Los personajes de Candy Candy no me pertenecen.

Capítulo 15.

- Muy bien, dado que es jueves, les propongo escuchar la decisión de Albert para el próximo lunes a las cinco de la tarde – concedió Douglas visiblemente molesto.

- El lunes será – confirmó el patriarca.

La intención de Douglas era fastidiar a Albert de una forma u otra, si no aceptaba casarse, el rubio sería castigado por el abandono y si lo hacía, tendría que atarse de por vida a una mujer que no amaba.

De regreso en la mansión Ardlay, el patriarca comentó la situación con Priscila y Elroy…

- Por Dios William ¿Cómo pueden obligarlo a casarse sin amor?

- Desafortunadamente, en este caso el amor pasa a un segundo plano, pues lo más importante es la seguridad de Karen y del bebé – contestó el hombre apesadumbrado y agregó: por otro lado, no me parece tan mala la idea, Karen es una dama que ha sabido acompañar a Albert todos estos años y estoy seguro de que con el tiempo formarán una pareja sólida.

- Pero Albert no la ama, él está…

- Encaprichado con una adolescente. En cierta forma el bebé de Karen es una bendición, que lo traerá de vuelta a sus sentidos – indicó el patriarca.

La señora Elroy guardó silencio y al poco tiempo se disculpó para ir a su recamara desde donde llamó a la madre de Karen y quedaron de cenar en un restaurante muy exclusivo al día siguiente.

Albert tuvo que cumplir con varios compromisos profesionales, sintiendo un terrible luto en su interior lo que no pasó desapercibido por George, quien, aunque callado, era extremadamente observador e intuitivo. El francés estaba al tanto de la situación y sentía pena por no poder ayudar al joven a quien amaba como si fuera su propio hijo, pero tanto Karen como Gregory habían sabido utilizar el enorme sentido de responsabilidad y legalidad de William padre para que aceptara poner a su hijo entre la espada y la pared. Esa tarde la señora Elroy se reunía con Karen y su madre en un restaurante muy exclusivo…

- Elroy querida, que gusto verte – dijo la madre de la trigueña.

- Por favor tomen asiento – contestó la anciana ignorando el comentario.

Después de ordenar la comida, la madre de Karen volvió a tomar la palabra diciendo: supongo que ya estarás enterada de la feliz noticia, pronto tendrán al heredero que tanto han deseado.

- Así es, y precisamente esa es la razón de mi invitación. Iré directo al grano – dijo extendiéndole un papel a Karen con una cantidad millonaria.

- pero ¿Qué significa esto? – preguntó la trigueña

- Es la herencia que recibí de mi difunto esposo, con la cual espero brindarte la "seguridad" que tú y tu hijo necesitan.

- ¿Está tratando de sobornarme?

- Digamos que, estoy tratando de evitar una tragedia.

- Me ofende, yo jamás…

- Conozco a mi sobrino y sé que jamás mentiría en algo tan serio como esto. Sin duda has sabido jugar muy bien tus cartas utilizando la honestidad y decencia de mi hermano para que obligue a Albert a casarse contigo, pero tal vez deberías pensarlo mejor, pues el bebé será sometido a pruebas de ADN para certificar que es el legítimo heredero del patriarcado.

- Es increíble, "la intachable Elroy Ardlay" tratando de comprarme para solapar la irresponsabilidad de su sobrino ¿Quién lo hubiera imaginado? ¿Te imaginas el qué dirán cuando todos se enteren? – contestó Karen con sarcasmo.

- No me interesa el qué dirán, me interesan el futuro y la felicidad de mi sobrino así que ahórrate tus comentarios. Te sugiero que lo pienses ¿te imaginas el qué dirán cuando todos se enteren de que "la intachable Karen Kleiss" obligó al futuro patriarca de la familia a casarse con ella a base de mentiras? Tienes hasta mañana, buenas noches se me ha quitado el apetito – dijo la anciana abandonando el lugar.

Cuando la anciana se retiró, la madre de Karen tomó el papel y al ver la cantidad dijo: Hija dime la verdad, ¿el hijo que estás esperando es de William? Conozco a Elroy Ardlay y no se hubiera atrevido a hacer semejante propuesta si no tuviera serias dudas. Además, lo que dijo del ADN es verdad, no creas que los Ardlay van a nombrar heredero de toda su fortuna a un bebé, así como así.

- Mamá ¿tú también? – contestó Karen ofendida.

- Hija, no actúes conmigo, soy tu madre y te conozco mejor que nadie.

- Esta bien, no estoy segura si William es el padre. Conocí a alguien durante las vacaciones de fin de año y luego...

- No tienes una idea de lo que te harán si descubren que les mentiste. Por supuesto, los Ardlay no se ensuciarán las manos, pero tienen suficientes aliados que tomarán la ofensa de manera personal. Mejor acepta el dinero, con esto puedes vivir como reina por el resto de tus días, hasta puedes dar al niño en adopción, sé que ser madre es algo que jamás as deseado.

- ¡No, lo quiero a él! William tiene que ser mío.

- ¿Cómo es posible que estes tan ciega? ¿no entendiste ni una palabra de lo que te dije?

- La que no entiende eres tú, lo necesito. No sabes con cuantos hombres me he acostado buscando sentir lo mismo que sentía al estar con William sin conseguirlo. Solo él tiene esa pasión que me enloquece, estoy más que obsesionada con su forma de amar.

