Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.


CAPITULO 12

El plan de Terry

Días después, Candy se levantó muy animada, se dio cuenta que le faltaba telas y lanas para seguir haciendo la canasta de su hijo, así que tendría que viajar a la ciudad. Después de desayunar en su cuarto, bajo al salón y se dirigió a la biblioteca donde el conde estaba trabajando junto a George.

—Buenos días -saludó la rubia.

—Buenos días, condesa -le contestó George.

—Mi amor, ¿que necesitas? -le preguntó el conde desde el escritorio.

—Albert quiero ir a la ciudad, tengo que comprar unas cosas -le comunicó a su esposo.

—Está bien, que Dorothy te acompañe.

—Ella anda visitando un familiar.

—Entonces, dile a Flammy o a Annie.

—Flammy esta con tía Elroy, hoy no amaneció muy bien de salud. Y Annie salió con Archie y su bebé a dar un paseo.

—Candy, te puede sentir mal -le dijo Albert acercándose a ella -. Mejor espera que termine lo que estoy haciendo y vamos juntos a la ciudad.

—Albert no me va pasar nada, iré rápido.

—¡Candy!

Ella lo abrazo por el cuello.

—Mi amor, no te preocupes tanto...Iré en uno de los carruajes, Tom me va llevar.

—De acuerdo, pero regresa pronto.

—Claro que si -le dio un beso en los labios -. ¡Te amo!

—Yo también, mi condesa.

Candy se fue con el cochero Tom a la ciudad, donde compró todo lo que necesitaba para su hijo. Dos horas después en el camino de regreso a la mansión, el carruaje donde iba Candy se detuvo bruscamente. La rubia en ese momento miro por la ventana para ver qué había pasado, cuando vio que había otro coche que estaba impidiendo el paso. Preocupada de eso la condesa se bajó del carruaje.

—¿Tom, que sucede? –le preguntó Candy al cochero.

—No lo sé condesa, ese carruaje no me deja avanzar.

Candy dio unos pasos hacia el otro carruaje que estaba frente de ellos, cuando Terry bajo sorpresivamente.

—¿Qué haces tú aquí? –le preguntó la rubia asombrada.

Terry se acercó a ella.

—Candy, tienes que venir conmigo –le respondió –. ¡Tengo todo preparado para regresar América!

—¿De que estas hablando?

—Que es la oportunidad que tienes para alejarte del conde de Andrew.

—Terry te has vuelto loco...yo no quiero alejarme de mi esposo. ¡Yo amo a Albert!

—Entiende Candy que te casaste con un hombre enfermo, que te puede terminar haciendo mucho daño ¡Tu esposo está completamente loco!

La rubia negó con la cabeza.

—¿De dónde sacaste eso...? ¡Albert no está loco!

—Lo está...mi amor y yo quiero rescatarte de él.

—¡Terry estas muy mal...yo no pienso ir contigo a ningún lado!

—¡Tendrás que hacerlo quieras o no!

Terry tomó a la rubia de un brazo y la llevo hasta su carruaje.

—¡Suéltame Terry! ¡Suéltame! –le gritaba Candy.

Tom sin hacer ningún esfuerzo por defender a la condesa, se marchó rápidamente del lugar.

—Lo siento, pero no lo are –replicó Terry sacando un pañuelo con un poco de cloroformo que le coloco a Candy en la nariz para que se quedara dormida, ya que era la única manera de poder calmarla.

Terry sabía que lo que estaba haciendo estaba muy mal, pero cuando Flammy fue a su mansión avisarle que ahora tenía la oportunidad de llevarse a la mujer que amaba, no dudo en hacerlo, rápidamente preparo una maleta con algunas cosas y escribió una breve carta para su padre y Susana. A él ya nada le importaba solo quería estar con Candy y regresar con ella a América, donde juntos retomarían la vida que tenían haya.

...

Tom como parte del plan rápidamente llego a la mansión y pidió hablar con el conde que seguía trabajando en la biblioteca junto a George.

—¿Que sucede, Tom? ¿Dónde está mi esposa? –le preguntó Albert preocupado, por la cara que tenía el hombre.

—Siento decirle, que su esposa se fue con el hijo del duque de Granchester.

—¿Que estás diciendo?

—¡Que se la llevo en un carruaje!

Albert se tomó la cabeza con ambas manos sin poder creer lo que estaba escuchando.

