Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.
CAPITULO VIII
Una boda inesperada
Al amanecer Candy comenzó abrir sus bellos ojos verdes milagrosamente sintiéndose más recuperada. En ese momento se dio cuenta que Albert estaba a su lado dormido, lo miro con cariño y le acaricio el cabello con una de sus manos. El al sentir las suaves manos de la rubia sobre su cabeza, despertó encontrándose con Candy que le mostraba una amplia sonrisa.
—Amor, ¿cómo te sientes? –le preguntó.
—Mejor, ya no me duele el estómago.
Albert la abrazo con mucha emoción.
—¡Gracias Dios mío por no llevarte a la mujer que amo!
—¿Albert pensabas que iba a morir?
—Si mi amor...estabas tan mal, que pensé que morirías como Shara.
—¿Qué fue lo que me pasó? –preguntó Candy.
—El doctor dijo que te envenenaste.
—¡Envenenada! –Repitió ella sorprendida –. Pero eso es imposible porque yo jamás he tomado algún veneno.
—¿Recuerdas lo último que comiste?
—Bueno lo último fue...el té que estaba tomando con tu prima.
—Qué extraño, un té no te iba a provocar envenenaste.
—Si es muy extraño –dijo Candy pensativa.
—Bueno...lo importante que estas bien para poder casarnos.
—¡Ahora más que nunca deseo ser tu esposa!
—Y lo serás...por qué hoy nos casaremos.
Candy lo miró con sus ojos muy abiertos.
—¿Que estás diciendo?
—Que no quiero esperar más, casémonos –le dijo el conde mirándola a los ojos.
—Pero Albert...yo no me siento bien para una boda.
—No te preocupes por eso, yo mandare a buscar un cura para que nos case aquí mismo.
—¿Estás seguro? –le preguntó Candy acariciándole el rostro,
—Si, hoy serás mi esposa.
…
En la tarde cuando el sol se escondía detrás de las montañas Candy y Albert se estaban casando en la habitación de la rubia. Ella recostada en la cama vestida con un camisón de seda blanco, acompañado de un tapado de hilo, su cabello suelto y un rico perfume en su cuerpo. El conde vestido con un elegante traje color negro, daban el sí frente al cura que había mandado a buscar.
En la habitación se encontraban presenciando la boda, la tía Elroy, Annie, Archie y Flammy que estaba hecha una furia, ya que todo le había salido mal, Candy no murió y ahora se estaba casando con el hombre que ella amaba.
—¡Que sean muy felices! –les deseó Annie con sinceridad.
—Gracias, Annie –le contestó Candy que estaba muy emocionada con su boda.
—Tío, muchas felicidades –le dijo Archie dándole abrazó –. ¡Que duren muchos años casados!
—Así será, sobrino.
—Hacen una pareja muy bella -añadió Annie.
Flammy para disimular se acercó a la pareja.
—Los felicito a los dos por su boda –les dijo pensando que algo iba ser para destruir ese matrimonio.
—Gracias, prima.
—¡Pero hagamos un brinde! –sugirió Archie.
Dorothy que estaba con una bandeja con champaña se acercó a ellos.
—Yo también quiero brindar –pidió Candy.
—Mi amor, tú no puedes –le dijo Albert –. No olvides que has estado muy enferma.
—Bueno...
El conde tomó una copa de champaña y dijo.
—Quiero brindar por el día más feliz de mi vida, al haberme casado con la mujer que amo y a la que pienso hacer inmensamente feliz... -miró a Candy con una sonrisa.
—Espero que hayas hecho lo correcto -le dijo madame Elroy que no se resinaba a su sobrino se casará con una plebeya.
—Lo hice tía, sé que con Candy voy hacer muy feliz.
—Bueno nosotros nos vamos, hay que dejar solos a los recién casados –dijo Archie con picardía.
Todos salieron de la habitación.
Albert se sentó al lado de la cama donde estaba su esposa y la abrazo.
—¿Cómo te sientes, mi amor?
—¡Feliz de ser tu esposa!
