Sí, claro, la esperanza es lo último que se pierde. Pero en ese momento, hasta yo me daba cuenta que era una estupidez. Incluso Scorpia, que es la reina de las ingenuas, había intentado advertirme que era una mala idea. Y ahora entendía por qué. Porque de todos los días, tenía que ser el de San Calentín, como me gustaba llamarle. El vano intento de comercializar el amor, porque con amor puedes conseguir sexo, y el sexo vende.
Ahora parecía una desesperada por volver a esa disco gay el día de los "enamorados" por creer que la había visto la semana pasada. Pero estaba segura que era ella, podía reconocer esa coleta rubia a leguas. Tantos años junto a esa rubia tonta, pero no más tonta que yo, que nunca fui capaz de confesarle mis sentimientos.
Ni siquiera era seguro que estuviera ese día allí, pero ahí estaba yo, vigilando el perímetro como si mi vida dependiera de ello. Tampoco es que me fuera tan mal en el amor, es que, simplemente, nadie era ella. Desde que nos separamos al salir de la escuela no hay un sólo día que no me arrepienta de no haberle robado un beso. Porque ahora que han pasado los años y he intentado tener relaciones de más de 3 meses con otras chicas, me di cuenta que sí era correspondida.
Pero que iba a saber mi estúpida yo adolescente eso, en vez de eso me ahogaba en mis propios sentimientos y hacía como si nada pasara. Ni siquiera sabía cuánto tiempo esperar, lo único que se me ocurrió fue venir una semana exacta después, y mi mente ya empezaba a torturarme con que obviamente pudo haber vuelto cualquier otro día de la semana.
Pero había algo que me daba esperanza, ese día, cuando la vi, luego de que casi se me saliera el corazón, vi que estaba acompañando a una amiga, o eso supongo, que tenía el pelo teñido de rosado. Ella parecía buscar a alguien con la mirada, así que probablemente vuelva a venir aquí, sobre todo hoy.
Pero cada vez que lo pensaba, se veía menos probable. Mi nerviosismo comenzaba a subir como la espuma, miraba mi teléfono a cada rato esperando que Scorpia me hablara, pero no lo hacía porque estaba en una cita probablemente y yo sólo la molestaba. Me sentía cada vez más estúpida, pero por alguna razón, tampoco era capaz de irme.
No iba a poder lidiar con el ¿y si…? El qué hubiera pasado si me hubiera quedado. Además, no llevaba mucho tiempo allí y no había mucha gente aún, porque el espectáculo empezaba más tarde. Había una gran cantidad de drags invitadas ese día y una de ellas era la favorita de Adora, lo que en cierta forma alimentaba mis esperanzas.
Además, aunque no apareciera, podría pasar un buen rato riéndome y tomando algo. Pero sabía que luego de unos tragos me sentiría patética y miserable, por lo que era un consuelo poco probable. Sin embargo, a veces el universo actúa a tu favor, porque luego de un par de cervezas más (sí, así estaba midiendo el tiempo), Adora sí apareció, siguiendo a la peliteñida.
Y aunque sí quería saludarla e ir corriendo hacia ella, me quedé congelada en la barra. Me dio pánico escénico, por decirlo de alguna forma. Lo único que hacía era repetirme a mí misma: "Respira, respira, respira". Entonces vi que Adora recorría con la mirada el lugar, así que, incapaz de moverme, me encontró.
Después de 4 años, ese par de ojos azules volvía a mi encuentro, acompañado de una gran sonrisa. Adora venía casi corriendo hacia mí, y nuestro abrazo fue algo tan natural como pestañear. Suspiré con alivio, mi fantasía se había vuelto realidad, me reencontré con Adora. Fue muy agradable sentir esa calidez cuando me abrazó, pero nada dura para siempre. Teníamos que separarnos para hablar y saludarnos como la gente.
—¡Catra! Tanto tiempo sin verte, de verdad pensé que no te volvería a ver —me dijo con esa sonrisa boba que tanto extrañaba.
—Yo… creí haberte visto la semana pasada, por eso volví, porque pensé que podría verte —dije con sinceridad, por lo que sentí mi cara acalorada. Haberle dicho la verdad fue mucho más vergonzoso de lo que esperaba. Adora cambió su sonrisa por una cara de asombro.
—Bueno, ahora que lo dices, también creí haberte visto antes. Y también pensé que podrías venir hoy, una semana después, sobre todo por el show de hoy, pero eso sólo pasaría si tú quisieras verme. La verdad me da demasiada felicidad saber que si querías verme —terminó, desviando su mirada de mi rostro. Tuve el impulso de acariciarle la mejilla, pero me contuve.
