Los personajes de Candy Candy no me pertenecen.
Capítulo 20
Después de tomar asiento y ordenar una botella del mejor vino de la casa, el patriarca miró directamente a los ojos de Albert y le dijo:
- ¿Qué tal hijo? Así es que quieres renunciar a la familia…
Albert se sorprendió ante la presencia de su padre, pero decidió tomar al toro por los cuernos y contestó:
- Hola papá… no es que "quiera" renunciar a la familia, es que no tengo opción. Necesito establecerme lo antes posible.
- ¿por qué tanta premura? Si se puede saber.
- Por supuesto… quiero casarme con la mujer que amo y tener una vida digna. Como por lo visto, el clan es el único lugar donde no la puedo tener, me vi obligado a tomar esta decisión.
- ¿Estás seguro de abandonarlo todo por una joven que hasta hace algunos días estaba comprometida con otro?
- Nunca he estado más seguro de algo en mi vida. Esto no es de ahorita y lo sabes, creo que, si hay algo de verdad en lo que dijo Karen, es que le fui infiel, al menos de corazón porque desde que vi a Candy por primera vez, sentí algo muy especial; creo que me enamoré a primera vista. Traté de ser juicioso y avanzar en mi relación con Karen, pero ambos teníamos el corazón en lugares distintos.
¿Qué hay de tu madre, de tu hermana y de las demás personas que amas?
- Todo este tiempo he trabajado con el único objetivo de brindarle bienestar a la familia. Por más de mil días he vagado como un paria atendiendo los negocios del clan; por la noche cuando los negocios cerraban, todo el mundo regresaba a disfrutar de su vida en familia y yo a la misma soledad. No es reclamo, sé que yo elegí esto en lugar de ceder a los chantajes de Karen, sin embargo, en el momento en que desapareció dejó de manifiesto su mentira y aun así siguieron dándole crédito porque les convenía.
Por supuesto que me duele dejar de verlos como familia, pero incluso ustedes han tenido la oportunidad de vivir con la persona que aman y se tienen los unos a los otros. Candice White es la persona a la que amo y no estoy dispuesto a perderla, ni a someterla a ninguna clase de insultos así que nos iremos a donde podamos comenzar una nueva vida juntos.
- Entiendo que estes enamorado de esa muchacha, pero siendo sinceros ¿crees que serás feliz alejado de todo cuanto has amado? Dijiste que por tres años trabajaste para el bienestar del clan y es verdad, pero no solo ese tiempo, lo has hecho desde que tienes uso de razón. Por el momento, yo soy el responsable del bienestar de todos ellos, pero cuando yo me vaya, su destino quedará en manos extrañas, gente ambiciosa que no sabe que más que poder, el liderazgo del grupo significa responsabilidad… dime ¿podrás observar su suerte desde lejos y vivir con felicidad?
- ¿A dónde quieres llegar?
- Hijo, entiendo que quieras alejarte y vivir tu vida. Sin embargo, eres una de las personas más inteligentes que he conocido, sabias desde el principio que tú mismo podrías liberarte de todo esto renunciando como lo estás haciendo, también sabias donde estaba la señorita White ¿Por qué no la buscaste? ¿Por qué no le pediste que se fueran antes?
Albert guardó silencio y el patriarca continuo:
- Te lo voy a decir: no lo hiciste porque deseabas volver, buscabas limpiar tu nombre y regresar a ocupar tu lugar, ahora estás renunciando a la idea porque las circunstancias han cambiado, pero ese sentimiento que te mantuvo trabajando día y noche sujeto a las órdenes del consejo se llama "nobleza de sangre", es algo que se trae de nacimiento, por eso eres el heredero. Tendrías que morir para dejar de ser lo que eres.
Si quieres irte vete, no tienes que trabajar más, has aportado suficiente para que varias generaciones vivan con tranquilidad, pero no renuncies a ser quién eres. Yo me encargaré de encontrar a Karen y a cualquier persona que la haya ayudado; te prometo que pagarán muy caro el haberse atrevido a ensuciar tu nombre y cuando eso pase, tú y tu mujer podrán regresar como familia.
- Dijiste que no la aceptarías.
- Me equivoque, juré que no la aceptaría tratando de no perderte… se dice que el patriarca nunca se desdice de un juramento, pero aun los patriarcas cometen errores, perdóname, hijo, si ella es la mujer de tu vida y está dispuesta a amarte y a acompañarte en tu camino, la bendeciré tanto como a ti.
- Papá, no sé qué decir.
- Por ahora no digas nada, vive tu vida como la desees; no te molestaremos y cuando desees volver, te estaremos esperando – contestó el patriarca regresándole la caja.
Albert la aceptó, pues a pesar de todos los problemas y de los abusos del consejo, el joven amaba a su gente, en su mayoría personas sencillas que trabajaban duramente por el bien común y no deseaba que su futuro se viera empañado por la avaricia tan grande de quienes solo buscaban el poder.
- Te amo papá.
- Yo también hijo, perdóname por haber sido tan duro de corazón. De ahora en adelante contarás con todo mi apoyo – contestó el patriarca sin poder evitar que lágrimas de arrepentimiento escaparan de sus ojos celestes.
Mientras tanto en el hospital, Candy y su padre esperaban a que los médicos salieran a darles información.
- ¿Señor White?
- Su hijo está en observación, al parecer tiene una infección o una alergia muy fuerte.
- No puede ser, todo el tiempo come en casa y seguimos al pie de la letra la dieta que le recomendó el médico.
- Los niños juegan todo el tiempo, es normal que a veces tengan infecciones por llevarse las manos sucias a la boca. Le avisaré en cuanto tenga más información.
- Está bien, muchas gracias
El señor White tomó por enésima vez el teléfono para marcarle a Sally quien parecía tener el celular apagado.
- Papá, si no te molesta, saldré un momento para hacer una llamada.
- Adelante hija.
En el restaurante, Albert y su padre continuaban degustando la exquisita comida y resarciendo sus corazones hablando de todo aquello que los había separado. En ese momento el rubio se disculpó para contestar llamada de Candy.
- ¿Albert?
- Hola mi amor ¿Cómo está el niño?
- Solo nos dijeron que al parecer tiene una infección o una alergia. No lo entiendo, mi padre dice que ayer tuvo un buen día…
- Tal vez es alérgico al gato, muchas personas lo son.
