Los personajes de Candy Candy no me pertenecen.

Capitulo 6

- No, lo estoy negando porque nadie nos está preguntando. Karen…siempre he sido muy claro, mi vida privada es justo eso "privada" no necesito andarme exhibiendo y menos que nuestra relación ande por ahí en chismes de pasillo. Las cosas de una pareja son de dos, aquí afuera puedes hacer lo que quieras, pero me ha costado años ganarme el respeto de las alumnas y no lo voy a perder por andarme besuqueando a medio salón. No sé qué te está pasando, pero tus comentarios fueron muy desafortunados… eres una mujer educada y con clase, me cuesta trabajo creer que te rebajes a hacer esas cosas…

- Tienes razón, a mí también me cuesta trabajo creer que tenga que rogarte por una pieza de baile, a veces puedes ser tan duro e inflexible conmigo que me haces sentir como si fuera una de tus alumnas.

- Discúlpame, pero eso está muy lejos de ser verdad; siempre has tenido la libertad de ir y venir, hacer y deshacer así que no me hables de dureza e inflexibilidad porque, al menos de mi parte, no las conoces.

- ¿Ah no? Ni siquiera puedo tener un marco con fotografías en mi oficina sin que te moleste, ni hablar de acercarme a ti o hacer cualquier comentario personal. A veces, pareciera que soy la amante a la que quieres mantener escondida.

- Ya te expliqué miles de veces las razones por las que prefiero ser discreto en nuestra relación en especial en el colegio, pero si lo que quieres es que todo el mundo se entere, ¡adelante grítalo, publícalo en todos los medios de comunicación, haz lo que quieras! – grito William enfadado.

La discusión continuo todo el camino hasta que llegaron a su residencia…

- Si tanto te preocupa tu imagen, entonces deberías de comprometerte como un hombre formal y no relegarme al puesto de "concubina" de esa forma no te afectaría que todos supieran lo nuestro.

- ¿Qué yo te relegué? Discúlpame, pero yo nunca te propuse vivir de esta manera ¿Acaso no fuiste tú la que se mudó a esta casa de "sorpresa" como una forma de conocernos y convivir ¿Cómo dijiste?, a si… sin ataduras? Si por mi fuera las cosas se hubieran hecho de una manera muy distinta.

- ¡Me estas ofendiendo! Ahora resulta que yo fui la buscona que se vino a meter a tu casa como una cualquiera.

- No pongas en mi boca palabras que no son, simplemente te estoy recordando cómo pasaron las cosas…

- Pensé que con el tiempo formalizaríamos, que seriamos una verdadera pareja – contestó Karen llorando

- ¿Cómo? Llegas aquí diciendo que quieres vivir sin ataduras, te la pasas viajando de un lado para otro, aplicando a cuanto proyecto se te presenta y yo he estado aquí apoyándote y esperando para ver en que momento te vas a detener para poder hacer planes.

- William… soy una investigadora de campo, mi trabajo es observar las interacciones sociales de los distintos grupos en su hábitat natural. Sabes que tengo mis propias ambiciones y no quiero vivir siempre bajo tu sombra o ¿acaso quieres que abandone todo por ti para dedicarme a ser ama de casa como lo hizo tu madre?

- No, no quiero que hagas nada por mí, pero entonces no me vengas a decir que yo soy el que no quiere comprometerse.

- ¿Me estas dando a escoger entre mi carrera y tú?

- No, nunca haría eso… tal vez el estúpido soy yo, por no ser capaz de descifrar tu formula de tener compromisos sin ataduras… ¿sabes qué? Dejémoslo así, no tiene caso que sigamos discutiendo ya te dije que puedes hacer lo que te plazca, que descanses – dijo el rubio dirigiéndose a una de las recamaras de huéspedes.

- ¡William, William ¿A dónde vas? No me dejes hablando sola – gritó Karen, pero el rubio ya había cerrado la puerta.

