Disclaimmer: Los personajes de la siguiente historia pertenecen a Clamp, si no fuese así, Sak y Shao serían novios desde el primer capítulo. La historia es de mi propiedad.
Summary: Porque él tenía una palabra de la Z a la A para describirla.
F de fortaleza
Cuando uno hacía mención de una persona fuerte, la mayoría de las veces la gente solía imaginar a una persona grande, con excesiva masa muscular, y capaz de levantar tres automóviles con una sola mano. Una persona que tal vez pasaba horas enteras en el gimnasio para obtener toda esa fuerza con la que estaba dotada.
A mí, en particular, me gustaba imaginar otro tipo de fortaleza que podían tener las personas: la fuerza interior; la emocional.
Sakura Kinomoto era un ejemplo clave a la hora de hablar de ello.
En el instituto, el nombre de Sakura era bastante conocido: la chica de sonrisa alegre y radiante, con llamativos y curiosos ojos verdes, de pequeña estatura y una alumna excelente en atletismo. La chica que solía creer las mentiras de Yamazaki, la que le temía a la oscuridad y a los zombies, y a quien le iba pésimo en matemáticas.
Era la pequeña y adorable Sakura, la cual parecía verse como una muñeca de porcelana, tan frágil como el mismísimo cristal.
O al menos esa era la imagen que yo me hacía de ella cada vez que alguien la mencionaba. El hecho de conocerla personalmente y entablar "conversaciones" con la susodicha, hizo que mi forma de pensar cambiara radicalmente. Podían llegar a ser increíbles las sorpresas que la vida podía traer en ciertas ocasiones.
Sí, Sakura tenía aspecto de niñita dulce y frágil, capaz de romperse con tan solo mirarla. Ése, y el hecho de que su estatura era más baja de lo que imaginaba, fueron los pensamientos que me surgieron apenas se acercó a mí aquel día con fines de entablar una amistad.
Y yo estaba dispuesto a quebrarla como lo hacía con cualquier extraña persona no grata que se acercaba a mí. Rechacé su conversación, rechacé su amistad, como también su presencia cerca de mí. Claramente ella se mostró sorprendida ante tan hosca forma de hablarle; cuando estaba preparado para observar como lloraba mientras me insultaba en mil idiomas, me llevé la primera sorpresa de tantas que me daría Sakura Kinomoto: sonrió alegremente, se despidió y marchó sin prisa en dirección contraria, dejándome de esa forma boquiabierto ante tal actitud.
Perdió totalmente la cabeza, pensé al instante y durante el resto del día. A la mañana siguiente, la loca de Kinomoto ya era un recuerdo perdido en mi mente.
Pero no pasó tanto tiempo como yo hubiera querido, hasta que ella hizo su segundo intento. Nuevamente su sonrisa que parecía pintada, sus brillantes ojos y sus amables palabras acabaron con mi tranquilidad. Una vez más la eché, y una vez más ella se fue. Ningún rastro de lágrimas o enojo.
Perdería la cuenta y hasta había olvidado ya cuantas veces fueron las que intentó acercarse a mí; una vez incluso llegué a rogarle que dejara de perturbarme la vida. Pero al fin y al cabo, ya sea por cansancio, o por su perseverancia, Sakura Kinomoto terminó por formar parte de mí día a día. Primero como la molesta mocosa que se me pegaba como lapa, luego como una compañera de instituto, hasta que poco fue convirtiéndose en una amiga incondicional.
No solo debía admirar la fortaleza que había tenido al intentar una y otra vez acercarse a mí a pesar de mis malos tratos, sino también la que aún mantenía firme al compartir una amistad conmigo. Porque yo no era un chico fácil. Ser mi amigo no conllevaba salidas divertidas, chistes sanos y un hombro en el cual llorar. Era un amigo bastante pésimo, al que no se le daban bien las palabras y mucho menos las salidas al cine; un amigo que te "levantaba" el ánimo con bromas filosas y un humor ácido del cual me sabía dueño.
Sin embargo jamás se quebrantó ante mí. Jamás se mostró débil o molesta por mi forma de ser, y no se limitó no solo a aceptarme, sino que también, con el tiempo, había adoptado ciertas formas de ser mías, como propias, lo cual en varias ocasiones podía llegar a ser divertido.
