Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.


CAPITULO X

La fotografiá de Terry

Semanas después, de su llegada de la luna de miel, Candy se estaba preparando para ser una buena esposa y una buena condesa. Sabía que tenía muchas falencias que superar, por eso se estaba esforzando mucho para poder superarlas. Esa mañana se la paso en la biblioteca leyendo varios libros que Albert le había recomendado.

Flammy por otro lado, aprovechando que Candy estaba en la biblioteca y el conde había salido, se dirigió a la habitación matrimonial de ellos, y sin que nadie la viera entró. Caminó hasta el alto ropero de madera tallada y comenzó a revisar las cosas de Candy, esperando encontrar algo de su pasado. Busco entre los elegantes vestidos de la condesa, pero en ese instante una vieja maleta le llamo la atención. La abrió rápidamente encontrándose con una cajita de madera, donde la rubia tenía algunas cartas, y una fotografía de sus padres, pero también una de Terry que este le había regalado cuando fueron novios.

—Esto estaba buscando -dijo Flammy con una sonrisa.

Tomó la fotografía y la fue a guardar a un cajón del tocador, donde fácilmente el conde la encontrara.

Por la tarde el conde llego a la mansión junto a su amigo George que había invitado a cenar. George que no perdía la esperanza de conquistar a Flammy le llevo un bonito y costoso presente.

—Gracias, señor Jonhson no se debió molestar -dijo Flammy mirando una fina pulsera de oro.

—La compré en un viaje a Paris.

—Es muy bella.

—Flammy, ¿y mi esposa? -preguntó Albert.

—Debe estar en su habitación.

—Voy a subir a verla. George te dejo con mi prima, compórtate debidamente con ella -le dijo en tono de broma.

—Por supuesto...

El subió a la planta alta de la mansión, mientras que Flammy se quedó sola con George, algo que le molestó.

—Voy a la cocina a ver si esta lista la cena -dijo Flammy.

—Lady Flammy, antes me gustaría hablar con usted.

—Señor Jonhson, es porque está interesado en mí, ¿verdad?

—Así es, estoy muy enamorado de usted.

—Yo le dije a mi primo que no me interesa el matrimonio.

—Lo sé, William hablo conmigo, sin embargo, estoy dispuesto hacer todo para que me acepte. Por favor, deme la oportunidad de poder cortejarla.

Flammy dio unos pasos pensando en las palabras de su amante. George Johnson era un hombre de buena posición por lo que le iba servir para sacarle un poco de dinero.

—Está bien, pero no le prometo nada...señor Jonhson.

—No sabe lo feliz que me hace -le dio un beso en la mano -. Le prometo que no se va a repentir.

El conde llego a su habitación, donde se encontró a Candy que se estaba arreglando el cabello.

—Mi amor -le dijo el dándole un beso en el cuello.

Ella se volteo hacia él, luciendo un bello vestido en tono coral.

—Qué bueno que llegaste. Te extrañaba tanto.

—Tuve muchas cosas que hacer, pero ya estoy aquí.

—Yo me la pasé estudiando en la biblioteca, aprendí muchas cosas para ser una buena esposa para ti -le dijo parándose del tocador.

Albert la abrazo.

—Ya lo eres mi condesa, eres la mejor esposa del mundo -la beso -. Bajamos a cenar, invite a George.

—Claro vamos...lo quiero saludar -dijo la rubia caminando hasta la puerta -. Se me olvidaban mis guantes.

—Yo te los busco.

—Están en el cajón del tocador.

Albert se dirigió hasta el tocador donde al abrirlo se encontró con la fotografía de Terry. Se quedo pálido y tomo los guantes, sin hacerle ningún comentario a su esposa.

Durante la cena el conde estuvo muy pensativo, no podía sacarse de la mente la fotografía que le había encontrado a Candy. ¿Por qué tenía una foto de Terry? ¿Acaso seguía enamorada de él?

—¿Y piensan asistir a la fiesta del vizconde? -le preguntó George.

—Siempre asistimos -respondió Elroy limpiándose la boca con la servilleta.

—¿Y usted también ira, lady Flammy? -le preguntó el bigotón.

—Yo no soy mucho de fiestas, pero si usted me invita...

—Sera un placer ir con usted.

—¿Y quienes asisten a esa fiesta? -preguntó Candy curiosa.