—Aunque fue de esta manera tan repentina, porque te hubiera gustado una boda con un vestido de novia y una gran fiesta, ¿verdad?
—Bueno si...pero lo importante que estamos casados y desde ahora en adelante seremos muy felices.
—¡Te amo Candy! Gracias por haber aparecido en mi vida y darme la oportunidad de volver amar –le dijo Albert dándole un tierno beso en los labios –. Bueno... te dejo para que descanses.
El conde se levantó de la cama, pero Candy lo detuvo tomándole la mano.
—¿Me vas a dejar sola? –le preguntó con una mirada seductora.
—No quiero molestarte, tienes que estar tranquila para que te recuperes.
—¡Pero, ya estoy recuperada!
Él se volvió a sentar a su lado.
—¿Que me quieres decir princesa?
—Que no quiero que mi enfermedad arruine nuestra noche de boda.
—¿Está segura?
—¡Completamente! –le contestó Candy acercándose a los labios de su esposo.
Albert no desaprovecho el acercamiento y se apodero de los labios de su esposa con mucha pasión, pensando que esa noche sería realmente inolvidable para ellos. Con la ayuda de Candy Albert se quitó su chaqueta quedando solo con su camisa blanca, mientras la seguía besando se colocó encima de ella, sintiendo el tembloroso cuerpo de la rubia, que lo abrazaba con fuerza explorando la fuerte espalda de su esposo. Poco a poco Albert se apartó de los labios de ella y comenzó a sacarle el camisón besando sus hombros y sintiendo el perfume de Candy que lo embriagaba más de placer.
—Te deseo tanto, mi amor –le susurraba Albert mientras besaba el cuello de Candy, provocando que ella sintiera sensaciones que jamás había vivido.
Ya desnudos en la cama la pasión y el deseo se encendió por completó. Albert beso la piel de la rubia de pies a cabeza. Candy sentía como el recorría con su boca cada parte de su cuerpo haciendo que ella se estremeciera de una manera exquisita, para después hacerle el amor, provocando que ella enloqueciera de placer. Ambos en ese instante se dieron cuenta que habían nacido el uno para otro, que se amaban intensamente y que sus cuerpos sincronizaban perfectamente en vueltos en un ímpetu que no podían controlar...
A la mañana siguiente Candy se despertó, apoyada su cabeza en el pecho de su esposo, sintiéndose inmensamente feliz y recordando la apasionada noche que había vivido juntos. Sonrojada Candy levanto su cabeza y miro a Albert, que comenzó a abrir sus ojos encontrándose con los de ellas intensamente.
—Despertarte mi condesa de Andrew –le dijo él con una sonrisa.
—Acabo de despertar.
Albert le pasó la mano por el cabello de ella.
—¿Cómo dormiste princesa?
—¡Maravillosamente en tus brazos! –le contestó Candy colocándose nuevamente en el pecho de Albert.
—Me da mucho gusto... porque desde ahora en adelante dormiremos juntos por el resto de nuestras vidas.
Candy se estremeció con aquellas palabras.
—Lo sé...y eso me hace muy feliz.
—¡Es maravilloso! ¿Verdad?
—Si princesa...pero me falta algo para ser completamente feliz.
Candy levanto su cabeza.
—¿Que?
—Que me des un hijo.
—Te daré todos los hijos que quieras, mí conde de Andrew.
—Te amo, mi princesa –le murmuró acercándose a los labios de ella, provocando que la pasión regresara de la misma manera de la noche anterior, al parecer esa mañana desayunaría más tarde de lo acostumbrado.
...
Horas más tarde, los recién casados tomaban un carruaje que los llevaría al puerto donde tomarían un barco, para comenzar su luna de miel. Archie y su esposa Annie y parte de la servidumbre salieron a despedirlos, mientras que Flammy desde la ventana de su cuarto vio cuando se marcharon en el coche.
Se salió de la ventana y se puso a tirar todo lo que había encima del tocador.
—¡Te odio Candy White! ¡No voy a dejar que seas feliz con William! -gritaba como enloquecida -. Él es mío, solo mío.
