Los personajes de Candy Candy no me pertenecen.

Capítulo 12

Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Terry se cruzó de brazos mirando con seriedad al William…

- Cuando Susy me lo dijo no quise creerlo – dijo el castaño con el tono voz a tono con su mirada.

- ¿Qué te dijo?

- Que habías abandonado a Karen por nuestra flamante señorita White.

- Eso no es cierto.

- ¿Estas negando lo que acabo de ver con mis propios ojos?

- No, pero no es la razón por la que Karen y yo rompimos. Hay muchas razones por las que terminamos y su costumbre de ventilar nuestros asuntos privados es una de ellas. Terry, te considero mi amigo y no voy a mentirte como tampoco voy a pedirte que hagas nada por mí, haz lo que tengas que hacer… ¿si quieres te acompaño? – dijo el rubio apagando la computadora.

- Hombre no te pongas así, vamos nos tomamos una copa y platicamos – decía el moreno mientras hacia una llamada en el celular…

- Susy, ¿Por qué no te adelantas a casa? William y yo iremos a tomar algo … por supuesto mi amor… te amo… Todo arreglado – dijo Terry al concluir la llamada sin darle oportunidad a William de negarse.

- Es día de San Valentín ¿no se supone que deberías llevar a cenar a Susy?

- ¿A estas horas? Olvídalo, los restaurantes están a reventar, además, ella quiere ir a cenar a The Fat Duck, pero hoy no hay reservaciones así que lo dejaremos para mañana.

De camino al estacionamiento se encontraron con Andrea y Martita y conversaron casualmente con ellas hasta que las acompañaron a su automóvil, luego abordaron la camioneta de William quien, mientras salía del estacionamiento le pregunto: "¿te parece si vamos mejor a mi casa?"

- Me parece bien, sirve de que la conozco.

De camino conversaron de cosas triviales, aunque se podía perfectamente percibir la tensión en el ambiente pues ninguno sabía cómo retomar el tema de Candy. Al llegar, después de recorrer la casa se instalaron en la terraza donde la barra estaba equipada con los mejores vinos nacionales e importados. Unos minutos más tarde y ya con una copa en la mano, Terry se decidió y le dijo:

- William, en verdad me sorprendiste. Desde siempre, tú has sido el más juicioso de todos… no entiendo qué es lo que está pasando. Dijiste que me consideras tu amigo y como tal, lo único que puedo decirte es que te estas metiendo en un gran problema y tú mejor que nadie sabe las consecuencias, ya te acusaron una vez y, de haber funcionado, hubieras perdido todo e incluso podrías haber ido a la cárcel ¿Acaso lo olvidaste?

- No, no lo he olvidado. Ni yo mismo sé cómo pasó, lo único que tengo perfectamente claro es que me enamoré de Candy como jamás lo había hecho.

- Hermano, entiendo que la señorita White es muy hermosa, tal vez la mujer más bella que he visto en mucho tiempo, y no solo yo, basta con ver como trae a la mitad del colegio, pero ¿vale la pena perder todo por un enamoramiento? No solo eres tú como persona, piensa en tu familia, la responsabilidad moral que tienen tu padre y tu tía.

- Todo eso que me estás diciendo, ya me lo dije una y mil veces. Esto no es de ahorita, estamos hablando de que la vi por primera vez en el vuelo de regreso de los Estados Unidos. Ya hice de todo, intenté que me odiara, me aferré a la relación con Karen, me fui de viaje, nada funciona; la llevo incrustada en el alma. Su presencia ha sido un hito en mi vida y por primera siento lo que es el amor.

No te voy a negar que quise y sigo queriendo a Karen, pero con ella las cosas fueron distintas, comenzamos como amigos y de una cosa pasamos a la otra, pero nunca sentí lo que era perderme en su mirada, estremecerme con su aroma o morir por un beso suyo. El amor de Candy se ha convertido en mi delirio y en una fuerza que me inspira a vivir con intensidad. Por mucho tiempo traté de cerrarle la puerta a este sentimiento, pero ahora estoy decidido a luchar por él, no contra él.

- Caray amigo, siempre pensé que tú y Karen eran la pareja perfecta, pero nunca imaginé que entre ustedes hubiera tantas carencias.

- Para serte sincero, yo tampoco. Te mentiría si te digo que los últimos años sufrimos porque no fue así, al contrario, creo que estábamos estacionados en una zona muy cómoda, pero cuando conocí a Candy me di cuenta de que a Karen y mi nos faltaba pasión y no estoy hablando de algo físico, estoy hablando de esa fuerza interior que nos mueve. Por ejemplo: la noche del festival de otoño, baile con las dos… si me preguntas ¿Quién más estaba en la pista mientras bailaba con Candy? no tengo ni idea, porque toda mi atención estaba en ella, en sentir su cercanía, perderme en su mirada, disfrutar su aroma, que sé yo. Fue algo tan evidente que Ross me preguntó si me gustaba Candy, Karen me reclamó y al parecer mi madre trató de disculparme, lo peor del caso es que yo ni siquiera me di cuenta, simplemente algo me atrapó en cuanto la tuve en mis brazos y todo lo demás desapareció. No necesito contarte lo que pasó cuando bailé con Karen, tú estabas ahí fue un momento realmente incomodo. Después de discutir con ella me pregunté ¿En qué momento habíamos perdido todas esas emociones que experimenté al bailar con Candy? La respuesta es que no las perdimos, porque nunca existieron. Aun así, estaba dispuesto a seguir adelante porque la tranquilidad que Karen me ofrecía era algo mucho más sensato que involucrarme con una alumna, pero al parecer la presión fue demasiada y comenzamos a decir lo que realmente pensábamos. En ese momento ya no hubo nada más que hacer…después de eso, decidí alejarme de todo y cuando regresé, me di cuenta de que mis sentimientos no habían cambiado, así que decidí no luchar más contra ellos.

