Catra estaba algo desesperada, sin embargo, no pensaba rendirse. Aún le quedaba una última alternativa, la que le haría perder su dignidad por completo, pero valía la pena intentar. Una amiga que había conocido en su trabajo le había dado el contacto, pero nunca se sintió segura de intentarlo antes, hasta que la situación se volvió insostenible.

Desde que dejó de vivir con sus amigas Entrapta y Scorpia, la morena tuvo que atravesar por muchos cambios. Primero, tuvo que buscar un nuevo hogar, un departamento monoambiente que a duras penas podía pagar. A pesar de que técnicamente en su trabajo se había convertido en la manager del establecimiento, seguía siendo un sueldo miserable por ser un local de comida rápida.

A su vez, tampoco podía darse el lujo de renunciar, ya que no contaba con ahorros como para buscar tranquilamente un mejor trabajo, debido a que los gastó para alquilar el nuevo departamento. Y todo, todo se había arruinado por la maldita profesora Weaber. La bruja le había reprobado la materia, por lo que se quedó sin la beca que costeaba sus estudios.

A tan sólo dos años de terminar la carrera, le tenía que pasar esto. No podía ser una vez que se estabilizara económicamente, no. Catra se pasaba las manos por la cara con desesperación. No quería llegar a ese punto. Miraba la tarjeta con ansiedad, dándola vueltas mil veces, hasta que un empleado, un chico nuevo, la llamó para consultarle por el funcionamiento de una de las freidoras.

Su cabeza estaba en otra parte, así que le explicó vagamente cómo funcionaba, y le advirtió que si no entendía le preguntara a sus compañeros. Su turno estaba por terminar, por lo que debía mentalizarse para ir a aquel lugar. Recordó las palabras de Lonnie, vívidamente, como si hubiera sido ayer, en el estacionamiento trasero del local.

—Estoy feliz de irme de esta mierda. Tú igual deberías irte, Catra, desperdicias tu juventud aquí.

—No puedo, apenas me alcanza, pero tengo para sobrevivir al menos.

—Mira, te diré cómo es que por fin pude irme de este lugar. Pero debes mantenerlo en secreto, haz como que nunca te dije esto.

Catra suspiró con hastío, llevándose el cigarrillo nuevamente a la boca, aspirando el humo del tabaco suavemente, y exhalándolo. No fumaba muy seguido, pero le gustaba sentir esa sensación de vez en cuando, además, ella misma compraba el tabaco y armaba sus cigarros. Asintió con la cabeza, y le hizo un gesto con la mano para que continuara.

—La verdad es, que me conseguí un sugar daddy.

Catra se atraganta con el humo en su boca, por poco se ahoga, parecía una fumadora primeriza. De pronto se le quitaron las ganas de seguir fumando así que apagó el cigarro, prestándole absoluta atención a Lonnie.

—¿Cómo…? —no fue capaz de formular la pregunta. Lonnie sonrió.

—Pues verás, a los ricachones jóvenes de hoy en día no se les da bien socializar. Así que hay una empresa que se dedica a conseguirles sexo, básicamente. Puedes vender tu cuerpo por una noche, que son 12 horas seguidas, de 9 a 9, o un día completo, es decir, 24 horas que debes acordar con el comprador.

—Pensé que habías conseguido un sugar, no que te habías prostituido.

—Déjame terminar. Digamos que cuando vendes tu cuerpo, es como un modo de prueba para el comprador. Para ver si le gusta la mercancía o no, luego decide si contactar a la agencia para firmar un contrato como sugar. Pero, si sólo quieres vender tu cuerpo, que te pagan bastante dinero, puedes especificar al momento de firmar el contrato que no buscas un sugar. Mucha gente lo hace para conseguir dinero fácil de una sola vez.

—¿Y cuánto te pagan por una noche, por ejemplo?

Cuando Lonnie le explicó las cifras, Catra se quedó boquiabierta. Con una sola noche, le alcanzaba para pagar el alquiler de un año.