- Amor, no tenemos gato, al menos no que yo sepa. Mi padre siempre ha detestado el tener la ropa llena de pelos.
- Que raro, pregúntale a tu papá si tienen gato en la casa, si no es así, pídele al doctor que le practique al niño análisis de sangre tal vez encuentre un compuesto llamado nytempiram.
- ¿por qué lo dices?
- Anoche escuche ruido en el pasillo, era la esposa de tu padre que se había caído llevando un biberón con leche, cuando se levantó dejó caer un frasco de medicina para gatos que contiene ese compuesto. Después de que se lo regresé se marchó rápidamente
- ¿Tú crees que…? Pero el niño es su hijo, ¿por qué haría algo así?
- Tal vez no es nada, preciosa no te preocupes…
- Esta bien mi amor, le preguntaré. Te amo.
- Y yo a ti preciosa… Lo siento papá, el hermanito de Candy está en el hospital – dijo Albert colgando la llamada.
- Lo que dijiste es algo serio.
- Si, pero de esa mujer se puede esperar de todo, recuerda que ella fue la que intentó ponerme la trampa en el colegio.
- Ni lo menciones, fuimos bastante decentes recibiéndola en la casa, solo por tratarse de familiares de la señora Madeleine que en paz descanse. Tu tía quería sacarle los ojos ahí mismo por desvergonzada, mira que atreverse a presentarse como si nada.
- Pues sí, solo espero que eso no nos traiga problemas, vine aquí porque quiero hablar con el padre de Candy.
- Siendo así, te acompañaré. El señor White debe saber que todo fue una artimaña y que tus intenciones son serias. Espero no tener que decirle que pronto será abuelo…
- No te lo aseguro, pero si es el caso, yo estaría feliz.
- William, esa muchacha ni siquiera ha terminado la escuela.
- No importa, si es necesario yo cuidaría al bebé, además mamá también se casó muy joven y terminó la especialidad.
- Pues que remedio.
En el hospital…
- ¿Todo bien hija?
- Si, Albert piensa que el niño puede ser alérgico al pelo de gato.
- Pero no tenemos gato hija, sabes bien que no me gustan.
- Es qué, anoche Albert vio a Sally que llevaba un biberón de leche y medicina para gatos, pensó que tal vez la mascota estaría enferma.
- No puede ser, ¡hasta donde ha llegado esa mujer! – dijo el señor White llevándose ambas manos a la cabeza.
- ¿Qué pasa papá?
- Hija, hay algo que no sabes; el niño en realidad no es hijo mío. Me enteré tiempo después de la muerte de mi madre, pero no quise molestarte, ya sufrías bastante dolor como para que encima te cargara con mis problemas. El niño estaba muy grave, le habían detectado una rara forma de cáncer, los médicos recomendaban un trasplante de medula ósea, Sally y yo nos hicimos los análisis, pero ninguno de los dos era compatible; entonces se presentó un muchacho diciendo que podía ser el padre del niño y exigiendo que le permitieran hacerse la prueba. Desesperado, accedí no solo a esa sino a una prueba de paternidad y resultó que efectivamente él es el padre. Me dijo que había sido novio de Sally por muchos años, pero que lo había dejado para casarse conmigo sin decirle que estaba embarazada. Por una amiga que tienen en común, él se enteró de que el bebé estaba grave y decidió venir, pero no tiene los medios para pagar el tratamiento pues es un joven de familia sencilla. Sally y yo tuvimos una gran discusión, por supuesto no podía dejar al niño morir, pero le dije que en cuanto se recuperara nos divorciaríamos, por suerte mis abogados me recomendaron firmar un acuerdo prematrimonial y de acuerdo con las cláusulas, se irá con las manos vacías. Tal vez esté enfermando al niño a propósito para retrasar el divorcio lo más que pueda, porque en ocasiones la salud del niño mejora y de la nada decae… vamos le diré al médico que le haga los análisis de sangre.
Poco después, llegaban Albert y su padre al hospital…
- Buenas tardes, señor White…
- Señor Ardlay, que sorpresa, no esperaba verlo por aquí.
- Vine a encontrarme con mi hijo, y me dijo que anoche se hospedó en su casa. Muchas gracias por recibirlo.
- ¿Cómo está el niño?
- Según nos dijeron, lo van a dar de alta en media hora.
- ¿Qué pasó con los exámenes?
- No quisieron hacerlos, por protocolo necesitan una razón para ordenar algo tan especifico. Nos dijeron que, si teníamos sospechas debíamos levantar una denuncia primero, lo cual creemos que no es conveniente porque pondría a Sally sobre aviso, necesitamos probar que ella es la que le da la medicina.
- Tal vez yo pueda ayudar, leí en la placa de la entrada que el doctor Nicholas Hamilton es del director. Si es quien creo, se trata de un amigo de mi esposa, estudio con ella en la facultad de medicina, veré si puedo hablar con él para que nos haga el favor de ordenar los exámenes.
- Gracias, señor Ardlay. En verdad se lo agradezco.
El director ordenó de inmediato los análisis y resulto que efectivamente el niño tenía rastros del medicamento.
- Lo que es raro es que el niño tenga casi cuatro años y todavía tome biberón – comentaba Candy.
- Según yo ya lo había dejado, supongo que se lo da a medianoche cuando está semidormido.
- ¿Qué haremos?
- Tenemos que denunciar.
- Albert tendrá que declarar lo que vio…
- Por supuesto, no faltaba más.
- Todos se dirigieron a levantar la denuncia y mientras esperaban a que Albert saliera, William recibió una llamada de George.
- Dime George.
- Señor, lamento molestarlo, pero creo que tiene que ver el video que le acabo de enviar.
William bajó el video y comenzó a verlo en su teléfono celular, era un reportaje de la BBC de Londres donde salía a la luz lo del bebe de Karen y el supuesto abandono por parte de Albert. El patriarca de inmediato sintió que le hervía la sangre, por lo que se disculpó y salió de la oficina para llamar nuevamente a George y en cuanto contestó, el patriarca preguntó: ¿Cuándo salió?
- Está noche señor…
- Llama, a la televisora quiero saber cómo y cuándo se filtró la noticia.
- Ya lo hice señor, estoy esperando que me regresen la llamada con la información. Lo mantendré informado.
- Gracias, por favor avísame en cuanto sepas… y George.
- Dígame señor.
