CAPÍTULO I

Golpeo el despertador, son siete menos quince cuando mis ojos se posan en él. Suspiro y miro por la ventana, está abierta justo como la deje anoche. Las cortinas vuelan por la intensidad del aire, me levanto y la cierro. La temperatura del cuarto cambia drásticamente, sigue frío pero ya no entra la helada brisa de Washington en ella.

Observo mi pequeño escritorio en la esquina de la habitación. Sobre ella descansa mi taza favorita de Disney, y, muy posiblemente lo que queda de mi último café. Camino a ella y sin pensarlo bebo el resto. La amargura y frialdad provocan que mi rostro se contraiga en una mueca, sabe asqueroso. Mi lengua se ha quejado tan pronto ha recibido el primer sorbo de un amargo y frío café, mi garganta se encuentra asqueada, pero al menos estoy segura que será suficiente para mantenerme despierta un poco más. Aún con una mueca y el amargo sabor dejo la taza vacía sobre el escritorio y me dirijo a la ducha.

El baño se encuentra casi tan fresco como mi habitación y, entro a la ducha frotando mis brazos en un pobre intento de entrar en calor, el agua tarda varios segundos en cambiar su fría temperatura por una más cálida.

Estamos en mediados de otoño. Lo cual significa que el clima debe encontrarse cerca de los diez grados, es casi el principio del semestre, y me encuentro completamente agotada. Estornudo tan pronto entro de nuevo a mi habitación, mis ojos se dirigen a la esquina donde, sobre la mesa de noche, descansa mi despertador, el reloj marca las siete con veinte, suspirando me preparo para un día más en la universidad.

Contengo un estornudo mientras envuelvo una bufanda en mi cuello, tarde o temprano debía comenzar a cerrar la ventana cuando dormía, de lo contrario me encontraría siempre enferma.

— ¿De nuevo tarde, Bella?

— Voy cinco minutos más temprano —Respondo con una sonrisa, cuando bajo corriendo las escaleras. Irina ríe, sus suaves cabellos rubios rebotan enmarcando su rostro, dándole una apariencia más joven, casi infantil.

Ella y el resto de la hermandad sonríen mientras beben de sus tazas de té en el pequeño desayunador, arrugo mi nariz tan pronto el olor a especias me golpea. Salgo y cierro la puerta a mis espaldas.

Tan pronto me encuentro fuera de la hermandad corro hasta al campus sin detenerme por mi dosis de café como hago regularmente, tan pronto entro en el recinto comienzo a caminar entre los estudiantes hasta llegar a mi primera clase del día, bioquímica, desgraciadamente una materia obligatoria para todos los que cursamos nuestro tercer año de estudios en la universidad. Entro con la doctora Esme Platt a mis espaldas, la escucho cerrar la puerta, respiro de pronto aliviada de no tener que llamar a la puerta.

Mis ojos buscan en el auditorio un rostro familiar, y, como es costumbre, Rosalie eleva su mano, su cabellera rubia rebota mientras ella se eleva en su lugar llamando atención, su mirada luce divertida, posiblemente encuentra gracioso el que llegara segundos antes que la doctora Platt. Rose se encuentra en la última fila, de la parte superior como es costumbre. Subo los escalones con cuidado de no tropezar y caer.

Una sonrisa juega en los labios de mi amiga, tan pronto me siento junto a ella las palabras han abandonado su boca. — ¿Te has quedado dormida de nuevo?

Intento controlar mi acelerada respiración, mi respuesta sale entrecortada—: La ducha me ha tomado más de lo planeado —Inhaló—. Inclusive he salido cinco minutos antes de casa.

Rose ríe y rueda los ojos, no me sorprende que se burlé, incluso yo reconozco lo divertida que me puedo ver ahora mismo.

Observo a la doctora Platt arregla su escritorio, garabateo la fecha, me recargo en mi lugar cuando Rose llama mi atención, un suave toque con su bolígrafo sobre mi hombro hace que me incline y le escuche —: Bella, apenas es el inicio del curso…

Contengo un resoplido, me cuida como una madre lo haría, y a pesar de que la adoro no puedo evitar divertirme ante la ironía, ella siempre ha llegado tarde a literatura y psicología — Vale, intentaré levantarme antes —. Con una sonrisa me giro a la clase cuando la voz de la doctora nos llama a todos, sin embargo esta se ve cortada rápidamente por unos golpes en la puerta, ella niega y rueda sus ojos, sigue su clase sin prestar atención a los golpes, y, justo cuando parece que han cesado la puerta se abre.