- William, todo estaría perfecto, si no fuera porque eres su profesor y ella es menor de edad.

- Sé que es difícil de creer después de lo que viste, pero no estamos juntos. Es complicado… vivimos una semana maravillosa en Escocia y después, de regreso a la realidad. Acordamos esperar a que yo pueda dejar el colegio y ella cumpla la mayoría de edad, pero es difícil ¿Cómo podría creer que la amo si todo lo que ve de mi es al ogro que la trata con indiferencia? y yo, no sabes cuanto la extraño…

Comencé a escribirle, pero no como su novio sino como alguien que la quiere mucho. Sin embargo, la ambigüedad nos ha traído algunos malentendidos. Esta noche no planeamos encontrarnos, pero llegó a la oficina en el momento en que Andrea se despedía y pensó que había algo entre nosotros… no pude dejarla ir así, tenía que decirle que la amo, que para mí no hay nadie más.

- No pues sí, tienes que dejar el colegio cuanto antes.

- Estoy presionando a la tía Elroy lo más que puedo, pero ya sabes cómo es eso: él que tiene educación, no tiene experiencia, el que tiene experiencia no pasa la investigación y así sucesivamente.

- Debes tener cuidado, hay muchas cosas en juego, la más importante de todas: la vida de una hermosa joven.

- Lo sé, estoy tratando de hacer lo mejor que puedo y, aunque no lo creas, rezo porque todo salga bien.

- Amigo, te quiero y si estás decidido, yo no soy quien va a juzgarte. Sabes que cuentas conmigo y te deseo lo mejor.

- Gracias, yo también te quiero.

- Bueno, ya basta de sentimentalismos y dame de comer… me muero de hambre. ¿Qué tal uno de esos filetes a la parrilla?

- No se hable más, te toca la guarnición.

Al día siguiente, por la mañana…

- Amiga vine en cuanto me levanté porque muero de la curiosidad ¿Cómo te fue?

- Mas o menos, cuando llegué, la profesora McCain lo abrazaba y le daba un beso en la mejilla. No aguanté y le reclamé…

- y ¿qué te dijo?

- Me dijo que no podría amar a nadie más porque yo le había robado el corazón.

- ¡qué bueno amiga!

- Ni tanto, nos besamos y en eso llegó el profesor Granchester.

- ¡¿los vio?!

- Casi… estoy que me muero de los nervios.

- No te preocupes, son amigos no creo que los meta en problemas…

- Eso espero.

- Anda, arréglate para irnos a desayunar y luego a preparar todo para el picnic con las chicas.

Al mediodía, las cuatro jovenes salían con todo listo para un día de campo en el bosque aledaño al colegio.

- Está fresco, pero la pasaremos de maravilla – decía Eliza llevando algunas cobijas.

- Si, hace mucho que no vamos – contestaba Patty.

- ¡Candy! ¡Candy!

- Hola Stear, hola, Archie ¡Que lindo verlos!

- ¡Lo encontramos! Nos tomó toda la semana, pero lo hicimos.

- ¿Qué encontraron?

- Extiende la mano.

- ¡Es el corazón de mi pulsera!

- Patty me dijo que era muy especial para ti, así que inventé un detector de metales ultra poderoso. No te imaginas cuantas cosas hay tiradas, pero aquí lo tienes, ahora podrás mandarla a reparar.

- ¡Gracias, chicos son increíbles! – decía la rubia abrazándolos.

- De nada linda, fue un placer – ahora si me permites voy a besar a mi novia antes de que decida abandonarme por irse con ustedes – decía Stear acercándose a Patty.

- Ya vámonos, no querrás meternos en problemas… que se diviertan chicas – dijo Archie con un guiño.

- Gracias – dijo Candy guardando cuidadosamente el sobre de papel que le habían entregado con el dije.

Caminaron por el bosque hasta llegar a un claro donde había un pequeño lago.

- ¡Es precioso! ¿De quién es esa cabaña?

- Al parecer del antiguo guardabosques, pero no puede abrirse.

- ¿Por qué?

- La puerta está simulada, pero es parte de la pared… mira

- Que loco, ¿Quién haría algo así? Pero no está vacía, tiene que abrirse de algún modo – dijo la rubia asomándose por la ventana.

- Pues nadie ha podido encontrar la puerta.

- Vamos a acomodar las cosas, tengo hambre – decía Annie un poco malhumorada.

- Sé nota, cuando te pones así no hay ni quien te aguante – contestó Eliza extendiendo una de las mantas.

- Pues ya sabes que me da hambre temprano.

- Basta no peleen, venimos a celebrar el día de la amistad.

- Tiene razón Patty, mejor comamos y así Annie se sentirá mejor – dijo Candy sacando platos y vasos de una canasta.

- Dinos Patty ¿Qué te regaló Stear?

- Estos aretes.

- Están lindos, son diamantes amarillos ¿verdad?

- Si.

- y tu ¿Qué le regalaste?

- Cuando fui a Japón le compré un celular de última tecnología.

- Debe estar feliz.

- Si, al menos todavía no lo desbarata…

- y a ti Annie ¿Qué te mandó Daven?

- Nada, ni siquiera me habló.