- Albert no va a regresar a trabajar… de ahora en adelante tu única responsabilidad es encontrar a esos malditos, cueste lo que cueste.
- Si señor.
- Después de la declaración de Albert y presentar los análisis de laboratorio certificados por el director del hospital, la policía giró una orden de aprensión en contra de Sally por intento de homicidio.
En cuanto regresaron a la mansión de los White, la mujer salió corriendo envuelta en llanto…
- ¡Mi bebé, mi bebé! ¿Qué te pasó mi amor? He estado tan preocupada – decía tratando de abrazar al niño, pero el señor White se lo impidió.
- Lalita, lleve por favor al niño a descansar.
- p..pero es mi hijo, tengo derecho a…
- ¡Tú no tienes ningún derecho desgraciada, apenas puedo creer que te hayas atrevido a hacer lo que hiciste, pudiste haberlo matado.
- ¿de qué estás hablando? ¿no entiendo?
- De la medicina para gatos que le diste en el biberón. Albert te vio anoche con ella en la mano y los análisis de sangre lo confirmaron.
- Yo no hice nada, lo juro… que casualidad que mi hijo se enfermó apenas él llegó a la casa. De seguro él se lo dio y me está echando la culpa, me odia porque lo rechacé y lo reporté por tratar de abusar de mí cuando era su alumna, es un pederasta. De seguro también se acostó con tu hija, es un desgraciado que abandono a su mujer estando embarazada mira, está en todos lados, le dijo enseñándole el video del noticiero en su celular.
- Eso no es cierto, yo no te hice nada, fuiste tú la que fue a meterse a mi habitación, para tratar de comprometerme, pero no te resultó porque yo nunca dormí en el colegio. Hubo una investigación por parte de la policía, donde quedaron demostradas todas tus mentiras.
El señor White, miró a Candy y sintió que la cabeza le daba vueltas, de repente perdió el sentido desplomándose.
- ¡Señor White! ¡Señor White! ¿Me escucha? - Preguntó Albert inclinándose para darle primeros auxilios y después de examinarlo agregó: Al parecer solo es un desmayo.
- ¡Lalita por favor traigan las sales! – gritaba Candy.
Un poco después el señor White comenzó a reaccionar. Sally quiso aprovechar el momento para escaparse, pero Candy la miró y se plantó frente a ella: ¿A dónde crees que vas?
- No es de tu incumbencia, está es mi casa – contestó tratando de empujarla, pero Candy se le fue encima, dándole tremendo par de bofetadas y jalándola del pelo.
- Está no es tu casa… es la casa de mi padre que te quede bien claro, y no te atrevas a tocarme de nuevo porque te arrancaré los ojos, estoy cansada de tus aires de grandeza cuando en realidad eres una cualquiera que se aprovechó de los buenos sentimientos de mi padre para endilgarle un hijo que no es suyo obligándolo a casarse contigo, pero se acabó está visto que a la bondad le llamas pendejismo…
En ese momento llamaron a la puerta, era la policía que llegaba a cumplir con la orden de aprensión, por lo que Candy autorizó que pasaran y se la llevaran detenida.
- Candy, Candy… la llamaba el señor White entre susurros.
- Aquí estoy, papá no te preocupes te pondrás bien solo fue un desmayo y si todo sale bien, Sally ya no podrá hacerle daño al niño.
- Hija ¿es verdad que tú y…?
- Si, bueno… no. No es como ella dijo.
- Señor White yo le juro que…
- ¡Por favor, deseo hablar a solas con mi hija!
- Por supuesto – dijo Albert saliendo al jardín en compañía de su padre.
- Hijita, ¿cómo es posible? Yo tuve la culpa por haberte abandonado de esa manera, soy un completo fracasado.
- No papá, no es como ella dice. Es cierto que Albert y yo nos enamoramos cuando era su alumna, pero no estuvimos juntos hasta hace unos días cuando yo lo busqué. Papá decidí viajar a Chicago para buscarlo, porque lo amo, por favor dale una oportunidad, al menos escucha lo que tiene que decir…
Afuera, Albert caminaba de un lado para otro como león enjaulado…
- Tranquilízate, tarde o temprano se tenía que enterar y que mejor que estás aquí para encararlo.
- Es que son demasiadas cosas, lo de Sally, lo del colegio y ahora lo de Karen. ¿Cómo puedo pedirle que confíe en mí?
- Siendo honesto… durante todo este tiempo has sostenido tu verdad a pesar de todo y de todos y está vez no tiene por qué ser diferente.
Candy convenció al señor White de que aceptará hablar con Albert y su padre. El rubio se sinceró, hablando de lo sucedido con Sally, de cómo se había enamorado de Candy y lo mucho que había esperado poder hablar con él cuando la rubia fuera mayor de edad y por último, aclaró la situación con Karen. El señor White seguía desconcertado, por la gran cantidad de cosas que ignoraba de la vida de su hija y temía que pudiera salir perjudicada…
- Hijo, ¿por qué no me permites hablar un momento con el señor White? – le pidió su padre.
- Está bien, con permiso.
Albert salió de la sala buscando a Candy y le dijeron que se encontraba en el jardín. El joven se dirigió para allá y cuando llegó, la rubia lo miró preocupada…
- ¿Cómo te fue?
- Es difícil decir, tu padre está receloso y no lo culpo, le estoy pidiendo que pase por alto un muchas cosas y confié en mí.
La rubia, se acurrucó triste sobre y pecho y el la rodeo con sus brazos y le beso la frente, prometiéndole que seguirá luchando hasta convencer al señor White.
Mientras tanto en la sala de estar…
- Señor White, sé que lo que acaba de decir mi hijo es difícil de creer, son demasiadas cosas para que sea inocente de todas ellas, lo sé porque yo tampoco le creí. Cuando se reusó a casarse con Karen, yo mismo lo juzgué y lo condené. Albert fue castigado duramente, fue exiliado del clan, los bienes que había obtenido como miembro de la familia le fueron confiscados y fue obligado a trabajar duramente sin recibir nada a cambio. ¿por qué lo hice? Porque le creí a Karen, ella y Albert habían sido novios por muchos años y siempre me pareció una muchacha educada y de buena familia. Durante la comparecencia, Karen nos mostró una fotografía de Albert y Candy aparentemente en una situación comprometedora, nos dijo que la verdadera razón por la que Albert no quería responsabilizarse de su bebé era porque sostenía una relación con su hija. Albert y yo habíamos discutido anteriormente por lo mismo, él aseguraba estar enamorado de Candy y, para serle sincero, yo no creía que su hija fuera una buena opción para él, así que no me fue difícil creer la historia de Karen.
