Muchas gracias a todos por los comentarios y las recepciones positivas que la historia ha tenido hasta ahora. Los dejo con el segundo capítulo, no sin antes agradecer particularmente a los que se molestaron en dejar una review, y responderé a algunos puntos:
andres888: Para los crossovers sí será bastante necesario, pero creo que, por ejemplo, no haber leído Power Chord no afectará en absoluto el entendimiento de esta historia. Ace Savvy definitivamente ayuda porque habrá callbacks, eso es cierto. En efecto, como dices, la vida de Lori y Leni se irá explorando en flashbacks y conversaciones a lo largo de la historia. Sí tengo que avisar por las dudas que Lincoln tiene un papel secundario en esta historia, el arco de Lori no está definitivamente atado a él (aunque algunas de las cosas que mencionas sí serán parte de la historia).
daglas99: Eventualmente sí, terminaré las portadas que me faltaron de Power Chord, y la idea es también hacer para esta, pero ando muy ocupado con dibujos últimamente así que no estoy con tiempo para hacer una portada por capítulo jajaja. Y gracias por seguir Rewrite the Stars, es mi proyecto favorito.
Luis Carlos: No sabemos nada de los padres biológicos de Lori y Leni. Un gran misterio... En fin, es como dices, es raro para ella ver a alguien usar el traje y nombre del hombre que se convirtió en su mentor. Ya irá trabajando en eso a medida que la historia avance. Quizás, o quizás no, no lo sé. En un mundo lleno de superhéroes y villanos, hay muchísimas armas y equipamiento que el mercado negro utiliza para tratar de contrarrestarlos. No todo está relacionado jaja.
Jairo de la Croix: No es tanto que quiera impresionar "a dos chicas". Es más que nada que Lincoln todavía siente que tiene que demostrarle al mundo que es un héroe verdadero con todas las letras, y no sólo un niño jugando a disfrazarse. Va más por ese lado.
Luna PlataZ: Tus halagos son siempre una caricia a mi alma jajaja Muchas gracias. Ya tiraste una predicción, así que veremos qué pasa. Y veo que sigues entusiasmada con que Thornhead es Rita jajaja Ya veremos. Y eso que mencionas de cómo se ve a Lincoln es muy intencional. Esta historia está narrada desde el punto de vista de Lori, y para ella, Lincoln es todavía un niñito. Eso tiene mucho que ver en cómo se percibe el personaje.
Capítulo 2: Los vecinos.
Contrario a lo que la mayoría piensa, la peor parte de ser un héroe no es arriesgar la vida para proteger a los demás. Eso es una responsabilidad que debemos tomar muy en serio, nunca podría ser una molestia. No, la peor parte es el papeleo.
—Entonces, ¿estás de acuerdo con el informe? —Me preguntó el oficial, levantando la vista de la tableta donde había escrito y leído mi declaración.
—Sí —respondí sin mucho ánimo. Hacía ya casi cuarenta minutos que estaba de pie a un lado de la acera, describiendo todo lo que había ocurrido en la persecución y respondiendo las mismas preguntas de siempre.
—Perfecto. Por favor, firma aquí para dejar sentada tu satisfacción con el informe escrito y con la transcripción de tus declaraciones.
Tomé la tableta y el stylus que me ofreció, y firmé el documento digital.
—Genial —dijo el oficial, tomando de regreso su equipamiento—. Si la versión de los civiles y los oficiales coincide con tu declaración y la de Eclipse, quedarían exentas de cualquier demanda civil por daños colaterales.
—Qué bueno saberlo.
—Muchas gracias por su servicio a esta ciudad.
—Igualmente.
Sin ánimos de continuar perdiendo mi tiempo, me elevé en el aire y ascendí hasta la azotea del edificio más cercano, donde Leni me esperaba sentada y revisando su teléfono.
— ¿Estás lista? —Le pregunté, moviendo mis brazos para estirarlos luego de un largo rato sin acción.
—Sí —respondió, todavía sonriendo hacia la pantalla de su teléfono—. ¿Por qué te enfada tanto hablar con los policías? Son muy educados con nosotras.
Las conversaciones con Leni nunca eran sencillas. Es difícil hablar cuando la otra persona puede sentir cada emoción que inunda tu corazón, y no hay nada que puedas hacer para evitarlo.
O bueno. Casi nada.
—No son ellos. Es… todo el proceso. Perdemos mucho tiempo.
—Oh. Ya veo.
—Además… estoy bastante golpeada —admití.
Leni levantó la vista, dejando su teléfono de lado y acercándose a mí con una mirada preocupada.
— ¿Te lastimaron? —Me preguntó, mirando a mi traje sucio y raspado— ¡Lo siento mucho! ¡Si tan sólo hubiera sido más rápida controlando el coche y asegurándome que todos estuvieran bien! ¡Podría haberte ayudado!
—Hey —le dije, colocando una mano sobre su hombro—, hiciste lo que te pedí. Recuerda, lo más importante es que nadie más salga herido. Y tú te encargaste de ello.