—Creo que deberíamos celebrar nuestro reencuentro —le dije con la sonrisa más seductora que tenía. Ella asintió con la cabeza, así que pedimos dos cervezas en la barra, la cual era atendida por un tipo o tipa, no supe definirlo, sólo sé que tenía el pelo verde, y nos dijo que hacíamos una bonita pareja. Por supuesto Adora no hizo más que reírse nerviosa, lo cual me parecía adorable.
Era el momento de escoger una mesa, entonces recordé a su amiga peliteñida.
—¿No venías con una amiga? —le pregunté.
—Ah sí, no importa, Glimmer ya se encontró con Bow, así que podemos estar en una mesa solas.
A lo lejos, vislumbré a la chica con un chico, se veían muy coquetos los dos. Dejé que Adora escogiera la mesa, ya que nos quedaríamos a ver el show. La conversación fluyó muy fácil, después de todo, teníamos bastante de que hablar.
Al terminar la escuela, yo había decidido estudiar Derecho y ella Arquitectura. Nuestros caminos se separaron inevitablemente, por lo que perdimos contacto. Yo tenía el corazón roto, no quería verla ni en pintura, así que me alejé lo más que pude de ella. De verdad pensaba que la había superado, pero cuando la vi la semana pasada me di cuenta que claramente no lo había hecho.
Me gustaba escucharla hablar con pasión de su carrera, de lo que había aprendido a lo largo de esos años, de los problemas que superó y de cómo había sido su vida cotidiana desde entonces. Probablemente notó que no hablaba mucho, porque en realidad lo único que me provocaba eran ganas de comérmela a besos, si eso era posible.
—Perdona, sólo he hablado yo, ¿te estás aburriendo verdad? —me preguntó con una carita triste, era imposible no querer besarla si hacía eso.
—No, para nada, me gusta escucharte —sólo quiero besarte cuando lo haces, eso era en realidad lo que quería decirle. No dejaba de mirarle la boca y yo creo que incluso Adora comenzaba a darse cuenta, porque de vez en cuando desviaba la mirada y tomaba un trago para calmar sus nervios.
La conocía de toda la vida, obviamente sabía cuando estaba nerviosa. Me gustaba ponerla nerviosa, de vez en cuando lamía mis labios luego de beber, sólo para pillarla mirando. Era divertido, y estimulante a la vez. Llegó la hora del show, la verdad nos reímos muchísimo. Había algunas drags invitadas, lo cual hizo todo más dinámico, además hicieron un concurso con el público, al que casi convenzo a Adora de participar, pero no quiso.
Fue bastante agradable reírnos así, hacía mucho tiempo que no me sentía así de relajada y feliz. Pero claro, cuando el show terminó, la mayoría del público se iba, por lo que nosotras también nos iríamos. La cuestión era que yo no quería separarme de ella, así que tomé su mano y la guie hacia afuera. Cuando llegamos a la calle, me volteé y la atraje hacia mí, besándola de una maldita vez.
No entendía cómo no lo había hecho antes, no había sido muy difícil. Adora quería lo mismo que yo, sólo que nunca supo expresarlo, tal como me pasó a mí. Todas esas malas experiencias habían servido de algo al final, me habían quitado la timidez con la mujer que había amado desde que la conocía.
Sujeté con mis manos su cuello, acercándome más hacia Adora, mientras que ella abrazaba mi cintura. Su lengua se enredaba con la mía en un vaivén húmedo que calentaba todo mi cuerpo. Probar su boca sólo significaba una cosa: quería más. No era suficiente. Mi mente ya la imaginaba desnuda junto a mi cuerpo. Nos separamos con cierta dificultad, nos miramos unos segundos a los ojos, el deseo brillaba en ellos.
—¿Dónde quieres ir ahora? —me preguntó casi en un murmullo. No me había soltado, por lo que seguía muy cerca de su rostro. Me estaba costando no volver a besarla otra vez, su respiración cálida y entrecortada me decía lo mismo.
—No lo sé, se me quedaron las llaves de mi casa —mentí, la verdad estaba hecha un desastre, no quería que lo viera, vivir con Scorpia y Melog no había contribuido a mejorar mi sentido del orden.
—Entonces vamos a la mía, tomemos un taxi.
No fue difícil conseguir un taxi, debido a que era un sector lleno de bares y discotecas. Adora no vivía tan lejos por suerte, pero no continuamos con nuestros besos, sólo entrelazamos los dedos de nuestras manos, mientras nos lanzábamos miradas dulces. Una vez que nos bajamos, llegamos a un edificio bastante moderno, se notaba a simple vista que eran departamentos pequeños.