La molestia es palpable en la voz de la doctora Platt. Odia ser interrumpida a menos que sea por alguna duda sobre el curso, o algo que no comprendamos. Lo dejo claro cuando se presentó por primera vez.

— No permitiré un retraso de nuevo. Tome asiento.

— Lamento la tardanza, doctora. Soy nuevo — Mis ojos se abren.

No hay forma de que me equivoque.

Busco al dueño de la voz, mis ojos se topan con su rostro.

Mi corazón se acelera, el bolígrafo negro que sostengo se resbala de mis dedos cayendo ligeramente sobre mi libreta, mis ojos arden. Siento una presión que me impide respirar correctamente.

Michel Newton.

Su rostro no ha cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, el rostro aniñado del que una vez estuve enamorada ha desaparecido acentuando un poco más sus rasgos, los rizos rubios antes largos han desaparecido casi por completo, se encuentran recortados, casi inexistentes, me detengo en su piel, luce un poco más pálido de lo normal.

Casi enfermo.

Se apresura entre los lugares, camina al centro del aula y sube los escalones hasta sentarse a unos asientos de la fila en que me encuentro, no me ha visto.

Aún.

La doctora Platt continua su clase, enfrascándose por completo en el tema, dejo de prestar atención a sus palabras. Mi mente está lejos de aquí, se encuentra reviviendo aquel día en el cual decidió condenarme.

(….)

Mi cabeza dolía.

Corrección, todo mi cuerpo lo hacía.

Abro mis ojos.

Los cierro rápidamente. Hay demasiada luz.

Sollozo cuando mi brazo se contrae por un movimiento brusco.

Inhalo, una ligera punzada se instala a la altura de mis pulmones.

Parpadeo esta vez permitiendo que se ajusten a la claridad de la habitación, los muros son blancos, y hay una enorme ventana en la esquina de la habitación, miro al frente mí mamá sonríe mientras varias lágrimas caen de sus ojos completamente rojos.

— Por fin —Hipa, su voz se corta por los sollozos—. Llamare al doctor…

Mamá sale de lo que creo es una habitación de hospital, me concentro en estudiar más mi entorno, junto a mí hay una extraña máquina. Es parecida a la que maneja Meredith en Grey's Anatomy cuando atiende algún paciente en cama, creo que es para medir mi ritmo cardiaco, tiene extrañas líneas de diferentes colores en movimiento, y números que cambian constantemente.

Intento observar mi cuerpo, no parece que tenga más daño, además del cabestrillo que tengo en mi brazo.

La puerta por la que mamá había salido apenas unos minutos se vuelve abrir, es ella. No viene sola, le sigue un hombre, el doctor, de bata blanca a las rodillas entra, sonríe amablemente mientras se acerca, su piel se encuentra arrugada, y enormes gafas de fondo de botella enmarcan su rostro, se encuentra casi completamente calvo, de alguna forma me recuerda al abuelo que siempre da dulces a sus nietos, para después rogarles que no le delaten con sus hijos.

— Nos has dado un gran susto —su voz suena un poco ronca. Me fijo en su rostro, luce cansado, manchas negras bajo sus ojos le adornan, estoy casi segura es consecuencia de no haber dormido lo suficiente en varios días— Déjame…

Me quedo quieta cuando una de sus manos toma mi rostro, y la otra enciende una pequeña lámpara que no había visto antes. La apunta a mis ojos, contengo el impulso de cerrarlos. La luz que destila es demasiada para estos momentos.

— Sigue mi dedo —Obedezco aún sin decir palabra, su dedo índice se mueve frente a mí, desde el centro de mi rostro. Le sigo en todo momento, cuando lo aparta una sonrisa se posa en sus labios —Bien, parece que sobrevivirás. ¿Cuál es tu nombre, cariño?

— Isabella…—carraspeó incomoda, no reconozco mi voz, mi garganta se encuentra completamente seca—…Bella Swan.

— ¿Cuándo naciste?

— Octubre 31 de 1999.

El doctor se gira mamá con una sonrisa en labios — Aparentemente no hay alguna contusión o perdida de la memoria, la dejaré que hable con ella —Sus ojos se posan en mí de nuevo— Te veré más tarde.