—Tú saliste herida —contraatacó, tomando mi mano entre las suyas—. Tú también cuentas.
—Los civiles son más importantes que los héroes.
—Pero… —miró a un lado y hacia el otro, asegurándose que no hubiera nadie, y luego se inclinó hacia delante y susurró:— Tú no eres sólo Nova. También eres Lori. Y Lori es una civil.
Sonreí, y mi corazón bombeó con más fuerza. Leni era definitivamente la persona más amable que conocía, siempre preocupada por otros. Y las dos éramos increíblemente dependientes la una de la otra.
—Lo sé. Pero sólo me duele un poco, ¿okay? No te preocupes, no pasó nada grave.
Lo decía con honestidad y sintiéndome increíblemente agradecida por tener una hermana tan atenta y cariñosa. Y ella lo percibió, lo cual ayudó a calmarla. Sonrió y asintió.
Perfecto. Ahora que estaba tranquila, era hora de hacer mi jugada.
—Aunque, honestamente, creo que necesito tomarme el resto del día libre —dije, frotándome las costillas donde me habían golpeado sin piedad—. Necesito descansar antes de poder seguir patrullando.
— ¡Oh, entonces vamos a casa! —Ofreció de inmediato— ¡No te sientas culpable, ya hiciste muchísimo por un día!
—No… no es eso por lo que me siento culpable —preparé, mirando en otra dirección para no tener que verla a los ojos.
— ¿Huh? ¿Entonces, por qué…?
Me tomé un segundo, considerando mis palabras y eligiéndolas con cuidado.
—Es que… bueno, lo que me dijiste de Ace Savvy… creo que fui muy duro con él —mentí. Lo cual, en circunstancias normales, no habría sido una buena idea, ya que Leni podría detectar inmediatamente la inconsistencia entre lo que decía y lo que sentía.
A menos que tuviera una pantalla de humo.
—Oooh, ya veo —dijo, asintiendo como si de repente todo tuviera sentido—. Con razón.
—Sí. Así que estaba pensando… Él se fue a patrullar la otra parte de la ciudad. ¿Por qué no vas a buscarlo y hablar un poco con él? Ya sabes, trata de animarlo, asegúrate que lo que le dije no lo haya afectado negativamente.
Las comisuras de los labios de Leni se alzaron y su rostro se iluminó, como siempre lo hacía cuando hablábamos del nuevo Ace Savvy.
— ¡Es una excelente idea! ¿Vienes conmigo?
—No, no. No quiero verlo ahora mismo. Además, voy a estar volando un poco para desentumecer los músculos.
— ¿Segura que no quieres venir? —Preguntó, frunciendo el ceño como si algo no tuviera sentido.
Por un segundo entré en pánico, pero me recompuse de inmediato para mantener las apariencias.
—Sí. Confía en mí, creo que lo mejor es que vayas por tu cuenta.
Ninguna mentira en esa oración. Mis sentimientos eran claros, fácil de leer para ella.
—Okay. Está bien, iré a buscarlo. ¿Dónde nos encontramos?
—En la parada del autobús de la plaza de siempre. Dentro de… una hora y media, ¿te parece?
— ¡De acuerdo!
Las dos nos elevamos de la azotea, flotando en medio del aire. Ella con elegancia, yo con mi aura azulada rodeándome.
—Y Nova —me dijo, usando mi nombre de heroína como siempre que estábamos en público—, en serio, no te sientas tan culpable. Ace es un buen chico, no va a guardarte rencor ni nada de eso. ¡Seguro que te perdona si te disculpas!
—Gracias, Eclipse. Es bueno saberlo. Nos vemos más tarde.
Y sin más, las dos nos alejamos en direcciones opuestas. En cuanto estuve finalmente sola, dejé escapar un gran suspiro.
—Mi culpa no es por lo que le dije a Ace, Leni —pensé para mí misma—. La culpa que siento es por engañarte. Perdóname, pero no quiero que cargues con ninguna preocupación ni estrés extra. No si puedo cargarla por ti.
De pie en la acera, tomé el papel donde había anotado la dirección y volví a mirarlo, esperando quizás que por arte de magia las palabras y números allí escritos se modificaran y yo pudiera respirar aliviada sabiendo que me había equivocado. Pero no, mi letra no cambió, y yo me encontraba en el lugar indicado.
Observé la estación de servicio de arriba a abajo. El edificio era como el hijo de una casa de terror y la tienda de un vagabundo, haciendo cosplay de un vagón de tren. Las telarañas que colgaban del techo parecían lo suficientemente grandes como para atrapar una paloma, las ventanas estaban tan sucias que parecían polarizadas, y una colección de cestos de basura llenos me hizo creer que en lugar de sacarlos, el dueño del lugar sólo colocaba nuevos cestos cuando se llenaban.