- Hija, pero tu misma lo dijiste: estaba contigo, pensando en esa muchacha; todas esas caricias no eran para ti. Si lo obligas a casarse, tal vez jamás vuelva a tocarte.

- Pues peor para él, porque si no es para mí, tampoco lo será para esa estúpida.

Albert pasó el fin de semana pensando en la forma de salir del embrollo en que lo había metido Karen, había algunas opciones, pero todas requerían tiempo y era precisamente lo que no tenía. El lunes, se presentó como siempre en el colegio, la verdad no tenía ni las más mínimas ganas de estar ahí o en ningún otro lado, pero no tenía excusa para ausentarse por lo que se obligaba a si mismo a actuar en automático. El rubio comenzó a sentir una aprensión que crecía en su pecho conforme pasaban las horas, por lo que a la hora del almuerzo en lugar de dirigirse al comedor se encerró en su oficina, necesitaba relajarse para poder seguir el resto del día. Terry al no ver al rubio la mesa que siempre compartían pidió un plato para llevar y se dirigió a su oficina.

- Ardlay, ¿no me digas que ya te decidiste a dejar de ser el símbolo sexual del colegio y ahora te matarás de inanición? Ni creas que estoy dispuesto a ocupar tu lugar, así que te traje la comida.

- Gracias, no tengo hambre.

- ¿Pasa algo? Te ves terrible.

- Estoy preocupado.

- William le contó a Terry la situación en la que se encontraba y el castaño comentó:

- Amigo, si necesitas aclarar el asunto del bar con gusto nos presentaremos.

- Lo peor del caso es que eso no está a discusión, Karen lo utilizó para enlodarme y después decidieron que se enfocarían en lo del bebé.

- Caray, en verdad lo siento amigo, nunca imaginé que Karen llegaría a ese grado. ¿Qué piensas hacer?

- Si te soy sincero, no lo sé. Una opción es pésima y la otra es peor, en fin; al menos todo se definirá el día de hoy.

Faltando quince minutos para las cinco de la tarde Albert llegó a las oficinas del consejo vestido con un elegante traje negro con camisa blanca y corbata gris. Al entrar, se sorprendió al ver a su madre y a la señora Elroy sentadas en una moderna sala de estar…

- Hijo ¿Cómo estás? – Saludaba Priscila dándole un beso en la mejilla

- Bien mamá, no esperaba verlas aquí.

- ¿Acaso crees que nos vamos a quedar en casa tan tranquilas mientras decides tu futuro?

- En realidad no hay mucho que decidir.

- Joven Ardlay, su padre me pidió que lo hiciera pasar a su oficina cuando llegara – dijo la secretaria del Patriarca.

- Gracias – contestó el rubio encaminándose al privado.

- Buenas tardes, papá.

- Pasa Albert, la audiencia comenzará en unos minutos. Hijo, quiero que comprendas cual es mi posición en todo esto.

- No tienes que explicarme nada papá, los dos sabemos perfectamente cuál es tu deber. Siempre has sido un hombre honesto y por nada del mundo te pediría que faltes a tus principios.

- Hijo, entiendo que la situación no es ideal, pero tal vez sea lo mejor.

Señor Ardlay, ya todos están entrando a la sala, anunció la secretaria, por lo que padre e hijo se miraron mientras ambos se ponían de pie para encaminarse. Albert esperaba afuera de la sala a ser llamado, estaba parado junto a la ventana mirando hacia afuera a un mundo que corría con normalidad mientras su vida se detenía.

- Animo muchacho – escuchó decir al tiempo que sintió una palmada en la espalda y al voltear, se encontró con la mirada cálida de Taylor McGonagan quien se había detenido por un momento antes de entrar a la sala. Albert le agradeció inclinando levemente le cabeza y el hombre siguió su camino. En ese momento llegó Karen radiante de felicidad y con un aire de autosuficiencia, estaba segura de que al día siguiente sería la futura matriarca de los Ardlay.

Unos momentos más tarde, les permitían a ambos pasar a la sala.

Después de leer un recuento de la situación, Gregory Douglas se dirigió a Albert…

- William Albert Ardlay ¿serias tan amable de informarme tu decisión? – preguntó el hombre tratando de controlar la excitación de tener a los Ardlay contra la pared, pero el joven lo ignoró y en lugar de contestarle se dirigió a su padre pues era el hombre que sostenía la verdadera autoridad y le dijo con voz clara y tranquila:

- Padre, he sido llamado ante ti y ante este honorable consejo para que me responsabilice de la vida de mi mujer y de mi hijo. Desde niño me educaste para hablar con la verdad y actuar conforme a mi conciencia. También crecí sabiendo que debería casarme y formar una familia, lo cual no me desagrada pues pienso que un hombre debe ser capaz de cuidar y proteger a su mujer y a sus hijos brindándoles su apellido, su protección y el producto de su esfuerzo diario para que no les falte nada. Sin embargo, mi conciencia me dicta que Karen Kleiss no es mi mujer y tampoco la madre de mi hijo, por lo que no puedo casarme con ella. Estoy consciente de la pena, que se aplica por abandono por lo que me pongo a tu entera disposición.

En ese momento, la sala que se había mantenido en silencio estalló en desconcierto. Todos hubieran jurado que el joven heredero aceptaría el matrimonio, pero su negativa los ponía en una posición bastante complicada. La escena se volvió caótica donde todos hablaban y discutían a la vez; Priscila y Elroy se miraban entre ellas incapaces de pronunciar palabra. Mientras Karen reclamaba ofendida.