En el colegio, Candy no podía dormir después de tantas emociones. Por un lado, había disfrutado mucho el baile en compañía de sus amigos y estaba feliz de que finalmente su padre y su abuela la hubieran visitado, pero por el otro, no podía olvidar aquella sensación ardiente que le recorría el cuerpo al estar frente a William y que había terminado posándose en sus labios haciéndola desear las caricias de aquella boca tan perfecta y sensual. Bailar con él había sido como estar en un cuento de hadas donde, con cada giro, su príncipe la elevaba más y más hasta alcanzar el cielo desde donde, al verlo besar a Karen, se había caído en picada y sin paracaídas. La pobre ya no sabía si reír o llorar, además al siguiente día tendría que ir a casa de los Ardlay; definitivamente tendría que dejar de escuchar las tonterías de Eliza porque ilusionarse al pensar que un hombre como él pudiera fijarse en ella solo le ocasionaría tristeza y dolor.

A la mañana siguiente, William se levantó y una de las empleadas le informó que Karen había salido a casa de sus padres por lo que desayunó y después se arregló para ir a la casa de los suyos, pero antes, pasaría al centro comercial a comprar un juguete nuevo para Anthony quien siempre lo recibía con una enorme y tierna sonrisa.

De pronto, el rubio se vio caminando sin rumbo al interior de Harrods el centro comercial más exclusivo de Londres y mientras lo hacía, pensaba en la discusión que había tenido con Karen la noche anterior, al parecer, su relación era mucho más frágil de lo que se había imaginado… después del fallido intento de pedirle que se comprometieran, había estado esperando algún indicio de que ella estaba lista para estabilizarse y centrarse en su relación, pero al parecer, ella tenía una idea diferente en la que él tendría que adaptarse a sus compromisos. La idea no le molestaba del todo, sabía que una mujer profesionista e inteligente merecía la oportunidad de desarrollarse en su ámbito laboral, lo que le disgustaba, era la manera unilateral como ella tomaba las decisiones y después lo culpaba por no estar a la altura de sus expectativas: ella había decidido mudarse a su casa sin consultárselo, él la había aceptado porque la amaba y no quería hacerla sentir mal con su rechazo y al final resultó que él la había relegado al papel de concubina… simplemente parecían tener ideas muy distintas.

Mientras tanto, los White arribaban a la mansión de los Ardlay. Sally estaba simplemente anonadada, Robert White era un hombre muy rico, pero la exquisita propiedad de los anfitriones hablaba no solo de riqueza, sino de generaciones de nobleza y abolengo…

- Señor y Señoras White bienvenidos es un placer recibirlos en esta su casa, Candy querida te ves hermosa – saludaba Priscila y era verdad, la rubia vestía unos jeans, suéter de cashmere al tono y botas largas. La sencilles de su vestuario se complementaba con un maquillaje ligero y sus largos rizos naturales formando una hermosa cascada en su espalda.

- Muchas gracias – contestaba la rubia con una sonrisa tímida.

- ¡Candy! que bueno que llegaste – decían Stear y Archie al tiempo que la abrazaban y la rubia les devolvía el gesto con una gran sonrisa.

- Muchachos, ¿Qué modales son esos? – los retaba la señora Elroy.

- Lo sentimos tía Elroy, buenos días, señor White, señoras un placer saludarlas – dijo Stear con una franca sonrisa, mientras Archie asentía detrás de él.

Después de recibirlos, el señor Ardlay los invitó a pasar al salón donde conversaban animadamente, Candy había llegado sumamente nerviosa pensando que William estaría presente, pero al no verlo, se relajó dejando al descubierto su encantadora personalidad llena de calidez y alegría natural. Rosemary y ella congeniaron de inmediato pues, aunque era mayor, la madre de Anthony tenía un espíritu muy jovial.

Habían pasado cerca de dos horas desde su llegada, cuando escucharon el timbre y un par de minutos después la escultural figura de William cruzaba la puerta del salón haciendo que el corazón de Candy casi se desprendiera de la emoción, vestía completamente casual, jeans camiseta y chamarra negras lo que hacia que sus hermosos ojos azules brillaran con mucha intensidad.

- Buenas tardes – saludaba el rubio con una sonrisa natural y un tono de voz cordial totalmente diferente del maestro de matemáticas inflexible y exigente de siempre.

- ¡Tío Bert! – gritaba el pequeño Anthony corriendo hacia él.

