Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.
Quiero hacer una aclaración.
Me llego un Guest mal intencionado donde me dijo que esta historia yo la había robado. Eso no es así, esta historia es mía, lo que se me olvidó aclarar fue que años atrás la había publicado con otro nombre. Ahora la estoy reeditando con varios cambios, tanto de personajes como agregándole capítulos nuevos. Así que antes de hacer una acusación deben preguntar primero.
Disculpen por mi molestia, espero que esto no vuelva a ocurrir.
CAPITULO IV
Propuesta de matrimonio
Dos días después de su rencuentro con Terry, Candy seguía en la mansión Andrew, aunque sabía que pronto tendría que partir, ahora más que nunca quería regresar a América y olvidarse de todo lo que ha vivido en Londres. Esa noche ceno en su cuarto y al no tener sueño decidió bajar al salón, no quería estar más en aquella habitación, sola y pensando en Terry, de alguna manera quería mantener su mente ocupada. Cuando llego al salón que estaba iluminados por unas suaves luces que provenían de las lujosas lámparas, se encontró con el conde que estaba sentado en la mecedora de su tía, mirando como el fuego de la chimenea se consumía. Candy al verlo pensó en regresar a su cuarto, pero Albert al sentir unos pasos se paró de la mecedora, dándose cuenta de la presencia de la rubia.
—¿Parece que usted tampoco puede dormir? -preguntó el conde mirando a Candy fijamente.
—Si...–respondió ella –. Por eso baje un momento, pero ya me voy a la habitación.
—No se vaya, hágame un poco de compañía.
—Es mejor que no, ya es muy tarde.
—Por favor será solo un rato, ¿no cree que le hará bien conversar un poco?
Candy se quedó en silencio, pensando que si le haría bien sacar todo aquello que tenía en su corazón.
—Tiene razón...
La rubia se acercó a él y se sentó en un largo sofá que estaba al lado de la mecedora.
—¿Cómo se siente, señorita White? –le preguntó Albert.
—Mejor...mi corazón está más tranquilo.
—Fue muy valiente al haberse enfrentado al hombre que la engañó.
—Tenía que enfrentarme a él, quería escuchar de su propia boca todo lo que me dijo su padre.
—Y lo hiso, ¿verdad?
—Si, Terry me dijo que su padre le había dicho ahora que era hijo de un duque, no podía casarse con una muchacha de pueblo como yo. El prefirió los lujos, el dinero de su padre que nuestro amor.
—Era lógico que el duque de Granchester haya influido en la decisión de su prometido, es un hombre muy orgulloso.
Candy recordó en ese momento cuando conoció al padre de Terry.
—No me cabe la menor duda que él es así, el duque me trato muy mal, nunca en mi vida me había sentido tan humillada –admitió Candy con tristeza –. ¡Todo por mi condición de pobreza!
Albert miró las escasas llamas de la chimenea, y volvió a mirarla a ella.
—Y qué pasaría si su condición cambiara de la noche a la mañana y se convirtiera en una dama fina y elegante, igual o mejor a la mujer con la que se casó su prometido.
Candy lo miró sin entender sus palabras.
—¿No comprendo lo que me dice?
—Que estoy dispuesto a brindarle todo lo que necesita para trasformase en otra mujer y demostrarle a su prometido que usted podía haber sido una buena esposa para él.
La rubia se levantó bruscamente del sofá.
—¿Qué es lo que pretende? ¡Burlarse de mí!
Él se levantó de la mecedora y se acercó a ella.
—No lo tome de esa manera –le dijo el con una voz apacible –. Solo quiero ayudarla a que nunca más nadie la vuelva a humillar ni a despreciar, como lo hiso su prometido y él padre de él.
—¡A cambio de que sea su amante! –exclamó Candy con dureza –. Por qué los hombres no dan nada sin pedir algo a cambio.
—No, de que sea mi esposa –le contestó Albert mirándola directamente a los ojos.
