Los personajes de Candy Candy no me pertenecen
Capítulo 8
- Tienes razón, Candice White es una joven muy bella. Me agrada, como le puede agradar a muchas personas, pero entre ella y yo no hay absolutamente nada fuera de la relación profesor-alumna. Ella nada tiene que ver en la forma como hicimos las cosas y tampoco en nuestros desacuerdos y, como veo que no hay forma en que podamos resolver esto, es mejor dejarlo todo por la paz, puedes quedarte en la casa el tiempo que desees, yo no regresaré – dijo el rubio abandonando el lugar.
- ¡William! ¡William! Regresa no hemos terminado – gritaba Karen ahogada en llanto, mientras lanzaba todo cuanto podía contra la puerta por donde había salido el rubio.
Mientras tanto en el colegio Candy estaba sumamente preocupada por la reacción de Archie; después de lo sucedido el joven no volvió a reunirse con el grupo…
- ¿Me pregunto si estará molesto conmigo?
- Tal vez… ¿no te dijo nada después de que le dijiste que no? – preguntó Eliza mientras se cepillaba el cabello frente al espejo.
- No, en eso llegó el profesor Ardlay y lo mandó a ayudar a su tía; después de eso ya no regresó. Parecía que el profesor estaba enojado…
- Te digo que le gustas, pero no me haces caso. No le ha de haber hecho gracia ver que su propio sobrino estaba tratando de conquistarte.
- Por favor, ya no digas esas cosas. Él está muy tranquilo con la profesora Kleiss y no creo que le guste que un montón de adolescentes estén siempre tratando de impresionarlo, tal vez por eso es tan estricto y malencarado.
- Amiga, no te molestes… es solo que este es mi tercer año aquí y, desde que llegué, jamás había visto que el profesor Ardlay tuviera el más mínimo detalle con una alumna y contigo ya lleva varios…
- Han sido solo coincidencias.
- Esta bien, no hablemos más de eso ¿adivina quién me invitó a salir el próximo fin de semana?
- No tengo ni idea.
- ¡Brian Anderson! ¿lo puedes creer?
- ¿Acaso no está a punto de terminar el postgrado? ¿Cuántos años tiene?
- No le sé veinticinco o veintiséis ¿Qué con eso?
- ¿No te parece que es un poco mayor? Apenas cumpliste 18
- Me gustan los chicos mayores, son tan maduros… los chicos de mi edad me parecen aburridos, solo les interesa el sexo. Un hombre mayor sabe cómo conquistar a una chica como yo…
- ¿y cual crees que es la finalidad de conquistarte?
- Sexo por supuesto.
- ¿Entonces?
- Pues si he de hacerlo con uno o con otro, prefiero el mayor que al menos se tomará su tiempo y de paso me hará sentir bien.
- Pero entonces tu ya…
- Shhh, no lo vayas a repetir… No, no he estado con nadie. Aunque a veces parezca frívola yo también quiero conocer a un chico especial que se comporte como todo un príncipe y que me ame.
- Wow quien lo diría, la sofisticada Eliza Leagan pensando en príncipes – reía Candy.
- Ríete todo lo que quieras, después de ver a mis padres no creo en el amor eterno, pero me parece que una chica merece algo super especial en su primera vez ¿no lo crees?
- Definitivamente eres una caja de sorpresas – reía la rubia.
Entre tanto, William se hospedaba en la suite de un prestigioso hotel ubicado en la zona más exclusiva de Londres y pedía que le enviaran a la habitación un guardarropa para elegir, pues había abandonado la casa con lo puesto. Luego de seleccionar algunas prendas, se dio una ducha y se forzó a comer un poco de la exquisita cena que le habían llevado a la habitación para después pasar horas revolviéndose en la cama sin poder deshacerse de la sensación de luto que invadía su corazón. Sabía que terminar con Karen era lo mejor para los dos, sin embargo, habían estado casi seis años juntos y, hasta hacia algunos meses, pensaba que la trigueña era la mujer perfecta para él. Se sentía tan bien a su lado, que durante todo ese tiempo no le había importado desperdiciar la oportunidad de estar con mujeres realmente bellas y más que dispuestas a complacerlo. El rubio se preguntaba ¿en qué momento habían cambiado tanto? o si en realidad alguna vez habían sido afines. Era de madrugada cuando por fin el cansancio lo venció y pudo dormir algunas cuantas horas.
A la mañana siguiente, se vistió y fue a la residencia de sus padres…
- Hola hijo ¿Cómo estás? ¿Gustas desayunar?
- Hola mamá, no muchas gracias… tal vez uno de los deliciosos cafés de Darina.
- En seguida te lo traen… Dime, ¿Qué te trae por aquí tan temprano?, pensé que nos veríamos en la noche para cenar.