A pesar de que lo amenacé con jamás aceptar a Candy en la familia, Albert se mantuvo firme y prefirió afrontar las consecuencias a casarse con Karen. El consejo decidió que no podían condenarlo definitivamente sin haber pruebas de lo que decía uno o el otro, por lo que esperaríamos a que naciera el bebé para practicarle una prueba de ADN, pero como mi hijo le explicó esa mujer desapareció, llevándose el dinero que le habíamos depositado para su manutención además del efectivo y las joyas que sus padres tenían en su casa.
Después de eso, enfermé y quedé paralizado de medio cuerpo, por lo que el consejo tomó las riendas del clan. Para mí era bastante claro que la huida de esa mujer era muestra inequívoca de su mentira, pero el consejo decidió ignorarlo y siguió obligando a mi hijo a trabajar alejado de la familia. Él nunca se quejó y tampoco buscó a Candy pues sabía que mientras no limpiara su nombre, no tendría nada que ofrecerle. Muestra de ello, es que su hija salió con mi ahijado James y estaba comprometida con él. De repente ella decidió viajar a Chicago para buscar a Albert y como resultado mi hijo decidió abandonarlo todo por ella. Aquí tiene la carta que me escribió, donde renuncia a todos sus derechos y a la posibilidad de volver a ver a su madre y a su hermana para poder responderle a su hija como es debido. Cuando la leí, decidí que era suficiente, mi hijo no tenía por qué seguir pagando por las mentiras de una mujer despechada y, aunque aún sigo pensando que Candy es muy joven, decidí apoyarlos.
La carta que le acabo de mostrar es para nosotros algo muy delicado… solo lo hice para que compruebe hasta donde está dispuesto a llegar mi hijo con tal de ofrecerle a su hija una vida digna, por lo que le pido que les demos la oportunidad que nunca han tenido. Pase lo que pase, le prometo que Candy nunca estará sola pues la acogeremos como si fuera nuestra propia hija.
- Al parecer no hay nada más que hacer – contestó el señor White quien contemplaba desde la ventana a la pareja de rubios que contemplaba las estrellas abrazados cariñosamente.
Cuando los rubios regresaron a la casa, William padre le recordó a su hijo que su decisión sería definitiva, a lo que Albert contestó que no tenía ni la más mínima duda y le pidió al señor White la mano de Candy. El señor White aceptó y los rubios se abrazaron felices.
Era ya muy tarde por lo que el señor White le rogó al padre de Albert que se quedará a dormir con ellos. Los Ardlay tenían varios inmuebles en la ciudad, pero decidió aceptar para no desairar a su futuro consuegro.
- A la mañana siguiente, el niño había amanecido mucho mejor, aunque un poco cansado, Candy le dio su medicina, luego todos se sentaron a la mesa y sin proponérselo comenzaron a comentar sobre el reportaje del noticiero…
- George me llamó anoche, al parecer el noticiero recibió la información por medio de un anónimo, por supuesto no quieren arriesgarse a una demanda y nos van a permitir acceder al servidor para que podamos analizar la información. Stear ha estado trabajando en un nuevo programa de computación que rastrea la información limpiando la ruta de envió, le ha llevado casi dos años desarrollarlo, pero al parecer está dando muy buenos resultados. Espero que pronto sepamos quien está detrás de todo esto…
- Tal vez podríamos aclarar tu situación y utilizar la publicidad para hacer salir a Karen de su escondite – dijo Candy.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Albert.
- En la nota dijeron, que estás exiliado del clan por completo. Podemos aprovechar que el señor Ardlay está aquí para que los medios de comunicación los vean juntos, de esa forma la gente pondrá en duda la veracidad de la información. Además, por lo que me contaste, Karen se obsesionó con la fotografía donde estamos bailando juntos, tal vez deberíamos anunciar nuestro noviazgo formal y dejar que todo el mundo nos vea, quizás se desespere y haga algo para recordarte que todavía tiene el control, entonces usaremos el programa de Stear para rastrearla y dar con su paradero.
- No suena mal – dijo William padre meditando un poco.
- En un par de días es la gala del gobernador, quien es un gran amigo. Estoy seguro de que en cuanto se entere de que se encuentran en la ciudad, no dudará en invitarlos, Candy, podrá asistir con la invitación que le enviaron a Sally, dudo mucho que por la gravedad de los cargos la dejen salir antes del juicio.
Un poco más tarde, William recibió llamada de su esposa.
- ¿William como va todo? Nos dejaste con el alma en un hilo, dime que lograste convencer a Albert.
- Si mi amor, siento no haberles llamado; el día de ayer fue un poco complicado.
- ¿Está Albert contigo?
- Si aquí está.
- Pásamelo por favor.
- Hola mamá.
- Hola mi amor ¿Cómo estás? Que alegría volver a escucharte. No sabes cuanto te he extrañado.
- Yo también mamá.
- Por supuesto bribón… y por eso decidiste alejarte de todo.
- Es complicado…
- Lo sé hijo, ¿Cuándo regresarás?
- No lo sé por, el momento tenemos algunas cosas que hacer.
- Esta bien mi amor, te amo.
- Y yo a ti mamá.
Cuando terminó la llamada, de inmediato pusieron manos a la obra, ahora si todos conocerían lo que los Ardlay eran capaces trabajando juntos…
Por supuesto, el gobernador estuvo más que feliz de invitarlos a la gala pues sabía que eran uno de los principales inversionistas en la bolsa de valores y quería agradecerles en persona por la confianza depositada en la economía norteamericana.
En Londres, como en muchas partes del mundo, los noticieros hicieron su agosto explotando la noticia en forma amarillista pues los Ardlay jamás habían dado de que hablar y ahora que tenían la oportunidad, no la iban a desaprovechar
Las acciones del Corporativo Ardlay en la bolsa de valores cayeron estrepitosamente ya que algunos de sus inversionistas quienes solo buscaban ganar dinero decidieron deshacerse de ellas antes que arriesgarse a perder pues consideraban que la familia estaba acabada. Albert vio la tremenda oportunidad y le sugirió a su padre que compraran todas esas acciones ya que estaba seguro de que las empresas se recuperarían en un par de días.
