Los personajes de Candy Candy no me pertenecen.
Capítulo 13.
Susana y Terry se miraron desconcertados y la siguieron mientras ella se dirigía directamente hacia el bosque.
De camino se cruzó con Olga Weiss la auditora en jefe y socia del despacho de contadores que llevaba a cabo la revisión.
- Señora Elroy…
- Olga, pensé que ya se habían retirado – dijo la señora Elroy ansiosa por seguir su camino, pero mostrando un gran autocontrol.
- Me quedé un poco más a revisar los reportes que me entregaron los otros contadores. De hecho, fui a buscar a su sobrino a su oficina, pero no lo encontré. Me gustaría concertar una cita con él, para revisar los resultados del inventario.
- ¿Acaso no es justo lo que acabamos de hacer?
- Eh, bueno sí, pero como salió de la junta y no regresó, pensé que querría repasar los últimos detalles sobre el mobiliario no localizado.
- No te preocupes, es una lista muy corta estoy segura de que Martita o alguno de los demás maestros se puede encargar…Sinceramente, no creo William se encuentre en el colegio; en sábado y a estas horas, de seguro ya se fue con la novia.
- No sabía que tuviera novia… me dijeron que había terminado con Karen – comentó la mujer tratando de ocultar la decepción.
- Querida, ¿te imaginas a un hombre como William solo y más ahora que ya se corrió la voz en todo el Reino Unido de que él y Karen terminaron? Que va…ahorita le sobra para donde irse. Aunque por ahí dicen las malas lenguas que ya comenzó a salir con otra muchacha y que al parecer está muy enamorado, y pues yo creo que sí, ya viste que hasta nos dejó a media junta. Bueno, no te detengo, que descanses, el lunes tendremos la información que hace falta. Buenas noches…
- Buenas noches, dijo la mujer resignada.
Terry y Susana se miraron sorprendidos de la forma en que la señora Elroy se había encargado de dejarle bien en claro a Olga que William no estaba ni estaría disponible para nada con ella. Definitivamente la anciana no se andaba por las ramas, se había dado cuenta de que la exigencia de la auditora no era otra cosa más que su intención de llamar la atención su sobrino y no estaba para esos jueguitos.
Mientras tanto en la cabaña…
Albert se debatía entre la gloria y el infierno luchando contra las ansias de dejarse llevar por el placer y hacerle el amor a Candy quien lo exhortaba con besos cada vez más atrevidos y le imploraba con sus caricias. Físicamente no había nada que hacer; sus cuerpos se reconocían y embonaban a la perfección haciendo gala de una química perfecta que amenazaba consumirlos en una ardiente pasión. Sin embargo, los años de formación y sobre todo el ejemplo de sus padres, lo habían convertido en un hombre recto cuya conciencia, aunada al gran amor que sentía por la rubia equiparaban la situación impidiéndole ir más allá de sentir la delicada piel de su espalda.
Había pasado unos minutos en medio de aquella colosal lucha interna, cuando el rubio saco fuerzas de flaqueza y se separó de ella dándole la espalda mientras obligaba a su cuerpo a retroceder; jamás había experimentado el deseo con tanta intensidad y se sentía desconcertado. Era realmente una locura como el simple contacto de aquellas suaves y delicadas manos sobre su piel lo habían llevado en un instante al límite de la cordura. Definitivamente, la rubia era dueña de su corazón, de su alma y de todos sus delirios.
Candy por su parte, se encontraba confundida, desconcertada y avergonzada. Sin duda, ella también había percibido aquella poderosa energía que atraía sus cuerpos como imanes de sensualidad, pero la repentina separación del Albert, la hacía sentirse terriblemente apenada por la forma en que se había comportado. En otras circunstancias jamás lo hubiera hecho, pero tenía tanta tristeza y soledad que necesitaba desesperadamente sentirse amada y había canalizado su aflicción de la forma más inesperada quizas influenciada por las palabras de Eliza acerca de que los hombres se iban a buscar el placer si no se los proporcionaban. Lo peor para ella era mirarlo de espaldas con la cabeza baja y los ojos cerrados, pues pensaba que tal vez estaba decepcionado y nunca más querría volver a verla. Toda su tristeza afloraba a través de sus ojos en forma de silenciosas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas sin cesar.
Cuando el rubio giró para mirarla, en sus ojos no había decepción o enfado como ella esperaba, al contrario, su mirada era dócil y amorosa, aunque un poco apenada y con aquella voz dulce que ella tanto adoraba, le dijo: "No llores preciosa, por favor perdóname"
- Oh Albert, perdóname tu a mí, no debí… – dijo ella lanzándose a sus brazos en medio de incontrolables sollozos. Él la recibió consoladoramente y sus almas se enlazaron conjugando el gran amor que se tenían. Unos minutos después, se separó para mirarla a los ojos con los pulgares limpio sus lágrimas y le dijo: "Por favor, ya no llores en realidad no pasó nada, solo nos besamos eso fue todo"
- Debes de pensar que…
- Que te amo, que eres la mujer más hermosa, tierna y sincera que he conocido; que he tratado por todos los medios de alejarme, pero mi corazón y mi alma siempre encuentran el camino que conduce a ti. Te amo y te amaré siempre, por favor no lo dudes.