- La ley es muy clara, no hay razón para discutir, William cumple con tu obligación – exigía Gregory Douglas.

- ¡Silencio! – Necesitamos orden en la sala, haremos un receso y regresaremos en media hora – decretó el patriarca al ver que el alboroto no cesaba. Después se levantó para dirigirse a su oficina y cuando paso junto a Albert le dijo: "Ven conmigo"

El rubio lo siguió y se encerraron en su oficina, de inmediato, William padre dio órdenes de no ser molestado.

- ¿Acaso te has vuelto loco? ¿sabes las consecuencias de lo que acabas de hacer?

- Lo sé perfectamente

- ¿entonces por qué lo hiciste? ¿acaso no piensas en tu madre y en tu hermana?

- Respondí con honestidad. Me pidieron que me responsabilizara de mi mujer y mi hijo y lo haré, pero cuando se traté de la mujer que amo y de un bebé producto del amor.

- No puedo creer que seas tan egoísta e irresponsable. Estás poniendo en riesgo no solo tu futuro sino el de la familia y del clan completo

- Sabes que siempre he hecho lo que me has pedido, pero no esta vez, no voy a atar mi vida a la de una mujer a la que no amo y mucho menos por una mentira.

Los minutos pasaban y el Patriarca estaba cada vez más desesperado, no había forma de convencer a su hijo de desdecirse por lo que no le quedó más remedio que intentar un último recurso.

- Albert, si estás haciendo todo esto por querer estar con Candice, te aconsejo que no lo hagas. Vas a perder todo por nada, porque te juro que jamás tendrá el respaldo de la familia ¿Me oyes?

Papá, ya no tengo nada que perder. Cualquiera de las dos opciones es una condena de vida. Al menos de esta manera sabré que yo la elegí y que nadie más será responsable. En cuanto a Candy, podrás impedir que me case con ella, pero jamás dejaré de amarla – dijo el rubio saliendo de la oficina.

El tiempo estaba a punto de agotarse, por lo que Priscila entro rápidamente a la oficina de su marido y le preguntó: "¿Qué harás?" y él le contestó: "conoces bien la respuesta"

- No, por favor te lo suplico. Tu eres el único que puede cambiarlo.

- Mujer ¿Qué quieres que yo haga? Sabes que mis manos están atadas, ya traté de razonar con él y no hay forma de convencerlo.

- ¡Es mi hijo! – dijo Priscila llorando

- ¡También es mío, con un demonio! – contestó el hombre alzando la voz al tiempo que se ponía de pie para regresar a la sala.

Cuando todos se reunieron de nuevo, William se puso de pie y miró a su esposa quien le devolvió una mirada llena de dolor y súplica; luego miró a su hijo a quien tanto amaba y, sintiendo que se le desgarraba el alma, tomó la palabra diciendo:

- Albert, has decidido abandonar a esta mujer y al hijo que espera rechazando una familia. De la misma forma tu familia te rechaza por lo que abandonarás definitivamente el clan. A partir de hoy estas solo, las personas a las que llamabas familia no lo son más por lo que tienes prohibido cualquier tipo de contacto con ellos y la entrada a las tierras altas. Tus bienes serán confiscados para proveer a esta mujer y a su hijo el cuidado que les has negado y toda prueba de tu existencia será borrada.

Mientras escuchaba la sentencia, Gregory Douglas no cabía de la felicidad. Al perder a su primogénito y único heredero, William tendría que ceder al Patriarcado a los familiares más cercanos del primer Ardlay que eran precisamente ellos. Esa era la única razón por la que había presionado tanto exigiendo el cumplimiento de la ley, pero antes de que el Patriarca firmara la sentencia, el señor McGonagan tomó la palabra diciendo:

- William, si me permites… Nuestra presencia en estos casos es para asistirte en la aplicación de la ley y la toma de decisiones. Una vez más, tu conducta ha sido intachable, demostrando que, sin importar cuan dura sea la prueba, tu honestidad está por encima de todo. Sin embargo, me parece que tenemos un problema un tanto complicado que debemos considerar: El pasado mes de diciembre, este consejo juró lealtad a tu hijo William Albert Ardlay. Como todos sabemos, el juramento es incondicional por lo que técnicamente, no podemos actuar en su contra sin caer en la deshonra…

- Más deshonra sería seguir y servir a un Patriarca cobarde y desobligado – intervino Gregory.

- Gregory, todavía no termino por favor espera tu turno y podrás expresar todas tus inconformidades – contestó tranquilamente el señor McGonagan antes de continuar: Como les decía, la situación no es fácil, porque por un lado está nuestra promesa de lealtad y por el otro nuestra ley más importante que es el cuidado de la familia. Sin duda, durante los últimos seis años la señora Kleiss ha demostrado ser una mujer de conducta intachable, por lo que no tenemos razón para dudar de su palabra, pero me gustaría que reflexionáramos por un momento en las razones que nos llevaron a hacer el juramento de lealtad aún con el actual patriarca en vida.

Desde pequeño, Albert ha demostrado con creces su compromiso con el clan y con su deber como futuro patriarca; académicamente su preparación es inmejorable, con su incomparable visión para los negocios, ha acrecentado los bienes del clan que se han duplicado desde que comenzó su gestión. Por último, Albert ha demostrado que es capaz de dar la vida con tal de salvar hasta al más pequeño de los miembros.