—¿Por qué me cuentas esto?

—Primero, porque me ayudaste mucho mientras estuve trabajando aquí, y segundo, los ricos tienen un fetiche por los mutantes con características animales, así que es un éxito garantizado.

—Lástima que no me gusten los hombres.

—No seas ridícula, el servicio lo prestas tanto para hombres como mujeres, debes especificar eso. Mira, si tienes tu ficha médica al día, no tienes que hacer nada más. Sólo rellenas la ficha que ellos te dan, firmas el contrato y la agencia se encarga del resto. Te dejaré la tarjeta, buena suerte.

Catra seguía pensando en sus palabras al llegar a su departamento. Se vistió de forma casual, unos jeans, una sudadera y zapatillas, con un poco de maquillaje, nada más para resaltar sus labios. Aunque lo único que tenía de animal eran sus garras retráctiles en sus manos, sus ojos, orejas y cola, Catra se sentía mucho más humana que otra cosa, aunque muchas personas la habían despreciado por ser mutante. Nunca se imaginó que podría sacar provecho de eso.

Salió para tomar el autobús en dirección a la agencia que le había recomendado Lonnie. Durante el largo camino, se preguntó muchas veces en qué diablos estaba pensando. Incluso estaba considerando dejar la opción abierta a tener una sugar mommy, lo cual le parecía ridículo. Miraba su reflejo con preocupación, se había peinado su hermosa melena, por lo que de alguna manera sus ojos heterocromáticos destacaban más.

Muchas le habían dicho que tenía una mirada hipnótica, y una boca irresistible. Catra sabía que tenía grandes posibilidades, por lo que se sentía más miserable por eso. Quería que la reconocieran por quién era, no por cómo lucía. Suspiró amargamente al bajar del bus. Sus nervios y sintió deseos de fumar, pero se reprimió porque no pensaba volverse dependiente del tabaco.

Apretó los puños, y caminó con convencimiento hacia el enorme edificio que ostentaba la numeración que buscaba. Por aquel lugar había muy pocas personas para los enormes edificios que la rodeaban, y las veredas eran muy espaciosas a pesar de tener gran parte ocupado con pasto. Se sentía incómoda, claramente en ese lugar se notaba que la clase social a la que pertenecía era la más baja posible.

Sin embargo, ya estaba ahí, así que entró a la recepción, donde le preguntaron a dónde iba, por lo que indicó el número de oficina. La recepcionista la miraba con desprecio, pero le indicó el piso al que debía ir con fingida amabilidad. Catra se subió al ascensor, y a medida que subía se hacía cada vez más presente un nudo en su estómago.

Apenas entró, una anfitriona cuya sonrisa era más plástica que una Barbie, le dio la bienvenida y la guió a una sala donde otras personas estaban sentadas en esas sillas con mesa adosada, rellenando unas fichas desde una tableta. La encargada de la sala le preguntó si venía por el servicio de 12 o 24 horas. Catra respondió 12, ya que no quería exponerse más tiempo que ese, luego puso su pulgar en el lector dactilar, donde la mujer le hizo un pre-registro, y luego le entregó la bendita ficha que debía llenar.

Luego de colocar su usuario y contraseña temporal, comenzó a rellenar sus datos, y a marcar en una larga lista todas las filias (muy detalladas) y prácticas sexuales que estaba dispuesta a probar. Esa era la parte más larga del documento digital, que era bastante específico, pero que a Catra le pareció un alivio en cierta medida, porque no estaba dispuesta a todo. Al final, salía la opción de si estaba de acuerdo en firmar un contrato vinculante con un "sugar".

La morena, llena de remordimiento, marcó la opción sí, y presionó "enviar". Le devolvió la tableta a la encargada, nuevamente puso su huella dactilar para firmar, y luego la hicieron pasar a la sala de fotografía, donde le sacaron fotos de cuerpo completo de frente, de perfil y posterior.

