Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.
CAPITULO XI
Una bella noticia
Candy se despertó más tarde de lo de costumbre, ya que no se sentía muy bien. Albert se había levantado temprano, para comenzar a trabajar en la biblioteca, tenía muchos asuntos que atender.
Dorothy llego a la habitación de la rubia, con una bandeja con el desayuno.
—Buenos días, condesa de Andrew –la saludó acomodándole la bandeja en la cama.
—Buenos días, Dorothy, pero dime Candy me siento extraña que me llames condesa.
—Pero, lo eres Candy, ¿acaso no te casaste con el conde de Andrew?
—Si... pero, yo sigo siendo la misma joven sencilla de siempre.
—Me gustas que seas así, Candy...Ahora te dejo para que desayunes tranquila.
—Dorothy, tomare solo el jugo, no tengo mucha hambre.
—¿Qué te pasa te ves un poco pálida?
—No lo sé...me siento un poco mareada y con un malestar en el estómago.
—¡Candy no estarás embarazada!
La rubia la miró con sus ojos iluminados.
—¿Tú crees...?
—Bueno... lo digo por los síntomas que tienes.
—¡Eso sería maravilloso! –exclamó Candy tomándose la barriga –. ¡Lo que más deseo es tener un hijo de Albert!
—Por qué no vas a ver a un doctor, para que salgas de la duda.
—Si, es una buena idea. ¿Dorothy dónde puedo encontrar un doctor?
—En la ciudad hay uno muy bueno...fue el que vino haberte cuando estuviste enferma. Yo te puedo acompañar.
—Entonces, iré a verlo...
—El conde se pondrá feliz cuando se entere que puedes estar embarazada.
—No le diré nada todavía a mi esposo, hasta que me lo confirme el doctor.
—Tienes razón...
Más tarde Candy luciendo un bonito vestido color rosa, que su esposo le había comprado en Paris, bajó a la biblioteca para comunicarle a Albert que iría a la ciudad con Dorothy, pero si decirle el verdadero motivo de su salida.
…
Cuando Candy llego a la consulta del doctor, se sentía muy nerviosa ya que no sabía lo que realmente tenia, podía ser que estuviera esperando un hijo, pero también podría ser otra cosa...ya que después del envenenamiento que tubo donde casi pierde la vida, sentía un poco de miedo de que le volviera a pasar lo mismo.
—¿Qué es lo que tengo doctor? –le preguntó Candy ansiosa, al médico que acababa de examinarla.
Él la miró con tranquilidad.
—No se preocupe condesa de Andrew...no tiene nada malo, al contrario, es algo muy bueno, va tener un hijo.
El corazón de Candy se llenó de felicidad.
—¿Está seguro? –preguntó.
—Si, en algunos meses más va ser madre.
—¡No se imagina lo feliz que me hace saber que voy a tener un hijo!
—La entiendo y cuando el conde se entere también se pondrá feliz.
—Sí, él lo que más desea es ser padre - dijo Candy parándose de la silla -. Bueno ya debo irme, gracias por darme esta bella noticia.
—Fue un placer, condesa de Andrew, y no deje de venir a visitarme para controlar su embarazo.
—Por supuesto que lo are, hasta luego.
"Mi amor, vamos a tener un hijo" pensaba Candy tomándose su barriga.
La rubia camino hasta el carruaje donde la estaba esperando Dorothy, con otro cochero que había en la mansión, cuando estaba a punto de subirse se encontró con Susana la esposa de Terry.
—Condesa -la nombró la mujer.
Candy la miró un poco nerviosa, reconociéndola de inmediato.
—¿Que necesita, lady Susana? -le preguntó.
—Deseo hablar con usted.
—¿Sobre qué? -le preguntó Candy rogando que no fuera sobre Terry. No quería verse más involucrada con él.
—Es para que participe en el grupo de damas, todos los viernes nos juntamos para platicar y tomar el té.
Candy la miró pensando que no nada del mundo le gustaría participar en ese grupo de señoras estiradas, que seguramente hablaban de puras vanidades.