Asiento, aún confundida. ¿Eso era todo? ¿Un par de preguntas y estaba bien?

El doctor sale, y en su lugar entra papá. Su rostro luce aliviado al verme, se acerca a la cama y besa mi frente, le observo al igual que mamá luce completamente agotado, círculos negros bajo sus ojos, y su usual traje de negocios ha sido remplazado por un par de sudadores, observo sus pies. No viste sus clásicos mocasines con borlas, en lugar de ello viste un par de tenis new balance— ¿Qué ha dicho el médico?

— Estará bien, no hay contusiones o pérdida de memoria — mamá responde con una sonrisa y se sienta con cuidado junto a mí, no me había percatado de los escasos muebles que había en la habitación, mi cama, y sofá en la esquina. Además, de los aparatos extraños. — ¿Cómo te sientes?

— Me duele un poco la cabeza…— mi garganta me arde, se encuentra completamente seca—…. ¿puedo beber agua?

— Claro.

Mamá toma una jarra de un pequeño carrito, es parecido al que usan en el servicio a la habitación en cualquier hotel, la veo verter un poco en uno de los vasos, agradezco cuando pone una pajilla en él, mi garganta se alivia tan pronto el líquido pasa por ella. Suspiro cuando término.

— ¿Qué día es? — Mi voz suena mejor, el agua ha servido.

Papá sonríe, el hoyuelo de su mejilla izquierda aparece —: Ha pasado una semana, estuviste inconsciente debido a la exposición tan prolongada que tuviste al fuego, el medico dijo que estabas en coma. Temíamos que no despertaras.

Sus ojos se humedecen, nunca le había visto llorar.

Un nudo se forma en mi garganta.

— Nos llamaron del hospital, tan pronto nos explicaron lo ocurrido tomamos el primer vuelo de Londres —agrega mamá, antes de que pueda preguntar—. No sabíamos nada de ti, aún no te identificaban…fuiste de las últimas personas en ser rescatada…

Su voz se rompe cuando pronuncia las últimas palabras.

— Lograste salir del fuego…—añade papá. Abraza a mamá quien ahora sostiene mi mano—…te desmayaste al encontrarte fuera de las llamas.

Me estremezco, es como si volviera a estar dentro del fuego, el humo llenando mis pulmones impidiéndome respirar, estuve tan cerca de morir, creí que sería así, sino hubiera sido por la sombra.

— ¿Cómo está él?

Ambos me ven confundidos, sin embargo es mamá quien reacciona.

— ¿Quién, cariño?

— Un chico me saco de ahí, él fue quien me salvó —mi voz es ronca cuando hablo de nuevo—. Una pancarta en llamas cayó en medio del campo…escale las gradas y corrí por la salida de emergencia…ya no podía respirar —siento humedad en mis mejillas, no sé en qué momento he comenzado a llorar—. Grité por ayuda, una sombra se detuvo…intente correr a ella pero parte del techo se desmoronó y golpeó mi brazo…pero antes de perder la conciencia él me tomó en brazos, sé que es un chico por que intentaba mantenerme despierta, murmuro todo el tiempo palabras de consuelo.

Ambos se miran sorprendidos, pero es mamá quien se atreve hablar — Los bomberos te encontraron fuera del recinto…el bombero que te encontró dijo haber visto a alguien huir. No le siguió. "Dijo creer que huía del fuego como el resto."

— No sabemos quién es —agrega papá—. Creímos lo que el bombero dijo, pensamos que él también huía…

Intento negar, mi cuello se queja al primer movimiento. Reprimo cualquier expresión de dolor, no quiero preocuparles. El móvil de papá los distrae cuando una notificación entra, su rostro deja de ser serio y ahora sonríe a mamá.

— Te tenemos una sorpresa, tus amigos han venido a verte, han estado aquí desde que te ingresaron. Los dejaremos solos.

Asiento, y sonrío un poco. Mis padres salen y cierran la puerta a sus espaldas, tan pronto lo han hecho se abre una vez más, sonrío al ver a Jessica. Ella está bien, había ido a ver a su abuela a Ohio porque se encontraba enferma, espero a que cierre, pero me sorprendo cuando alguien más entra siguiéndole el paso.

Siento mi rostro enrojecer.

— ¿Qué hace él aquí? —escupí.

