Los Personajes de Candy Candy no me pertenecen.

Capítulo 2

- Anda Candy no seas cobarde, atrévete a derretir ese tempano de hielo.

- ¿No como crees? Yo nunca he hecho nada así, no sabría que hacer. Además ¿no ves que es todo un adonis? Jamás se fijaría en mí.

- Candy ¿pues que estás ciega? No ves que te mandó copias de sus notas personales, mira los ejercicios tienen anotaciones de su puño y letra. Tienes que ser decidida y valiente ¿o vas a ser siempre una niñita quejumbrosa llorando en el baño con un horrible vestido color mostaza? Mira a mi prima ¿Quién iba a decir que un hombre, guapo y rico como tu padre se fijaría en alguien tan desabrida como ella? Y ahora se ha convertido en tu mamita.

Las palabras de Eliza llenaron a la rubia de coraje y rebeldía pues eran verdad, Sally le había arrebatado todo en un abrir y cerrar de ojos. Ya llevaba varios días en el colegio y su padre ni siquiera la había llamado para saber si había llegado con bien lo que le dolía mucho. Entonces, decidió que a partir de ese momento haría las cosas por ella misma, sin depender ni esperar nada de nadie y, para probarlo, haría que el inalcanzable "Evil Ardlay" callera a sus pies.

- Está bien lo haré – dijo con decisión en su mirada.

- ¡Así se habla amiga! – nosotras te ayudaremos.

- Esa tarde todas se reunieron en la suite de Candy…

- Ay muchachas, creo que ya me estoy arrepintiendo. Yo jamás le he coqueteado a nadie, no tengo ni idea de que hacer.

- No te preocupes, ven mírate…eres bonita, realmente no tienes nada que hacer… bueno tal vez deshacerte de ese ridículo peinado.

Candy miró su reflejo en el espejo, era alta delgada con una figura envidiable, enormes y expresivos ojos y una sonrisa que desarmaba a cualquiera. Desde niña, la rubia se sabía bonita, pero había crecido para convertirse en una de las mujeres más bellas del mundo, además generalmente era muy cálida y agradable.

Esa noche Eliza obró su magia y a la mañana siguiente, una espectacular Candy salía de su habitación. Nuevo corte de cabello que hacía lucir sus largos rizos espectacularmente brillantes y sedosos, un poco de maquillaje que acentuaba la mirada, pero sobre todo una enorme sonrisa que denotaba confianza. Todo el mundo notaba de inmediato su presencia y no podían dejar de admirar su belleza.

- Wow, hiciste un gran trabajo ¿no te da miedo que Candy llegue a ser más popular que tú? – le preguntaba Annie a Eliza mientras la veían caminar hacia ellas.

- Por supuesto que no, me gusta resaltar la belleza en las personas. Además, la popularidad de los demás no define quien soy cada uno tiene sus fortalezas y debilidades.

- ¿Qué tal si les gustara el mismo chico?

- Annie hay tantos chicos en el mundo, que si no consigo al que me gusta posiblemente consiga a otro mejor. Eso… es tener una mentalidad ganadora…

- Amiga, ¡espera a que te vean los chicos, te van a rondar como las moscas a la miel! y ¿por qué no? Tal vez algún cascarrabias también – le decía Eliza con picardía cuando la rubia llegó junto a ellas.

Como Eliza pronosticó, durante todos los recesos una gran cantidad de chicos se acercaba para presentarse con la recién llegada, todos le daban su numero de celular y le decían que la invitarían a tomar algo el día de salida… Stear no fue la excepción.

- Hey Candy ¿Cómo va todo? El cambio de peinado te sienta muy bien, te vez aun más hermosa.

- Stear ¡Qué alegría verte! ¿Cómo está Archie?

- Bien, vendrá en un momento. Está noche tendremos una pequeña fiesta, nuestros padres han venido del Medio Oriente y nos han traído una serie de delicias ¿quieres venir con nosotros Candy?

- Me encantaría, pero tuve un problema con un profesor y ahora estoy super atrasada en la tarea.

- Que pena, ¿Con quién tuviste el problema?

- Con el profesor Ardlay, me sacó del salón por toda la semana y ahora tengo que hacer el trabajo que hicieron en las dos clases y la tarea…

- Te creo, es exigente hasta con nosotros que somos familia.

- ¿Son parientes?

- Si, es mi tío político. Mi madre y el son primos hermanos.

- Lo siento mucho.