Eres lo más importante para mí y lo que más deseo es verte feliz. Sé que estos momentos son muy difíciles para ti, daría mi vida por poder evitarte tanto dolor, pero también sé que tu corazón es fuerte y que tiene muchas cosas que dar, cosas que tu madre y tu abuela sembraron en él para que tuvieras una vida plena. No dejes que todo su cariño y su amor sucumban ante la tristeza, al contrario, permíteles renacer en tu corazón con fuerza, para que su legado de amor continue expandiéndose por siempre.
- Tengo tanto miedo…
- No tienes por qué, me tienes a mí y a muchas otras personas que te aman. Además, antes podías ver y hablar con tu abuela de vez en cuando, ahora estará junto a tu mamá velando por ti todo el tiempo.
- Te amo Albert, no sé qué haría sin ti.
- Conmigo y sin mí, seguirías siendo la joven valiente, alegre y hermosa, de la que me enamoré – aseguró el rubio mientras miraba su reloj y agrego: Es tarde, creo que será mejor que nos vayamos…
Los rubios cruzaron el bosque abrazados como cualquier pareja y al llegar a la orilla del primer jardín, guardaron silencio y comenzaron a caminar uno al lado del otro con la debida distancia, cuando de repente, se encontraron de frente con la señora Elroy.
- Candice ¿qué haces fuera de tu habitación a estas horas?
- Yo…
La anciana advirtió los ojos hinchados de la rubia y supo que había llorado, definitivamente estaba ante una de sus peores pesadillas; pero ¡qué había hecho ese muchacho! – se lamentó en su interior.
- Susana, hazme el favor de acompañar a Candice a su habitación y tú, ven conmigo – le ordenó a William.
Susana, miró a Terry furiosa pues supo de inmediato que él estaba enterado de todo y había ayudado a William con aquel interminable monologo. Quería gritarle…jamás se había imaginado que podría solapar al rubio de esa manera, sin duda la escucharía cuando estuvieran a solas, fue el mensaje silencioso de sus ojos...
Por los pasillos lúgubres del colegio, las cinco almas caminaban silenciosas ardiendo cada una en su propio infierno: La señora Elroy, furiosa y preocupada, Albert terriblemente angustiado por Candy, Terry preocupado por su amigo y por la que le esperaba con Susana, quien, a su vez, estaba inquieta por lo que pudiera pasarle a Terry como cómplice de William, por último, Candy totalmente afligida por lo que pudiera pasarle a Albert
El camino más cercano a la rectoría era a través de la puerta principal y cuando estaban por llegar, vieron dos patrullas de policía que se estacionaban justo en el lugar. De la primera, descendieron un hombre mayor vestido de traje junto con un oficial de policía y dos oficiales más se quedaron a bordo de la segunda unidad.
- Buenas noches…
- Buenas noches, Ernest ¿a qué debemos su presencia? – preguntó la señora Elroy con su acostumbrada postura inmutable.
- Desafortunadamente, estamos aquí a petición de los Servicios de Protección al Menor quienes recibieron una denuncia anónima.
- No entiendo.
- ¿podríamos pasar a tu oficina, para explicarte la situación?
- Adelante, pasen por aquí.
Mientras caminaban, la señora Elroy sintió un escalofrió que le recorría la columna vertebral. Ernest McEnroe, era inspector en jefe de la policía y amigo personal de los Ardlay. A su edad, difícilmente atendía casos personalmente por lo que su presencia en el colegio solamente podría significar un problema serio…
De camino a los dormitorios, Candy lloraba en silencio pensando en Albert y, sin darse cuenta, comenzó a temblar profusamente. Susana la miraba sin empatía, pues para ella, Candy era la culpable de todo al habérsele metido por los ojos a William. Sin embargo, al verla tan afectada, supo que no podría dejarla así, por lo que la llevó a su oficina y le hizo un té para los nervios.
La señora Elroy abría la puerta de su despacho y conducía al inspector a la amplia sala de juntas donde todavía se encontraban esparcidos los papeles del inventario.
- William, Terruce por favor espérenos afuera – dijo la anciana, pero el inspector McEnroe señalo: De hecho, este asunto le concierne a William, será mejor que permanezca en la sala.
Una vez que Terry cerró la puerta, el inspector continuo.
- La agencia de servicios de protección al menor recibió una llamada anónima para denunciar el abuso sexual por parte de William hacia una de las alumnas. Lo que procede es arrestarlo y llevarlo a la delegación, mientras se llevan a cabo las investigaciones, pero decidí venir para ver si podemos desenmarañar este asunto sin escándalos. Espero sinceramente que solo se trate de otro ardid adolescente, así que esperemos a la trabajadora social…
- Por supuesto – dijo la señora Elroy con total seguridad en su voz, pero con verdadero terror en su interior.
- Tomando en cuenta el zafarrancho que se armó la última vez, hable con la Licenciada Wilkins para que asignara el caso a una trabajadora social confiable…
- Ernest, si es posible ¿podrías aclararme cuál es la situación jurídica de mi sobrino?
