Disclaimmer: Los personajes de la siguiente historia pertenecen a Clamp, si no fuese así, Sak y Shao serían novios desde el primer capítulo. La historia es de mi propiedad.

Summary: Porque él tenía una palabra de la Z a la A para describirla.


K de Kinomoto

Mis ojos se concentraron en los ojos marrones que me observaban con un claro ceño fruncido por encima de ellos. El mío se frunció aún más, pero lo que tenía claro era que aquella batalla visual no la perdería. No dejaría que el idiota y cavernícola hermano de Kinomoto me venciera. Touya Kinomoto había declarado la guerra, y yo se la daría.

—¿Podrían dejar de mirarse de esa forma? —pidió Sakura a mi lado, pero aquello simplemente pareció aumentar nuestras ansias de asesinarnos mutuamente.

—No quitaré la mala cara hasta que este mocoso no se haya ido de mi casa.

—¿A quién le has dicho mocoso, cavernícola? —espeté.

—Pues a ti, mocoso —respondió remarcando cada sílaba—, ¿y a quién has llamado cavernícola?

—Yo no veo a nadie más que a ti para ese título.

—¿Pueden detenerse un momento?

Sakura, quién hasta ese momento había permanecido en segundo plano, se veía preocupada apenas alcanzando a disimularlo con una sonrisa nerviosa. Paseaba la mirada de su hermano a mí, con súplica para que acabáramos aquel numerito. Pero yo era lo suficientemente terco y dejarme ganar tan fácilmente por la bestia de Kinomoto no estaba en mis planes.

—¿Qué ha venido a hacer de cualquier forma? —preguntó a su hermana pero aún con la vista fija en mí.

—No es de tu interés —respondí en su lugar.

—Le hablaba al monstruo, no a t-

—¡¿A quién le has dicho monstruo?!

Al instante siguiente pude observar a Sakura levantarse automáticamente, para luego clavar su talón con una fuerza que creí sobrehumana, sobre el pie de Kinomoto. El rostro de él se transformó: de un tono pálido a un rojo intenso; un grito seguido de varios insultos reprimidos en una mueca de verdadero dolor. Por mi parte no disimulé la risa que me causaba verlo sufrir por parte de su pequeña hermana que tan abruptamente lo había atacado.

—Mierda, Sakura —profirió—. Eres una maldita salvaje.

—Te lo mereces por ser tan idiota —escupió levantándose—. Iré a preparar café y a traer el pastel. No quiero oír ni un solo insulto entre ustedes.

Y con aquella amenaza suspendida en el aire, salió hacia la cocina, dejándonos solos y sin poder aprovechar la situación para seguir asesinándonos visualmente y regalándonos amenazas verbales que tan bien nos salían. El rostro de Kinomoto indicaba que no lo intentaría, y el hecho de saber que mi pie podría terminar como el suyo, hacía que por mi mente cruzara el mismo pensamiento.

—Sakura puede ser amenazante cuando lo desea —susurré.

—Eso no es nada —acordó él—. Por algo se ha ganado el apodo de monstruo.

Asentí ante tal afirmación, pero decidí no acotar nada. El resto de los minutos pasaron en silencio y aunque las miradas no eran como las de antes, cierto rencor podía notarse en nuestros ojos. Rencor que no llegaba a entender: Touya pareció odiarme en el mismo instante en que me vio atravesar el umbral de su casa aquella tarde y yo seguía sin encontrar razón aparente para que lo hiciera.

Sakura había insistido en que fuese a su casa a pasar la tarde; había prometido películas y pastel de chocolate para así olvidar el clima horrible que atacaba ese día… y ante la mismísima mención de aquel dulce, no había podido hacer nada para no caer en la tentación.

Pero mi sorpresa fue grande cuando allí me encontré su hermano mayor, a quien hasta ese día no había tenido el desagradable honor de conocer, para suerte mía.

Y si bien podría describirme a mí mismo como un malhumorado, no por ello era un irrespetuoso y maleducado cuando se trataba de conocer a la familia de Sakura. Sin embargo cambié de parecer cuando su gélida mirada me atravesó. Aquello no me intimidó y se lo había estado demostrando en el transcurso de esa tarde, hasta que Sakura hizo alarde de su tenebrosidad.

—Veo que se han comportado como gente civilizada —dijo anunciando su regreso junto a una enorme bandeja con tres tazas humeantes y un pastel que prometía ser tan delicioso como lo aparentaba.

Dejó todo en la pequeña mesita para luego repartir cada taza frente a su respectivo dueño; el azúcar lo dejó en medio al alcance de todos. Cortó tres rebanadas del pastel y puestas éstas en platos, los colocó frente a cada uno respectivamente.

Y la guerra volvió a comenzar cuando quisimos alcanzar el recipiente con el azúcar.

—Yo vi primero el azúcar, mocoso —espetó—. Suéltalo.

—¿No te parece descortés no permitir que los invitados se sirvan primero? —pregunté sarcástico.

—En primer lugar —comenzó—, tú no eres mi invitado, ni lo serás en un millón de años. En segundo lugar —agregó—, lo que me parece descortés es no haberte dado la paliza que merecías desde el principio.

—Atrévete a intentarlo —amenacé al ponerme de pie casi al mismo tiempo que él, con solo la pequeña mesa separándonos.

—Tú lo pediste enano mocoso.

Pero antes de que cualquiera de los dos pudiera hacer algo, Sakura, quien nuevamente había quedado en segundo plano, también se levantó. Pude observar un ápice de pánico en los ojos de Kinomoto, y estuve seguro que los míos también lo demostraron.

