Los Personajes de Candy Candy no me pertenecen.
Capítulo 10
El corazón de Candy latía a mil por hora, aquella caricia lenta y sublime la hizo sentir el inmenso amor que el rubio llevaba tanto tiempo tratando de contener y su cuerpo reaccionó ante aquella energía tan intensa que dominaba sus sentidos. La rubia, había tenido un par de novios en la secundaria, pero los besos que le habían dado eran nada comparados con las caricias de aquel hombre tan varonil y sensual. No eran besos abusivos, por el contrario, estaban cargados de ternura y devoción. Albert, por fin se había decidido a entregarle el corazón sin reservas…
- Oh Albert ¡Te quiero!, todo esto es como un hermoso sueño hecho realidad. Nunca pensé que te fijarías en mí – dijo la rubia mirándolo con sus enormes esmeraldas llenas de luz.
En ese momento, toda la incertidumbre de los días anteriores se había esfumado y una inmensa alegría lo invadía al saberse correspondido, por lo que sonrió inclinándose una vez más para llenarla de besos al tiempo que le confesaba: "Princesa, durante todo este tiempo no he hecho otra cosa más que desear estar a tu lado."
Las caricias se intensificaron al grado que Albert estaba a punto de perderse, había deseado infinidad de veces poder acariciar aquellos labios bellos y llenos de dulzura, pero cualquier cosa que hubiera imaginado estaba muy lejos de la realidad. Toda la tensión que experimentaban al estar cerca era tan solo el preámbulo de la tormenta de sensaciones y sentimientos que lo sacudirían hasta casi hacerlo perder la razón. Era como si todo el amor que había aprisionado en su interior se hubiera convertido en una bomba de tiempo que, llegado el momento, había explotado en medio de una estela de luz; eso sin contar que sus cuerpos tenían la química perfecta para el amor y reaccionaban de inmediato encendiendo la llama de la pasión.
El rubio rozó ligeramente los labios de la joven con su lengua implorando que le permitiera saborear el dulce néctar de su boca; Candy entendió el mensaje y él se adentró acariciándola con deseo y absoluta devoción. No había duda, ella era la mujer capaz de tocar sus fibras más sensibles, pero lo que él sentía era mucho más que atracción física, la amaba con todo su corazón y deseaba compartir su vida con ella como una mujer plena y feliz. Estaba consciente de que Candy era muy joven aun y quería darle la oportunidad de vivir de acuerdo con su edad, por lo que esperaría todo el tiempo necesario brindándole amor y cariño hasta que llegara el momento adecuado para ellos. Con esa convicción en el corazón, relajó los besos hasta convertirlos en suaves caricias y luego la abrazó tiernamente.
Mientras la acunaba en su pecho le habló con una voz suave y llena de amor diciéndole:
- Candy, desde que te conocí, me tienes encantado soy esclavo de tu mirada y el más ferviente admirador de tu sonrisa… quisiera que nos conociéramos mejor y cultiváramos nuestros sentimientos para que se fortalezcan y poder compartir un amor que dure para siempre… ¿me harías el honor de ser mi novia?
- Si Albert, tú también me gustas mucho y quiero estar siempre a tu lado – contestó la rubia con una sonrisa y ambos se fundieron en un profundo beso.
Los rubios permanecieron abrazados compartiendo en silencio la felicidad de sus corazones; Albert, era super cariñoso por naturaleza y no podía parar de mimarla con pequeños besos en la frente y suaves caricias en el cabello. Después de un tiempo, el rubio miró al cielo y se percató de que estaba anocheciendo, por lo que muy a su pesar dijo: es tarde, en casa deben estar preocupados por ti, vamos te acompaño.
- De camino, Candy comentó preocupada…
- Albert, ¿qué les diremos? No aceptarán que seamos novios si eres mi maestro… A menos que quieras que mantengamos el secreto.
- Amor, jamás te pediría que tuviéramos una relación clandestina. Haremos las cosas bien, aunque tendremos que esperar un poco. Lo primero es hablar con la tía Elroy para que consiga un reemplazo permanente. Luego esperaremos a que cumplas la mayoría de edad y hablaré con tu padre para que me permita cortejarte como es debido.
- Pero… ¿eso significa que no te veré?; aún faltan cinco meses para mi cumpleaños.
- Lo sé preciosa, a mí también me parece una eternidad, pero en verdad te amo y deseo tratarte como lo que eres, una verdadera dama.