- Por el momento, deberá permanecer aquí mientras determinamos si hay elementos suficientes para su detención. No está obligado a declarar, pero si decide hacerlo cualquier cosa que diga podría ser utilizada en su contra. Si lo desean pueden llamar a un abogado para que esté presente.
El rubio guardaba silencio con aparente calma. Como buen hombre de negocios, sabía ocultar perfectamente bien sus emociones, pero por dentro estaba desesperado y angustiado por Candy, pues sabia lo vulnerable que se encontraba y eso podría destrozarla.
En ese momento, el inspector McEnroe recibió llamada para informarle que la trabajadora social había llegado.
- La licenciada Warren acaba de llegar.
- Permíteme, le pediré a Terruce que la escolte hasta aquí.
La Elizabeth Warren era una mujer alta y delgada de aproximadamente cuarenta años. Huérfana de padre y madre, había crecido bajo el cuidado de estado donde encontró a una trabajadora social muy consciente que se preocupó por su bienestar hasta que pudo valerse por sí misma. Inspirada por esa persona, Elizabeth estudio la licenciatura en trabajo social y hacía todo lo posible por proteger a los menores que le eran asignados, si bien no estaba predispuesta contra los adultos no se retiraba de un caso hasta convencerse de que el menor estaba seguro.
- Buenas noches – saludó la mujer al entrar a la sala de juntas.
Después de las presentaciones, la licenciada tomó la palabra e informó:
- Señora Elroy, recibimos una llamada a la línea de emergencia para informar que el señor Ardlay, aquí presente abusó sexualmente de una de sus alumnas y es nuestro trabajo investigar cualquier denuncia. Sería tan amable de indicarme donde puedo encontrar a la señorita Candice White.
- Por supuesto, permítame enviaré por ella.
- Si no le molesta, me gustaría ir personalmente a donde se encuentra. Necesitaré un lugar para entrevistarla con absoluta libertad.
- Claro, el profesor Terruce Granchester la conducirá a su habitación.
De camino al dormitorio de las chicas, Terry y la licenciada Warren, se encontraron con Candy y Susana que acababan de abandonar la oficina de la rubia para dirigirse al dormitorio.
- Susana – la llamó el castaño y agregó: La licenciada Warren es una trabajadora social y fue autorizada por la señora Elroy para hablar con Candice.
- Mucho gusto, licenciada Warren mi nombre es Susana Marlo, profesora de Artes Escénicas.
- Mucho gusto, profesora Marlo. ¿no le parece tarde para tratar asuntos escolares?
Susana, miro a Terry y percibió un pequeñísimo destello en su mirada, advirtiéndole que tuviera cuidado por lo que contestó:
- Vine a cerrar mi oficina después del inventario y me encontré a Candy en el pasillo, me dijo que no podía dormir así que le ofrecí una taza de té.
- Si no le molesta me gustaría utilizar su oficina para hablar con Candice.
- Por supuesto que no, adelante – contestó la Susana abriendo nuevamente la puerta y encendiendo la luz.
Mientras tanto, Eliza iba de regreso al dormitorio cuando vio la presencia policiaca y decidió quedarse escondida entre el jardín para no ser descubierta.
De regresó en la oficina de Susana…
- La licenciada Warren, notó de inmediato los ojos hinchados de la rubia y le pregunto: ¿Candice te encuentras bien? ¿deseas que llamemos al doctor?
La rubia negó con la cabeza y la licenciada Warren continuo: necesito hacerte algunas preguntas, si lo deseas la profesora Marlo puede quedarse contigo o, si prefieres, podemos llamar a alguien de tu familia.
- Mi padre se encuentra en los Estados Unidos…
- Entonces estás de acuerdo con la presencia de la profesora Marlo.
- Si – dijo la rubia con un hilo de voz.
- Quiero que sepas que todo lo que me digas es confidencial y estás protegido protegida bajo la ley.
- ¿Por qué quiere hablar conmigo?
- Solo queremos saber si te encuentras bien.
- ¿Cuál es tu nombre completo?
- Candice White.
- ¿Qué edad tienes?
- 17 años.
Después de una serie de preguntas, de rutina la licenciada Warren preguntó:
- Candice, me has dicho que te gusta la escuela, tienes buenas amigas y no tienes problemas con tus calificaciones, sin embargo, te veo muy afligida y por lo que dijo la profesora Marlo, no puedes dormir ¿podrías compartirme las razones?
- Mi abuela falleció hace un par de semanas en un accidente, éramos muy unidas… ahora solo me queda mi padre quien vive en los Estados Unidos con su nueva esposa y mi hermanito. El doctor me dio medicamento para que pudiera descansar, pero hace un par de días lo suspendí por órdenes suyas.
- Al ver que la joven no comentaba nada acerca de William, decidió preguntarle directamente…
- Candice ¿conoces a William Ardlay?
- Si, es mi profesor de matemáticas.
- ¿Qué te parece como maestro?
- Es muy bueno y también muy exigente.
- ¿Has tenido algún problema con él?
- No, solo me ha llamado la atención un par de veces.
