Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.
CAPITULO V
Plan fallido
Cuando Albert se enteró de que Candy se había marchado, ya que Dorothy la sirvienta de la mansión, le llevó a la biblioteca la nota que la rubia había dejado, no dejo de sentir una gran decepción en su corazón. Leía la nota una y otra vez, donde Candy se despedía de él y le decía que no podía aceptar su propuesta de matrimonio.
Conde de Andrew.
Siento decirle que no puedo aceptar el ofrecimiento de matrimonio, tengo que regresar a América junto a mi tía, ella me necesita.
Le agradezco todo lo que hiso por mí, nunca lo voy a olvidad y le deseo que algún día encuentre la felicidad.
Adiós.
Candy White.
—William, necesito que firmes estos papeles –le dijo George entrando a la biblioteca.
Albert como ausente tomó los papeles y los firmó rápidamente.
—Aquí están, George... ¿Son para entregarlos en el banco, ¿verdad?
—Si William, ahora mismo iré a dejarlos, antes de que se avecine la tormenta.
Albert desvió su mirada hacia la ventana de la biblioteca dándose cuenta que el día estaba muy oscuro.
—Pensé que el mal tiempo se calmaría
—Yo creo que hoy lloverá todo el día.
En ese momento apareció Ramon, otro de los cocheros de la familia.
—Señor George, no podremos hacer el viaje, me acaban de avisar que se cayó un árbol en el camino y que no puede pasar ningún carruaje.
—¿Estás seguro de lo que dices, Ramón? –le preguntó Albert pensando en Candy.
—¡Sí! Al parecer fue a noche que cayó el árbol en el camino, producto de la tormenta.
—Bueno...dejemos el viaje para otro día, puedes retirarte, Ramon –le dijo George.
—Permiso, señor.
El conde se levantó de su escritorio.
—Ramon no te vayas todavía, dile a uno de los empleados que me ensille un caballo.
—Si, mi lord, permiso –contesto el hombre y se marchó haciendo una reverencia.
George miró extrañado a Albert.
—No creo que sea un día indicado para dar un paseo a caballo –le dijo.
—No voy a salir a dar un paseo, voy a buscar a la señorita White, debe seguir en el camino buscando un coche que la lleve a la ciudad y con el camino malo no encontrara ninguno.
—William, por favor olvídate de esa muchacha.
—No puedo hacerlo, George. Tengo que ir a buscarla -dijo saliendo apresurado de la biblioteca.
…
Candy había quedado abandonada en el camino, ya que Tom tampoco pudo pasar con el carruaje y tuvo que dejarla ahí, diciéndole que tenía que irse caminando. Sin embargo, no pudo hacerlos ya que comenzó a caer la lluvia.
Tengo que buscar un lugar donde refugiarme, pensó Candy mirando a su alrededor observando puro árboles y a lo lejos unas alta montañas que tocaban el cielo. La lluvia comenzó a caer más intensamente, así que la rubia sin tener otra alternativa se colocó debajo de un árbol, para cubrirse un poco, cuando en ese momento apareció el conde montado en un caballo y vestido con una capa gris. Candy al verlo se quedó paralizada recordando todo lo que Flammy le había contado de él.
—Qué bueno que la encontré, señorita White –le dijo Albert aliviado –. Ya se abra dado cuenta que no podrá llegar a la ciudad, así que tendrá que volver conmigo a la mansión.
—¡No mi lord, yo no voy a volver a su mansión! –le dijo Candy templado del frio y del miedo que sentía.
—Pero, no puede quedarse aquí, habrá tormenta todo el día y la noche.
—¡No...váyase por favor!
Albert la miró dándose cuenta que algo le pasaba a Candy, que decidió bajarse del caballo y se acercó a ella.
—¿Que le sucede, señorita White? –le preguntó.
—¡No se me acerque...aléjese de mí! –le gritó Candy alterada –. ¡No voy a permitir que me haga daño!
—No quiero hacerle daño señorita White, solo llevarla a mi mansión.
—¡No! ¡Entienda que yo no soy su prometida que murió –le gritaba Candy llorando y saliendo del árbol!
—¿De qué está hablando?
—¡Váyase, déjeme en paz!
—¿Señorita White, porque me está tratando de esta manera? –le preguntó Albert muy confundido con la reacción de la rubia.
