Disclaimmer: Los personajes de la siguiente historia pertenecen a Clamp, si no fuese así, Sak y Shao serían novios desde el primer capítulo. La historia es de mi propiedad.
Summary: Porque ella tenía una palabra de la A a la Z para describirlo.
C de chocolate
-Shaoran –llamé-, ya faltan pocas semanas para tu cumpleaños.
-Ajá –afirmó él sin abrir los ojos, totalmente relajado.
Ambos estábamos recostados en el césped del jardín trasero de mi casa. Era una mañana de domingo de verano sumamente agradable y la disfrutábamos allí, viendo como las pocas nubes rebeldes que invadían el cielo iban pasando una tras otra, evaporándose, borrando su existencia.
Shaoran había aparecido hacía unas horas, infiltrándose como tantas veces hacia por la puerta trasera, la cual siempre mi padre dejaba abierta. Para su suerte ni él ni mi hermano estaban en mi casa a esa hora, aunque pensándolo bien, siempre había corrido con esa misteriosa suerte.
Él mismo había preparado el desayuno y subiendo las escaleras, lanzó un grito aterrador cuando ingresó a mi habitación, despertándome de mi profundo sueño con el gran susto de mi vida. Shaoran tan solo rió a carcajadas durante lo que me pareció, fueron varios minutos, hasta que finalmente se fue, protegiendo su cuerpo de los objetos que le lanzaba, completamente histérica de que me hubiese despertado de esa forma, pero mucho más avergonzada de que me viese con mi infantil pijama de ositos.
Para mi sorpresa, su desayuno estuvo delicioso, y hasta pude apreciar un sutil sonrojo que invadió sus mejillas cuando le agradecí el gesto. Verlo avergonzado me llenaba de ternura y estaba segura de que no eliminaría esa imagen de mi cabeza nunca.
Más bien cerca del mediodía fuimos a lanzarnos al césped, disfrutando de la tranquilidad que ese día parecía querer regalarnos y que nosotros no dudamos en desaprovechar. Estuvimos en completo silencio, respirando el aroma a flores del cual mi jardín estaba repleto; no hacía falta palabras entre nosotros, nunca nos había resultado incómodo, él era sumamente callado y yo había aprendido a respetar su espacio. Nuestra amistad, pese a ser extraña, era una bella amistad.
Y allí fue, mientras exploraba en mi mente, que recordé que en apenas algunos días iba a ser el cumpleaños de Shaoran. Sabía que a él no le resultaba interesante el dato, su respuesta lo decía todo, pero en cambio, a mí, me encantaban los cumpleaños.
Desde niña festejaba por cada nuevo año en mi vida, en la vida de mi familia y en la de mis amigos, por eso saber que este iba a ser el primer cumpleaños de Shaoran que pasábamos juntos me emocionaba.
-¿Qué quieres que te regale? –pregunté sentándome erguida, ansiosa por escuchar su respuesta y comenzar a planear todo en mi cabeza.
-Nada –respondió seco, como solía hacer ante cada pregunta que solía hacer.
-¿Qué? ¿Cómo que nada? –inquirí escéptica-. Debes querer algo, todo el mundo quiere algo para su cumpleaños.
-Yo no.
-¡Oh vamos, Shaoran! –intenté persuadir mientras empezaba a zarandearlo desde la pierna-. Dime, dime, dime.
-Piénsalo de esta forma, Sakura –dijo abriendo al fin sus ojos-. No tendrás que gastar dinero en mí.
-¡Pero yo quiero gastarlo en ti!
-¿Por qué?
-Porque eres importante para mí. Además –agregué-, los cumpleaños son importantes para todos, y quiero hacerte sentir especial, quiero darte algún regalo, por insignificante que pueda resultarte.
-Olvídalo, Sakura.
Dio por terminada la conversación en ese instante. Se levantó, limpió los restos de gramilla en sus pantalones y su playera, y así como vino sin decir nada, se fue de la misma forma, dejándome en el suelo, completamente perdida en mis pensamientos. Shaoran estaba equivocado si creía que yo no le daría su regalo.
Durante dos semanas estuve literalmente persiguiéndolo para que me dijera que quería, o para al menos, descubrirlo por mi cuenta. No compartíamos ninguna clase en la preparatoria, por lo que mis momentos para irrumpir con su tranquilidad eran durante los recesos o en el almuerzo. Pero pese a mis intentos no había logrado que diera su brazo a torcer.
Era doce de julio. Al día siguiente era la ocasión especial, y aun tenía la mente en blanco. No tenía su obsequio, ni tampoco la más mínima idea de que comprarle. En un intento desesperado había decidido ir hasta su casa, a la cual eran contadas con los dedos de la mano las veces que la había visitado. Toqué el timbre y decidí esperar a que alguien escuchara el llamado.
-Buenas tardes, Sakura –saludó una mujer cuando la puerta se abrió. Ieran, la madre de mi amigo, estaba frente a mí.
-Buenos días, señora Li –saludé respetuosamente-. ¿Estaría Shaoran en casa?