- ¿Cómo se comporta contigo?
- ¿En qué sentido?
- ¿Ha sido cariñoso contigo o tal vez te haya pedido que lo vieras a solas?
- No.
- Candice, alguien nos llamó y nos dijo que él te hizo daño, puedes confiar en mi te aseguro que nada te pasará.
- ¿Qué está diciendo? ¡Eso es mentira!
Candy continúo contestando las preguntas referentes al rubio, mientras Susana pensaba que la joven podría ganar un Oscar, ya que tenía una enorme capacidad para mentir convincentemente, pero en realidad Candy no mentía, para ella estaba muy claro que William era el profesor y Albert el hombre que la amaba. William, en el salón de clases y en todo lo relacionado con la escuela era muy formal, apenas una reminiscencia de Albert, el joven alegre, cariñoso y amoroso.
Al terminar de entrevistarla la licenciada Warren no estaba muy convencida, pues era mucha coincidencia que hubiera estado llorando y fuera de su habitación al momento de su llegada, por lo que pidió continuar con la investigación para confirmar lo dicho por la joven hablando con William, la señora Elroy y otras personas que pudieran corroborar las actividades del rubio durante el día, pero el inspector McEnroe no estaba interesado en alargar el asunto y llamar la atención de los medios de comunicación por lo que sugirió que un examen físico a la joven aclararía las cosas.
- ¡No! Usted no puede permitir eso – se pronunciaba William furioso cuando su tía se lo informó, pero la mujer replicó: "Ernest tiene razón, es la forma más rápida de terminar con este asunto"
- ¡He dicho que no! – es denigrante y usted puede evitarlo, tiene la autorización firmada del señor White para representarlo.
- La señora Elroy tenía ganas de decirle tantas cosas, pero se aguantaba porque a pesar de su juventud solo William padre estaba por encima de su sobrino de acuerdo con las reglas del clan y también porque temía que alguien la escuchara y ella terminara incriminándolo.
- Entiende, si no lo hacen, tendrán que llevarte detenido mientras terminan la investigación. El inspector McEnroe ha sido bastante razonable, pero a estas horas ya deberían de haberte procesado…
- Que hagan lo que tengan que hacer conmigo, pero que la dejen tranquila. Ya bastante ha tenido con todo lo que ha pasado – dijo enfático el rubio.
Al ver que su sobrino no razonaba, la anciana aprovechó que el inspector había ido a hablar con la licenciada Warren para salir al jardín, desde donde llamó a su hermano, tenía que informarle lo que estaba sucediendo pues, de seguir así las cosas, lo más seguro es que su sobrino necesitaría representación legal.
- Buenas noches Elroy ¿todavía no terminan el inventario? – preguntaba tranquilo William padre al otro lado de la línea.
- Si, ya terminamos, te llamó por un asunto delicado.
- Alguien, llamó a la agencia de protección a menores para denunciar que William abusó sexualmente de Candice White, el inspector McEnroe está aquí con una trabajadora social. Ella entrevistó a la joven, pero al parecer no está satisfecha y quiere seguir con la investigación, McEnroe sugirió un examen físico para terminar con este asunto a la brevedad, pero William no está de acuerdo y me ha pedido que lo impida utilizando el poder que firmó el señor White cuando Candice ingresó al colegio. Ya traté de razonar con él, pero insiste en que no quiere que la toquen.
- ¿pero acaso se ha vuelto loco? Pásamelo.
- No puedo, aunque no está en calidad de detenido, le indicaron que no abandonara la sala de juntas; yo tuve que salir al jardín para poder llamarte sin que me escuchen. William, no sé qué hacer…
- No importa lo que diga William, es mejor que la revisen y terminar con todo de una buena vez antes de que lo procesen.
- Es que… no lo sé. Estábamos en la junta final del inventario y William salió diciendo que tenía que hacer unas llamadas telefónicas, pero no regresó. Después recibí un mensaje de texto de un numero desconocido diciéndome que estaba en la cabaña del bosque con Candice, salí a buscarlo y los encontré a ambos en el jardín de la parte trasera del colegio, venían caminando a la par y parecía que ella había llorado ¿y si la examinan y resulta que…?
- Llamaré a George de inmediato para que esté preparado, que la examinen de todas formas… si William hizo algo indebido deberá responder por ello.
Desde su escondite en el jardín, Eliza escuchó toda la conversación y contuvo la respiración para no ser descubierta.
Mientras tanto, el inspector McEnroe hablaba en voz baja con la licenciada Warren fuera de la oficina de Susana.
- y bien licenciada ¿Qué le parece la revisión física para terminar con todo esto?
- No hay elementos suficientes para requerirla, la joven sostiene que el señor Ardlay no la ha tocado.
- Entonces ¿por qué no cerrar el expediente?
- Me parece que todo está muy elaborado, necesito asegurarme de que esta joven no está en manos de un depredador.
- Licenciada ¿está usted hablando en serio? ¿le parece que William es alguien necesite abusar de jovencitas?
- Inspector, entiendo la relación de amista que lo une a los Ardlay, pero tiene que ser objetivo, lo primordial es proteger a la joven y no a un hombre acaudalado.