Además, no solo tenía que soportar mi pésimo humor y compañía, sino también debía enfrentarse a múltiples amenazas de chiquillas dementes y sin cerebro que se creían dueñas del universo… y mías. Las chicas que eran miembros de mi "club de fans", como Sakura lo había nombrado, no la dejaban en paz. Las más tranquilas se limitaban a pedirle datos míos, o simplemente que hiciese de una especie de celestina; las más desquiciadas se atrevían a ir más allá, lo cual provocaba que más de una vez tuviera que verme enfrascado en la situación, siendo, esta vez yo, quien dictaba las amenazas. No iba a permitir que idiotas como ellas le hicieran algo a Sakura por el solo hecho de que ella tuviera la valentía de ser cercana a mí.
Una vez más, la chica demostraba ser lo suficientemente fuerte como para soportar con creces las estupideces de gente insoportablemente metida.
Y así podría estar una semana entera enumerando montones de ocasiones, de momentos en donde Sakura Kinomoto había sacado a relucir esa fortaleza interna que poseía detrás de su rostro bonito y su cuerpo menudo. Podría mencionar que, con tan solo el hecho de ser mi novia, era más fuerte mentalmente que cualquier otra chica que conociera. Soportar a mi madre y a mis hermanas también le daba puntos extra: a diferencia mía, no mostraba signo alguno de molestia; siempre estaba sonriente, y más de una vez me había dicho lo bien que le caían las cinco.
La enana de Kinomoto era como una caja de Pandora, llena de pequeñas, grandes, siempre misteriosas pero innumerables sorpresas.
Una de esas había sido la noticia de su embarazo.
Otra, la aparente e inesperada llegada de su parto.
Luego de que anunciara con una espeluznante fingida calma, que estaba por dar a luz, los nervios se me crisparon automáticamente, y la desesperación se apoderó de mi cuerpo vilmente.
La arrastré hacia el ascensor, hasta el estacionamiento que existía en el subsuelo del edificio donde vivíamos. No fui brusco con ella, sin embargo traté por todos los medios de ser rápido al meterla al coche para así dirigirnos con prisa al hospital. Era padre primerizo, tenía total libertad de sentirme desesperado en esos momentos; para mí, cada segundo que perdíamos, era un segundo de vital importancia para ese momento tan sustancial.
El recorrido hasta el hospital fue acompañado de respiraciones agitadas de Sakura y palabras de consuelo de mi parte. Estaba seguro que había cometido más de una infracción, pero poco me importaba. Entré casi derrapando al estacionamiento del lugar, y con toda la delicadeza que me era posible, la cargué hasta el interior del edificio, dónde con rapidez vertiginosa, la llevaron a la sala de partos.
En la recepción me retuvieron tanto con todos los trámites, que sentí que fueron mil años. Rellenar formularios, firmas papeles, un nombre aquí, una firma allá, y la ansiedad seguía aumentando. Quería asistir al parto de Sakura, le había prometido que estaría a su lado sosteniendo su mano y diciéndole tiernas palabras al oído como lo hacían en las películas que solía mirar, y gracias a los malditos trámites obligatorios, sentía que estaba rompiendo esa promesa.
Y Sakura terminaría por romper mis piernas si no llegaba a tiempo, de eso estaba seguro.
Llegué media hora después, luego de equivocarme de piso una vez, y de perderme en los pasillos en dos ocasiones. Sakura estaba ataviada con una bata, al igual que la que me habían dado a poner antes de ingresar al lugar, tenías las piernas extendidas en una posición graciosa y la cual, según me había dicho más de una vez, la tendría avergonzada durante todo el parto; le había asegurado que bromearía acerca de ello llegado el momento, pero el pánico que de pronto me atacó impidió que lo recordara siquiera.
—Acá estoy —susurré a su oído para que me oyera por encima de todas las indicaciones del médico y de las palabras de las enfermeras—. Tal y como lo prometí.
Asintió repetidas veces y buscó a tientas mi mano sin querer abrir los ojos. Enroscó sus dedos en los míos de forma brusca, por lo cual supe que estaba muy adolorida debido a las contracciones. Obvié la molestia de mi mano, asegurándome a mí mismo que aquello no podía ser peor.
Cuán equivocado estaba.
—Puje con más fuerza señora.
—¡Maldita sea! No tengo sesenta años para que me diga señora, maldición —respondió Sakura a las palabras del médico, el cual reía divertido sin ofenderse—. ¡Mierda, duele!
Su rostro estaba perlado por el sudor y apretaba los dientes llegado el punto de que parecía que se romperían, a excepción de las veces en que abría sus labios para lanzar algún sollozo o múltiples y bastante elaborados y originales insultos. Mi mano dolía horrores.
—Te odio, Shaoran —dijo fuertemente mientras seguía las indicaciones del médico y las enfermeras—. Dios, te odio con todas mis fuerzas.