Hablemos claro, perder al legitimo heredero del clan, significaría que, a menos de que William tenga otro hijo varón, el patriarcado deberá cederse a otra familia, por lo que les pregunto: ¿Quién de ustedes se atrevería a dictar sentencia contra su propio hijo como lo acaba de hacer William? ¿Quién podría dar tal ejemplo de honestidad? Los Ardlay son la familia regente por derecho y por virtud.

- ¿y entonces qué? ¿deberemos el futuro patriarca será un bastardo? – increpó Gregory.

- Por Dios Gregory, estamos en pleno siglo veintiuno, a estas alturas no importa si un niño nace antes o después de firmar un papel. Por otro lado, te preguntó: ¿Dormirías tranquilo después de sentenciar a un joven al exilio por abandonar a una esposa y a un hijo que no tiene? Nuestra máxima ley se hizo para castigar a los hombres que, habiendo jurado fidelidad y lealtad en el matrimonio, abandonan a la familia dejándola a su suerte. Albert no está casado y el niño aun no nace.

- Y podría no hacerlo si la señorita Kleiss no cuenta con el apoyo necesario – increpó Gregory mientras algunos de sus partidarios asentían.

- En ese caso, les propondré algo poco ortodoxo. Mantengamos nuestra promesa de lealtad, de forma que Albert pueda seguir trabajando para el beneficio a las miles de personas que dependen del clan.

- No seguiré a un cobarde mentiroso. La sentencia debe cumplirse – exigió Gregory

- Esta bien, dejemos que se cumpla la sentencia al menos hasta que nazca el niño. sí se comprueba que es un Ardlay, la sentencia se tornará definitiva, pero si por el contrario resulta que Albert tenía razón podrá regresar a ocupar su lugar al lado de la familia. Sugiero que la propuesta sea sometida a votación de inmediato.

La gran mayoría de los integrantes del consejo eran legales al patriarca, por lo que la idea de esperar unos meses en lugar de tomar una decisión definitiva les pareció más que apropiada. También, algunos de los simpatizantes de Gregory votaron a favor de la moción ya que reconocían que el clan se beneficiaba enormemente del talento de Albert para los negocios y cortarlo de tajo sería un error perjudicial para todos. Cuando la junta terminó, le notificaron a Albert que desde ese momento tenía prohibido cualquier contacto con los miembros de su familia, le dieron dos semanas para abandonar el Reino Unido, y se le asignó a Karen un ingreso mensual de $150,000.00 libras esterlinas. Por supuesto Gregory no estaba feliz, pero dado el poco apoyo que recibió de parte de sus aliados, no le quedó de otra más que pretender que estaba de acuerdo.

Todos estaban conformes menos los Ardlay sobre quienes se cernía una densa nube. Para los padres, la idea de perder a Albert y la incertidumbre de no saber si volvería eran terribles. Además, Priscila estaba muy resentida con William; sabía de la indiscutible honestidad de su esposo, pero no podía creer que hubiera exiliado a su hijo sin contemplaciones, sobre todo porque a, pesar del consejo, la palabra del Patriarca era absoluta. Si el lo hubiera querido podría haber hecho que Albert se quedara junto a ellos…

William, educado para conducirse siempre con rectitud, sentía que su amor de padre no era suficiente para justificar el ignorar la ley, pues no podría aplicarla a los demás sabiendo que había exentado a su propio hijo de ella

Albert sabía de antemano que sería expulsado del clan y en especial de su familia, era algo que lo había hecho agonizar de día y de noche durante los últimos días, pero su conciencia se reusaba a doblegarse ante la mentira de Karen; sentía que, si lo hacía, podría conservar a su familia, pero perdería para siempre la dignidad. Con la mirada tranquila y el semblante inexpresivo, abandonó el lugar sin pronunciar palabra. Estaba completamente devastado, le dolía tener que exiliarse y no poder hablar o mirar a nadie de su familia. Además, ahora sería considerado como un hombre cobarde y sin honor. En esas circunstancias ¿Cómo podría presentarse ante Robert White para pedirle permiso de cortejar a Candy? y aunque recuperara su prestigio y su posición, su padre había jurado jamás aceptar a la rubia; si se casaba con ella sin el consentimiento de su progenitor, la joven sería considerada una concubina y no su legitima esposa.

El rubio se dirigió a su auto sintiendo que el peso de su corazón lo ahogaría, pero antes de que lo abordara, un automóvil deportivo se estacionó a un lado; de él bajaron Terry y Susana y el castaño le dijo: "Hermano, ven conmigo. Susana se llevará la camioneta" Albert, lo miró sin poder pronunciar palabra pues un enorme nudo la cerraba la garganta. Terry, le quitó las llaves de la mano y se las dio a Susana quien abordó la camioneta…

Después de que Albert saliera, Priscila abandonó el lugar sin mirar siquiera a su marido quien estaba despidiendo a algunos de los miembros del consejo. Elroy salió detrás de su cuñada mirando su hermano con disculpa, por lo que el patriarca asintió para hacerle saber que era mejor que fuera con ella. Cuando todos se retiraron y la oficina estaba desierta, el Patriarca se lamentaba en soledad, pues en su intento por evitar exiliar a su hijo, le había matado quizás la única ilusión que le quedaba. Estaba seguro de que el rubio era perfectamente capaz de salir adelante donde quiera que fuera, pero temía que no quisiera hacerlo. En ese momento alguien llamó a la puerta, era George, quien al entrar comentó…

- Hace rato vi salir al joven William, lo recogieron el joven Granchester y la señorita Marlow.