Adora me llevó de la mano hasta el ascensor, subimos hasta el piso 10, donde estaba su departamento. Era de un solo ambiente, y Adora lo había decorado de tal forma que se veía bastante acogedor. Al entrar te encontrabas directamente con la cocina-comedor, seguido del living donde había un sofá con un televisor, al costado había una puerta que daba a la habitación y su respectivo baño.
—Es bonito —dije. Adora se sentía incómoda, no sabía bien qué hacer a continuación. Yo me reí.
—¿Por qué te ríes? —me preguntó con cierta indignación.
Yo me acerqué a ella, apoyando mis manos en sus hombros, y acercándome peligrosamente a su rostro, sonriendo divertida antes de contestarle.
—No te pongas nerviosa Adora, esto sucedería tarde o temprano —le di un beso casto en los labios. Ella se relajó de inmediato.
—Lo siento por ser tan ciega.
—Lo siento por no decirte nada, olvido que eres lenta a veces —dije riéndome.
—¡Oye! —me reclamó, pero terminó riéndose conmigo de todas maneras. Me abrazó nuevamente, empujándome más hacia ella, haciendo que nuestros cuerpos se tocaran.
Nuestras miradas se cruzaron una vez más antes de volver a besarnos. Sus ojos reflejaban lo mismo que los míos; el amor convertido en deseo. Entonces todo fue una danza húmeda en nuestras bocas, el olor de su perfume, sus manos recorriendo mi cuerpo, mis manos haciendo lo mismo.
La ropa comenzaba a estorbar, Adora tiró su chaqueta negra al sofá, hizo lo mismo con mi chaqueta de mezclilla. Le quité su camiseta, ella me imitó. Nos quedamos unos segundos admirando los pechos de la otra. Incluso con sostenes, eran hermosos.
Adora se abalanzó sobre mí para besarme de nuevo, y tocar mis pechos mientras me devoraba la boca. Poco a poco fuimos caminando hacia la habitación. Caí sobre la cama primero, así que Adora aprovechó la ocasión para quitarme los pantalones y zapatillas. No podía evitar sonreír por su expresión, casi parecía como si estuviera babeando, como si estuviera a punto de comer un helado.
—¿No piensas quitarte tu ropa, Adora? —le dije señalando sus pantalones. Me senté para disfrutar la vista, ella se ejercitaba bastante, se notaba por su abdomen marcado y tanto sus brazos como piernas tonificados, lo cual siempre me había parecido sexy en ella. Mientras se quitaba los pantalones, podía disfrutar de su cuerpo trabajado.
Pero lo cierto era que no podía quedarme quieta, así que tuve que echarle una mano, quitándole la ropa interior claro, sin despegar mi mirada de su rostro, ella parecía hipnotizada con mi sonrisa, mientras tocaba ligeramente su piel, para finalmente quitarme los sostenes frente a su cara embobada, y luego mis bragas.
—Ven —dije dándole una palmada a la cama. Ambas estábamos desnudas, por lo que por unos segundos estuvimos contemplando a la otra. Adora me siguió a la cama, directo a besarme, estaba acostumbrada a llevar la iniciativa, pero dejé que hiciera lo que quisiera, después de todo, mi corazón y mi cuerpo le pertenecían desde hacía tiempo.
No sólo besó mi boca, también mi cuello, mi cuerpo comenzaba a calentarse por el toque de su lengua, el roce de sus labios. Masajeó mis pechos también, haciendo que mi excitación aumentara aún más, pero no se conformó con eso, porque pronto comenzó a lamer mis pezones, lo que provocaba una sensación de placer que conectaba directamente con mi entrepierna, estaba muy mojada ahí abajo.
Adora exploró con una mano entre mis piernas, tocando superficialmente mi sexo, llevándose sus dedos a la boca para saborear mi humedad. Aquello sólo me encendió más, y ella lo notó, porque sonrió satisfecha, y comenzó a abrirse paso dejando un camino de besos desde mi pecho, pasando por mi vientre, hasta llegar a mi sexo. Su lengua se introdujo con facilidad, lo que me hizo jadear inevitablemente. Adora encontró mi punto débil fácilmente, estableciendo un ritmo de subida y bajada, que estimulaba mi clítoris por completo. Esto me hizo gemir cada vez más fuerte, e incluso apretujar las sábanas con mis manos, no sabía cómo lidiar con tanto placer.