Candy no dejo de sorprenderse por la propuesta del conde, aunque ya una vez se lo había dicho en el barco, pero la más sorprendida fue Flammy que en ese momento pasaba por el salón y alcanzo a escuchar la última parte de la conversación.
…
Al otro día Flammy apenas se levantó, se fue a la habitación de Tom para contarle la conversación que había escuchado entre el conde y Candy la noche anterior. Aquello la tenía muy inquieta pensando que aquella muchacha estaba siendo un peligro para sus planes de conquistar a su primo William.
—¿Qué haces aquí? -le preguntó Tom al verla entrar a su cuarto.
—¿Tenemos que hablar? –le contestó Flammy en voz baja.
Tom se acercó a ella y la beso por el cuello.
—Me echabas de menos, ¿verdad?
—No vine a eso -se apartó de él -. Vine a decirte algo muy importante.
—¿De qué se trata? –le preguntó Tom cruzando los brazos.
—A noche vi a William y la intrusa que conoció en el barco conversando a altas horas de la noche.
—¿Y qué hay con eso?
—Que William le pidió que fuera su esposa.
—Jajajaja, no lo puedo creer. Te dije que el conde se podría fijar en otra mujer.
—¡Eso no puede suceder! –protestó Flammy -. Esa idiota no se puede casar con William.
—Claro que puede, no creo que esa muchacha sea tan tonta en rechazar la propuesta de matrimonio de un hombre como el conde.
—¡Cállate! -le gritó alterada.
Tom la tomó por la cintura.
—Tranquila Flammy, sabes que me tienes a mi -la besó, pero ella rompió el beso.
—¡Déjame! yo nunca te he querido. El único hombre que amo es William.
—Entonces, ¿a qué has venido?
—Para que me ayudes a pensar en algo para sacar a esa intrusa de la mansión.
—¿Y que gano yo con eso?
Flammy se acercó a él y lo abrazo por el cuello.
—Muchas noches de amor...
—Eso me gusta, pero no me es suficiente -le miro el cuello -. ¿Por qué no me regalas ese collar?
Ella se lo toco.
—No puedo, me lo regaló mi tía.
—Dile que se te perdió. Se ve que es muy valioso, me pondrían dar un buen dinero por él.
—Está bien, toma -se lo pasó -. Con tal que me ayudes a sacar a Candy de mi camino.
—Claro que te voy a ayudar, es más se me ocurrió algo para que esa muchacha se vaya de aquí.
—¿Que Tom?
—Después te lo diré -la acerco a su cuerpo -. Ahora bésame.
...
El conde de Andrew se había levantado más temprano de lo acostumbrado. Desayunó en el comedor principal de la mansión y después se fue a la biblioteca para trabajar, pero no podía concentrarse, no dejaba de pensar en Candy y en la propuesta que le había hecho. Después de su prometida Shara, nunca le había llamado la atención otra joven como lo hiso Candy. La encontraba muy parecida a su ex novia, tanto en lo físico como su personalidad. Ambas eran bellas y tenía una dulzura especial en su mirada. No obstante, Candy a pesar que se veía una joven frágil, tenía una fuerza interior que era admirable y eso hacía que sintiera una gran admiración por ella. Una mujer así necesitaba como esposa, una mujer que lo sacara de su tristeza y le diera una nueva oportunidad para poder volver amar. Pero, sabía que aquello era algo imposible, Candy nunca iba aceptar su propuesta, ni siquiera para convertirse en otra mujer y darle una buena lección a su ex prometido Terry. En el fondo ella lo seguía amando, a pesar que la engañó y le rompió su corazón y contra eso él no podía luchar.
Albert se levantó de su escritorio y se acercó a la ventana observando a través de las cortinas que la lluvia comenzaba a parar. Una angustia sintió su corazón, eso significaría que Candy ahora si se podría marchar de su mansión y esta vez seria para siempre. Porque una vez más la felicidad se le escapaba de sus manos, pensó apretando sus puños con rabia, en eso escuchó el sonido de la puerta.
—Pasen –dijo con una leve voz.