Candy al ver que él no se marchaba se puso a caminar hacia atrás sin imaginarse que había una quebrada al lado izquierdo del camino.
—¡Señorita deténgase! –le gritó el conde al verla que estaba en peligro.
—¡No lo are...por favor váyase!
La rubia dio otro paso hacia atrás cuando su cuerpo cayo al barranco, quedando colgada de una rama.
El conde rápidamente corrió hasta ella y con sus manos logro sacarla.
—¿Cómo se siente, señorita White? –le preguntó con preocupación.
—Me duele mucho el pie.
—Debió lastimárselo, le dije que se detuviera.
Candy lo miro a los ojos pensando que aquel hombre no podía estar loco, le salvo la vida. Seguramente todo había sido una intriga de Flammy para que ella se fuera de la mansión.
—Siento mucho mi mal comportamiento –se disculpó Candy bajando la mirada.
—Eso no importa, vámonos de aquí está lloviendo mucho.
—¿Pero no creo que pueda caminar?
El conde rápidamente la tomo en sus brazos, provocando que Candy se sintiera muy nerviosa al tenerlo tan cerca.
—¡Mi lord, no es necesario! –exclamó apenada.
—No diga nada, señorita White, yo sé lo que hago.
Minutos después, Albert llevo a la rubia a una cueva, para cubrirse un poco de la lluvia, junto con el caballo con el que había salido a buscarla.
—Aquí nos quedaremos hasta que se calme un poco la lluvia.
—Siento estarle dando molestia.
—No diga eso...fui yo el que decidí en salir a buscarla cuando me enteré que en el camino había caído un árbol. ¿Pero me gustaría saber por qué me dijo que yo quería hacerle daño?
—¡Por qué pensaba que usted estaba loco!
—¿Dónde saco eso? –le pregunto Albert intrigado.
—Bueno...me lo dijo su prima, que usted se volvió loco cuando murió su prometida.
El conde negó con la cabeza.
—¡Flammy como pudo inventar algo así, cuando llegue a la mansión me va a escuchar! ¿Y usted no debió creerle?
La rubia bajo la cabeza de lo mal que se sentía.
—Lo siento mucho...
El conde se acercó a ella y con una de sus manos le tomó la barbilla para que levantara su mirada.
—¿Realmente cree que estoy loco?
—Bueno... no –sonrió Candy.
—Entonces, ¿volverá conmigo a mi mansión?
—Sí. Al parecer el destino se ha empeñado en que me quede en Londres.
—El destino esta de mi parte, yo tampoco deseo que se vaya.
Sus ojos se encontraron en ese instante, como si una fuerte conexión hubiera surgido entre ellos.
—¿De verdad no quiere que me vaya? –le preguntó Candy sintiendo un salto en su corazón.
Albert le pasó su mano por el rostro de ella con mucha suavidad.
—Se lo digo desde lo más profundo de mi corazón, señorita White quiero que se quede conmigo para siempre.
—Entonces, me quedare con usted –respondió ella emocionada.
Albert la atrajo a su cuerpo y la abrazo con mucha ternura, sintiendo unas profundas ganas de besarla en ese momento, pero se contuvo ya que no quería que Candy se espantara y se fuera de su lado nuevamente. Se iba tomar las cosas con calma con ella, así poco a poco iría ganando su corazón.
…
Sintiendo como caía la fuerte lluvia, ambos se quedaron profundamente dormidos. Unas horas después Albert comenzó abrir sus ojos encontrándose a Candy que seguía dormida a su lado, como si fuera una niña pequeña. Le pasó su mano por el cabello húmedo de la rubia, confirmando que era la mujer con la que quería compartir el resto de su vida, la que se convertiría en su esposa y en la madre de sus hijos, pero también en la mujer al que estaba dispuesto amar con todas sus fuerzas.
—Señorita White –le dijo Albert despertándola.
Candy poco a poco comenzó abrir sus bellos ojos verdes, encontrándose con la cálida mirada del conde, asiéndola sentir realmente protegida.
—¿Que paso? –le preguntó.
—La lluvia ya paro, así que iré a mi mansión para traer un carruaje para llevarla de regreso.
—¡Me va dejar aquí sola!
—Sera solo un momento.
—De acuerdo, pero no se tarde mucho.
—Le prometo que volveré lo antes posible –le dijo Albert dándole un beso en la frente.