El rubio lo recibía con los brazos abiertos y una sonrisa enorme, para levantarlo y hacerlo girar por los aires mientras el pequeño reía a carcajadas. Después, lo depositaba en el suelo y le entregaba el juguete que le había comprado y que el niño recibía feliz corriendo de inmediato a enseñárselo a su mamá.

- Hola mamá – saludaba el rubio a Priscila dándole un beso en la mejilla.

- Hola cariño ¿y Karen? ¿no viene contigo? – le preguntaba mientras correspondía a la caricia.

- No, tenía un compromiso con sus padres – dijo el rubio sin ofrecer detalles.

El rubio continúo saludando con gran cariño a las mujeres de su familia y a su padre quien lo recibió con un abrazo, a leguas se veía que Albert era el máximo orgullo de William, aunque Rosemary era su niña consentida. Cuando llego el momento de saludar a los White, el joven lo hizo con gran sencillez, aunque al llegar con Sally, la sonrisa desapareció de su rostro y solamente le dijo: "¿Cómo le va?" En seguida estaban Stear y Archie quienes lo saludaban con enormes sonrisas y hasta algunas bromas. Candy, quien estaba junto a ellos, no lo podía creer; en el colegio William utilizaba su acostumbrado tono autoritario para con sus sobrinos y ellos le contestaban con un enorme respeto, pero en su casa más que familiares, parecían mejores amigos. Cuando los rubios estuvieron frente a frente, ambos sintieron una enorme emoción, sus pupilas se dilataron y azul y verde resplandecieron con la brillantez de las estrellas…

- Buenas tardes, señorita White – dijo el joven con una sonrisa tan sexy, que hacia que las piernas de la rubia se volvieran de gelatina.

- Buenas tardes, profesor – contestó con la que al él le pareció la sonrisa más linda del mundo.

- Uhh, Uhh, aquí le llamamos Albert… el terrible y malvado profesor se queda encerrado en el colegio ¿verdad tío? – dijo Archie con naturalidad.

- Por favor, llámeme, Albert – dijo el rubio con un gesto condescendiente.

A los pocos minutos llegó una de las empleadas del servicio para anunciar que la comida estaba lista. En la mesa, los lugares estaban asignados con la clásica forma protocolaria: William y Priscila a las cabeceras, Albert a la derecha de su padre por ser su heredero y Elroy a la izquierda por tratarse del miembro de la familia más respetable después de William y Albert.

Candy estaba asombrada pues, aunque Patty había mencionado algo de que Albert era el heredero de la familia, jamás había imaginado que estaría por encima de la señora Elroy. La comida fue muy amena, los Ardlay eran muy cultos y podían conversar con facilidad de cualquier tema. Al terminar decidieron salir a la terraza para disfrutar la tarde en los bellísimos jardines.

Mientras tanto en casa de los padres de Karen, la joven lloraba al conversar con su madre:

- Lo estoy perdiendo, lo sé – decía la trigueña.

- Pero ¿Por qué dices eso hija? – preguntaba la madre preocupada.

- Hay una nueva alumna en el colegio, joven y hermosa… desde que llegó se le ha metido por los ojos. Ayer en el baile comprobé que ella le gusta.

- ¿Acaso William hizo algo inapropiado?

- No, Rosemary le pidió que la llevara a bailar el cotillón y él lo hizo. Para mi mala suerte, en el cambio de parejas le toco bailar con ella… y aunque la condujo con propiedad, hubieras visto con que pasión y deseo la miraba, fue realmente vergonzoso.

- ¿y tú que hiciste?

- Le pedí que me sacara a bailar y no quiso, hasta que el señor Ardlay le dijo que lo hiciera. Mientras bailábamos lo besé y todo parecía estar bien como siempre, pero cuando íbamos de regreso a casa no me dirigió la palabra hasta que comenzamos a discutir… le dije que, si tanto le preocupaba lo que pensaran de él, debería de formalizar conmigo y no tenerme como su concubina y me contestó que él no me había pedido que fuera a vivir con él.

- ¿Ya ves? Te lo dije, pero no me hiciste caso. Los Ardlay son una familia tradicionalista, te hubieras esperado a que te pidiera matrimonio.

- ¿Y dejarlo que se fuera con esa Diana con quien se veía a escondidas?... nunca.

