Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.
CAPITULO XVII
Flammy acorralada
Los días pasaban y Flammy se sentía muy inquieta, saber que a pocos metros de la mansión Andrew estaba la residencia del marqués de Kless y él había regresado de Paris, la colocaba furiosa. Sentía mucho rencor hacia él, al saber que nunca la reconoció y unos profundos celos hacia Karen, que estaba segura que siempre ha estado enamorada de Albert. Era una mujer muy bella y coqueta, así que tenía que estar atenta por si se le ocurría acercase a su esposo, ya en dos ocasiones había tenido que lidiar con verlo con otras mujeres, esta vez no iba permitir que pasará lo mismo.
Esa mañana Flammy luciendo una bonita blusa blanca de mangas largas, y una falda de seda en tono coral, bajo al comedor para desayunar con su esposo e hija, sin embargo, cuando llego el conde no se encontraba.
—Dorothy, ¿dónde está William? -le preguntó a la sirvienta que le estaba dando el desayuno a la niña.
—El conde salió temprano a montar.
—Que extraño, no me dijo nada.
—Seguramente se le olvido.
—Mamá, ¿quiero ir al mar? -preguntó la pequeña.
—No, hace un poco de frio.
—¡Yo quiero ir mamá!
Flammy suspiró.
—Está bien, pero con una condición, que le digas a tu papá que quieres un hermanito.
—Si, mamá.
Dorothy la miró viendo que no estaba bien lo que Flammy estaba haciendo con la pequeña.
—Condesa, no debería decirle esas cosas a la niña.
—Yo le digo lo que quiero a mi hija -expresó Flammy -. Has el favor de no meterte. ¿o quieres que te despida?
—No condesa.
—Retírate del comedor, yo le seguiré dando el desayuno a mi hija.
…
El día estaba hermoso, así que el conde había salido a dar un paseo por la orilla del mar, en un fino caballo inglés. Se sentía tan bien cabalgando mientras observaba el bello mar, que se mesclaba con el color de sus ojos celestes. Sin duda estar en Escocia era algo maravilloso, y aunque sabía que no podría quedarse para siempre por sus obligaciones en Londres, disfrutaría lo que mas pudiera su estadía en la isla.
—¡William! ¡William! -escuchó una conocida voz, junto con el galope de un caballo
—Karen, que sorpresa -le dijo mirando con admiración a la bella mujer, que lucia un traje de montar en tono verde.
—Sali a dar un paseo -contestó sonriendo -. Veo que tú también.
—Si, están bello este lugar.
—Si, mucho. ¿Te acuerdas cuando éramos adolescente y veníamos con Shara?
—Por supuesto que me acuerdo.
Karen suspiro con nostalgia.
—Extraño tanto a mi hermana.
—Me imagino, yo también la extraño mucho -expresó Albert -. Siempre me voy a sentir culpable de su muerte.
—No digas eso, no fue tu culpa.
—Tal vez yo no la cuide como debía, por eso se enfermó y murió.
—Shara siempre tuvo buena salud, igual fue raro su enfermedad -comentó Karen pensativa -. Pero, bueno es mejor no hablar de cosas tristes, mejor cuéntame como va tu vida de casado.
—Bien...
—¿Eres feliz con Flammy?
—Claro, ella es una gran mujer y bueno mi hija es todo para mí.
—¿Quiero conocerla?
—¿Cuándo quieras? Es una niña muy hermosa -le contó Albert con una sonrisa.
—¿Como se llama?
—Pauna, como mi madre.
En ese momento Flammy junto con Dorothy y la pequeña, llegaron a la playa, encontrándose con la presencia del conde y Karen.
—Mamá, es papá -dijo la niña apuntándolo.
Flammy los miro con un profundo odio.
—¿Que hace William con esa libertina?
—Vamos a ver a papá -dijo Pauna.
—No, está ocupado -contestó Flammy con dureza -. Regresemos a la mansión.
…
Mas tarde, Albert volvió a la mansión sintiéndose muy contento de su paseo a caballo, sin embargo, cuando entro a la habitación se encontró con Flammy que lo estaba esperando.