- A lo mejor las costumbres en Suiza son diferentes – dijo Candy tratando de animarla.

- No lo creo, desde que regresé solo me ha hablado un par de veces, dice que tiene mucho trabajo, pero el otro día le hablé a su oficina y me dijeron que había tomado tres días libres.

- El amor a distancia es difícil… tal vez deberías buscarte un novio local.

- Claro, cuando todos dejen de babear por Candy. Tal vez ya deberías decidirte por uno, así los demás no estarían esperanzados a conquistarte ¿de verdad no te gusta nadie? Aquí hay chicos lindísimos y de muy buenas familias.

- Si me gusta alguien, pero apenas nos estamos conociendo.

- ¿Quién es?

- Se dice el pecado, pero no el pecador – dijo Eliza ayudando a Candy a evitar la respuesta.

Las jóvenes pasaron un día tranquilo, disfrutando de la naturaleza y de la libertad de estar solas pues la mayoría de los estudiantes normalmente rondaban alrededor del colegio. Por la tarde, el cielo rápidamente se oscureció y comenzó a llover, las jóvenes recogieron todo y empapadas, se refugiaron en el pequeño porche de la cabaña…

- Chicas, al parecer estamos juntas en la buenas y en las malas – dijo Eliza exprimiendo su larga cabellera rojiza.

- Como siempre – dijo Patty tratando en vano de limpiar los cristales de sus lentes y agregó: Ohh por poco y lo olvido, compré estas pulseras, el dije es el símbolo de la amistad. Candy a ti te compré solo el dije para que puedas agregarlo a la tuya.

- ¡Que buena idea! Hagamos una promesa de amistad – dijo Candy entusiasmada.

- ¡Siempre juntas! – dijo Eliza poniendo la mano en el centro.

- ¡Siempre juntas! – agregaron las otras tres uniendo las manos a la de la pelirroja y después se abrazaron felices.

- Shhh, el gnomo de la cabaña se puede despertar y sacarnos de porche a patadas – dijo Annie sonriendo.

- ¿Cuál gnomo? ¿No sería increíble que, en lugar de eso, un chico guapísimo abriera la puerta semidesnudo? – dijo Eliza.

- Eso solo pasa en las novelas, aquí con trabajos abriría el guardabosques – dijo Candy uniéndose a la broma.

- Al parecer ya paró de llover, vámonos muero por una ducha tibia – dijo Annie tomando una de las cestas.

Mientras caminaban Patty preguntó:

- Candy ¿pudiste saber algo de tu supuesto hermano o crees que Luisa lo inventó todo?

- Le llamé a mi padre, pero no me animé a preguntarle, me dijo que estaban en la sala de espera de la unidad de cuidados intensivos; al parecer el bebé está mal otra vez; después de bañarme le llamaré a la abuela para preguntarle. Para ser sincera, yo creo que Luisa lo inventó pues en el siguiente diario mi mamá no menciona nada de él…

Más tarde…

- ¿Abuelita? ¿Cómo estás?

- Hola mi niña, muy bien extrañándote mucho. ¿Cómo estás tú?

- Bien, aunque la semana pasada estuve recluida en el cuarto de castigo, peleé con Luisa y fue a dar al hospital.

- Hija, los problemas pueden solucionarse de muchas formas antes de llegar a los golpes. Eres una joven inteligente, no permitas que te arrastren a esos extremos.

- ¡Robó y destruyó uno de los diarios de mi madre! y lo peor es que apenas comenzaba a leerlo.

- ¡Qué barbaridad! Pero ¿Qué le pasa a esa chica? ¿Por qué te odia tanto?

- Tuvimos un problema al principio del semestre y luego su exnovio me pidió ir con él al baile.

- ¿y aceptaste?

- No, para ser sincera creo que solo quería darle celos, y yo fui la que pagó por eso.

- Hija, lo siento mucho.

- Yo también… abuelita, antes de destruir el diario Luisa leyó lo que mi madre escribió el día en que nací y dijo que tenía un hermanito llamado Robert ¿es cierto? ¿por qué nadie me habló de él?

Al otro lado de la línea solo reinó un profundo silencio…

- ¿Abuelita? ¿Me escuchas?

- Si, hija aquí estoy.

- Es verdad, tuviste un hermano gemelo al que nombraron Robert como tu padre, pero no me corresponde a mi hablarte de él ¿ya le llamaste a tu papá?

- Lo hice, pero el bebé está delicado, no quise importunarlo.

- Si, al parecer entra y sale del hospital constantemente… ¿sabes? También lo llamaron Robert.

- No lo sabía, las llamadas de papá son cada vez más cortas.

- En ese caso, te diré que haremos: buscaré un boleto de avión e iré a visitarte lo antes posible, te prometo platicarte todo en persona ¿Qué te parece?

- ¡Fantástico! ¡Te amo! Eres la mejor abuela del mundo.

- y yo a ti mi niña… nos vemos pronto y la próxima vez, trata de no pegarles tan duro; ya me imagino la sarta de quejas que me dará Elroy de ti.

- Prometido…

- Cuídate, te amo, hasta luego.

El lunes como de costumbre Candy encontró una carta de Albert que decía:

"Querida Candy:

Imagino que estarás preocupada… todo está bien; mi amigo está preocupado y con razón. Sé que las cosas no son fáciles, por favor confía en mí.

Con cariño,

A.A."

Entre los rubios, el intercambio de hojas aparentemente en blanco continuó, dándoles la oportunidad de conocerse en forma íntima y profunda evitando las palabras de amor y las demostraciones físicas para no ofender a quien pudiera enterarse de que se comunicaban.