Albert llamó a Ivonne quien, con sus contactos, ayudó a filtrar la información de que el rubio estaría en el evento. Incluso horas antes de comenzar, el lugar estaba abarrotado de medios de comunicación que esperaban tener las primeras declaraciones del joven repudiado.
Ese día por la mañana, llegó Priscila para acompañar a Albert y a su esposo. La madre llevó consigo un hermoso anillo de compromiso que tenía un exquisito diamante en de color azul justo del tono de ojos de su hijo. Era sin duda una piedra rarísima y muy costosa, pero cuando la matriarca la vio, decidió adquirirla y mandar a hacer la pieza para quien conquistara el corazón del joven. También le llevó Candy un hermoso vestido de Alexander McQueen que la hacía verse espectacular.
- ¡Wow! Sin duda serás la mujer más hermosa de la fiesta – dijo Albert al verla salir.
Los Ardlay decidieron esperar hasta casi la hora de que comenzara el evento para no robarle atención a los demás invitados y cuando los medios de comunicación estaban a punto de darse por vencidos, dos elegantes limusinas con la insignia de los Ardlay hicieron su aparición. De la primera descendieron William y Priscila y de la segunda Albert junto con Candy y el señor White.
- Señor Ardlay ¿Es cierto que su hijo está exiliado del clan?, ¿Qué hay del hijo que abandono?
- William ¿no siente ningún remordimiento, por haber abandonado a una mujer a su suerte? – eran algunas de las preguntas que gritaban los reporteros indiscriminadamente.
- Los Ardlay, se acercaron a contestar las preguntas de los medios que habían sido cuidadosamente elegidos por Ivonne, ya que eran compañías que se conducían con profesionalismo.
- Señor ¿es cierto que su hijo William ha sido repudiado por su familia?
- Por supuesto que no, William es el heredero del Patriarcado y una de las personas más comprometidas con el bienestar de nuestra gente. De hecho, mi esposa y yo hemos venido a Nueva York para solicitar formalmente la mano de su novia en matrimonio. Estamos muy contentos ya que nuestro hijo se encuentra muy enamorado y le deseamos a ambos toda la felicidad del mundo.
- William ¿Quién es la afortunada joven que conquistó su corazón?
- Albert, miró a Candy con orgullo contestó.
- En verdad que el afortunado soy yo, de tener a mi lado a una mujer bella, talentosa e inteligente… la señorita Candice White.
- ¿Qué hay de cierto en que la señora Karen Kleiss dio a luz a un hijo suyo?
- Son solo rumores sin fundamento, si fuera cierto ¿no creen que Karen ya hubiera presentado al niño? ¿Quién rechazaría la seguridad de una familia como la nuestra? especialmente porque el bebé sería considerado heredero de mi fortuna y futuro jefe de familia. Definitivamente algunos medios de comunicación han pasado por alto que, aunque quisiera, no podría negar que fuera mi hijo, los herederos al Patriarcado deben someterse a exámenes de ADN conducidos por los laboratorio con los más altos estándares de calidad.
- ¿A usted se los practicaron cuando nació?
- Por supuesto, aunque a estas alturas, creo que la pregunta está de más ¿no lo cree? – contestó Albert con una sonrisa encantadora mientras los cinco posaban sonrientes para las cámaras; viéndolos juntos y vestidos de manera similar, Albert y su padre parecían la misma persona en dos diferentes etapas de la vida.
Después de darse gusto, demostrando cuan unidos se encontraban como familia, los Ardlay entraron al recinto donde se llevaba a cabo la gala. Todo el mundo los recibió, con gran complacencia y se desvivían por conversar con ellos.
El plan era que Albert y Candy se mostraran como una pareja enamorada, pero ni falta les hacía actuar; era el primer evento al que acudían como pareja y estaban decididos a disfrutarse mutuamente.
Después de la cena, la música comenzó y Albert se puso de pie para invitar a Candy a la pista. Mientras bailaban, el joven se perdía en las enormes esmeraldas de la rubia, olvidándose de todo y de todos a su alrededor…
- Te amo mi amor, tenerte a mi lado es un verdadero regalo de Dios.
- Y yo a ti, eres el mejor hombre del mundo - se susurraban al oído, mientras sus cuerpos se acoplaban con naturalidad y elegancia.
Todo el que los observaba no dejaba de reconocer que hacían una pareja excepcional, eran tan atractivos que parecía como si un par de semidioses se hubieran escapado del Olimpo para disfrutar las bondades del amor terrenal.
Unas horas más tarde, William, Priscilla y el señor White se despidieron alegando que tenían compromisos al siguiente día por la mañana, pero en realidad lo hacían porque no querían contestar demasiadas preguntas. Los tres abordaron una de las limusinas, dejando la otra en espera de los jóvenes quienes aun disfrutaban de la velada.
Casi a las dos de la madrugada, los jóvenes abandonaban el lugar por la parte trasera donde los esperaba el automóvil, ambos habían bebido un par de copas de champagne, pero Candy era la que se notaba más alegre, pues no estaba acostumbrada a beber alcohol.
En cuanto se subieron al vehículo, Candy comentó: estoy muerta, bailamos tanto que no puedo dar ni un paso más.
- Quítate los zapatos preciosa.
- No, ¿Cómo crees?
- Solo estamos tú y yo.
- Y el chofer.
- Eso se arregla fácil – dijo Albert cerrando la ventanilla para que el chofer no pudiera verlos y agregó: Ahora sí, puedes ponerte cómoda.
- La rubia ni tarda ni perezosa se deshizo de las zapatillas y se acurrucó en los brazos de Albert.
- Te amo preciosa – dijo el joven por lo que Candy levantó la mirada y se acercó a él buscando sus labios.
Aprovechando la privacidad, los rubios se entregaron a un sinfín de besos y caricias ardientes.
- Mi amor, no sabes cuanto te he extrañado… De saber que dormiríamos tantas noches separados, no hubiera aceptado la invitación de tu padre… Te deseo tanto.
- Mmm ¿entonces como viviste sin mi por tres años? – preguntaba la rubia entre caricias.
- Nadie extraña lo que no ha tenido… Durante ese tiempo extrañaba tu sonrisa, tu voz, tu alegría, pero ahora, extraño eso y mucho más, me fascina hacerte el amor.
