Los personajes de Candy Candy no me pertenecen.

Capítulo 5

Por la impresión, la mujer soltó la tela que resbaló libremente por el cuerpo de la joven cayendo al piso; Candy únicamente atinó a cubrirse los senos desnudos con los brazos, por lo que William pudo ver su escultural cuerpo vistiendo únicamente unas bragas blancas de encaje. Todo pasó en un instante, él joven al darse cuenta se disculpó y salió de inmediato llevándose con él una hermosa visión imposible de olvidar; era como si la misma Afrodita se hubiera presentado ante sus ojos…

En ese momento Susana salió corriendo tras de él…

- Will, lo siento pensé que Terry te había dicho que estábamos aquí ¿necesitas algo?

- ¿Terry?

- Si, te llamé al celular y no me contestaste, entonces fui a la dirección y les pregunté si estaba bien que usáramos tu oficina… me dijo que te avisaría.

- El rubio se frotó los ojos con una mano, tratando de controlar el coraje y después habló lo más tranquilo que pudo y le dijo: él me dijo que viniera a recoger un paquete de baterías que están en la credenza.

- Ohh Will, cuanto lo siento… de verdad que no se midió esta vez, pero me va a escuchar.

- No te preocupes, ¿podrías por favor darme las baterías?

- Claro, permíteme ahora regreso.

Susana entró de prisa, tomó las baterías y salió sin decir una palabra. Cuando regresó las chicas le preguntaron…

- Maestra, ¿Estaba molesto el profesor Ardlay?

- No, solo se trató de un malentendido, se supone que alguien le avisaría que estábamos aquí, pero al parecer se le olvidó mencionarlo.

- Que descanse en paz – dijo una de las chicas.

- Y si, el profesor le arrancará la cabeza.

Mientras tanto William llegaba a la dirección y agarraba a Terry de las solapas.

- ¿En qué estabas pensando imbécil?

- Yo nada, solo te pedí que trajeras las baterías…

- ¿Y se te olvidó mencionar el pequeño detalle de que la oficina estaba ocupada?

- ¡¿No tocaste a la puerta?! No, no, no… que educación Dios mío, pobre de tu padre tanto que ha invertido en ti y ni siquiera las reglas básicas…

El rubio estaba a punto de romperle la cara al castaño, cuando Martita intervino…

- A que muchachos, dejen de jugar así o se van a lastimar…

- Todavía no hemos terminado – advirtió William.

- Tu empezaste – se defendió el castaño.

Mas tarde cuando ya todo estaba solucionado, los cuatro pudieron finalmente retirarse a sus casas. En cuanto Susana vio a Terry en el estacionamiento le dijo: ¡Ni te me acerques! Eres un grosero y un desconsiderado Terruce Grandchester…

- Susy, solo fue una broma – se defendió Terry.

- Pues para la próxima vez, bromea con la más grande de tu casa, no con las alumnas. ¿No te das cuenta de que son solo jovencitas?

- Pero Susy…

- Nada de Susy… no te quiero ni ver – dijo subiéndose sola al lado del pasajero y cerrando la puerta de un portazo.

Terry se quedó desconcertado, pues Susana nunca se enojaba con él. William estaba parado junto a él y le dijo con una sonrisa: pensaba partirte la cara, pero ella sabe lo que hace… tal vez duermas con el gato.

Mientras conducía, William no podía dejar de pensar en Candy y en su escultural cuerpo semidesnudo; era como si aquella imagen divina se le hubiera quedado tatuada en el cerebro; podía recordar cada una de sus curvas, la textura de su piel joven y hasta un lunar en forma de corazón que tenía a la altura de la cintura… Karen, por su parte intentaba conversar, pero el rubio mantenía la mirada fija en el camino y contestaba con monosílabos que en ocasiones no correspondían al comentario de su interlocutora, quien, al notar su ausencia comentó:

- ¿sabes? Creo que le pediré a Susy uno de los vestuarios de prostituta y lo usaré el viernes cuando vayamos a cenar a casa de tus padres.

- Está bien – contestó el rubio.

- ¡William! ¿escuchaste lo que dije?

- ¿A qué te refieres? – preguntó el rubio regresando a la realidad con astucia.

- Me has estado ignorando todo el camino.

- ¿Lo hice?

- Me atrevería a jurar que no has escuchado ni una sola palabra de lo que dije

- Lo siento, Karen estoy un poco cansado, ha sido un día largo – se disculpó el rubio, sabiendo que era la forma más rápida de terminar la discusión.

- Te decía que tal vez vaya a comprarme un vestido nuevo para el festival de otoño, creo que no tengo nada acorde a la ocasión ¿está bien?

- Sabes que no tienes que preguntar, compra lo que te haga falta.

- Es que quiero algo realmente especial porque este año tu familia irá con nosotros para acompañar a Stear y a Archie; Priscila y Rosemary siempre lucen impecables… quiero llamarle a Pierre para que me ayude a conseguir un vestido de diseñador, pero ya sabes que siempre busca lo mejor de lo mejor.

- Karen, nunca te he pedido cuentas de lo que gastas… ya te dije que compres lo que necesites.

- Gracias mi amor, por eso te amo.

