Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.
CAPITULO XX
Asercamiento
Después de aquel rencuentro con su hija, Candy no dejaba de pensar en ella, sintiendo una gran alegría de haberla conocido, sin embargo, la pequeña no la reconocía como su madre y eso la ponía muy triste. Pauna veía a Flammy como a su mamá y sería muy difícil confesarle la verdad. Por un lado, quería mucho recuperar a su pequeña, pero, tampoco deseaba que ella sufriera por aquello, ante todo estaba la felicidad de Pauna.
Esa noche apenas pudo pegar los ojos. A la mañana siguiente, se levantó temprano a desayunar en el comedor de la casa de George.
—Buenos días, George -lo saludó Candy sentándose en la mesa.
—Buenos días, Candy -contestó el -. ¿Como se siente?
—No muy bien. Anoche no pude dormir.
—Se apresuró mucho en conocer a su hija.
—Si, no pensé que ella reaccionaria así -dijo la rubia recordando ese momento -. ¡Soy una tonta!
—No diga eso, solo tiene que ser más cuidadosa.
—Si, tiene razón. Aunque no se si me voy a poder aguantar de enfrentar a la víbora de Flammy -expresó Candy con rabia.
—Lo que me gustaría saber, ¿cómo está la relación de William con Flammy?
—¿Usted sigue enamorado de ella?
—No -sonrió George -. Ame mucho a Flammy, pero con su mala actitud mato todo el amor que sentía por ella.
—Esa mujer es una perversa -expresó Candy bebiendo café –. Por su culpa perdí a mi familia y Terry murió en el barco. A propósito, ¿cómo está el duque de Granchester y la esposa de Terry?
—Bueno...después de todo lo que ocurrió, Susana se fue de Londres y el duque dos años después murió de tristeza y soledad.
—Qué triste por el duque, murió creyendo que su hijo se fugó conmigo. Como me hubiera gustado contarle la verdad.
—Estoy seguro que él desde el cielo sabe que Flammy le tendió esa trampa a Terry y a usted.
—Me cuesta creer que Albert se haya casado con ella.
—Ese matrimonio no es válido, usted sigue siendo la esposa de William.
—Lo sé, pero me duele que se haya casado con esa mujer.
—La entiendo…-le tomo una mano -. Pero, el no ama Flammy, ella se aprovechó de su dolor para enamorarlo.
—A lo mejor si llego a enamorarse de ella.
—¿Hay que averiguarlo?
Candy se quedó pensando.
—Se me acaba de ocurrir algo.
—¿Qué, Candy?
—Hablar con Dorothy, la sirvienta que andaba con mi hija en el parque. Cuando yo vivía en la mansión éramos buenas amigas, ella me puede ayudar.
…
El conde se encontraba en casa de Archie, revisando unos documentos que tenía que firmar.
—Aquí están firmados -le dijo pasándoselos a su sobrino.
—Perfecto tío, mañana mismo los voy a dejar al correo.
—Es una tranquilidad haber salido de este asunto.
—Si, esta todo resuelto.
—Archie, gracias por todo.
—De nada tío. ¿Te quedas a tomar él te?
—No, tengo que regresar a la mansión.
—¿Es por Flammy?
—Si, anda muy sensible con lo del embarazo, no quiere que la deje mucho tiempo sola.
—Todas las mujeres se ponen así -dijo Archie en tono de broma.
Albert sonrió.
—Así es sobrino.
—Tío, dime tu no querías tener hijos con ella, ¿verdad?
—¿Por qué piensas eso?
—Por qué me doy cuenta, no has podido enamorarte de Flammy.
Albert suspiró pensando que era verdad lo que le decía su sobrino, por más intentos que hiso, no pudo amar aquella mujer que estuvo con él en los momentos más difíciles de su vida, no logro enamorarse de ella y lo peor sacarse del corazón a Candy.
—Si, no la amo, pero no quiero hablar de eso.
—Te entiendo. Se me había olvidado contarte que George esta de regreso.
—¿George?
—Si, llego hace unos días a Londres.
—Que extraño, él dijo que se iba a quedar definitivamente en América.
—Si, pero volvió y con dos mujeres.
—¿En serio?
—Si, una señora mayor y una joven. ¿Te imaginas quienes puedan ser?