- No lo estoy protegiendo, es que exactamente algo parecido sucedió hace algunos años y fue un gran escándalo y un dolor de cabeza. La noticia se filtró a los medios de comunicación y ya se imaginará el circo. Lo peor del caso, es que las acusaciones eran falsas. Licenciada Warren, estamos en un internado para jóvenes de posición económica privilegiada donde la lucha de egos es constante entre ellos; ponga a un hombre tan… digamos… "llamativo" como William entre un montón de adolescentes y ya se imaginará el resultado. Mi sobrina se graduó el semestre pasado y asegura haber odiado su clase, al parecer es tan exigente que le han puesto el sobrenombre de "Evil Ardlay" Cualquiera pudo hacer la llamada tratando de vengarse de él. Por otro lado, aquí tiene una copia del expediente de la señorita White donde dice que también ha tenido algunos problemas con una alumna. Solo quiero estar seguro de que está vez, las acusaciones son ciertas antes de que todo esto explote; si William es culpable, no tengo ninguna objeción en que recaiga sobre él todo el peso de la ley.
- Esta bien, si el examen físico demuestra que la joven está bien cerraremos el caso.
- Ahora solo falta que la señora Elroy nos lo autorice al parecer tenía sus dudas – comentó el inspector.
Candy quien había estado escuchando junto a la puerta, dijo: "Lo haré"
- ¿Cómo dices?
- Me someteré al examen, si con eso me creerán que el profesor Ardlay no abusó de mí. Por favor díganle a la señora Elroy que deseo hacerlo.
- ¿Estás segura? – no estás obligada, además puede ser incómodo para ti.
- Estoy segura.
- Bien, se lo informaré
La señora Elroy, al escuchar que la misma Candy había aceptado, dio gracias al cielo pues lo más seguro era que su sobrino fuera inocente. Por instrucciones de William padre, ignoró la petición de Albert y autorizó el examen. Durante el proceso, no le permitieron ver ni hablar con Candy pues era familiar del posible agresor y en lugar de ello, asignaron a Susana para que la acompañara.
Mientras Candy era conducida a la enfermería, la señora Elroy se dirigía a la sala de juntas y le decía a William: "hablé con tu padre, en este momento un perito forense está llevando a cabo la revisión"
- ¡¿por qué lo hizo?! No se lo pedí por mí, sé lo pedí por ella – grito furioso al tiempo que golpeaba la mesa.
- Lo siento no está a discusión, solo te lo estoy informando.
El examen, como William predijo, fue vergonzoso y denigrante para la rubia. La desnudaron, revisaron cada parte de su cuerpo en busca de lesiones, sangrado o abrasiones; examinaron su ropa, y utilizaron una lampará de Wood para detectar semen u otros fluidos corporales… Nada, no había nada que indicará el ataque reportado e incluso el examinador concluyó que la joven era virgen.
William se paseaba angustiado de un lado a otro de la sala de juntas, en eso Terry llegó con un café y se lo ofreció, pero el rubio lo rechazó negando con la cabeza.
- Ya hombre no empeores más las cosas; Susana está con ella y aunque está enojada, no dejará que le hagan daño – decía el castaño, pero William no dejaba de culparse a sí mismo por haberla puesto en esa situación… ¿Cómo se podía amar y dañar tanto a la vez?
Después de lo que le pareció una eternidad, llegó el inspector McEnroe y le dijo que podía salir… Candy había declarado que no había sido víctima de ningún ataque y su cuerpo lo confirmaba.
Llevaron a Candy de regreso en su habitación y todo el mundo se despidió dando por cerrado el caso como una denuncia falsa. De camino a la mansión de los Ardlay, Elroy y William viajaban en completo silencio, la anciana estaba furiosa y deseaba reprenderlo, pero el asunto estaba ahora en manos de su padre. El rubio lo sabía, pero no le importaba, lo único que pensaba era en Candy y lo mal que debía haberla pasado…
Eran casi las tres de la mañana, cuando la camioneta de William circulaba por la larga hilera de cipreses que conducía a la entrada principal de la mansión. En cuanto el padre observó las luces, le marcó a la señora Elroy y le dijo: "dile que suba"
- Tu padre te está esperando – fue todo lo que comentó la anciana cuando el rubio rodeo la camioneta para abrirle la puerta. Albert se regresó a apagar el motor del automóvil y entró a la casa dirigiéndose al estudio. Al llegar, su madre estaba sentada junto a la señora Elroy en uno de los muebles de la sala y su padre caminaba frente al escritorio. Albert avanzó hasta donde se encontraba y en cuanto estuvieron de frente, su padre le preguntó: ¿Estuviste con Candy en la cabaña? El rubio lo miró a los ojos y asintió sin pronunciar palabra, en seguida el sonido de un golpe seco estremeció a las mujeres, en especial a Priscila quien se llevó la mano a la boca de la impresión dejando escapar lágrimas silenciosas; William padre jamás le había puesto una mano encima a su hijo y el presenciarlo le partía el alma.