- En realidad vine a hablar con la tía Elroy ¿se encuentra en casa?
- Salió a desayunar con Domenica Manzeur, pero yo creo que ya no ha de tardar ¿Por qué no la esperas?
- Esta bien, también hay algo de lo que necesito hablar con ustedes. Acabo de terminar mi relación con Karen, anoche salí de la casa y no pienso regresar.
- Hijo, cuanto lo siento; pensé que eran el uno para el otro.
- Yo también… sin embargo, desde hace un tiempo las cosas no andaban bien y, aunque lo intentamos, llegamos a un punto en que la situación es prácticamente insostenible. Creo que es mejor que tomemos caminos separados para que cada uno encuentre a la persona que realmente comparta las mismas inquietudes.
- Sabes que cuentas con nosotros para lo que sea. ¿Dónde te estás quedando? ¿por qué no vienes a pasar una temporada con nosotros mientras resuelven el asunto de la casa?
- Gracias, en realidad pensaba alejarme un poco… dejar que las cosas se enfríen. A decir verdad, creo que sería incomodo imponerle a Karen mi presencia en el colegio, por eso vine a hablar con la tía Elroy para plantearle la posibilidad de que alguien me supla de aquí a las vacaciones de fin de año. George se ha estado quejando de que solo podemos viajar dos o tres días por semana por lo que cuatro semanas le vendrían de maravilla.
- Me parece una buena idea hijo, tal vez cuando regreses Karen y tu puedan hablar con más calma y arreglar sus diferencias.
- Sinceramente, no lo creo. Ya hemos hablado de la visión que cada uno tenía de lo que sería nuestra vida juntos y no pueden ser más incompatibles; al parecer en algún punto nos perdimos.
- Es una pena, pero sabes que tienes todo nuestro apoyo.
- Gracias…
Todos en la familia Ardlay se sorprendieron por la noticia del rompimiento entre William y Karen, pero como era de esperarse, decidieron apoyar al rubio. Mientras tanto en casa de los padres de Karen…
- ¡Eres una estúpida, todo lo que tenías que hacer era acostarte con él!
- Lo intenté, hice lo que me dijiste, pero William no es tan idiota como papá, de inmediato notó el parche en mi brazo. Intenté decirle que mi gran deseo era ser madre, pero se atrevió a pedirme que rechazara la investigación en Brasil para quedarme a cuidar al mocoso.
- ¡Pues le hubieras dicho que si!, una vez embarazada ese hombre no te dejaría.
- ¿tienes idea de lo dejaste ir por tu estupidez?, pudiste haber tenido el mundo a tus pies.
- Y lo tendré, verás que cuando William vea de lo que soy capaz, vendrá a rogarme que regrese con él.
- Pues, espero que sea cierto. Tu padre y yo gastamos una fortuna en enviarte a esa escuela para abrirte las puertas al mundo que mereces, lo menos que puedes hacer es asegurar tu futuro y el nuestro. Por ahora, tendrás que jugar bien tus cartas y mostrar a los Ardlay lo devastada que estás por la separación, especialmente a William padre… tenerlo de tu parte será útil en caso de que tengas una nueva oportunidad. En cuanto a Albert, le dirás que has pensado mejor las cosas y que dejarás todo por estar a su lado; hazlo sentir que tiene la razón hasta que consigas quedar embarazada…
- No es solo eso, también está esa estúpida de Candice White… ayer me confirmó que le gusta.
- Karen, en realidad no sé por qué te rebajas comparándote con una chiquilla de diecisiete años.
La trigueña sacó su celular y le mostró a su madre la fotografía que recibió de William bailando con Candy y preguntó ¿te parece suficiente?
- En realidad no pensé que fuera capaz de engañarte, se ve tan serió y formal.
- No me engaño, Susana y Terry estuvieron con ellos todo el tiempo, pero ¿acaso no puedes ver cuanto la desea? Desde hace un tiempo, se ha transformado en un hombre apasionado y totalmente enardecido en la cama; es como si una explosión de sensualidad y erotismo lo consumiera. Al principio pensé que era por mí, pero con el tiempo me di cuenta de que es en ella en quien piensa cuando está conmigo.
- Perfecto, mejor para ti.
- ¿Cómo puedes decir eso? Es indignante y ofensivo…
- Si él se descarga contigo es porque no puede estar con ella. ¿A ti que te importa en quien piensa si disfrutas de un gran amante, que además puede proveer cualquier cosa que desees y hasta el honorable puesto de matriarca de los Ardlay? Hazme caso, finge que has recapacitado, dile que sí a todo y llora, llora mucho… eso debilita a los hombres. Tarde que temprano volverá a ti cuando tenga que saciar sus necesidades.