Al llegar a la residencia, el rubio se fue directo a la ducha y al salir, decidió tomar un somnífero ligero pues se imaginaba que no podría dormir pensando en Candy y ya se estaba cansado de sus noches en vela así que está vez haría algo al respecto. No contaba con que aquella preciosa visión lo perseguiría hasta en sueños, haciéndolo desear tocar la suavidad de su piel y sentirla junto a él. Karen, lo notó incomodo pues, aunque estaba dormido, no dejaba de moverse constantemente por lo que comenzó a masajearle la espalda tratando de relajarlo. El rubio semi inconsciente, comenzó a acariciarla con erotismo y a besarla con gran pasión; en sus sueños, era Candy quien estaba frente a él, bella, imponente y sensual. En el reino donde no hay imposibles, su corazón enamorado no pudo más y se rindió ante aquella joven de mirada intensa y sonrisa angelical liberando los más profundos deseos de su alma.

Karen estaba extasiada, aunque normalmente tenían una vida sexual satisfactoria, jamás la había acariciado de manera tan impetuosa y ardiente que la tenía al borde de la locura. Era un William completamente distinto, cariñoso y considerado como siempre, pero consumido por la pasión extrema de un hombre completamente enamorado. El rubio la llevó a experimentar el placer como nunca lo había hecho, hasta que la dejó temblando en medio de un gran orgasmo.

A la mañana siguiente, William abrió los ojos, pensando que había sido el sueño más vívido de su vida y para su sorpresa, estaba completamente desnudo. En cuanto el rubio se movió, Karen lo abrazo cariñosa y le dijo lo increíble que había sido la noche anterior y lo mucho que le encantaba sentirlo tan apasionado y entregado. William simplemente la abrazó sin pronunciar palabra, estaba realmente confundido. En su mente y en su corazón había amado a Candy, aunque al parecer en realidad había estado con Karen.

De camino al colegio, el rubio sentía un profundo desgano. Deseaba poder estar solo y dejar de sentir tanta confusión y descontento. No podía entender como su cuerpo había actuado de esa manera cuando su corazón estaba en un lugar completamente distinto. Lo peor de todo, era ver a Karen tan radiante y feliz sabiendo que ninguna de esas caricias en realidad le pertenecía. Eso lo hacía cuestionarse ¿Qué era lo que en realidad sentía por ella?

Como cada martes, la primera clase de William era en el salón de Candy. Afortunadamente, ese día tendrían un examen por lo que el rubio no tuvo que interactuar en lo más mínimo con la clase, únicamente entregar las hojas y esperar a que transcurrieran las dos horas destinadas para tal efecto.

Mientras tanto en la embajada del Reino Unido, William padre y George se reunían con el Licenciado Henderson…

- William, George pasen por favor, que sorpresa, ¿en qué les puedo servir?

- Que tal Martin, venimos a la junta organizada por el ministro de Comercio Exterior y decidimos pasar a saludarte y dejarte de una vez el donativo para la fundación de Eugene, ya sabes que Priscila está muy comprometida con la causa y se la ha pasado recordándome del evento.

- Muchas gracias, Priscila es un amor, no por nada Eugene la adora… por cierto, espero que todo haya salido bien con el asunto del italiano ese ¿Cuál es su nombre?...

- Rossi – dijo George

- Ah si Rossi, después de que me llamaste, investigue y el padre parecía buen tipo, pero el hijo andaba en muy malos pasos; es mejor que estén fuera del país…gracias por la información.

- William padre no sabía de lo que estaban hablando, pero para no evidenciarse, simplemente comentó: "de nada, como siempre es un placer… bueno ya no te quitamos más tu tiempo, hasta luego"

- Le diré a Eugene que se ponga de acuerdo con Priscila para invitarlos a cenar a la casa.

- Cuenta con ello, hasta luego – se despidió el mayor de los Ardlay.

- ¿De qué estaba hablando Henderson?

- Hace algún tiempo William me llamó para pedirme que sacara del país a un italiano llamado Pietro Rossi y a su hijo Victorio, ambos estaban en proceso de renovar la residencia y le pedí a Henderson que la revocara.

- ¿William hizo eso?

- Así es y no solo eso, prácticamente los dejó en la calle.

- ¿por qué? Mi hijo siempre ha estado en contra de hacer ese tipo de cosas.

- No lo sé, le pregunté, pero solo me dijo que se trataba de un asunto personal.

- Solo Dios sabe en qué andará metido ese muchacho – dijo el padre pensativo.

De regreso en el colegio, el rubio trataba de leer un contrato en su laptop mientras esperaba a que terminaran el examen, pero las palabras simplemente no hacían sentido en su mente. De repente vio de reojo como Marlene Driscoll sostenía un pequeño trozo de papel acunado en la palma de su mano y trataba de mirarlo a escondidas; sigiloso y elegante como felino se puso de pie y caminó hasta el escritorio de la joven quien estaba entretenida revisando las fórmulas escritas en el papel que no se dio cuenta de que estaba justo al lado de ella…

- Señorita Driscoll, por favor permítame su examen y el pedazo de papel que tiene en la mano izquierda – dijo con voz serena, pero que no aceptaba replica.

La chica lo vio y palideció al instante.

- Profesor yo, permítame explicarle – dijo la chica mientras le entregaba temblorosa las dos hojas.

- Desde un principio dejé muy clara mi posición respecto a este tipo de fraude… por favor retírese.

- No por favor, permítame presentar el examen de nuevo, no puedo reprobar o perderé mi beca.

- Si no es capaz de mantener sus calificaciones honestamente, tal vez no es merecedora del apoyo.

- ¿Con que derecho decide usted si merezco ayuda o no?, Usted nunca ha sufrido necesidad porque nació en cuna de oro ¿no es así?

