Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.


CAPITULO XV

La nueva vida del conde de Andrew

Años después...

A pesar de todo lo sucedido con su esposa, el conde había logrado salir adelante, aquellos momentos tan dolorosos, quedaron atrás para comenzar una nueva vida. Se había trasformado en un hombre más fuerte, con nuevos anhelos, que le daban las energías que necesitaba para seguir viviendo.

Esa tarde luciendo un elegante traje azulado, acompañado de un sombrero, llegaba a su mansión, después de haber estado en una reunión con nobles de Londres. Había sido una velada interesante, donde tocaron muchos temas, tanto de política, como financieros. Albert entro al salón, donde se encontró con Flammy, que lo estaba esperando.

—Hola Flammy -la saludó dándole un beso en la mejilla.

Ella se encontraba sentada en uno de los sofás, luciendo un vestido color turquesa, muy distinto a los que usaba tiempo atrás. Ya no era una mujer seria y gris, sino una dama elegante, con una vida que siempre quiso tener. Todos sus planes habían funcionado, y logro casarse con su primo William del cual siempre estuvo enamorada, ahora ella era su esposa y la condesa de Andrew, obteniendo todos los beneficios de aquello.

—¿Como te fue, mi amor? -le preguntó con una sonrisa.

—Bien...¿Y la niña?

—Esta dormida, estuvo jugando mucho en el jardín con Dorothy.

—¿Quiero verla?

—Después quédate un momento conmigo -le dijo Flammy tomándole un brazo para detenerlo -. Tenemos que platicar de lo que te dije esta mañana. Has pensando en la posibilidad de irnos una temporada a Escocia.

—Flammy, sabes que por ahora no podemos, tengo muchas cosas que atender aquí en Londres.

—William te entiendo, pero puedes dejar a Archie a cargo de todo, el hace tiempo que te está ayudando en tus asuntos.

—Si, y lo hace muy bien, pero hay cosas que me gusta verlas personalmente -dijo parándose del sofá.

Ella también se paró.

—Cariño, yo lo único que quiero es que estés conmigo y la niña, no te imaginas cuanto te necesitamos.

Él le sonrió.

—Flammy, eres tan buena, me has apoyado tanto desde que ocurrió...- Albert se detuvo con tristeza -. Te prometo que pondré todos mis esfuerzos para irnos a Escocia.

—¡Oh William! -lo abrazo -. Eso me hace muy feliz.

—Te lo mereces.

—Te amo tanto -le dijo Flammy besándolo -. Vamos a ver a nuestra hija.

—Si, vamos...

Ambos subieron a la planta alta de la mansión, donde caminaron por un largo pasillo llegando a una bonita habitación muy bien decorada en tonos blancos y rosas. Ahí se dirigieron hasta una pequeña cama, donde había una hermosa niña de piel blanca y cabellos rubios.

—Mi pequeña -la movió el conde mirándola con dulzura.

—¡Papa! ¡Papa! -despertó la niña lanzándose a sus brazos.

—Has dormido mucho.

—¿Quiero jugar contigo, papá?

—Después hija -le dijo Flammy -. Es hora de comer, llamare a Dorothy para que te coloque un bello vestido.

—Si, mamá.

—Bueno...yo voy a la biblioteca, voy a revisar la correspondencia mientras sirven la cena -dijo Albert parándose de la cama.

—De acuerdo, cariño.

El conde salió de la recamara de su hija y bajo a la biblioteca, donde al llegar comenzó a ver las cartas que le habían llegado. Abrió uno de los cajones de escritorio para buscar una navaja y así abrí las cartas, cuando sin querer se encontró con una fotografía de él y su antigua esposa Candy. Era una foto que se habían tomado en su viaje de luna de miel. La tomó en sus manos y la observo detenidamente, recordando aquellos momentos tan bellos donde pensó que había encontrado la felicidad. De eso ya nada quedaba, solo un recuerdo doloroso que quería sacar de su memoria para siempre.

—Candy, porque me traicionaste, habríamos sido tan felices, pero tú nunca me amaste… -dijo con amargura rompiendo la última fotografía que le quedaba de ella.