- A mi también me encanta estar contigo, aunque si te soy sincera casi perdí la esperanza que algún día podríamos estar juntos…Albert, acabo de recordar algo, pero si le lo digo que vas a enojar – preguntaba la rubia con un poco de temor en la mirada.
- ¿Qué es mi amor? – preguntaba el rubio alejándose un poco para mirarla a los ojos.
- Es que… cuando estaba en el San Pablo aposté con Eliza a que sería capaz de conquistarte.
- ¿Ah sí señorita White? – preguntó el joven con el tono de voz severo del profesor de matemáticas.
- Si, perdóname, fue una tontería, un juego de niñas, pero es que eras el maestro más sexy y atractivo que había tenido en mi vida. Moria porque te fijaras en mí, además todas soñaban con lo mismo.
- Siendo así, Señorita White… me temo que tendrá que decirle a su compañera, que lo logró, no solo me ha conquistado, usted es capaz de hacerme su esclavo si lo desea – dijo acortando la distancia para besarla con pasión mientras sus manos recorrían su cuerpo a placer.
En ese momento la limusina se detuvo lo cual era señal de que estaban frente al portón de la mansión White por lo que los jóvenes se arreglaron un poco, por si alguien los estaba esperando.
Al llegar a la casa, Lalita los estaba esperando y les preguntó si se les ofrecía algo, a lo que los jóvenes contestaron que no y cada uno se dirigió a su habitación. Cuando Albert iba entrando a su recamara, su padre quien estaba alojado en el cuarto de al lado junto con Priscila, le salió al encuentro…
- Hijo ¿Cómo les terminó de ir?
- Bien papá, cuando nos retiramos todavía había bastantes personas en la recepción, pero salimos por la puerta de atrás.
- Tenías razón con respecto a lo de las acciones, la bolsa de valores de Asia ya abrió y se están cotizando por todo lo alto. Quien quiera que haya querido perjudicarte en realidad hizo todo lo contrario, el mensaje para Karen es claro: o aparece con el niño y permite que le hagamos los exámenes a la vista de todos o nos olvidamos del asunto. Además, pudimos darnos cuenta de quienes eran los socios desleales y lo mejor de todo es que ellos mismos nos vendieron su parte a una fracción de su valor. Espero que pronto termine todo esto y podamos por fin disfrutar de un tiempo como familia.
- Yo también papá.
- Esta noche adquirimos algunos compromisos que nos tomarán un par de días, pero tu madre y yo trataremos de regresar a Londres lo antes posible. Ahora que ya hicimos nuestro movimiento, es importante estar alerta pues no sabemos desde donde harán en suyo. De cualquier forma, tu madre y yo nos iremos al departamento de Central Park mañana por la mañana, ya hemos abusado de la hospitalidad de Robert. ¿Tú que tienes pensado?
- Necesitamos regresar a Paris lo antes posible, Candy ya ha perdido varias semanas de clases y no le será difícil ponerse al corriente para no perder el semestre.
- Me parece bien, pero no se instalen en su departamento, ya que sería muy fácil que los localizaran.
- No te preocupes, George ya se encargó de encontrar un lugar con la seguridad que necesitamos.
- Bien, entonces hasta mañana, ¿o debo decir en un rato?
- Hasta mañana papá
El rubio cerró la puerta y comenzó a desvestirse quitándose los zapatos y deshaciéndose del corbatín, de repente, escucho que alguien tocaba a la puerta muy despacio. Al principio pensó que era algún ruido hecho por sus padres, pues, aunque no podía distinguir lo que decían, podía escuchar sus voces a través de la pared. Cuando el sonido se repitió, Albert se acercó a la puerta y la abrió despacio, en cuanto lo hizo se encontró con dos hermosas esmeraldas que brillaban en el pasillo semioscuro…
- Candy… – murmuro un poco extrañado mientras se movía de lado para darle el paso.
La rubia entró rápidamente y sin decir palabra cerró la puerta y apagó la luz, estaba descalza, vestía un camisón de seda azul marino y llevaba encina la bata a juego.
- ¿Qué pasa mi amor?
La rubia, sin pronunciar palabra, se cruzaba los labios con el dedo índice para indicarle que no hablara y casi de inmediato, escucharon los pasos cansados de Lalita que se alejaban por el pasillo.
Era una noche clara, iluminada por la luz brillante de la luna llena por lo que, aun con la luz apagada, los jóvenes se distinguían perfectamente bien. Albert se quedó de pie expectante, no sabía que pensar de la actitud de Candy, pero la rubia se acercó y lo abrazó por el cuello buscando sus labios.
- Mi amor, no creo que debamos… - susurraba Albert sobre sus labios pues no deseaba ofender al señor White abusando de su confianza y además sus padres todavía estaban despiertos en la habitación de al lado.
- Te necesito – susurró Candy mientras le desabotonaba la camisa y se la sacaba por los brazos para luego meter las manos debajo de la camiseta interior y recorrer sensualmente sus amplios pectorales.
- pero Cand…
- Shhh – dijo la rubia mientras jalaba la camiseta hacia arriba.
Albert terminó el trabajo, sacándose la prenda por encima de la cabeza, mientras trataba de pensar cómo manejar la situación, sabía que debía de comportarse con decoro en casa de su suegro, pero al parecer el champagne se le había subido a la cabeza a Candy quien en ese momento se despojaba de la bata y el camisón de seda para quedarse únicamente con unas sensuales bragas de encaje azul marino. El cerebro del rubio dejó de funcionar en cuanto la joven se abrazó a él y comenzó a besarle el pecho lentamente trazando una línea de besos mientras descendía hasta llegar a la pretina del elegante pantalón del rubio que sin más ni más se deslizó entre sus piernas. Albert estaba enardecido, pues Candy jamás lo había acariciado de esa forma tan atrevida y cuando estaba a punto de dejarse ir, la detuvo abrazándola fuertemente.
Por un segundo, los rubios se separaron apenas unos centímetros, retándose mutuamente con miradas llenas de pasión. Como siempre, Albert perdía el desafío tomándola entre sus brazos y elevándola del piso mientras ella lo rodeaba gustosa con sus piernas por la cintura; el rubio jamás había podido ni podría resistirse a la joven cuya belleza lo desarmaba.
