PROLOGO
He esperado este día por años, no recuerdo con exactitud cuándo comencé anhelarle, solo sé que ha después de tanta espera ha llegado. Finalmente está aquí. Sonrío e inhalo fuertemente haciendo lo posible por contenerme en mi lugar. Tomo una respiración profunda, siento el aire viajar a través de mis pulmones, la frescura entra, inundándolos por completo, permitiéndome mantener la cordura.
Miro a mis espaldas, la mayoría de mis compañeros de generación tienen sus rostros ansiosos, en algunos se puede ver un pequeño atisbo de sonrisa, el brillo está presente en sus ojos, ha llegado el momento que varios de nosotros esperábamos. Algunas jóvenes lloran mientras que otras aún contienen sus lágrimas, no sé si es felicidad o tristeza porque finalmente se ha terminado el instituto.
Un ligero apretón en mi mano llama mi atención sacándome de mis absurdas cavilaciones. Me giró a él, Mike sostiene nuestras manos unidas, las eleva y lleva a sus labios, deja sobre mi dorso un suave roce de labios.
Sonrío y le observo, rebeldes rizos rubios caen bajo su birrete azul bebé, sus ojos azules resplandecen con un brillo especial en ellos, es alegría. Sus labios forman una sonrisa coqueta. Mi vista baja a nuestras manos unidas, nuestros dedos entrelazados encajando en una extraña perfección.
— Es un honor para mí presentar a nuestra joven generación de graduados, el futuro de nuestra sociedad—. Los aplausos no tardan en llegar, crecen a nuestro alrededor. Las palabras del director de ceremonia hacen énfasis en mi cabeza.
Se ha terminado una etapa, cada vez más cerca de cumplir mi meta
Varios birretes son arrojados al cielo, me uno a ellos, me atrevo a soñar que puede tocar el cielo en algún punto. Observo el rostro de mi novio, una sonrisa surca su labios, él también ha arrojado su birrete, sin contenerme tomo su rostro entre mis manos y le besó en los labios; son suaves, y casi tan dulces como el algodón de azúcar. Me permito perderme en ellos, gritos de júbilo y risas se escuchan a mi alrededor, ambos nos separamos para respirar, suaves gotas caen del cielo convirtiéndose rápidamente en una torrencial lluvia, miro al cielo está cubierto por nubes negras.
Mike une nuestros labios en un beso más, sus manos me sostienen por las caderas mientras paso mis manos por su sedoso cabello, mis dedos se hunden fácilmente, juego con los mechones entre ellos.
— ¡Salgan ordenadamente! — Me separo de repente y giro ante el grito del director de ceremonia — ¡No co…!
Contengo un grito de horror.
Una sensación de frío se instala en mi cuerpo.
Sus palabras se ven cortadas cuando uno de los pilares que sostenían el escenario ha caído sobre él en llamas. Es entonces cuando el caos estalla.
Estudiantes y familias huyen del precinto. El fuego aviva con la lluvia, el escenario y la carpa que le protegía se encuentran ardiendo, estamos en el jardín trasero junto al campo de futbol, la única salida es una puerta doble de emergencia. Mike entrelaza nuestras manos y comienza a correr lejos del fuego le sigo. La multitud corre en la misma dirección, varios cuerpos nos lanzan cada vez más hacia atrás.
Mis ojos vuelan a las gradas, las familias que llenaban los regulares asientos vacíos en cada partido de futbol corren. Entre el desastre reconozco a James, el hermano mayor de Mike, intenta abrirse lugar entre la multitud, de una extraña manera el fuego ha sido capaz de elevarse en lo más alto.
Me sorprendo cuando una extraña calma me invade, es todo lo contrario a lo que debería sentir. Mis padres no han asistido.
No están en medio de este desastre.
Me alegro de que viajaran a Londres por negocios, me alegra que estén lejos de Estados Unidos. Me alegra no estén presentes en la graduación de su única hija. Me tranquiliza que ambos estén a salvo.
Corro detrás de Mike, la distancia entre el jardín y la puerta de salida nunca me había parecido tan grande hasta hoy — ¡Mike! — Lloró. Una carpa en llamas nos ha obligado a separarnos, ha caído en medio de nosotros. La multitud ha hecho que muestras manos antes entrelazadas se soltarán.