- Te dije que investigaras antes de hacer una locura, pero para ti fue más fácil meterte en su cama. El día que te fuiste de esta casa con tus cosas yo había ido a reunirme con un investigador privado que contraté; el informe decía que efectivamente William estaba viendo a escondidas a una mujer llamada Diana quien resultó ser Diana Vandervilt, la mejor organizadora de eventos del Reino Unido. Él estaba organizando todo para pedirte matrimonio, pero lo canceló por tu brillante idea de decirle que querías vivir sin ataduras.

- Pues ahora salió con qué no se ha decidido a casarse porque no sabe cuándo voy a parar de viajar para concentrarme en lo nuestro ¿lo puedes creer? Le dije que yo no abandonaría mi carrera como lo hizo su madre.

- ¡Lo que no puedo creer es que seas tan estúpida!, ese hombre es William Ardlay, uno de los solteros más codiciados del mundo ¿tienes idea de cuantas mujeres quisieran estar en tu lugar?

- Pero tu siempre me has enseñado que las mujeres deben ser inteligentes y autosuficientes, yo solo quería ser una profesionista reconocida como tú.

- ¡Primero te casas y luego haces todo lo que te venga en gana! Muchacha estúpida ¿Dónde está William?

- Ayer Priscila nos invitó a su casa, supongo que fue para allá; también invitó a la familia de esa chiquilla.

- Escúchame bien Karen y por una vez en tu vida hazme caso… en este momento te vas a ir a tu casa y te vas a arreglar como la mujer elegante y sofisticada que eres, después te vas directo a la mansión de los Ardlay y te comportas dócil y delicada con William, atráelo hacia ti nuevamente y en cuanto tengas la oportunidad sedúcelo, los problemas de pareja siempre se arreglan bajo las sabanas ¿entendiste? Y ni se te ocurra hacerle algún desaire a esa chiquilla, conoce cuál es tu lugar.

- Pero es ella la que se le mete por los ojos.

- ¡Es una chiquilla entiende! William no puede tener nada con ella por mucho que le guste porque es su profesor y con suerte, hasta es menor de edad. Ahora vete de aquí y has lo que te digo…

En la mansión de los Ardlay, los jóvenes jugaban un sinfín de divertidos juegos mientras los adultos conversaban amenamente. William jugaba con el pequeño Anthony quien parecía incansable pero después de un par de horas comenzó a dar muestras de cansancio. Rosemary trató de llevarlo a dormir a su habitación, pero el niño no quería separarse de su tío favorito, por lo que el rubio se recostó en uno de los muebles de jardín con él en brazos. Rosemary y Candy pasaban junto a ellos cuando los vieron durmiendo plácidamente, el pequeño Anthony acurrucado cómodamente en el amplio pecho del rubio y Albert sosteniéndolo protectoramente para que no se fuera a caer.

- Parecen un par de ángeles durmiendo – pensó Candy para si mientras Rosemary le decía: "cuando se decida a tener sus propios hijos será un padre excelente"

La joven se acercó y tomó al pequeño de los brazos de su hermano quien al sentir el movimiento despertó de inmediato…

- Soy yo, lo llevaré a su cama – susurró Rosemary mientras el rubio asentía adormilado.

- Albert, juguemos un partido de rugby dos contra dos; nos debes la revancha – decía Stear emocionado al ver que su tío por fin despertaba.

- En otra ocasión - contestó el rubio con una sonrisa de lado.

- Anda ahorita que se durmió Anthony podemos jugar Rosemary y tu contra Candy y yo, Archie será el referí.

- Juguemos Bert será divertido – decía Rosemary quien regresaba de acostar a Anthony.

- Pero, yo nunca he jugado al Rugby – decía Candy.

- Es parecido al futbol americano – yo te explicaré.