-Él ha salido hace unos minutos, no sabría decirte cuándo volverá.
-Oh. Pues supongo que entonces lo llamaré más tarde –dije totalmente resignada.
-Sakura, ¿no gustas en pasar a esperarlo? –ofreció mientras hacia un espacio entre su cuerpo y la puerta, invitándome a pasar.
-No quiero molestarla, señora Li.
-No eres una molestia querida –sonrió sutilmente, demostrándome que Shaoran había sacado su enigmática sonrisa-. Hace mucho que no nos visitabas.
Asentí algo cohibida, y esta vez hice caso a su petición e ingresé a la casa de la familia Li. Dentro estaba todo silencioso, por lo que supuse que sus alborotadas cuatro hermanas no estaban, dejando a Ieran con una tranquilidad completa. Su padre había muerto mucho antes de que él se mudara a Japón, por lo que solo lo conocía por fotos y por lo poco que solía mencionarlo.
-¿Cuál es la razón de tu visita? Si es que se puede saber –preguntó mientras me indicaba que se sentara en uno de los sofás de la gran sala.
-Solo venía a intentar hacer que Shaoran me dijera que es lo que quiere por su cumpleaños.
-Ya veo –meditó unos segundos-. ¿Quieres algo para beber o comer?
-No hace falta, muchas gracias señora Li.
Ella sonrió e inmediatamente salió de la sala, dejándome sola y algo sorprendida. Pocos minutos después regresó con una bandeja con algunas galletas y dos jugos de frutas que me recordaron que en realidad si me encontraba algo sedienta.
-¿Tienes en mente qué regalarle o simplemente nada?
-Lamento decir que nada –suspiré-. Shaoran es algo terco, y no quiso decirme nada, ni darme una mísera pista de lo que quería –expliqué mientras tomaba una galleta-. Podría comprarle cualquier cosa, pero no me gustaría que sea algo que le termine disgustando.
-Entiendo. Mi hijo puede ser un tanto complicado la mayoría de las veces, pero créeme que cualquier regalo que tú le des él lo va a apreciar realmente.
-¿Usted lo cree? –pregunté sonrojada.
Ella asintió-. A Shaoran hay pocas cosas que realmente pueden llegar a apasionarle o gustarle. Pero hay algo que seguro amará que le regales.
-¿En verdad? ¿Y qué es? –quise saber lo más pronto posible sin ocultar mi emoción.
-Si te lo digo, ya no sería un regalo del todo personal. Simplemente te diré que, cuando Shaoran regrese, quizás deberías prestar especial atención a su entorno. Quizás encuentres que ese algo que ya tenías internalizado, que ya era normal para ti, es ese algo que a él le gustaría, inconscientemente, que le regalen.
Antes de poder decir o preguntar algo a su explicación tan misteriosa, la puerta de entrada se abrió y Shaoran hizo saber a todos los habitantes de la casa que ya había regresado. Al verme en la sala junto a su madre, galletas y jugos, se sorprendió más de lo que creí haberlo visto nunca.
-¿Sakura? ¿Qué haces aquí? –cuestionó intrigado.
-Vine a visitarte –me encogí de hombros-. Muchas gracias señora Li, por todo.
-No tienes nada que agradecer querida. Y puedes decirme Ieran.
-Claro, Ieran –sonreí y ella se retiró, dejándome a solas con su hijo, quien seguía mirándome como si tuviera dos cabezas-. ¿Qué sucede?
Shaoran no dijo nada, simplemente negó y empezó a subir las escalares en dirección al primer piso. Rápidamente seguí sus pasos para no terminar quedando sola y sin siquiera esperar a que me invite a pasar, me metí con él en su habitación.
No era la primera vez que estaba allí; siempre me había gustado la decoración sobria del lugar. Todo mostraba la marca inigualable de Shaoran, desde el color de la pintura de las paredes, hasta la forma alfabética en que acomodaba sus libros en las repisas.
-Tú madre es realmente agradable –dije rompiendo el silencio.
-Agradable no es la palabra con la cual la describiría.
Sonreí y, recordando las palabras de Ieran, empecé a mirar cada rincón de su habitación, de su entorno, tratando de buscar la pista que ella había dicho que existía. Si no fuera tan despistada, quizás lo hubiese notado con muchísima anterioridad. Shaoran se limitaba a mirarme, recostado en la cama, mientras jugaba con un balón de basquetbol y sacaba de su bolsillo un pequeño envoltorio de color brillante.
Y ahí lo noté.
Desde ese paquetito que había sacado de sus pantalones, hasta en el escritorio donde estaban los libros del instituto y su ordenador. Todo estaba repleto. Había de tamaños muy variados, unos muy grandes y otros un tanto pequeños; de todos los colores y formas, con envoltorios llamativos y otros más recatados. De montones de gustos, algunos sin abrir, y otros que parecían ya haber sido devorados…
Shaoran amaba el chocolate más que a su propia vida.