Mike gira, su rostro rompe en una mueca, su cabello se pega a él dándole una apariencia aterradora. La carpa ha hecho que la multitud baje, varios hemos quedado atrapados del lado del escenario, la intensidad de la lluvia ha bajado, y el humo es cada vez más fuerte. Toso, casi no puedo respirar.
El humo inunda mis pulmones.
— ¡Mike! —Gimo. Nuestras miradas se encuentran, en sus ojos brilla una nueva emoción, casi imposible de reconocer.
Niego, sé lo que es.
Me niego aceptarlo, no estoy lista, aún no.
Culpa.
— No…— la súplica deja mis labios en un suave susurro cuando la comprensión llega a mí, lágrimas que no son solo causa del humo corren libremente por mi rostro — ¡No me dejes…!
Observo como moja sus labios ahora agrietados, articula sus últimas palabras antes de romper nuestras miradas y correr en dirección a una posible salida.
"Lo siento"
Aprieto mis manos en mis costados, elevo mi toga unos cuantos centímetros mientras miro a mi alrededor, somos pocos los atrapados en el lado del escenario. Las llamas casi han llegado a nosotros. Mi única posibilidad de sobrevivir es correr a través de ellas. No hay posibilidad de que salga ilesa y menos ahora que la lluvia ha cesado, pero no me importa. Viviría. No moriría, no hoy. Aún me quedan cientos de cosas por hacer, lugares a dónde ir, personas que conocer. Corro en dirección opuesta a la salida, si consigo subir a las gradas existe la mínima posibilidad de que pueda salir por dónde lo hicieron las familias.
Acerco la tela quemada de la toga a mi nariz, aún sigue poco húmeda por la lluvia, me concentro en el poco oxigeno que deja pasar. Corro sin mirar atrás, escucho los gritos y llantos de varios, no puedo verles, les conozco. Son mis compañeros, personas con las cuales compartí cuatro años de mi vida llenos de risas, tristezas, miradas furtivas y casuales sonrisas.
Corro a las gradas y escalo, entre ellas el fuego ya se encuentra presente, aspiro por un poco de aire, lo único que consigo es toser más fuerte, me tiro al piso y me permito arrastrarme entre los lugares antes ocupados.
Mi cuerpo arde por completo, siento la temperatura bajar un poco cuando consigo descender al pasillo por el que las familias han salido, con cuidado me pongo en pie y veo como de alguna extraña manera las llamas han alcanzado llegar hasta aquí. Toso y entierro mi nariz más profundo en lo que antes era el símbolo de mi esfuerzo.
Ya casi no quedan rastros de humedad, la tela se ha endurecido con cada minuto que he pasado en este infierno, el olor a tela quemada es más fuerte con cada segundo que pasa.
— ¡Ayuda…! — Chillo, la tos corta mi siguiente intento de pedir ayuda. Una sombra aparece entre las llamas, se ha detenido, mira a los lados buscando. Me ha escuchado.
— ¡Aquí! — Grito entre sollozos, el humo me invade de nuevo y no puedo evitar toser una vez más. Me apoyo en los muros, sosteniendo mi peso de alguna forma mientras intento unirme a la sombra, el olor a hollín perfora mi nariz, me es casi imposible mantenerme en pie.
Mi vista se eleva al techo tan pronto un pequeño ruido llama mi atención, y, justo antes de que pueda apartarme por completo una parte de él golpea mi brazo. Intento pegarlo a mí, no puedo. Siento mis ojos arder, creo que el escombro lo ha fracturado.
Miro al frente, mi vista se encuentra con cada minuto que pasa más nublada, busco la sombra. Se precipita a llegar. Las llamas se abren de alguna extraña forma dándole paso, parecen respetarle, no le tocan en ningún momento.
— Te tengo — Es un hombre, su voz se encuentra teñida de desespero, casi puedo sentir el terror en ella. Intento ver su rostro pero me es imposible, mi vista se encuentra ya lo suficientemente nublada para no poder reconocerle.
Un tacto ajeno me envuelve, y una calidez que no pertenece al fuego me rodea y un extraño cosquilleo me recorre mientras él me toma en brazos.
Y, es entonces cuando me permito abandonarme a la oscuridad, de alguna extraña manera, sin conocerle, sé que me mantendrá a salvo.
Esta es una nueva historia que corre por mi mente, espero que les guste, surgió de la idea de un loco sueño.