—Me encantaría, pero no puedo, estoy esperando un hijo y tengo que cuidarme y prepararme para la llegada de mi bebe.
—Comprendo, condesa. La felicito por su hijo.
—Gracias, hasta luego -dijo Candy subiendo al carruaje.
—Hasta luego -le contesto Susana.
…
De regreso a la mansión Granchester, Susana se fue al comedor para almorzar con su esposo y suegro.
—Disculpen por la tardanza -dijo sentándose a la mesa.
—¿Dónde estabas Susana? -le preguntó Terry.
—Fui a la ciudad a comprar unas cosas que necesitaba. Saben con quién me encontré.
—¿Con quién, querida nuera? -le preguntó el duque.
—Con la condesa de Andrew.
Terry y su padre se miraron serios.
—¿Y hablaste con ella? -le preguntó Terry.
—Si, la invite a participar en el grupo de damas.
—Nuera es mejor que no vuelvas hablar con ella -le sugirió el duque, ya que temía que Susana se enterara que Candy fue la novia que tuvo Terry en América.
—Tranquilo suegro, no lo volveré hacer, es bien desagradable y se nota que le falta educación. Quizás donde la conoció el conde.
—¡Susana no hables mal de esa joven! -la regaño Terry.
—¿Y tú porque la defiendes tanto? ¿Acaso la conoces de otro lado?
—Lo hago porque es feo hablar mal de las personas.
—Es solo un comentario -dijo Susana sin darle importancia a sus dichos -. Lo bueno que no va participar del grupo de dama, me contó que va tener un hijo del conde.
Terry se quedó pálido con la noticia, pensando que ahora si había perdido a Candy para siempre.
…
Él conde se pasó toda la mañana encerrado en la biblioteca, aunque en el fondo era una excusa para mantener su mente ocupada y no pensar en aquella conversación que había tenido con Terry Granchester. Aquella situación lo tenía muy confundido, sintiendo un gran miedo que todo lo que dijo el joven fuera verdad.
—Amor, ya llegué -le dijo Candy caminando hasta el escritorio con el rostro radiante de felicidad.
El la miró serio.
—Qué bueno.
—Albert, tengo algo que contarte.
—Candy ahora no puedo, estoy muy ocupado.
—Bueno...pero, ¿vas almorzar?
—No..., ahora déjame solo.
—¿Albert, que te ocurre? -le preguntó Candy notando que algo le sucedía a su esposo.
—Nada. Solo estoy un poco cansado.
—Está bien -dijo Candy saliendo de la biblioteca, preocupada por la actitud del hombre que amaba. Lo había encontrado tan frio y distante con ella, que estaba segura que algo le sucedía que no le quería confesar.
Al llegar al comedor, se sentó en su lugar habitual, donde también estaba madame Elroy y lady Flammy.
—¿Y William? -le preguntó la anciana acomodándose la servilleta en su vestido.
—Dice que no va a comer -respondió Candy pensativa.
—Que extraño, primo William nunca deja de almorzar -comentó Flammy imaginándose lo que le ocurría.
—Dice que tiene mucho trabajo.
—Este sobrino mío, se la pasa trabajando -dijo madame Elroy -. Mejor comamos de una vez.
…
Mas tarde Flammy se fue al cuarto del cochero Tom, para pasar unas horas de pasión y contarle como iba sus planes de separar a los rubios.
—¿Así que estas logrando que el conde piense que su esposa sigue enamorada del hijo del duque de Granchester? -le preguntó Tom abrazándola.
—Si, estoy segura que a ese matrimonio de William con la pueblerina le queda poco tiempo -respondió Flammy con una sonrisa -. Después yo me convertiré en la condesa de Andrew.
—¿Y que va pasar con el vejete de George Jonhson?
—Ese imbécil no significa nada para mí, si acepte que me cortejara es para que nadie sospeche de mí, además no puedo negar que me hace finos regalos.
—Eres ambiciosa, Flammy.
—Jajajaja, tú también lo eres.
—Si, y gracias a ti voy a tener lo que siempre he querido -le dijo Tom besándola con mucha pasión.