Cubrí mi rostro con mis manos, y mi aura estalló como una llama a mi alrededor mientras hacía lo posible para no gritar indignada. ¿Es que había escrito mal la dirección? No era posible, lo había revisado mil veces la noche anterior. Había preparado mil excusas para que Leni fuera a otra dirección y me dejara llegar allí por mi cuenta. ¿La información había sido equivocada, entonces?
Mi cabeza me decía que ni siquiera debía molestarme en entrar, pero no podía darme ese lujo. Este lugar era mi última esperanza, mi última oportunidad para asegurar un mejor futuro para Leni. Así que, tomando aire y preparándome como si estuviera dirigiéndome a una batalla de vida o muerte, me acerqué a la entrada de la tienda.
La abrí con cuidado, y al entrar, el repugnante hedor de queso cheddar y hot dogs quemados inundó mis fosas nasales. Ni siquiera el spandex de mi máscara, diseñado específicamente para permitir el paso del aire pero no de ciertas sustancias tóxicas, logró detenerlo. Miré a mi alrededor, notando las estanterías vacías, los restos de envoltorios y papeles esparcidos por el suelo, y una mancha en la pared que se veía sospechosamente como una cucaracha. Era un escenario postapocalíptico.
— ¡Oye, nada de chusmear! —Llamó de repente una voz vieja y rasposa desde el mostrador— ¡Esto no es un museo! ¡O compras o te largas!
Entrecerré mis ojos y le dirigí una mirada escrutadora al hombre. Era un hombre mayor excedido de peso, con mechones de cabello gris descuidado y despeinado que se pegaba a los costados de su cabeza como un algodón de azúcar hecho con plomo y polvo de zapatos. Llevaba puesta una camisa roja con manchas de mostaza, y un mapache acostado debajo de su nariz.
O, no, esperen, era un bigote.
—Buenas tardes —dije, ignorando su rudeza y acercándome al mostrador, deteniéndome sólo cuando estuve lo suficientemente cerca para confirmar que la mancha era en realidad una cucaracha—. ¿Es usted el dueño de este… elegante establecimiento?
— ¡Así es, chica! ¡Estás hablando con Flip! ¿Qué puedo venderte?
—Flip. Muy bien, señor Flip, yo soy Nova —dije con solemnidad, colocando mis brazos en mis caderas.
Esa era mi pose de prensa, la que usaba cada vez que decidía hablar con algún reportero o reportera para enviarle un mensaje a los ciudadanos de Royal Woods. Usualmente inspiraba respeto y admiración, y a veces algo más por parte de la población soltera de la ciudad.
—Ya sé quién eres, cariño —me dijo sin siquiera inmutarse—. Si quieres que te dé algo gratis sólo porque ayudas a la ciudad, lo siento, no estoy en condiciones de hacer caridad.
Apreté mis puños y mi mandíbula, evitando que mi aura se materializara. Él era mi última oportunidad, no podía hacerlo enfadar o asustarlo. Debía tener fuerza. Por Leni.
—No vine a pedirle caridad, señor Flip —dije con la sonrisa más grande que logré fingir—. Vine por un anuncio en el periódico acerca de una agencia de publicidad y aseguradora.
El rostro de Flip cambió por completo de un instante al otro. Casi pude ver sus pupilas adoptando la forma de unos símbolos de dinero, y se enderezó tan rápido que su columna tronó como un xilofón.
— ¡Oh, eso lo explica todo! —Su tono cambió a uno mucho más amable e interesado— ¿Así que viniste a hablar de negocios?
—Uh… ¿Es usted el encargado de la agencia?
— ¡Así es! ¡Flip's: Comida y Combustible, y Agente Publicitario de Primer Nivel!
—Eso definitivamente no está en el cartel de entrada.
—Demasiados caracteres, muy caro de imprimir. ¡Pero eso no importa! —Se apoyó en el mostrador y se inclinó hacia delante— ¿Entonces, qué es lo que quieres, eh? ¿Una sesión de fotografías con mis conservas? ¿Un cartel publicitario en la calle bebiendo mis batidos? ¿Un servicio de lavado de autos en la entrada de la estación de recarga de combustible? ¡Mostrarte con mis productos será fantástico para tu imagen de heroína!
—Espere, ¿qué? —Dije, sacudiendo la cabeza— ¡No! No, no necesito publicidad para mí, ¿de qué está hablando? Necesito un auspiciante que pueda darme un Seguro de Superhéroe.
Flip permaneció en silencio durante unos instantes. Y luego comenzó a reírse a carcajadas, golpeando el mostrador con su puño cerrado y presionando su pecho como si temiera que sus pulmones se escaparan. Me quedé observándolo, muda y sin saber cómo reaccionar. Continuó riendo hasta que comenzó a toser, y debió servirse un vaso de lo que parecía ser cerveza a temperatura ambiente para recuperar el aliento.
—Niña, ¿de qué estás hablando? ¿Un seguro para superhéroes? —Me dijo, mirándome como si fuera la persona más idiota que se hubiera encontrado en su vida— ¡Estamos en Royal Woods! ¡No hay seguros para héroes!