- El patriarca sintió, agradeciendo saber que no se había ido solo.

- Señor, si me lo permite, me gustaría viajar con el joven William.

- ¿Cómo dices?

- Dije que me gustaría viajar con el joven William. Sé que tiene prohibido el contacto con la familia, pero legalmente yo no soy parte de ella.

- ¿de verdad harías eso?

- El joven es una buena persona, será un placer acompañarlo.

- Gracias George, no sabes cuanto te lo agradezco.

- ¿Desea que lo lleve a casa?

- No gracias, el chofer está esperándome.

- En ese caso, buenas noches, Señor.

- Buenas, noches George.

El patriarca sintió un tremendo agradecimiento con el francés, quien había entendido perfectamente su preocupación y se había ofrecido a viajar con Albert para darle cierta tranquilidad.

En casa de Terry, Susana se estacionó, le entregó las llaves a William y se despidió de él con un abrazo retirándose a su habitación para que él y Terry pudieran hablar. Después de un par de copas, el rubio finalmente le contó a Terry lo sucedido…

- Amigo, mientras hay vida hay esperanza. Lo primero es esperar a que se aclare lo de Karen y cuando regreses ya hablarás con tu padre. Tal vez cuando vea que tenías razón…

- Terry, el patriarca jamás se desdice de un juramento.

- Siempre hay una primera vez para todo – dijo el castaño tratando de animar a su amigo...

- Los días pasaron volando, el rubio trabajaba de casa para no encontrarse con ningún miembro de la familia, en el colegio ignoraba a sus sobrinos mientras miraba a lo lejos a su preciosa niña tratando de llevarse su recuerdo en el corazón. En su último fin de semana en Londres, había quedado de salir con Terry y Susana a modo de despedida, por lo que quedaron de verse temprano en un pequeño restaurante a las afueras de la ciudad cercano a la villa de los Granchester, pero para su sorpresa solo Terry se encontraba esperándolo.

- Pensé que Susana también vendría.

- Tenía algo que hacer, nos alcanzará en la villa.

Mientras tanto Susana llegaba al colegio, justo a la hora en que Candy salía con Eliza y Patty, pues habían quedado de pasar el fin de semana juntas…

- Candy, que bueno que te encuentro. Quería invitarte a pasar el día con nosotros en la villa de los Granchester.

- Es muy amable de su parte profesora Marlow, pero quedé de ir con Eliza y Patty. La familia Leagan nos está esperando.

- Entiendo, solo pensé que te gustaría visitar la villa ya que te interesa el arte y el Duque de Granchester tiene una amplia colección de pinturas de principios del siglo XIX, ¿sabes? No le gusta abrirla para visitantes y ahora que nos lo permitió de inmediato pensé en ti.

- Candy, deberías ir, total viajaremos mañana, le diré a mi madre que llame para que nos permitan regresar el lunes temprano – dijo la pelirroja.

- Eliza tiene razón, es una oportunidad única – aseguró Patty.

- Vamos Terry y yo te llevaremos más tarde a casa de los Leagan.

- Está bien – dijo la rubia abordando el auto. A lo lejos, la señora Elroy miraba la escena, no era difícil adivinar la intención de Susana, pero decidió no darse por enterada.

William había visitado la villa en más de una ocasión, era monumental; tenía hermosos jardines, caballerizas y un lago. Al llegar, Terry despedía al personal diciéndoles que podían tomar el día libre y le mostraba a William las delicias que habían preparado para la ocasión, había de todo, exquisita comida, bebidas y deliciosos postres. Los caballos estaban ensillados y listos por si se les antojaba hacer día de campo junto al lago; la canoa atada junto al muelle, en fin, todo estaba perfecto. Un poco más tarde, llegó Susana…

- Hola, disculpen la tardanza, espero que no les moleste que haya traído a una invitada – dijo la joven mientras ella y Candy entraban al salón. Al mirarse los rubios sintieron tanta emoción que ninguno de los dos supo que decir.

- Bienvenida señorita White por favor siéntase como en su casa – saludó Terry rompiendo el silencio y luego se llevó la mano a la frente en forma teatral al tiempo que decía: Amor, ¿Por qué no me avisaste? Creo que tenemos un pequeño contratiempo, pues todas las bebidas que encargué tienen alcohol, William y yo tendremos que ir al pueblo a comprar algunas sodas.

- Mejor vamos tu y yo, muero por uno de esos helados de vainilla.

- No se diga más mi bella dama, sus deseos son ordenes – Contestó Terry ofreciéndole el brazo, luego miró a William y le dijo, por favor siéntanse como en su casa, volveremos pronto.

Los rubios vieron el automóvil deportivo alejarse y se miraron el uno al otro sin poder creer que estuvieran ahí, entonces la rubia corrió hacia él quien la recibió con los brazos abiertos.

- Albert, no sabes cuanto te he extrañado – dijo la rubia con lágrimas en los ojos.

- Y yo a ti preciosa – contestó el rubio con la voz entrecortada. Luego buscó sus labios fundiéndose en un beso tierno y entregado, cargado amor puro y sincero.