—Toda la nobleza de Londres -le contestó Flammy -. Entre ellos el duque de Granchester.

—Hablando del duque de Granchester, el otro día me lo encontré en una reunión y me dijo que tenía ganas de hacer negocios contigo -le contó George.

Albert miro a su esposa, para ver que reacción tenía al escuchar hablar de los Granchester.

—A mí no me interesa hacer negocios con el duque -respondió bebiendo vino con brusquedad.

—¿Por qué...? El duque de Granchester es una persona muy influyente...

—Dije que no me interesa, George.

—William, ¿qué te pasa? -le preguntó Elroy al ver que su sobrino estaba un poco alterado.

—No me pasa nada...-se levantó de la mesa -. Permiso, voy a tomar un poco de aire al jardín.

Candy lo siguió viendo que algo le ocurría a su esposo.

Flammy sonrió disimuladamente, dándose cuenta que el conde ya había visto la fotografía de Terry.

La condesa llego al jardín encontrándose a su esposo que estaba de espalda mirando el cielo. Con paso lento se acercó a él.

—Mi amor, ¿qué te ocurre? -le preguntó.

Él se volteo y la miró a los ojos. Esos ojos verdes que amaba con todo su ser.

—No me ocurre nada.

—No me mientas, te ves muy enojado. ¿Sucedió algo?

El dio unos pasos.

—No, pero quiero hacerte una pregunta.

—Dime.

—¿Sigues amando a Terry Granchester?

La rubia se sorprendió por la pregunta de su esposo, ya que pensaba que eso estaba superado.

—Por supuesto que no, al único hombre que amo es a ti.

—¿Esta segura?

—Claro que sí, Albert. ¿Por qué piensas eso?

El conde quiso gritarle lo de la fotografía, pero se contuvo, no podía dejarse llevar por eso. Tenía que confiar en su esposa.

—¿Por qué me da mucho miedo perderte?

—No digas eso, yo jamás te dejaría y menos por Terry que lo único que hiso fue lastimar mi corazón.

—Discúlpame -le beso una mano.

—Te amo, Albert y quiero que siempre lo tengas presente.

—Yo también te amo -le dijo abrazándola con mucha emoción.

Días después...

Se realizo la fiesta en la mansión del vizconde. Un gran evento con muchos invitados de todas partes de Europa. Uno de los primeros en llegar, fue el duque de Granchester junto a su hijo Terry y lady Susana. Terry estaba ansioso por llegar a la fiesta, ya que se imaginaba que Candy asistiría con el conde. Mientras esperaba que su ex novia de América apareciera se puso a platicar con su padre y unos caballeros, y Susana estaba conversando con unas amigas. Cuando minutos después llego Candy vestida como toda una condesa del brazo de su guapísimo y elegante esposo. Los ojos de Terry se iluminaron intensamente, sintiendo que la amaba más que nunca.

—Conde de Andrew, condesa de Andrew bienvenidos a mi fiesta -lo saludó el vizconde.

—Gracias, vizconde -lo saludó Albert.

—Madan Elroy, bienvenida -le dio un beso en la mano.

—Gracias, vizconde.

—Es muy bella su mansión -le dijo Candy mirando lo lujosa que era.

—Gracias condesa...-sonrió el anciano -. Conde me gustaría platicar algo importante con usted.

—Claro...

—Entonces, vamos a la biblioteca.

—Candy espérame aquí con tía Elroy -le dijo Albert.

—Si, ve tranquilo.

El conde se fue con el vizconde.

—Candy, yo voy a saludar a unas amigas -le comunicó la anciana.

—Está bien...

—Compórtate debidamente.

—Eso hago, tía Elroy.

La anciana camino hasta un grupo de señoras donde se puso a platicar.

Terry al darse cuenta que la rubia había quedado sola, se salió del lado de su padre y se dirigió hasta ella. Rápidamente la tomo por el brazo y la llevó hasta el jardín de la mansión.

—¿Terry, que haces? -le reclamó soltándose de él.

—Quería mucho hablar contigo.

—Nosotros no tenemos nada de qué hablar.

—Candy, estoy muy arrepentido por lo que te hice.

—Terry por favor...es demasiado tarde para eso. Tu estas casado y yo también.

—Pero, yo no amo a Susana, te amo a ti.