Su habilidad con la lengua me estaba llevando al clímax, mi piel ardía por completo, sus manos buscaron mis pechos, los cuales masajeaba sin dejar de mover su lengua, me estaba volviendo loca. Ondas de placer se expandían desde mi sexo húmedo al resto de mi cuerpo, me dejé llevar por esa sensación hasta alcanzar el orgasmo.
Tuve que tomarme un tiempo para recuperarme, calmar mi respiración y todo eso. Adora se había posicionado al lado mío, sonriendo con satisfacción y orgullo. Pero ahora era mi turno, así que me puse sobre ella, sentada a horcajadas, ella me miraba con deseo, sujetándome de la cintura. Siempre había estado orgullosa de mi cuerpo, por lo que me excitaba bastante que me mirase así.
Me incliné y la besé nuevamente, lento, pero intenso, mis pechos apoyados sobre los suyos se sentían más cálidos, casi podía percibir los latidos acelerados de su corazón. Iba a disfrutar aquel momento, había esperado tanto tiempo para tenerla desnuda bajo mi cuerpo. Tomé sus muñecas, para poner sus manos sobre su cabeza. Le hice un gesto para que esperara.
Fui a buscar una camiseta del suelo, la cual usé para amarrar sus manos. Conociéndola, sabría que no se quedaría quieta, y quería disfrutarla por completo. Ella sólo me sonreía lascivamente, yo sabía que estaba muy excitada, yo lo estaba bastante al tener el control sobre ella, no podía dejar de mirar su cuerpo perfecto, toda ella era perfecta, perfecta para mí.
Acaricié sus brazos unos segundos, para luego besar provocativamente su cuello, el cual no pude evitar morder, lo que hizo que a Adora se le escapara un gemido. Sonreí, siempre supe que Adora era una masoquista. Seguí besando y mordiendo, en algún momento perdí mi propio control, dejándole varios chupetones, algo desde el fondo de mi alma despertaba cierta brutalidad en mí, el cuerpo de Adora me pertenecía, debía marcarlo de alguna manera.
Para cuando me di cuenta era algo tarde, pero verla gimiendo de placer, me hizo sentir menos culpable. Luego me dediqué de lleno a sus pechos, apreciando la forma y color de sus pezones, antes de chuparlos y lamerlos con devoción. Su piel tersa y suave me encantaba, clamaba a gritos que la tocase, cosa que no dejé de hacer en ningún momento.
Bajé por su vientre, depositando suaves besos, aunque también mordisqueé un poco, pero a ella no parecía molestarle. Por fin llegué hasta su sexo, el cual estaba bastante mojado. Sonreí mientras la miraba directo a los ojos, su mirada estaba perdida en el deseo. Introduje un par de dedos, la escuché jadear, así que usé mi lengua en su clítoris.
Moví mis dedos en un ritmo lento, al igual que mi lengua, de forma sincronizada, ella comenzó a gemir más fuerte, a gritar mi nombre, lo cual sólo hacía más emocionante el tocar su interior, lamer de ese elixir que salía de su sexo, sabía bien, su cálido interior se sentía bien, envolvía mis dedos, se expandía, pidiendo más, por lo que introduje otro.
Adora no dejaba de mover sus caderas involuntariamente, pero yo continué con mi tarea, aumentando poco a poco el ritmo, quería ver su rostro al llegar al clímax, y haría lo que fuera por complacerla. Estaba gimiendo bastante fuerte, incluso gritaba mi nombre, lo que me hacía sentir orgullosa por alguna razón. Después de todo, el amor de mi vida estaba gimiendo de placer gracias a mí, no había sensación más maravillosa que esa.
Entonces lo pude ver, vi su rostro aliviado, llena de placer, alcanzando el orgasmo. Me quedé viendo extasiada, como su pecho subía y bajaba, volviendo a la respiración normal, su piel brillaba por el sudor, se veía radiante, hermosa, llena de vida por alguna razón.
—Te amo, siempre lo he hecho —dije súbitamente, en tono serio. Adora no se sorprendió en absoluto. Me sonrió antes de responderme.
—También te amo, Catra.
Sus palabras provocaron que mi pecho se sintiera cálido, al igual que mi estómago, algo bastante extraño. Pero, escuchar esas palabras también me dio paz. Ya no tenía que buscar más, ella estaba allí, frente a mí, junto a mí. Sonreí, me sentía tan feliz que podía llorar.
—¿Ya me vas a soltar? Quiero abrazarte —me dijo haciendo un puchero.
—Oh, claro que no, estamos recién comenzando —contesté con una sonrisa pícara. Adora sólo me miró con resignación, pero al final me sonrió. En ese momento, supe que haría lo que fuera en este mundo para mantener esa sonrisa para mí.