- ¿Al menos podremos vernos el día de salida? Puedo salir con quien sea siempre y cuando regrese antes de las nueve de la noche.
- Tienes razón, no veo por qué no.
- Te voy a extrañar.
- Y yo a ti mi amor – dijo el rubio deteniéndose para besarla por última vez antes de abandonar el cobijo del bosque y salir a terreno abierto.
En cuanto salieron al descubierto, se encontraron con George quien, de haber llegado un par de minutos antes, sin duda los hubiera visto besarse.
- Buenas noches jóvenes…
- Buenas noches, George. Es un poco tarde para salir a pasear – dijo el rubio.
- Eso es precisamente lo que dijeron tus padres, quienes están preocupados por la señorita White.
- Lo sé, lo siento fue mi culpa. La golpee sin querer mientras esquiaba.
- Al menos no tuve que ir a buscarla a medio bosque – dijo el francés con su acostumbrado tono impasible.
- Cuando les contaron a sus padres lo del accidente, Priscila insistió en revisar a Candy y, efectivamente, encontró un hematoma en la pierna que había golpeado el bastón.
- Hijo, ten cuidado pudieron lastimarse seriamente.
- Lo sé mamá todo pasó muy rápido.
- Está bien, te quedas esta noche en casa ¿verdad?
- Si, de hecho, necesito hablar con la tía Elroy.
- ¿para qué? Si, se puede saber – decía la anciana quien en ese momento cruzaba la puerta.
- Claro, no es ningún secreto… Me gustaría, si es posible dejar de trabajar en el colegio a la brevedad.
- ¿Por qué? Pensé que te gustaba la docencia.
- Claro que me gusta, lo que pasa es que por ahora tengo otros proyectos en mente.
- Esta bien, creo que Anita podrá continuar durante un tiempo, después ya veremos. El día de mañana me entrevistare con Andrea McCain, ¿no te acuerdas de ella? Es la hija mayor de Douglas McCain y al parecer está interesada en ocupar el puesto de Karen. Es una suerte que quiera regresar de los Estados Unidos, tiene un currículo impresionante.
- La verdad no tía, pero sé que usted elegirá a la mejor candidata, ahora si nos disculpan, creo que debemos arreglarnos para la cena.
Mientras comían, Priscila comentó: Candy, el día de mañana haremos inventario del banco de alimentos, es un trabajo muy extenuante ¿deseas acompañarnos? o tal vez sea mejor idea que descanses por lo del golpe en la pierna
Albert, miró a la rubia con aparente tranquilidad, mientras en su interior rogaba: "no vayas, preciosa no vayas"
Y como si le hubiera leído el pensamiento la rubia contestó: "Le importaría si descanso un poco"
- Por supuesto que no, eres muy trabajadora y ya nos has ayudado demasiado. Solo lo decía para que no te aburrieras estando sola todo el día.
- Gracias, estoy acostumbrada, mi papá viaja mucho. Cuando no estaba en la escuela me llevaba con él todo el tiempo, pero ahora supongo que llevará a su esposa.
La señora Elroy hizo una mueca de disgusto, pero no hizo ningún comentario. La cena transcurrió con tranquilidad y en cuanto se terminó, todos se fueron a sus respectivas habitaciones.
Albert, estaba acostado en su cama mirando por la ventana, no podía dejar de sonreír al recordar aquella tarde tan maravillosa… cuando salió de la cabaña esa mañana, no tenía ni idea de lo que le tenía preparado el destino, pero los días de incertidumbre habían quedado atrás; Candy lo amaba y había aceptado ser su novia. A partir de ese momento haría todo lo necesario para obtener la aprobación del señor White y también la de su familia. En eso, llamaron a la puerta y se escuchó la voz de Priscila que decía: "hijo ¿puedo pasar?
- Claro mamá, pasa – contestó el rubio incorporándose.
- Hijo, me da gusto que hayas venido, la verdad no hemos tenido oportunidad de platicar… Karen dejó las llaves de la casa en la mansión. Desafortunadamente el día que fue no estábamos, por lo que Eric las recibió, si deseas puedes pasar a recogerlas a tu regreso.
- Gracias, hablaré con Roger Henderson, el director de la agencia de bienes raíces, para que la ponga a la venta, los precios de las casas en esa zona están subiendo como la espuma y creo que es una buena oportunidad.