—¿Querido sobrino podemos hablar? –le preguntó Elroy desde el lumbral de la puerta.
Albert volteo su cuerpo.
—Por supuesto, tía –le respondió volviendo a su escritorio.
Elroy con paso lento camino hasta él. Esa mañana vestía un elegante vestido color verde de terciopelo, con un bonito bordado en el cuello y los puños.
—¿Pensé que estabas ocupado?
—No estaba haciendo nada importante, ¿qué tienes que decirme tía?
—Que llegó una carta de Archie, dice que vendrá unos días a Londres con su esposa.
—Me da mucho gusto, hace mucho tiempo que no veo a mi sobrino, desde que estuve en su matrimonio.
—Bueno… voy a pedirle a las sirvientas que preparen una habitación.
—Si tía, tu encárgate de eso.
—¿Y qué pasó con la muchacha del barco? ¿Porque todavía no se ha ido? –le preguntó Elroy intrigada.
—Es algo que no te puedo contar tía, es un asunto personal de ella.
—¿Pero supongo que hoy se marchará?
—Es lo más probable, le urge regresar América –comentó con un tono de tristeza.
—¿Lo dices como si te afectara su partida?
El conde suspiro profundo.
—La verdad si...no quiero que ella se vaya, es más anoche le pedí que fuera mi esposa.
Elroy lo miró como si su sobrino se hubiera vuelto loco.
—¡Que locura es esa William!
—No es ninguna locura tía...Candy es la mujer que quiero para rehacer mi vida.
—Pero, si a esa muchacha apenas la conoces –le dijo Elroy dando unos pasos por la biblioteca –. Además, no es de nuestra condición social, sería un escándalo que un conde se casara con una plebeya.
—Tía, tú sabes que nunca me ha importado la posición social de nadie. Cuando me enamore de Shara me enamore de ella, de su personalidad, no de la posición de su familia.
—Shara era una joven distinguida, educada en las mejores escuelas de señoritas de Londres, en cambio esa muchacha...
—No tiene nada de malo que ella sea una joven de origen humilde, además yo estoy seguro que Candy podría llegar a convertirse en toda una dama.
—¡Ojalá que se vaya hoy mismo de la mansión, para que desistas de esa idea!
—A lo mejor lo piensa mejor y se queda –dijo Albert con una leve esperanza.
—William te dejo, tengo cosas que hacer y olvídate de esa chiquilla, ya aparecerá una mujer que sea digna de ser tu esposa.
…
Elroy salió de la biblioteca y se dirigió hacia el salón, donde se encontró con Flammy que venía entrando.
—Flammy, ¿dónde estabas? -le preguntó la anciana.
—Sali a tomar un poco de aire al jardín.
—¿Te pasa algo? Te vez preocupada.
—Es por el primo William, presiento que esta interesado en esa muchacha llamada Candy.
Elroy suspiró.
—No estas equivocada. Quiere casarse con ella.
—¡Santo cielo tía! -exclamó fingiendo asombro -. Tu no lo puedes permitir.
—Claro que no lo voy a permitir, pero no sé qué hacer para que esa joven se vaya de aquí.
—Tía, yo te puedo ayudar en eso.
—¿Tu...?
—Si, no quiero que el primo William cometa una locura de casarse con alguien que no le conviene.
—Gracias sobrina...yo me siento desesperada.
—Tranquila, tía -le tomó una mano -. Deja todo en mis manos, hoy mismo ella se ira de aquí.
…
Candy caminaba de un lado para otro en su habitación, pensando en la propuesta del conde. Se sentía muy nerviosa y confundida preguntándose como un hombre como él quería que ella fuera su esposa y a cambió de transformarse en otra mujer, algo que no le era indiferente, ser una persona distinta y vengarse de alguna manera de Terry, por despreciarla de la manera en que lo hiso. Sin embargo, tendría que pagar un precio muy alto casarse con un hombre que apenas conocía y que realmente no amaba. En su pueblo había visto varias parejas que se había casado porque sus padres habían arreglado sus bodas, y terminaron siendo muy infelices, pero otras se enamoraron. Qué pasaría si ella le pasara lo mismo, si ella se terminara enamorando del conde. No podía negar que era un hombre muy atractivo que le llamaba la atención, también le gustaba su forma de ser tan gentil y bondadoso, y por otro lado él le brindaría un buen futuro. Un futuro lejos de la pobreza que siempre la ha rodeado y que por culpa de eso ha pasado miles de humillaciones, que nunca más desea volver a vivir.