- No, te preocupes ¡Sobreviviremos al estigma! – respondió el joven poniéndose la mano en el corazón teátricamente y los dos rieron alegremente.

- Bueno, me voy será mejor que comience a trabajar – dijo la rubia resignada.

Eran las nueve de la noche Candy estaba sumergida en un montón de libros, tenía muchas asignaciones por terminar y no estaba ni cerca de hacerlo. En eso escuchó unos pequeños golpes en la ventana, cuando se acercó y la abrió, sintió una ráfaga de aire seguida de un golpe que casi la deja sin aliento. Stear había caído de sentón en el balcón, pues había saltado de la rama del árbol más cercana con mucho empuje.

- Stear ¿te encuentras bien?

- Hola Candy, claro que sí, soy fuerte y resistente – contestó con un guiño.

- Mi hermano y yo decidimos que como no puedes venir a nuestra pequeña celebración, compartiríamos contigo algunas de las delicias que nos trajeron para darte animo – dijo entregándole un pequeño paquete lleno de dulces y chocolates.

- ¡Gracias Stear! – dijo la joven dándole un abrazo emocionada.

- De nada linda, fue un placer – contestó el moreno despidiéndose con un movimiento de la mano.

El sábado por la mañana, las chicas salían a dar un paseo para despejarse un poco cuando vieron a Stear y a Archie vestidos con ropa formal dirigiéndose a la salida del castillo.

- Hola muchachos, ¿porque visten tan formal? – preguntaba la rubia.

- Hola Candy, hola, chicas. Tenemos un permiso especial para salir el día de hoy, habrá una gran fiesta para celebrar el cumpleaños de mi tía Priscila y nuestros padres pidieron permiso para que pudiéramos asistir.

- Una fiesta ¡Que divertido! – sonrió la rubia.

- Si. El tío William siempre hace fiestas espectaculares, especialmente para mi tía.

- No sabía que fuera casado – contestó Candy con un poco de decepción.

- Oh, no. No se trata del William que conoces, sino de su padre. Es una persona muy importante.

- Bueno chicas tenemos que irnos, el auto está por llegar, es una pena que no se nos haya ocurrido pedir permiso para que nos acompañaran, sería divertido.

- No se preocupen, diviértanse.

- ¡Que envidia! Como me gustaría asistir a ese evento – se quejo Eliza.

- ¿Qué tiene de particular? – preguntó la rubia.

- ¿No lo sabes? Es el evento del año, todas las personas que dicen ser alguien en el Reino Unido están invitados...

Por la tarde la mansión Ardlay estaba esplendorosa, los amplios salones decorados elegantemente con miles de rosas blancas y rosas. El cumpleaños de la madre de William siempre era una ocasión para recordar; los Ardlay tenían una fortuna incluso mayor que la de la reina y gozaban de gran prestigio y poder en todos los ámbitos. Las personas esperaban con ansias una invitación para asistir a tan magno evento que cada año superaba al anterior.

- Muchas felicidades mamá, estas preciosa – le decía Albert al tiempo que la abrazaba amorosamente.

- Muchas gracias, mi cielo.

- Felicidades señora – decía Karen saludándola de beso.

- Karen, que lindo vestido. Te sienta muy bien.

- Gracias…

- Mi amor, los invitados comienzan a llegar, será mejor que bajemos a recibirlos – decía William padre entrando a la habitación.

- Hijo ¿a qué hora llegaron?

- Hace unos minutos papá.

- Bueno es tiempo de celebrar; no olvides que mañana los esperamos temprano para desayunar en familia. Karen, como siempre eres bienvenida.

- Muchas gracias, señor Ardlay.

- A la hora de la cena, William y Karen se unieron a Terry y Susana; los cuatro eran grandes amigos que se conocían desde el San Pablo. A muy temprana edad, el rubio había mostrado tener un coeficiente intelectual muy elevado, por lo que tomaba clases avanzadas todo el tiempo y su horario nunca coincidía con el del los demás chicos. Terry, quien era el rebelde de la escuela, se escaba constantemente de clases. Un día los dos jóvenes coincidieron en una de las tantas colinas del bosque aledaño al castillo y desde ahí formaron una gran mancuerna, William ayudaba a Terry a enfocarse en sus estudios y Terry ayudaba a William a desenfadarse de los suyos.

