Disclaimmer: Los personajes de la siguiente historia pertenecen a Clamp, si no fuese así, Sak y Shao serían novios desde el primer capítulo. La historia es de mi propiedad.
Summary: Porque él tenía una palabra de la Z a la A para describirla.
W de waffles
Había sido un día completamente agotador en el trabajo, y no veía la hora de llegar al departamento para poder descansar y de paso, comer algo; mi estómago parecía estar en pleno recital, dejándome en vergüenza más de una vez. Lo malo era que debería cocinarme yo mismo; a pesar de los años y de todo el esfuerzo que había puesto para enseñarle, Sakura aun seguía quemando la comida… era demasiado despistada para ese tipo de cosas.
Cuando llegué finalmente a mi hogar, no me sorprendió verla sentada en el sofá, mirando una película, comiendo palomitas y con los apuntes de la universidad, los cuales estudiaba para dar sus exámenes finales en la facultad. Lo que sí me sorprendía era la capacidad que poseía para concentrarse en todo, algo que admiraba y envidiaba en secreto. Ese don me hubiese venido excelente en más de una ocasión.
—Hola, esposo mío —al notar mi presencia se levantó para saludarme con un suave beso, regando el suelo con un par de palomitas que habían estado con anterioridad en su regazo.
—Hola, esposa mía —correspondí el saludo logrando que sus mejillas se colorearan; porque a pesar de estar casados, aun seguía avergonzándose con mis comentarios—. ¿Qué tal el día?
—¡Agotador! —exclamó lanzándose al sofá de nuevo y comenzando a juntar los restos de comida del suelo—, ¡no veo la hora de terminar la maldita carrera y recibirme!
—Te queda tan solo un mes —animé mientras iba a la cocina por algo para alimentarme—, no seas tan quejosa, enana.
—No sé por qué me casé contigo —murmuró lo suficientemente alto como para que la oiga; estaba seguro que sus palabras habían sido acompañadas por un infantil mohín, junto con sus brazos cruzados en su pecho.
—Porque soy el hombre más sensual y más inteligente que existe en la tierra —respondí orgulloso ante su duda.
Su risa angelical se hizo escuchar por todo el departamento, y eso removió algo en mi interior, como siempre ocurría cuando la escuchaba reír de esa forma. Adoraba verla tan feliz y risueña, y sabía que haría cualquier cosa, todo lo que estuviera a mi alcance, para que esa sonrisa suya jamás se borrara.
—¿Qué quieres para la cena, Sakura? —pregunté recordando que no teníamos nada planeado para cocinar—. Creo que hay algo de pollo para descongelar.
—Quiero waffles —dijo de pronto estando detrás de mí, logrando sobresaltarme.
—¿Waffles? —la miré incrédulo—. No creo que eso sea algo para cenar.
—Entonces para qué preguntas que quiero si al fin y al cabo no me lo prepararás —su mohín nuevamente apareció, y esa actitud sumamente infantil me divirtió.
—Definitivamente será pollo —besé su frente y agregué—. Mañana en el desayuno te haré tus waffles —asintió para luego, juntos, comenzar a preparar la cena.
Comimos entre conversaciones y quejas por parte de la castaña, quien no paraba de decir que, en las mañana, se sentía mal, y que quería ver un médico, algo que encontraba sensato, y que a la vez me empezaba a preocupar; Sakura odiaba los hospitales, yendo a estos únicamente cuando era estrictamente necesario.
—¿Por qué no me habías dicho antes que te sentías tan mal? —reproché comenzando a levantar los trastes.
—No era algo tan alarmante —dijo restándole importancia como si se tratara de una simplicidad—, supuse que era cuestión de unos días para que el malestar se terminara, pero al parecer no.
—Mañana en la mañana, luego de desayunar, te acompañaré al médico.
—No hace falta que me acompañes, tú tienes tu trabajo —dijo empezando a lavar los platos.
—Te acompañaré igual —sentencié, dando como finalizado el tema de conversación.
Finalmente, y luego de ver un par de capítulos de la serie que mirábamos juntos cada noche, nos acostamos en la cama. Sakura se movió inquieta durante bastante rato; por mi parte, caí inconsciente a los pocos minutos, perdiendo noción de lo que pasaba a mi alrededor.
En medio de mi sueño, un olor delicioso entró por mis fosas nasales, despertándome. Un poco perdido en la realidad, miré la hora, comprobando que aún era de madrugada; notar que ninguna luz se colaba entre las cortinas descartó la idea de que el reloj estuviera descompuesto.
Y entonces… ¿Por qué el olor que inundaba el departamento se sentía como olor a "desayuno"?
Volteé para localizar a Sakura a mi lado, pero mi sorpresa fue grande al ver que ella no estaba allí. Debía admitir que me estaba empezando a asustar, y esperaba fervientemente que todo aquello fuera un sueño.
