha por Shikata.

No sólo le había ofrecido de su postre, sino que lo había hecho directo de su cuchara.

«Un beso indirecto», pensó el Yato cuando vio que esa muestra de helado llegó hasta su receptor.

Oyuki notó lo complacida que estaba la mujer por lo que había logrado en las narices del mismo Hijikata. Y no pudo evitar sentir algo muy cercano a los celos; ella se atrevió a hacer lo que ella únicamente contempló en sus pensamientos.

Prefirió pasar por alto lo que ella hizo y continuó comiendo el delicioso contenido de su copa. Por ahora era mejor meditar las cosas con calma; precipitarse no era buena idea y menos frente a esa mujer que observaba sus movimientos.

Claramente su instinto femenino la estaba alertando sobre ella; incluso cuando pensaba que salía con su primo.

—¡S-se lo ha acabado!

Para Maiko el apetito voraz de un Yato le despertaba un asombro real.

Terminó su copa de helado para pedir una tarta entera de helado de fresa y chocolate.

—Oyuki-chan es de buen apetito... —Ya sentía que engordaba con verla comer.

—Ambos lo tienen.

Porque el hijo mayor de los Okita ya había ordenado otros diez platillos del menú.

—Son tal para cual —murmuraba atónita.

—Después de verlos comer un par de veces empiezas a ver normal todo lo que son capaces de zamparse.

—Y ya que disfrutan tanto de la comida, ¿por qué no vamos a un lugar menos concurrido donde podamos beber y charlar tranquilamente? Solamente tú y yo —decía para el hombre en un tono suave y dulcificado—. Ellos estarán bien solos.

—Cuando se les deja solos por demasiado tiempo cosas desastrosas ocurren a su alrededor —habló con seriedad mientras miraba a la mujer de reojo—. Si algo pasa en la ciudad mi cabeza será cortada. Y si algo malo les ocurre a cualquiera de los dos sus madres me darán de comer a las bestias.

Sus miedos no eran infundados. Las madres de esas dos crías de Yato no conocían la condolencia cuando alguien tocaba un solo cabello de sus preciados hijos; y si ellas no infundían el suficiente respeto, sus padres harían al resto.

—De modo que somos sus niñeros...

Shikata exhaló con pesimismo. La idea era salir a divertirse con Hijikata para acercarse más a él; no tener que estar cuidando a ese par de novios.

—Oigan, deberíamos ir al acuario —proponía Ryōta.

—Escuché que hay medusas. Vayamos a verlas. —Su amor por esos animales marinos trascendía fronteras.

—Apoyo la noción.

Para Maiko era una buena oportunidad de estar a solas con el escurridizo policía.

Era un lugar adecuado para una cita doble.

—Vamos Hijikata, un día libre no va a matarte.

—Es bueno para el cuerpo y la mente el despejarse. —Apoyó al muchacho por obvias razones.

—No tengo opción, ¿verdad?

El acuario había sido modernizado para duplicar su tamaño y poder albergar a más especies marinas que en años anteriores. Este enriquecimiento de la fauna marina trajo como consecuencia el incremento de su popularidad; por lo que siempre había una gran cantidad de gente visitándolo para deleitarse de los hermosos especímenes que allí mantenían en cautiverio.

Podía verse desde familias completas hasta parejas acarameladas tomadas de la mano.

—Vayamos al túnel acuático.

La idea de Maiko era lo suficientemente buena que los Yato aceptaron de inmediato.

—Los peces se deprimirán cuando vean su cara, Hijikata-san.

—Yo diría que se asustaran.

—Voy a castigarlos.

La escasa luz que había era perfecta. Únicamente así podían apreciar la magnificencia que se cernía a sus costados y por encima de su cabeza.

Donde pusieran la mirada se encontraban con una especie diferente que les decía que el mundo de las profundidades acuáticas estaba plagada de criaturas hermosas, delicadas y efímeras. Incluso los Amanto como ellos disfrutaban de la caminata bajo aquel túnel de vidrio.

No obstante, alguien no parecía apreciar al grupo de mantarrayas que nadaba a su costado. Para él aquel sitio no le movía mucha emoción.

—¿Cuál es tu animal acuático favorito, Tōshirō?

—Nunca lo he pensado en realidad.

—Vamos Hijikata, no seas aguafiestas. Alguno debe de gustarte —decía Ryōta—. El mío por ejemplo es el tiburón ballena.

—El pez payaso.

Ryōta y Maiko intercambiaron miradas confusas ante su respuesta. Seguramente esperaban un animal más intimidante como reflejo de su fiero carácter.

—Andando.

Hijikata no comprendía por qué todos se divertían mirando a esos pobres animales en cautiverio. Si bien aceptaba que eran dignos de ser apreciados, tampoco merecían tanto tiempo.

Aunque no le molestaba tener frente a él a ese par de tiburones que nadaban en sincronía de un lado a otro como si analizaran a qué ser humano desearían devorarse si pudieran salir de ahí.

—Ellos se están divirtiendo bastante.