Los rubios permanecieron abrazados, acariciándose con las miradas, amándose con palabras y besándose con sentimiento. Un poco después, el rubio recibió un mensaje de Terry que decía:

"Amigo, quisiéramos de corazón poder evitarte tanta tristeza, permítenos al menos brindarte esta pequeña felicidad, disfruten el día, volveremos por la tarde"

Después de leer, el rubio comentó: es Terry, dice que se encontraron a unos amigos en el pueblo y que pasarán un rato con ellos, ¿te gustaría conocer el lago?

- ¿Tienen un lago? ¡Me encantaría!

- Los rubios pasaron el día felices, montaron a caballo, pasearon en bote, comieron y se profesaron su amor entre miles de besos y sonrisas. Había sido un día simplemente extraordinario, sin embargo, para desgracia de Albert, el sol se ocultó y Terry y Susana regresaron.

- Por favor perdónenos, han de pensar que somos unos terribles anfitriones, pero perdimos la noción del tiempo. Susana me dijo que había quedado de llevar a la señorita White a casa de los Leagan, será mejor que nos vayamos, el camino es largo – dijo el castaño.

- Amor, en la mañana vi que se encendió una luz en el tablero de mi automóvil ¿podrías revisar de que se trata? – comentó Susana para darles tiempo de despedirse.

Cuando la pareja se alejó, Albert tomó a Candy de la cintura y la miró a los ojos y le dijo: "Te voy a extrañar, por favor nunca olvides que te amo y siempre te amaré"

- Y yo a ti mi amor, el día ha sido maravilloso; está noche difícilmente podré conciliar el sueño – contestó la rubia emocionada y luego se fundieron en un largo y profundo beso.

Cuando Terry y Susana regresaban, el castaño habló alzando la voz para advertir de su presencia. Frente a la pareja, los rubios se despidieron con propiedad…

- Hasta pronto profesor, muchas gracias por todo.

- Hasta pronto, señorita White.

Susana y Candy salieron en un auto mientras Terry y Albert las seguían de cerca.

- ¿No se lo dijiste? – preguntó el castaño.

- Traté, pero no pude. Estaba tan feliz que no me atreví a arruinar el momento.

Mientras Susana llevaba a Candy a casa de los Leagan, Terry llevó a Albert a recoger su automóvil al estacionamiento del restaurante, donde se despidieron con un abrazo. Ambos amigos no pudieron evitar derramar lágrimas de tristeza…

- Cuídate hermano, te voy a extrañar

- Y yo a ti, gracias por todo. Eres como un verdadero hermano para mí.

- ¿A dónde irás?

- Todavía no lo sé. Ellos se encargaron de todo.

- Llámame en cuanto lo sepas.

- Lo hare, dale un beso a Susy de mi parte.

El domingo, antes de la media noche. Albert abordaba un avión rumbo a Tokio junto con George, pues les habían asignado trabajar la zona comercial de Asia. El rubio vestía casual con jeans y una chamarra, como siempre, lucia tan arrebatadoramente atractivo y sensual que se robaba las miradas al pasar. Sin embargo, George podía sentir como a cada paso, el alma de Albert se iba quedando en Londres, junto a su familia, sus amigos y su amada Candy. Cuando por fin ocuparon sus asientos en la aeronave, el francés sentía que la tan admirada figura del rubio no era otra cosa más que una urna vacía.

Mientras tanto, en la mansión de los Ardlay, el patriarca se había encerrado por horas en el estudio sin querer hablar con nadie. Cuando por fin se dirigió a su habitación, la encontró inusualmente vacía y al preguntar por Priscila, le dijeron que había trasladado todas sus cosas a una de las habitaciones del ala opuesta. El hombre se dirigió hacia allá y entró preguntándole ¿Qué haces aquí? a lo que Priscila contestó: "mientras no sepa nada de mi hijo, tú tampoco sabrás de mí. Así como yo tendré un hijo de nombre, tu tendrás una esposa de nombre"

Ignorando lo sucedido, Candy y las chicas regresaban al colegio el lunes por la mañana después de acompañar a la señora Leagan a un viaje relámpago a España. En cuanto llegaron a la institución, les dijeron que pasaran directamente al comedor para el desayuno. Cuando terminaron de comer, la señora Elroy tomó la palabra y dijo: Buenos días espero que todos hayan disfrutado del fin de semana, aprovecho la ocasión para presentarles al profesor Maurice Dupont, quien desde el día de hoy sustituirá al profesor Ardlay permanentemente, el profesor Dupont es graduado de la universidad de…

Candy volteó con Terry buscando una respuesta; el castaño bajó la mirada y negó ligeramente con la cabeza por lo que la rubia intuyó que algo andaba mal. La joven no escuchó ni una palabra del discurso del nuevo profesor, su mente trabajaba a mil por hora, ¿sería que finalmente habría logrado que lo reemplazaran para poder hablar con su padre?... se preguntaba.