—No, George no tiene familia.
—A lo mejor se casó y llego con su esposa y suegra.
—Si es así me alegra mucho por él -dijo Albert deseando lo mejor para su ex amigo.
…
En la mansión Andrew, Flammy fingía un embarazo que no tenía. Mantenía aquella mentira, una mentira que la estaba llevando a la locura, imaginándose que si estaba embarazada.
Esa tarde se encontraba en su habitación, sentada en un sillón junto a la ventana, mientras tejía una ropa para su supuesto hijo.
—Esta ropa te va quedar muy bonita, mi querido bebé -dijo mirándola.
En eso Pauna entro a la recamara.
—¡Mamá! ¡Mamá!
—Pauna, pensé que andabas en el parque con Dorothy.
—No quiero ir al parque.
—¿Por qué...?
—Una mujer me dijo ayer que tú no eres mi mamá.
Flammy la miro asombrada, ya que la mayoría pensaba que ella era la madre de Pauna.
—¿Conoces a esa mujer?
—No...
—No le hagas caso, claro que soy tu madre.
La niña la abrazo y le dio un beso en la mejilla.
—¡Te quiero mamá!
—Ahora, vete a jugar con Dorothy.
—Si, mamá -dijo la niña saliendo de la recamará.
—¡No te soporto mocosa! -exclamó Flammy volviendo a tejer -. Cuando nazca mi bebé te voy a mandar muy lejos de aquí.
…
En el salón Elroy se encontraba leyendo un libro, cuando una sirvienta anunció una visita.
—Karen Kless, que alegría de verte -la saludó la anciana desde el sofá donde se encontraba.
—Madame Elroy, ¿cómo ha estado?
—Bien, dentro de lo que me ocurrió.
—Siento mucho lo que le pasó.
—Gracias, pero toma asiento para que platiquemos. ¿Qué te trae por estos lados?
Karen se sentó en otro sofá frente de ella, luciendo un elegante vestido en tono azul.
—Vine con mi padre, él quiere hacer unos negocios aquí en Londres. ¿Y William?
—Salió.
—Que lastima, quería mucho saludarlo.
—Pero, lo puedes esperar. ¿Qué te parece si tomamos te?
—¡Me encantaría!
Elroy tomó una campanilla y llamó a una de las sirvientas para que les sirviera él te.
—Karen, ¿y cuéntame todavía sigues soltera?
—Claro que si -sonrió la joven -. No tengo intensión de casarme.
—Eres una joven muy bella, pretendientes no te deben faltar.
—Si, pero me gusta ser una mujer libre.
—Ojalá tú te hubieras casado con William y no Flammy.
—¿Por qué dice eso? -le preguntó Karen sintiendo que algo no andaba bien con Flammy.
Elroy estaba a punto de contarle la clase de persona que era Flammy, cuando esta inesperadamente bajo al salón, encontrándose con la presencia de Karen.
—Vaya no sabía que tenemos visitas -dijo Flammy en forma irónica.
Karen se paró del sofá.
—Espero que no te moleste que haya venido.
—No, me tiene sin cuidado tu presencia.
—Qué bueno porque estoy esperando a William, necesito hablar con él.
—Tú no tienes nada que hablar con mi esposo.
—Es para hacerle una invitación, mi padre va dar una fiesta en la mansión que tenemos en Londres.
—No creo que podamos asistir, estoy esperando un hijo de William y no me siento bien para fiestas -le contó Flammy tomándose el vientre con una de sus manos.
Karen levantó una ceja.
—¡Felicidades!
—Gracias, estas invitada cuando sea el bautizo.
—Bueno es mejor que me vaya -dijo Karen con ganas de marcharse.
—Íbamos a tomar él te -le recordó Elroy.
—En otra ocasión, madame Elroy.
—Ven cuando quieras, tú sabes que te tengo mucho cariño.
—Le prometo que lo hare, voy a quedarme varios días en Londres. Hasta pronto Flammy -se despidió Karen saliendo del salón.
Flammy la miro con ojos de odio.
—¡Estúpida! -exclamó.
—No hables así de Karen, no olvides que es tu media hermana.
—¡Cállate! -gritó Flammy alterada -. ¡Esa estúpida no es nada mío!
