Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.


CAPITULO XIV

Sin regreso

Semanas después, el barco donde Terry se llevó a Candy, estaba próximo a arribar al primer puerto donde ella podría tomar otro barco de regreso a Inglaterra. Le urgía ver a su esposo y aclarar todo con él, ya que se imaginaba que él debía pensar que ella se escapó con Terry por su propia voluntad. Por otro lado, deseaba tanto contarle que ya había nacido su hija, en un parto difícil, pero que gracias a Dios todo había terminado bien. Había tenido una hermosa niña rubia y de ojos verdes, que ahora sería la felicidad de ambos.

—Mi pequeña, falta poco para estar con tu papá -le dijo mirándola emocionada -. Cuando te conozca se va sentir muy feliz.

Terry entró al cuarto.

—Hola Candy -la saludó.

—Terry, no quiero verte -le contestó ella seria, ya que seguía dolida con él por todo lo que le había hecho.

—Pecosa, por favor, me tienes que perdonar.

—A Dios tienes que pedirle perdón, por todas las locuras que has cometido.

—Lo sé, espero que me perdone -dijo arrepentido -. ¿Como esta la niña?

—Bien, a pesar que nació antes esta fuerte.

Terry la miro, viendo lo hermosa que era, muy parecida a Candy.

—Se parece mucho a ti.

—Si…-sonrió Candy mirándola -. Me siento tan feliz de tenerla en mis brazos.

—Yo siento tanto lo que ocurrió.

—Hiciste muy mal en confiar en Flammy.

—Lo sé, pero no te preocupes voy a reparar el error. En dos días más llegaremos al primer puerto, donde podrás tomar un barco de regreso a Londres.

—Dirás vamos a tomar un barco.

Terry dio unos pasos por el camarote.

—Candy, yo no voy a regresar a Londres, seguiré en este barco hasta América -le confesó.

Ella lo miró asombrada.

—Terry tienes que hacerlo, haya te espera tu padre y esposa.

—No tiene caso que regrese, no deseo seguir con ellos. Mi vida está en América.

—¿Y que va pasar conmigo? -le preguntó Candy preocupada -. Tienes que decirle a Albert lo que ocurrió con Flammy, si se lo digo yo jamás me va creer.

—No te aflijas por eso, le escribí una carta contándole todo -le dijo Terry sacándola de su chaqueta y pasándosela.

Candy la tomó.

—¡Eres un cobarde¡No te atreves a enfrentar a Albert!

—Si, soy un cobarde -admitió Terry -. Pero, también no podría seguir viéndote junto a él.

—Tú solo me has hecho falsas promesas.

En eso el barco se comenzó a mover con brusquedad.

—¿Que está pasando? -preguntó Candy asustada.

—Voy a ver -dijo Terry saliendo del camarote.

Llego a un largo pasillo, donde se veía un gran alboroto, de gente que corrían por todos lados.

—¡El barco se va hundí! -exclamaban unos hombres.

—¿Que está diciendo? -le preguntó Terry a uno de ellos.

—Señor, es mejor que salga de aquí, el barco tiene problemas.

—¡No puede ser! -exclamó Terry -. Candy, tengo que sacarla de aquí.

Regreso rápidamente al camarote, donde la rubia se había levantado, presintiendo que algo estaba pasando.

—Candy vámonos de aquí -le dijo Terry angustiado.

—¿Que ocurre?

—El barco se va hundir.

—¡Santo cielo! -exclamó asustada -. ¡Mi hija!

—Yo llevare a la niña, tu toma sus cosas y salgamos pronto de aquí.

—¡Vamos a morir!

—No pecosa, yo te voy a proteger -contestó Terry sosteniendo a la bebé en sus brazos.

Días después...

En Londres, lady Susana bajaba la amplia escalera de la mansión Granchester seguida por unos sirvientes que bajaban su equipaje. Había tomado la decisión de marcharse de la mansión, ya nada tenía que hacer en aquel lugar, donde pensó que siempre iba vivir con Terry. Sin embargo, él se había fugado con su amante, y a ella solo le quedaba un triste recuerdo de un matrimonio sin amor.

—¿Ya te vas, querida nuera? -le preguntó el duque.

—Si, es lo mejor.

—Te voy a extrañar mucho.

—Yo también, usted siempre se portó muy bien conmigo.

—Lamento tanto lo que sucedió con mi hijo.

—Es mejor no hablar de eso -dijo con ganas de llorar -. Yo solo quiero olvidar.

—Te hará bien estar con tus padres.

—Si, pero también quiero hacer un viaje largo. No quiero quedarme en Londres, todo el mundo anda hablando de lo que me hiso su hijo.

—Comprendo. Te acompaño a la puerta.

Ambos caminaron hacia la salida de la mansión, donde había un coche que estaba esperando a Susana.

—Ya suegro me voy -le dijo dándole un fuerte abrazo.

—Cuando regreses de tu viaje, ven a visitarme. Me voy a sentir tan solo sin ti y mi hijo.

—Claro que lo haré.

Susana iba subir al carruaje, cuando un sirviente del duque llego apresurado.

—¡Milord! ¡milord ¡-lo nombró agitado.

—¿Que te ocurre? -le preguntó el duque.

—Me entere de algo terrible, el barco donde viajaba su hijo se hundió.

El duque y Susana se miraron aterrados, sin poder creer lo que había que estaban escuchando.

En la mansión del conde de Andrew esté se encontraba sumergido en una profunda depresión por la traición de su esposa, un hecho que le tenía el corazón completamente destrozado. Ya había pasado por lo mismo cuando murió su prometida lady Shara, pero ahora sentía que era mucho peor. La rabia y el dolor lo invadían a cada momento, sintiendo que nunca lo iba a superar. Pensó que había encontrado la felicidad junto a Candy una mujer sencilla, pero tan dulce, ahora sentía que todo había sido una mentira, que ella solo lo utilizó para olvidar a Terry.