Cuando el desayuno terminó, la rubia trató de acercarse a Terry, pero el castaño parecía tener prisa en salir del comedor por lo que no pudo alcanzarlo. La joven se dirigió a su habitación para cambiarse y al abrir la puerta, se llevó la mano a la boca del asombro y las lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos incontrolablemente. Las paredes estaban cubiertas en su totalidad de hermosas rosas blancas y rosas, en la cama había un enorme oso de peluche, rodeado de muchos otros monitos que lo llenaban todo. El lugar parecía sacado de una fantasía, hermosamente decorado con un sinfín de arreglos florales, chocolates y ositos. En el escritorio, la rubia encontró un sobre con su nombre junto a una pequeña cajita de terciopelo. Al abrirla encontró un dije para su pulsera con el símbolo del infinito y el sobre contenía una tarjeta que decía: "Amarte, ha sido la más bella locura de mi vida. Siempre te llevaré en el corazón"

La rubia lloraba desconsoladamente llamándolo pues entendió de inmediato que era una despedida. Unos minutos más tarde, Eliza y Patty pasaron por ella para ir juntas a clase y encontraron la puerta entreabierta. Al entrar se sorprendieron al mirar la escena tan impresionante y encontraron a la rubia acostada en la cama en posición fetal y abrazando un montón de ositos. Por más que le hablaban, la rubia no contestaba y simplemente dejaba rodar enormes lágrimas por sus mejillas. Sin saber que hacer, las jóvenes fueron a buscar a la señora Elroy, quien había citado en su oficina a Terry y a Susana para preguntarles por Albert ya que, después de la fatídica junta no volvieron a dirigirse la palabra en forma directa.

- Señora Elroy, ¿podemos pasar? – preguntó Eliza tocando directamente pues Martita no se encontraba en su escritorio.

- ¿Qué pasa Eliza?

- Será mejor que venga, algo le pasa a Candy que no quiere moverse – comentó la pelirroja.

Todos se encaminaron a la habitación de la rubia y al entrar, se quedaron atónitos. La pregunta no era ¿Quién? sino ¿Cómo y en qué momento Albert había hecho algo tan enorme? La anciana llamó a Candy múltiples veces, pero la rubia no se levantaba por lo que le pidió a Terry que la llevara en brazos a la enfermería. Los alumnos ya estaban en clase, el castaño salió seguido, por Susana y las chicas, pero la señora Elroy se quedó mirando alrededor de la habitación. Sin poder evitarlo, se sentó en el borde de la cama donde había estado Candy y lloró. Lloró por todas las veces que se había contenido haciéndose la fuerte para no mortificar más a su hermano y a su cuñada. Lloró por el futuro incierto de su sobrino, por su forzada ausencia y por el enorme amor que le profesaba a la rubia.

El doctor dijo que Candy se encontraba perfectamente bien físicamente, pero que parecía estar bajo una profunda depresión y recomendó dejarla descansar. Dos días pasaron y la rubia no se movía, no hablaba y ni comía. La señora Elroy comentó preocupada con Priscila, quien decidió ir a visitarla.

La matriarca llegó a media mañana, para evitar la mirada curiosa de los alumnos. La señora Elroy la recibió y la condujo a la habitación de la joven donde las flores inexplicablemente continuaban tan frescas y rozagantes como el primer día. Priscila, como todos, también sintió un fuerte dolor al ver el intento desesperado de su hijo por expresarle a la joven su inmenso amor y tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no llorar, pues lo más importante en ese momento era la salud y el bienestar de la joven…

- Hola Candy, he venido a visitarte porque la tía Elroy me dijo que estás muy triste.

La rubia continuo sin moverse abrazada a uno de los muchos peluches esparcidos por lo que Priscila prosiguió…

- Te preguntarás ¿Qué significa todo esto? y ¿por qué Albert fue sustituido? Y creo que mereces saber la verdad: Albert ha sido castigado y exiliado del clan, tuvo que salir del país y no sabemos donde se encuentra. La razón es porque Karen está embarazada y lo demandó por abandono; tal vez tu no lo sepas, pero desamparar a la familia es uno de los peores crímenes que un Ardlay puede cometer. El consejo le pidió a mi hijo que se casara con Karen o enfrentara el exilio; Albert está seguro de que el bebé no es suyo por lo que eligió perderlo todo antes que ceder al chantaje. Por ahora, debemos esperar a que nazca el niño para saber quién tiene la razón pues el futuro de mi hijo depende un análisis de ADN. Desde el día en que lo acusaron de abuso sexual, Albert ha defendido a capa y espada sus sentimientos por ti y todo esto que ves, no es más que su forma de demostrarte cuanto te ama.

Candy, mi hijo es una persona sumamente amorosa, cariñosa y entregada por completo a su familia; estudio mucho más que cualquier otro joven, abandonó sus sueños de convertirse en veterinario y trabajó incansablemente por el bienestar de todos ¿te imaginas lo que significa para él el tener que alejarse en estas circunstancias? Ni siquiera tuvo la oportunidad de hablar con su hermana antes de partir y no sabemos si podrá hacerlo algún día. El aceptó todo esto porque es una persona integra incapaz de traicionarse a sí mismo; ante el consejo sostuvo su verdad y el que haya hecho algo tan impresionante como esto, es su forma de gritar a todo pulmón que te ama. ¿y qué haces tu Candy? ¿dejarte morir? ¿Qué crees que sentiría si se enterara que la niña de sus ojos no tiene la fortaleza para sobreponerse a los problemas y vivir? Él tuvo la entereza para tomar las riendas de su vida; si de verdad lo amas, entenderás su corazón y seguirás su ejemplo.

Priscila se levantó y se encaminó a la puerta, y cuando estaba a punto de salir, escuchó la voz de Candy quien con un susurró le decía: "Gracias"

Priscila se volvió para mirarla y asintió antes de salir. A partir de ese día Candy se levantó y decidió esforzarse por ser fuerte y seguir adelante como lo había hecho Albert. Los días pasaron y llegó su tan ansiado cumpleaños número 18, Stear, Archie, Eliza y Patty querían festejar, pero Candy comentó que había llegado demasiado tarde y decidió no darle importancia. A mediados de junio, el año escolar terminaba y todos se preparaban para las vacaciones de verano.

