Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.


CAPITULO VI

Compromiso

Candy ya se sentía mejor de su pie, así que el conde le pidió que bajara a la hora de comer, para presentarle a su familia. Candy no dejaba de sentirse muy nerviosa, era la primera vez que estaría con personas muy distinta a ella, de otro nivel social, que no dejaba de sentir temor de hacer el ridículo. Dorothy antes de que ella bajara al comedor, rápidamente le dio algunos consejos para que se comportara debidamente en la mesa y saliera del paso.

Albert como todo un caballero llegó con Candy del brazo al comedor principal de la mansión, donde se encontraba su tía Elroy sentada al lado izquierdo de la larga mesa, confeccionada de una brillosa madera tallada en color terracota. Donde también estaban presentes Su prima lady Flammy y su sobrino Archie Cornwell junto a su esposa Annie que habían llegado de Escocia.

—Querida familia quiero, presentarle a mi futura esposa la señorita Candy White –le dijo Albert.

—Es un gusto conocerlos –los saludó Candy tímidamente.

Flammy le hecho una fulminante mirada de odio, sin embargo, trato de disimular, ya que desde ahora en adelante su estrategia seria otra.

—Así que tú eres Candy –le dijo Elroy mirándola fijamente reconociendo que era una joven muy hermosa, pero le faltaba mucho para ser una dama especialmente por su vestuario.

Esa tarde Candy llevaba puesto un sencillo vestido en color verde.

—Si señora...

—Madame, todos me llaman así –le corrigió Elroy.

—Bueno, madame.

—Bienvenida a la familia –le dijo Archie con simpatía.

—Candy, él es mi sobrino Archie con su esposa Annie -se los presentó el conde.

La rubia los miró viendo que eran personas finas y elegante, mi diferente a ella.

—Es un gusto conocerlos.

—Candy, por favor siéntate a la mesa –le dijo Albert corriendo la silla al lado derecho de la mesa, él se sentó en la cabecera como acostumbraba hacerlo.

—Voy a llamar a la sirvienta para que sirva la comida –dijo Elroy tocando una campanilla.

Candy no dejaba de sentirse incomoda con aquella situación, que no sabía que hacer o que decir.

—¿Así que eres de América, Candy? –le preguntó Archie sirviéndose una copa de vino blanco.

—Si, vivía en un pueblo cercano a la ciudad de Chicago.

—¡En un pueblo! –repitió Elroy con recelo.

—Si es un pueblo pequeño, pero muy hermoso –contestó Candy sintiéndose orgullosa de haber nacido en aquel lugar.

—¿Y tus padres saben que vas a casarte con un conde?

—Yo no tengo padres madame, ellos murieron cuando era una niña.

—Lo siento mucho, mi amor –le dijo Albert tomándole la mano con ternura –. Yo sé lo que se siente perder a los padres, los mío murieron hace muchos años.

Candy le sonrió.

—¿Entonces, no tienes familia? –le preguntó Archie.

—Solamente tengo una tía, que era con la que vivía en el pueblo.

—¿Y a que viniste a Londres?

Candy se quedó en silencio, ya que no sabía que iba a responder, si contar la verdad de su viaje o inventar otra cosa que la sacara de aquella situación.

—Ella vino en busca de trabajo –se apuró a responder Albert, ya que prefería que su familia no supiera los verdaderos motivos que llevaron a su futura esposa viajar a Londres.

Candy observó a al conde entendiendo el mensaje.

—Si...me habían ofrecido un trabajo aquí en Londres, pero cuando llegue ya otra persona lo había tomado.

—Bueno… ya no le hagan más pregunta a mi prometida –les pidió Albert notando la incomodidad de Candy –. Ahora seré yo el que tome la palabra, quiero comunicarles que el próximo mes en esta mansión se hará una gran fiesta, para anunciar mi boda con la señorita White.

—¡Pero es muy pronto! –exclamó Flammy.

—No hay para que esperar más... quiero casarme lo antes posible con Candy.

—Ella no creo que esté preparada para presentarse en sociedad –comentó Elroy limpiándose la boca con la servilleta.

Candy bajo la mirada sintiéndose humillada por las palabras de la mujer.

—Tía Elroy, no menos precies a mi prometida -le reclamó Albert -. Yo sé que ella poco a poco se convertirá en toda una dama y quiero que tú me ayudes en eso.