El partido comenzó, Albert y Rosemary eran muy buenos pues además de que los dos eran atléticos, se entendían a la perfección, pero Stear y Candy no se quedaban atrás, a ambos les gustaban los deportes y jugaban sin temor. En una jugada, Albert tomó el balón y comenzó a correr, Stear bloqueaba el paso de Rosemary mientras gritaba "derríbalo, Candy, no lo dejes pasar atrápalo por la cintura" William corrió cómodamente hasta el otro lado del campo improvisado pensando que la joven no lo alcanzaría, pero antes de llegar a la meta, sintió que alguien lo tomaba por la cintura intentando derribarlo. En el movimiento, Candy jaló uno de los costados de la camiseta del rubio y cuando logró abrazarlo por la cintura, una de sus manos se deslizó por dentro de la camiseta sintiendo sus fuertes y bien trabajados abdominales. El joven se estremeció al percibir el contacto de las manos suaves sobre su piel desnuda y, al ver que la rubia no estaba dispuesta a soltarlo, se dejó caer para no arrastrarla girando el torso y tomándola fuertemente con uno de sus brazos para protegerla durante la caída. Al final, William terminó sobre el césped y Candy encima de él.

La rubia se separó un poco tratando de levantarse, pero algunos de sus dorados rizos estaban enredados en los dedos de Albert quien sonrió tratando de liberarlos sin hacerle daño.

- Eres temeraria ¿Te encuentras bien? – preguntó el joven con una de sus sensuales sonrisas.

- Si, gracias – contestó la rubia un poco apenada por la posición en la que se encontraba.

En ese momento llegaban Archie y los demás… Stear estaba tan feliz, celebrando la victoria que le dio un gran abrazo a la rubia…era la primera vez que le ganaban a Albert en un partido.

Los padres de los chicos comentaban el movimiento reconociendo que Albert había cuidado bien de Candy al protegerla durante la caída, pero Sally molesta por no ser el centro de atención comentó:

- Pues a mi me parece de muy mal gusto que una señorita se preste a esos juegos violentos...

- En Escocia, nuestras flores son hermosas y delicadas, pero también fuertes para soportar las inclemencias del tiempo – decía William padre, orgulloso de la fortaleza de sus mujeres, por lo que Sally, viendo que su comentario no fue bien recibido solo guardó silencio.

Los jóvenes se sentaron a tomar un refrescante vaso de limonada en el momento en que una de las empleadas llegó con un muchacho muy apuesto detrás de ella.

- ¡James que bueno que llegaste! ¿Cómo estuvo el viaje?

- Muy bien padrino muchas gracias.

- Mira, te presentó al señor Robert White, su esposa la señora Sally y su madre la señora Madelaine y ella es su hija la señorita Candice White… él es mi ahijado James Stuart decía William Ardlay.

- Encantado señorita – decía el joven mirando a Candy con intensidad.

- James es hijo de mi mejor amigo y socio, Ian Stuart; su padre acaba de retirarse y James ha venido a asumir la presidencia de Stuart internacional, aunque ya trabajaba como vicepresidente del área de Norte América con asombrosos resultados – explicaba el patriarca de los Ardlay mientras el joven saludaba a los miembros de la familia.

- ¿Qué tal William? – saludaba amablemente el joven, pero el rubio solamente contestó con un movimiento de cabeza… no le había gustado para nada la forma en que miraba a Candy. James era alto, de tez blanca, ojos azules y cabello oscuro, un poco más bajo que William, pero con una agradable figura y sonrisa varonil.

La tarde estaba cayendo, los chicos y en especial la señora Elroy habían disfrutado enormemente la compañía de los White. Hacía mucho que la señora Elroy no veía a su entrañable amiga Madelaine, por lo que Priscila, al verla tan contenta les extendió la invitación para que se quedaran a cenar. Mientras esperaban para pasar al comedor, todos se dirigieron al gran salón.

James de inmediato acaparó la atención de Candy conversando acerca de la vida en Nueva York, ambos parecían pasarla bien pues tenían mucho en común, mientras a William lo carcomían los celos y la angustia.

- Hermanito ¿Por qué no nos tocas algo al piano? Hace mucho que no lo haces – dijo Rosemary.

- Mi sobrino es un gran prodigio – comentó la señora Elroy orgullosa, por lo que al rubio no le quedó mas que sentarse frente al finísimo piano de cola.

Albert comenzó a tocar a ojos cerrados deslizando con facilidad los dedos sobre las teclas del piano mientras pensaba en Candy, en la primera vez que la vio en el avión, su mirada a media luz en la enfermería, el día en que casi chocan junto a su oficina, aquella visión de su espectacular cuerpo desnudo y la inolvidable sensación de bailar con ella entre sus brazos… Todos permanecieron en silencio, cautivados por aquella melodía dulce llena de amor, salpicada con un poco de melancolía.

