Disclaimmer: Los personajes de la siguiente historia pertenecen a Clamp, si no fuese así, Sak y Shao serían novios desde el primer capítulo. La historia es de mi propiedad.

Summary: Porque él tenía una palabra de la Z a la A para describirla.


U de única

Nuestro último año de preparatoria había iniciado ya hacía unas pocas semanas, y por el solo hecho de saber que era el último, mis compañeros y amigos jamás perdían la oportunidad para festejar; cualquiera era una buena excusa para hacer una fiesta o para pasar el fin de semana en algún lugar diferente al que estábamos acostumbrados.

Tal era el caso de Yamasaki, quien era quizás, junto con Eriol, la persona que más se encargaba de organizar ese tipo de reuniones.

Era verano, y aun faltaban unos días para el receso de dos semanas que siempre teníamos en esa época, sin embargo, él no quiso esperar a que éste llegara, y no pareció ocurrírsele mejor idea que organizar un "fin de semana-fiesta en la playa" tal y como lo había llamado.

Y esa era la simple y llana razón de por qué ahora me encontraba sentado solo en la arena, bajo el sol, mirando como todos jugaban en el mar, lanzándose agua infantilmente. Nunca había sido muy fanático de ese tipo de juegos, por lo que simplemente me quedé un poco más alejado, como un simple espectador; cuando todos se hubieran tranquilizado, o en su defecto, cansado, tal vez analizaría la idea de disfrutar un poco del agua entre tanto calor agobiante que invadía el ambiente.

—¿Haciendo sociales como siempre, Li? —preguntó divertida una Daidouji que se sentó a mi lado.

—Al igual que tú —respondí simplemente sin quitar la vista de en frente.

—¿Lindo el paisaje, verdad?

—Nunca fui muy fanático del mar, pero si uno lo mira bien puede que tenga su encanto —dije encogiéndome de hombros, explicando la simple razón de por qué miraba tan fijamente hacia la nada—. A veces es atrapante mirarlo.

—En realidad me refería a Sakurita, se ve muy bella con ese bikini, ¿verdad?

Sentí como mis orejas se tornaban calientes, pero sabía que bien podía utilizar la excusa del calor de ese día. Bien sabía que Sakura se veía exquisita con tan poca ropa; mezcla entre inocencia y sensualidad. Pero jamás lo admitiría, o al menos no tan abiertamente frente a su mejor amiga.

Daidouji, ante mi silencio, ocultó una risilla y para mi suerte, prefirió no emitir comentario alguno respecto a Sakura o mi reacción ante su nombramiento.

Con la mente un tanto más relajada, volví la vista a donde estaba ella, esta vez, prestándole verdadera atención.

Hacía relativamente poco que nos habíamos vuelto novios, aunque mis sentimientos por ella dataran de unos meses antes. Sonaría extremadamente cursi decir que mi corazón había dado un vuelco al saber que ella me correspondía, pero así había sido, aunque nadie más lo supiera como para corroborarlo.

Lo más gracioso, e incluso hasta incómodo, era que aún no parecíamos saber cómo tratarnos.

Había veces en que inconscientemente y por costumbre, cada vez que la veía, la saluda con un beso en la mejilla, para extrañeza de ella. Habíamos sido tanto tiempo amigos, que para mí ya era más bien automático saludarla de esa forma. Además estaba el hecho de que nunca había tenido novia, ni que tampoco se me daban muy bien ese tipo de relaciones; muchas veces, por falta de conocimiento y falta de interés por conocer, trataba a Sakura como siempre, y no con el debido trato que, se suponía, recibía una pareja.

Por esa razón era que muchas indirectas que, para lo demás resultaban ser comunes, yo no parecía captarlas.

Una noche, hacía pocos días, volvíamos caminando en dirección a su casa, luego de haber pasado toda la tarde paseando, tomando helados, y acariciando perros. A pesar de que el día había sido espléndido, al bajar el sol, la brisa se tornó un tanto helada. Sakura, entre conversación y conversación, me había hecho saber que tenía frío, a lo cual yo bromeé, diciéndole lo despistada que era por no traerse un abrigo consigo.

Luego de eso la situación se tornó un tanto extraña. Sakura, al principio, no solo frunció el ceño, sino que me gritó diciéndome lo bruto que era, para finalmente alejarse a paso rápido hasta su casa, sin siquiera despedirse antes.