El lunes, Karen se arregló lo mejor que pudo para ir al colegio. Ella, como todos, se llevó la sorpresa de que la maestra Anita supliría a William indefinidamente. Por primera vez, los alumnos se dieron cuenta de la gran diferencia entre las clases del rubio y las de la anciana quien poseía un gran conocimiento, pero sus técnicas de enseñanza eran mucho más tradicionales y hacían de las matemáticas algo difícil y aburrido.
Al terminar las clases, Candy vio a lo lejos a Stear y a Archie y decidió asegurarse de que las cosas estaban bien con el menor de los Cornwall.
- Archie, Archie – lo llamó a corta distancia, pero el joven siguió su camino ignorándola.
- Hola Candy, disculpa la descortesía de mi hermano. No le cayó muy bien tu rechazo – dijo Stear amablemente.
- Lo siento mucho, yo lo estimo de verdad, pero como a un gran amigo. Me duele que esté enojado conmigo.
- No te preocupes, preciosa ya se le pasará, no es tu culpa que él se haya hecho ilusiones. Además, fue mejor que fueras sincera, nos vemos luego – dijo Stear con su acostumbrada calidez.
Mientras tanto William y George arribaban en Saint-Tropez para tratar de cerrar una negociación con una viuda llamada Fayette Dupont y su hija Camille de veintisiete años. A la muerte del padre de Camille, ambas habían heredado un importante desarrollo turístico en la villa francesa y desde hacía más de seis meses estaban en negociaciones con los Ardlay para su venta. El negocio era bastante redituable para los escoceses, sin embargo, Camille siempre encontraba la forma de entorpecer las negociaciones. George, confiaba que la presencia de William ayudaría a acelerar las cosas ya que era un excelente negociador y contaba con capacidad de decisión inmediata.
William y Camille formaban parte de la elite que incluía a las familias más poderosas de Europa por lo que habían coincidido en varias ocasiones. El rubio debido a su amplia formación académica era mucho más maduro y reservado, mientras que Camille disfrutaba ampliamente de la vida como cualquier chica de su edad. La francesa era una impresionante belleza de 1.75 metros de altura, tez morena y ojos verde olivo. Su corta cabellera negra era el marco perfecto para sus delicadas facciones que, aunadas con una escultural figura, la habían hecho merecedora del título de miss universo tres años atrás.
Los días de trabajo para el rubio eran intensos, pues al tratarse del mejor desarrollo turístico del lugar, había muchos factores a considerar. Durante el día, William estaba completamente absorto en su trabajo, pero por la noche sus pensamientos volaban indiscutiblemente hasta encontrarse con una hermosa joven de ojos color esmeralda quien era la razón de sus desvelos.
En una ocasión, después de enfrentarse a otra objeción por parte de Camille, decidieron dar por terminados los trabajos del día y el joven salió a dar un paseo por las calles del pueblo abarrotadas de turistas y celebridades durante el verano, pero tranquilas y desiertas en invierno. Durante su travesía, encontró una tienda de arte donde compró un lienzo, pinturas al óleo y algunas brochas. Esa noche en el balcón, donde el incesante vaivén de las olas del mar creaba un ambiente mágico y relajante, el rubio liberó su corazón encontrando la inspiración para comenzar a pintar de memoria un hermoso cuadro. Después de un par de noches, la obra estaba terminada; en ella, se podía observar a Candy tan bella como una diosa. El arte del rubio había captado a la perfección la hermosura de cada parte de su cuerpo, pero sin duda, el rasgó más importante de la pintura era la mirada cuyos ojos brillaban cuales piedras preciosas y fungían como ventanas por donde se observaba claramente la belleza de su alma.
La negociación se había extendido por casi dos semanas sin poder encontrar la fórmula que satisficiera las exigencias de ambas partes, por lo que William decidió dejar de perder el tiempo y retirarse de la mesa de negociaciones. Al terminar el día, fue a buscar a George para comunicarle su decisión, pero al no encontrarlo, fue directo a la oficina de dirección donde le dijeron que se encontraba reunido con la señora Fayette. La secretaria, habituada a su presencia, lo dejó entrar sin anunciarlo. Para su sorpresa, en cuanto abrió la puerta se encontró con ambos franceses en medio de un beso apasionado; al ver la escena, el rubio de inmediato se disculpó y procedió a retirarse, pero George lo llamó diciéndole: "William, te importaría…"
El rubio no contestó, pero salió cerrando la puerta con seguro y le dijo a la secretaria que la señora Dupont estaba en medio de una "delicada transacción" y que no deseaba ser molestada. De regreso a su habitación se encontró con Camille quien se dirigía a la oficina de su madre…
- ¿Cómo va todo? – preguntó la joven.