— Me alegra que estés bien —Jess sonríe incomoda y confundida. Se acerca a mi cama mientras le toma de la mano, sus ojos almendra se encuentran brillosos, su mirada nunca deja de estudiar mis heridas—. Estábamos preocupados. ¿Por qué preguntas eso? ¡Es tu novio, tonta!

— Él…

— Jess, te dije que aún estaba confundida lo mejor será dejarla descansar —Me corta Mike — volveremos después.

Mis manos se vuelven puños al recordar cómo me abandonó, aprieto las sabanas entre mis dedos, no me encontraba confundida. Recordaba a la perfección lo que había hecho, él también lo hacía, la culpa lo carcomía con cada segundo que pasaba, lo vi en sus ojos tan pronto rehuyó mi mirada

— No estoy confundida —afirmó—. No te quiero cerca de mí, Mike. No te quiero volver a ver, eres un traidor.

Jess se fija en mí, y, sin previo aviso rompe en llanto. Habla entre sollozos palabras incomprensibles salen de sus labios, su rostro bañado en lágrimas. Sus manos se mueven rápidamente mientras intenta limpiar su rostro.

— Perdón…nunca quise que te enteraras de lo nuestro así…te…te lo íbamos a decir…

Observó confundida, Mike traga nerviosamente, se acerca a Jess tomándola de los brazos, intenta apartarla de mi cama.

Tragó repasando sus últimas palabras, la comprensión me golpea. Una opresión llena mi pecho, siento mi estómago revuelto — ¿Cuánto?

Mi voz no se rompe como creó que lo hace mi corazón en esos momentos cuando habla de nuevo.

— Cuatro meses…—Inhaló—…lo siento…quería decírtelo pero no…nosotros nos enamoramos.

— ¡Cállate Jessica! —Grita Mike—. No sé de qué habla amor…

Me giro a mi novio, no. Ex novio.

La rabia arde en mí, ambos me habían mentido, se habían burlado de mí.

Mi mejor amiga y novio estaban juntos, todas esas veces que él se negaba a que saliéramos por sus prácticas de futbol eran mentira. Él iba con ella.

No solo me condeno a morir, también me engaño con mi mejor amiga.

Ambos lo hicieron.

Ambos me traicionaron.

Cuando me dejo en el campo la culpa ardió en sus ojos, y una disculpa brotó de sus labios.

¿Por qué pedía perdón?

¿Por engañarme con Jessica todo el tiempo, o por dejarme morir?

— Salgan.

— Bella…

— Basta Jessica. Ambos traicionaron mi confianza, ahora vete con él. Solo espero que no te abandone cuando estés al borde de la muerte.

— Por favor….

Niego, y habló. La seguridad nunca deja mi voz, no permito que se rompa como ya lo ha hecho gran parte de mí, recordaba haber rogado sin ser escuchada —: Largo.

Mike me da una última mirada antes de cerrar la puerta, la culpa nunca deja sus ojos. A parto mi vista de él, y veo al frente. La puerta golpea, miro a las blancas paredes de mi habitación y contengo mis lágrimas, ninguno de los dos las merece.

(:….:)

— Vamos, solo quedamos nosotras —El golpe familiar de Rose me traer de vuelta a la realidad, me ve confundida, me encojo de hombros e intento sonreír. Sé que ha funcionado tan pronto me pongo en pie y entrelaza nuestros brazos, juntas salimos del aula, ella sonríe ajena a la locura que se crea en mis pensamientos —Necesitas dormir más, de verdad. Y no exactamente en clase.

Asiento una vez más y la sigo por el campus hasta que nos detenemos en una mesa, el sol se encuentra presente, algo muy extraño en Seattle, y más en es esta época del año. La última hora la escuchó parlotear, pero no presto atención. Mi mente sigue perdida en el pasado.

El día pasa efímeramente. Cuando vuelvo a ser consciente de lo que pasa a mi alrededor ya me encuentro en la seguridad de mi habitación, bajo la calidez de mi sabanas.

Dos años después del accidente, es entonces cuando me permito que las lágrimas que nunca derrame caigan ahora libremente.

No sé qué hora es cuando en algún punto de la noche agotada por el llanto, me permito caer en la inconsciencia. No sin antes soñar con el desconocido que salvó mi vida, permito mi mente fantasear con que sus brazos me envuelven una vez más, y esta vez no lo hace para sacarme de las llamas, sino para sostenerme mientras duermo.

¡ESPERO QUE LES GUSTE!
NOS LEEMOS PRONTO