Ya lo había oído todo, por supuesto. En los últimos meses había ido a todas y cada una de las aseguradoras y agencias de publicidad de la ciudad, y todas me habían dado básicamente el mismo discurso. Ace Savvy, el verdadero me refiero, era el único héroe que nuestras empresas habían estado dispuestas a auspiciar y asegurar. ¿Eclipse y yo? Nos habían dado mil y un razones por las que no estaban dispuestos a darnos dinero para apoyarnos.
Éramos muy nuevas. No teníamos suficiente experiencia. Podríamos acabar convirtiéndonos en villanas. Éramos menores de edad. No éramos lo suficientemente atractivas. Éramos demasiado atractivas. Los poderes de Leni no eran lo suficientemente llamativos como para atraer a los ciudadanos. Mis poderes eran demasiado destructivos como para ofrecerme un seguro contra daños. íbamos a desaparecer en un par de meses de todas formas.
Sin importar lo mucho que discutiera, implorase, o rogara, siempre acababa rechazada. Lo había intentado todo y con todos, y no había logrado obtener un sólo resultado positivo.
Y Flip, por mucho que lo detestara, era mi última esperanza.
—Vamos, Flip, tú pareces ser un hombre de negocios —dije, tratando de alagarlo para que se sintiera más cómodo—. Soy la heroína más adulta de Royal Woods en este momento.
—Ni siquiera pareces tener edad para beber.
—No necesito beber para salvar a todos. Eclipse también es fantástica. ¡Imagina toda la publicidad que podrías ganar si nosotras recomendásemos tu tienda! Te llenarías de clientes.
—Ni aunque toda la ciudad me comprara un Flippee podría pagar por un seguro para ti —me dijo con desdén—. Vi lo que hiciste hace unos meses, peleando contra ese robot de Tetherby. Tú y tus amiguitos destruyeron una fábrica y dos calles enteras. Hoy mismo destrozaron una calle en una persecución, lo vi en las noticias. ¡Hay que estar loco para invertir en ustedes! ¿Y qué hago con todo el dinero que les de una vez que la maldición se las lleve, eh? ¿Quién cuidará del pobre Flip entonces? Lo siento cariño, no me convertí en un exitoso empresario regalando dinero al primero que viene a pedirlo.
Coloqué ambas manos sobre el mostrador, rogándole con la mirada.
— ¡Flip! ¡Por favor! ¡No tiene que ser demasiado! Sólo… ¡sólo lo suficiente para pagar un alquiler!
— ¡Ha! ¡Si tuviera dinero para pagar un alquiler no dormiría en mi camioneta! No hay trato.
Y así sin más, mi última esperanza se desvaneció, esfumándose como una vela en un temporal. Mis brazos se relajaron y cayeron hacia los costados, colgando como peso muerto.
—Ya conoces las reglas: compra algo o vete.
Tardé unos instantes en reaccionar. Entendí que no había nada que pudiera hacer para que cambiara de parecer. Una vez más, había fallado como hermana mayor. Sin dirigirle la palabra, me alejé hacia la puerta.
Habría atravesado el techo y volado directo hacia mi encuentro con Leni, pero desafortunadamente, no tenía un seguro que cubriera los daños.
—Pasen —dijo la suave voz—. No tengan miedo. Es suyo.
No sin cierta timidez, Leni y yo atravesamos el umbral y nos adentramos en el departamento. Era relativamente pequeño, al menos comparado con nuestra vieja casa. Pero, ¿para dos chicas de doce y once años? Era una mansión. Demasiado grande, de hecho.
—El tocador está por allí —dijo el hombre, señalando la puerta a la derecha de la entrada—. Tiene un lavabo y un inodoro, perfecto para las visitas. Por aquí está la cocina. Tiene un horno microondas y una heladera bastante amplia, no deberían tener problema. Lamentablemente no hay un comedor propiamente dicho, pero tienen la barra desayunadora de la cocina, y también pueden comer en el sofá. El baño principal está por allí, y hay una habitación pequeña a cada lado. Las dos tienen ventanas hacia el lado trasero del edificio, así que el sol de la mañana no les va a molestar. Y por allí está el balcón. No tiene mucho espacio, pero sirve para tomar un poco de aire, y en verano ayuda a ventilar.
Leni y yo no hablábamos mucho en aquel entonces. Todavía estábamos increíblemente golpeadas por la muerte de nuestros padres adoptivos, y tener que mudarnos tan pronto era una locura. Apreciaba el tour y todo lo que él estaba haciendo por nosotras, pero no podía demostrarle el agradecimiento que sentía. No me era posible indagar tan profundo dentro de las arenas movedizas de mi depresión, tragando cualquier otra emoción que intentara escapar.
Él pareció notarlo, y muy cordialmente tomó nuestras maletas, las dejó a un lado, y nos guió hasta sentarnos en el sofá, colocándose de rodilla frente a nosotras para estar a la altura de nuestros ojos. Se peinó descuidadamente con una mano y arregló su corbata sin motivo aparente.