- Bien, ya que el día está a punto de terminar, ¿te importaría acompañarme a cenar? – preguntó el rubio tratando de alejar a la joven de la oficina de su madre.
- Solo si yo invito… iremos a mi restaurante favorito – contestó la morena.
Los jóvenes caminaron entre las desiertas calles de la villa, donde los locales de reconocidas marcas internacionales tenían un letrero que decía "cerrado por la estación." Uno de ellos tenía un enorme anuncio publicitario con la fotografía de una hermosa modelo luciendo una bellísima gargantilla de diamantes.
Camille, quien vestía casual y sin gota de maquillaje, se quedó mirando la fotografía como si fuera una niña en frente de una dulcería.
- ¿te gusta? – preguntó el rubio.
- Debe parecerte una tontería – contestó Camille sintiéndose aludida.
- En realidad no, el collar se realza con 52 diamantes redondeados que tiene el peso total de aproximadamente 105 quilates. Diseñado por Jean Pierre Côté en 2019 es considerado una obra maestra de la más alta calidad. Se vendió el verano pasado a un comprador anónimo por más de ocho millones de euros.
- Quien lo iba a decir, el erudito William Ardlay conociendo de algo tan superficial como la joyería.
- Tan inaudito como que tú puedes salir a la calle sin ella – respondió el rubio con una sonrisa sarcástica.
- ¿Qué hay de malo en disfrutar de las cosas bellas? Eso no me hace frívola, ni incompetente.
- Ya lo sé, no dije que lo fueras – dijo el rubio mientras le habría la silla para que tomara asiento en un pequeño y acogedor restaurante.
- Para que lo sepas, soy una mujer muy segura de mí misma, con o sin maquillaje, con o sin joyas. De cualquier forma, sigo siendo Camille Dupont, no necesito de nada que refuerce mi autoestima.
- Me parece muy bien y ya que estamos haciendo aclaraciones ¿Por qué no me dices de una vez qué es lo que tanto te molesta de esta negociación? Creo que somos adultos y podemos hablar con franqueza ¿no lo crees?
- A decir verdad, no me interesa vender el complejo. Mi padre le dedicó toda su vida y no quiero despedirme de este lugar. Es importante para mí y sin afán de ofender…no voy a entregárselo a ningún extraño.
- Entonces ¿Por qué hacernos perder el tiempo trayéndonos aquí? Ustedes fueron quienes nos llamaron…
- Mi madre no cree que yo tenga la capacidad para administrarlo. Ella piensa que es mejor vendérselo a alguien con experiencia a dejar que yo lo pierda por incompetencia.
- No creo que seas incompetente, si eres tan buena para administrar como para objetar, el negocio será todo un éxito.
- Díselo a mi madre, está empeñada en vender antes del próximo verano. Si no son ustedes serán otros, pero tarde que temprano logrará su cometido – dijo la joven deprimida.
Los jóvenes continuaron cenando y William preguntaba interesado, sobre su educación, su experiencia y sus metas a futuro. El tiempo pasó volando y a las once de la noche, el dueño del local les advirtió que estaban a punto de cerrar. Para ese entonces, habían dado cuenta de casi dos botellas de chardonnay.
- Te diré lo que haremos, compraré el 51% del complejo y dejaré en tus manos la administración del negocio. Si pierdes dinero o no llegas a la meta establecida en tres años, tomaremos el control y nos dejarás hacer nuestro trabajo, sin quejas ni objeciones. Si logras tener éxito, te venderé el 5% para que seas socia mayoritaria por siete años y después te permitiré comprar el 46% restante. De esa forma yo recuperaré mi inversión con un margen de utilidad adecuado y tú le demostrarás a tu madre que eres capaz de manejar el negocio de forma que no se oponga a que nos compres la totalidad de las acciones – dijo William
- ¿De verdad harías eso por mí?
- ¿Por qué no?
- ¿Lo pondrías por escrito?
- Mañana mismo sin duda, pero eso sí, estableceremos una cláusula en la que tu parte del complejo quedará fuera de cualquier contrato matrimonial que celebres y tu pareja no tendrá ninguna injerencia sobre él – dijo el rubio mientras caminaban de regreso al complejo.
- Eres un hombre precavido.
- Ese es mi trabajo.
Al llegar a la suite de Camille, el rubio se despidió acercándose para darle un beso en la mejilla, pero la joven lo tomó por el cuello buscando sus labios. La caricia se volvió intensa y apasionada por lo que la morena lo arrastró con ella al interior de la habitación, pero aun con el licor y la excitación del momento, William sintió que algo no estaba bien, por lo que se apartó y se disculpó abandonando el lugar.