—¡Yo!

—Si tía, quien mejor que tú para enseñarle a mi futura esposa a comportase debidamente en sociedad. Hazlo por el cariño que sientes por mí.

—Está bien querido sobrino, desde mañana comenzare a enseñarle todo lo que tiene que saber tu prometida –dijo Elroy no muy a gusto con la idea.

—Yo también quiero ayudar a Candy a convertirse en una dama -añadió Flammy -. Es lo menos que puedo hacer para reparar mi falta.

—¿Estas segura, prima? -le preguntó Albert.

—Si, me he dado cuenta que Candy es una buena joven que te hará muy feliz -dijo fingiendo una sonrisa a la rubia -. ¿Candy me disculpas por lo que sucedió?

—Claro que sí...

—Entonces, desde ahora en adelante mírame como a una buena amiga.

Candy la observó sin creerle mucho en su arrepentimiento, sin embargo, no podía dejar de darle otra oportunidad a la prima de su futuro esposo.

...

Después de aquel almuerzo tan incómodo para Candy, Albert la llevó a dar un paseo por los alrededores de la mansión. Un lugar maravilloso rodeado de árboles, arbustos, un jardín de rosas, donde salía un exquisito aroma que envolvía los sentidos. Candy iba tomada del brazo de Albert, observando el paisaje y el cielo que estaba completamente despejado, sintiéndose tranquila y protegida al lado de un hombre tan bueno y generoso el conde de Andrew. Por otro lado, él iba disfrutando de la compañía de Candy, pero no pudo evitar recordar a su prometida Shara ya que con ella muchas veces había dado es mismo paseo con ella, llenándose su corazón de nostalgia.

—¡Tu mansión es realmente maravillosa! –le comentó Candy con entusiasmó.

—Gracias, pero pronto esta mansión también será tuya –le dijo Albert.

La rubia le sonrió complacida.

—Eres muy bueno Albert, me da miedo no ser una buena esposa para ti, como lo pudo haber sido Shara.

—No digas eso, Candy... yo sé que serás una gran esposa para mí. Y no hagas caso a las cosas que dice mi tía.

—Ella jamás va aceptar que te cases conmigo, ¿verdad?

—Mi tía es una mujer muy orgullosa, pero yo sé que a medida que te valla conociendo te va terminar aceptando.

—Esta tarde voy a escribirle una carta a mi tía Pony, contándole todo lo que me ha pasado y que voy a casarme contigo.

—¿Por qué no la invitas a la boda? Es el único familiar que te queda.

—Se lo diré en la carta...

—Espero que pueda venir, me gustaría conocerla.

—¿Puedo hacerte una pregunta, Albert?

—Dime.

—Cuando dijiste que vas a ser una gran fiesta para anunciar nuestro compromiso donde invitaras a la alta sociedad de Londres, el duque de Granchester también será invitado.

—Bueno si...pero si lo prefieres no lo invito.

Candy se quedó en silencio por un momento. El conde la observó imaginando que ella estaba pensando en Terry.

—No quieres encontrarte con el hijo del duque, ¿verdad? –le preguntó sintiendo celos.

Ambos detuvieron sus pasos cerca de una pileta de piedra, donde corría un agua cristalina.

—No quisiera, pero...es mejor que se entere de una vez que voy hacer tu esposa –respondió Candy.

Albert le sonrió.

—Estoy seguro que cuando te vea de mi brazo, se dará cuenta de la gran mujer que perdió.

—Eso ya no me importa, Terry no me supo valorar, en cambio tú desde que me conociste me has tratado como a una princesa.

—Siempre serás mi princesa...-le dijo tomándola por la cintura, provocando que Candy se estremeciera por completo.

Le pasó la mano por el cabello y después por el rostro llegando hasta sus labios que ansiaba besar...Candy cerro sus ojos, con aquel contacto de sus dedos haciéndola viajar por las nubes. Albert al ver su espontáneo gesto, acerco sus labios encima de los de ella, besándolo suavemente, hasta que el beso se fue haciendo más profundo y apasionado.

...

Una semana después en la mansión Granchester todos estaban muy felices, celebrando el anuncio que había hecho Susana que estaba esperando su primer hijo.