- Al terminar la melodía, la señora Madelaine dijo: "Albert, de verdad tienes un don maravilloso"

- No solo eso, mi sobrino es también un gran pintor… algunos de los cuadros de esta casa han sido pintados por él… como este, por ejemplo – dijo la señora Elroy señalando un hermoso paisaje.

El señor White se puso de pie y observó el cuadro…

- En verdad es muy bueno, podría decir que en este momento, no hay nadie en el medio que maneje esta técnica, con el nivel de calidad que tu tienes ¿no te gustaría vender algunos cuadros? – la gente los pagaría muy bien.

- No gracias, es solo un pasatiempo.

- Pues si algún día te decides, llámame…

- Señor White, perdone mi atrevimiento tengo entendido que regresará a los Estados Unidos mañana mismo – lo interrumpió James.

- Así es joven Stuart.

- Si me permite y a reserva de parecer un poco atrevido, me gustaría pedir su autorización para invitar a salir a la señorita Candice durante los fines de semana autorizados por el colegio. Sé que es un poco precipitado y que apenas me conoce, pero le aseguro que mis intensiones son honorables, la encuentro una joven encantadora y me gustaría desarrollar una amistad que quizá con el tiempo pueda convertirse en algo más.

- Mi hija es muy joven para pensar en un compromiso, señor Stuart – contestó Robert White un poco tenso.

- Lo sé, y estoy dispuesto a esperar todo el tiempo que usted considere necesario. Por el momento me basta con su amistad y, tal vez con el tiempo. logre conquistar su corazón. Desde pequeño, mi padre me enseñó a reconocer a las personas valiosas y su hermosa hija lo es tanto, como las bellísimas esmeraldas que asemejan sus ojos. Mi padrino, aquí presente podrá informarlo de mi honorabilidad y la estabilidad de mi familia y aquí frente a la señora Elroy, directora del colegio, le reitero que mis intensiones son honorables y que la cuidare como al más preciado de los tesoros…

- Bueno pues siendo así, tiene mi permiso, pero la única que puede decidir si acepta su invitación es mi hija – dijo el señor White complacido con la formalidad del joven.

- Muchas gracias por su confianza, le aseguro que no lo defraudaré…

Las palabras James sorprendieron a todos, William apretó los puños tratando de controlar la tormenta que se cernía sobre su corazón, Archie por su parte, miraba a James con el rostro desencajado, como si no pudiera creer que tuviera tal atrevimiento, pero la más sorprendida de todos fue Sally, quien no toleraba la buena estrella de la rubia…primero los Ardlay, una de las familias más poderosas del mundo parecían estar endiosados con ella y ahora ese muchacho tan increíblemente atractivo, hablando de conquistarla… no podía ser, quería lastimarla de alguna manera…

- Es bueno que estés rodeada de tan buenos amigos, querida Candy…apenas le estaba diciendo a Robert que tal vez no te importaría permanecer en el Reino Unido durante las vacaciones de Navidad.

- ¿Por qué habría de hacer algo así? – preguntó la rubia confundida.

- Bueno, este bebé nacerá por esas fechas y nos gustaría recibirlo en la intimidad de la familia.

- Sally, ya hemos discutido ese asunto y no creo que sea ni el momento ni el lugar adecuado – contestó el señor White un poco nervioso.

- ¿En la intimidad de la familia dices? ¿entonces que soy yo? ¿el perro? – preguntó Candy mirándola a los ojos.

- Bueno, tú sabes… me refería a "nuestra familia"

- ¡Óigame no! Usted no va a tratar a mi nieta de esa forma - la increpo Madelaine.

- Por favor, señora no se moleste, solo estoy pensando en el bienestar de todos… con un bebé recién nacido, voy a necesitar todo el apoyo de Robert y me temo que no tendrá tiempo para "distraerse" con Candy. Además, estoy segura de que a ella le agradará más salir con amigos que estar encerrada en casa con una recién parida. Su hijo y yo hemos hablado y estamos de acuerdo es solo que no habíamos tenido tiempo de decírselo… aunque el colegio otorga 3 semanas de vacaciones permanece abierto para los estudiantes que no tienen a donde ir ¿no es así señora Elroy?