—Ella es tu esposa, te va dar un hijo.

—Ya no...Susana perdió al bebé.

—Lo siento mucho...

—Fue mi culpa...-reconoció Terry.

—¿Por qué dices eso?

—Ella me escucho hablar con mi padre sobre ti.

La rubia se quedó pálida.

—Entonces, ella sabe que yo fui tu novia de América.

—No sabe que eres tú.

—Mejor, eso es parte del pasado. Yo ahora soy muy feliz con el conde.

—¡No te creo! -la tomo por los brazos mirándola a los ojos-. Yo sé que me sigues amando.

—¡Suéltame Terry! Entiende que te olvidé -le pidió soltándose de él.

En ese instante llego Flammy junto a George a la fiesta, luciendo un elegante vestido azulado, viendo que Candy estaba con Terry. Una amplia sonrisa salió de sus labios, pensando que las cosas estaban saliendo mejor de lo que ella esperaba.

—George, voy a ver a Candy -le dijo Flammy.

—Vaya, yo la espero en el salón.

Flammy con paso lento caminó hasta encontrarse con la rubia.

—¡Candy!

—Hola, Flammy -la saludó nerviosa.

—¿Te ocurre algo, Candy?

—No, nada...

—¿Y mi primo William?

—Él está en el salón.

—¿Y tú que hacías aquí en el jardín?

—Sali a tomar un poco de aire -respondió Candy -. Entremos al salón.

—Si, vamos...

Al otro día el conde se levantó temprano, ya que tenía muchas cosas que hacer. Después de desayunar junto a su esposa en la habitación, bajo a la biblioteca para revisar unos documentos. Al entrar se encontró con Flammy que estaba ordenando el escritorio muy animada.

—¡Flammy! -la nombro él.

—Buenos días, primo.

—Te levantaste temprano.

—Si, quise venir ayudarte con tus documentos.

—Gracias, prima -dijo el caminando hasta el escritorio, donde se sentó.

—¿Y Candy...?

—Durmiendo.

—William, no sabía que Candy conociera al hijo del duque de Granchester.

—¿Por qué dices eso?

—Por qué anoche la vi muy animada platicando con él.

Albert frunció el ceño.

—¿Anoche?

—Si, cuando yo iba llegando a la mansión del vizconde, ella estaba con ese joven platicando en el jardín, George también la vio.

El bruscamente se paró del escritorio.

—Primo, ¿a dónde vas? -le preguntó Flammy.

—Atender un asunto...

Ella sonrió pensando que aquella información, sería el comienzo para terminar ese matrimonio.

Envuelto en unos celos que no podía controlar, el conde de Andrew llego en un caballo a la mansión del duque de Granchester. Al bajarse del fino caballo pidió a una sirvienta hablar con Terry en las afueras de la mansión.

Terry llego a su encuentro.

—Conde de Andrew, ¿que lo trae por aquí? -le preguntó.

Albert enfurecido se acercó a él y lo tomó por la chaqueta.

—¡No quiero que te vuelvas acercar a Candy!

—¡Suélteme! -se soltó Terry -. Usted no puede pedirme eso.

—¡Ella es mi esposa!

—Pero, Candy no lo ama, ella me ama a mí.

—Eso no es verdad, Candy te olvidó y ahora me ama solo a mí.

—Ella se casó con usted por despecho.

—¿Ella te lo dijo?

—No, pero me di cuenta anoche, vi en sus ojos el amor que siente por mí. Usted cree que Candy me iba olvidar así tan fácilmente, después de todo lo que vivimos en América.

—Tú la traicionaste.

—Si, pero estoy muy arrepentido y estoy dispuesto a todo para recuperarla.

Albert se quedó en silencio, pensando en las palabras de Terry, palabras muy seguras como si tuviera razón.

—¿Conde de Andrew, no me va decir nada más? -le preguntó Terry.

Albert no fue capaz de pronunciar ni una palabra más, y se marchó en su caballo con la cabeza inundada de confusión.

Continuará...


Hola mis lindas chicas.

Espero que se encuentren muy bien. Aquí les dejo un nuevo capitulo de este fic, espero que lo disfruten y me manden sus lindos comentarios.

Les mando un cariñoso abrazo a la distancia y agradecerles como siempre su buena disposición a leer mis fics.