—Lori… Leni… No voy a mentirles. No voy a pedirles que sonrían o que miren hacia delante. Ustedes son muy maduras, y saben que esto no es algo que se solucione con unas simples palabras de motivación —nos dijo con solemnidad—. Tómense el tiempo que necesiten para dejar salir todo lo que sienten en su interior. No luchen contra ello. Es normal sentir que estamos en un océano que trata de empujarnos hacia las profundidades oscuras. Y a veces parece que lo más fácil es sólo dejarse hundir.
Leni comenzó a llorar en silencio, y mis propias lágrimas no tardaron en aparecer. Sus palabras eran demasiado reales.
Colocó una mano sobre nuestros hombros, dándonos unas suaves palmadas para animarnos, o al menos dejarnos saber que no estábamos solas.
—Pero aún con todo lo que han perdido, se tienen la una a la otra —nos dijo—. Nunca lo olviden. Su unión es el tesoro más preciado que tienen. Cuídenlo, y refúgiense en él.
Abrió y cerró la boca, como si estuviera pensando con cuidado sus siguientes palabras.
—Y, hasta donde me sea posible, yo también me aseguraré que no les falte nada. Tengo contactos con la alcaldía y el sistema de justicia. No voy a dejar que vayan a un orfanato. Este será su hogar, y será de ustedes. No será fácil… pero ustedes son fuertes.
No pudimos responder de inmediato. Nos llevó unos largos minutos desahogarnos en llanto hasta que finalmente Leni recuperó la voz.
—G-Gracias, señor Savvy.
Ace Savvy, vestido de camisa, traje y corbata, le sonrió con su rostro desenmascarado, y tomó un pañuelo de su bolsillo que ofreció a Leni para secar sus lágrimas.
—Ese es mi nombre cuando estoy trabajando —dijo, recordándole lo que ya nos había dicho el día anterior—. Cuando no llevo mi uniforme puesto, soy Spade Nifty.
—Lori, ¿pasó algo? —Me preguntó Leni mientras nos encontrábamos sentadas en el autobús, con las mochilas que cargaban nuestros trajes en el suelo junto a nuestros pies— Estás feliz, pero también triste. Y muy preocupada. ¿En qué estás pensando?
Cerré los ojos y sonreí.
— ¿Recuerdas cuando Spade nos envió entradas para el festival de verano?
Los ojos de Leni se iluminaron con la chispa de una agradable memoria.
— ¡Por supuesto! ¡O sea, fue el mejor fin de semana de nuestras vidas!
—Sí. Lo fue. Todo gracias a él. Estamos aquí gracias a él. Y… y siento que no se lo agradecí como debería haberlo hecho.
Una vez más, estaba engañando a Leni. Era la única forma de hacerlo. Ella podía leer mis emociones, pero no mis pensamientos. Sabía lo que sentía, pero no qué era lo que me llevaba a sentirme de esa forma. Mentirle descaradamente no era una solución, pero si podía encontrar algo más que me hiciera sentir de la misma forma, podía usarlo como un escudo y desviar la atención de mis verdaderos problemas.
Leni se acercó y me abrazó de costado.
— ¡No digas eso! Spade sabía lo mucho que lo queríamos, y lo importante que él fue para nosotras. Creéme. Él sabía.
—Te creo, pero… —suspiré, sintiéndome verdaderamente afectada por la conversación, no sólo pretendiendo— Todo es tan difícil desde que se fue.
Leni se mantuvo en silencio, abrazándome y frotando suavemente mis hombros con su mano.
— ¿Lori?
— ¿Sí?
—Estás haciendo un gran trabajo —me dijo con suavidad—. Él estaría orgulloso.
No podíamos decir demasiado estando en público, pero aún así, aquellas palabras eran precisamente lo que necesitaba. Leni prácticamente era ajena al concepto de mentiras, podía confiar en que lo decía porque realmente lo sentía de esa forma. Y deseaba con todo mi corazón que así fuera. La responsabilidad de tener que mantener una ciudad entera a salvo era demasiado grande, y la idea de que mi mentor estaría orgulloso si pudiera verme me llenaba de alivio.
Incluso si tan sólo era por un fugaz momento antes de que la realidad y todos mis problemas volvieran a azotarme.
—Gracias, Leni. Tú también estás esforzándote muchísimo. No sé qué haría si no te tuviera.
—No te preocupes por eso, porque las dos siempre vamos a estar juntas —me aseguró—. Spade nos lo dijo, ¿recuerdas?
—Sí. Lo recuerdo.
—Mientras estés conmigo, yo no tengo miedo de nada. Porque sé que lo resolveremos juntas de alguna manera —reconoció.
—Sí… Lo resolveremos —respondí, tratando de concentrarme en recuerdos positivos para que mis emociones no me delataran.