Comentaba Maiko para quien optó por sentarse en una de las bancas de colores con las que gozaba la zona en la que estaban.

Y ella pronto se encontró a su lado.

—Tōshirō.

Lo llamó y él volteó a verla.

—¿Sucede algo?

No se percató de lo cerca que estaban hasta que se vio reflejado en esas grises y vibrantes iris. Para ese instante ya podía sentir su tibia respiración provocándole cosquillas en los labios.

Un par de centímetros más y esos labios serían robados por ella.

—Oyuki, ¿cuántos puñetazos crees que aguante el cristal de esta pecera?

—Si usas toda tu fuerza, uno.

—¡Ni se te ocurra hacer una estupidez como esa, Ryōta! —Le gritó a quien escondía sus puños detrás de su espalda—. Aléjate de esa pecera inmediatamente.

Shikata maldijo al inoportuno adolescente y al excelente oído de Hijikata.

Es que no era posible que hubieran frustrado su plan con una tontería como esa. Es que hasta parecía que alguien estaba confabulando en su contra para que nada le saliera bien.

—Nos vamos de aquí ahora mismo.

Fue la sentencia del estricto policía para quien estuvo a nada de causar un caos descomunal.

—Oyuki, una disculpa. Por mi culpa no podrás ver la pecera de las medusas.

—Descuida, ya será para la próxima ocasión —dijo con una tenue sonrisa.

Hijikata arrastró un suspiro hasta la superficie de sus labios, lamentándose ser tan flexible con ese par; especialmente con la Yato.

Y es que aunque ella intentara ocultarlo, él sabía perfectamente que de verdad le había dolido no poder ir a admirar a las medusas. Muy probablemente había dejado ese recinto hasta el final para acabar el recorrido con broche de oro.

—Iremos. Pero será rápido, ¿entendido?

—Te compraré una mayonesa de regreso a casa, Hijikata.

—¡Vamos!

Para cuando reaccionaron habían sido tomados de la muñeca para ser guiados por quien no sentía pena de correr entre los transeúntes para llegar hasta su ansiado destino.

Eran tan contagioso su entusiasmo que ellos intercambiaron miradas antes de esbozar una suave sonrisa.

—¡Esto es tan hermoso!

Oyuki no sabía en qué dirección mirar. Donde quiera que postrara su atención había peceras repletas de esos peligrosos e incomprendidos seres marinos.

—Es como una niña en una tienda de juguetes —sentenciaba Ryōta.

—Todos tenemos algo que nos vuelve locos.

—No se queden ahí. Vengan. Tienen que verlas.

Los invitó a pararse en el centro de tan solitaria sala. Desde su posición le bastaba girarse un poco para contemplar todos los tanques de medusas.

—Disfruta por lo menos de esas cosas viscosas.

—¡Ey!

Su grito de queja emergió cuando aquel cínico muchacho lo empujó hasta donde permanecía la absorta Yato.

—Hijikata-san, ¿ha decidido darla una oportunidad a las medusas? —Lo interrogó al verlo a su costado derecho—. No se decepcionará de ellas.

—Si te soy sincero las veo muy parecidas.

—Las que están allá son conocidas como medusas huevo frito. Y las blancas que ve junto a ellas son acalefos azules.

—¿Por qué le pondrían «huevo frito»? —No lo comprendía.

—Observe bien la forma y color de su parte superior. ¿No le recuerda a algo?

—Un huevo estrellado —dijo tras ver que en verdad poseían tal similitud.

—De este lado tenemos a la medusa más común. Mas su simpleza no es sinónimo de fealdad.

—¿Y esa cosa? —Señaló hacia su izquierda.

—Es una medusa de compases —contestó—. Tienen un diseño radial muy característico. Aunque su peligrosidad es lo que realmente vale la pena mencionarse sobre ella.

—La de allí arriba es curiosa.

—Una medusa de cristal.

—Es muy llamativa.

—Es capaz de producir flashes de luz azul. Y eso la vuelve muy llamativa y hermosa —informó—. Sin embargo, mi favorita es la que está a nuestro lado derecho.

Su cabeza abultada y sus elegantes tentáculos no eran lo que invitaban a los visitantes a dedicarle su admiración. Lo que la volvía tan singular era el violeta rosáceo brillante que la coloreaba.

—¿Cómo se llama?

—Medusa clavel —respondió—. ¿Le ha gustado?

Lo observó, expectante.

Él rascó su mejilla con insistencia. La elección no era clara porque parecía estar repasando en su cabeza todos los nombres rimbombantes con los que lo bombardeó. Y que se tomara su tiempo para darle una respuesta clara y honesta le enternecía.

Ella sonrió involuntariamente. No quería arruinar el afable silencio que había entre los dos. Porque aún en completo mutismo se sentía cómoda y acompañada.

No era la sala a media luz ni el inmenso azul que vibraba por el estallido de bioluminiscencia lo que la cautivaba. Aquello sólo era una parte del todo que la había orillado a olvidarse del lugar que los rodeaba y a centrarse exclusivamente en quien había secuestrado toda su atención.