Finalmente, la hicieron esperar un rato en otra sala junto a otras personas, que por lo que pudo ver, había bastante diversidad, lo cual era una buena señal. Una vez que la sala estuvo llena, apareció un tipo con gafas explicando detalladamente el contrato de 12 horas, que era por el que toda esa gente estaba ahí. También se dio el tiempo de responder preguntas de parte de los postulantes, como les llamaban a todos.

Catra se sentía en una especie de entrevista de trabajo, por fin se estaba relajando, cuando alguien de pronto irrumpió en la sala preguntando por ella. Todos sus nervios afloraron de golpe, mientras se acercaba lentamente hacia la joven. Una de las principales desventajas del contrato de 12 horas, era que si hacías "match" con cliente, no podías negarte. En cambio, en el de 24 horas, podías negarte hasta 3 veces, si el cliente no te gustaba. Pero todo eso tenía una generosa compensación económica. La morena tragó saliva, y tratando de tranquilizarse, se dijo a sí misma que hacía eso sólo por dinero, y era completamente seguro, además, probablemente sería algo de una sola vez.

Una vez fuera de la sala, la joven le sonrió ampliamente a Catra.

—Catra, me alegra informarte que has hecho match. Es una clienta nueva, por lo que te rogamos seas lo más amable posible con ella.

La morena asintió lentamente, era tal su cara de angustia, que la joven se compadeció de ella.

—¿Primera vez, cierto? No estés nerviosa. Toda nuestra clientela es investigada apropiadamente, así que estarás bien. La cliente mandó a su chofer a buscarte, y, por las políticas de tu contrato, sólo la conocerás una vez te reúnas con ella. Espera en el estacionamiento D14, en el nivel -1 del edificio. Tranquila, todo va estar bien.

—Pe-pero aún no son las 9, falta más de una hora —balbuceó nerviosa Catra.

—No hay problema, llegarás a su domicilio alrededor de las 9. Recuerda cumplir tus obligaciones contractuales desde la 9 de la noche hasta las 9 de la mañana, después de ese horario, eres libre de hacer lo que quieras. Buena suerte.

Dicho esto la acompañó hasta el ascensor. Catra se puso en modo automático, y caminó hacia el estacionamiento indicado. Había un par de personas que también esperaban en algunos estacionamientos, pero no eran más de 10. Pero no le importaba la cantidad de gente que estaba esperando igual que ella, lo que le impactaba era que hubiera hecho match casi enseguida.

Según lo que había firmado, se esperaba que se hiciera match entre 24 y 72 horas en promedio, aunque el contrato estipulaba que había un plazo de 7 días corridos para que se hiciera un emparejamiento. Básicamente, te daban una semana, no 10 minutos. Ni siquiera alcanzó a procesar en lo que se había metido. Su corazón palpitaba sin control, estaba comenzando a sudar.

"Tranquila, Catra. Cuanto antes acabes con esto, mejor. Sólo será una vez" se decía a sí misma. Al cabo de unos 15 minutos, llegó un automóvil negro a recogerla. El chofer preguntó su nombre, al escucharla asentir, sin expresión alguna, le dijo que se subiera a los asientos de atrás. La morena se subió, y viajaron en silencio alrededor de una hora y media, hacia las afueras de la ciudad.

Una vez que entraron a una enorme mansión, que a pesar de ser una casa moderna era gigante, el conductor le abrió la puerta para bajar, luego la guio hasta la entrada donde tocó el timbre. No se molestó en esperar que abrieran la puerta, simplemente se marchó dejando a Catra sola. La morena no sabía qué hacer para aplacar sus nervios. La espera se le hizo eterna, aunque supuso que en aquella enorme casa llegar a la entrada debía ser toda una odisea.

