Disclaimmer: Los personajes de la siguiente historia pertenecen a Clamp, si no fuese así, Sak y Shao serían novios desde el primer capítulo. La historia es de mi propiedad.
Summary: Porque él tenía una palabra de la Z a la A para describirla.
Q de quisquillosa
—¡No! —gritó Sakura haciéndome asustar, tirando en el proceso el pincel que pocos segundos antes había estado en mi mano. El piso, para mi suerte, estaba cubierto de periódicos, por lo que no sufrió mancha alguna de pintura.
—¿¡Pero qué carajos te ocurre!? —le pregunté también gritando, mezcla del susto y la exaltación que me había provocado.
—¡No puedes hacerlo así!
—¡No hice nada! ¡Tus gritos no me dejan hacerlo!
—¡Tú también estás gritándome!
Refunfuñé por lo bajo.
Aquella conversación a los gritos no tenía sentido alguno; me tranquilicé, respiré profundamente y me giré por completo para quedar frente suyo.
—¿Quieres decirme por qué has gritado de esa forma? —cuestioné lo más tranquilo que pude—. Me has hecho asustar; supuse que te había ocurrido algo malo.
Ella suspiró.
—Es que ha ocurrido algo malo, pero no a mí —aclaró antes que me diera otro mini infarto.
Y es que tal vez era la paranoia de saber que Sakura estaba embarazada, y que, por esa razón, era más propensa a que le ocurrieran cosas malas.
Desde que había recibido la noticia hacía ya dos meses, andaba el triple de atento con ella, cuidando de que nada le faltara, de que estuviera cómoda, de que no hiciera el más mínimo esfuerzo, y sobre todo, saciando sus antojos.
Más de una vez había pasado noches en vela. Y más de una vez Sakura me había mandado al carajo por asfixiarla, por poner demasiada atención en su bienestar. Pero yo seguiría como hasta ahora, porque por más que mi mujer dijera que no era de cristal, yo la veía más frágil que nunca, y mi deber era estar allí para todo lo que necesitara.
Por eso mis cinco sentidos estaban atentos a cualquier cosa que pudiera suceder. Y por eso es que andaba con los pelos de punta todo el tiempo, más cansado y hasta más histérico, si es que debía confesarlo.
Sakura hacía que en tan poco tiempo, descubriera facetas de mi mismo que nunca antes pensé que tendría.
—¿Y bien? ¿Me dirás qué es lo que va mal?
—La pincelada —levanté una ceja, mirándola sin creerme lo que había dicho. Ella nuevamente suspiró frustrada, como tantas veces lo había hecho en esos cinco minutos, y en un arranque por explicarlo todo, tomó el pincel del suelo y empezó a hacer ademanes a la vez que relataba todo—. Tú ibas a hacer de ésta forma, ¿ves?, de arriba hacia abajo; pero es mejor hacerlo de ésta otra, de izquierda a derecha. Además ya habías empezado a hacerlo así, y se notará la diferencia de la dirección de las pinceladas.
—Sakura, en verdad creo que has perdido por completo la cabeza —dije realmente serio—. ¿Tú escuchas lo que dices? Me has hecho todo ese drama por una puta pincelada.
—¡Pero la diferencia se notará! Y esta será la habitación de nuestro hijo; quiero que todo sea perfecto.
—Nadie notará nada.
—Sí, y si no se nota, yo sabré que está mal —reprochó tratando de hacerme entender cómo eran y cómo debían ser las cosas.
—Hace dos semanas me has hecho lo mismo con el color de pintura. Te encuentras más quisquillosa de lo normal —sentencié para luego arrebatar el pincel de sus manos y seguir con mi labor. Esta vez, y para ahorrarme más gritos y sustos, seguí al pie de la letra sus indicaciones.
Una mujer embarazada podía llegar a ser temible.
—No he hecho nada con el color de pintura.
Y sí lo había hecho.
El día en que la obstetricia nos anunció que nuestro hijo sería nada más y nada menos que un varón, la felicidad de ambos subió hasta las nubes, si es que eso era posible. Los preparativos para su llegada, aunque aún se encontraba lejana, no se hicieron esperar. Y lo primero que Sakura quería tener preparado era la habitación en la cual dormiría el pequeño Li.
Entre constantes antojos, mareos, dolores de cabeza y peleas debido a los constantes cambios de humor de ella, logramos ponernos finalmente de acuerdo en cuál sería el color ideal para pintar las paredes de la habitación vacía de nuestro departamento. Aquel era el verde, como mi color favorito.
El verdadero problema surgió a la hora de escoger la tonalidad. Según ella, tenía que ser el tono "perfecto". Fueron incontables las veces en donde Sakura cambió de opinión a último momento; demasiado oscuro, demasiado claro, demasiado luminoso, demasiado verde… esas y otras tantas más fueron las excusas que la acompañaron para justificar su indecisión.