- Sally querida, ¿Por qué no hablamos de esto en privado? – decía el señor White completamente apenado.

- No hay nada de que hablar Robert, te lo dije, voy a necesitar de toda tu atención y si no estás dispuesto a brindármela tendré que recurrir a mis padres para que estén conmigo en ese momento tan importante para mi hijo y para mí. Aunque pensé que te ilusionaba ver el nacimiento del varón que tanto deseabas para que perpetuará tu apellido.

- Sally… - comenzaba a decir el señor White cuando fue interrumpido por Candy.

- No te preocupes papá, puedes estar tranquilo de que no perturbaré la "intimidad de tu familia," te amo y lo único que quiero es que seas feliz.

- Perdón que me entrometa, pero no creo que permanecer en el colegio en esa época sea lo mejor para una joven como Candy, si me lo permite, me gustaría invitarla a venir con nosotros a Escocia para celebrar la Navidad con la familia – dijo Priscila.

- ¡Por supuesto, ven con nosotros, te encantará el castillo es majestuoso! – dijo Stear tratando de animar a Candy.

- Hacemos una gran fiesta para todos los miembros del clan, con un sinfín de delicias – agregó Archie uniéndose a los esfuerzos de su hermano.

- Candy vio, tristeza y duda en los ojos de su padre por lo que sonrió y trató de aparentar entusiasmo: ¡Suena genial muchachos… muchas gracias, señora Ardlay estoy segura de que nos divertiremos!

- No se hable más del asunto, tanto verlos correr me abrió el apetito – dijo William padre y todos asintieron tratando de olvidar el penoso incidente.

- Señora Ardlay, con tantos juegos creo que no estoy presentable para la cena ¿sería tan amable de permitirme usar el tocador? – dijo Candy con un hilo de voz.

- Por supuesto querida, Dorothy te indicará el camino y, no te preocupes toma tu tiempo – contestó la madre de Albert con amabilidad.

- Albert, tuvo que clavar fuertemente los pies sobre el piso para no salir corriendo tras de ella, quería abrazarla y consolarla, pero no se le ocurría nada que justificara su ausencia en el salón.

De repente y de manera providencial recibió una llamada de Terry…

- Amigo ¿Cómo estás? ¿estás ocupado?

- No realmente, permíteme un momento – dijo el rubio mientras se disculpaba con un ademán.

- Ahora sí dime, es que estaba en el salón con mis padres.

- Entonces no te interrumpo mucho, solo quería saber si podrías pasar por mi para ir al colegio mañana, Susy va a llegar tarde y no quiero que vayamos en dos autos.

- Claro, no hay problema nos vemos mañana a las 6:30

- Gracias.

En cuanto colgó, Albert se fue directo en busca de Candy y la encontró llorando en uno de los balcones que daban al jardín. El rubio se acercó y al verla tan triste simplemente la abrazó permitiéndole ocultar el rostro en su pecho. Después de unos minutos, se separó un poco y le tomo la barbilla para mirarla a los ojos mientras le limpiaba las lágrimas con las yemas de los dedos…

- No llores más, te ves mucho más linda cuando sonríes que cuando lloras... Las personas como Sally se alimentan del dolor ajeno, no le des la satisfacción de verte triste. Por ahora, siente que tiene el control por el bebé que espera y porque tu padre es un buen hombre quien trata de hacer lo mejor, pero créeme, esos chantajes no le funcionaran por mucho tiempo – le dijo con una voz dulce y suave que tenía el mágico poder de tranquilizar el atribulado corazón de la chica.

- Gracias – contestó la joven esbozando una tímida sonrisa y mirándolo con aquellas enormes esmeraldas que él tanto amaba. Albert le devolvió la sonrisa y sin pensar, le dio un tierno beso en la frente; en ese momento no había pasión ni deseo en su cuerpo, pero su corazón sentía una imperiosa necesidad de cuidarla y protegerla como a la rosa más fina y delicada. De repente, Candy se estremeció debido al aire frio de la noche por lo que Albert se quitó la chamarra y la puso sobre sus hombros, el contacto tibio de aquella prenda impregnada con el delicioso aroma del rubio fue para ella como estar de nuevo entre sus brazos. En ese momento la puerta del balcón se abrió nuevamente y escucharon la voz de Karen que decía: ¿interrumpo?