—¡Ojalá que sea un varón! –exclamó el duque de Granchester tomando un sorbo de champaña.

Todos se encontraban reunidos en el salón de la mansión.

—Yo prefiero que sea una niña, tan hermosa como mi hija –dijo la madre de Susana una mujer elegante y distinguida.

—¿Y tú mi amor que deseas que sea nuestro hijo? –le preguntó Susana a Terry que estaba sentada a su lado, en un largo sofá.

—A mí me gustaría que fuera un niño, pero si es una niña está bien.

—Lo importante que nazca sano y hermoso –añadió la señora Marlowe –. Cuando tu padre se entere que será abuelo, se pondrá muy feliz.

—¿Y papá cuando regresa de Paris? –preguntó Susana.

—Creo que pasado mañana.

En ese instante una sirvienta llegó al salón.

Mi lord, llegó esto para usted –le dijo la sirvienta pasándole un sobre al duque.

—Gracias...puedes retirarte.

El duque abrió el sobre y leyó un papel que había dentro.

—Es una invitación del conde de Andrew, para que asistamos a su fiesta de compromiso que se realizara en su mansión.

—¿Y quién es ese conde de Andrew? –preguntó Terry con curiosidad.

—Es nuestro vecino, es un hombre muy rico, tendremos que asistir a su fiesta de compromiso, es bueno que lo conozca ya que me gustaría hacer algunos negocios con él.

—Entiendo, papá.

—¿Me pregunto quién será su prometida? –comentó la madre de Susana –Ya que después que murió su anterior prometida, al conde no se le volvió a ver con ninguna otra mujer.

—Debe ser alguna joven extranjera que conoció en uno de sus viajes...por lo que se, el llego hace muy poco a Londres –añadió el duque de Granchester.

—Bueno la conoceremos el día de la fiesta –dijo Terry sin poder imaginarse que era Candy su novia de América.

Un mes después...

El día del compromiso de Candy con el conde de Andrew había llegado. Ella se encontraba sentada en el tocador, mientras Dorothy le estaba haciendo un elegante peinado alto, que hacía que Candy se viera muy hermosa. Pero, la rubia se sentía muy nerviosa, sus manos traspiraban y sus piernas templaba, ya que en unos minutos más seria presentada como la futura esposa del conde de Andrew, frente a toda la alta sociedad de Londres, sin embargo, lo que más le inquietaba era que se rencontraría con Terry, que estaba segura que asistiría con su padre y su esposa.

—¡Te ves preciosa! –exclamó Dorothy al terminar el peinado.

Candy se miró al espejo viéndose como si fuera otra mujer, su peinado alto, el vestido color rojo oscuro que llevaba puesto, descotado en los hombros, con un corsé en la cintura y una amplia falda bordada con finos hilos, tenía en su cuello un elegante collar de rubí y un anillo de compromiso de la misma piedra, que Albert le había regalado, realmente parecía una princesa.

—Me siento tan extraña vestida así –admitió Candy parándose del tocador.

—Es normal, es la primera vez que te vistes tan elegante, pero tienes que acostumbrarte, pronto serás la condesa de Andrew.

—¡Dorothy, no sé si podre con todo esto!

—Claro que podrás con todo lo que te enseñó la mademe en estos días podrás desenvolverte muy bien en la fiesta.

Días antes como le había pedido Albert a su tía. Elroy le enseñó muchas cosas a Candy, como saludar educadamente, como comportarse en la mesa, omitir palabras que no debía decir. También la hiso leer un libro de historia, para que no pasara vergüenza si alguien le hacía alguna pregunta de conocimiento histórico o cultural.

—Si, Flammy también me ha apoyado con eso, tengo que reconocer que ha cambiado mucho conmigo.

—Me he dado cuento de eso.

—Lo peor que con los nervios que tengo, se me olvido todo lo que me enseñó la madame.

—Tranquila Candy...todo va salir bien.

La puerta de la habitación se abrió y entro Annie esposa de Archie que Desde que se conoció con Candy sintió simpatía por ella, que la ayudó a escoger el vestido para la fiesta, en una de las tiendas de la ciudad.

—Candy, te ves maravillosa -exclamó Annie.

—Gracias a ti Annie que me sugeriste este vestido.

—Era el que te quedaba mejor.

—¿Ya llegaron los invitados? –preguntó Candy.