- ¿Estás seguro? Esa casa es considerada una joya de la arquitectura moderna, tú mismo supervisaste el diseño y la construcción.
- Cuando compré el terreno estaba alejado de todo y me gustaba la tranquilidad del lugar, ahora después de tan solo unos cuantos años, la zona se ha poblado bastante… me gustaría reubicarme y construir algo nuevo, tal vez con algo de arquitectura orgánica.
- Hijo ¿no crees que te estás precipitando? Karen y tu no han hablado desde que terminaron, tal vez pudieran arreglar las cosas y…
- No mamá, de eso estoy seguro.
- Pero ¿Qué pudo ser tan grave que terminara así de golpe con una relación de tantos años?
- No fue de golpe, Karen y yo ya veníamos teniendo problemas desde hacía algunos meses… discúlpame, no creo que deba hablar mal de ella, después de todo como tú dices, fue mi compañera algunos años. Solo te diré que tenemos visiones muy distintas de lo que debe ser una familia y, en este punto, eso es lo único que nos quedaría por hacer. Desafortunadamente, no pudimos llegar a un consenso y no estoy dispuesto a ceder en el tipo de vida que deseo para mis hijos. Creo que es mejor que nos separemos para que cada uno pueda encontrar a una persona que comparta los mismos intereses…
- Y ahora que ya no trabajarás en el colegio, ¿viajarás todo el tiempo?
- Solo lo necesario, por el momento ocuparé una de las casas en Kensington, así que estaremos más cerca.
- También, podrías regresar a la mansión, sabes que nadie te molestaría.
- Gracias mamá, pero por ahora, me gustaría dejar las cosas como están… espero no defraudarte.
- No cariño, sabes que siempre tienes mi apoyo.
- Gracias, eres la mejor.
- Hasta mañana… hijo ¿te importaría invitar a Candy a dar un paseo el día de mañana? Sé que dijo que estaba acostumbrada, pero ya sabes cómo es el inventario, prácticamente nos llevará todo el día.
- Por supuesto que no… pero ¿no sería mejor que yo fuera en tu lugar a hacer el inventario y ustedes fueran de paseo?
- No cariño, estos son los únicos días del año que realmente descansas… disfrútalos. Te amo – dijo Priscila dándole un beso en la frente antes de salir.
A la mañana siguiente, Candy se levantó y al mirar por la ventana, vio una cesta en el balcón. La rubia se apresuró a recogerla y vio que estaba llena de fruta fresca y algunas golosinas. En ella, había una nota que decía:
"Buenos días preciosa, puedes elegir si llamarme un adolescente inmaduro o un maniaco obsesionado, pero me encanta tu compañía y toda la noche te extrañe como no tienes una idea. ¿te gustaría dar un paseo? Conozco un lugar que te encantará"
A.A.
La rubia corrió a vestirse tan rápido como pudo, estaba feliz de poder pasar el día con Albert y no quería perder ni un solo minuto a su lado.
Al bajar, el rubio ya la esperaba para desayunar… ambos comieron con el habitual decoro y en cuanto terminaron abordaron una camioneta todo terrero. Mientras conducía, el Albert fijaba la vista al frente, sosteniendo el volante con una mano y utilizando la otra para acariciar juguetonamente la mano de Candy. Después de cruzar el pueblo, se internaron en el bosque a través de un camino angosto y, al cabo de un par de minutos el joven se detuvo.
- ¿Ya llegamos? – preguntó Candy al percatarse de que estaban en medio de la nada.
- No, pero muero de ganas de besarte – contestó mientras se acercaba para apoderarse de sus labios.
Después de un dulce beso, el rubio suspiró diciendo: "Ahora sí, continuemos"
Candy sonrió divertida y le dijo: "te quiero" a lo que él contestó: "y yo a ti preciosa"
La camioneta se detuvo en frente de unas enormes murallas de piedra, con un portón de donde pendía una cadena mohosa. Albert, se bajó y abrió el candado con una llave muy particular y luego de entrar cerró por dentro. Condujeron unos cuantos minutos más y al llegar a su destino, Candy pudo apreciar una vista espectacular.
- Amor ¡Es precioso!
- Es el castillo original, fuera de las murallas se llevó a cabo una de las más sangrientas batallas durante la guerra con Inglaterra. Afortunadamente, fue uno de los pocos que no cayó.