—Intenté poner sus fuerzas aquí, señorita —indicó el médico.
Sakura masculló por lo bajo y siguió pujando.
—Vamos, cariño. Un último esfuerzo y ya está. Todo saldrá bien —alenté intercambiando la mano que me sostenía para que no me la amputara.
—Eres un maldito bastardo, Li —maldijo—. Tan solo se te ocurra volver a dejarme embarazada, ¡te juro que te castro!
No pude evitar sonreír entre divertido y un tanto incómodo ante tal amenaza.
El parto estaba causando estragos en su cuerpo desde hacía aproximadamente una hora, y Sakura en su afán por dejarlo de lado, soltaba insultos e improperios a diestra y siniestra, no importaba a quien fuesen dirigidos. Nunca la había visto de esa forma, aunque eran obvias las razones, pero estaba seguro que recordaría ese momento para siempre: por un lado como a una anécdota divertida, por el otro, como el momento en que mi hombría fue amenazada sin consideración.
Un último grito, un suspiro de alivio y un instantáneo llanto infantil me sacaron de mis cavilaciones.
Observé a Sakura fatigada, quien comenzaba a recuperar el ritmo normal de su respiración; ella me devolvió la mirada y no pude contener la sonrisa. Acaricié su rostro, y cuando menos lo esperaba, la enfermera se acercó a nosotros con un pequeño bulto envuelto en mantas. Sakura se giró naturalmente hacia el pequeño llanto a su espalda, y tendió los brazos ansiosa de tomar a nuestro hijo.
—Hola pequeño —susurró tanteando su mejilla con sumo cuidado—. Hola Ryu, soy mamá.
Varias lágrimas rodaron por sus mejillas, y a diferencia de las anteriores, éstas eran de felicidad. Acercó al pequeño que ahora apenas sollozaba, para que pudiera verlo. Aprecié el instante justo en que sus ojos se abrieron. Ámbar contra ámbar.
—Hola campeón —saludé jugueteando con mi dedo en su mano; no tardó nada en tomarlo.
—Tiene tus ojos.
—Dios quiera que no tenga mi carácter —bromeé sin quitarle los ojos de encima.
Tonteamos un rato más con el pequeño, hasta que las enfermeras se lo llevaron para hacer breves chequeos.
Era oficialmente el padre de un bebé recién nacido y perfectamente sano. Y eso no podía hacerme más feliz. Ryu al fin había llegado a nuestras vidas para hacerles dar un giro de ciento ochenta grados.
—Te amo —susurré sobre los labios de Sakura.
—Y yo te amo a ti, Shaoran —murmuró con cansancio. En cualquier momento caería dormida.
—Gracias Sakura, gracias por hacerme el hombre más feliz del mundo.
—No hay nada que agradecer.
—Eres una mujer fuerte… lo has hecho bien. Te felicito —besé su frente y tomé su mano para besarla también.
—Tú me das esa fuerza todos los días —suspiró—. Creo que te he insultado demasiado. Debería disculparme con el médico también —sonrió divertida y luego me miró con ternura—. Es perfecto.
—Es tan perfecto como tú… eres su madre después de todo.
No refutó; el cansancio no se lo permitió. Segundos después cayó profundamente dormida. Sakura Kinomoto había gastado demasiadas energías y debía recuperar todas sus fuerzas para alocarme la vida a mí y al pequeño y tan esperado nuevo integrante de la familia. A nuestro hijo.
A Ryu Li.
N/A: Buenos días, tardes, noches.
Y aquí está el nuevo capítulo de nuestra historia. Me tardé, lo sé, pero llegó.
Y así es como estamos a un capítulo más cerca del final. ¡Quién lo creería!
Espero que les haya sido de su agrado, lo hayan disfrutado, y se hayan emocionado con la llegada de Ryu Li. Al final terminó siendo como Shaoran y no como Sakura xD Ya veremos cómo sigue todo esto en los próximos capítulos.
No duden en dejarme sus dudas y sus opiniones en preciosos reviews.
Acerca de las múltiples preguntas que tuvo acerca de nuestra querida bola de pelos Kero: El hecho de que fuera un elemento secundario en la historia, hizo que no me preocupara demasiado en darle un "final". Si vive con Sakura y Shaoran, si lo hace con Fujitaka, si se murió, o si simplemente cayó en alguna trampa de Touya y Shaoran, se los dejo a su elección.
Sin mucho más que decir, nos leemos pronto.
Besos sabor a mousse de chocolate,
LadySuzume-Chan.