- No voy a discutir eso con usted, por favor retírese…

- Mi madre ha trabajado día y noche para poder pagar solo el 20% de la colegiatura, si pierdo la beca todo su esfuerzo se habrá perdido.

- Lamento su situación, pero la reglas son claras para todas.

- ¡Es usted un egoísta y un engreído, lo odio; se ha ganado con creces el apodo de "Evil Ardlay"! – grito la muchacha a todo pulmón.

Ese día, todos los alumnos presentaban exámenes por lo que el colegio estaba en completo silencio y el grito se escuchó fuerte y claro en varios salones a la redonda. William miró su reloj y habló con entera tranquilidad ignorando las ofensas de la chica:

- Es la tercera vez que le pido que se retire y no lo volveré a hacer; a partir de este momento, cada minuto que permanezca en el salón de clases será un minuto menos que sus compañeras tendrán para completar el examen.

- Vamos ¿qué esperas?, lárgate ya. Por tu culpa perderemos todas – dijo Luisa.

Pero la chica continuo sin moverse diciendo: "No me iré hasta que me devuelva el examen"

Un par de minutos después apareció la señora Elroy, quien también había escuchado el grito

- Señorita Driscoll, por favor venga conmigo. William te espero en la oficina al final de la clase.

El rubio asintió con la mirada tranquila, su perfecto rostro no mostraba la más mínima expresión. Cinco minutos antes de la hora, el rubio pidió que entregaran los exámenes y nadie se atrevió a desafiarlo.

En la oficina de la señora Elroy, la junta se llevó a cabo con la presencia de la maestra Margaret quien fungía como vicedirectora del plantel. William simplemente mostró el acordeón de la joven y les dijo que debido a ello le había retirado el examen, pero no comentó nada de los improperios de la chica. Marlene fue confinada a su habitación hasta que se convocara una junta de consejo urgente para que se decidiera su situación.

Mientras tanto en el jardín todo el mundo comentaba el suceso…

- Dios mío, pensé que Marlene por poco nos quitaba el resto de la clase – dijo Patty.

- De verdad se volvió loca, mira que gritarle tantas cosas al profesor. Bueno la verdad si tiene un poco de razón, el maestro nunca ha tenido necesidad, la pobre estudiaba día y noche – decía Annie.

- No tiene necesidad, pero sí trabaja mucho. Matilda Gaslow y sus hermanas están en el colegio gracias a los Ardlay. Ella me dijo que, en Escocia, la familia es dueña de un enorme territorio y que los miembros del clan viven ahí sin pagar alquiler. Todos tienen asignado un terreno y los Ardlay se encargan de las casas y su mantenimiento. Además, ellos tambien se encargan de pagar la educación de los niños hasta que se gradúan de la universidad… si no quieren estudiar les enseñan un oficio para que no tengan problemas económicos en el futuro… El papá del profesor es el Patriarca y tiene la obligación de pagar por todo, por eso tienen tantas empresas y trabajan tanto para mantenerlas a flote... También me dijo que el profesor es su único heredero y tendrá que hacerse cargo de todo cuando su padre muera – dijo Patty.

- Si, pero eso no le da derecho a ser déspota – dijo Mandy una chica que caminaba con ellas.

- Yo no creo que sea déspota, creo que solo hace su trabajo y con buenos resultados ¿Se acuerdan cuales eran nuestros grados al principio?, todas hemos mejorado mucho gracias a que es estricto – dijo Candy quien se había mantenido al margen de la conversación.

- Eso si y además está lo que pasó el otro día – agregó Eliza.

- ¿Qué pasó? – preguntó Mandy interesada.

- Nada solo que Candy se cayó de una escalera y el profesor se quedó hasta que llegó el doctor… bueno Mandy nos vemos a la siguiente clase – me estoy muriendo de hambre – concluyó la pelirroja.

- Hola Candy… hola, chicas – saludó un muchacho alto de tez blanca y cabello negro.

- Que tal Steve – contestó la rubia.

Conforme se iban acercando al comedor más y más chicos y chicas la saludaban.

Los empleados de la cocina se habían hecho cargo de esparcir la noticia de la inocencia de Candy con otros empleados y algunos de los estudiantes que los habían escuchado corrieron la voz entre los demás, por lo que de un momento a otro la rubia pasó de ser despreciada a convertirse en la heroína que había salvado el festival…

- Hola Candy, ¿me gustaría saber si ya tienes pareja para el baile? – decía John Wade, capital del equipo de polo.

- Hola John, si muchas gracias, he aceptado la invitación de Archivald Cornwell

- Es una lástima.

Después de rechazar invitaciones de algunos de los estudiantes y deportistas más destacados, por fin se sentaron a comer.

- Mmm me muero de hambre – decía Candy después de las oraciones tomando un gran bocado de espagueti.

- Candy, si sigues comiendo así no te cerrará el vestido – dijo Annie.

- El vestido es lo que menos importa en este momento, anoche no cené por estar estudiando y ahorita mismo me comería un elefante.

- Claro, como tú ya tienes pareja y eres tan popular no necesitas preocuparte por la figura – dijo Annie mirando al plato, pero sin probar la pasta.

- Annie, la popularidad es muy subjetiva, fíjate, ayer todo el mundo me trataba como si tuviera la peste y ahora todo el mundo me saluda, ¿no crees que es mala idea prestar atención a esas cosas?

- Importa cuando tienes que conseguir pareja para el baile.

- ¿Todavía no tienes a nadie? – preguntó Eliza incrédula.