De regreso a su habitación, el joven meditaba en lo sucedido, Camille era sin duda hermosa e inteligente, pero sus besos se sentían vacíos y sin sentido. Definitivamente estaba tan enamorado de Candy, que ni una reina de belleza podía hacerlo olvidar la deliciosa tentación de probar aquellos labios tiernos y a la vez seductores. Ya lo había intentado con Karen y definitivamente no volvería a cometer el error de enredarse con otra mujer sin haber superado aquel amor tan fuerte como prohibido.
Camille no estaba dispuesta a tolerar el rechazo del rubio. En todos esos días de negociación, se había enamorado perdidamente de él, pues lo miraba con gran admiración no solo por su impresionante aspecto físico, sino por su inteligencia y astucia.
El rubio acababa de salir de la ducha, cuando alguien llamó a su puerta, por lo que se puso la una toalla alrededor de la cintura y abrió pensando que era George quien, al fin, se había desocupado de sus negocios con la señora Fayette. Para su sorpresa era Camille, quien llevaba en la mano una botella de champagne y dos copas; la morena no esperó a ser invitada, sino que siguió su camino al interior de la habitación.
- ¿Es ella la razón de tu rechazo? – preguntó señalando a la pintura de Candy.
- Si – confesó el rubio.
- ¿La amas?
- Eso creo.
- ¿Eso crees?
- Es complicado… Escucha, sin duda eres una mujer hermosa cualquier hombre se sentiría honrado de estar contigo…
- Pero tu solo deseas estar con ella…
- Así es.
- ¿Es tu novia?
- No.
- Ahh si, se me olvidaba ¡Es complicado!
- Exactamente.
- Es afortunada, aun sin estar con ella le eres fiel a su recuerdo. Ojalá ya pudiera encontrar a alguien que me ame de esa manera.
- No veo por qué no.
- Porque estoy enamorada de ti – le dijo mirándolo a los ojos.
- Lo lamento, no fue mi intención que…
- No fuiste tú, fui yo quien se enamoró – lo interrumpió la joven y prosiguió: "bueno, ya que no puedo ganar en el amor, supongo que al menos puedo ganar en el dinero. ¿Todavía está tu propuesta en pie?"
- Por supuesto.
- Redactaremos el contrato de compraventa el día de mañana – dijo la morena mientras abandonaba la habitación.
William abandonó Saint-Tropez con tres cosas bien claras: la primera, que habían hecho un muy buen negocio pues sabía que Camille sería implacable administrando el lugar hasta lograr recuperarlo por completo; la segunda, George sí tenía una doble vida y la tercera, seguía irremediablemente enamorado de Candy.
La rubia, por su parte había decidido salir una vez más con James…
- ¿Te gustó el lugar? – le preguntaba el joven después de llevarla a comer a uno de los restaurantes más exclusivos de Londres.
- Si muchas gracias, el lugar es precioso y la cocina exquisita.
- Detente ahí – decía James haciéndole una señal con la mano.
- ¿Qué pasa? – preguntó Candy sorprendida.
- Justo en ese lugar, la luz del sol se refleja en tus hermosos ojos, haciendo resaltar unas finísimas líneas doradas – dijo el joven acercándose para besarla.
- Pero la rubia desvió la mirada y dijo con voz nerviosa: "James, lo lamento. El otro día fuiste muy claro con mi padre acerca de tus intensiones. Yo… esperaba poder hablar contigo la noche que fuimos a la ópera, pero no fue posible. Desde antes de conocerte he estado enamorada de otra persona, por lo que no quiero hacerte perder el tiempo. Perdóname, es que no podía decirlo delante de todos.
- Te entiendo, linda. La culpa fue mía por no preguntarte antes de lanzarme con todo; pero si estás con alguien más ¿por qué no te invita a salir en tus días libres? Si yo estuviera en su lugar, no desaprovecharía ni un segundo a tu lado.
- Él… no lo sabe. Estoy enamorada de un imposible…
- Bueno, al menos no habrá nadie queriéndome matar esta tarde cuando regresemos al colegio – bromeo James y continuo: ya que estás enamorada de un imposible ¿me permitirías al menos ser tu amigo, sin presiones, ni compromisos? Si algún día las cosas entre ustedes se dan, me retiraré para no causarte problemas, pero si no, al menos no te quedarás sola en el colegio estos días.
- No sería justo hacerte perder el tiempo.
- Vale la pena perder un día al mes con tal de disfrutar de tu compañía. No te preocupes, seremos realmente amigos ¿te parece?
- Me parece – contestó la rubia con una gran sonrisa.