Toda la estructura parecía rectangular o cuadrada en cierta manera, pintada de blanco la mayoría de las murallas, pero destacaban mucho los ventanales, daba la impresión de que si rodeabas la casa podías ver todo en su interior. Pero como estaba debidamente cercado alrededor, en realidad el lugar tenía bastante privacidad. La morena entendía porque una casa así se encontraba en las afueras de la ciudad, ya que abarcaba bastante terreno.

Por fin abrieron la puerta, una mujer alta y fornida, de largo cabello rubio amarrado en una coleta con un extraño jopo, la recibió. Vestía un traje blanco de dos piezas, cuyos botones destacaban por ser dorados, al igual que sus finos tacones. La blusa bajo la chaqueta también era blanca. Su cuello ostentaba una pequeña cadena dorada con un dije que representaba unas alas. Al parecer, la mujer era fanática del color blanco. Por unos segundos sus miradas se encontraron, y Catra se perdió en aquellos ojos azules.

—Hola, tú debes ser Catra ¿no? —preguntó con una amplia sonrisa. La morena asintió en silencio. Por alguna razón se sentía intimidada y no tenía ganas de entrar — Pasa por favor.

Catra entró algo desanimada, la casa era enorme, tenía un recibidor que daba a unas escaleras al entrar. La mujer la guio hacia la izquierda, donde había una enorme cocina, con una isla al medio, un refrigerador de dos puertas y mucho espacio de almacenamiento.

—¿Quieres algo de beber? —le preguntó amable a la morena.

—Sólo agua, gracias.

La mujer la miró divertida, sonriéndole. Sus ojos parecían tener una chispa al mirarla, lo que irritaba de alguna manera a Catra, sentía que se iba a burlar de ella.

—No seas modesta conmigo, puedes tomar lo que quieras, tengo cerveza, vino, vodka, tequila, lo que se te ocurra.

—Estoy bien, gracias.

—Creo que partiremos con unas botellas de cerveza —le guiñó un ojo, lo que descolocó a Catra. Acto seguido destapó un par de botellas y le pasó una a la morena, que seguía de pie claramente incómoda.

—Salud —dijo Catra, tratando de aliviar el ambiente. Bebió un sorbo, pero su acompañante no bebió nada, sólo la observó. Así que no fue capaz de beber de la botella otra vez.

—Eres hermosa, Catra, pero supongo que eso lo sabes. Disculpa mis modales, ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Adora Grayskull.

Por toda respuesta, la morena bebió otro sorbo. Necesitaba algo de alcohol para relajarse, pero sospechaba que ni siquiera con eso se relajaría. La rubia también bebió algunos sorbos, sin quitarle la vista de encima. Catra no sabía dónde meterse. Comenzaba a creer que había cometido un gran error al firmar ese contrato.

Adora dejó la botella sobre la isla, acercándose lentamente hacia Catra, ya que no quería asustarla. No estaba segura de cómo abordarla, sólo de una cosa estaba segura, esa noche se metería entre las piernas de la morena. Catra dejó la botella en la isla, se sentía acorralada, y aunque su primer instinto era querer correr, se mantuvo firme en el mismo lugar. La rubia le sujetó suavemente del mentón, levantando su rostro levemente.

—Tus ojos… son hipnotizantes. No pude apreciarlos en las fotos. No me equivoqué al escoger esa agencia.

Catra desvió la mirada al escucharla terminar la frase. Al sentir la cercanía de Adora, su corazón se había acelerado, pero al mencionar la agencia, volvió su incomodidad.

—Estoy aquí porque no tengo otra opción. ¿Por qué no vamos al grano? —dijo con cierta soberbia Catra, estaba a la defensiva.

Adora rio despacio. La gatita tenía sus garras, al parecer.

—Créeme que es la primera vez que contrato servicios de una agencia como la tuya. Pero no es la primera vez que tengo una relación así. Es sólo que, no tengo tiempo para escoger a la adecuada para mí, por eso opté por hacerlo de esta manera. La verdad me sorprendió la eficiencia de su sistema.