Con el tiempo, Terry comenzó una relación con Susana y esta trajo consigo a Karen. William se graduó del San Pablo a punto de graduarse también en la universidad de Cambridge y asistió a Oxford donde cursó dos postgrados mientras sus amigos y su novia cursaban la universidad.

Los Ardlay eran una familia rica y poderosa, pero su fortuna no era obra de la casualidad, por generaciones habían trabajado incansablemente para lograr la seguridad económica del clan y Albert no era la excepción. Mientras cursaba los postgrados en Oxford, se daba tiempo para ayudar en los negocios familiares resultado ser muy acertado en sus decisiones, por lo que rápidamente se corrió la voz de que era un genio para los negocios.

La Señora Elroy, amante de la educación y las buenas costumbres, se convirtió en directora del Patronato del Real Colegio San Pablo, pero un escándalo de malversación de fondos por parte del superior del colegio la había obligado a tomar las riendas de la institución para salvar su reputación. Algunos maestros que eran corruptos al igual que el superior, decidieron abandonar la escuela al tiempo que la señora Elroy tomaba posesión del cargo, dejándola sin una parte importante del plantel y además se dedicaron a crear rumores de que las condiciones laborales en el instituto eran insostenibles. Fue entonces cuando William, quien amaba profundamente a su tía, se ofreció a asistir como maestro dos días por semana. En ese tiempo, la popularidad del rubio se había extendido a nivel internacional por lo que los padres enviaron a sus hijos e hijas nuevamente al colegio confiando en que recibirían educación de vanguardia. Con William, llegaron también sus tres amigos quienes también se habrían paso exitosamente, en el ámbito profesional.

En la mansión Ardlay, una vez terminada la cena el baile comenzó…

- Mi amor, adoro esa canción ¿me invitas a bailar? – decía Karen emocionada.

- Por supuesto cariño… si nos disculpan – decía William poniéndose de pie y ofreciéndole el brazo a la joven para llevarla al centro de la pista.

La incomparable presencia y galanura del rubio eran motivo de admiración para los presentes quienes miraban a la pareja bailar como si se tratara de un cuento de hadas.

Hacen una espléndida pareja… me pregunto ¿cuándo se decidirán a casarse y darnos nietos? ya tienen más de cinco años saliendo – decía la madre de Karen quien justo en ese momento se encontraba junto a su esposo saludando a los padres de Albert.

- Se ven muy felices juntos, sin embargo, aún son muy jóvenes. Albert apenas cumplirá veintiocho – decía la madre del rubio con cautela recordando aquella mañana dos años atrás cuando William le había pedido el anillo de compromiso de su abuela, pues pensaba proponerle matrimonio a Karen a la semana siguiente. El rubio acababa de instalarse en una excepcional residencia considerada una joya de la arquitectura moderna y estaba ansioso por comenzar una nueva etapa con Karen. Sin embargo, no había tenido oportunidad de declararse pues ese mismo día la trigueña decidió moverse con él. Vivir en unión libre no era necesariamente lo que el rubio tenía en mente, pero ese día cuando regresó a su casa se encontró con la sorpresa de que la joven ya estaba instalada.

William y Priscilla tenían una relación abierta y sincera de madre e hijo, por lo que, cuando le regresó el anillo unos días después, le dijo que estaba confundido por la decisión que había tomado Karen y no estaba seguro de qué era lo que ella en realidad quería, por lo que había decidido esperar. Karen era una excelente joven, hija de una de las mejores familias del reino unido, atenta y cariñosa con todos por lo que ya la veían como parte de la familia.

Los jóvenes continuaron bailando un par de piezas más, para entonces, la pista estaba repleta de parejas por lo que decidieron salir a tomar un poco de aire. Mientras caminaban por el jardín, Karen se detuvo y rodeo a William por el cuello con sus brazos, el rubio la tomó por la cintura y se inclinó para besarla lentamente, la trigueña abrió los labios urgiéndolo a profundizar el beso que se volvió apasionado…

- Mi amor, vamos a casa… deseo estar junto a ti – susurró excitada.

- La fiesta apenas comienza, esperemos un poco más, por favor. No deseo desairar a mis padres – contestó el rubio.

- Ellos lo entenderán, saben que somos jóvenes – replicó la trigueña.

- Cariño, tenemos toda la noche por delante, ¿podríamos quedarnos solo un poco más, por favor? Sabes que esta noche significa mucho para mi padre quien prepara todo con mucha anticipación.