- Un par de chicos me invitaron, los rechace porque pensé que alguien más me invitaría, pero ahora ya todos están ocupados.

En ese momento, apareció Edward Reich, un chico muy inteligente quien jugaba ajedrez a nivel profesional…

- Candy…

- Si, ya tiene pareja para el baile, pero mi amiga Annie no ¿por qué no la invitas? – dijo Eliza sin miramientos.

- El joven miró a Annie y preguntó ¿Te gustaría venir conmigo?

- Está bien, mi vestido será amarillo – dijo Annie.

- Te esperaré a la entrada del salón.

- ¿Ves que fácil se arreglan las cosas? – dijo Eliza con una sonrisa.

- Eliza ¿tú con quien irás? – preguntó Candy curiosa.

- Iré con Edmund Rodgers.

- ¿El Capital del equipo de soccer? ¡Es muy buen mozo! – dijo Patty

- ¿y tu Patty? – preguntó Annie.

- Yo estoy en las mismas que tu Annie, todavía no tengo pareja.

- Patty, con tanto estudiar y las levantadas temprano, se me olvidó decirte que le dije Stear que irías con él.

- Candy, ¿en verdad hiciste eso? – dijo Patty sonrojándose, pues Stear le parecía muy guapo y simpático.

- Si, él estaba muy contento, hasta me pidió que te hablara bien de él – dijo la rubia con una sonrisa.

- Pues ya está, ahora todas tenemos pareja – dijo Eliza con expresión de triunfo.

Candy miraba hacia la mesa donde normalmente se sentaban William, Terry y compañía, pero el rubio no se había sentado a la mesa ¿Dónde estará? – se preguntó.

Mientras tanto William estaba en su oficina tratando de calificar los exámenes que recién habían terminado. Cuando llegó al de Candy, se quedó por un largo rato mirando la hermosa caligrafía de su nombre mientras recordaba el momento en que la rubia le había entregado el documento. En ese instante no había podido mirarla a los ojos, se sentía avergonzado de la manera en que la había soñado y se preguntó si en realidad era diferente de Victorio… al menos el italiano era honesto – pensó.

Terry apareció media hora más tarde con una bandeja de comida, por más que trató de hacerlo que comiera fue inútil, el rubio tenía tantas cosas en su interior los alimentos no tenían cabida: primero lo del sueño, luego estaban Karen, Marlene y Candy. El día pasó sin que el rubio pudiera deshacerse de sus tribulaciones y la expectativa de regresar a casa no era mejor.

En cuanto terminaron las clases, alguien llamó a su oficina y de pronto se encontró con una sonrisa hermosa y unos ojos color esmeralda que le hacían juego…

- Hola mi amor ¿Cómo estás?

- Mamá, que sorpresa. No esperaba verte por aquí.

- Andaba cerca y se me ocurrió pasar a entregar un donativo extra para el festival, los estudiantes que envía la familia son muchos y el costo del evento es elevado. ¿Ya terminaste aquí?

- Hace unos minutos.

- ¿Por qué no vamos a tomar algo por aquí?, encontré a Karen y me dijo que están terminando de instalar las decoraciones.

- Claro, respondió el rubio poniéndose el saco para salir.

William y Priscila caminaban por un largo pasillo tomados del brazo mientras conversaban y sonreían cálidamente…

- Mira Candy, ahí viene tu futura suegra – dijo Eliza señalando con la mirada.

- Es una señora muy joven y hermosa – dijo la rubia, pero no es mi futura suegra.

- ¿ya te estas echando para atrás?, recuerda que prometiste conquistarlo.

- Eliza, solo estábamos jugando. Jamás me tomaría en serio, para él no soy más que una chiquilla. Además, no tiene ojos más que para la maestra Kleiss, ella misma nos lo ha dicho ¿recuerdas?

- Yo no estaría tan segura, destruyó a un hombre solo porque se atrevió a amenazarte.

- Solo pensaba en la responsabilidad del colegio…

- Ay amiga, no hay peor ciego que el que no quiere ver, en fin.

- Se mira mejor así – dijo la rubia.

- ¿Cómo?

- Sonriendo. Cuando lo hace, el azul de sus ojos se transforma y es claro como el cielo de la mañana en lugar de profundo y gélido.

- Disimula que ahí vienen – dijo la pelirroja quien dirigió la mirada a otro lado.

Mientras comían en un restaurante cercano, Priscila pudo ver un torbellino en la mirada de su hijo y pregunto:

- Mi amor, te veo preocupado ¿Está todo bien con Karen?

William pensó que su madre desde siempre había tenido la habilidad de leerlo a la perfección y contestó: Todo bien mamá, no te preocupes.

- Hijo, ustedes han estado juntos varios años, Karen es una buena mujer y te ama.

- Lo sé mamá.

- A veces parece que las cosa no van bien, pero en una relación los dos tienen que poner de su parte para que funcione.

- Estamos bien mamá, de verdad.

- Tu padre esta preocupado por el favor que le pediste a Henderson.

- Se trataba de un tipo que amenazó con abusar de una de las alumnas del colegio. Susana me dijo que lo había hecho con una de sus amigas y aunque le advertí que no se atreviera, intentó hacerlo.

- Pero ¿Qué hacías tu con esa chica?

- La encontramos por casualidad en un bar, decidí intervenir porque es menor de edad y la tía Elroy le había dado permiso para salir. La chica no tiene familiares aquí, por lo que sería responsabilidad del Colegio y de la tía Elroy si algo le llegara a pasar.