Adora comenzó a pasearse, dirigiéndose a las escaleras, Catra la siguió, no tenía otra alternativa. La rubia parecía moverse de forma elegante y sensual a la vez, la morena no podía dejar de mirarla, se dio cuenta que, muy a su pesar, el deseo estaba despertando hambriento en su interior. Adora se hacía la desentendida, sabía muy bien que era observada, pero siguió hablando.

—Ya he analizado muy bien lo que estás dispuesta a hacer. Tengo algo planeado para esta noche, pero, por mucho que "quieras ir al grano", esto no funcionará si no te comunicas conmigo, Catra. Primero hay ciertas reglas que vamos a establecer antes de entrar a la habitación. Pero antes que nada, tendremos una cena ligera.

La llevó a una terraza, donde había una mesa redonda con dos platos servidos y una botella de vino. Catra suspiró, a pesar de todo, estaba realmente hambrienta, ya que no comía desde el almuerzo. Estuvieron charlando con tranquilidad, más que nada, Catra respondía las preguntas que le hacía Adora, quien parecía realmente interesada en sus respuestas.

Las copas de vino iban en aumento, hasta que la morena por fin parecía más relajada, incluso sonrió un par de veces, lo que hacía feliz a Adora, a su vez, despertaba de alguna manera su apetito sexual. Tenía muchas ganas de ver la expresión de placer de la morena, de verla gemir por su causa. Se relamió los labios de sólo pensarlo, lo que no pasó desapercibido por Catra, quien no pudo evitar sentirse excitada en cierta manera.

A medida que avanzaba la velada, Catra se había sincerado consigo misma, quería tener sexo con Adora, incluso en aquellas circunstancias, aunque no fueran las convencionales, incluso comenzó a pensar que la situación tenía sus ventajas, hasta que estuvieron frente a la puerta de la habitación de la rubia.

—A partir de ahora, harás lo que yo diga. Tu deber será complacerme, ¿entendido?

Catra parecía genuinamente sorprendida por el rol que le estaban asignando. Adora percibió de inmediato que tenía dudas. Se acercó nuevamente para sujetarla del mentón, obligándola a que la mirara a los ojos.

—Si haces lo que te digo, la pasaremos muy bien, te lo prometo —le dedicó una sonrisa perversa. La morena tragó saliva, sabía bien en qué se estaba metiendo, sabía muy bien también que se estaba mojando gracias a la rubia.

—De acuerdo.

La habitación era bastante minimalista. La luz era blanca e iluminaba todo, por lo que se podía ver desde un comienzo que no había demasiadas cosas allí. Había una cómoda enorme, una cama con doseles, los cuales tenían cadenas colgando a la vista, y una ventana. Una vez que Adora cerró la puerta, el ambiente cambió por completo, volviéndose más íntimo y pequeño.

—Es hora de desnudarnos, Catra —dijo a espaldas de la morena, dándole escalofríos.

—Déjame desnudarte —pidió la morena. Tenía ganas de ver qué escondía bajo ese traje elegante.

—Me temo que no te has ganado ese derecho —dijo Adora, acercándose a ella, tocando sus hombros, recorriendo la piel de sus brazos. Era suave, tal como esperaba. Catra ahogó un suspiro, ese simple toque le había puesto ansiosa.

Adora levantó la sudadera de Catra para quitársela, admirando su espalda por unos segundos. Su mano la acarició por un momento, para luego abrazarla por la cintura, pegándose a ella, y deslizando sus manos hacia adelante para desabotonar su pantalón, bajar el cierre, todo lentamente, para que la morena fuera consciente de cada acto que hacía. Catra sentía la respiración de Adora en su cuello, lo que le producía cierto cosquilleo. Y por alguna razón, que intentara quitarle los pantalones de esa manera le había excitado.

Sólo quedaba la ropa interior. Pero Adora le iba a preguntar una vez más, para asegurarse de que no hubiera arrepentimientos.