- Tienes razón, regresemos – accedió Karen un poco molesta. William era amoroso y comprometido con la relación, pero tenía un carácter muy bien definido el cual no era fácil de manipular.

Pasada la medianoche, la pareja se despidió para dirigirse a su residencia donde al fin William le dedicó a Karen toda su atención. Al día siguiente, regresaron a la mansión Ardlay para una celebración privada. Rosemary, la hermana mayor de William había llegado de madrugada en compañía de su esposo Vincent Brown y el pequeño Anthony de dos años. El pequeño niño jugaba incansablemente en el jardín con Karen…

- Es un pequeño terremoto, vas a terminar rendida – decía Rosemary.

- Es muy tierno y divertido – decía Karen con una sonrisa.

- Cuando tengas tus hijos, serás una excelente madre ¿Verdad mamá? – decía Rosemary.

- Así es hija – confirmaba Priscila.

El comentario de Rosemary había sembrado una pequeña semilla en el corazón de Karen, quien mientras regresaba junto con Albert a su residencia, comentó:

- Mi amor ¿nunca te has puesto a pensar cómo serán nuestros hijos? Tal vez se parezcan al pequeño Anthony.

- Tal vez – consintió el rubio sin despegar la vista del camino.

- De repente me ha dado una enorme curiosidad ¿no te gustaría comenzar una familia?

- Quizás, pero es una gran responsabilidad ¿Qué te parece si lo meditamos un poco?

- Karen asintió un poco desilusionada, había esperado que William aceptara felizmente, pero en cambio, lo veía distante y pensativo.

El rubio, por su parte, sentía que debían definirse primero como pareja antes de comenzar una familia. La decisión unilateral y precipitada de Karen al moverse a su casa, le había hecho pensar que tal vez ella no deseaba un compromiso serio por el momento. Siempre hablaba de viajar para hacer trabajos de investigación y muchas otras cosas, por lo que el rubio no podía imaginarse como funcionarían como familia. Esa noche William intentó acunarla entre sus brazos, pero la joven le dio la espalda un poco resentida.

Al día siguiente una nueva semana comenzaba… Candy y compañía acudían a su primera clase que era sociología; todo el mundo adoraba las interesantes discusiones de Karen sobre las antiguas culturas y su forma de organización por lo que el tiempo pasó rápidamente. Al terminar la clase, mientras Candy abandonaba el aula junto con sus amigas, Karen notó lo mucho que resaltaba su belleza y, sin saber por qué, sintió una sensación inquietante recorriéndole el cuerpo. Unos minutos más tarde se reunía con Susana en la sala de maestros…

- Susana ¿Qué opinas de la nueva chica americana? ¿Cómo se apellida?... White.

- ¿Candice White? Parece una buena chica, solo que ya se metió en problemas con William. Al parecer le gritó que era un insensible, en frente de toda la clase – contestó Susana.

- Si que tiene agallas – comentó Karen con una sonrisa.

- ¿De quien hablan? – preguntó Terry quien entraba justo en el momento en que Karen hacia el comentario.

- De Candice White, la chica que me platicaste que le gritó a William – contestó Susana.

- Una joven muy bella – comentó Terry.

- Basta Terruce Grandchester, me voy a poner celosa – dijo Susy con un gesto teatral.

- Mi vida, no hay nada de malo en reconocer las bondades del señor, pero ya sabes que para mi no hay nadie como tu – le dijo dándole un beso.

- Grandchester, le sugiero que se comporte y deje sus actitudes adolescentes para cuando se encuentre en privado – Se escuchó la voz fuerte e intransigente de William.

- ¡Carajo!, por poco y me da un paro cardiaco, pensé que eras mi padre. Mira que lo tienes bien ensayado – contestó Terry poniéndose la mano en el corazón al tiempo que las chicas se reían.

- Bueno, creo que es tiempo de que vaya a preparar mi próxima clase – dijo Karen dirigiéndose a la puerta.

- Yo voy contigo – dijo Susana acompañándola.

- ¿Todo bien? – le preguntó Terry a William. El moreno era extremadamente perceptivo y se dio cuenta de inmediato que algo pasaba entre sus amigos.

- Perfectamente – contestó el rubio sin profundizar mientras miraba por la ventana a un grupo de estudiantes que platicaban y reían alegremente no muy lejos de ahí, entre ellos se encontraban sus sobrinos y Candy.