—¿Acaso no pedí que se comportaran? —cuestionó con falsa tranquilidad oculta tras una sonrisa con un tic nervioso que empezaba a notarse en una de sus comisuras.

Lo siguiente que supe fue que su pie había dado a parar en medio de la pierna de Kinomoto, a la vez que su puño terminó por golpear mi nuca, tan fuerte como ningún otro golpe que ella me hubiese dado.

—Demonios, Sakura —gritó su hermano, sentándose para sostener su canilla entre sus manos.

—Mierda —me quejé sobándome el lugar impactado.

Pero ella ya se había ido escaleras arriba, directo a su habitación, gritando en su camino miles de insultos hacia nosotros que jamás creí oír pronunciados por la que parecía ser su inocente boca. Y antes de encerrarse con un portazo, amenazó con matarnos si llegábamos a molestarla.

Aunque esa amenaza no la cumpliría, ninguno de los dos se atrevió siquiera a pensar en interrumpirla allí arriba.

Sakura en verdad podía ser aterradora.

—Eso dolió —aseguré.

—Es un monstruo salvaje —acordó.

El silencio reinó durante unos incómodos cinco minutos, donde ninguno de los dos supo que decir o hacer ahora que Sakura se había enfadado seriamente con ambos. Y en parte me sentía culpable de que fuera así, si bien me era divertido cuando ella estaba enojada, esta vez sentía que se me había ido de las manos. Y todo por el estúpido hombre que tenía por hermano.

El pastel y el café seguían exactamente en su lugar, y de solo pensar en dejarlos allí, hacía que delirase con la idea de que la castaña bajaría para reprocharme por rechazarle lo que ella había preparado con tanto ahínco para la que se suponía que sería nuestra tarde de películas. Nuevamente la culpa de que los planes no hubieran salido tal cual, era únicamente de Kinomoto.

—Será mejor que me vaya —terminé por decir, agotado de la situación. En unas horas le escribiría a Sakura y le preguntaría si ya no estaba enojada conmigo—. Adiós, Kinomoto.

Caminé hasta la puerta, dispuesto a irme, hasta que su voz me detuvo.

—Aguarda un instante, mocoso.

Y si bien el apodo que me había ganado aquella tarde seguía molestándome, el recuerdo del puño en mi nuca me indicó que por el momento lo mejor sería permanecer callado, tan solo pudiendo demostrar mi molestia a través de la vena palpitante en mi sien.

Me detuve y él se acercó a mí cojeando.

—Mira, pequeño mocoso petulante —comenzó y yo rodé los ojos—. No sé qué es lo que te traes exactamente con mi hermana, pero estate seguro que te mataré sin importarme nada si llegas a lastimarla de cualquier forma posible. Eres el primer chico que ella trae a la casa, y no por eso dejaré que hagas lo que se te dé la gana.

—Sakura es solo una amiga.

—No me interesa —cortó—. Ella es mi hermana pequeña, y yo la protegeré de cualquier mocoso como tú.

—¿No crees que ella es grandecita para tomar sus propias decisiones y relacionarse con las personas que ella quiere? —pregunté sabiendo que aquello lo sacaría de sus casillas.

Era divertido hacer enojar a los Kinomoto.

—Ella SIEMPRE será mi hermana pequeña, así que cuídate las espaldas, Li; una sola lágrima derramada gracias a ti, y no vivirás para contarlo.

Sin dejar lugar para que replique, me empujó fuera de la casa y cerró la puerta apenas me echó. Reí por lo bajo ante su actitud sobreprotectora y empecé a andar sin rumbo. El clima estaba frío, pero volver a mi casa significaba encontrarme con mi alocada familia y la poca tranquilidad que podía tener con ellos.

El teléfono en mi bolsillo me distrajo, y ver el nombre de Sakura en la pantalla me sorprendió.

—Shaoran —dijo en cuanto la atendí—, yo… lo siento. Actué bastante irracional. Es que mi hermano logra sacarme de mis casillas demasiado rápido.

—No te preocupes —tranquilicé, restándole importancia.

—¿Te has ido ya? Quédate dónde estás.

Cortó la llamada y yo me quedé observando el teléfono sin entender a que se refería. Volteé la vista hasta su casa, apenas unos metros más allá. No tuve que esperar demasiado para ver una cabellera castaña corriendo hacia mí. Su risa era contagiosa, más aún seguía sin entender que era lo que parecía divertirle tanto.

—¡Corre, Shaoran! —exclamó Sakura tomando mi mano para arrastrarme en su carrera—. ¡Hazlo o te matará! —y siguió riendo.

—¡Ven aquí y devuélveme a mi hermana, maldito mocoso del demonio!

La profunda y enojada voz de Kinomoto se escuchó por toda la calle, en clara amenaza. Y yo reí junto con su hermana que seguía sin soltarme la mano.

Shaoran Li, uno; Touya Kinomoto, cero.

Y el marcador siempre seguiría a mi favor.


N/A: Buenos días, tardes, noches.

Más pronto de lo que todos hubiesen imaginado, aquí está el nuevo capítulo. Agradézcanle a Evy, que gracias a ella la inspiración me ataca por la espalda :v

Muchas gracias a todos aquellos que se animan a dejarme sus reviews, ¡son muy importantes para mí! Para todos ustedes va este capítulo que espero hayan disfrutado.

Nos leemos en la próxima actualización.

Besos sabor a crema pastelera,

LadySuzume-Chan.