Disclaimmer: Los personajes de la siguiente historia pertenecen a Clamp, si no fuese así, Sak y Shao serían novios desde el primer capítulo. La historia es de mi propiedad.

Summary: Porque él tenía una palabra de la Z a la A para describirla.


R de romántica

Si había algo que todos los que conocían a Sakura sabían bien de ella, era que la chica era una romántica empedernida; solo hacía falta ver la innumerable lista de títulos de películas que coleccionaba, en la que, claramente y con suma obviedad, predominaban el género del romance, ya sea empalagoso o dramático.

Sakura solía ser de esas personas que andaban por las nubes, sumamente distraída, pensando en princesas atrapadas en torres y en príncipes azules yéndolas a rescatar. Suspiraba cada vez que presenciaba una escena romántica de cualquier pareja de cualquier edad que podía llegar a cruzarse. Y más de una vez la había atrapado escribiendo versos y poemas de amor.

Tenía libros de amor, con protagonistas que vivían historias con finales felices, haciéndola a ella más feliz. Ella también escribía sus propias historias, y cuando no lo hacía, dibujaba enormes y rojos corazones por todos lados.

Y también dibujaba dos "S" entrelazadas.

Sakura era asquerosamente romántica, algo completamente contrario a mí, lo que muchas veces hacía que la relación no fuera tan color de rosa como a ella le gustaría que fuera.

El principio fue lo más complicado; yo jamás había tenido novia, nunca me había interesado en ello, por lo que ser romántico no estaba en mi lista de intereses. Ella, en cambio, desde pequeña soñaba con su príncipe de los cuentos, que la rescatara en su corcel blanco, y con quien viviría feliz por siempre; pero yo no era ningún príncipe, no tenía de que rescatarla más que de las matemáticas y mi corcel blanco era una motocicleta a la cual ella temía subir… y ni hablar de la felicidad eterna. Si bien estaba dispuesto a hacer todo lo posible para hacerla feliz, también era realista, y sabía que no todo iba a ser color de rosa siempre.

Por eso habíamos tenido muchos roces, peleas y discusiones. Mi novia esperaba demasiado de mí, y no es que yo no estuviera dispuesto a dárselo, sino que no sabía qué era lo que esperaba, y por ende, mucho menos como dárselo.

Pero con el tiempo, y un poco de ayuda extra por parte de gente entendedora en el tema, logré ser un poco más parecido a lo que las personas llaman un hombre detallista en la relación. Memoricé las fechas más importantes; y si no llegaba a recordarlas, mi celular, Eriol y hasta Daidouji me eran útiles antes de que fuera demasiado tarde. Al menos una vez por mes sorprendía a Sakura con algún detalle que la pusiera feliz: alguna cena, algún regalo o simplemente aparecerme por su casa aunque no hubiésemos arreglado para vernos.

Con el tiempo me volví en un intento de príncipe azul, aquel con el que Sakura había soñado.

A ella, en cambio, todo aquello le nacía, sin necesitar ayuda de la tecnología o de amistades. Recordaba con facilidad las fechas de aniversarios y de cumpleaños, al punto de esperar hasta las doce de la noche, cuando el día cambiaba, para hacer presencia por medio de alguna llamada o mensaje. Siempre parecía tomarme por sorpresa con algún chocolate, el cual sabía que me encantaba; incluso hasta me había escrito cartas que, por más rosas que fueran, por más perfumadas que estuvieran, y por más corazones que tuvieran, yo las conservaba a todas y a cada una de ellas.

Con Sakura, caminar tomados de la mano, era lo más común de la tierra. Y era muy de esperarse que le importara poco si había audiencia: a la hora de robarme besos la timidez le desaparecía por completo.

Y todo porque ella era una romántica de nacimiento; una idealista que, a pesar, y aun sabiendo que yo no era su mitad perfecta, ni siquiera cercano a lo que ella anhelaba, había decidido permanecer a mi lado, luchar a pesar de esas notables diferencias.

Y había decidido sorprenderme más veces de las que yo había logrado sorprenderla a ella.

Una de esas veces, fue para uno de los tantos San Valentín que habíamos pasado juntos.