Y sabía que seguiría así con todo, como ahora lo estaba haciendo con las pinceladas de pintura que me encontraba dándole a la pared, las cuales miraba atentamente, a la espera de encontrar el más mínimo error en mi trabajo. Luego de unos minutos, su aburrimiento o quizás algún otro antojo de helado de sabor extraño que solo a ella se le ocurrían, hicieron que se fuera de la habitación, permitiéndome suspirar de alivio, relajado de saber que nadie controlaría de que estuviera o no bien lo que hiciera.
Me situé en el piso, recostándome en la pared, allí donde la pintura todavía no había tocado. Y me encontré sonriendo inconscientemente al saber que, pese a la histeria que Sakura traía consigo, pese a sus nuevas mañas y lo extremadamente quisquillosa que estaba últimamente, todo aquello valía la felicidad, y no lo pena.
Y valía toda la felicidad del mundo.
—Hace mucho que no te veía sonreír tan genuinamente —le oí decir luego de casi diez minutos de total silencio, logrando con su voz traerme a la realidad, solo para verla sonriente, acercándose a mí—. ¿En qué piensas?
—¿Por qué dices que no me ves sonriendo genuinamente hace mucho? —rebatí—. Lo dices como si anduviera amargado o con humor de mierda todo el día.
—No es eso —dijo encogiéndose de hombros—, más bien diría que lo que a ti te ocurre es que andas demasiado preocupado; demasiado cansado —se sentó a mi lado y tomó mi mano para empezar a jugar con mis dedos entre los suyos—. Sé que es complicado todo el tema este del embarazo; y debo reconocer que tal vez la razón de tus tantos dolores de cabeza soy yo —rió-. Pero no debes hacerme caso todo el tiempo, relájate. Sal con Eriol, hace mucho que ustedes dos no se ven como corresponde.
—Tal vez lo intente —respondí.
—Buen chico —me felicitó al igual que un niño, y riendo me besó de forma apasionada pero fugaz.
Durante largo rato permanecimos así, en el suelo, con nuestras manos aún entrelazadas, y nuestros dedos depositando leves caricias en ellas. Sakura había posado su cabeza en mi hombro, de forma que podía oler el exquisito perfume que su cabello siempre tenía; me embriagaba como nunca antes. La sonrisa en mi rostro aún seguía presente, y tal y como ella me recomendó empecé a relajar mi cuerpo y mis pensamientos; esa noche quizás hablaría a Eriol para salir a distendernos un rato.
Sentí como su brazo se despegaba del mío. Abrí los ojos y observé cómo se ponía de pie y caminaba hasta la pared paralela a la que estábamos recostados, aquella que estaba a medio pintar, y la cual debería terminar antes de que la noche cayera.
Desde ese punto pude apreciar aún mejor la figura de Sakura, para llegar a la definitiva conclusión de que, a pesar de que había subido apenas un poco de peso, eso solo servía para hacerla ver mucho más hermosa de lo que ya era. El embarazo le sentaba exquisitamente a su cuerpo.
—Oye, Shaoran —llamó aún dándome la espalda—. Ven un minuto.
Me levanté sin el menor esfuerzo, y paso a paso terminé a su lado. Ella seguía sin quitar la mirada de la pared, y por mera curiosidad, observé lo que a ella tanto parecía atraerle.
Y sentí como mi sangre empezaba a fluir más lento.
—Shaoran —hizo una pausa para respirar profundamente—, ¿no habíamos quedado en que pintarías horizontal y no verticalmente?
—Puede que lo hayas mencionado —respondí divertido, sabiendo que ya no tenía caso amargarme por tonterías que a ella le parecían por más importantes.
—¿Puede? Lo mencioné. ¿Acaso no me oyes cuando hablo?
—Quizás estaba justo pensando en biberones. Además, y me tomo el atrevimiento de repetir, ni siquiera se nota eso que tanto te esfuerzas en marcarme. Solo tú, con tu mirada inquisidora y quisquillosa lo notas. Y únicamente porque la pared está pintada a medias, sin el correspondiente acabado —expliqué con un tono de profesionalismo que hubiera hecho reír a cualquiera.
—No soy quisquillosa; y tú eres un idiota —sentenció—. Haz lo que quieras. Iré con Tomoyo.
Salió de la habitación y a los pocos minutos pude oír como la puerta de entrada era cerrada.
Estando solo me tomé la libertad de reír a carcajada limpia; esa situación superaba a cualquier otra en el sentido cómico, y no me quedaba más que reírme por verme involucrado en las manías que Sakura había desarrollado ese último tiempo.
Tomé el pincel y seguí con mi labor de pintor, sin importarme realmente como debía hacerlo.
Definitivamente llamaría a Eriol esa noche.
N/A: Buenos días, tardes, noches.
La verdad es que no sé qué onda conmigo… me faltaban escribir los últimos párrafos y diálogos para terminar el capítulo, y solo hasta hoy lo recordé. Estoy más distraída que de costumbre.
Espero que hayan disfrutado el capítulo, ¡háganmelo saber por todos los medios que ustedes ya conocen! Cualquier duda o consulta también será respondida.
Espero que hayan empezado excelente su año… por mi parte no va mal.
Besos sabor a arándanos,
LadySuzume-Chan.