Con cuidado para no hacer ruido, el joven la depositó en la cama donde se dio gusto disfrutando su aroma exquisito y la suavidad de su piel. En un momento todo explotó y los rubios se dejaron llevar entre un sinfín de caricias mutuas ahogando los suspiros en un sinfín de besos ardientes. La adrenalina de saber que estaban haciendo el amor en casa del padre de Candy y justo a un lado de los padres de Albert, hacía que la pasión estuviera salpicada de complicidad elevando el placer de sus cuerpos a niveles insospechados hasta que, al final, cansados y satisfechos, se quedaron dormidos con sus cuerpos entrelazados.
Un par de horas más tarde, Candy abrió los ojos y al ver que el sol resplandecía en la ventana, pregunto: ¿Qué hora es?
- las 6:30 – susurró el rubio mirando su celular.
- ¡Tan tarde! – casi todos deben estar despiertos – musitó la rubia poniéndose de pie de un salto. Rápidamente se puso el camisón, la bata y abrió la puerta un poco asegurarse de que no hubiera nadie en el pasillo. Por suerte, los empleados estaban iniciando sus labores en la cocina y en el jardín, por lo que salió sigilosamente no sin antes despedirse de Albert con una brillante mirada y una sonrisa de complicidad.
Albert se puso de pie portando su impresionante traje de Adán y comenzó a recoger las prendas del smoking que habían quedado regadas por todos lados. De repente, sobre las sábanas blancas, vio las bragas de la rubia y sonrió divertido. Definitivamente le fascinaban las travesuras de Candy.
Más tarde se reunían en el comedor para desayunar y conversaban el resultado de la noche anterior: la posición económica de la familia era inmejorable ahora todo el mundo estaba dispuesto a invertir en el consorcio, incluso pagando tres veces más del valor de las acciones. Después del desayuno pasaron a la sala de estar donde encendieron el televisor y por supuesto estaban en todos los noticieros, entre las fotos más difundidas estaban por supuesto las de Albert con sus padres y las de los rubios como pareja. Sin importar el ángulo, la iluminación o la posición en la que se encontraran, la magia que había entre ellos era más que evidente.
Si los rubios casi no habían dormido, parecía que los medios de comunicación mucho menos, pues ya había reportajes completos de la vida de Candy, donde se destacaba que era heredera de un emporio de arte, que vivía en Francia y, sobre todo, que había sido alumna de Albert en el San Pablo.
Mientras tanto en un viejo castillo a las orillas de Londres la noticia no era recibida con tanto beneplácito…
- Eres un imbécil ¿Por qué decidiste filtrar esa noticia sin comentarlo primero? – le gritaba Gregory Douglas a James.
- Pensé que Robert White, no aceptaría la relación de Candy con ese estúpido luego de que supiera su situación familiar y el abandono de su mujer.
- ¡Lo único que lograste fue echar por tierra lo de Karen, ahora no podremos comprar el certificado porque los ojos de todo el mundo estarían sobre ella y el supuesto heredero!
- Douglas… Karen está…
- ¡No me importa que me escuche!... que sepa de una vez por todas que está acabada.
En eso Douglas recibió una llamada…
- ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? ¡Maldita sea! Salgo para allá…
- Douglas salió como alma que lleva el diablo, no sin antes advertirle al joven: ¡No hagas nada sin mi consentimiento! ¿Escuchaste?
Douglas salió y detrás de él salió James, Karen había escuchado los gritos, pero no sabía de qué estaban hablando pues la tenían incomunicada para evitar que cometiera una imprudencia.
El castillo pertenecía a la familia de James quienes eran miembros de la nobleza inglesa, pero no lo usaban pues ahí había muerto la abuela de James y su padre sentía mucho dolor al recordarlo. Al principio Karen se había quedado en la ciudad, pero con el tiempo comenzó a desesperarse, por lo que James y Gregory decidieron trasladarla a las afueras para poder controlarla mejor. El castillo era atendido por una familia, el padre se encargaba de las reparaciones y los insumos necesarios, la madre se encargaba de la limpieza, la cocina y de atender a Karen y a su pequeño niño rubio. La pareja tenía un hijo adolescente de 15 años que cursaba estudios abiertos, pues el castillo estaba bastante lejos del pueblo.
- Tengo que saber qué es lo que está pasando – se dijo la trigueña, luego fue en busca de la mujer.
- Rhonda, necesito toallas femeninas. Vaya de inmediato al pueblo, que la lleve Ron.
- Señora, si gusta yo las puedo traer – contestó el esposo.
- Usted que va a saber de eso, muévase Rhonda, las necesito ya mismo.
El matrimonio se fue en el automóvil llevándose al niño, pues les habían dicho que por nada del mundo dejaran sola a Karen con él. Una vez que se fueron, Karen se dirigió a la recamara del adolescente…
- Hola Frankie.
- No me diga Frankie, ya no soy un niño.
- Por supuesto, discúlpame ya eres todo un hombre, supongo que tu novia ha de estar feliz contigo.
- No tengo novia ¿acaso no se da cuenta de que en este lugar no hay nadie?
- Es una lástima, estoy seguro de que si fueras a la escuela traerías a todas las chicas locas por ti, es que eres tan guapo – comentó la trigueña pasándole la mano seductoramente por los hombros y agregó ¿Sabes? Ya que estamos solos, tal vez podríamos hacernos algo de compañía.
- Señora yo…
- No me digas señora, no soy tan vieja… anda divirtámonos un poco – dijo sentándosele en las piernas y acariciándole la entrepierna
- Ehh, está bien.
- Pongámonos cómodos, pero cierra las cortinas, es más emocionante a poca luz.
El joven obedeció y ella aprovecho para mirar alrededor en busca del celular del joven. Una vez que lo localizó le dijo…
- Me da un poco de pena… te propongo algo, voltéate de espaldas yo me desvestiré y me meteré en la cama, y tu lo harás después. El muchacho emocionado aceptó y se volteo de espaldas, ella aprovechó para tomar el celular y esconderlo entre su ropa, después se desvistió y se metió en la cama donde tuvo sexo con el muchacho, era su primera vez por lo que, después de estar con una mujer como Karen, se quedó dormido y ella aprovecho para salir llevándose el aparato.
Una vez en su cuarto, se metió a la internet y fácilmente encontró la noticia del compromiso de Albert y Candy…
- ¡Sobre mi cadáver! Esa chiquilla no se va a quedar con William… Si Gregory cree que estoy acabada, le demostraré que no es así – dijo escondiendo el celular.