Una hora después Candy se encontraba instalada nuevamente en la mansión Andrew, en su habitación recostada en la cama con uno de sus pies lastimado, pero eso no le importaba se sentía tranquila, contenta después de todo lo malo que le había pasado con su ex prometido Terry, ahora la vida le estaba dando una segunda oportunidad para ser feliz, al lado de un hombre bueno, cariñoso que desde que se conocieron en el barco se preocupó por ella. Sí, no le cabía la menor duda él iba ser un buen esposo para ella, y aunque no lo amaba estaba segura que si lo terminaría amando como él se lo merecía.
"Voy amarte mi conde de Andrew", pensó Candy con una amplia sonrisa.
—Se te ve muy bien para estar con el pie herido –le dijo Dorothy entrando a la habitación con una bandeja con una rica comida.
—Lo estoy, Dorothy –admitió Candy.
La sirvienta le acomodó la bandeja en la cama.
—Entonces, tienes que comerte todo lo que te preparé.
—Te aseguro que lo are. ¡Tengo mucha hambre! –expresó la rubia tomando un tenedor.
—¡Me alegra que hayas regresado Candy!
—A mí también y no me pienso nunca más marcharme de la mansión.
—¿De verdad?
—Si Dorohty, hay algo que tengo que contarte.
La sirvienta se sentó en una silla que estaba al lado de la cama.
—¿Cuéntame, Candy?
—El conde me pidió que fuera su esposa y voy aceptar.
Dorothy se quedó sorprendida.
—¡Qué alegría saberlo! ¿Pero entonces porque te fuiste de la mansión?
—Por qué su prima me dijo que el duque estaba loco.
—¡Lady Flammy!
—Si, me engañó y no sé por qué lo hiso.
—Ella es una mujer muy extraña. Yo nunca le he tenido confianza.
—Fui una tonta en haberle creído –admitió Candy tomando un sorbo de agua.
—¿Y el conde sabe lo que pasó con su prima?
—Si se lo conté.
—¡Ojalá la eche de aquí!
—Yo no le deseo mal, pero no me gustó que me haya mentido en algo tan delicado.
—Lo importante que se casaran y serán muy felices.
—Si amiga, lo seremos -dijo Candy con sus ojos iluminados y dando un suspiro.
...
Albert había citado a su prima a la biblioteca, de una vez por toda tenía que aclarar todo lo que le había dicho a Candy sobre él.
—¿Que deseas, William? –le preguntó Flammy imaginándose lo que era, ya que cuando vio que Candy estaba de regreso en la mansión, supo que se le venía un gran problema en cima con el conde.
El la miró serio de pies a cabeza.
—¡Siento decirte que tienes que irte de la mansión!
—¿Pero, por qué? –preguntó Flammy fingiéndose sorprendida.
—¿Por qué le dijiste a la señorita White que yo estoy loco?
—¡Pero eso no es verdad!
—¿Me lo estás negando?
—Por supuesto, primo. Yo jamás hablaría algo así de ti. ¿Por qué crees lo que dice esa desconocida?
—La señorita White no es ninguna desconocida para mí, ella muy pronto será mi esposa.
Flammy sentía que iba a estallar de la rabia que tenía, pero trato de calmarse y llevar el asunto por otro camino.
—Está bien, William admito que le dije a Candy que tu estabas loco, pero fue por tu bien.
—Por mi bien, Flammy.
—Esa muchacha no te quiere, estoy segura que se quiere casar contigo por tu dinero.
—Eso no es verdad, fui yo la que le pedí que fuera mi esposa -replicó Albert -. Que decepción Flammy, ¿cómo pudiste hacerme algo así?
Ella se echó a llorar.
—Primo por favor, no me eches de aquí. Sabes que no tengo a donde ir.
—No te preocupes, yo te pagare una casa donde vivas cómodamente. Nada te faltará.
—No es lo mismo, voy a extrañar mucho a tía Elroy y a ti...
—Lo siento, pero está decidido, mañana mismo te quiero fuera de la mansión.
En eso entro madame Elroy.
—William, tú no puedes echar a Flammy.
—Tía, tú no sabes lo que hiso. Invento que estoy loco.
—Claro que lo sé. Yo le pedí a mi sobrina que le dijera esa mentira a esa chiquilla -dijo echándose la culpa.