Todavía no estábamos casados, ni siquiera convivíamos. Había sido durante alguno de nuestros primeros años de noviazgo, aunque tampoco podría recordar con exactitud cuál. Lo que sí recordaba como si hubiera sido ayer, era el momento, la situación y a ella, siempre sonriente, y con aire soñador y romántico.

Era San Valentín, quizás la fecha más esperada por todas las personas enamoradas para demostrar su amor. Yo no iba a quedarme atrás; si bien detestaba la cursilería y creía fervientemente que aquel era un día más que comercial, debía hacer bien mi papel como novio enamorado, y no llegar con las manos vacías a la casa de Sakura aquella tarde.

Con mi rostro oculto tras una bufanda verde que ella misma me había confeccionado, me abría paso por las calles de su barrio, caminando por la nieve que ya empezaba a derretirse por el sol vespertino que calentaba el ambiente. No veía la hora de que el invierno cediera por fin, y los días de calor finalmente hicieran aparición.

Ese día la familia de Sakura no estaría en su casa, por lo que ella había insistido en juntarnos allí. Y como yo no podía negarme a sus mohines y los ojos verdes de cordero que siempre me hacía cuando quería algo, terminé aceptando, ya encontrándome tocando a su puerta, con una caja de bombones bajo el brazo, la cual sabía que ambos disfrutaríamos. Porque el chocolate era un placer que no me iba a negar pese a ser un regalo para mi novia.

Luego de unos minutos se escucharon unos pasos apresurados, un golpe bastante estruendoso, y unos cuantos insultos, porque Sakura era una atolondrada que jamás dejaría de llevarse los muebles por delante.

—¡Hola, Shaoran! —chilló, saltándome encima sin darme tiempo a reaccionar siquiera—. Te he extrañado muchísimo.

—Sakura, nos hemos visto ayer —y correspondí el abrazo tratando de que la caja con los bombones no terminara en el suelo, ni mucho menos aplastada.

Ella suspiró.

—Pero yo siempre te extraño, ya sea que nos veamos todos los días o no nos veamos nunca.

Sonreí casi instantáneamente y ella sonrió conmigo, para luego hacerme pasar a su casa, no sin antes regalarme un beso, de esos que por más que fueran castos, lograban embobarme.

Me guió escaleras arriba, hasta su habitación, donde por fin pude darle la caja de bombones que agradeció y recibió sumamente sonriente y con las mejillas alborotadas por el sonrojo. No pasaron ni cinco minutos antes de encontrarme recostado en la cama, con la cabeza en su regazo, mientras Sakura alternaba entre su boca y la mía para ir depositando los bombones.

Y entre medio me robaba besos; y entre medio le robaba sonrisas.

Cuando los chocolates se acabaron, cuando perdimos la noción del tiempo, cuando las caricias pasaron a ser infinitas y los besos más adictivos; cuando Sakura ya no estaba sentada, sino recostada bajo mi cuerpo que exigía el roce del suyo también anhelante; cuando la atmósfera se estaba tornando en un calor asfixiante pero por más exquisito… Mi novia pareció recordar que debía hacer algo de, al parecer, suma importancia.

—Puedes hacerlo luego —intenté convencerla en vano, pues ya huía de mí, deteniéndose bajo el umbral de su puerta para observarme.

—Quédate aquí —ordenó—. Enseguida volveré, ni se te ocurra moverte.

—Pero…

—Quieto —sentenció como si me tratara de un perro.

Salió, cerrando la puerta tras de sí, dejándome con la palabra en la boca, y un creciente problema en los pantalones.

Suspiré resignándome a esperar que Sakura volviera, recostándome cómodamente en su cama, para así poder dejar que mi cuerpo se relajara.

Mi vista se paseó por toda su habitación, confirmándome una vez más que el romanticismo era algo que iba de la mano con mi novia. Al igual que su fascinación por el color rosa, y su amor platónico por ciertos actores de los cuales tenía miles de posters y a los cuales claramente no conocía.

Lo único que pareció haber cambiado desde la última vez que la había visitado, era una fotografía que ahora adornaba su pequeña mesa de noche. Era de los dos, y la habíamos tomado la semana pasada.

Sonreí.

—¡Shaoran! —escuché que gritó desde el piso de abajo luego de un rato de silencio absoluto—. ¡Baja!

—¡Ya voy! —le hice saber.