La última semana del mes se aproximaba y con ella el día de salida… En su oficina, William observaba pensativo las líneas que hacía aparecer una y otra vez colocando el papel junto a la luz de la lampara de escritorio:

"Querido Albert:

Tengo tantas cosas que contarte y pocas ganas de escribirlas, deseo de corazón poder platicar en persona ¿acaso tendrás un poco de tiempo para mí?

Candy, la tacaña"

Resignado, tomó la pluma estilográfica y sumergiéndola en el líquido verdoso escribió:

"Querida Candy:

Siempre tendré tiempo para ti, lo que no tengo, es el derecho de privarte de tu día de salida. Estoy seguro de que hay muchos lugares que te gustaría visitar y cosas interesantes que hacer, sin embargo, me temo que no soy la mejor compañía, para una joven tan linda como tú.

A.A."

William se enfrentaba nuevamente al dilema de si invitarla a salir o no, por supuesto el también moría de ganas de verla, pero decidió ser fuerte y no arriesgarse. Al siguiente día, la respuesta de Candy solo decía:

"Entiendo, discúlpame"

Esas dos palabras pesaron más en el corazón del rubio que cualquier reclamo que hubiera podido hacerle y lo que más le dolió, fue ver dos círculos donde el papel se corrugaba ligeramente…

- Lágrimas, finalmente has terminado por hacerla llorar – pensó; luego tomó una hoja de papel y escribió: "sábado al mediodía en la cabaña del bosque"

Era miércoles cuando la rubia recibió la nota y no cabía de la emoción, larga se le hacía la semana para que llegara el tan ansiado día de poder estar a solas con él…

- Candy ¿qué pasó en la clase de arte dramático? Recuerdo que ibas muy bien y de repente la profesora Marlo decidió sacarte casi por completo de la obra.

- No lo sé, al paso que voy, terminaré siendo árbol 3 o peor aún tal vez me toque limpiar los disfraces. Lo bueno es que Annie tomó mi papel, lo hemos practicado juntas y es muy buena, pero en este momento nada de eso me importa… ¡me contestó, nos veremos este sábado! – dijo bajando la voz.

- ¡Wow! - Gritó Eliza abrazándola a medio pasillo…

- Señorita Leagan, le sugiero que cuide sus modales – la regaño la maestra Margaret.

- Lo siento – contestó para después mirar a Candy e imitar un grito silencioso.

- pero ¿no es este sábado cuando vendrá tu abuela?

- No, es el próximo. Me dijo que ya ha solicitado una licencia especial, para que me dejen salir.

- Muy bien, pero primero lo primero, este sábado tienes que verte espectacular… ¿Irán a algún lado en especial?

- No lo sé…

- Bueno, bueno ya me contarás el próximo lunes.

- ¿De que hablan? – preguntó Annie.

- Candy saldrá este fin de semana con su pretendiente.

- ¿Qué bueno? ¿A dónde irán?

- No lo sé todavía.

- Veo que ya repararon tu pulsera.

- Si quedó como nueva, también le pusieron el dije que nos dio Patty, miren…

- Se ve muy bien…

El sábado por la mañana, Eliza peinó y maquilló a Candy muy temprano y se despidió pues iría a su casa y después con Brian a casa de sus padres. La rubia no cabía de la emoción, le parecía que las horas eran mucho más largas de lo normal, intentaba leer, escuchar música, mirar las redes sociales, pero la sensación de vacío en el estómago no desaparecía con nada. Finalmente, a las once cuarenta, salió de su dormitorio con unos sencillos jeans, botas largas y un suéter; caminó a la orilla del colegio y después de cerciorarse de que nadie la miraba se perfiló super emocionada hacia el bosque. Al llegar al claro, vio la cabaña desierta y se acercó pensando si habría leído correctamente el mensaje; miró alrededor y al no ver a nadie estaba a punto de regresar cuando escucho de detrás de la cabaña la dulce voz de Albert que decía: "Hola Candy"

- "Albert, pensé que me había equivocado de lugar" – dijo corriendo a abrazarlo.

- Ven, vamos adentro.

- Pero, las chicas dijeron que no tiene puerta…

- Claro que la tiene – contestó conduciéndola a la parte trasera del inmueble donde se agacho y jaló un par de ganchos ocultos debajo del tronco más cercano al piso, entonces la pared trasera se abrió permitiéndoles la entrada.

- ¿Cómo supiste como abrirla?

- Fácil, la cabaña es mía.

- Llegué al colegio, mucho más joven que los demás. Siempre me ha gustado estar con mi familia, y como era tan solo un crio, extrañaba de sobremanera mi vida en Escocia, por lo que frecuentemente me escapaba para regresar. Sabiendo que me regañarían, no llegaba a casa sino a la cabaña que mi padre me había hecho construir.

- Cansados de tantos exabruptos, mis padres junto con el director de entonces decidieron hacer algo para que me sintiera como en casa y recrearon la cabaña del bosque, de modo que en lugar de viajar tanto para llegar a aquel bosque vendría a este…

- ¿Funcionó?

- Si, aquí podía estar en medio de la naturaleza y tener algunas cosas personales que hacían más llevadera mi estancia en este lugar – dijo mientras la rubia miraba alrededor.

- En verdad, es muy parecida a tu cabaña ¿por qué no me di cuenta antes?

- Cuando fuimos, estaba completamente cubierta de nieve, tal vez por eso no la reconociste.