Varios minutos más tarde llegamos a nuestro destino. Un pequeño edificio de departamentos, de tan sólo cinco pisos, con tres departamentos en cada uno de ellos. Estaba relativamente alejado del centro de la ciudad, lo cual a veces era un inconveniente a la hora de llegar rápidamente a donde nos necesitaban, pero tenía el beneficio de pasar desapercibido, y de permitirnos cambiarnos a nuestras ropas de civiles lejos de nuestro hogar y regresar a través del transporte público. Nos bajamos del autobús en la esquina, y estábamos llegando a la entrada cuando nos encontramos con uno de nuestros vecinos.
— ¡Hola, señor Howlett! —Lo saludó Leni.
El hombre volteó a vernos. Era un anciano, probablemente más cerca de sus ochenta de que los setenta, pero no había que dejarse engañar por su cabello canoso y las arrugas de su piel. El hombre tenía el corazón y espíritu de lucha de un lobezno. Poco sabíamos de su pasado. Sólo que, según los rumores, era un veterano de guerra. Vivía solo, no era de muchas palabras, y procuraba evitar socializar siempre que fuera posible.
Leni, por supuesto, no desperdiciaba ninguna ocasión para darle charla.
— ¿Cómo está? ¿Se encuentra bien? ¿Qué hizo hoy? —Le preguntó rápidamente, acercándose a él con una gran sonrisa.
El señor Howlet frunció el ceño, apretando con fuerza las múltiples bolsas de compras que cargaba.
—Nada —respondió sin más, dándole la espalda a Leni y dirigiéndose hacia la entrada del edificio.
—Vaya, eso suena aburrido —dijo mi hermana, adelantándose y abriéndole la puerta al anciano.
Me cubrí el rostro con la mano. Leni era excelente leyendo emociones, pero por algún motivo, eso no se traducía en un entendimiento de las relaciones sociales.
—Todo es aburrido cuando eres viejo —dijo de mala gana, entrando al edificio sin siquiera agradecerle.
— ¡Ay, no diga eso! Estoy segura que hay cosas que le divierten. Como… No sé, ver deportes, o sentarse en el parque y quejarse de los niños ruidosos.
—Eso último sí que es un poco divertido.
— ¿Lo ve? ¡Lo sabía! —Celebró Leni, convirtiéndose en una niña ruidosa— Tiene muchas bolsas, ¿quiere que lo ayude a cargarlas?
—No.
— ¿Por favor?
—No.
— ¿Por qué no?
—Porque no quiero tenerlas cerca.
— ¡Oooooh! —Dijo Leni, demasiado alegre teniendo en cuenta lo que le acababan de decir— Bueno, pero voy a acompañarlo hasta su departamento para asegurarme de que no le pase nada, y arrastrando esas bolsas por sí solo se mueve muy lento. Si me diera algunas, ¡los dos llegaríamos más rápido!
El señor Howlett me dirigió una mirada cansada, como echándome la culpa por no controlar a Leni. Simplemente me encogí de hombros.
Él suspiró.
—De acuerdo. Toma estas —dijo, extendiendo algunas de las bolsas con sus compras.
— ¡Yay! ¡Me encanta ayudar!
—Por favor, deja de chillar.
— ¡Ok! —Dijo Leni, volteando a verme— ¡En seguida te alcanzo!
El señor Howlett vivía en el primer piso, y nosotras en el último. A él no le gustaba usar el elevador, así que irían por las escaleras. Saludé a Leni con la mano y me dirigí al elevador, llamándolo y esperando hasta que la puerta se abrió.
Un joven de veintitantos años estaba bajando, pero se detuvo cuando me vio.
—Oh, ¡hey Lori! —Me saludó con su típica sonrisa despreocupada y su acento neoyorquino— ¿Cómo va todo?
—Hola, Ricky —lo saludé, genuinamente feliz de verlo.
Richard Rider vivía en el tercero B, y había sido estudiante hasta hace tan sólo unos meses, cuando se había finalmente graduado de la universidad de ingeniería y electrónica. Era un chico increíblemente amable e inteligente que siempre lograba sacarnos una sonrisa a todos en el edificio.
— ¿Dónde está tu hermana? Es raro ver a una sin la otra —comentó.
—Leni fue a ayudar al señor Howlett con unas bolsas.
Richard rió.
— ¿El viejo aceptó ayuda?
—Él… decidió no oponerse. Ya sabes cómo es.
—Sí. Es el mejor que hay en lo que hace, aunque lo que hace no es muy bueno —bromeó—. Pero es un buen hombre. Es muy amable de tu hermana ayudarlo.
—Sí, bueno, para eso estamos los vecinos, ¿no?
—Exacto. Lo que me recuerda —dijo, tomando su teléfono y buscando algo en él—. Mis tíos me compraron una televisión nueva para celebrar al nuevo ingeniero. O sea que ahora tengo una TV extra. ¿Te interesa?
Extendió su teléfono hacia mí, mostrándome una fotografía de lo que asumí era su anterior televisión. Se veía muy bonita, de al menos cincuenta y cinco pulgadas. Mucho más grande que la que Leni y yo teníamos en nuestro humilde hogar. Y presuntamente mucho más costosa de lo que podíamos darnos el lujo.