Durante la cena el conde con su esposa Flammy e hija cenaban tranquilamente, disfrutando de un rico banquete.

—William, ¿qué te pasa te veo un poco pensativo? -le preguntó la condesa, que desde que se había sentado en la mesa, no había pronunciado palabras.

—Estoy un poco cansado -mintió ya que la foto que había encontrado de Candy lo había dejado mal.

—Me imagino, pero ya pronto estaremos en Escocia para que descanses.

—Si, además a tía Elroy le hará bien el aire marino.

—¿Quieres que tía Elroy vaya con nosotros?

—Claro, no la podemos dejar aquí sola en el estado que se encuentra.

Flammy curvo los labios.

—No estará sola, hay muchos sirvientes en esta mansión, además tiene su enfermera particular para que la cuide.

—Flammy no es lo mismo...nosotros somos su familia -comentó el conde secándose la boca con la servilleta.

—Si tienes razón, aunque no se si aguantaría el viaje, ya sabes como esta.

—Lo sé, pero tengo fe que se va a recuperar -dijo Albert esperanzado.

—Es lo que más deseo que tía Elroy vuelva hacer la de antes -dijo Flammy deseando todo lo contrario.

—¡Yo quiero ir a Escocia! -exclamó la pequeña.

—Claro que iremos, mi preciosa -le contestó Albert.

Una sirvienta llego al comedor.

—Condesa, la busca el cochero Tom.

Flammy se puso nerviosa.

—¡Tom!

—Si, dice que desea hablar con usted.

—¿Flammy que quiere ese hombre contigo? El hace tiempo que no trabaja en esta mansión -le preguntó Albert extrañado.

—No lo sé...-sonrió disimulando -. Voy a ver que desea.

Flammy furiosa por la presencia del cochero se dirigió al salón, donde el hombre la estaba esperando.

—¿Qué haces tú aquí? -le preguntó.

—Condesa, que manera de recibir a su amante.

—¡Cállate idiota! ¡Vete de mí mansión!

—Te dije que vendría haberte.

—¿Qué es lo que quieres?

—Mas dinero, tengo unos apuros de juego.

—Ese no es mi problema, suficiente dinero te he dado para que compraras ese bar de mala muerte y dejaras de ser un cochero.

—El negocio no ha estado muy bien.

—Eso significa que no lo sabes administrar.

—¿Como sea? Quiero más dinero y me lo vas a dar. Es lo que merezco por todo lo que te ayude en el pasado, gracias a mi tienes todo esto.

—Eso ya está pagado -le dijo Flammy con altives.

—No querida, falta mucho para que pagues tu deuda conmigo. Así que si no me das más dinero hablo con el conde y le cuento toda la verdad.

—Hazlo, el jamás te va creer -sonrió Flammy -. Yo soy su esposa, la madre de su hija, no va dudar de mí. En cambio, tú no eres nadie.

Tom se acercó a ella y la tomó por el brazo.

—¡No juegues conmigo, Flammy, sabes de lo que soy capaz!

—¡Suéltame! -se soltó con búsqueda.

—¿Que está pasando aquí? -preguntó el conde que llego en ese momento.

Flammy asustada se volteo hacia su esposo.

—Nada, mi amor...Tom, ya se va.

—Si me voy -contestó él con una leve sonrisa -. Nos vemos pronto condesa, estaré esperando su respuesta. Permiso conde.

Tom salió rápido del salón, mientras que Albert no dejo de mirarlo.

—¿Que quería? -le preguntó a Flammy.

—Haaa…quiere que le de trabajo a un familiar, pero le dije que no necesitamos otro cochero.

—Me pareció que estaba discutiendo contigo.

—Se molestó un poco, es solo eso. Vamos al comedor a buscar a la niña, debe tener sueño -le dijo la condesa tomándolo del brazo disimulando lo que había pasado.

Albert subió con su hija acostarla, mientras que Flammy antes de irse a dormir paso a ver a madame Elroy, que por un accidente había quedado invalida.