La rubia caminó y acarició delicadamente unas letras talladas en la madera de una de las paredes que decían: "Albert" y en seguida aparecía la palabra "Terry"

- Terry siempre ha sido mi amigo, juntos pasamos interminables y divertidas horas en este lugar que era nuestro refugio. Solo él, yo y por supuesto mi familia, conocíamos la forma de entrar hasta hoy, que decidí compartirla con la mujer de mi vida. Ven, vamos a comer…

- ¡¿Cocinaste?!

- No está vez, en realidad no hay mucho que se pueda hacer aquí adentro. Terry y yo usualmente nos escabullíamos en la cocina y robábamos la comida… tranquila, esta vez no la robé, la ordené en un excelente restaurante – dijo esbozando su hermosa y sensual sonrisa.

- Albert, ¿en realidad no tuviste problemas con el profesor Granchester?

- Tuvimos una larga conversación… él y yo siempre hemos sido honestos el uno con el otro y, por supuesto que me expresó su desacuerdo y preocupación.

- ¿Qué le dijiste?

- La verdad, que te amo y que espero que todo esto pronto se solucione para bien. Al final, me entendió, solo me pidió que te cuidara.

- ¿A mí?

- Claro, eres una niña preciosa y no mereces que ni yo ni nadie te haga daño.

- Desde ese día no puedo mirarlo a los ojos, me da muchísima pena.

- Eso es precisamente lo que no debe de pasar… Candy, nuestro amor no debería de ser motivo de vergüenza, sin embargo, las circunstancias nos hacen culpables de un delito que muchos juzgarían imperdonable. No quiero que te sientas así y por lo mismo he tratado de no propiciar ese tipo de situaciones. Si por mi fuera, te llevaría orgulloso a todas partes, pero por ahora no quiero que te estigmaticen como alguien inmoral y tampoco quiero estarte escondiendo, no lo mereces.

- ¿Por eso no querías que nos viéramos el día de hoy?

- Así es, pero no pude resistir tus lagrimas…

- ¿Cómo supiste que…?

- Estaban en el papel.

- Lo siento…

- Perdóname tu a mí; también quiero estar junto a ti, solo estoy tratando de hacer lo mejor para nosotros, pero ya no hablemos de eso, mejor cuéntame ¿Cómo va todo?

- Bien, mi abuela vendrá a visitarme la semana que entra, para hablarme de mi hermano gemelo.

- Me parece muy bien, no creo que sea un secreto puesto que ella sabía lo que estaba escrito en el diario, tal vez sea algo doloroso y por eso prefiere venir en persona,

- Pienso lo mismo. Mmm, de verdad la comida está deliciosa.

- Está mejor cuando te la sirven recién hecha, un día te llevaré a ese y muchos otros lugares. A propósito, la semana que entra tal vez no pueda regresar a tiempo para dar clases, así que creo que tú y tus amigas tendrán tiempo para relajarse.

- Claro, con los millones de ejercicios que dejas de tarea.

- ¿Se está quejando señorita White? – preguntó utilizando el inconfundible tomo autocrático de William.

- Aún no sé cómo le haces para que te salga tan bien, creo que deberías ser actor profesional…

- Es fácil, excepto cuando me miro en tus bellos ojos – contestó el rubio entrelazando azul y verde con intensidad. Después sonrió de lado y desvió la mirada evitando ceder a la tentación de besarla.

- ¿A dónde irás?

- Singapur, nos encontraremos allá con Vincent para ver algunos asuntos de la naviera. Usualmente solo viajo al resto de Europa, puesto que tengo que ir y venir en tres días, pero este asunto no puede esperar.

- Debes de conocer todo el mundo.

- He viajado bastante, pero me atrevería a decir que desde hace poco comencé a redescubrir sus maravillas.

- Me encantaría ir contigo.

- Algún día lo haremos. Es más, ¿por qué no ahora mismo? Cierra los ojos, te describiré un lugar, imagínalo y luego me dices a donde fuimos.

- Esta bien – dijo la rubia cerrando los ojos con una sonrisa.

- Estamos en un lugar lleno de luz, vibrante, esplendoroso, pero también bohemio y mítico donde se conjugan, el arte, la gastronomía y los sentimientos. Desde las alturas puedes observar los grandes monumentos y la pequeñas callejuelas del barrio latino; el aroma de sus calles evoca charlas interminables, en uno de sus muchos cafés…

- ¡Es Paris! – dijo la rubia emocionada.

- ¿Cómo supiste? – preguntó sonriendo.

- Bueno, Paris es la ciudad de la luz, también es reconocida por sus grandes museos y por la Torre Eiffel, pero la pista más clara de todas fueron los incontables cafés.

- Muy bien, ¿quieres intentarlo nuevamente?

- Por supuesto…

- Esta vez iremos un poco más lejos, el lugar es semi desierto, se pueden observar grandes pastizales de color dorado, el clima es caluroso y los árboles pequeños. Al fondo se puede apreciar un enorme volcán nevado, también podemos observar algunas manadas de cebras, caballos, gacelas y jirafas.

- Parece algún lugar de África, pero no logro identificar cual…

- Tanzania.

- Jamás lo hubiera adivinado. Me encantaría conocer.

- Cuando estemos juntos te llevaré a todas partes conmigo.

- Eso si te deja mi papá.

- No tendremos que pedir permiso, porque serás mi esposa.

- Albert…

- Si, preciosa. Algún día nos casaremos y nos reiremos de todo esto. Te amo – dijo cediendo finalmente al deseo de besarla que lo había asaltado toda la tarde. Al principio, las caricias eran lentas y llenas de ternura, pero rápidamente se intensificaron hasta dejarlos sin aire. El rubio recargo su frente junto a la de la joven y con la voz entrecortada le dijo: "se hace tarde, será mejor que nos vayamos."