—Sí, el salón está repleto.

La rubia se sintió más nerviosa de lo que estaba.

—Bueno yo me retiro para ir atender a los invitados –dijo Dorothy saliendo de la habitación.

Albert llego en ese instante vestido con un frac negro que lo hacía verse muy atractivo. Cuando vio a Candy tan hermosa se quedó con la boca abierta, mirándola de pies a cabeza.

—¡Te ves hermosísima, mi amor! –exclamó acercándose a ella.

—Bueno yo los dejo voy a buscar a Archie -dijo Annie para no interrumpir a la pareja.

—Está en el salón.

—Albert, me muero de los nervios –le dijo Candy abrazándolo para sentir su protección.

—Tranquila princesa, yo voy a estar a tu lado.

—¿Y el duque de Granchester ya llegó?

—No...¿Tanto te importa que venga Terry?–le preguntó Albert sintiendo celos de él.

—Bueno si...o no –titubeo Candy.

El conde un poco molesto, se apartó de ella dándole la espalda.

—¿Candy estas segura de que quieres casarte conmigo?

Ella se quedó sorprendida con su pregunta.

—¡Claro que sí, Albert! –le respondió colocándose frente de el –. ¿Por qué me preguntas eso?

—Bueno...por qué me imagino que, a pesar de todo, sigues enamorada de Terry, ¿verdad?

—Albert...mi relación con Terry es parte del pasado, yo lo único que deseo es ser feliz a tu lado.

Él se acercó a ella y con sus dos manos le tomo el rostro.

—Y yo quiero hacerte la mujer más feliz de este mundo –le dijo

Se acercó a los labios de ella dándole un beso, que dejo sin aliento a Candy.

...

En el salón esa noche estaba elegantemente decorado por flores, finas alfombras, lujosas lámparas, una orquesta de violines y una larga mesa con un gran banquete para degustar.

Madame Elory se encontraba recibiendo a los invitados, luciendo un elegante vestido color gris, de cuello alto donde tenía un fino prendedor. En ese momento llegaron el duque de Granchester su hijo Terry y Susana.

—Bienvenido duque de Granchester -los saludó Elroy amablemente.

—Es un placer estar en su mansión -le contestó el duque dándole un beso en la mano –. ¿Quiero presentarle a mi hijo Terry y su esposa Susana?

Terry vestía un elegante frac negro y Susana un hermoso vestido color marfil de seda, acompañado de un tocado que cubría sus brazos y guantes blancos.

—¿No sabía que tenía un hijo? –le preguntó Elroy que siempre había sabido que el duque nunca había tenido descendencia.

—Lo que pasa que mi hijo siempre había vivido en América.

—Entiendo, es un placer conocerlo.

—Lo mismo digo señora –la saludó Terry dándole un beso en la mano.

—¿Cómo esta, madame Elroy? –le preguntó Susana, que la había visto en algunas reuniones sociales.

—Muy bien ¿Y tus padres?

—Deben estar por llegar.

—¿Y el conde de Andrew, quisiéramos saludarlo? –preguntó el duque de Granchester.

—En estos momentos no se encuentra en el salón, pero ya debe estar por bajar.

—Y su prometida, nos morimos de la curiosidad por conocerla –le dijo Susana –. Me imagino que ella pertenece a nuestro círculo social.

—No ella es una rica heredera americana –contestó Elroy sabiendo que era una mentira, ya que por ningún motivo quería que supieran el verdadero origen de Candy -. Pero, pasen al salón para que disfruten de la fiesta.

Minutos después Candy y Albert bajaron al salón de la mansión, siendo admirados por los invitados que no dejaba de murmurar de lo hermosa que era la prometida del conde. Albert pidió que detuvieran la música para hacer el anuncio.

—Damas y caballeros les agradezco que hayan asistido a mi mansión, ya que este es un día muy importante para mí, quiero anunciarles que muy pronto me voy a casar con la señorita Candy White.

Todos los invitados aplaudieron a la pareja, menos Terry que al principio cuando los vio no reconoció a la rubia por lo cambiada que estaba, pero al escuchar su nombre se quedó paralizado, al darse cuenta que la futura esposa del conde de Andrew era su ex novia.

—Candy, no puede ser –murmuró sorprendido.

—¿Pasa algo mi amor? –le preguntó Susana que estaba a su lado.