Karen, había abandonado las clases en el colegio al enterarse de que Albert posiblemente no regresaría pues sentía que el tiempo en el internado le impedía perseguir sus propias metas y solo había aceptado el empleo para complacer al rubio. Un día mientras Priscila y William se encontraban en un evento de caridad que pretendía reunir juguetes para los niños de bajos recursos, se encontraron con ella:
- Buenas tardes, señor y señora Ardlay – dijo la chica tímidamente.
- Que tal Karen, por favor llámanos, William y Priscila como siempre. El hecho de que Albert y tú ya no estén juntos no cambia el gran aprecio que te tenemos, eres como una hija para nosotros.
- Gracias, ¿Cómo está él?
- Bien, al parecer viajará junto con George a Barcelona y, si alcanzan, regresaran a casa para las fiestas.
- Que bien me da gusto. Finalmente he encontrado un apartamento en el área de Soho. Pasaré a dejarles las llaves de la casa antes de salir de viaje… he decidido ir con mis padres a Hawái por el fin de año. Es increíble como cambian las cosas, habíamos planeado con tanto cariño nuestras vacaciones en Escocia con su familia y ahora… - dijo la trigueña rompiendo en llanto y agregó: lo lamento, debo parecer una tonta, es que yo… aun lo amo con todo mi corazón, de no ser por ella…
- ¿De qué estás hablando? – preguntó Priscila.
- ¿Es que William no les ha dicho, la razón por la que terminamos? – preguntó entre sollozos.
- Nos dijo que habían tenido algunas diferencias, pero…
- Priscila querida, por fin te encuentro, es hora de que anuncies la donación de tu fundación – dijo la organizadora del evento tomándola del brazo.
- Por supuesto, ¿si nos disculpas Karen? Fue un placer saludarte.
La trigueña se limpió con furia las lágrimas, había perdido la oportunidad de arruinar la reputación de la "angelical" Candy, pero ya se enterarían los padres de William, de la clase de mosquita muerta que era….
En el colegio, todos se preparaban para las vacaciones de Navidad…
- Patty ¿A dónde irás está Navidad?
- Mis padres son corresponsales en Tokio, por lo que me reuniré con ellos ¿y tu Annie?
- Iré con mis padres a esquiar a Suiza, mi madre dice que todos los ricos y famosos van ahí en estas épocas ¿Qué harás tu Eliza?
- Este año iremos a Cancún, dicen que las playas son paradisiacas. ¿y tu Candy, me imagino que regresarás a casa?
- No, tu querida prima no me quiere cerca cuando nazca su hijo… cuando vinieron, prácticamente me prohibió ir a casa para que no distraiga a mi papá con mi presencia.
- Que raro, si el bebé nace en estas fechas quiere decir que se casó embarazada ¿no es así?
- Ahora que lo mencionas… supongo que sí – dijo la rubia haciendo sus cuentas.
- Tal vez por eso, se casaron tan pronto. Ella juraba y perjuraba que amaba a Marcus solo un par de meses antes de comprometerse con tu papá.
- ¿Marcus?
- Fue su novio de la escuela, tenían una relación toxica en la que terminaban y regresaban constantemente. De repente apareció tu papá y Marcus desapareció de su vida como por arte de magia…
- Siempre dice que se enamoró de mi padre a primera vista…
- ¿De él o de su dinero?
- Pero mi papá dijo que salió con ella seis meses antes de casarse… entonces ¿salía con los dos al mismo tiempo?
- Quizás, te digo que Marcus y ella andaban unos días si y unos días no, pero no puedo asegurar nada.
- ¿Dónde puedo encontrar a Marcus?
- No lo sé, desde que ella se fue, no lo hemos visto. Trabajaba en la Galería Nacional de Arte, pero no sé si todavía siga ahí.
- Tendré que ir a buscarlo en mi próxima salida, le diré a James que me acompañe.
- James es guapísimo y se ve que está loco por ti.
- Si, pero solo somos amigos.
- Ya sabes lo que dicen, "por algo se empieza." Regresando a lo de navidad ¿entonces te quedarás en el colegio?
- No, iré a Escocia con los Ardlay, aunque no sé si debería pues me invitaron como amiga de los muchachos, pero ahora Archie ya no me habla.
- Tienes que ir, ¿te imaginas ver al profesor Ardlay como todo un príncipe vestido con su kilt de gala y tocando la gaita?
- Si, con la señorita Kleiss al lado
- Que aguafiestas eres, ¿por qué no te permites soñar un poco? Al fin y al cabo, soñar no cuesta nada...
- No tienes remedio, mejor dime como van las cosas con Brian.
- Es un sol, atento, amable y caballeroso, todo un hombre – dijo Eliza suspirando.
- Vaya que te pegó fuerte el amor.