Candy pudo observar unas hermosas ruinas de piedra rodeadas por un lago que estaba totalmente congelado y lucia como un brillante espejo. Al principio se veían cerca, pero después se dio cuenta de que difícilmente alguien podría cruzar nadando esa distancia.
- ¿Cómo entraban? – preguntó.
- En invierno era más fácil con trineo, en primavera hay un puente natural al lado oeste, pero tienes que bordear la orilla – contestó trazando el camino con la mano.
Regresaron a la camioneta y condujeron hasta llegar al puente natural que cruzaron a pie. Mientras recorrían las ruinas, Albert le explicaba el propósito de algunos de los lugares que visitaban y como era la vida muchos siglos atrás. En ese tiempo, las tierras altas eran un lugar inhóspito donde la gente trabajaba arduamente para sobrevivir. Desde entonces los antepasados de Albert habían sido los terratenientes del lugar quienes trabajaban incansablemente para asegurar la sobrevivencia del clan. El rubio le mostró la piedra donde estaba grabada la primera versión de la insignia familiar que se había ido modificando de generación en generación hasta llegar a la actual mucho más elegante y estilizada.
- Mi amor, te he traído hasta aquí, porque aquí se encuentran mis raíces. Como puedes ver, en nuestro origen no hay nada glamoroso, solo somos un grupo de personas a quienes las condiciones de vida enseñaron a trabajar duramente, volviéndonos muy unidos, previsores y organizados. Como te habrás dado cuenta, nuestro trabajo continua hasta el día de hoy y, aunque ahora vivimos con muchas más comodidades, nuestra responsabilidad para con la gente comienza cuando nacemos y termina el último día de nuestras vidas.
Sé que es muy pronto, pero quería que conocieras el tipo de obligaciones que deberé atender en el futuro, porque estoy verdaderamente convencido de que te amo y me encantaría tenerte por siempre a mi lado. Por supuesto nada de esto es tu responsabilidad y no te obligaría a intervenir si no lo deseas, pero tener tu apoyo y comprensión sería esencial para mí.
- Albert, en todos estos días he podido observar el gran amor que tienes por los tuyos. Te vi trabajar incansablemente y arriesgar tu vida para salvar a una pequeña niña. También he visto como todos te quieren y te respetan por ser un hombre íntegro y generoso. Te amo, y si Dios lo permite me encantaría estar contigo y ayudarte en tus tareas.
- Mi amor, no sabes lo feliz que me haces. Te prometo que tratare por todos los medios de hacerte feliz – dijo tomándola entre sus brazos y besándola con vehemencia.
La relación de los rubios apenas comenzaba, pero Albert estaba más que convencido de que había encontrado a la mujer de su vida y quería estar seguro de no cometer los mismo errores del pasado…
Después del rompimiento con Karen, se había dado cuenta de que la trigueña no comprendía quienes eran como familia ni sus responsabilidades. Para ella, Albert era solo un millonario que podía satisfacer todos sus caprichos. El rubio no podía dejar de reconocer que tal vez él había tenido parte de la culpa, pues, en su afán de complacerla le había dado todo a manos llenas.
- Albert ¿Cómo está organizado el clan? – preguntó Candy con curiosidad.
- Nosotros somos los únicos descendientes directos del primer terrateniente, quien, por cierto, también se llamaba William. El cobraba rentas sobre el territorio y a cambio proveía seguridad y todo lo necesario para vivir. Todos los habitantes trabajaban y se las ingeniaban para obtener los recursos necesarios, pero él era el administrador y quien tenía la obligación de asegurarse de que todos obtuvieran su parte. Ahora ya no cobramos rentas, pero todos trabajamos de acuerdo con nuestras capacidades. Mi padre, es el administrador quien tiene que asegurarse de seguir produciendo y distribuyendo las ganancias.
- ¿Por qué tienen que jurarle lealtad y obediencia?
- Imagina, tratar de manejar una compañía de miles de personas donde cada uno decide si le apetece o no seguir las reglas… sería realmente imposible; por eso existe una clase de pacto que corre en dos sentidos…los miembros mostramos lealtad y obediencia y mi padre a cambio debe conducirse con absoluta honestidad e imparcialidad.
- ¿También tu tuviste que jurar?
- No hubo necesidad, esas cosas me vienen por nacimiento.
- ¿Significa que si tu padre decide enviarte a cualquier parte del mundo tendrías que ir?
- Si, por eso es tan importante para mí saber que estás dispuesta a estar conmigo donde quiera que me encuentre.