—No...

El padre de Terry también se había quedado helado, al ver a Candy tan cambiada y al lado del conde de Andrew.

Candy que se sentía más tranquila, desvió su mirada hacia ellos, provocando que Terry y su padre se sintieran muy incomodos.

—Es mejor que nos vallamos de aquí –sugirió el duque de Granchester con molestia.

—¿Porque suegro si acabamos de llegar? –le preguntó Susana sin entender su actitud.

—Es que me duele un poco la cabeza.

—Si, vámonos –lo apoyo Terry sintiéndose realmente confundido con aquella situación, Candy la prometida del conde de Andrew, era algo que no podía comprender.

Albert miro hacia ellos, viendo cómo se marchaban.

—Parece que el duque de Granchester y su hijo no soportaron saber que serás mi esposa –comentó.

—Así parece... –dijo Candy con satisfacción, ya que ahora que sería la esposa de un duque nunca más la volverían a despreciar.

—¿Bailamos, mi amor?

—Claro que sí.

Ambos se acercaron a la pista de baile y comenzaron a danzar al ritmo de la hermosa melodía.

—¿Candy, donde te gustaría ir de luna de miel? –le preguntó Albert mientras bailaban.

—No lo sé...elige tú.

—Bueno... voy a llevarte a conocer muchos lugares maravillosos. Nuestra luna de miel será inolvidable.

—Lo será, mi amor –le dijo ella con una sonrisa.

—¡Me dijiste, mi amor!

—Es la primera vez que lo hago, ¿verdad?

—Si... ¿por qué lo hiciste? –le preguntó Albert mirándola a los ojos.

—Tal vez...por qué ya me estoy enamorando de ti.

—Me haces muy feliz al decirme eso, que me provoca besarte en este momento.

—Pero, aquí no podemos –le dijo Candy mirando a su alrededor a las personas que los estaban observando.

—Lo sé...pero cuando termine todo esto, te prometo que te besare.

Candy sintió una gran emoción, ya que ella también deseaba probar los labios de su prometido, que la hacía sentirse realmente amada.

Flammy desde un rincón del salón, los miraba con ojos de odios mientras tomaba una copa de champaña.

"Estúpida no te vas a casar con William", voy a matarte igual como lo hice con Sahara.

—Lady Flammy -la nombró George que apareció ante ella.

—Señor Johnson -le sonrió levemente.

—¿Que hace tan sola?

—Yo no soy mucho de fiesta, si estoy aquí es por mi primo William.

—Se ve muy feliz con esa joven, me alegra que haya vuelto a encontrar el amor.

—Si, él se lo merece.

—¿Lady Flammy...le gustaría bailar conmigo?

—Lo siento, no me gusta bailar...-contestó -. Permiso, me voy a mi habitación.

Esa noche Terry no pudo dormir, que decidió levantarse para no despertar a su esposa, que dormía tranquilamente. Se colocó una bata de levantase y bajo al salón, para tomar una copa de whisky, necesitaba calmarse un poco, ya que se sentía muy tenso, al descubrir que Candy la mujer que amo desde que era una adolescente, era la prometida del conde de Andrew, un hombre tan poderoso como lo era su padre.

Terry dio unos pasos por el salón, haciéndose miles de pregunta que no tenían respuesta, ¿cómo Candy podía ser la futura esposa del conde de Andrew? ¿Por qué no se había regresado a América? ¿Cómo conoció al duque? ¿Y cómo fue capaz de olvidarlo a él tan pronto? eso le dolía de gran manera, porque a pesar que él estaba casado con Susana seguía pensando en ella. Ahora se daba cuenta que nunca debió dejar a Candy, que realmente la amaba de verdad y que por su ambición y los consejos de su padre había perdido a la mujer de su vida.

"Candy tengo que encontrar la manera de volverte a ver" pensó Terry en ese momento tomando un sorbo de whisky, y recordando lo hermosa y diferente que se veía su ex novia en la fiesta.

Continuará...


Hola mis lindas chicas

Espero que se encuentren muy bien. No había podido actualizar, pero hoy le dejo otro capitúlo de este fic, con mucho cariño para cada una de ustedes que me han apoyado con sus reviews.

Les mando un cariñoso abrazo a la distancia y muchas bendiciones.