- Parece que pronto tendrás nueva sobrina – dijo Terry acercándose por detrás con una taza de café en la mano y continuó…debo reconocer que los chicos no andan nada perdidos, la joven es simplemente espectacular. Me atrevería a decir que es la más bella que ha llegado en todos estos años…

- Sin saber por qué, William se molestó al escuchar que Candy podría salir con alguno de sus sobrinos.

- Grandchester no digas estupideces, recuerda donde estamos…

- Amigo, soy cien por ciento profesional, pero no ciego. Esa chica tiene a toda la escuela de cabeza…

- Mejor ya vámonos que se nos va a hacer tarde – contestó el rubio de mal humor.

Terry tenía razón, la belleza de Candy tenía a todos de cabeza. Los chicos querían salir con ella, algunas chicas la admiraban y hasta habían cambiado su arreglo personal para lucir un poco como ella y otras, especialmente las que tenían novio en el colegio, la odiaban pues la veían como una amenaza.

Por la tarde, la hora de la clase de William llegó y la rubia se presentó orgullosa con todo el trabajo terminado. William hizo un gran esfuerzo para ignorar la intranquilidad que sentía y se concentró en el tema que había preparado. Durante la clase, llamó a casi todas las alumnas a practicar al pizarrón, pero Candy no fue una de ellas pues no deseaba tenerla cerca.

Cuando el timbre que anunciaba el final de la clase sonó, Eliza se acercó a Candy y le dijo: "Amiga, por favor sé educada y agradécele al profesor Ardlay el detalle que tuvo contigo" – para después alejarse mirándola con picardía.

Candy se entretuvo un poco más de lo normal arreglando sus cosas para quedarse a solas con él, mientras se acercaba al escritorio no sentía mariposas revoloteando en el estómago, más bien era como si un grupo de elefantes bailaran hip hop en su interior. William se encontraba de espaldas borrando los ejercicios del pizarrón cuando escucho una dulce voz un poco temblorosa detrás de él…

- Profesor Ardlay

El joven cerró los ojos por un segundo y respiro lenta y profundamente para controlar la irrazonable excitación que sentía, para después girar contestando con voz lenta y tranquila…

- Dígame señorita White.

- Yo… quería agradecerle por enviarme las notas y los ejercicios la semana pasada – dijo la rubia sintiendo como los colores se le subían al rostro.

- Me alegra que los haya sabido aprovechar, le sugiero que no se acostumbre porque no volverá a suceder. Sepa usted que no tolero ningún tipo de indisciplina en mi clase, sea cual sea la razón… ¿entendió?

- Si señor, con permiso – dijo la rubia abandonado el lugar.

William se quedó en el escritorio pensando ¿Por qué esa joven le causaba tantas emociones? Se había acostumbrado a hablarle a los estudiantes claro y mirándolos directamente a los ojos para evitar malentendidos. Sin embargo, hablar con Candy era todo un reto para él: no podía mirarla a los ojos pues su belleza lo desarmaba y ni hablar de lo que la joven poseía del cuello para abajo. Era más bien delgada, nada extravagante, pero en conjunto, su bien proporcionado cuerpo parecía una obra maestra. La sencilla blusa blanca, el saco y la falda escocesa del uniforme no lograban ocultar el hermoso cuerpo de la joven resaltando sus largas y bien torneadas piernas, un derrière perfecto y una diminuta cintura que contrastaba con la voluptuosidad de los senos.

El rubio jamás había experimentado algo así con ninguna mujer, pero decidió que, fuera lo que fuera, tendría que aprender a ahogar esos sentimientos.

Mientras tanto Eliza y compañía la esperaban afuera del comedor…

- Amiga ¿Cómo te fue? Platícanos.

- Eliza, yo creo que te equivocaste, me dijo que no me acostumbrara porque no volvería a suceder y que no toleraba ningún tipo de indisciplina en su clase… parecía tan molesto.

- y tu ¿Qué sentiste? – preguntó Patty curiosa.

- Pues imagínate, mirar de frente a los ojos mas hermosos del mundo – contestó la rubia con aire soñador.

- No te preocupes amiga, una batalla no es la guerra – aseguró Eliza.

- Ay Eliza, me gustaría tener tu seguridad – decía Candy.

- Jóvenes, que hacen aquí, la oración está a punto de comenzar – se escucho la voz de la profesora Margaret.

- Disculpe profesora, ya vamos – contestó Annie y todas se apresuraron a entrar al comedor.