…
En la noche, el conde subió a su habitación para descansar, al entrar se dio cuenta que Candy estaba dormida. Mientras se sacaba la ropa no dejaba de mirar a su esposa, lo hermosa que se veía con su cabello rubio suelto en la almohada, la amaba tanto que sabía que no podría vivir sin ella. No obstante, no podía dejar de pensar que el corazón de ella seguía siendo de Terry Granchester y eso le provocaba unos celos que no podía controlar.
Se terminó de colocar una bata de seda en color café y caminó hasta la puerta del cuarto. Esa noche estaba tan confundido y enfadado que no quería dormir con su esposa en la misma cama. Estaba a punto de salir cuando escuchó la voz de Candy.
—¿Mi amor, a dónde vas? -le preguntó ella.
—Voy a dormir en otro cuarto -respondió sin mirarla.
Ella rápidamente se bajó de la cama y caminó hasta él.
—Lo siento, pero no te iras hasta que me digas lo que te pasa -le dijo colocándose en la puerta.
El suspiró.
—Realmente no sabes lo que me pasa.
—Es por Terry, ¿verdad?
El dio unos pasos.
—Si, por que no me contaste que hablaste con él la noche de la fiesta en la mansión del vizconde.
—No lo encontré necesario.
—¿Como puedes decir eso? Yo soy tu esposo, tienes que contarme todo.
—Albert...esa conversación no fue nada importante -le aclaró la condesa -. Comprende que Terry no significa nada para mí.
Él le dio la espalda.
—No te creo.
La rubia se colocó frente de él, no iba a permitir que dudara de ella una vez más.
—Albert deja esos celos, tú sabes que el único hombre que amo eres tú y ahora con mayor razón que vamos a tener un hijo.
El la miró asombrado.
—¿Que estás diciendo?
—Que esta mañana fui al doctor y me dijo que estoy embarazada -le contó con una radiante sonrisa.
—¡Vamos a tener un hijo!
—Si, mi amor.
—¡Oh Candy! -la abrazó emocionado -. No sabes lo feliz que me siento, un hijo.
—Yo también me siento muy feliz -se apartó de él -. No quiero que nunca más dudes del amor que siento por ti.
Él le acarició el rostro con una de sus manos.
—Soy un imbécil -exclamó enfadado con el mismo -. Perdóname por mi actitud.
—Que sea la última vez que ocurra algo así. Si sigues con lo mismo me voy de la mansión para siempre.
—Te lo prometo, mi condesa -le dijo besándola.
…
A la mañana siguiente, los rubios se levantaron muy animados a desayunar. Cuando Flammy los vio de inmediato se dio cuenta que las cosas estaban bien entre ellos.
—Buenos día tía, Flammy -las saludó el conde sentándose en la cabecera de la mesa.
—Buenos días -las saludó Candy.
—Buenos días -contestó Elroy.
—Tía, quiero que esta noche mandes a preparar una cena especial.
—¿Y eso, William?
—Tenemos algo que celebrar -contestó el conde mirando a su esposa.
—¿De qué hablas, primo? -preguntó Flammy.
—Candy va tener un hijo mío.
Madame Elroy se quedó asombrada con la noticia, pero la más sorprendida fue Flammy, ya que en sus planes no estaba que su rival quedara embarazada.
—¿Estas segura, Candy? -preguntó.
—Si, ayer me lo confirmó el doctor.
—Vaya felicidades a los dos -dijo madame Elroy.
—Gracias, tía Elroy. ¿Flammy y tú no nos vas a felicitar? -le preguntó Albert a su prima.
—¡Oh claro que sí! -respondió disimulando su rabia -. Que tengan un niño hermoso.
—Lo vamos a tener…-dijo Albert tomándole la mano a Candy.
"Eso si yo permito que nazca ese mocoso", pensó Flammy mostrando una falsa sonrisa.
Continuará...
Hola mis lindas chicas.
Espero que se encuentren muy bien. Estoy un poco retazada con las actualizaciones de este fics, por problemas de tiempo. Pero aquí les dejo un nuevo capitulo, para que sigan disfrutando la historia.
Gracias por todo su apoyo, besitos a la distancia.