Contento de que por fin pudiera salir de la habitación, y un poco apresurado e intrigado de que me hiciera bajar en vez de que ella subiera nuevamente, fui hasta las escaleras, bajé por ellas, dirigiéndome a la cocina, donde supuse se encontraría debido a su ausencia en el salón.

—¿Sakura? —llamé intentado ver en la oscuridad del lugar debido a que ya había anochecido y ella no había encendido las luces—. ¿Qué haces a oscuras?

—Ven.

Sentí como tomaba mi mano para jalarla con maestría de forma en que pudiera caminar sin chocar con ningún mueble

En algún momento me hizo frenar en seco, para luego sentarme de forma brusca en una silla, lo cual hizo que lanzara algún improperio que a Sakura divirtió. Cuando un trozo de tela pasó por mis ojos, dejándome completamente ciego, empecé a ponerme nervioso, creyendo que por fin había llegado el día en que mi novia perdiera por completo la cabeza.

—Sakura, no sé a qué estás jugando, pero no me gusta nada esto.

—No seas tan miedoso y desconfiado, Shaoran —dijo divertida—. No te voy a comer; a menos que tú lo quieras.

Me removí en mi lugar ante tal sugerencia dicha tan sugestivamente, pero por más que quisiera decirle que sí, que me agradaba la idea de ser comida por ella, me guardé mis palabras y me concentré en mi respiración.

Escuché unos ruidos extraños que no pude identificar, que solo pudieron lograr que mi intriga aumentara increíblemente. Luego silencio.

—Ya puedes quitarte la venda —susurró Sakura muy sutilmente, pero de forma en que pudiera oírla claramente.

Con cuidado, pero a la vez ansioso, quité el molesto trozo de tela, para empezar a parpadear hasta que mis ojos se acostumbraron nuevamente al ambiente.

En la mesa, dos pequeñas velas que antes no había visto, eran las únicas que iluminaban la estancia con su parpadeante y destellante luz.

Si aquello resultaba ser la sorpresa que Sakura tenía para mí para aquel San Valentín, debía admitir que había logrado un muy buen trabajo, porque en verdad había quedado con la boca abierta.

—Feliz San Valentín, Shaoran —pronunció sin quitar su sonrisa.

En el centro de la mesa, las dos velas seguían con su tarea de brillar, entre éstas, un florero con una rosa por más roja, además de montones de pétalos esparcidos por todo el mantel blanco. Dos platos con pasta que hicieron que mi apetito se abriera casi de inmediato.

—¿Todo esto lo hiciste para mí?

—Para nosotros —respondió sentándose—. Pero anda, comamos que aún queda el postre.

No me negué a su petición, y con la siempre presente compañía de amenas conversaciones, risas contagiosas, besos fugases y caricias bajo la mesa, ambos hicimos de esa cena un recuerdo inolvidable.

No pasó mucho tiempo hasta que el postre hizo aparición: frutillas y chocolate fundido, como para terminar el día de la manera más dulce y romántica posible.

Y aquello terminó por dejarme en claro que Sakura siempre había sido y siempre sería la más romántica de los dos. Pero aquello no significaba que yo no lo fuera y que en próximas ocasiones hiciera todo lo posible para sorprenderla a ella aún más de lo que me había sorprendido a mí.


N/A: Buenos días, tardes, noches.

Al fin aparecí jeje, lamento la tardanza, no tengo excusas… estoy de vacaciones y realmente no estoy en mi casa casi. Pero al fin logré terminar de escribir el capítulo, que, además me ha costado horrores escribir: no encontraba forma de plasmar lo que a mi mente venía, por eso tampoco estoy del todo conforme; realmente no me termina de convencer.

Pero espero que ustedes lo puedan disfrutar.

Bueno, este es quizás el último capítulo que subiré este año, por lo que no nos leeremos hasta el 2016… Quiero agradecer a todas esas personitas que formaron parte importante en mi vida en este año a través de las historias que fui subiendo. ¡Gracias enormes a todas mis fieles lectoras y seguidoras, a todas aquellas personas con las que me hablo todos los días y con las que no! Muchísimas gracias en verdad. Que tengan un excelente fin de año y que el 2016 se venga con muchas alegrías para todos. Por mí parte, me seguirán teniendo por estos lados.

¡Felicidades!

Besos sabor a manzanas,

LadySuzume-Chan.