- Al parecer no tenías opción – dijo Priscila mirándolo a los ojos como si pudiera ver que había algo más.

- ¿Por qué estamos hablando de eso? Mejor cuéntame cuando llega Rosemary – dijo el rubio cambiando drásticamente de tema.

- El viernes, Vincent los dejará a ella y al niño en el puerto porque tiene que zarpar casi de inmediato – nosotros iremos a recogerlos. Está emocionada por venir al festival, hace años que no visita el colegio. A propósito, mi amor, ¿conoces a las señoritas Candice White y Patricia O'Brien?

- Si ¿Por qué lo preguntas?

- Son las parejas de Archie y Stear para el baile. Me gustaría comprarles un detalle para que lo puedan lucir ese día, pero no tengo ni idea de su aspecto físico.

El rubio sintió como si le hubieran dado un gancho al hígado al saber que Candy sería pareja de su sobrino… No, no quería que saliera con él, no soportaría verla como parte de su familia. Antes de contestar, tomó todo el vino de su copa de un sorbo e hizo un enorme esfuerzo por modular su voz para no descubrir su excitación. Para su sorpresa su voz sonó, natural y mesurada por lo cual agradeció infinitamente a su padre por las clases de técnicas de "negociación"

- Patricia tiene el cabello castaño, ojos color almendra mide tal vez 1.65 delgada. Candice es más alta, rubia, ojos color esmeralda como los tuyos…

En la mente del rubio, la imagen escultural de Candy reapareció como si se tratara de una hechicera que lo perseguiría por siempre, pero el joven rápidamente se deshizo de ella mientras tomaba la botella de vino, se servía otra copa y rezaba para que su madre no notara su aprensión.

Mientras más conversaban, Priscila más se preocupaba, pues podía ver en su hijo una lucha interna y no sabía qué era lo que lo mortificaba. Había decidido ir a buscarlo al colegio con el pretexto del donativo ya que su esposo estaba preocupado de que anduviera en líos con mafiosos. Quería hablar con él a solas pues de esa manera siempre tenían conversaciones más abiertas, pero al parecer se iría más preocupada de lo que había llegado…

En el colegio, Susana llegaba al salón principal para ayudar a Karen, ya casi todo estaba listo, pero a la trigueña le gustaba encargarse personalmente de revisar cada detalle.

- Hola Susy, gracias por venir.

- Amiga te ves radiante.

- Estoy feliz…

- Y ¿se puede saber por qué?

- Claro, estoy enamorada… bueno más que enamorada, estoy obsesionada – decía Karen con ojos soñadores.

- ¿Por William?

- Claro ¿pues por quién ha de ser?

- Bueno, pues es que han estado juntos mucho tiempo y nunca te había visto así.

- Es que no sabes, ayer fue maravilloso, nunca me había hecho el amor de forma tan romántica, apasionada y entregada… era otro, mucho más sensual y atrevido, ¿Qué si me hizo visitar las estrellas? Me hizo recorrer todos los universos alternos, en verdad nunca pensé que tuviera ese temperamento.

- Bueno, tu sabes lo que se dice de los escoceses.

- Pues podría hacer de mi su esclava si quisiera – contestó Karen con ojos soñadores.

- Pues que bueno, me da mucho gusto por ti… sabes que te quiero.

- Lo sé amiga, yo también te quiero.

Al día siguiente, William decidió salir en un viaje de negocios de tres días, necesitaba estar solo y pensar. A su regreso, como siempre, tenía la firme convicción de recuperar lo que tenía con Karen y olvidarse para siempre de Candy.

El sábado por la mañana, Karen salió temprano al SPA, había hecho cita para tratamiento completo que duraría varias horas. Por alguna razón estaba obsesionada con lucir perfecta para el festival ¿desde cuándo competía con la apariencia de Priscila y Rosemary? – se preguntó el rubio.

A diferencia del festival de mayo que se celebraba durante el día y en el que la gente podía ir disfrazada, el festival de otoño se llevaba a cabo por la tarde-noche y era de rigurosa etiqueta, mucho más formal y elegante.

Después de esperar por horas, William finalmente vio a Karen bajar por las escaleras; se veía hermosa con un vestido de diseñador, peinado, maquillaje y valiosas joyas.

- Te ves hermosa – dijo el rubio ofreciéndole el brazo.

- Gracias – contestó la trigueña satisfecha.

Mientras tanto en el colegio, Candy estaba siendo arreglada por Eliza; a la pelirroja le encantaba peinar y maquillar a la rubia ya que siempre se transformaba de una chica "linda" a una mujer increíblemente hermosa. Eliza jugaba a ser su hada madrina que la transformaba para su príncipe…

- Wow Eliza, creo que podrías tener tu propio emporio de la moda – dijo Patty al ver a Candy.

- Eso es precisamente lo que pretendo hacer – dijo Eliza satisfecha al ver el resultado.

Por tratarse del festival de otoño, todas las chicas debían usar colores acorde a la estación. Candy llevaba un hermoso vestido color naranja oscuro que resaltaba enormemente el tono de su piel, pero sobre todo sus enormes ojos color esmeralda. Eliza le había recogido el cabello en un moderno recogido a la altura de la nuca, para que pudiera lucir su cuerpo desde cualquier ángulo. El vestido le entallaba a la perfección mostrando su cuerpo de sirena hasta llegar a la cadera donde una falda larga tipo "A" hecha de organza muy fina se movía elegantemente al caminar. Eliza vestía un vestido recto color terracota con una abertura de lado que mostraba su larguísima pierna al caminar. Patty había elegido café y dorado para su diseño strapless de corte princesa y Annie amarillo para su ensamble de corsé y falda amplia.