Flammy entro a la biblioteca.

—¿William, que pasa? –preguntó haciéndose como que no sabía nada.

Albert salió del escritorio.

—¡El hijo del duque de Granchester se llevó a Candy!

—¡Qué horror! –exclamó Flammy asiéndose la asombrada -. ¿Por qué hiso algo así?

—Por qué quiere quitarme a mi esposa, pero no se lo voy a permitir.

—No sabía que ese joven le tuviera interés a Candy.

—Es una larga historia, después te voy a contar -contestó Albert saliendo de la biblioteca.

—George síguelo, William puede cometer una locura -le pidió Flammy fingiéndose afligida.

—Si, no te preocupes.

—Perfecto, salió todo como esperaba -sonrió la mujer -. Por fin me voy a librar de ti pueblerina.

Subió al cuarto de madame Elroy donde esta encontraba recostada, ya que no se sentía muy bien.

—Tía, hay algo que tengo que contarte -le dijo entrando a la recamara.

—¿Que ocurre, Flammy?

—Candy se fugó con su amante.

—¿Que...?

—Que la esposa de William se fue con el hijo del duque de Granchester.

—¡Santo cielo! -exclamó Elroy espantada -. Pero ella va tener un hijo de William.

—Tía, lo más probable que ese bebe sea de Terry Granchester.

—¡Nunca debimos confiar en esa muchacha!

—Que se podía esperar de una pueblerina.

—Pobre de mi sobrino otro dolor en su vida -lamentó la anciana.

—Si, pero, yo me voy a encargar de consolarlo -murmuró Flammy con satisfacción.

El conde al primer lugar donde fue a buscar a su esposa, fue a la mansión del duque de Granchester en compañía de George. Cuando llegaron el duque los recibió en el salón, sin imaginarse lo que estaba pasando.

—¿Dónde está su hijo? –le preguntó Albert lleno de furia.

—No lo sé...-respondió el duque de Granchester.

—¡Su hijo secuestro a mi esposa!

—¡No puede ser...el nunca aria algo así!

—¡Lo hiso y si él se atreve hacerle daño a Candy, soy capaz de matarlo!

—Cálmese por favor, conde de Andrew –le pidió el duque asustado por las palabras de Albert –. Mi hijo Terry jamás le aria daño a su esposa.

—Entonces, ¿por qué se la llevó de esa manera?

—Realmente no lo sé...Pero, no ha pensado en la posibilidad de que ella se haya ido con mi hijo por su propia voluntad.

—¡Candy jamás me aria algo así! –protestó Albert con seguridad.

—Yo no estaría tan seguro conde de Andrew...después de todo si ella fue capaz de venir a Londres a buscar a Terry, fue porque lo amaba de verdad y no creo que un amor así se haya terminado tan rápidamente.

Los ojos de Albert se llenaron de furia.

—¡Como se atreve a decir algo así de mi esposa! –le gritó indignado – ¡Fue su hijo el que se la llevó a la fuerza!

—William, por favor cálmate –le pidió George tomándolo por el brazo.

—Yo sé que ella me ama solo a mí –aclaró Albert.

—Se equivoca, conde de Andrew -le dijo Susana que llego al salón -. Su esposa sigue amando a Terry, ellos se escaparon juntos.

—¿Como lo sabe?

—Terry me dejo esta carta, la acabo de encontrar en la habitación.

El conde la tomo y la leyó.

Querida Susana

Cuando leas esto va ser muy doloroso para ti, pero ya no puedo seguir engañándote. Hice todos los intentos para amarte, sin embargo, mi corazón sigue siendo de Candy, esa muchacha humilde que desprecié. Ahora tengo la oportunidad de volver a estar con ella y esta vez no voy a dudar en hacerlo.

Ojalá algún día me puedas perdonar, y mi padre también. Dile que lo quiero mucho y que me llevo a América los mejores recuerdos de él.

Adiós a los dos.

Terry.

—¡Me niego a creer en esto! -exclamó Albert arrugando la carta con sus manos.

—William -lo abrazo George.

—Mi hijo como fue capaz de hacer algo así -expresó el duque muy dolido -Después de todo lo que le di, se va con esa mujer.

—Es un canalla, él nunca me amó -agregó Susana llena de rabia y celos -. ¡Son unos traidores!

—¡De mi no se van a burlar! -gritó el conde saliendo de la mansión Granchester, con el corazón inundado de dolor.