"Si tal vez debería de casarme con el conde, y así podría mandar a buscar a mi tía Pony, para que viniera a vivir conmigo y que se dejara de matar trabajando en la frutería", pensaba Candy con una leve sonrisa, cuando escuchó el sonido de la puerta.
—Pasen –dijo ella.
—Permiso –le contestó Flammy entrando a la habitación.
—¿Que necesita, mi lady? –le preguntó Candy extrañada con su presencia.
—¿Candy podemos hablar?
—Sí.
Flammy cerró la puerta y camino hasta ella.
—¿Qué es lo que tienes que decirme? –le preguntó la rubia cruzando los brazos.
—Es sobre lo que escuche anoche entre tú y mi primo.
Candy la miró con los ojos muy abierto.
—¿No sé a qué se refiere?
—Sabes perfectamente de lo que estoy hablando, sé que mi primo te pidió que fuera su esposa.
—Me imagino que debe estar pensando que un hombre como él no puede casarse con una muchacha pobre como yo, ¿verdad?
Flammy sonrió irónica.
—Sí, pero ese no es el problema.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—Que tú no puedes casarte con el conde, porque él está loco.
—¡Loco! –repitió Candy asustada.
—Sí, el pobre desde que murió su prometida, enloqueció cree ver a todas las mujeres a Shara, hasta a mí me confundió con ella una vez.
La rubia negó con la cabeza muy confundida con el relato de Flammy.
—Pero a mí no me parece que él este loco, se ve que ha sufrido mucho por la muerte de su novia, pero...
—Pero nada..., tu no lo conoces bien, él se ve una persona normal, pero en el fondo está muy enfermo –la interrumpió Flammy –. Yo tenía que decírtelo, no puedo permitir que te cases con un hombre loco, que te puede llegar a matar.
—¿No entiendo por qué me quiere ayudar? Cuando nos conocimos me trato de intrusa.
—Lo hice para que te fueras de la mansión...en ese momento no podía decirte lo que realmente pasaba con mi primo.
—¿No sé si creerle?
—Candy, crees que soy capaz de inventar algo así de mi primo -replicó Flammy haciéndose la ofendida -. No sabes todo lo que he sufrido por la locura de William.
—Comprendo, es mejor que me vaya ahora mismo de aquí –dijo Candy comenzando a creer las palabras de lady Flammy.
—Es lo que tienes que hacer, pero hazlo sin despedirte del conde, si le dices que te vas, él se puede alterar y te puede hacer daño.
—¡Tanto así es su locura!
—Si…Vete ahora mismo de aquí muchacha –le dijo Flammy con insistencia.
—Si, me voy ahora mismo –dijo Candy atemorizada.
—El cochero Tom te va estar esperando en uno de los carruajes, él te llevará al puerto. También te voy a dar dinero para que pagues el pasaje en barco –le dijo Flammy pasándole los billetes.
—No es necesario.
—Claro que lo es, toma te hará falta, sé que no tienes nada.
—Está bien... -dijo Candy recibiéndolo -. Gracias, mi lady.
—De nada. Bueno me voy, adiós Candy.
—Adiós y gracias nuevamente.
Minutos después Candy escribió una breve nota para el conde, que dejó encima del velador que estaba al lado de la cama y se marchó de la mansión Andrew, pensando que esta vez seria para siempre...
Continuará...
Hola mis lindas chicas
Espero que se encuentren muy bien. Aquí les dejo otro capitulo de este fic. Muchas gracias por leer la historia y mandarme sus lindos comentarios.
Besitos a la distancia.