- ¡Eres un inconsciente! ¿Acaso te has vuelto loco? ¡Por Dios, es una menor de edad! Pudiste haber ido a la cárcel y quedar marcado de por vida – gritó el padre a todo pulmón
- ¿Qué demonios estabas haciendo ahí? – preguntó, pero Albert no pronuncio ni una palabra pues no pretendía defenderse, ni justificarse.
El padre, al no recibir respuesta, descargó toda la frustración y angustia acumuladas reprendiéndolo fuertemente, con palabras duras que dolían mucho más que una bofetada. Elroy y Priscila permanecían inmóviles ante la lacerante situación al grado que la anciana había pasado del enojo a la angustia. Al estar detrás de Albert, no se percataban de que, entre gritos y silencio, padre e hijo mantenían una difícil conversación…
Después de la bofetada, William miró a su padre con la mirada tranquila, sin mostrar culpa ni arrepentimiento y en sus ojos claros tampoco había el resentimiento causado por las injusticias. De esa manera, Albert gritaba su verdad: El padre tenia razón, había sido una terrible imprudencia reunirse con Candy en la cabaña, pero no se arrepentía de estar con ella porque la amaba.
El patriarca lo entendió de inmediato e incapaz de dar crédito, lo reprendía cada vez con más severidad tratando de hacerlo entender que era una locura y una terrible equivocación, pero su frustración aumentaba cada vez más al ver que su hijo no retrocedía, no peleaba, ni se defendía; el mensaje era claro: "Sin importar lo que digas, la amo y no me arrepiento"
- Si así están las cosas, a partir de hoy no volverás a poner un pie en el colegio ni ella en esta casa – sentenció el patriarca.
Albert finalmente asintió y salió sin mirar atrás; abordó su camioneta conduciendo sin rumbo y, mientras los kilómetros se acumulaban también lo hacia su desaliento. Frente a su padre no había mostrado la más mínima emoción, pero las duras palabras de su progenitor reverberaban una y otra vez en su mente mientras se preguntaba ¿Cómo era posible que aquel amor que lo hacia sentir vivo fuera tan ofensivo incluso para su propio padre?
Mientras tanto en la mansión, Priscila se limpiaba las lagrimas con la mano y acercándose a su marido lo enfrentó diciendo: Ese al que acabas de hablar con tanta rudeza, es aquel que desde pequeño se ha esforzado cada día por complacerte en medio de interminables horas de estudio y trabajo duro…
- Él tiene que entender que su responsabilidad…
- ¡Al carajo con su responsabilidad! Es tu hijo y desde que nació le has cargado la obligación de ser perfecto, incansable e intachable y todo para qué ¿para servir a la familia? Pues tu deberías de comenzar por la tuya propia – lo interrumpió furiosa y salió.
El patriarca quien muy rara vez consumía alcohol, se sirvió una porción triple de whisky tratando de disuadir con su efecto la aflicción que sentía en el corazón. William era su hijo muy amado y su mayor orgullo, pero estaba seguro de que cometía un grave error al enamorarse de Candy.
Elroy, quien había permanecido en silencio… se puso de pie para retirarse y antes de salir le dijo: William, por supuesto tu tienes la ultima palabra, pero estas cosas siempre se saben y, si Albert no se presenta al colegio, sería como si estuviera huyendo… piénsalo.
No muy lejos de ahí, en casa de Terry la situación también era tensa…
- ¡No puedo creer que haya tenido que mentir por tu culpa! ¿Qué clase de amigo eres que se presta a solapar a William en algo que pudo haberlo destruido? Y no solo a él, tú también hubieras podido terminar en la cárcel por encubrimiento.
- Por favor tranquilízate, Susy.
- ¿Qué me tranquilice? ¿Acaso sabes lo que fue ver como la examinaban desnudándola y fotografiándola sin la menor contemplación? – contestó la rubia sin poder reprimir las lágrimas.
Terry la abrazó permitiendo que se desahogara y cuando los sollozos cesaron, el castaño comentó con la mirada perdida en el horizonte: Tienes razón, desde el principio supe que era una locura, pero ¿Qué hombre enamorado no las hace? Hay algo que no te he contado; el catorce de febrero vi a William y a Candy muy cerca el uno del otro, por eso te pedí que te vinieras sola; fuimos a su casa y lo enfrenté, le dije que no estaba bien. Por supuesto él lo sabe, pero me dijo algo que me convenció de que realmente la ama.
- ¿Qué te dijo?
- Me dijo como se sentía al mirarse en sus ojos, percibir su aroma y tenerla cerca; le creí porque es exactamente lo que siento cuando estoy junto a ti. No puedo ni imaginar lo que sentiría si te tuviera frente a mi y no pudiera hablarte o si te viera sufrir y no pudiera abrazarte, por eso acepté, porque lo vi muy angustiado. Si piensas que solo ella sufrió te equivocas, él estaba completamente desesperado, tanto, que le pidió a la señora Elroy que se negara a que llevaran a cabo la revisión. Estaba dispuesto a ir a la cárcel con tal de evitar que la tocaran, pero por supuesto su tía no accedió y recurrió a su padre ¿te imaginas lo que fue para él tener que estar encerrado en esa sala de juntas aparentando tranquilidad mientras sabía lo que estaba pasando? Aparte, me imagino cómo le va a ir con su papá porque no creo que la haya hecho ni tantita gracia el asunto.