Candy estaba en su habitación, cuando una persona llamó a la puerta.

- Señorita Candy, su familia ha llegado y su abuela le envía esto – dijo una muchacha del servicio dándole un estuche de joyería.

- Gracias – dijo la chica con una enorme sonrisa, ¡si habían ido! Hasta ese momento no sabría si su padre asistiría, le había mandado la invitación, pero no había podido hablar con él.

Candy abrió el estuche y se encontró con unos hermosos pendientes de oro y una cadena larga… le había dicho a su abuela que su vestido tendría escote en "V" y la elegante Madeleine supo exactamente el tipo de joyas que debería usar. Las joyas eran muy valiosas pues habían sido diseñadas por uno de los más grandes joyeros del momento, el broche de la cadena era intrincado y no podía ponérselo sola, por lo que decidió salir a saludar a buscar ayuda…

- Eliza – llamaba la chica en una de las habitaciones compartidas, pero nadie contesto así que decidió bajar a saludar a su abuela.

Candy iba rozagante de felicidad, por fin vería a su padre y a su abuela después de varios meses; iba tan emocionada que sin querer, salió por la puerta equivocada y se encontró de lleno en un jardín tan pequeño y escondido que casi nadie lo visitaba.

Al escuchar sus pasos, un hombre alto vestido impecablemente con un smoking negro y una elegante capa que le llegaba a los tobillos giró para verla… azul y verde se encontraron y de inmediato la atracción que sentían se hizo presente.

- Ya está terminado – dijo la rubia refiriéndose al vestido con voz tímida mientras sentía que los colores se le subían al rostro.

- ¡Precioso! – contestó Albert con una sonrisa cálida, genuina y sexy. El rubio no sabía si le gustaba más con el vestido o sin el vestido, se había retirado un momento de la multitud para serenarse y nunca se imagino que se encontraría frente a frente con la dueña de sus pensamientos.

- Yo… estaba buscando a…- balbuceo la rubia nerviosamente.

- ¿Me permite? – dijo el joven extendiéndole la mano para que le entregara el estuche de joyas.

- Gracias – dijo ella entregándoselo y dándose la vuelta.

Albert tomó la cadena y la puso alrededor de su cuello, mientras sus dedos batallaban con el intrincado broche, su corazón latía a desbocado ante la sensación de aquella piel tibia y tersa.

- Listo

Candy se giró para darle las gracias, sin recapacitar que estaban muy cerca el uno del otro y de inmediato se perdió en el azul profundo de sus ojos oscurecidos, que bajaron hasta posarse en sus labios dulces. Albert luchaba con todas sus fuerzas por contener el enorme deseo de beber de ese manantial de dulzura, pues sabía que, si lo hacía, entregaría su alma en una caricia. Candy estaba hechizada, por la poderosa sensualidad que desprendía aquel hombre, sus labios ardían de deseo por primera vez y cerro los ojos para recibir la caricia. En ese momento la orquesta comenzó a tocar para dar la bienvenida a los invitados, regresándolos a la realidad.

- Eh, gracias – dijo la rubia nerviosamente y salió de ahí a toda velocidad.

William pensó en la titánica tarea de olvidarse de aquella preciosa niña y se dijo: "Difícil… si, pero no imposible"

Mientras tanto la abuela de Candy se acercaba a saludar a la señora Elroy.

- ¿Elroy? ¿Cuánto tiempo sin vernos?

- Madelaine, vaya sorpresa ¿Qué haces por estos rumbos? Me dijeron que vivías en África

- Vine por mi nieta, Candice White.

- No sabía que fuera tu nieta, aunque ahora que lo mencionas, tiene el gusto de romper las reglas, solo podría ser nieta tuya.

- Querida Elroy, ¿ya se te olvidó que todo lo hacíamos juntas?

- No, pero no le digas a nadie o echaras a perder mi reputación – dijo la señora Elroy con una pequeña sonrisa, ambas habían sido mejores amigas en la escuela, pero al vivir en continentes separados y atender múltiples obligaciones poco a poco se fueron distanciando.

- Ven te presentaré a mi hijo y a su esposa… Elroy, te presento a mi hijo Robert White y a su esposa…

- Sally Winter – completó Elroy sin mucho afán.

- Es un gusto verla señora Elroy, se le ve muy bien – dijo Sally melosamente.

- Lo mismo digo – contestó la anciana sin mucho afán.

- Sally me ha recomendado, enormemente la escuela – dice que es la mejor en su ramo.

- Gracias ¿Quién más viene con ustedes?

- Solo nosotros, la madre de Candy tristemente murió hace un par de años – contestó Madeleine.

- Tengo entendido que Candice es pareja de mi sobrino para el baile, ¿Por qué no nos sentamos en la misma mesa? Mi hermano y mi cuñada han venido a apoyar a los muchachos ya que sus padres se encuentran en medio oriente por trabajo.

- Se lo agradezco - dijo Robert mientras la seguían a la mesa reservada para los Ardlay.

- Una vez ahí, se hicieron las presentaciones…

- Señor White que gusto saludarlo nuevamente – dijo George.

- Mi querido George, no esperaba encontrarte aquí.

- ¿se conocen? - Preguntó William padre.