- Por supuesto que no – contestó el rubio en forma casual.

- Priscila dice que la cena está lista – dijo la trigueña con tranquilidad.

- Vamos – dijo el rubio caminando hacia la puerta.

- ¡William! ¿me permites un momento? – dijo Karen tomándolo del brazo

- Con permiso – se disculpó Candy apresurándose a salir.

El rubio no pronunció palabra, solo se limitó a mirarla a los ojos para que supiera que tenía toda su atención.

- Perdóname por las cosas que dije ayer, estaba avergonzada y ofuscada, nunca habíamos discutido de esa manera y la situación se me salió de las manos. Sé que aun tenemos cosas por resolver, pero hemos estado juntos por mucho tiempo y confío en que nuestro amor es lo bastante fuerte para superar esta crisis… te amo – dijo Karen tomándolo por el cuello y buscando sus labios.

El rubio, aceptó la caricia sin entusiasmo y comentó: "será mejor que nos vayamos, nos están esperando."

Karen estaba que echaba chispas por la forma en que había encontrado a William con Candy, pero tenía que ser inteligente si quería conservar su noviazgo así que decidió tragarse el orgullo y fingir empatía para con la rubia.

La cena transcurrió con total tranquilidad. Como siempre, todos conversaban amenamente excepto por Sally a quien nadie le dirigía la palabra. Albert miraba complacido como la genuina sonrisa de la rubia había regresado a su rostro, aunque no fuera para él, sino para James y sus sobrinos con quienes conversaba animadamente.

Cuando los White se despidieron, Karen y él también hicieron lo mismo, aunque cada uno condujo su automóvil. Mientras circulaba por las calles vacías de Londres, el rubio meditaba en los obstáculos que le impedían amar a Candy como mujer. Al principio, había pensado que se trataba de un enamoramiento pasajero debido a la impactante belleza de la joven, pero en ese momento, su corazón solo latía para verla realizada y feliz con James, con Archie, con quien fuera…

Al llegar a su apartamento, Karen lo recibió con besos y caricias ardientes, que el rubio aceptó convencido de que no había lugar para él en la vida de Candy, tendría que conformarse con amarla desde la distancia. Por su parte, la rubia miraba a la estrellas a través de su ventana, suspirando al recordar a aquel joven cariñoso, alegre, tierno, paciente y bondadoso. Jamás hubiera imaginado que aquel profesor tan exigente fuera en realidad un hombre tan guapo como encantador.

Al día siguiente, la escuela regresó a la normalidad y, por la tarde, Candy escucho el característico tono autoritario de William que decía: Buenas tardes, por favor pasen sus trabajos hacia el frente…

Continuará…

Hola muchas gracias por sus saludos y buenos deseos. Espero que hayan tenido una excelente Navidad en compañía de sus seres queridos. Aquí les dejo un capitulo más de esta historia.

Muchas de ustedes me han peguntado ¿por qué no actualizo más seguido? y la única respuesta es que el tiempo y mi condición física no me permiten hacerlo por el momento. Créanme, valoro muchísimo su interés en mis locas historias y su paciencia, desafortunadamente por ahora solo puedo escribir de a poco.

Pensé que durante mis vacaciones podría destinar mucho más tiempo a escribir, sin embargo, el día de nochebuena sufrí un accidente en el que mis manos sufrieron varios cortes, ya están mejor pero mis dedos aún siguen un poco inflamados. Aparte de eso, el día de ayer tuve un procedimiento en mi pierna derecha por lo que no puedo estar sentada más de treinta minutos. Para escribir necesito tanto mis manos como mis piernas en buena condición así que por ahora tomaré las cosas con calma. Eso no quiere decir que dejaré de hacerlo, créanme todas las historias siguen revoloteando en mi imaginación y planeo poder concluirlas en cuanto me sea posible…

No olviden dejarme sus comentarios, leerlos me hace muy feliz… también quisiera pedirles un poco de ayuda, como ven, mi historia no tiene una imagen y yo soy malísima dibujando, si alguna de ustedes encontrara inspiración para crear una portada, se los agradecería infinitamente…

Con cariño.

Laura Ardlay.