- Todo estuvo mal, lo único que me pregunto es ¿quién le avisó a la señora Elroy y llamó a la policía? Porque en cuanto vio el mensaje, supo de inmediato donde buscarlo.
- No tengo ni idea, pero es claro que es alguien que no desaprovechó la oportunidad.
Por su parte Candy lloró en su habitación pensando en Albert hasta que el cansancio la venció y se quedó dormida. El rubio regresó a su casa casi al amanecer y, sin ánimos de nada, se dio una ducha y se tumbó en su cama encendiendo el televisor tan solo para escuchar el sonido de fondo ya que en su mente y su corazón solo existía una hermosa joven de ojos color esmeralda a quien amaba y extrañaba con desesperación.
Al mediodía escuchó el timbre de su casa y, más a fuerzas que de ganas, se levantó para ir a abrir pues era domingo y los empleados tenían el día libre.
- ¿Qué tal Ardlay? Me da gusto saber que no te despellejaron vivo, te hubiera avisado de mi visita, si no fuera porque tienes el celular apagado. Susana me corrió de la casa por tu culpa así que vine a que me des posada – dijo Terry con su alegría característica mientras entraba llevando en las manos un par de bolsas.
- ¿En serio? – preguntó Albert preocupado.
- No hombre, supuse que andas en la depre y vine a entretenerte con mi encantadora personalidad, por supuesto hoy me compadecí de ti y ordené comida, aunque en realidad no me disgustarían unas de esas deliciosas costillas a la barbecue que preparas, pero tomando en cuenta tu estado emocional, ni loco comería algo que cocinaras. Anda vamos a comer porque me muero de hambre, dijo entrando a la cocina como si fuera su casa, para tomar un par de copas que puso en la barra junto con las dos ordenes de comida y una botella de vino blanco y agregó: Por cierto, hace un rato Susana fue al colegio a checar como se encontraba cierta ladrona de esmeraldas y me mandó mensaje para decirme que está bien, cansada… ya sabes, pero se aseguró de que comiera y regresara a descansar a la cama.
- Gracias, eres un gran amigo – dijo el rubio con media sonrisa de lado, pues saber de Candy era exactamente lo que necesitaba.
- No me agradezcas, mejor siéntate y come no vaya a ser que te pongas todo flaco y demacrado y luego yo tenga que ser el símbolo sexual del colegio y no creo que tenga tus dotes histriónicas.
Al mismo tiempo en un restaurante…
- Amiga que gusto verte, no sabes cuanto te he extrañado.
- Hola Karen ¿Cómo estás? – saludo Susana.
- Pues ya sabes, adaptándome. Estoy trabajando con el profesor Grimaldi en una de sus investigaciones, supe que ya encontraron mi reemplazo en el colegio.
- Si, Andrea McCain… acaba de regresar de los Estados Unidos parece que es muy buena.
- Y… ¿cómo está… él? El otro día fui a buscarlo a la casa, pero me dijeron que la vendió.
- Bien, regresó en enero al colegio.
- ¿y ahora donde vive?
- Para serte sincera no sé, Terry es el que ha ido a su casa, pero yo no… Karen, me dijiste que William te dejó por Candy.
- Así es, esa es la verdad.
- Pero me dijiste que los encontraste en tu casa teniendo relaciones y cuando te dije que tenias que denunciarlo me dijiste que lo amabas demasiado para perjudicarlo.
- Así es, además ella no se veía como que estuviera sufriendo.
- Entonces ¿Cómo te explicas que un perito forense haya determinado que Candice White es virgen?
- Pues yo que sé, probablemente les mintió.
- La que me mintió fuiste tú, yo estuve presente durante el examen que le practicaron y no se comportó como alguien que tuviera experiencia en cuestiones sexuales. La verdadera razón por la que no quisiste denunciarlo es porque sabías que era mentira, ¿por qué lo hiciste? No había necesidad.
- Bueno ¿de que lado estás? Yo soy tu amiga no ella.
- Si, pero también William es mi amigo y todo este tiempo pensé lo peor de él, simplemente no podía creer que tuviera relaciones sexuales con una menor en tu propia cama. No sabes la cantidad de veces que estuve tentada a denunciarlo y todos los desplantes que le hice.
- ¡El me abandonó, se fue de la casa y no regresó y todo por culpa de esa chiquilla estúpida! Desde que la conoció todo cambio para mí… por su culpa lo perdí y por lo que veo también a ti.
- La verdad estoy muy decepcionada de ti, pero no es culpa de Candy, tu fuiste la que me mintió y las amigas no hacen eso.
- Pues lárgate, no te necesito.
- Como quieras – dijo Susana poniendo un billete sobre la mesa y se retiró.
Después de comer, Albert y Terry encendieron el televisor de la sala y se sentaron a ver una película. El rubio agradeció la presencia de Terry para aligerar lo que pintaba como un día largo y desesperante.