Elroy que iba pasando por el pasillo, escucho los gritos de su sobrina.
—Flammy, ¿qué te ocurre? -le preguntó al entrar a la habitación y ver todo lo que estaba tirado.
—Nada, tía...
—¿Como que nada? -se acercó a ella -. ¿Mira cómo estás?
—¡Oh tía soy tan infeliz! -la abrazo llorando.
—¿Por qué dices eso...?
—Esa pueblerina me quito a William.
—No te entiendo, sobrina.
Flammy rompió el abrazo y comenzó a dar unos pasos por la alcoba.
—No te has dado cuenta, que estoy profundamente enamorada de mi primo William.
—¡Flammy!
—Yo tenía la esperanza que el se fijará en mí, pero llegó esa estúpida...-apretó los puños -. No es justo, yo merecía casarme con él.
—Oh sobrina, de verdad yo no sabía.
—No te preocupes, no tenías por que saberlo.
—Si, tal vez te habría podido ayudar con William, pero ahora ya nada se puede hacer. El escogió a esa muchacha como su esposa.
—Lo sé, tía...
—Es mejor que lo olvides, estoy segura que encontraras a un buen hombre que te haga feliz.
Ahora descansa un rato, yo voy hacer lo mismo.
—Si, tía...
Elroy le dio un beso en la frente a su sobrina y salió de la habitación.
"Lo siento, tía, pero jamás me voy a olvidar de William, es pueblerina me gano una batalla, pero la guerra la ganaré yo", pensó Flammy con una irónica sonrisa.
...
Una semana después...
En la mansión Granchester, Terry se encontraba trabajando en la biblioteca, ayudándole a su padre con los negocios. Sin embargo, no se podía concentrar, ya que no dejaba de pensar en Candy, en la última conversación que había tenido con ella, sintiendo un gran dolor en su corazón por haberla perdido, ya que se había enterado que su ex novia se había casado con el conde de Andrew. Se levantó del escritorio y camino hasta una mesita donde había una botella de whisky, se preparó una copa y comenzó a tomarla cuando su padre entro a la biblioteca.
—Tomando tan temprano –le dijo el duque de Granchester.
—Necesitaba tomar una copa –contestó Terry.
—Te veo muy mal, ¿qué pasa hijo?
—¡Me siento muy infeliz papá!
—¡Cómo puedes decir eso! –le dijo el duque de Granchester con molestia –Tienes una buena posición económica, una bella esposa, pronto tendrás un hijo. ¿No entiendo tu actitud?
—Pero, no tengo a la mujer que amo papá...la perdí por mi culpa, porque no supe valorar a Candy y porque me dejé llevar por tus palabras...
—¡Terry por favor...! –alzo la voz el duque con molestia –. Hasta cuando vas a seguir pensando en esa muchacha, eres un hombre casado y ella también
—Lo se papá...si tan solo pudiera retroceder el tiempo, jamás habría dejado a mi novia de América, la única mujer que he amado.
—¿Que estás diciendo, Terry? –le preguntó Susana pasmada con lo que había escuchado –. ¡Estás enamorado de otra mujer!
—¡Susana! –la miró Terry asustado.
—Eso no es verdad Susana escuchaste mal –le dijo el duque de Granchester para calmarla.
—¡No, yo escuche muy bien suegro! ¡Terry me engañó!
—Susana yo...-trato de decirle Terry.
Pero ella llorando amargamente, se fue corriendo de la biblioteca. Terry la siguió desesperado para tratar de darle una explicación, aunque no la tenía. Susana sin pensarlo salió hacia las afuera de la mansión, cuando tropezó en la escalera de piedra rodando su cuerpo hasta llegar al pavimento.
—¡Susana! –gritó Terry al ver a su esposa tirada en el suelo de espalda, como si estuviera muerta.
Continuará...
Hola mis lindas chicas.
Espero que se encuentren muy bien. Aquí les dejo otro capitúlo de este fic, espero que lo difruten y me manden sus lindos comentarios.
Un gran abrazo a cada una de ustedes.