Aquella situación de lo más bizarra me dejó totalmente confundido, haciéndome creer que Sakura en verdad se había vuelto completamente loca. De más estaba decir que la situación se repitió en varias ocasiones, haciendo que terminara por preguntar a Eriol que era lo que ocurría.

De haber sabido que eran "indirectas" para que hiciera determinada acción, no hubiese estado tan perdido. Las mujeres podían llegar a ser un tanto complicadas y enroscadas, y eso lo detestaba.

Sin embargo, y obviamente, no podría molestarme con Sakura por esa tontería.

—¡Shaoran! —gritó volviendo del mar, completamente mojada, ruborizada y sonriente—. ¿Qué haces aquí tan solo? Ven con nosotros, nos estamos divirtiendo a lo grande.

—No, gracias —me negué lo más amablemente posible—. La estoy pasando muy bien aquí solo, en la arena.

—¡Eres un aguafiestas! —dijo tomando mi mano para tirar de ella, en un vano intento de levantarme del suelo. Mientras la castaña se frustraba por el fracaso, yo reía a carcajada limpia.

—Ve tú, y diviértete con tus amigas. Luego si quieres iremos a caminar por ahí.

Si bien eso no era lo que ella había venido a buscar, asintió contenta y nuevamente se fue corriendo hacia donde todos se encontraban, incluida Daidouji, quien en algún momento de mi distracción se había levantado de al lado mío.

Y otra vez me quedé admirándola a la distancia. Viendo lo perfecta y única que era Sakura, recordándome lo afortunado que me sentía al tenerla a mi lado.

Porque aunque ni siquiera se lo dijera a ella, ni siquiera me tomara el tiempo de demostrárselo como tal vez se lo merecía, Sakura se había convertido en alguien demasiado importante en mi vida; en una parte esencial que no quería perder por nada del mundo.

Ella era la única capaz de hacerme sentir que estaba en el lugar en el que debía. A su lado. Con la castaña podía ser yo mismo, ya sea en mis momentos de seriedad, o cuando la risa más limpia y sincera escapaba de mis entrañas. Sakura era quizás, la única que había visto todas las facetas de mi vida.

Era quien estaba conmigo sin importar nada; me lo había demostrado desde el principio, cuando tan tercamente quiso convertirse en mi amiga, aun y cuando yo tan mal la trataba sin razón aparente. Ella luchó durante días, e incluso semanas, y al final, sin que yo pudiera controlarlo, terminó por meterse demasiado hondo en mi ser, algo que nunca nadie había logrado.

Sakura era ese tipo de chicas que no te encontrabas en muchos lugares, si es que acaso existían más como ellas.

Era una mezcla perfecta entre tranquilidad y explosividad; inocencia y sensualidad; la chica de verdes ojos que con tan solo una simple sonrisa lograba ablandar cualquier corazón. Lo había logrado con el mío, por lo cual era un testigo viviente de ese don que parecía tener la menor de los Kinomoto.

—Hola, Shaoran —dijo risueña apareciéndoseme por detrás, tomándome desprevenido—. ¿No me has extrañado?

—Sak, hace tan solo diez minutos hablamos —le respondí divertido mientras pasaba mis manos por sus brazos que se habían enganchado en mi cuello.

—Lo sé, pero yo si te extrañé —dijo con una sonrisa en su rostro que claramente pude imaginar como si en verdad la estuviese viendo—. Sabes, no hay nadie ya en el agua. Podríamos ir a chapotear un rato, juntos.

—¿Chapotear? No tenemos cinco años, enana —le respondí divertido, sin embargo ya me encontraba levantándome para poner en marcha su plan.

—Será divertido —sonrió abiertamente, mostrando su felicidad—. Nunca se es grande o chico para jugar en el mar.

Tomando mi mano en un agarre fuerte pero a la vez suave y sutil, tomó carrera, llevándome consigo, mientras nos quemábamos los pies con la hirviente arena que ya, a esa hora, parecía ser mortal para todo aquel que se atreviera a caminar sobre ella.

Sin siquiera frenarse por un segundo, entró a zancadas en el agua, formando pequeñas olas que chocaban con las grandes del mar, haciendo que miles de gotas saltaran por los aires, salpicando todo a su paso; yo entre esas cosas.