...

Un par de horas después, Candy comenzó a reaccionar encontrándose en una recama. Estaba tirada en una cómoda cama tapada con una manta. Sintiéndose un poco aturdida, por el efecto del cloroformo, levanto su cabeza, cuando vio a Terry que estaba haciendo fuego en una pequeña chimenea que había en el lugar. Candy de inmediato incorporo su cuerpo y se dirigió hasta él.

—¿Terry, que hago aquí? –le preguntó alterada -. ¿Dónde estamos?

El que estaba agachado prendiendo la chimenea, al escuchar la voz de Candy se levantó bruscamente.

—Cálmate, por favor...-le pidió –. Aquí nadie nos encontrara hasta que lleguemos América.

—¿Que estás diciendo?

—Que estamos en un barco con rumbo América.

Candy se quedó helada.

—¡Terry, entiende que yo no pienso regresar contigo a América! ¡Lo único que deseo es volver con mi esposo!

—Candy, si lo haces tu vida corre peligro, ese hombre está loco.

—¡Aquí el único loco eres tú Terry! -replicó Candy desesperada –. ¿Como se te ocurre secuestrarme?

—Todo lo hago por tu bien, mi amor.

—¡No me digas mi amor...yo hace mucho tiempo que deje de serlo!

Terry le tomó el rostro con ambas manos.

—Pero lo volverás hacer, yo te amo Candy.

—¡Deja de decir estupideces, Terry! -protestó Candy sacándole las manos –. Lo nuestro ya no puede ser, ambos estamos casados con otras personas.

—Susana, ya no es mi esposa.

—Si tu matrimonio fracaso lo siento mucho...pero eso no significa que yo vaya regresar contigo. Albert es una persona normal, no sé de dónde sacaste que él está loco.

Terry un poco confundido dio unos pasos por el camarote.

—Eso me dijo su prima Flammy, no creo que ella estuviera mintiendo en algo así.

Candy frunció el ceño recordando cuando Flammy también le dijo que el conde de Andrew estaba loco, para que ella se fuera de la mansión.

—Ella te mintió, una vez hiso lo mismo conmigo.

—¿Y por qué haría algo así?

—No lo sé...-contestó confundida -. Terry, tenemos que regresar a Londres.

—Es demasiado tarde, el barco emprendió su camino.

—¡No! ¡Yo tengo que regresar! -gritó Candy saliendo del camarote.

—Candy, espera -le dijo Terry siguiéndola.

Como enloquecida la rubia se puso a correr por todo el barco, llegando hasta la cubierta.

—Albert mi amor...-dijo Candy llorando desesperada.

Terry llego hasta ella.

—Ya, pecosa cálmate -la tomo por la espalda.

—¡Suéltame! -lo empujo -. ¿Por qué me has hecho tanto daño, Terry?

—Yo te amo, no quiero hacerte daño.

—Entiende que yo te olvide, amo a mi esposo, voy a tener un hijo de él.

—Yo puedo ser un padre para tu hijo.

—¡Cállate tu jamás...! -le gritó Candy sintiendo un fuerte dolor.

—¿Que te ocurre, pecosa?

—Me duele, creo que voy a tener a mi hijo.

Terry la tomó de un brazo y cuidadosamente la llevo al camarote, donde hiso que se recostara en la cama. Afligido por la situación de la rubia, salió a buscar ayuda, encontrando a un doctor que viajaba en el barco. El medicó de inmediato fue a ver a Candy, dándose cuenta que su hijo estaba por nacer.

—Doctor, me duele mucho -se quejó Candy.

—Tranquila, señora yo la voy ayudar -le dijo el doctor para calmarla.

—Va nacer mi hijo, ¿verdad?

—El parto se adelantó. Voy a buscar mi maletín y alguien que me ayude -dijo doctor saliendo del camarote a toda prisa, sintiendo que la vida de la rubia y su hijo estaban en peligro.

Continuará...


Hola mis lindas chicas.

Espero que se encuentren muy bien. Las he extrañado mucho, pero no había podido actualizar, estaba ocupada en otros asuntos, gracias a Dios ya estoy de regreso y espero poder seguir escribiendo mis fics. Aquí les dejo otro capitulo de esta historia, que poco a poco me iré actualizando.

Les mando un cariñoso abrazo a la distancia y mucha bendiciones.