—Hola tía -la saludó Flammy con una bandeja en sus manos -. Te traje tu cena.

—No tengo hambre -contestó la anciana.

Flammy igual le dejo la bandeja en la cama.

—Tía tienes que comer, yo misma te traje tu cena.

—¡Yo no quiero nada de ti! -gritó la anciana tirándole la bandeja.

—¡Eres una mala agradecida!

—Que te voy agradecer que me hayas dejado así.

—Tía, tú te caíste de la escalera.

—Sabes que tu me empujaste -la encaró madame Elroy -. Lo hiciste para que no le contará a William todo lo que había descubierto de ti.

—No iba dejar que arruinaras todo lo que tanto me costó conseguir.

—¿Por eso asesinaste a las dos mujeres que amo William?

—Solo a Shara, Candy murió en ese barco.

—Tú también tuviste que ver en eso. Que tristeza siento por esa muchacha y por Shara, pero algún día vas a pagar todo lo que has hecho.

—Todo lo hice por amor -confesó Flammy.

—Al punto de asesinar a tu propia sangre.

—¿No sé de qué hablas?

—Shara era tu media hermana.

Flammy abrió los ojos como plato.

—Eso no es verdad.

—Si lo es, por muchos años guarde ese secreto, pero es tiempo que lo sepas. El padre de Shara era tu verdadero padre.

—¡Mientes! -gritó Flammy desconcertada.

—No miento, tu madre tuvo un romance con el padre de Shara producto de eso naciste tu.

—¡No puedo creerlo Shara mi media hermana! -exclamo Flammy sentándose en un sofá.

—Si...eres una bastarda. Me pregunto qué pasaría si William lo supiera.

—¡Él nunca debe saberlo! -gritó Flammy enloquecida -. Si le dices algo, soy capaz de matarte.

—No le diré nada, no temo por mi vida, sino por William y la pequeña.

—Qué bueno que lo tengas en cuenta.

—A otra cosa, nos iremos una temporada a Escocia, así que espero que tu no vayas con nosotros.

Al otro día Albert se fue al banco donde se reunió con su sobrino Archie, ya que había tomado la decisión de irse una temporada a Escocia.

—Archie aquí tienes el dinero, para que lo ocupes en lo que necesites -le dijo pasándole un maletín.

—Tío, gracias por la confianza que me das.

—Se que tu administraras bien mis negocios, así que me voy tranquilo a Escocia.

—Te hará bien estar en Escocia.

—Si -sonrió -. La más feliz es mi hija.

—Me imagino, con lo traviesa que es. ¿Cuándo se van?

—Pronto.

—Voy aprovechar para mandarle unos regalos a mis padres y a Stear.

—Lo que quieras, me va dar mucho gusto verlos. Ahora debo que ir al correo tengo que mandar una correspondencia.

—Te acompaño, tío.

Ambos iban saliendo del banco, cuando frente a frente se encontraron con George.

—¡George! -lo nombró el conde un poco incómodo.

—¡William! ¡Archie! ¿cómo están?

—Bien -contesto Archie -. Tío te espero en el carruaje.

—Tanto tiempo sin vernos, George -le dijo Albert.

—Si, no estado mucho en Londres.

—George, yo tengo que darte una explicación de lo que sucedió con Flammy.

—William no te preocupes, de eso ya ha pasado mucho tiempo.

—Es que no dejo de sentirme mal, te ibas a casar con ella y yo...

—Y tú te casaste con Flammy, pero sé por qué lo hiciste y no te culpo.

—Ojalá algún día podamos volver hacer amigos.

—Lo veo difícil, me voy a América una larga temporada -le contó George.

—¡América!

—Si, es por mis negocios.

—Que te vaya bien en todo.

—Tengo mucha confianza que será así. Adiós William -. George le dio la mano -. Que sigas siendo muy feliz con tu esposa.

—Gracias -contestó Albert con tristeza.

Continuará...


Hola mis lindas chicas.

Espero que se encuentren muy bien. Aquí les dejo otro capitulo de este fic, espero que lo difruten. Muchas gracias por todos sus mensajes.

Besitos a la distancia.