Sonreí como tonta al darme cuenta que recién lo notaba, cuando él siempre había demostrado amar ese dulce. Nunca faltaba la ocasión en que veía saciando su hambre o antojo con alguno.
Salí apurada de su habitación sin dar explicación, despidiéndome con rapidez. Bajé las escaleras y salí de su casa, no sin antes saludar a Ieran y agradecerle nuevamente por su ayuda. Porque realmente aquella mujer me había ayudado más que nadie, y en tan solo cinco minutos.
Llegué al centro de la ciudad, no muy alejado de allí y puse manos a la obra. Horas después ya estaba en mi casa, con un dolor increíble en los pies y con mi cabeza a punto de explotar, pero todo estaba listo. Frente a mí, una caja decorada en distintos tonos de verdes, ocultaba el regalo que había decidido darle a Shaoran… y estaba cien por ciento segura de que le gustaría.
Al otro día el sol había salido a relucir sus rayos temprano como siempre. Por primera vez en mi vida había hecho caso a mi despertador, a pesar de ser domingo, y luego de ducharme y corroborar por quinta vez que estaba lista, tomé el regalo y me despedí de mi padre y hermano para empezar a caminar a paso veloz a la casa del castaño.
Hice el ritual del día anterior; toqué el timbre, esperé, y esta vez fue una de sus hermanas la que me había abierto la puerta. Me recibió con una reluciente sonrisa, como la que todos los miembros de esa familia parecían tener, y me hizo esperar mientras llamaba a Shaoran que aun seguía en su habitación.
Tan pronto como bajó con su eterna seriedad, me indicó que saliésemos de la casa. Completamente sumisa y sin rechistar, hice caso a su sutil orden. Caminamos en completo silencio hasta llegar a un parque, donde tomamos asiento en un pequeño banco libre.
-¡Feliz cumpleaños, Shaoran! –felicité emocionada a la vez que le extendía la caja que hasta ese momento él no había parecido ver.
-¿Y esto? –preguntó curioso tomándola.
-¿Cómo que "¿y esto?"? ¡Es tú regalo! ¡Ábrelo! –dije claramente más ansiosa que él.
Me miró atento unos segundos y luego pasó a soltar el largo listón que envolvía su regalo. Con más cuidado del que creí ver jamás en él, levantó la tapa y pude notar automáticamente como sus ojos parecían iluminarse mientras su sonrisa se ensanchaba. Y yo sonreí junto a Shaoran al saber que había dado en el blanco al elegir el presente.
-¿Todo esto es para mí? ¿Por mi cumpleaños? –preguntó incrédulo, pasando su mirada de mí a la caja.
-¡Por supuesto! –me acerqué a él para poder tener más a vista lo que traía en sus manos-. No sabía realmente cual comprar, ¡así que compré todos! –anuncié señalando todos los chocolates que pedían a gritos ser devorados-. Sé que es algo simple, pero espero que te guste.
-Sakura –pronunció muy cerca de mí-, es el mejor regalo que jamás pude recibir… pero porque has sido tú la que me lo ha dado –me sonrojé instantáneamente, no sólo por sus palabras, sino porque era una de las primeras veces que lo escuchaba decir algo así.
Minutos después, todo el encanto se perdió cuando le robé un bombón relleno de menta, que, según él, eran de sus preferidos. Solo pude reír ante lo encantador que se veía Li enojado por haber perdido uno de sus chocolates.
Porque definitivamente si uno quería comprar un frío corazón como el suyo, debía regalarle sus chocolates preferidos… y evitar robárselos.
N/A: Buenos días, tardes, noches.
Y mientras termino de tomar mi infaltable café matutino, aparezco por estos lados.
¡GRACIAS! La verdad es que me encanta ver como a tantas personitas les gusta todo esto en lo cual me esfuerzo en escribir. No saben cómo AMO leer sus comentarios y contestárselos. LAS ADORO. Espero que este capítulo haya sido de su agrado y no duden en hacérmelo saber.
Y tal y como dos lectoras dijeron (Alice2512 y una anónima)… ¡la C es de chocolate! Algo que creí muy característico de nuestro Shaoran. No pude evitar imaginármelo enojado al ver como Sakura le robaba su preciado tesoro. ¡Yo haría lo mismo! Y cabe destacar que la descripción de su habitación es exactamente igual a la mía… porque gorda siempre.
Como han notado (o espero que lo hayan hecho) éste capítulo pasa tiempo antes del anterior, unas pocas semanas, pero ya notamos como entre ambos castaños hay un poco más de química (el comentario de Shaoran lo demuestra) y también tuvimos la sorpresa de la aparición de Ieran, la cual fue de gran ayuda para Sak.
Ante cualquier consulta recuerden que aquí estoy para saciar sus dudas o curiosidades.
Y un pequeño avisín para todos… en mi perfil iré avisando las fechas de las actualizaciones que iré haciendo.
Próximo capítulo… la D, ¿de qué será?.
Besos sabor vainilla,
LadySuzume-Chan.