- El señor White es dueño de varias colecciones de Arte custodiadas en nuestras bóvedas, entre ellas "Solsticio" – dijo George.

- Increíble, es una de las mejores recopilaciones de arte moderno y antiguo que he visto, se podría decir que tiene un valor incalculable – dijo Rosemary.

- Es la herencia de mi nieta – se apresuró a decir Madeleine.

- Pronto tendrá que compartir – dijo Sally señalando su vientre un poco abultado.

- No lo creo, "Solsticio" es la herencia personal de mi nuera que en paz descanse y le pertenece en su totalidad a Candice, tu hijo compartirá con ella la herencia de Robert – dijo Madelaine con firmeza.

Afuera del recinto, los chicos esperaban para entrar al salón.

- Archie cierra la boca, se te va a meter una mosca – decía Stear pues su hermano se había quedado boquiabierto al ver a Candy.

- Mmm, mmm, se aclaró la garganta el menor de los Cornwell y dijo: Candy estás realmente preciosa.

- Gracias – dijo Candy con una gran sonrisa.

- Un detalle por parte de la familia – dijo Archie entregándole un estuche con una pulsera de oro.

- Gracias, que amable – dijo la rubia.

- Mi tía es la mejor – dijo Archie feliz, pues a él no se le había ocurrido pensar en ese detalle.

Cuando los estudiantes entraron, ya todos estaban sentados en sus mesas, Candy resaltaba de entre todas las chicas por su belleza y elegancia. Eliza era la única quien podría rivalizar con ella, pero eran dos tipos de belleza muy diferente: Candy era impactantemente bella, pero no era consciente de a que grado por lo que además poseía frescura e inocencia. Eliza por su parte estaba muy consciente de todos sus atributos, y los sabía utilizar a la perfección para sacar el mejor partido.

- No me dijiste que la amiga de Archie fuera tan bella – le susurro Priscila a su hijo a Albert.

- Dije que tenía tus ojos ¿necesito decir más? – le contestó William sonriendo.

Toda la seguridad de Karen se fue al suelo en cuanto vio a la rubia, el vestido hecho por una modista y un maquillaje casero era suficientes para que la rubia estuviera muy por encima de su vestido de diseñador y maquillaje profesional.

- Buenas noches – saludo Stear y presentó a Patty, Archie también saludó para luego presentar a Candy.

- La joven saludó a los Ardlay con pulcritud y elegancia y después a su padre con una enorme alegría, lo extrañaba tanto que le parecía increíble por fin tenerlo a su lado.

- ¡Abuelita! – dijo abrazando cariñosa a Madeleine. La felicidad de la joven la hacía brillar aun más ante los ojos de los demás.

Cuando por fin las presentaciones terminaron, Stear fue con Patty a conocer a su familia, mientras Archie y Candy tomaban asiento en la mesa.

- Que hermosa pareja hacen Archie y Candy, imagínate lo hermoso de sus hijos si se llegaran a casar ¿no lo crees amor? – le preguntó Karen a William quien solo sonrió de lado.

- Mi hija es aun muy joven para pensar en el matrimonio – intervino Robert White.

- Por supuesto, es solo que se ven tan bien juntos – contestó Karen.

Antes de la cena, William se disculpó por un momento y salió, necesitaba aire… ¡por supuesto que lo está! – dijo en voz alta al pensar que Archie estaba muy entusiasmado con Candy, luego se burló de si mismo por celar a la chica con quien no tenía ningún tipo de relación aparte de la de profesor – alumna.

Cuando regresaba al recinto, escucho que dos chicas conversaban:

- Que suerte tienes, Brian es todo un sueño y muy detallista.

- Suerte la de la profesora Kleiss mira que atrapar al profesor Ardlay, quien además de llevarla de viaje, le hace costosos regalos y hasta cocina para ella.

William sintió que le hervía la sangre al escuchar su vida en chismes de corredor, pero respiro profundo y trató de contar hasta mil. Después de la cena, una orquesta de más de sesenta músicos en vivo comenzó a tocar…

- ¡El cotillón! anda Bert, llévame a bailar hace años que no lo hago – dijo Rosemary alegremente.

Albert adoraba a su hermana quien era apenas tres años mayor que él y tenía su mismo espíritu aventurero, por lo que se puso de pie e hizo una reverencia muy formal al tiempo que le extendía la mano. Muchos jóvenes también se unieron al baile entre ellos Archie y Candy, el antiguo baile era una de las tradiciones del colegio y todos lo sabían.

William conducía a Rosemary con mucha gracia y galantería, ambos hermanos se miraban y sonreían felices. El momento de rotar parejas llegó y de repente sin darse cuenta, William tenía a Candy entre sus brazos. Al instante la energía cambio, William ya no sonreía, bailaba un poco más rígido y elegante como correspondía a un maestro al bailar con una alumna, pero la enorme química entre los dos se les desbordaba sin que pudieran hacer nada para evitarlo. Mientras giraban al compas de la música, ambos rubios se perdían en sus miradas, mismas que hablaban de anhelo, admiración y muchas otras cosas más.

- El vestido de Candice es bellísimo, mira que hermosa se ve la falda cuando gira, tendré que decirle a Susy que me dé el numero telefónico de la modista – dijo Priscila para tratar de desviar la atención de todos, en especial la de Karen quien los miraba con recelo.

- Es cierto, es una muchacha muy revoltosa, pero con mucha gracia y elegancia – dijo la señora Elroy.