—¿Estás segura de continuar, Catra? Si dices que no, dejaré la habitación para que te vistas y te enviaré a tu casa, sin represalias.

Catra suspiró. Estaba ardiendo de deseo, quería que Adora la cogiera.

—Estoy segura —respondió con confianza.

—Muy bien.

Catra terminó de desvestirse por sí misma, mientras Adora se quitaba su ropa. La morena se volteó, no pudo disimular su sorpresa. El cuerpo de la rubia estaba sumamente trabajado, su abdomen estaba bastante marcado, sus brazos se veían fuertes y sus piernas fornidas, casi parecía el cuerpo de una atleta profesional. Sus pechos eran más grandes que los de ella, por lo que tragó saliva, se sintió pequeña en comparación a Adora.

Casi retrocede cuando la rubia avanzó hacia ella, para atraparla en un abrazo por la cintura. La besó con intensidad, sus lenguas se encontraron pronto, las manos de Adora bajaron al trasero de Catra, el cual apretó ligeramente, lo que hizo que la morena jadeara. Su cuerpo se estaba calentando por el contacto de la rubia, que pronto la empujó hacia la cama. Se trepó sobre ella como un felino que acorrala a su presa, y eso que la felina era Catra.

La morena se sentía incapaz de moverse, sólo miraba esos ojos azules presa de algún tipo de hipnosis, mientras su sexo no dejaba de mojarse más y más. Adora mordió su cuello, por lo que Catra soltó un gemido. Se sentó a horcajadas sobre la morena, de pronto ella misma agarró sus propios pechos.

—Vi que estabas mirando aquí. ¿Quieres probarlas?

Catra asintió frenéticamente con la cabeza. Adora apoyó sus pechos sobre su cara, haciendo que la morena se sintiera en el cielo, literalmente era como si dos nubes suaves y redondas rodearan su cara. Las tocó y amasó, y se llevó sus pezones a la boca, recorriendo con su lengua en círculos, lo que hizo jadear a la rubia, que sentía crecer la excitación en su sexo.

Volvió a atrapar la boca de Catra con un beso, para luego separarse abruptamente de ella.

—Ponte en cuatro —le ordenó a la morena. Ella hizo caso sin pensarlo demasiado. Adora la tomó de la cola para levantar más su trasero, quería una vista completa. Catra gimió ante el acto, lo que hizo sonreír con lascivia a la rubia. Le dijo que esperara en esa posición, mientras iba a buscar en la cómoda lo que necesitaba.

Primero, le puso una venda a Catra.

—Esto intensificará todo lo que te haga, Catra —le susurró en el oído. La morena asintió, estar en esa posición tan comprometedora, sin saber qué estaba haciendo Adora, le fascinaba. Nunca había estado tan excitada en su vida, aquella situación se estaba volviendo más emocionante de lo que esperaba.

Al cabo de un rato, luego de escuchar sonidos que no supo identificar, sintió que Adora se subía a la cama nuevamente. Sujetó con ambas manos su trasero, para luego introducir su lengua en su sexo que ya se estaba escurriendo. Catra gimió alto, y la rubia siguió embistiéndola con su lengua, para luego lamer su clítoris, lo que hizo que la morena se moviera, pero Adora volvió a sujetarla de la cola.

—Quieta —le ordenó. Pero Catra no podía controlarse, así que la rubia dejó de usar su lengua en ella. La morena notó que Adora cambiaba de posición. De pronto, sintió que algo se deslizaba en su interior, entonces supo que los sonidos que había escuchado era que la rubia se había puesto un arnés.

Las embestidas eran cada vez más rápidas, Adora sujetaba a Catra con una mano en sus caderas y la otra de la base de la cola, dando como resultado que la morena no dejara de gemir su nombre. Catra no supo en qué momento su mente quedó en blanco y alcanzó el orgasmo. Adora dejó que descansara un rato, deleitándose con el cuerpo de la morena, no podía dejar de mirarla, sus pechos, su abdomen, su sexo, sus muslos, todo le parecía apetecible, y quería seguir jugando con ella.