- Mi cielo estará en el azul de tus ojos.
- Te amo, preciosa… me gusta mucho pensar en nuestro futuro juntos. Pero, por ahora tenemos que acomodar todo para comer se hace tarde.
Albert abrió la parte de atrás de la camioneta donde tenía todo lo necesario para acampar… tienda de campaña, mantas calientitas, comida, etc.
- Wow, ¿a qué hora empacaste todo esto?
- En la mañana temprano.
- ¿Cómo puedes hacer tantas cosas? Parece que nunca duermes
- Mi amor ¿Quién puede dormir con una belleza como tu rondando mis pensamientos? – contestó el rubio mientras le robaba un tierno beso haciéndola sonreír.
- ¿Tienda de campaña?
- Créeme tal vez la necesitemos.
- Cuando todo estuvo listo, Albert pregunto al tiempo que le mostraba unos patines: ¿Se te antoja comer de una vez o hacemos un poco de hambre?
- ¡Patinemos, hace mucho que no lo hago! – dijo la rubia emocionada.
Con todo el lago para ellos comenzaron a dar unas cuantas vueltas, Candy sonreía feliz al sentir el viento contra su cara y después de unos minutos de carreras y juegos, comenzaron a patinar juntos tomados de la cintura, no hacían piruetas o grandes proezas, simplemente disfrutaban de la compañía. Albert se puso frente de ella y la tomó de la mano al tiempo que tarareaba una melodía invitándola a bailar; Candy sonrió y siguió el paso, pronto la pareja bailaba al compás de una romántica canción que el rubio le dedicaba al oído. Cuando terminó, le dijo: "Me encanta bailar contigo, tenerte entre mis brazos, sentirte cerca y disfrutar tu aroma es, sin duda, uno de mis más grandes placeres y algo que aparentemente no puedo ocultar"
- ¿A qué te refieres? – preguntaba la rubia mientras seguían patinando juntos.
- Después de que bailamos en el festival de otoño, Rosie me preguntó si me gustabas.
- ¿Qué le dijiste? – preguntó la rubia apenada.
- La verdad: que eres muy bella y que difícilmente habría alguien a quien no le gustaras incluyéndome a mí.
- Albert, ayer me dijiste que desde que me viste en el avión no habías dejado de pensar en mi… ¿quiere decir que rompiste con la señorita Kleiss por mi culpa?
- No mi amor, si te soy sincero, intenté por todos los medios enfocarme en mi relación con ella y dejar de pensar en ti. Sin embargo, ella y yo comenzamos a tener otra clase de problemas, aunque debo admitir que técnicamente, le fui infiel al dejarte entrar en mi corazón. No fue algo que yo buscara, simplemente un día abordé el avión y estabas ahí, con los ojos más bellos que había visto en mi vida y la mirada más triste…no sabes cuanto deseaba abrazarte y consolarte. Volviendo al tema de Karen, en realidad nos separamos porque no pudimos ponernos de acuerdo en la forma como queríamos vivir, así que no te sientas mal, creo que tarde o temprano hubiera pasado de todas maneras y que mejor ahora que no había una familia de por medio… Ven vamos a comer.
Después de deshacerse de los patines, Albert encendía el fuego y Candy se acercaba para ayudar, pero el rubio le dijo que ese día era su invitada y que él se encargaría de todo. Mientras comían, comenzaron a sentir ráfagas de viento frio al principio ligeras pero que se incrementaron con rapidez.
- Será mejor que entremos a la tienda – dijo el rubio mientras apagaba el fuego.
- Que cambio tan brusco – comentó Candy.
- Es una particularidad del lugar, creo que por eso no pudieron conquistar el castillo pues el ejercito inglés no estaba preparado para este tipo de cambios – contestó Albert dándole una cobija y agregó: esperemos que pase pronto.
La rubia se acurrucó junto a él y siguieron conversando hasta que la joven bostezó somnolienta, al parecer tanto patinar le estaba pasando la factura.
- ¿Tienes sueño?
- Un poco.
- Descansa – dijo acunándola en su pecho mientras le acariciaba el cabello
Candy durmió plácidamente junto al calor de su cuerpo y el delicioso aroma de su piel. Al poco rato, rubio también se relajó con el sonido del viento y se durmió pensando en cuan bueno sería poder dormir así todos los días. Después de un par de horas, el viento había cesado y los jóvenes despertaban revitalizados.