- Si, esa es mi Candy – dijo Robert hinchado de orgullo.

El momento de regresar a la rubia con su acompañante llegó y aunque a William le hubiera gustado retenerla entre sus brazos, le dio un giro y se preparó para recibir a Rosemary…

- ¿Te gusta? – preguntó su hermana con una sonrisa pícara.

- ¿De qué hablas?

- De Candy no te hagas

- ¿A quién no le gusta? Es muy bella – contestó el rubio con una amplia sonrisa.

- Rosemary lo miro, haciéndole notar que lo había aceptado con mucha rapidez, lo cual quería decir que le gustaba más de lo que estaba dispuesto a reconocer.

- Por Dios, es una niña – dijo William.

- Si tú lo dices – dijo ella encogiéndose de hombros.

Candy bailaba la misma parte de la melodía que había bailado con William, pero ahora con Archie y la pareja distaba mucho de verse tan espectacular como la primera vez. Algunas personas lo comentaban, pero lo atribuían a que William era mucho más alto, atlético y experimentado que Archie…

Cuando la pieza termino, William y Rosemary regresaron a la mesa, pero Archie y Candy siguieron bailando… pronto la formalidad del Cotillón quedó atrás y empezaron a bailar música moderna. En una ocasión, la orquesta comenzó a tocar una balada romántica y Karen volteó con William y le dijo: "me encanta esa canción ¿me invitas a bailar?"

- En otra ocasión – contestó William quien conversaba con sus padres y la familia de Candy.

- Vamos amor, sin duda el señor White te disculpará por un momento ¿no es así, Señor White?

- Por supuesto señorita, no faltaba más.

William la miró con frialdad y apenas si abría la boca para contestar cuando Rosemary dijo: Finalmente llegaron, ¿Cómo estás Susy? Que gusto verte.

- Muy bien Rosie, ya sabes, el teatro me tiene atada.

- Que bueno que de todas maneras se decidieron a venir, aunque un poco tarde.

- ¿y qué? ¿ a mí no me vas a saludar hermanita? – dijo Terry abriendo los brazos.

- Claro que sí, hermanito – contestó Rosemary dándole un abrazo a Terry. Entre ellos tenían la broma de que el castaño ya había sido adoptado por la familia.

- Terry, si Susana te pidiera ir a bailar ¿la complacerías? – preguntó Karen.

- Por supuesto – respondió Terry mirando a Susana con una sonrisa.

- ¿Lo ves? en cambio tú me limitas – le dijo a William.

- Hijo, no creo que sea buena idea "limitar" a Karen – dijo William padre, en un tono casual que el rubio reconoció de inmediato como una orden. Al patriarca no le hacían gracia ese tipo de escenas y le estaba ordenando a su hijo que le pusiera un fin al asunto.

William sonrió y contestó: "Tienes razón," luego se dirigió a los White y les dijo: "si nos disculpan" extendiéndole la mano a Karen.

En la pista, Karen se aseguró de llegar justo al lado de Candy y cuando William intentó tomarle el brazo, la joven lo abrazó con ambas manos por el cuello, obligándolo a que la tomara con ambas manos por la cintura.

El rubio estaba que echaba chispas, pero Karen, no conforme con eso lo besó en frente de todos. William no la rechazó por no dejarla en ridículo en frente de todos, pero por dentro estaba que lo carcomía la ira.

Candy, al verlos, sintió muchas ganas de llorar, pero se aguantó para no avergonzar a su padre… un par de horas después, la fiesta terminó y todos se despedían.

- Señor White, señora Madeleine es un gusto conocerlos. Nunca me imaginé que usted y la señora Elroy tuvieran una amistad tan entrañable, ¿por qué no nos hacen el honor de acompañarnos el día de mañana a la casa? Parece que Candy y los muchachos son buenos amigos – les hará bien salir del ambiente del instituto – dijo Priscila.

- Ahí estaremos – se apresuró a decir Sally.

- Albert, el pequeño Anthony ha preguntado todo el día por ti – espero que también puedan acompañarnos.

- Gracias mamá.

- De regreso a su casa, William conducía sin pronunciar palabra, Karen hablaba y hablaba y el rubio no le contestaba.

- ¿Me puedes decir que te pasa? ¿no me digas que estas molesto por un tonto baile? – preguntó al final exasperada.

- Un tonto baile que te dije claramente que no quería hacer... Karen, te pusiste y me pusiste en ridículo delante de todos – le reprochó finalmente el rubio.

- ¿Por qué? No vi que te molestara en absoluto bailar con Rosemary.

- Rosemary es mi hermana.

- ¿y qué? ¿acaso no quieres que los demás sepan que somos novios? ¿Por qué te empeñas en negar lo nuestro? – disparó Karen de un solo.

- No, lo estoy negando porque nadie nos esta preguntando. Karen…siempre he sido muy claro, mi vida privada es justo eso "privada" no necesito andarme exhibiendo y menos que nuestra relación ande por ahí en chismes de pasillo. Las cosas de una pareja son de dos, aquí afuera puedes hacer lo que quieras, pero me ha costado años ganarme el respeto de las alumnas y no lo voy a perder por andarme besuqueando a medio salón. No se que te está pasando, pero tus comentarios fueron muy desafortunados… eres una mujer educada y con clase, me cuesta trabajo creer que te rebajes a hacer esas cosas…

Continuara…

Feliz Navidad a todas… que estas fiestas estén llenas de alegría y amor para ustedes y los suyos.

Con cariño,

Laura Ardlay.