- La verdad, estoy loca por él… me iría hoy mismo con él si me lo pidiera.
- Wow suena arriesgado… mejor ya vámonos a cenar porque se nos hace tarde.
Mientras las chicas se dirigían al comedor, Candy escuchó que alguien la llamaba…
- ¡Candy!
- ¡Hola Archie ¿Cómo estás?!
- Bien, ¿podríamos hablar por un momento a solas?
- Claro…
- Quiero disculparme por mi actitud del otro día. La verdad me sentía muy avergonzado y no quería verte ni hablar contigo.
- No tienes por qué avergonzarte, soy yo la que se siente super mal de haberte causado tristeza.
- Yo no tenía derecho a suponer que me correspondías…entiendo que estes enamorada de James, es mayor y muy decidido.
- Archie, no estoy enamorada de James. Él es solo un buen amigo.
- ¿Entonces?
- Estoy enamorada de un imposible…
- Pues ya somos más.
- Conozco a alguien que se muere por ti.
- Déjame adivinar: Annie Britter.
- Exacto, ¿Por qué no le das una oportunidad? Es linda.
- ¿Por qué no me la diste tu a mí? ¿Acaso soy feo o tengo mal aliento?
- No, bueno es que yo…
- Es que no sientes lo mismo por mí que por tu amor imposible ¿verdad?
- Si, para mi eres como un hermano.
- Pues es lo mismo, Annie y yo somos amigos, no puedo quererla de otra forma ya se lo dije…
- Menudo relajo hemos armado, todos enamorados de la persona equivocada
- Por mi está bien gatita, siempre y cuando no me prives de tu amistad.
- Archie ¿Cómo crees? te quiero mucho y te extrañé horrores.
- Yo también gatita, prefiero ser tu amigo que estar lejos de ti – dijo el joven dándole un abrazo.
- Archivald ¿Qué se supone que estás haciendo? – preguntó detrás de ellos la señora Elroy.
- Este… n…ada tía, solo era un abrazo de amistad.
- Sabes muy bien que ese tipo de conducta está prohibida, vayan al comedor en este momento si no quieren que los mande al cuarto de castigo.
- Enseguida.
- Candice…
- Dígame señora Elroy.
- Tengo esto para ti – dijo la anciana extendiéndole un sobre.
- Gracias – dijo la rubia tomándolo y dirigiéndose al comedor.
Mas tarde en su habitación, la rubia abrió el sobre que estaba sellado con un águila con las alas extendidas. En él, había una nota que decía:
Querida Candy,
Espero que te encuentres bien… Aunque Stear y Archie han decidido pasar la navidad con sus padres en medio oriente, nos encantaría contar con el favor de tu presencia en la villa de Escocia; de corazón apreciamos tu alegría y sencillez y nos gustaría que fueras parte de nuestra celebración.
Sinceramente,
Priscila Ardlay.
La rubia no sabía que hacer, sin duda se sentiría fuera de lugar sin sus amigos, pero recibir una invitación de puño y letra de la señora Priscila era un honor y no quería ofenderla pues desde el principio había sido bastante amable con ella…
Al siguiente día, la rubia fue en busca de Archie y Stear.
- Hola chicos.
- ¿Qué tal Candy? ¿Cómo estás?
- Bien, ¿Por qué no van a ir a Escocia? ¿Pensé que iríamos juntos?
- Lo siento Candy… es culpa de Archie, aquel día se puso digno y llamó a nuestros padres para decirles que iríamos a visitarlos en estas fechas. Ahora nuestra madre ya está haciendo todos los preparativos y no podemos decirle que siempre no, aunque preferiríamos mil veces ir a la villa de Escocia, es mucho más divertido. Nuestros padres trabajan todo el tiempo y no nos dejan salir a ningún lado solos, dicen que es peligroso. La última vez, tuvimos que quedarnos en casa las tres semanas porque no tuvieron ningún día libre.
- Ya hombre no te quejes, bien que te gusta toda la tecnología que te regala mi papá – dijo Archie enfadado.
- Entonces creo que yo tampoco iré a Escocia – dijo la rubia.
- ¿Ya ves? Por tu culpa ahora no solo nosotros vamos a estar aburridísimos, también Candy aquí encerrada – dijo Stear
- Gatita, no tienes por qué quedarte… mi tía te ha invitado y estará feliz de verte, también Rosemary y el pequeño Anthony. Anda no me hagas sentir peor de lo que ya me siento, podrás patinar en hielo, esquiar, pescar, ir al mercado navideño y probar los deliciosos pasteles de Mrs. Darcy…Mmm, se me hizo agua la boca. Tendrás que traerme una caja llena…
- Si, además los paisajes son realmente hermosos parecen sacados de una postal y no es por nada, pero somos el mejor clan de todos, te encantará conocernos un poco más.