—William, ¿dónde estabas? -le preguntó mirándolo seria.
—Andaba cabalgando -respondió sentándose en la cama para sacarse las botas.
—Me podrías haber invitado.
—Sali temprano, no te quise molestar.
—Es porque te ibas a juntar con esa mujer.
El conde frunció el ceño.
—¿Qué mujer?
—Karen Kless, te vi con ella.
—Nos encontramos por casualidad.
Flammy caminó hasta él.
—¡Mientes! -le gritó enfurecida -. Esa mujer te gusta, ¿verdad?
—Flammy por favor, eso no es así. Le tengo cariño a Karen como la hermana de Shara, nunca ávido nada entre nosotros.
—¡Pero, ella te come con los ojos, se le nota demasiado que está interesada en ti! -le gritó llena de celos -. Mucho cuidado, no te atrevas a engañarme con ella.
—Nunca te engañado, a pesar que...
—A pesar que no me amas, ¿verdad? – lo miró a los ojos con rabia -. Sigues enamorado de Candy, esa mujer que te engañó.
El conde se sintió morir con esas palabras.
—Esta discusión no tiene ningún sentido -le dijo enfadado -. Es mejor que te deje sola, está muy alterada.
El caminó hasta la puerta, pero ella lo siguió para detenerlo.
—No te vayas...
—No deseo seguir discutiendo contigo, Flammy.
Ella lo abrazo llorando desesperada.
—Perdóname, no soportaría que me dejaras.
El la aparto de él.
—No digas eso, no voy a dejarte y menos por Karen. No quiero que vuelvas a sentir celos de ella.
—Te lo prometo.
—Entonces, no te molestará que esta noche el marqués y Karen vengan a cenar a la mansión.
Flammy curvo los labios.
—Cenar con el marqués.
—Si, Karen quiere conocer a Pauna.
—Está bien -contestó Flammy con desagrado, no le parecía cenar con su padre y media hermana, pero no tenía otra alternativa.
…
Por la noche el marqués y Karen, llegaban a la mansión del conde de Andrew, muy contentos por la invitación. Flammy se encontraba furiosa con la presencia de ellos, sin embargo, trataba lo que mas pudiera disimular su rabia.
—William, tu hija es muy bella -le dijo Karen, admirando a la niña.
—Si, es mi tesoro.
—Yo soy bella, papá.
—Claro que sí...
—Es una niña muy inteligente -añadió el marqués -. ¿Como quisiera tener una nieta así?
—Tal vez algún día la tenga.
—Lo veo difícil, Karen no se quiere casar.
—Ni lo sueñes, papá -exclamó la mujer -. Yo no nací para el matrimonio.
—Qué bueno que te des cuenta de eso, Karen -le dijo Flammy bebiendo vino.
Karen se dio cuenta de sus palabras.
—Yo pensaba lo mismo de ti, siempre fuiste tan seria, y mira te terminaste casando con William.
—Si, soy muy afortunada de tener un hombre como él a mi lado -dijo Flammy tomándole una mano a su esposo.
—Eso fue porque mi hermana murió, sino William estaría casada con ella -sonrió Karen -. A propósito, William porque no nos habla de tu otra esposa, ¿cómo se llamaba?
—Candy -contestó Albert con un dolor en su corazón.
—¿Papá tu tuviste otra esposa? -le preguntó Pauna.
Flammy molesta se paró de la mesa.
—Permiso yo me retiro, no me siento muy bien -dijo saliendo del comedor.
—Karen, mira lo que hiciste -la regaño el marqués -. Flammy se enfado con el comentario que hiciste.
—Lo hice sin querer.
—No se preocupe marqués, pero prefiero que no me vuelvan a preguntar por mi otra esposa -les pidió Albert, que para su pesar seguía amando a Candy.
—¿William y cómo van tus negocios? -le preguntó el marqués para cambiar de tema.
—Muy bien, mi sobrino Archie se esta haciendo cargo de todo.
—Yo tengo un dinero que me gustaría invertir, tal vez me puedes ayudar en eso.