—¿Sakura? —llamé con la esperanza de que por alguna extraña y alocada razón se estuviera escondiendo en la penumbra de la habitación; pero allí nadie respondió.
Me levanté a regañadientes, sintiendo como el frío de la madrugada chocaba con mi pecho desnudo y mis descalzos pies. Y aún en estado soñoliento, salí de la habitación hasta la sala, donde no solo el olor dulzón aumentaba, sino donde también se podía apreciar la luz encendida de la cocina.
Y cuando me asomé a ésta, todo el sueño que cargaba pareció desaparecer; con los ojos abiertos como platos, y la garganta enmudecida, me acerqué a Sakura quien, ataviada con el pijama, cocinaba con máxima concentración y completo silencio una pila de waffles qué, en mi opinión, alimentaban a más de cuatro personas.
—¿Sakura?
Un gritito de lo más agudo perforó mis tímpanos cuando descubrió mi presencia a su lado. El color volvió a aparecer en sus mejillas, a la vez que una nerviosa sonrisa asomaba por sus labios.
—¿Qué haces despierto, Shaoran? —preguntó volviendo a su tarea de cocinar waffles.
—Te preguntaría lo mismo, pero ya veo lo que estás haciendo —dije mirando toda aquella comida—. La pregunta, en este caso, sería… ¿por qué cocinas waffles a esta hora?
—¿Qué hora es? —cuestionó un tanto perdida.
—Pasan de las tres de la madrugada, Sakura.
—Oh —fue lo único que dijo antes de volver a sonreír—, no me había dado cuenta de que hace más de una hora que estoy aquí.
—¿Más de una hora? —la miré incrédulo—. Mierda, Sakura, ¿por qué te has despertado a cocinar waffles?
—Técnicamente —comenzó—, no me desperté, ya que en ningún momento me dormí. Y ya te había dicho: tenía ganas de comer waffles y tú no querías hacérmelos —protestó—, entonces tuve que hacerlos por mí misma, y como no se me da muy bien la cocina, busqué recetas por internet… ¡no te imaginas la cantidad de waffles que había! ¡No podía decidirme por uno solo!
—Sakura —la detuve antes de que siguiera con su parloteo—, es demasiado temprano, o demasiado tarde, no lo sé. Por favor, deja eso y vuelve a la cama.
—Pero todavía me queda mezcla para unos cuantos más —dijo haciendo un mohín.
—Los harás en la mañana—dije sacándole los utensilios de las manos para comenzar a guiarla hasta la habitación.
—¡Espera! —exclamó librándose de mí—, ¡aún no pude comer ninguno!
En ese momento quise decirle varias cosas, pero preferí guardarme todos los comentarios y esperar a que ella saciara su hambre. Realmente no entendía como era que durante esa hora, no hubiese comido un solo puto waffle, pero esperé pacientemente y en completo silencio a que terminara; tenía que comprobar que volviera a la cama, y si era necesario, la ataría allí para que no volviera a levantarse en un arranque de un nuevo antojo a las cinco de la madrugada.
Y ahora, quizás entendía por qué la castaña se sentía tan mal por las mañanas… la muy tonta no dormía en toda la noche, y encima, comía a deshoras.
Pude dormir tranquilo cuando comprobé que Sakura ya había sucumbido ante el sueño, lo cual fue bastante rápido… y lo cual agradecí. Estaba increíblemente cansado y a la mañana debía ir al trabajo, y ya había perdido demasiadas horas de preciado sueño.
Al día siguiente, Sakura ni se había inmutado cuando me hube levantado para alistarme, y esperaba que siguiera así unas cuantas horas más. Por mi parte, las ojeras decoraban mi rostro, y mi cabello, siempre revoltoso, parecía estar más incontrolable de lo normal.
Y durante el resto de la jornada laboral, me la pasé cabeceando, imaginando como el escritorio de pronto se transformaba en una mullida almohada. Y por un momento sentí que nuevamente era el rebelde adolescente que se quedaba dormido en los recesos o mitades de clases, logrando que los profesores me castigaran. Pero aquí no había quien lo hiciera… yo era el jefe. Y quizás, solo quizás, Sakura podía llegar a tener algún control sobre mí, pero ella no estaba aquí para regañarme por dormitar en el trabajo.
Para cuando llegué al departamento, completamente cansado y con cero ánimos para nada, me la encontré a ella inmersa en, suponía yo, algún apunte de la universidad. De mi llegada ni se inmutó, o pudo bien haberme ignorado en algún arranque de venganza infantil por haberle arruinado su madrugada de cocina.
Y cuando entré a esta, el olor dulzón de los waffles aun seguía impregnado en el aire, antojándome. Abrí la nevera, donde supuse se encontrarían, pero ni allí ni en ningún otro lugar estos estaban.
—Sakura —llamé asomándome por el umbral hasta que ella estuvo a mi vista—, ¿y los waffles que cocinaste?