Sobre todo en aquel momento.
—Oh, se ve genial, pero no creo estamos buscando comprar una televisión por ahora.
—¡No, no, no! —Me dijo rápidamente— No me refería a eso, no quiero vendérselas, lo siento. Pensaba obsequiárselas.
— ¿Qué? —Dije, tomada por sorpresa.
—Sí, no tengo espacio para las dos, y recordé que hace unos meses les arreglé la suya, así que supuse que quizás les vendría bien.
—Pero… Ricky, no podemos aceptar eso. Es… demasiado.
—Oh, vamos. Tú y Leni me ayudaron con las compras y la lavandería cuando estaba demasiado ocupado estudiando para mis finales. Es lo mínimo que puedo hacer.
—Yo… No…
—Mañana a la tarde se las alcanzo —me dijo, sin darme tiempo a negarme, y alejándose hacia la salida— ¡Saludos a Leni!
Me despedí de él, todavía anonadada por lo que acababa de pasar. Una vez dentro del elevador, sonreí. Ricky era lo más cercano que Leni y yo teníamos a un primo.
En seguida llegué al quinto piso, y me acerqué a mi departamento cuando la puerta al otro lado del pasillo se abrió, y un adolescente un par de años más chico que yo se acercó.
—Hola, Lori —dijo, llamando al elevador que acababa de irse.
—Hola, Sam. ¿Cómo está tu mamá?
—Oh, ya sabes. Ocupada —dijo, sin darle demasiada importancia.
Sí que lo estaba. Esa mujer tenía al menos tres trabajos, y pasaba la mayor parte del día en alguno de ellos. El señor Alexander había desaparecido hacía algunos años. Muchos creían que simplemente los había abandonado, pero Sam, su hermana y su madre todavía tenían cierta esperanza de que algún día lo encontrarían. Sam trataba de actuar como si no le importara, pero Leni y yo habíamos hecho de niñeras para él y su hermana menor lo suficiente como para saber lo mucho que le afectaba.
Además, yo sabía una cosa o dos de perder a un padre.
—Oye, al parecer mañana quizás nos llegue una televisión nueva —le dije, captando su atención—. Es bastante grande. Quizás tú y Kaelynn puedan venir el fin de semana a ver una película o jugar con tu consola.
El rostro de Sam se iluminó, pero desvió la mirada hacia el elevador que acaba de llegar.
—Eso suena genial. Nos vemos.
Se alejó con una sonrisa que trató de esconder, y yo acabé por entrar a mi departamento, feliz por poder devolver un poco de todo lo que me daban.
Pero una vez que encendí la luz y cerré la puerta detrás de mí, el peso del silencio me devolvió a la realidad. Suspiré, y dejé mi mochila sobre el sofá. Me dirigí de inmediato hacia el refrigerador sólo para comprobar que estaba tan vacío como temía. Sin quejarme, tomé un calmante del gabinete para tratar de aliviar el dolor que sentía en todo mi torso y espalda. Fui a mi habitación para cambiarme por ropas más cómodas.
Una vez en la privacidad de mi santuario, tomé algunas ropas holgadas para usar de pijama, y procedí a desvestirme. Antes de colocar las prendas me eché una mirada al espejo. Mi piel tenía desagradables manchas azules y moradas por todas partes. Cortes, moratones, raspones, incluso algunas partes claramente inflamadas. Mis poderes ayudaban a que mi metabolismo se acelerara y las heridas sanaran más rápido de lo normal, pero aún así era demasiado lento. Debía tomarme uno o dos días sin patrullar para recuperarme.
¿Cuándo había sido la última vez que Spade se había tomado un día libre?
Yo no era como él. Era débil. Era descuidada. Por mucho que me odiaba admitirlo, si el nuevo Ace Savvy no hubiera llegado cuando lo hizo…
Sacudí la cabeza. No, no podía pensar de esa forma. Él llegó justo antes de que pudiera realizar mi ataque definitivo. Era mi carta del triunfo, definitivamente me hubiera librado de aquellos delincuentes. ¿Pero de dónde habían sacado esas armas? ¿El mercado negro? ¿Eran residentes de Royal Woods, o habían venido desde otra ciudad?
Tenía mucho por descubrir. Y desafortunadamente, no contaba con los contactos en la policía y las fiscalías que mi mentor había tenido. Prácticamente estaba por mi cuenta. Estaba en mis hombros la responsabilidad de mantener a salvo a todo el mundo.
Pero, ¿qué tanto podían confiarme esa responsabilidad si ni siquiera podía mantener a salvo a mi propia hermana?