Madame Elroy estaba muy preocupada por su sobrino, que no sabía cómo ayudarlo. Solo quedaba rezar por él y que Dios le diera la paz que el necesitaba. Por otro lado, Flammy pensaba que ahora que su primo William estaba tan triste y vulnerable, era el momento justo que necesitaba para conquistarlo.

Esa mañana fue a la biblioteca a dejarle una taza de café, luciendo un atractivo camisón blanco.

—Primo, tomate este café -le dijo dejándoselo en el escritorio.

Albert estaba sentado detrás, con una apariencia deplorable y bebido.

—No quiero, solo deseo beber -contestó tomando un sorbo de licor.

Flammy le quito la copa.

—Primo, si sigues así te vas a enfermar.

—Es lo que deseo enfermar y morirme.

Ella se acercó a él.

—No digas eso, a pesar de lo que te ocurrió la vida continua. No vale la pena que sufras por una mujer que nunca te quiso.

—¡Lo sé, pero no lo puedo evitar! -gritó enloquecido parándose del escritorio -. Amo a Candy, vamos a tener un hijo.

—Primo no te engañes, ese hijo no es tuyo.

—¡Si es mío!

—No lo es, por qué crees que Candy se fue con Terry antes de dar a luz a su bebé. No sufras más por ella -lo miro a los ojos -. No te das cuenta que hay otras mujeres que darían cualquier cosa por estar contigo.

Flammy se acercó a él para besarlo aprovechándose de la borrachera del conde, cuando en eso una sirvienta entro repentinamente.

Milord, lo busca el señor George -le dijo Dorothy.

—No quiero ver a nadie -contestó Albert sentándose en un sillón.

—Yo voy a ver que desea -le dijo Flammy -. Tu trata de dormir un poco.

Flammy llego al salón donde se encontró a su prometido.

—Hola querida -la saludó George dándole un beso en la mano.

—William, no te puede recibir.

—¿Sigue muy mal?

—Si.

—Tengo algo que comunicarle.

—¿Qué pasa, George? Te ves muy pálido.

—Me acabo de enterar de algo horrible.

—¿Que sucedió?

—El barco donde viajaba la esposa de William y Terry Granchester se hundió.

Flammy no dejo de asombrarse por aquello.

—¿Estás seguro?

—Si, estuve averiguando y dicen que no hay sobreviviente.

Flammy tuvo el impulso de lasar una carcajada de felicidad, su plan había resultado mejor de lo que esperaba. Sin duda la suerte estaba de su lado.

—No sé cómo se lo vamos a decir a William -comentó George.

—Si, va ser tan doloroso para él saber que su esposa está muerta. Tenemos que darle todo nuestro apoyo -dijo Flammy dando unos pasos -. George estado pensado que debemos posponer nuestro matrimonio.

—¿Qué?

—Que no es el momento para casarnos.

—Pero, está casi todo listo para la boda.

—Cariño -se acercó Flammy -. No es prudente hacer una fiesta en esta mansión, es mejor esperar.

—Tienes razón...

—Ahora es mejor que te vayas, yo voy hablar con mi primo.

—¿No quieres que te acompañe?

—No, no te preocupes, todo va estar bien. Si te necesito te llamo.

—Está bien, nos vemos mañana -le dio un corto beso y se marchó.

En eso llegaron Archie y Annie.

—¿Flammy como sigue, tío William? -le preguntó Archie.

—Muy afectado.

—¿Quisiera verlo?

—Es mejor dejarlo solo.

—Aún me cuesta creer lo que Candy hiso -dijo Annie desconcertada -. Se veía que amaba mucho al conde.

—Nunca lo amo, se casó con él por despecho, pero es mejor no hablar más de ella. Candy se fue para siempre de esta mansión -dijo lady Flammy disimulando una sonrisa.

—¿A lo mejor regresa? -preguntó Archie.

—Ella no va a regresar, Candy murió en el barco donde viajaba con su amante.

—¿Que estás diciendo Flammy? -le preguntó Albert que llego en ese momento al salón.

Ella camino hasta él.

—Primo lamento decirte esto, pero Candy murió. El barco donde ella viajaba se hundió.

El conde se sentó en un sofá con la mirada perdida, sin pronunciar palabras ni hacer ningún gesto de asombro.

—¿William no vas a decir nada? -le pregunto Flammy mirándolo preocupada.

—No tengo nada que decir, para mi ella ya estaba muerta -contestó Albert con frialdad.

—Tío, tienes que ser fuerte -le dijo Archie.

—¡Pobre Candy y su hijo! -exclamó Annie.

—A pesar de lo que hiso siento pena por ella -comentó lady Flammy haciéndose la buena -. Vayan a comunicarle a tía Elroy lo que sucedió.

Archie y Annie salieron del salón y Flammy se sentó al lado del conde.

—Primo tienes que estar tranquilo -le dijo abrazándolo -. Se que es doloroso, pero estoy segura que vas a encontrar una mujer que te haga feliz.

Él se paró bruscamente.

—Yo nunca me volveré a enamorar...

Ella lo siguió y se colocó frente de él.

—William, no digas eso. Yo sé que vas a volver amar, yo me voy a encargar de que sea así -le dijo besándolo con toda la pasión que sentía por él.

Continuará...


Hola mis lindas chicas.

Espero que se encuentren muy bien. Aquí les dejo este capitulo, es un poco corto, pero el viernes si Dios quiere estaré publicando otro. Muchas gracias a cada una de las chicas que han seguido leyendo la historia y me han mandado sus comentario.

Un cariñoso abrazo a la distancia