La acompaño a través del bosque y, justo antes de abandonar la densa arboleda, la abrazó y ella le dijo: "Si no llegas la próxima semana, voy a extrañar tu voz regañona"

- Yo voy a extrañar todo de ti – le contestó con dulzura dándole un pequeño beso. Luego se asomó para asegurarse de que no hubiera nadie que pudiera verla y le dijo con una sonrisa: "no hay nadie, cuídate y pórtate bien"

- Seré un ángel – contestó con una hermosa sonrisa mientras se alejaba…

- ¡ya lo eres! – susurro el rubio con un suspiro.

De camino al estacionamiento, el rubio pensó: Dios mío, cuanto la amo, por favor concédeme la gracia de poder llamarla algún día mi esposa.

Los días pasaron y el siguiente fin de semana llegó. Candy esperaba la llegada de su abuela, pero se hacía tarde y no había noticias de ella…

- Ya Candy, tranquilízate, de seguro se retrasó el vuelo.

- Tal vez, pero le llamo a su celular y no contesta.

- Quizás venga de camino, ya sabes… los teléfonos en modo avión, los tramites y todo eso – dijo Annie

- Tienen razón – dijo la rubia dejando el celular en su mesita de noche.

En eso llamaron a la puerta y cuando la rubia abrió, se encontró con la señora Elroy quien tenía el rostro visiblemente desencajado.

- Señoritas, vayan ahora mismo a sus habitaciones – dijo la anciana mientras entraba en el cuarto de la rubia; todas obedecieron y finalmente la mujer miró a Candy con los ojos humedecidos y le dijo: "Candice, tienes que preparar tu maleta salimos cuanto antes a los Estados Unidos"

- ¿Por qué? ¿Qué sucede, señora Elroy?

- El automóvil en el Madeleine se dirigía al aeropuerto sufrió un accidente y desafortunadamente ella…

- ¡No! ¡No es cierto! ¡Mi abuelita no puede estar muerta!, por favor dígame que no es verdad – suplicó la rubia en medio de un inmenso dolor

- Lo lamento – dijo la anciana, intentando abrazarla, pero la rubia se alejó y salió corriendo al tiempo que decía: "debe haber un error"

La rubia corrió con todas sus fuerzas hasta abandonar los terrenos del colegio e internarse en el bosque. Con los ojos nublados por las lágrimas, no pudo ver la raíz de un árbol y tropezó cayendo estrepitosamente al piso donde se abandonó por completo al llanto y la desesperación, hasta perder la conciencia. Cuando, despertó observó la brillante luz de una lampará y Patty se acercó rápidamente para preguntarle: "Candy ¿Cómo te sientes?"

- Me duele mucho la cabeza ¿Dónde estoy?

- En la enfermería, llevas aquí dos días…

- ¡Mi abuelita! ¿Dónde está mi abuelita?

- Patty, la miró y con lágrimas en los ojos negó con la cabeza.

- ¡Esto tiene que ser una pesadilla! – dijo la rubia tomándose la cabeza con ambas manos.

- Tranquila, llamaré a la enfermera, has tenido fiebre todo este tiempo.

El doctor, le recetó un medicamento para calmar los nervios y finalmente el miércoles pudo salir junto con la señora Elroy rumbo a Nueva York. Al llegar fueron recibidas por el señor White, quien parecía haber envejecido diez años. Después de llevarlas a la residencia para que se instalaran, les indicó que los servicios funerarios se llevarían a cabo el sábado por la mañana, ya que los trámites para trasladar los restos desde Sudáfrica se habían retrasado. La rubia vivió el resto de la semana como en un mundo surreal, la casa, las personas, todo le parecía ajeno.

Durante el funeral, el recinto estaba completamente lleno; la señora Madeleine era una persona muy querida tanto en Nueva York como en muchas otras partes de la unión americana, su carácter alegre y su altruismo le habían ganado incontables amistades en todos los ámbitos. Cuando la hora de visita terminó, Candy se quedó sentada junto al féretro mirando la expresión tranquila de su abuela, no había nadie más excepto el señor White quien se sentó junto a ella la abrazó pasándole el brazo sobre los hombros y le dijo:

- Mi madre me llamó para decirme que iría a verte… me dijo que querías saber acerca de tu hermano. Él, murió a los pocos días de nacido por mi culpa. Yo estaba por terminar una de las colecciones de arte más grandes hasta ese momento, estaba entusiasmado y quería terminarla lo antes posible. Un día, tu madre me dijo que algo no andaba bien con el pequeño Robert, había llorado toda la noche, tenía el vientre abultado y no quería comer; lo llevamos con el pediatra y nos dijo que posiblemente tu comieras demasiado y no le dejabas suficiente leche, que tratáramos de darle fórmula para que se llenara. A los pocos días, el pequeño continuaba llorando y tu madre me suplicó que lo lleváramos nuevamente con el doctor, pero yo tenía una cita para llevar a cabo una transacción muy valiosa, por lo que le dije que lo haríamos en cuanto volviera… regresé al mediodía satisfecho de haber completado la colección y tu hermanito, quien usualmente era tranquilo, se desmorecía en llanto; lo llevamos al hospital y los médicos diagnosticaron que los conductos que transportan la orina a los riñones estaban enroscados en una especie de espiral impidiendo que los riñones hicieran su función normal, para entonces el líquido y los desechos nocivos acumulados en su pequeño cuerpo eran demasiados y no pudieron salvarlo. Es cierto que el pediatra se equivocó al juzgar los síntomas a la ligera, pero yo sé que de haberlo llevado antes al hospital hubieran podido salvarlo…