En cuanto terminé de vestirme, eché una mirada a las cartas que había estado recibiendo en los últimos meses. Deudas, deudas, y más deudas. Desde el accidente tantos años atrás, Ace Savvy… Spade, mejor dicho, se había encargado de nosotras. Quizás se había sentido responsable en parte por no detener al villano. Quizás fue el hecho de que éramos dos metahumanas sin ninguna familia a la que recurrir. Fuera por el motivo que fuera, él había realizado algún tipo de maniobra legal para convertirse en nuestro guardián. Y desde entonces, se había encargado de todas nuestras cuentas. Él pagaba nuestra renta, nuestros servicios básicos, los impuestos, y nos enviaba cheques todos los meses para que pudiéramos comprar comida y todo lo que quisiéramos. No llevábamos una vida de lujos, pero jamás nos había faltado nada.
Pero pocos meses después de su muerte, hacía casi un año, los cheques habían dejado de llegar. Un abogado había tratado de explicarme la situación, pero el anonimato con el que Spade había mantenido todas sus cuentas y los obstáculos que había puesto para que no pudieran rastrearlo hasta nosotras se había convertido ahora en un problema. Según el abogado, todo estaba dado para que eventualmente pudiéramos continuar accediendo a un fondo de inversiones que él había dejado a nuestro nombre. Pero las confusas circunstancias de su muerte —el Acta de Identidad Secreta prohibía que el público en general e incluso las instituciones tuvieran libre acceso a la identidad de los metahumanos— había desencadenado una batalla legal entre distintos actores, y llevaría varios meses hasta que todo se resolviera.
Por supuesto, el resto del mundo no estaba dispuesto a esperarnos varios meses a Leni y a mí para que pagásemos nuestras cuentas. Y allí radicaba el problema: teníamos exactamente cero fuentes de ingresos por nuestra cuenta. Todavía éramos menores de edad. Las dos estábamos en la escuela secundaria, y todo nuestro tiempo libre lo pasábamos patrullando la ciudad, luchando contra el crimen, o recuperándonos de nuestras batallas.
Y desafortunadamente para nosotras, Royal Woods era prácticamente el único lugar del planeta donde ser un metahumano no era una salida laboral. En cualquier otra ciudad, ser un metahumano te convertía en una celebridad e incontables puertas se abrían para uno. Publicidad, seguros, contratos de imagen, mercadería, biografías, figuras de acción, marcas de indumentaria, contratos con el gobierno. Ser un héroe era una excelente forma de no tener que preocuparse por el dinero.
Y sin embargo, las dos estábamos prácticamente en la quiebra. Leni no estaba del todo consciente de aquel hecho. Yo había hecho lo posible para ocultárselo. Hasta donde ella sabía, todavía continuábamos recibiendo los cheques de Spade. No sabía que estaba utilizando los ahorros que teníamos en el banco a nuestro nombre para costear los gastos diarios. Por suerte para mí, Leni era una persona muy austera. Incluso con su sentido de moda, ella confeccionaba su propia ropa, lo cual hacía todo mucho más barato.
Se merecía mucho más. ¿Qué clase de vida estaba proporcionándole a mi hermana menor? ¿Qué futuro le esperaba? No sólo estábamos en una ciudad que se las arreglaba para hacer desaparecer a todos los metas, sino que ni siquiera recibíamos una mínima compensación por nuestro esfuerzo y sacrificio. No teníamos dinero, no teníamos educación asegurada, no teníamos seguros de salud. Nada.
Dábamos todo por nuestra amada ciudad, y sin embargo, nadie allí estaba dispuesto a darnos una mano. Había intentado todo para encontrar apoyo, pero todos en Royal Woods nos habían dado la espalda.
Pues bien, ya lo había considerado durante varios meses, y hasta donde era capaz de ver, sólo me quedaba una opción.
Una vez cambiada y con el calmante comenzando a hacer efecto, salí de mi habitación con el teléfono en mano, pensando que no me quedaba más opción que pedir una pizza. Sin embargo, oí dos suaves golpes antes de que la llave que había dejado en el lado interior de la puerta giró por sí misma, y Leni entró al departamento cargando una extraña bolsa.
— ¿Qué es eso? —Pregunté, mientras Leni continuaba caminando hacia la barra de la cocina y la puerta se cerraba con sus poderes telequinéticos.
— ¡Oh, el señor Howlett dijo que había preparado un gran estofado de carne! Pero está cansado así que probablemente irá a dormir, y me dijo que me lo llevara para que no se eche a perder. ¡Yay!
Suspiré aliviada. A veces el universo se apiadaba de mi dolor y me daba una pequeña palmadita en la espalda. Esos aleatorios regalos últimamente se habían convertido en nuestra salvación más y más seguido.
—De acuerdo —le dije, guardando mi teléfono—. Preparemos los platos. Y vamos al sofá, tengo algo que discutir contigo.
Leni dejó la bolsa con la cacerola de estofado sobre la barra de la cocina y volteó a verme.
— ¿Qué ocurre?
Me concentré en recuerdos positivos. El festival de verano. El último cumpleaños de Kaelynn. La fiesta de graduación de Ricky. Lo que sea con tal de camuflar mis verdaderos sentimientos de los poderes de Leni.
En cuanto me sentí lo suficientemente preparada, solté la bomba.
—Estoy pensando en hacer un pequeño viaje fuera de la ciudad.