Al día siguiente, William devolvió los trabajos calificados. Candy sacó un honroso 89, Patty 86, Eliza 82 y Annie 79. El resto de sus compañeras había sacado entre 40 y 60. Una de ellas que había sacado 48 levantó la mano…

- Dígame señorita Wilkinson.

- Profesor, el despeje de las ecuaciones 7, 11 y 15 es correcto, solo me equivoqué en el resultado final ¿acaso no va a dar puntos por el procedimiento?

- Veamos… usted es una famosa ingeniero civil a quien se le encarga la construcción de un rascacielos, hace los cálculos, las mediciones y construye el edificio… el procedimiento es correcto, pero al final el calculo le falló un poquito y el edificio se derrumba matando a cientos de personas ¿Qué les diría a los familiares de las víctimas? o ¿Qué tal si su padre desea invertir efectivo que tiene en este momento para financiar el negocio de su vida que comenzará en seis meses? Naturalmente no desea tener el dinero parado y le pide consejo para buscar una inversión redituable que le devuelva el capital y los intereses a tiempo para no perder la oportunidad del negocio. Todas las propuestas que le presentan tienen información correcta, pero usted se equivoca en los números finales y le recomienda a su padre una inversión que no solo no le devolverá el dinero a tiempo, sino que perderá el veinte por ciento del capital ¿Qué le va a decir? ¿Qué el procedimiento estaba bien? ¡NO señorita! Yo no doy puntos por procedimiento, las matemáticas son una ciencia exacta y de eso dependen muchas cosas en este mundo – contestó el rubio alzando la voz mientras la pobre muchacha parecía encogerse en el asiento…

A partir de ese momento, nadie más se atrevió a levantar la mano. La clase fue como siempre clara y concisa, el rubio se encargaba de repetir una y otra vez los elementos clave para resolver los problemas… Era sin duda, el profesor mas guapo y sexy del instituto, pero en clase las traía a todas marcando el paso a un ritmo que ni siquiera les daba oportunidad de pensar en ello.

Durante el receso, Candy al igual que muchas de sus compañeras fue al baño, pues durante la clase nadie se atrevía a salir por miedo a perderse algún detalle de la explicación. Mientras se lavaba las manos una joven bajita y delgada que estaba junto a ella, sin querer salpicó de agua los zapatos de Luisa una ex amiga de Eliza…

- Idiota, fíjate lo que haces ¡límpialo! – demandó Luisa molesta.

- La joven dijo "lo siento" y tomó un poco de papel inclinándose para limpiar el calzado.

- ¡Con la lengua! – demandó Luisa.

- La joven se quedó mirándola desconcertada, pero Luisa no cedió.

- ¿Estás sorda o qué? Te dije que con la lengua.

- Déjala en paz, ya se disculpó – Intervino Candy.

- Tu cállate Yanki entrometida ¿o quieres hacerlo por ella?

- En tus sueños – contestó Candy y le hizo un ademán a la otra joven para que salieran, pero al pasar junto a Luisa esta la tomó por el cabello diciéndole.

- A si, ¿te crees mucho porque eres el nuevo juguete de Eliza? Pues yo te voy a enseñar a respetar jerarquías estúpida Yanki.

- Candy se defendió y en un dos por tres la tenía en el suelo dándole una golpiza. Aparentemente era fragil, pero la rubia era muy fuerte pues su escultural cuerpo era resultado de la genética, pero también de practicar varios deportes, entre ellos taekwondo y boxeo femenil.

La prefecta no tardó en llegar, Luisa fue enviada a la enfermería sangrando profusamente por la nariz y luego ambas fueron a parar a la oficina de la señora Elroy quien, después de darles un sermón, les dijo que estarían toda la tarde en detención.

Mas tarde, Terry entraba en la oficina de William…

Ardlay Amigo, por fin se cumplirá uno de tus más grandes sueños.

- ¿De qué estás hablando?

- ¿Te acuerdas de que siempre quisiste ser veterinario y cuidar de los animalitos?

- Si ¿Qué con eso?

- ¡Esta tarde por fin tu sueño se va a realizar! Te toca guardia en la sala de detención y vas a cuidar a un par de gatas salvajes – dijo simulando garras con sus manos.

- No me digas – contestó William levantando la ceja.

- Te lo dije: Si eres bueno, haces tu tarea, comes tus vegetales y rezas tus oraciones tarde que temprano el Señor te concede todos tus deseos – contestó Terry entre carcajadas.

- ¡Baboso! – contestó William sin reprimir la risa.