Tu madre, como toda una santa, trató de disculpar mi egoísmo, pero yo sabía que había sido mi culpa y ella, sabiendo como me sentía, dejó de hablar por completo del asunto. Creo que con el tiempo enfermó y murió de tristeza – dijo rompiendo en llanto y cuando pudo recomponerse continuo:

Hija, sé que te he tenido abandonada todo este tiempo, en verdad lo lamento. Durante todos estos años, he cargado este sentimiento de culpa, lloré pidiéndole a Dios poder regresar el tiempo para hacer las cosas de manera diferente, pero no solo no pude salvar a tu hermano, sino que además perdimos a tu madre.

Sé que mi boda con Sally fue muy repentina y que te tomó desprevenida, para serte sincero, yo también tenía mis dudas, pero no podía dejar desamparado a mi hijo, Por ahora, tu hermanito está realmente enfermo y quiero estar a su lado y hacer todo lo posible por salvarle la vida, no podría vivir con un peso más en mi conciencia…sé que tú también me necesitas, pero eres una jovencita sana y de buen corazón a quien todo el mundo ama fácilmente. Tu madre hizo un magnífico trabajo educándote y sé que por ahora no me necesitas tanto como él… Te amo y estoy muy orgulloso de ti, espero que algún día puedas perdonarme…

Padre e hija se abrazaron y lloraron hasta que no les quedaron más lagrimas por derramar, entonces la joven se aclaró la garganta y le dijo: "No te preocupes, por mí, yo estaré bien… te quiero"

En Inglaterra, Albert regresaba de Singapur para encontrarse con la noticia del fallecimiento de la señora Madeleine. Desesperado por saber cómo se encontraba Candy, decidió hacer algo que nunca había hecho y le llamó al celular. La joven se encontraba en su habitación cuando recibió la llamada y al escuchar su voz, no pudo evitar que los sentimientos se le agolparan ahogándole las palabras… Al otro lado de la línea, un agobiado Albert solo podía escuchar los sollozos que le traspasaban el alma… daría lo que fuera por poder estar a su lado. Como pudo, trató de consolarla con palabras dulces y cariñosas, poco a poco la joven se tranquilizó hasta que por fin pudo pronunciar: gracias, te amo… regresaré en un par de días.

La señora Elroy, había tenido que regresar a Inglaterra inmediatamente después del funeral pues la auditoria a los estados financieros había comenzado en esos días. William comenzó a trabajar todos los días en el colegio para proporcionar a detalle la información solicitada pues la auditora a cargo era extremadamente exigente y quería respuestas hasta por el más mínimo detalle.

Después de unos días en Nueva York, Candy regresó al colegio un miércoles y trató de acoplarse nuevamente a las clases y actividades. El sábado por la mañana, varias personas entre profesores y auditores se preparaban para hacer inventario físico de los bienes del colegio, pues en lugar de tomar muestras aleatorias, la auditora quería un inventario general donde hasta la más mínima cosa tenía que ser contada.

Como a las once de la mañana, llamaron a la puerta de la habitación de Candy, era Eliza quien después de saludar dijo:

- ¡Que fastidio! – El profesor Ardlay, junto con unas viejas con cara de pocos amigos nos pidieron que saliéramos para hacer inventario, de seguro no tardan en llegar aquí también ¿me das posada?

- Claro pasa.

- ¿Cómo te sientes?

- Mejor, ya he dejado las pastillas para dormir.

- Bueno, pero no vamos a comenzar de nuevo a hablar de cosas tristes; mira te enseñaré las fotos que nos tomamos Brian y yo en la playa el día que fuimos a su casa – dijo mostrándole el celular mientras recorría las fotografías con el dedo índice.

De repente la rubia pudo ver unas fotos en las que la pelirroja aparecía desnuda en posiciones muy sexys…

- Eliza ¿y esas fotos?

- Ohh, lo siento, no debiste de verlas. Es un juego que tenemos Brian y yo, el me manda una suya y yo le mando una mía.

- Pero Eliza ¿Cómo es que se atrevió a pedirte algo así?

- Ay Candy no seas dramática, pareces mi mamá. Ya te dije que solo nos estábamos divirtiendo…

- Vaya formas de divertirse.

- Candy, Brian es un hombre y como a todos le gusta el sexo. Además, no tienes por que juzgarme, yo no te dije nada cuando decidiste involucrarte con ya sabes quién, tarde que temprano él también te pedirá algo así.

- No, jamás haría algo así.

- Claro, se me olvidaba que ustedes viven en su mundo de cartitas y burbujas de amor, pero es un hombre, tarde que temprano se va a cansar de jugar al príncipe y o te lo va a pedir o se va a ir a buscar una menos santurrona que tú. ¿Sabes qué? Mejor me voy, no necesito tu aprobación para hacer las cosas – dijo Eliza furiosa.

Media hora más tarde William llegaba con las auditoras a la habitación de Candy…

- Buenos días, Señorita White, estoy seguro de que le informaron sobre el inventario ¿nos permite pasar?

- Por supuesto, pasen por favor – contestó la rubia apartándose de la puerta.

Las mujeres se comenzaron de inmediato a trabajar comparando el mobiliario de la habitación contra un listado que tenían. La puerta estaba abierta y los rubios se quedaron parados a un lado...