El conde frunció el ceño.
—¿Tu?
—Si, yo soy la culpable de todo. No quiero que te involucres con esa muchacha, ella no te conviene.
—Es increíble tía, nunca pensé que fuera capaz de algo así.
—Lo hice por tu bien, pero...veo que tú no lo entiendes.
—Claro que no lo entiendo... -replicó enojado.
—¿Quieres que me vaya de aquí?
—No tía, tú eres como una madre para mí, pero si te voy a pedir que no te vuelvas a interponer en mi vida.
—No te preocupes, no volverá a pasar.
—¿Y que va pasar conmigo, primo William? -le preguntó Flammy.
—Te puedes quedar.
—¡Oh gracias, William...!
—Es mejor que se vayan, quiero estar solo.
Madame Elroy y Flammy salieron de la biblioteca y se fueron al salón, para hablar a solas.
—Tía, gracias por haberme ayudado con primo William -le dijo abrazándola.
La anciana la apartó.
—Lo hice por lo mucho que te quiero, pero no estoy de acuerdo de lo que hiciste. No debiste inventar que William estaba loco.
—Tía, fue lo único que se me ocurrió, para que esa pueblerina se fuera de aquí.
—Ya vez, no sirvió de nada y ahora por lo visto se va quedar para siempre.
—Pero, nosotras no lo podemos permitir.
—Flammy, William está empeñado en casarse con ella, es mejor dejar las cosas así o seremos nosotras la que salgamos de la mansión. Me voy a mi habitación -dijo Elroy saliendo del salón.
"Mi plan fallo pero, esa estúpida no se va salir con la suya", pensó Flammy con una mirada llena de maldad.
...
Por la noche el conde de Andrew antes de irse a su habitación a descansar pasó a ver como se encontraba Candy.
—¿Cómo sigue su pie, señorita White? –le preguntó colocándose a los pies de la cama.
—Mucho mejor, no me duele casi nada –respondió ella.
—Me alegra saberlo...
Ambos se miraron nerviosos.
—Bueno me retiro...para que siga descansando, hoy fue un día muy intenso.
Albert volteo su cuerpo para marcharse, pero Candy lo detuvo con su llamado.
—Mi lord –le dijo.
El regresó a los pies de la cama.
—¿Pasa algo, señorita White? –le preguntó
—Si...yo quería decirle que acepto su propuesta de matrimonio.
Los ojos de Albert se iluminaron intensamente.
—¿Está segura?
—Completamente quiero ser su esposa, pero tiene que saber que no lo amo, pero estoy dispuesta a...
—¡Amarme! ¿Verdad? –la interrumpió él.
—Si...quiero amarlo, mi lord.
El conde se acercó a ella y se sentó en la cama tomándole una de sus manos.
—Yo sé que esta decisión no es fácil para usted, que sigue muy herida por la traición de su ex prometido...pero sé que poco a poco me iré ganando su corazón...Ambos hemos sufrido por perder a las personas que hemos amado, pero ahora la vida no está dando una nueva oportunidad para amar y no debemos desaprovecharla.
—Lo sé...mi lord.
—Ya no me trate de esa manera...pronto será mi esposa, dígame solamente Albert, es así como me gusta que me llamen.
—Bueno...y tú puedes llamarme, Candy.
—Candy, tu nombre es tan dulce –le dijo Albert mirándole los labios pensando que también deberían de serlos.
Poco a poco se acercó a ella y suavemente roso sus labios en un beso tierno y lleno de amor...comprobando que eran los labios más dulces que había probado en su vida.
—Bueno me voy a dormir... hasta mañana, Candy.
—Hasta mañana, Albert –se despidió ella con un hilo de voz.
Cuando el conde se fue de la habitación, Candy tomo sus labios con sus dedos cerrando los ojos, sintiendo una gran emoción en su alma, después de Terry era el segundo hombre que la besaba y aunque no fue un beso profundo...la hiso sentir miles de cosas en su corazón.
Continuará...
Hola mis lindas chicas.
Espero que se encuentren muy bien. Aqui les dejo otro capitúlo de este fic. Muchas gracias a las chicas que me apoyaron en lo que me paso, gracias por valorar mi trabajo que entrego con mucho cariño para todas las chicas que le dan una oportunidad a mis historias.
Besitos a la distancia.