Mientras tanto Gregory Douglas golpeaba a un muchacho hasta que otros dos, lo detenían…
- ¡papá lo vas a matar!
- Eso y más se merece ¿Cómo pudiste vender todas nuestras acciones imbécil?
- Mi hermano creyó que los Ardlay estaban acabados y que, si la compañía se iba a la quiebra, tendríamos una oportunidad para abrir una igual sin depender de ellos, pero necesitábamos capital…
- ¿Acaso no han aprendido nada?
- Dijiste que eran unos usurpadores, que todo nos correspondía y no quisimos hundirnos con ellos.
- Imbéciles, ¿por qué creen que hemos aguantado las humillaciones todos estos años? Los Ardlay saben como hacer negocios ¿creyeron que derrumbarían un emporio con un chisme de lavadero? Tendré que hablar con los otros miembros del clan para que nos apoyen y logren que nos regresen la parte que nos corresponde.
- Ya lo hicimos, al parecer el patriarca tomó la venta de las acciones como una traición y dijo que jamás volvería a hacer negocios con inversionistas desleales. No solo fuimos nosotros, algunos de tus socios también están en la lista… estamos arruinados.
- Eso lo veremos; aun no se ha dicho la última palabra.
- El lunes por la mañana en Nueva York, Candy y Albert se despedían del señor White.
- Te voy a extrañar papá.
- Hijita no te preocupes, me quedaré solo para llevar a cabo los tramites de divorcio y asegurarme de que Sally reciba el castigo que se merece.
- ¿Qué harás con el niño?
- Contactaré al padre y veré si se interesa por él, si no lo quiere, de todas maneras, está registrado como mío, me lo llevaré, pero me aseguraré de que el juez gire una orden de restricción para que Sally no pueda acercarse a ninguno de nosotros.
- Está bien, ¿vendrás a vivir con nosotros verdad?
- Por supuesto que no hija, le encargaré a mi agente de bienes raíces que encuentre algo cerca de donde estén, pero definitivamente ustedes necesitan su espacio…
- Señor, muchas gracias por todo.
- Cuida de mi niña.
- Lo haré no se preocupe.
Todos se despidieron, Albert y Candy llevaron a William y a Priscila a su departamento cerca de Central Park y de ahí se dirigirían al aeropuerto para viajar a Paris. De camino, les tocó la luz roja frente a una oficina de registro civil…
- Candy… casémonos.
- Claro que si mi amor.
- Me refiero a ahora mismo – dijo el rubio señalando con la mirada hacia la oficina.
- Pero, nuestros padres y la familia…
- No te preocupes, de acuerdo con nuestras tradiciones, además de la boda civil, debemos llevar a cabo una boda religiosa y una escocesa, tendremos suficientes bodas para celebrar con ellos… Dime que soy paranoico, pero nos han pasado tantas cosas, que solo deseo saber que por fin estamos unidos. ¿Qué dices?
- Si mi amor – contestó la rubia emocionada.
Los jóvenes entraron a la oficina vestidos en forma casual, ambos vestían jeans y tenis, Albert llevaba una camiseta de manga corta y Candy una blusa blanca que se ajustaba a la cintura evidenciando su bien formado derrière. La rubia utilizó su domicilio en Nueva York y Albert el de Chicago por lo que no tuvieron ningún problema en obtener la licencia y con la ayuda de dos testigos desconocidos salieron casados en menos de treinta minutos.
- Ahora si señora Ardlay, vayamos a casa – dijo el rubio besándola mientras abordaban el automóvil.
Durante los siguientes días, Albert y Candy se establecían en Paris. La rubia se dedicaba a ponerse al corriente con las clases, mientras Albert trabajaba de casa asesorando a su padre, manejando sus propios negocios y atendiendo a su rubia preciosa que llegaba todos los días super cansada.
En Londres, Gregory Douglas le rogaba al consejo para que le permitieran adquirir de nuevo las acciones de sus empresas, pero William no lo permitía argumentando que, si de por si era bastante mala la traición de los inversionistas extranjeros, la de los propios miembros del clan era imperdonable, por lo que no solo no le vendían las acciones, sino que él y todos los que habían vendido eran expulsados del clan.
Mientras tanto, Karen continuaba sus encuentros con el adolescente, utilizándolo para sacarle información. El muchacho inocentemente le dijo donde dormía el niño y todo lo que necesitaba saber. Un día de madrugada, Karen despertó al niño y se lo llevó diciendo, vamos mi amor, te llevaré con tu papá.
Más tarde, James se enteraba de la desaparición de la trigueña y del niño, por lo que de inmediato revisó las redes sociales… como lo sospechó, la trigueña había publicado una nueva fotografía de ella con el niño que decía, "Nos vemos en los tribunales William, nuestro hijo merece ser reconocido"
Stear y George quienes trabajaban en el programa de computación, estaban a punto de dar con el origen del anónimo filtrado a la televisora y no cabían de la emoción al ver que Karen había mordido el anzuelo.
Continuara…
Chicas, disculpenme por no haber podido actualizar la semana pasada. Mis piernas me han dolido bastante por las noches y no me dejan dormir, por lo que de dia estoy muy cansada y sin ganas de nada.
Espero que les haya gustado el capitulo, el que sigue será la gran final. Como podemos ver, Douglas, James y Karen están confabulados, pero cada quien piensa en sus propios intereses, mientras que los Ardlay viven en diferentes lugares pero trabajan como familia... veremos quien gana y quien pierde.
Tambien quiero pedirles una disculpa si mi mensaje del capitulo anterior acerca de no publicar esta ni ninguna de mis otras historias fue percibido como un poco rudo. La señora Keiko Nagita comentó en una ocasion que no le molestaba que hicieramos fics siempre y cuando no fueran con fines de lucro y como saben, algunas otras plataformas como Youtube pagan por las visitas y los suscriptores. Yo solo deseo compartir mis historias con ustedes, respetando la voluntad de la dueña de los personajes.
Todas mis historias son originales e imagino a los personajes y sus caracteristicas exclusivamente para cada una de ellas. En esta en particular me encantan Terry y Eliza, pero no me gustaria ver la misma historia con diferente protagonista. Tal vez algún dia escriba algo para Terry, Anthony o Neil, pero en esta ocasión nuestro perfecto, sexy y malvado profesor es Albert.
Que Dios las bendiga, felices pascuas.
Laura Ardlay.