- William, quien no había tenido la oportunidad de ver a Candy desde su regreso, susurró: ¿Cómo estás?

- Necesito verte – fue la respuesta de la rubia.

- Después de pensarlo rápidamente, el rubio asintió y le dijo: esta noche a las 10:00 en el mismo lugar.

Después de eso, se quedaron parados en silencio sin darse cuenta de que alguien en el pasillo los había escuchado.

Sin poder identificar la voz de quien hablaba con la rubia, la persona pasó por en frente de la habitación, pero solo pudo ver a las dos mujeres trabajando.

Candy pasó el resto del día sintiéndose más sola que nunca, sin su abuela, con su padre ocupado con el bebé y Eliza enojada con ella, no le quedaba nadie a quien acudir.

Estaba previsto que el inventario terminara tarde, por lo que William se ofreció a llevar a la señora Elroy a su casa para que no manejara de noche. A las 9:45 el rubio junto con su tía y los contadores, se hallaban reunidos discutiendo una por una las diferencias encontradas. El joven se disculpó argumentando que tenía que hacer algunas llamadas y salió para dirigirse su cita con Candy. De camino se encontró con Terry, quien, como todos los demás, esperaba que todo se resolviera y pudieran finalmente regresar a sus casas. El rubio lo llevó a un lugar apartado y le dijo:

- Terry necesito pedirte un favor, tengo que ausentarme por un momento. No creo que pase, pero si la junta termina por favor distrae a la tía Elroy, regresare lo más pronto que pueda.

- pero ¿A dónde vas con tanta urgencia? – preguntó el castaño, quien al mirarlo a los ojos supo de inmediato de que se trataba…

- No, no, no, no. Es un suicidio.

- Por favor, tengo que verla… saber cómo está.

- Es una locura.

- Ya todos están en sus habitaciones, nos encontraremos en la cabaña del bosque. Estoy muy preocupado por ella…

- Esta bien, diez minutos no más.

- Gracias eres un gran amigo,

William salió a toda prisa, mientras Candy abandonaba su habitación por el balcón. Casi al mismo tiempo, Eliza se escudriñaba por el pasillo abandonado el dormitorio de manera sigilosa. La rubia tomó el sendero del bosque sin darse cuenta de que alguien la seguía a cierta distancia. La noche era oscura por lo que, al internarse en el bosque, tuvo que utilizar la linterna de su celular para encontrar el camino.

Al llegar, vio que la cabaña estaba iluminada con una pequeña y tenue luz, dejando la mayoría del lugar en penumbras, las cortinas estaban cerradas para evitar que alguien pudiera ver la iluminación de las ventanas. Después de acostumbrarse a la iluminación, vio la silueta perfecta del hombre al que amaba y corriendo se refugio en sus brazos. El rubio colocó su frente junto a la de ella y le preguntó ¿Cómo estás?

En ese momento, la persona que seguía a la rubia miraba en todas direcciones frustrada por haberle perdido el rastro, estaba a punto de regresar cuando, pudo percibir un hilo de luz que se escapaba por el borde de una de las cortinas de la cabaña.

Mientras tanto, la junta con los auditores terminaba y todas las personas eran enviadas a su casa.

- Terruce ¿has visto a William? – preguntaba la señora Elroy, preocupada.

- Dijo que iría a hacer unas llamadas, pero aprovechando la oportunidad, me gustaría hablar con usted de algunas ideas que tengo para modificar el plan de estudios, creo que serán muy benéficas para la institución – dijo el castaño arrastrando a Susana con él al interior de la oficina y comenzando una disertación completa de los métodos de estudio del colegio y las ventajas de las nuevas tecnologías.

En la cabaña, Candy buscaba los besos de Albert quien la aceptaba con ternura. Para su sorpresa, la rubia profundizó los besos aventurándose a explorar sin reservas aquellos labios tan deliciosos y él respondió a tono, transformándolos en caricias llenas de pasión y deseo. De repente, el rubio se estremeció al sentir sobre su pecho las suaves y delicadas manos de la joven que se habían adentrado por debajo de su playera para acariciarlo. A punto de perder la razón, el joven se separó y la llamó un poco confundido, pero la rubia no se detuvo y sobre sus labios murmuro: "Ámame mi amor"

Albert no podía contenerse ante la enorme pasión que la rubia despertaba en él, su cuerpo vibraba consumido por el deseo mientras su mente luchaba inútilmente por procesar lo que estaba sucediendo. En ese momento sus manos, se deslizaron por debajo de la ropa de la joven para encontrarse con la tersa piel de su espalda y no pudo más, por lo que cerró los ojos perdiéndose en un abismo de placer.

Afuera, unos ojos se esforzaban por descubrir que estaba pasando al interior y cuando por fin se dio cuenta, trató de utilizar el celular, pero no tenía señal y la batería estaba a punto de agotarse, por lo que corrió inmediatamente de regreso al colegio.

Unos minutos más tarde, la señora Elroy y Susana aun escuchaban a Terry incapaces de detener su monologo, cuando la anciana recibió un mensaje en su celular y lo leyó distraídamente. De inmediato se tensó y se puso de pie diciendo: ¡William! ¿Dónde está William? Necesito verlo ahora mismo.

- Terry, al verla tan alterada le dijo: Tranquilícese señora iré a buscarlo.

- ¡Apártate Terruce! – sentenció la anciana al tiempo que salía del lugar.

Susana y Terry se miraron desconcertados y la siguieron mientras ella se dirigía directamente hacia el bosque.

Continuara…