- Candy ¿irás a Nueva York?

- Si, ni Sally ni nadie me impedirá regresar a mi casa y ver a mi padre.

- ¿Y tú Patty?

- Visitaré a la abuela Martha en Francia y luego iré como invitada de Stear unos días a la villa de los Ardlay.

- Fantástico, parece que las cosas van en serio con Stear.

- Tal vez, ya les contaré cuando regresemos.

- Chicas yo… no regresaré el próximo año. Ahora que recibí las herencias de mi abuela y de mi madre, decidí comenzar mi propio camino; hice una solicitud para un internado en conservación de arte en el Louvre y me aceptaron, por lo que terminaré la preparatoria en Paris y continuaré en la universidad ahí mismo. Sé que esta escuela es buena, pero mi verdadero interés está en el arte y no quiero retrasar más mis metas – dijo la rubia.

- Yo tampoco regresaré. Estoy embarazada y mi madre se la pasa restregándome en la cara que perdí la posibilidad de encontrar un buen partido, por lo que, con el dinero que tengo ahorrado, me iré de casa y comenzaré mi propia línea de moda y belleza, es lo que siempre he querido hacer – dijo Eliza

- Eliza ¿Por qué no vienes conmigo a Paris? Renté un departamento en el centro que tiene dos habitaciones, así no estarás sola durante el embarazo, no tendrás que pagar alojamiento y te rendirán más tus ahorros.

- Paris es la capital de la moda – dijo Patty con una sonrisa.

- Tal vez tengan razón, me iré y no regresaré a casa hasta demostrarle a mi madre que puedo salir adelante sola y no depender de un hombre como lo hace ella. Pero eso sí, compartiremos los gastos, no porque ahora seas rica dejaré que me mantengas.

- Me pagarás cuando seas una diseñadora famosa, no tengo duda de que tienes un talento muy especial.

- Siempre y cuando seas mi muñeca.

- ¡Fantástico! en vacaciones estaremos todas juntas, cuando regrese a casa de mis padres – dijo Patty.

Al siguiente día, las chicas se arreglaron para asistir como invitadas a la graduación de Stear. Candy, se veía espectacular, con un elegante vestido negro. La rubia estaba un poco nerviosa, ya que sería la primera vez que vería a los padres de Albert, después de la visita de Priscila. El matrimonio la saludó con su amabilidad característica, pero no convivieron mucho pues los chicos se encargaron de mantener a Candy ocupada, entre bailes y miles de fotografías. Al final de la noche, la rubia se acercó a Priscila y le dijo: "Señora ¿podría hablar con usted por un momento?"

- Por supuesto – dijo la matriarca y ambas salieron de salón.

- Esta es mi última noche en el San Pablo, el próximo año continuaré mi educación en Francia. Quería darle las gracias por su amabilidad y entregarle esto; son las cartas que Albert me escribía cuando era profesor; Stear me dijo que la profesora Kleiss utilizó una fotografía nuestra para decir que el la engañaba conmigo, si las pone junto al calor podrá leerlas y saber que él siempre trató de ser honesto y hacer las cosas bien.

- Gracias Candy, significa mucho para mí.

- Lo sé, espero que ya pronto pueda regresar a casa. Adiós.

- Adiós Candy, cuídate mucho.

Candy, tuvo que hacerse fuerte para no llorar. Extrañaba tanto a Albert, que tan solo pensar en él le cortaba la respiración… pero se había prometido no derramar más lágrimas y continuar su camino para que, si algún día se volvían a encontrar, estuviera orgulloso de ella.

Tres años más tarde:

Un espejo de cuerpo completo reflejaba la silueta de una hermosa mujer ataviada con un elegante vestido de novia alta costura, sus ojos color esmeralda reflejaban su gran belleza interior, colmada de alegría, pero también de madurez. Atrás habían quedado los días del San Pablo con sus alegrías y sus tristezas. Candy estaba por terminar el segundo año de la universidad…

- Candy, ¡la colección fue todo un éxito! deberías de modelar profesionalmente – decía Eliza

- Claro que no, solo lo hago por ti.

- Por supuesto, ningún desfile estaría completo sin mi muñeca. A Propósito ¡feliz cumpleaños! Ya eres oficialmente mayor de edad en todas partes del mundo.

- Ni lo menciones, sabes que odio mi cumpleaños.

- Pues con todo y todo, esta noche no te podrás negar a venir con nosotros. Ahora que los chicos están aquí, tenemos muchas cosas que celebrar…

Mientras tanto en Chicago, un impresionante rubio de ojos color de cielo, llegaba a la oficina del consorcio y saludaba a la secretaria con su acostumbrada seriedad.

- Buenos días, señorita…

Continuara…

Un poquito tarde, pero aquí está el capitulo que les prometí, por favor no olviden dejar sus comentarios, en verdad valoro mucho su opinión. Sé que a muchas de ustedes les hubiera gustado que los rubios hubieran podido estar juntos en el San Pablo, pero todas las situaciones que vivieron apuntaban a una sola cosa "no era su momento" veremos que pasa ahora que están en condiciones diferentes.

Hasta pronto.