- Hola – saludaba Albert con esa voz suya tan cálida y sensual.
- Hola – contestaba Candy con una sonrisa.
- ¿Descansaste?
- Como nunca ¿y tú?
- También, ¿te dije que me encanta tenerte en mis brazos?
- Creo que sí
- Es verdad… te amo Candice White – le dijo buscado sus labios.
Los besos se volvieron apasionados a la velocidad de la luz. Candy, sentía por primera vez un calor en la entrepierna y la necesidad de sentir las caricias del rubio, por lo que, sin poder evitarlo, dejó escapar un suspiro y su cuerpo se arqueo sugerente. Albert, se apodero de su cuello con pasión mientras luchaba contra el imperante deseo de hacerla suya. Afortunadamente pudo controlarse, y después de tomar unos minutos para recuperar el aliento, le dijo mirándola con ojos llenos de amor y una sexy sonrisa: te amo preciosa, pero dijimos que nos portaríamos bien ¿no es así?
- La rubia asintió con una sonrisa tímida y él la abrazó dándole un beso en la frente.
Después de permanecer abrazados por unos momentos el rubio se puso de pie y dijo: Será mejor que nos vayamos pronto anochecerá.
Los jóvenes regresaron a tiempo para la cena, pero William y Priscila avisaron que llegarían de madrugada. Albert acompaño a Candy a su habitación y la despidió con un beso en la mejilla diciéndole que había disfrutado mucho el estar a su lado.
A partir de ese día los jóvenes disfrutaron al máximo la última semana de vacaciones… Cada mañana, Albert encontraba una forma diferente de demostrarle su amor a Candy, dejándole hermosos detalles en su balcón. Por la tarde, la rubia salía a su acostumbrado paseo, pero ya no leía el diario de su madre, sino que se encontraba con Albert y juntos hacían toda clase de cosas divertidas: pescaban, escalaban, patinaban, cantaban, leían…eran simplemente felices.
Un par de días antes de regresar, la señora Elroy recibió una llamada telefónica y en cuanto colgó, comenzó a quejarse de dolor en el pecho y falta de aire. Priscila rápidamente la atendió y fue trasladada al hospital donde confirmaron que había sufrido un preinfarto. Mas tarde, fue dada de alta con dieta, medicamentos y la recomendación de no estresarse.
De regreso en el castillo, la señora Elroy finalmente habló de lo que le había causado la descompensación. Había recibido llamada de Martita, su secretaria, para informarle que unos investigadores habían dejado en el colegio la notificación de una auditoria fiscal que comenzaría en breve, además de que la hija de la maestra Anita había llamado para notificar de su fallecimiento. La señora Elroy había sufrido un ataque de pánico, con auditoria, sin William, sin Karen y sin Anita no tenía idea de cómo podría sacar todo adelante.
Albert, escuchaba el relato preocupado, pues sabía lo que vendría después… muy a su pesar tendría que volver al colegio para cubrir las clases de matemáticas y ayudar a su tía con la auditoria. Estaba seguro de que la contabilidad y el pago de los impuestos estaban correctos, pero la anciana en esos momentos no estaba en condiciones de encargarse de ello. Ahora no solo no podría dejar de ser profesor de Candy, sino que tendría que pasar más tiempo en el colegio.
Esa tarde, los rubios hablaron y acordaron poner en pausa su reciente noviazgo, pues Albert no deseaba por nada del mundo dar pie a malas interpretaciones que pudieran causarles problemas en el futuro.
El lunes por la tarde, William entraba al salón de Candy y comenzaba aplicando un examen para identificar el nivel de conocimientos en el que se encontraba la clase. Mientras todas estaban absortas en los ejercicios, William observaba a su preciosa rubia; apenas llevaban un par de días sin verse y ya la extrañaba de sobremanera… deseaba tanto poder abrazarla.
Cuando la clase terminó y Candy entregó su examen, el rubio la miró con la misma indiferencia que a las demás, lo que hirió a la joven pues Albert siempre había sido muy cariñoso. En Escocia, el rubio no paraba de demostrarle su amor, con tiernas caricias, miradas cálidas y un sinfín de detalles; ahora, no solo ya no eran novios, sino que Evil Ardlay, había vuelto a aparecer…
Continuara…
Hola, espero que les haya gustado este capítulo, les mando gran abrazo… Cuídense mucho.
Con cariño
Laura Ardlay.