—Los desayunamos con Tomoyo —se encogió de hombros—. El resto los comí en el almuerzo —terminó de explicar sin siquiera levantar la vista.
El hecho de que Sakura hubiese almorzado únicamente waffles era un perfecto tema para iniciar una discusión con ella acerca de su salud, pero una vez más, preferí callar y volver a la cocina a prepararme un tazón con cereales, que era lo único que parecía haber en el departamento desde que a la castaña se le había dado por arrasar con todo a su paso.
—Shaoran —murmuró, y con un movimiento de cabeza le indiqué que la escuchaba—, quiero que hablemos de algo.
En estado de alerta por lo que podía llegar a ser ese "algo", levanté la vista para verla fijamente. Parecía nerviosa y estaba sonrojada, y no terminaba por decidirse cuando comenzar a hablar.
—Sabes, no he tenido que ir al médico para saber qué era lo que provocaba que me sintiera tan mal en las mañanas. Tomoyo me ha ayudado a descubrirlo.
—¿Ahora resulta que Tomoyo, además de hacer ropa y ser una fanática por la fotografía, es también médica? —dije un tanto irónico, pero Sakura no pareció inmutarse en eso. Hoy estaba particularmente ensimismada.
—Le dije como me sentía —explicó ignorándome—, y casi al instante pareció saber que era lo que tenía, y me acompañó a una farmacia.
—A comprar algún medicamento, supongo —ella negó.
—A comprar un test —respondió en cambio, confundiéndome—. Shaoran, estoy embarazada —susurró con una tímida sonrisa.
Y quizás, ni con mi más grande imaginación, hubiese imaginado que Sakura pronunciaría esas palabras. Palabras que me habían dejado más que sorprendido y helado, sin saber realmente que decir.
No estaba enojado, no estaba triste, ni nada por el estilo. No podía tampoco saber si estaba feliz, aunque probablemente, al primer instante en que reaccionara, seguro desbordaría de felicidad; es decir, iba a tener un hijo con Sakura, la mujer con la cual me había casado hacía apenas unas semanas.
Simplemente estaba impresionado. Muy impresionado.
—¿No dirás nada? —preguntó borrando su sonrisa y con los ojos comenzándoles a brillar más de lo normal—. ¿No te ha gustado la noticia?
Volviendo a tomar consciencia de mí alrededor, me levanté y caminé rodeando la mesa hasta estar frente a Sakura, a quien abracé fuertemente.
—Por supuesto que me gusta la noticia, enana —susurré a su oído mientras sonreía—. Eres una tonta al pensar que no me gustaría.
Y de pronto, mi vista empezó a nublarse, sin embargo no sentía que me estuviera bajando la presión o me estuviera mareando. Mis oídos dejaron de escuchar cualquier tipo de sonido, y tan solo podía sentir con más vividez como el olor de los waffles invadía todo a su paso.
Y de pronto abrí los ojos.
Observé un tanto confundido todo a mí alrededor. Estaba en la cama, con una leve capa de sudor, y con la oscuridad envolviéndome. Había sido un simple sueño aunque demasiado real. Pero algo seguía sin cuadrar… si había sido todo un sueño, ¿por qué el olor de los waffles aún estaba allí?
Volteé a ver a Sakura, y ella no estaba. Y una especie de déjà vu me invadió.
Me levanté lo más rápido que pude, y sin siquiera premeditarlo, me dirigí a la cocina, donde sabía fervientemente que la castaña se encontraría. Mi sorpresa no fue grande al verla allí, en pijama, cocinando y comiendo waffles a la vez, mientras tarareaba casi en un murmuro casi inaudible una pegadiza canción.
—¡Shaoran! —exclamó cuando me vio—. ¡No sabes el antojo que tenía de comer waffles! —explicó sonriente.
Con una sonrisa en el rostro, me acerqué a donde se situaba, y la abracé fuertemente, logrando que Sakura riera por mi extraña reacción.
—Oye, ¿qué ocurre? —preguntó alegre.
—Nada —respondí aun sonriendo—. Nada.
Si todo lo que mi mente maquinaba en esos momentos llegaba a ser cierto, tendría que prepararme para cocinar waffles durante unos largos nueve meses. Y aquello, ya me estaba empezando a hacer muy feliz.
N/A: Buenos días, tardes, noches.
Y debido a la tardanza, he escrito este capítulo un tantín más largo que los anteriores. ¡Espero lo hayan disfrutado! ¡Y mucho más con la revelación que hemos tenido aquí!
Estoy hasta el cuello con estudio y responsabilidades, y todas esas cosas que te demuestran que eres una personas grande u.u Espero no volver a atrasarme tanto, aunque tampoco puedo prometerles nada.
Muchas gracias por sus bellos reviews y por todo el apoyo que me dan. Cualquier duda o consulta, ya saben dónde encontrarme.
Besos sabor a menta,
LadySuzume-Chan.