Mas tarde, se decidió y encendió su celular para encontrarse con un montón de llamadas perdidas de su Madre y de la señora Elroy; en realidad no quería hablar con nadie, pero supuso que estarían preocupadas así que llamó a Priscila.
- Hola Mamá,
- Albert, estaba preocupada, te he llamado todo el día.
- Lo siento, tenía el teléfono apagado
- ¿Estas en tu casa?
- Si
- Hijo, tu padre…
- Mamá, no te ofendas, pero no quiero hablar de él.
- Como quieras, tu tía y él acordaron que continuarás dando clases hasta el final del año escolar, si no lo haces, van a pensar que estas huyendo.
- Esta bien, gracias por llamar…
- Hijo…
- Dime…
- Te amo.
- y yo a ti.
El rubio colgó y suspiró resignado…
- ¿Qué pasó? Preguntó Terry.
- Ahora, quieren que de clases hasta el final del año escolar.
- Velo por el lado amable, sirve de que las cosas se enfrían y tal vez de aquí a entonces ya puedas hablar con el padre de Candy y arreglar las cosas con el tuyo.
- Tal vez tengas razón…
En el colegio Annie y Patty fueron a buscar a Candy…
- Hola Candy, vamos a ir a dar un paseo ¿quieres venir con nosotras?
- No gracias, estoy un poco cansada.
- Lo mismo dijo Eliza – comentó Patty
- ¿Estas segura? La tarde es muy bonita – dijo Annie.
- Gracias, que se diviertan.
Mientras tanto, la pelirroja se acercaba a Archie quien se encontraba con Stear y otros amigos.
- Archivald, me gustaría hablar contigo un momento.
- Dime Eliza.
- A solas.
- Esta bien.
Eliza hablaba con Archie cuando Stear pudo ver a la distancia como su hermano golpeaba furioso el tronco de un árbol y después se iba como alma que lleva el diablo, pensó seguirlo, pero decidió que hablaría con él más tarde.
Al día siguiente, el rumor de lo ocurrido circulaba por los pasillos pues, con tanto movimiento, había sido imposible que alguno de los alumnos notara la presencia de la policía… averiguar el asunto era muy fácil si se tenían los contactos adecuados y más de uno los tenían.
Sorpresivamente, todos simpatizaban con Candy y culpaban a Luisa de haber hecho esa llamada falsa. La joven realmente la estaba pasando mal sufriendo el aislamiento por parte de sus compañeros quienes no le perdonaban que hubiera llegado tan bajo en su afán por vengarse de la rubia. Los alumnos solamente habían obtenido un abstracto del examen físico donde se indicaba que Candy no presentaba signos de agresión y que era virgen, lo que la hizo más atractiva y popular entre los jóvenes pues era casi increíble que una joven tan hermosa como ella conservara su inocencia.
William, se presentó como siempre a dar clases y todos lo recibieron con normalidad pues nadie se atrevía a comentar siquiera el asunto, la única diferencia era que las hojas de tarea de Candy no tenían ningún detalle dibujado, ni el casillero numero 7 contenía cartas ni regalos. La rubia revisó todos los días por dos semanas consecutivas y nunca recibió nada, hasta que un día, abatida por la tristeza le escribió:
Querido Albert,
Discúlpame por escribirte, sé que tal vez no quieras saber nada de mí, lamento mucho que por mi culpa hayas estado en problemas, en verdad no fue mi intención. Por favor, perdóname.
C.W.
El rubio al leer la carta sintió, una enorme tristeza pues él también la extrañaba, tal vez demasiado. Cada día que pasaba no hacía sino pensar en ella, pero se obligaba a no contactarla por temor a ocasionarle más daño. Sin embargo, el saberla triste o en problemas siempre doblegaba su corazón por lo que, sin pensarlo dos veces, buscó la pluma estilográfica y comenzó a escribir…
Querida Candy,
Después de lo sucedido y la terrible prueba que tuviste que pasar ¿Cómo crees que podría estar molesto contigo? Al contrario, no me alcanzará la vida para recriminarme que por mi imprudencia hayas tenido que pasar ese trago tan amargo.
Precisamente el temor a ocasionarte otro problema es lo que me ha prevenido de escribirte, aunque sea como amigo. Sé que no debería, pero ahora que mi decisión y entereza me han abandonado aprovecharé para decirte una vez más que te amo, te amo como nunca he amado a nadie más y que lo haré por siempre. Mis días tienen luz porque una niña tan bella como tu existe en este mundo y porque soy terriblemente afortunado al poder mirarte, aunque sea de lejos.
Siempre tuyo,
A.A.
Al dia siguiente, Candy estaba feliz al encontrar la carta en el casillero, pero en cuanto la tomó y cerró la puerta, se encontró de frente con Luisa... Me parece que este no es tu casillero ¿no es así? dijo la chica y agregó: me pregunto ¿de quien será esa carta?
Continuara…
Hola, muchisimas gracias por leer y por sus comentarios, disculpen que es un poquito tarde, este capitulo ha sido dificil de escribir pues había demasiadas personas involucradas cada una con distintas emociones...
Un abrazo fuerte y mis mejores deseos,
Con Cariño,
Laura Ardlay.