- Imagínate, se agarraron a golpes en el baño – continuaba Terry tratando de controlar la risa.

- Por cierto, tu tía te mandó a decir que debes estar en la sala de detención en exactamente… dos minutos.

- ¿Y me lo dices hasta ahorita?

- Tenía que ir al baño… no querrás que la dignidad de este admirable Ingles se vea manchada por ciertos sonidos flatulentos.

- Ya me las pagarás "amigo"- dijo William apresurándose a ponerse el saco y tomar un montón de trabajos que necesitaba calificar para aprovechar el tiempo.

- Te encantará el trabajo que les asigne – gritó Terry divertido.

El rubio se apresuró para llegar a la sala de detención y cuando abrió la puerta se encontró a Candy sentada en una esquina del salón y a Luisa en la otra, está última tenía un ojo morado y la nariz hinchada…

- White – dijo al tiempo que suspiraba con resignación.

- Es una salvaje, mire nada más como me dejó – lloriqueo Luisa.

- ¡Silencio Carrington! – no necesito recordarle que está en detención. Por el resto de la tarde no quiero escuchar ni una sola palabra de ninguna de las dos ya tienen el trabajo asignado.

William se obligó a clavar la mirada en las hojas que tenia que calificar para no caer en la tentación de mirar a Candy, pero al parecer que tendría que sacarse los ojos pues por más que lo intentaba, siempre terminaba admirando a la belleza que estaba sentada frente a él leyendo un libro de texto.

Candy por su lado estaba estresada, tenía que escribir un ensayo con citas incluidas sobre la obra de Shakespeare, totalmente a mano y la presencia de "Evil Ardlay" no ayudaba.

La sala de detención contaba con una biblioteca en la parte de atrás donde los alumnos podían acudir a buscar libros de referencia. La rubia intentó tomar un gran libro con obra completa de Shakespeare que se encontraba en la parte más alta de uno de los libreros. Para alcanzarlo, se subió a una de las escaleras deslizables sin darse cuenta de que las ruedas no estaban bien aseguradas y, al tomar el pesado ejemplar la escalera se movió y la rubia cayó al piso en medio de un gran estruendo. William se levantó de inmediato y fue a ver que había pasado con Luisa detrás de él…

- Señorita White… ¿se encuentra bien? – le preguntó preocupado al tiempo que se arrodillaba junto a ella.

- ¿Candice?... ¡vaya por ayuda a la enfermería! – le ordenó a Luisa quien salió corriendo del lugar.

La rubia perdió el conocimiento por un momento y cuando al fin entreabrió los ojos, pensó que había muerto y uno de los ángeles divinos estaba junto a ella en el cielo. Cuando intentó incorporarse, pudo escuchar claramente la voz dulce y cálida del rubio que le susurraba: "No te muevas, pronto vendrá la enfermera." Ahí estaba de nuevo el joven que viajó con ella en el avión, tan encantador y a la vez tan distinto de "Evil Ardlay"

En eso llegó la enfermera y William se hizo a un lado para dejarla trabajar…

- Estoy bien - fueron las primeras palabras que la rubia pudo pronunciar.

- Parece que está bien, pero deberemos tenerla en observación para descartar una contusión. Profesor ¿podría ayudarme a llevarla a la enfermería? – preguntaba la enfermera Gray, una mujer bajita y un tanto mayor.

- Por supuesto – contestó William tomándola ágilmente entre sus brazos.

- De camino a la enfermería, Candy iba con los ojos cerrados abrazada del rubio, disfrutando el calor de su cuerpo, su delicioso aroma varonil y hasta la humedad de su aliento, por lo que no quería que el trayecto terminara jamás…

Continuara…

Amigas muchas gracias por leer esta historia, espero que les haya gustado, por favor no olviden dejarme sus comentarios.

Chidamami, claro que voy a terminar las otras historias, ya casi tengo terminado el próximo capitulo de Muñecas de papel. Como les decía, escribir un fic lleva tiempo y esfuerzo, en este caso, me ha costado un poco definir hacia donde quiero llevar la trama y donde quiero que termine el capítulo, por favor ténganme paciencia creo que finalmente la inspiración regresó. Tal vez este sea el penúltimo capítulo, después Dios mediante me enfocare en terminar La Alegría de mi Vida que es un minific.

Nuevamente, muchas gracias por leer y por su paciencia.

Con Cariño

Laura Ardlay.