Hasta ese día nunca deseó que esas profundas y oscuras cianitas la observaran a ella y a nadie más. Fue hasta ese momento en que se hallaban frente a frente que se percató de que su intimidante presencia despertaba en ella algo más que admiración y respeto.

Se odió a sí misma por perderse en él. Se maldijo por ser víctima de su atractivo y su voluble corazón.

Si pudiera frenar sus sentimientos no se encontraría luchando consigo misma para acercarse a él y mostrarle con acciones que existía algo que la apasionaba más que sus hermosas medusas.

—También si no le gusta ninguna puede decirlo.

Oyuki estaba tan embelesada por su momento a solas con Hijikata que se olvidó por completo de que dejaron atrás a Maiko.

La recordó en cuanto los interrumpió.

—Eso fue bastante descortés de tu parte, Oyuki-chan.

Disimulaba muy bien el enojo que el policía no lo notó. No obstante, para ella era claro porque sabía lo que sentía por él y lo molesto que debe ser que alguien se entrometa.

—Me emocioné demasiado y actué de manera imprudente. —De verdad que no lo hizo con dolo—. No era mi intención que te quedaras atrás, Maiko-san.

—Ya nos encontraste. No creo que haya necesidad de seguir hablando sobre eso —dijo Hijikata para quien torció el entrecejo ante la contestación de la Yato—. De cualquier forma ya nos vamos.

—Tōshirō, ¿no crees que la tratas demasiado bien?

—¿De qué estás hablando?

Tōshirō no era el único extrañado por su reclamo. Incluso Oyuki no encontró lógica en sus palabras porque él siempre había sido cortés y amable con ella por lo que era normal; no podía ver otras intenciones en su trato.

—Que eres muy condescendiente con lo pide. —Su voz aumentó su volumen; ya no se esforzó en ocultar su molestia y sus celos—. Deja de tratarla tan cariñosamente frente a su novio.

—¿Novio? ¿De qué novio estás hablando?

Pasó por alto su primera oración porque el último tema que tocó lo descolocó.

—¡De él! —Señaló al callado Ryōta—. Pese a que es su pareja el que parece desempeñar mejor ese papel eres tú.

—Oye, qué tonterías dices. Ellos no son novios.

—Tú mismo me lo confirmaste.

—Jamás hice algo como eso. —refutó con un claro hilo de enfado en su voz—. Además, eso es imposible. Ellos no son pareja, son primos.

—Deja de de... Espera, ¿has dicho primos?

—Físicamente no se parecen. Pero son primos.

Él ni siquiera se imaginaba por qué concluyó que esos dos salían como pareja.

—Eso no lo hace mejor.

Maiko quería hablar a solas con él. Oyuki lo supo cuando sintió su mirada encima diciéndole que ya no era bienvenida.

—Adelántense. Los alcanzo en un momento.

Oyuki acató la orden y se marchó junto a Ryōta.

—Tōshirō, ¿qué está pasando aquí?

—Eso mismo debería preguntar yo.

Sus acciones lo desconcertaban demasiado.

—Dices que la relación que guardan es la de alumno-maestro. Sin embargo, por como la tratas, por como la ves, yo ya no estoy tan segura de que se base en eso su relación.

—Lo que dices es una completa estupidez.

Oyuki era su estudiante. Alguien a quien obviamente valoraba porque la conocía de años y habían compartido una serie de vivencias. Mas todas llenas de respeto mutuo sin malas intenciones.

Era obvio que le guardaba cariño y que se preocupaba por ella porque tampoco era un bastardo sin sentimientos incapaz de sentir empatía por otros.

Mas decir que sus atenciones hacia con ella eran tan especiales para ser contempladas con otro propósito era ir demasiado lejos.

—Es normal que cuide de ella tanto por ser mi estudiante como por petición de sus padres. No hay nada de malo con ello. Así que deja de pensar cosas que no son.

—Lo dices porque no te viste a ti mismo. —Del enfado pasó a la tristeza y la frustración—. Desde que te conozco has sido alguien serio, casi estoico. De mirada intimidante y con escasas sonrisas. Siempre a la defensiva como si desearas mantener a todos lejos de ti.

No escondió su sorpresa ante lo bien que lo describió. Lo había analizado correctamente en tan poco tiempo.

—Pero cuando estás con ella te relajas. Hasta me atrevo a decir que puedes ser tú mismo.

Era normal que bajara la guardia con la Yato por el tiempo que tenían de conocerse y porque jamás lo juzgó ni por sus gustos ni por su carácter o su enfermizo apego al trabajo.

—Nos tenemos confianza. Es todo.

—Yo diría que hay algo más que simple confianza entre ustedes.

¿Por qué era tan necia? ¿Qué pretendía diciéndole que tenía otra clase de intenciones hacia su estudiante?

—Es inconcebible lo que estás diciendo. Es sólo una mocosa.

—Tōshirō, ella ya no es una niña. Ya es toda una mujer que puede despertar el interés de cualquier hombre.

Se marchó, dejándolo con el estupor de sus palabras haciéndole mella.