- Tal vez así quieras ser parte de la familia y te decidas a darme el sí…
- ¡Archie! – dijo Candy dándole un coscorrón.
- Auchh, solo estaba jugando gatita.
- Esta bien, le enviaré una nota a la señora Priscila aceptando la invitación.
- ¡Excelente Candy, no te vas a arrepentir!
Finalmente, las vacaciones llegaron y en el colegio se vivía una verdadera locura con chicos y chicas yendo y viniendo de un lado para el otro arrastrando pesadas maletas. La excitación se sentía en el aire, pues todos estaban ansiosos por disfrutar de sus días libres olvidándose de los deberes escolares…
- Señorita Candice, han llegado por usted.
- Muchas gracias, Maríe "Feliz Navidad" le tengo un pequeño presente, muchas gracias por todo lo que hace por nosotros – dijo Candy abrazando espontáneamente a la empleada.
- Feliz navidad, para usted también señorita – dijo la mujer realmente conmovida, pues casi ningún alumno se ocupaba de ellos.
- Cuando llegó a la puerta del colegio, la rubia no cabía de la alegría…
- ¡Abuelita!
- ¡Sorpresa! ¿a poco creíste que te dejaría sola hijita?
- Pero… la señora Priscila.
- También me invitó el mismo día, pero acordamos que sería una sorpresa.
- ¡Te amo abuelita!
- Y yo a ti, mi niña.
Los padres de Albert, la señora Elroy, Candy y su abuela viajaron en avión hasta el aeropuerto de Inverness, de ahí abordaron un jeep todo terreno para dirigirse hacia el norte donde se encontraban los terrenos de los Ardlay. Tal como Stear dijo, los paisajes eran tan hermosos, que parecían sacados de una postal: impresionantes montañas nevadas, imponentes bosques de pino cubiertos de nieve y bellísimos lagos semi congelados cuyas aguas parecían enormes espejos.
Candy estaba muy emocionada y más aún al mirar el bellísimo castillo que se levantaba imponente en lo alto de una colina. Estaba decorado con enormes y elegantes guirnaldas navideñas, Candy no podía esperar a la noche para ver las luces encendidas.
Cuando descendieron del automóvil, Priscila y William se miraron preocupados pues todo estaba extrañamente calmado; normalmente a esas horas se podía ver al personal ir y venir realizando sus labores, pero el lugar parecía desierto. Al entrar, todos corrían de un lado para otro formando un torbellino de gente…
- George ¿Qué está pasando? – pregunto William padre al francés que se dirigía hacia ellos con pasos largos.
- Por la madrugada hubo una avalancha en el noroeste, varias viviendas fueron sepultadas. El joven William se encuentra en el lugar junto con los hombres tratando de ayudar a la gente. Estamos preparando comida caliente, llevaremos víveres y cobijas para los damnificados.
- ¿Por qué no me informaron antes? – preguntó el patriarca apresurándose a ayudar
- La nevada fue intensa y las comunicaciones se vieron afectadas.
De inmediato Priscila, Elroy, Madelaine y Candy se pusieron a ayudar en la cocina. Pronto salieron en un convoy a la zona afectada para servir la comida caliente a los hombres que trabajaban removiendo la nieve.
Al llegar al lugar, Candy pudo ver a William quien destacaba por su estatura y su cabello rubio, pero no como a un príncipe con kilt de gala y tocando la gaita, sino como a un hombre con el rostro quemado por el frio que trabajaba desesperadamente con una pala para remover la nieve en busca de una niña de diez años que aún estaba perdida. El trabajo se tenía que hacer con rapidez, pero también con delicadeza para no lastimar a la menor, por lo que no podían utilizar maquinaria pesada.
Como en cámara lenta, la rubia vio a Priscila correr al lado de su hijo y tomarle la cara con ambas manos para llamar su atención mientras le preguntaba si se encontraba bien, el joven simplemente asintió sin dejar de trabajar. En eso llegó el padre y se quitó el abrigo que llevaba para dárselo, fue cuando Candy notó que Albert apenas si llevaba puesto un rompevientos.
- ¡Candy, de prisa sirve el whisky! – le ordenó Madelaine sacándola de su ensimismamiento.
Continuara…
Queridas amigas, muchísimas gracias por todos sus comentarios, me alientan mucho a seguir y me encanta leer sus opiniones. Algunas de ustedes son muy perceptivas, pareciera que me leen el pensamiento.
¡Feliz Cumpleaños Rosario Barra! Que Dios te bendiga con una vida llena de amor y muchos años de buena salud.
Con cariño,
Laura Ardlay.