—No te alteres, recuerdas que estas esperando un hijo.
—Entonces, no me hagas enojar, querida tía -dijo Flammy saliendo del salón.
…
Días después, Candy logro localizar a Dorothy, y le confesó que estaba viva, contándole todo lo que le había sucedido.
—¡Candy, es un milagro que estes viva! -le dijo la sirvienta abrazándola.
—Si, estoy de regreso para recuperar a mi hija.
—Es una niña encantadora.
—¿Flammy como la trata? -le preguntó preocupada.
—Bien. El conde jamás permitiría que la maltratara. Candy tienes que contarle que estes viva.
—No todavía, primero tengo que vengarme de Flammy.
—Yo siempre le tuve desconfianza.
—Dorothy, tienes que ayudarme acercarme a mi hija.
—Claro que te voy ayudar.
—El otro día no me pude aguantar y la vi en el parque.
—Es normal Candy, es tu hija. ¿Qué te parece si todas las tardes nos encontramos en el parque, para que comiences a tratarla?
—¡Me parece maravilloso! -exclamó Candy con alegría.
En eso apareció Pony.
—¿Sobrina porque estas tan feliz?
—Tía quiero presentarte a Dorothy, ella trabaja en la mansión Andrew.
—Mucho gusto Dorothy.
—El gusto es mío señora.
—Tía, Dorothy me va a ayudar a recuperar a mi hija.
—Qué bueno sobrina, pero tienes que ser cuidadosa, nadie te puede reconocer.
—No te preocupes tía, voy hacer muy cuidadosa.
—Candy, hay algo que tienes que saber sobre el conde y Flammy -le dijo Dorothy, con intensión de contarle que la condesa esperaba un hijo.
—No quiero que me cuentes nada de ellos -le pidió Candy, que le dolia en el alma saber que el que fue su esposo ahora estaba con otra mujer.
—Esta bien...
—Mejor cuentame como es mi hija, ¿que cosas le gustan?
—Te voy a contar todo de Puana...
…
Dos semanas después…
Como había acordado con Dorothy, Candy se encontraba con ella todas las tardes para ver a su hija, pero disfrazada con una peluca y anteojos para que nadie la reconociera. Al principio Pauna le tenía desconfianza, pero, poco a poco la rubia se fue ganando el cariño de la niña.
Esa tarde Candy le llevo una bella muñeca de regalo.
—Es muy bonita -dijo Pauna mirándola.
—Qué bueno que te gusto, mi pequeña.
—Gracias -la niña le dio un abrazo.
Candy correspondió el abrazo con todas sus fuerzas, cuando una voz masculina la estremeció.
—¡Pauna! -gritó Albert que llego en ese momento a buscar a su hija.
—¡Es mi papá! -exclamó la niña rompiendo el abrazo y corriendo hasta su padre.
Candy se quedo paralizada sin atreverse a voltear su cuerpo para no ser reconocida por el padre de su pequeña.
—¿Papa que hace aquí? -le preguntó la niña.
—Te vine a buscar, te voy a llevar a comer un pastel de chocolate.
—¡Que rico! -exclamó con alegría.
—¿Quién era la mujer que te estaba abrazando?
—Leticia.
—¿Quién es ella?
En eso llego Dorothy.
—Es una amiga mía, mi lord -se apresuró responder la sirvienta -Siempre nos juntamos en este parque a platicar. Le ha tomado mucho cariño a Pauna.
—Leticia me regalo esta muñeca, papá -se la mostró la niña.
Albert miró hacia Candy sintiendo una extraña sensación, como si esa mujer le pareciera familiar.
—¿Nos vamos, mi lord ¿-le preguntó Dorothy para sacarlo rápidamente del parque.
—Si, vamos...
Cuando ellos se marcharon, Candy se volteo viendo a lo lejos a su hija junto a Albert, el hombre que seguía en sus pensamientos.
—Albert, si supieras que estoy viva y que a pesar de todo te sigo amando -dijo con dolor.
Continuará...
Hola mis lindas chicas.
Espero que se encuentren muy bien. Aquí les dejo otro capitúlo de este fic, muchas gracias por todo los mensajes que me han enviado.
Les mando un cariñoso abrazo a la distancia.