—Con mucho gusto.
…
Flammy salió a las afuera de la mansión, se sentía molesta de lo ocurrido con Karen, que necesitaba tomar un poco de aire y calmarse. Esa mujer era insoportable, así que tendría que pensar en como sacarla de su camino, si ya no había hecho con Shara y Candy en el pasado, no le seria difícil desaserse de su media herma.
—¡Estúpida! ¡Como la odio! -expresaba caminando de un lado para otro.
—Hablando sola -le dijo la voz de un hombre que llego a su lado.
Ella se detuvo, quedando helada.
—¡Tom! -lo nombró con sus labios temblorosos.
—¿Como has estado, Flammy?
—¿Qué haces en Escocia?
—Te vine a visitar. Te acuerdas que quedaste en darme dinero.
—No te voy a dar nada.
Él sonrió.
—Está bien, voy a tener que hablar con tu esposo y contarle cosas que le van a interesar.
—No te va creer.
—Tal vez, pero cuando le muestre esto lo va a pensar -le dijo mostrándole el anillo de compromiso que George le había dado años atrás.
—No lo vendiste.
—Si, pero busqué a la persona que se lo vendí y lo logré recuperar.
—¿Con que dinero?
—Hay otras maneras de obtener las cosas.
—¿Lo mataste?
—Si, acaso tu nunca has matado a nadie.
—¡Vete de aquí, Tom! -le gritó Flammy asustada.
—No me iré hasta que hable con el conde.
—De acuerdo, vas a tener tu dinero.
—¿Cuándo?
—¿Qué te parece si mañana temprano nos juntamos en la playa que está cerca de aquí?
—Está bien, voy a confiar en ti, Flammy, pero si no llegas hablo con tu esposo y le cuento la clase de mujer que eres.
—No va ser necesario, voy a estar ahí. Ahora vete, por favor.
Tom le mostró una leve sonrisa y se marcho de la mansión, sintiendo que tenía a Flammy en sus manos.
…
Meses después...
El barco donde viajaba George Jonhson arribaba en la ciudad de Nueva York, un lugar maravilloso que a George dejo encantado. Junto a su amigo Louis llego a unos de los hoteles mas grandes, donde se hospedaría hasta que encontrara una casa para vivir.
—Vaya Louis, tu hotel es muy bello -le comentó George mirando detenidamente el alto edificio.
—Gracias, es uno de los mas grandes y modernos.
—Me voy a sentir muy a gusto aquí.
—De eso se trata. Tienes que registrarte en la recepción y un mozo te llevará a la que será tu recamara.
—Gracias, Louis.
—Bueno amigo, te dejo, cualquier cosa que necesites me mandas a buscar.
—Claro -le dijo George con una sonrisa.
George se registró en la recepción y fue llevado a una de las mejores habitaciones del hotel, con finos muebles y una vista privilegiada que daba a la ciudad.
—Señor, esta es la habitación -le dijo el mozo.
—Está muy bella -contestó mirándola.
—Una camarera le traerá las toballas y a las ocho la cena.
—Gracias.
—Va a necesitar algo más, señor Johnson.
—No, se puede retirar.
—Permiso -dijo el hombre saliendo de la recamará.
George camino hasta la ventana de la habitación y se quedo mirando la bella ciudad, sintiéndose muy contento de estar en América, donde comenzaría una nueva vida.
En ese momento tocaron la puerta.
—Pasen -contesto.
—Permiso, señor, le traigo las toallas -le dijo la voz de una de las camareras dejándolas en la cama.
George al escucharla se volteo quedando helado al verla.
—¡Candy! -la nombró.
—Se equivoca señor, yo no soy Candy -lo corrigió la joven saliendo apresurada de la recamará.
Continuará...
Hola mis lindas chicas.
Espero que se encuentren muy bien. Mil disculpa, no había podido actualizar antes, por otros asuntos, pero espero ir poco a poco actualizando el fic. Aquí les dejo otro capitulo con mucho cariño para todas ustedes.
Un cariñoso abrazo a la distancia y muchas bendiciones.