—Es hora de probar algo nuevo —le dijo mientras le quitaba la venda. Sin poder contenerse, se puso a lamer los pechos de Catra, sus pezones endurecidos parecían llamarle como si de un dulce se tratara. La morena jadeó en respuesta, aún no se recuperaba del orgasmo anterior y ya estaba excitada de nuevo.

Adora, usando sus dedos, jugueteó con el sexo de Catra, que seguía bastante húmedo. Sin embargo, antes de dejarse llevar, le mostró un huevo a la morena, que era un vibrador. Lo encendió y lo introdujo en su interior, éste tenía una especie de hilo para retirarlo con facilidad. La sensación intensa hizo que Catra gimiera de placer de inmediato.

Adora se quitó el arnés, y se lo pasó a Catra.

—Ahora tú lo usarás, mientras ocupas el vibrador —le explicó.

Catra se colocó el arnés con ayuda de Adora, quien una vez que se lo colocó, parecía sentir más las vibraciones en su interior. Sin embargo, no quiso perder el tiempo, y una vez que la rubia se recostó, penetró suavemente, con cada embestida las vibraciones se sentían más fuertes.

Catra intentó en vano ahogar sus gemidos lamiendo los pechos de Adora, algo que quería hacer desde que los vio.

—Más rápido —pidió Adora, murmurando.

Catra aumentó el ritmo de las embestidas, sentía que estaba perdiendo la cabeza, las vibraciones, tener el cuerpo de Adora debajo del de ella, era demasiado a la vez. Increíblemente, ambas alcanzaron el clímax casi al mismo tiempo. Catra se quitó el arnés luego de salir del interior de la rubia, y enseguida el vibrador.

Sin perder el tiempo, introdujo el vibrador en el interior de Adora, mientras lamía ese nodo de placer. La rubia estaba desprevenida, era el momento ideal para mostrar su verdadero talento. Adora olvidó completamente los roles a los que estaban jugando, dejándose llevar por la lengua cadenciosa de Catra, que junto con el vibrador, eran una combinación fatal.

La noche prosiguió con ambas explorando sus cuerpos, probando otros juguetes, descubriendo que eran extraordinariamente compatibles sexualmente. Ninguna supo en qué momento pasó, pero se durmieron. Al despertar, Catra se encontró en una cama que no era la suya, siendo abrazada por la espalda por una amazona rubia. Ni siquiera sabía que hora era, pero por la luz que emitía la ventana supo que por lo menos era mediodía.

Su cuerpo estaba algo adolorido, pero se sentía dichosa. Incluso, no le molestaba la idea de tener una sugar mommy como Adora. Nunca esperó que las cosas terminaran así. La rubia se removió en su lugar, pero no soltó el agarre.

—Adora, ¿estás despierta?

—Sí, sólo quedémonos un rato así, por favor.

—Está bien. Es sólo que, creo que es algo tarde.

—No me importa.

Catra sonrió, parecía una niña consentida.

—Es que tengo que trabajar hoy en la tarde.

Adora suspiró con hastío, y se separó de Catra. Ambas se levantaron y vistieron, para comer, que al final terminó siendo un almuerzo.

—Me gustaría volver a verte —dijo antes de despedirse Adora. El chofer estaba esperando a Catra.

—A mí igual.

—Puedo ayudarte, sabes…

—No es necesario, podemos repetirlo sin necesidad de una agencia, ya tienes mi número —dijo sonriendo Catra, para finalmente meterse dentro del auto y marcharse.

Adora sonrió complacida, aquello sería el inicio de algo bueno, podía intuirlo. Mientras tanto, Catra pensaba en que nunca imaginó que consideraría tener una sugar. Esa tarde trabajó de muy buen humor, y al final del día, pensó en que debía agradecerle a Lonnie por haberle entregado esa bendita tarjeta.