En algún momento en que ninguno de los dos se inmutó, nuestras manos de desenlazaron, permitiendo que ella se alejara un poco, y que yo pudiera deleitarme más cómodamente con la chica que, aunque aun me pareciera imposible de creer, era mi novia.

Sí, Sakura era completamente única.

Más allá del esbelto cuerpo que tenía, y que había descubierto hacía ya mucho tiempo; más allá de su piel cremosa y suave que tanto me gustaba acariciar; más allá de esos verdes ojos, tan transparentes como cristales, que solo lograban potenciar mi gusto por tan exquisito color. Más allá de todo eso, Sakura había logrado que yo no tuviera ojos más que para ella.

Amaba esa personalidad tan cambiante que poseía, a veces tan alegre, y otras tan furiosa; cualidad que solo en ella encontraba malditamente adorable.

Adoraba esa benevolencia innata que tenía, su compasión y compañerismo. Su carisma y su amabilidad para con todos, sin importar quien fuera la persona a la que iban dirigidos.

Sabía que nunca encontraría a alguien que arrugue la nariz e inflé las mejillas, como solo Sakura podía hacer cuando algo le disgustaba. Nadie nunca sería tan inocente y despistado como ella, pero a la vez tan observadora. Nunca nadie sabría sacarme tantas sonrisas como solo la castaña lo hacía. Nadie podría meterse más profundo en mí ser, ni tampoco lo permitiría, porque no dejaría que Sakura saliera de aquel lugar en el que tan bien se sentía que estuviera.

Porque ella era simplemente única y perfecta para mí.

—¡Shaoran! —chilló a varios metros, para luego lanzarme agua en el rostro con una patada que dio al agua.

—Eres una inmadura —dije sintiendo como los ojos empezaban a arderme por las gotas que habían entrado en ellos.

—Lo sé —dijo acercándose contoneando las caderas—, pero tú me quieres igual —susurró de una forma que hizo que mis sentidos permanecieran alertas. Sakura me había tomado desprevenido en varias ocasiones cuando actuaba de esa forma; hoy, era uno de esos días—. ¿Qué sucede, Shaoran? Te has quedado mudo.

Quise responderle, en verdad hice el intento, y cuando creí que finalmente la voz saldría de mi garganta, donde se había atorado, sentí unas manos en mi pecho haciendo presión con el único fin de arrojarme hacia atrás, haciéndome caer al agua, tal y donde me encontraba ahora. La infantil Sakura se había salido una vez más con la suya, riendo a carcajadas a costa mía, mientras yo, aun estupefacto, seguía sentado en la arena, con el agua cubriéndome.

—¿Qué fue eso?

—Son pocos los momentos en que te encuentras verdaderamente distraído. No podía desaprovechar esa oportunidad —respondió como si se tratara de lo más simple.

En vez de responder, me limité a sonreír, contagiado de la risa que aún invadía a mi novia que estaba parada a varios metros de mí, seguramente a la espera de que tomara venganza por su pequeña broma.

Sonreí al saber que entre tantas personas en el mundo, tuve la suerte de toparme con alguien tan increíble como lo era Sakura. Alguien quien, a pesar de todo, jamás se había rendido ante mi terquedad. Alguien quien me quería tal y como era, sin querer cambiar nada de mi esencia.

Sonreí por tener a Sakura a mi lado, tan única como solo ella podía llegar a ser.


N/A: Buenos días, tardes, noches.

¿Aún hay alguien del otro lado? Para aquellos, aquí el nuevo capítulo, tarde pero seguro.

Podría dar miles de excusas de por qué me tarde tanto en actualizar, o por qué desaparecí; la verdad es que necesitaba un tiempo para mí, para distraerme. Estaba agotada mentalmente, y la inspiración simplemente no llegaba: cada vez que me sentaba a escribir sentía que escribía cosas insulsas. Por eso fue que esperé unos días para despejarme y retomar la historia. Espero sepan comprender, y sepan que no voy a abandonar el proyecto, así me tarde meses en terminarlo.

Muchas gracias por todos los que me aguantaron, ¡este capítulo es para ustedes! Espero lo disfruten.

Nos leemos en la próxima.

Besos sabor a ananá,

LadySuzume-Chan.