Vaya, actualización rápida, lo sé. Pues bien, la verdad estuve enfermo estos días y lo único que podía hacer era quedarme en cama escribiendo jajaja Eso y sufrir por estar vivo. Así que aquí está. Disfruten, pero no esperen actualizaciones tan rápidas nunca más. Esto es una extrañeza, un error en la mátrix.
Agradecimientos especiales a los que dejan sus reviews.
daglas99: Por ahora serían 11 capítulos. Quizás eventualmente si alguno se me va de las manos en el largo se tenga que dividir y acaben siendo más. Pero por ahora apunto a 11.
Narancia Maikel 100: Así es, las Empresas Yates (que ya han sido nombradas en otras historias) son parte importante de la ciudad, y están relacionadas con un personaje que pronto conoceremos… pero no en esta historia.
Guest: ¡Gracias!
LOKI RAGNARR: Me alegro que te vaya gustando la progresión hasta ahora. ¡Gracias!
Luis Carlos: No todos son nerds como nosotros lol La Maldición de Royal Woods es real en el sentido de que hay algo que ocurre ahí que nadie puede explicar, y algo causa que los héroes y villanos mueran y desaparezcan. Ahora, si me preguntas si es efectivamente una maldición mágica… pues no lo sé, habrá que esperar para saber, ¿no?
Jairo De la Croix: Me duele decir que, como le dije al lector anterior, para saber más de la maldición de Royal Woods habrá que esperar… mucho, mucho tiempo jajajaja Y me alegro que a alguien le haya gustado el chiste de los crocs, me sentí muy orgulloso cuando lo escribí.
Misugi: Siempre puedo contar con mis inteligentes lectores que van absorbiendo las distintas pistas que voy dando. En efecto, el bosque Evergreen es un lugar muy importante en este Heroverse, y pronto lo estaremos explorando. Y mis planes por ahora son que sea de 11 capítulos. Puede llegar a extenderse eventualmente si me alargo demasiado en alguno.
Thais Tilda 4: ¡Me alegra que te haya gustado!
Capítulo 4: La Cobra.
Cuando llegué a la escena del crimen quedó claro que no se trataba de un accidente, sino de un crimen en proceso. El edificio en cuestión era nada más y nada menos que un banco, y la gran columna de humo negro que escapaba de las ventanas inferiores y la gran puerta de acceso destrozada no dejaban lugar a la duda. Alguien había atacado el banco. La gente salía ahuyentada, cubriendo sus rostros con sus brazos y manos para no respirar el humo. La gente en la calle hacía lo posible para abandonar la escena del crimen, y algunos coches de policía se habían estacionado fuera del banco, colocando vallas de seguridad.
Miré a mi alrededor. Algunos helicópteros comenzaban a acercarse —probablemente estaciones de noticias— pero no había señal de ningún metahumano, héroe o villano. La única opción moralmente correcta era hacer lo que estuviera a mi alcance para ayudar a los civiles. El primer paso era obtener cuanta información pudiera de la situación, por lo que me acerqué a los policías con mi aura brillando intensamente..
— ¡Oficial! —Dije con decisión, tratando de imponer autoridad en mi voz— ¿Cuál es la situación?
Dos policías voltearon a verme. Uno de ellos movió su mano hasta dejarla por encima del arma que cargaba a su costado.
— ¿Eres una heroína o villana? —Preguntó.
—Mi nombre es Nova, soy la protectora de Royal Woods —dije, aunque no esperaba que me reconocieran.
— ¿Royal Woods? —Dijo el otro, frunciendo el ceño— Creí que no tenían héroes en ese pueblo.
— ¿Vienes a ayudar, entonces?
Asentí enérgicamente.
— ¿Cuál es la situación?
Los oficiales intercambiaron una rápida mirada, y tras unos segundos, asintieron con suavidad antes de voltear en mi dirección.
—Un grupo de delincuentes entraron por la fuerza, incapacitaron a los guardias de seguridad y volaron la entrada a las arcas del banco. Hay civiles y empleados dentro. No están tomando rehenes aún por lo que vemos, pero pronto el banco estará rodeado. No sé cómo planean escapar.
— ¿Cuántos delincuentes?
—Al menos cinco. Podrían ser más.
—De acuerdo, yo me encargo —dije, volteando hacia el gran edificio.
Leni y yo habíamos acabado con varios intentos de robos a bancos. La metodología de los delincuentes solía ser muy parecida. Su prioridad siempre era llenar sus bolsos con lingotes de oro o sacos de dinero, y siendo que la explosión acababa de ocurrir, la mayor parte del grupo estaría ocupada en ello. Los otros harían guardia para asegurarse que nadie entrara, o para comenzar a reunir los rehenes si es que no tenían otra forma de escapar más que negociando con las autoridades. Si aprovechaba mi velocidad y hacía uso del elemento de la sorpresa, podía incapacitar a los centinelas para que los civiles escaparan sanos y salvos, y ya sólo me quedaría aprehender a los que estuvieran en la bóveda.
Con mi plan ya decidido, tomé aire, dejé que la energía inundase mi cuerpo, y rápidamente me lancé hacia la entrada del banco, procurando volar por debajo del humo que se aglutinaba en el techo del atrio.
Al entrar, noté de inmediato a varios civiles acercándose a toda velocidad.
— ¿Dónde están los ladrones? —Pregunté.
— ¡La parte trasera! —Me respondió un hombre, señalando hacia atrás sin detenerse.
Sin desperdiciar un segundo, atravesé la estancia, rodeando columnas y el eje de ascensores y escaleras, pasando por los cajeros automáticos y llegando a la zona de atención al cliente, con escritorios, mostradores y rondas de asientos.
En algunas oportunidades, los delincuentes logran camuflarse, mimetizándose con los civiles que tienen secuestrados y volviendo el trabajo del héroe mucho más complicado y estresante de lo necesario. En otras oportunidades, como aquella, nos hacían el trabajo mucho más sencillo al ser los únicos de pie con pasamontañas en la cabeza y pistolas en mano, apuntando a un grupo de treinta personas de rodillas contra una pared.
Por un instante, me pregunté a mí misma qué haría Ace Savvy en aquella situación. Probablemente anunciaría su presencia para que los civiles se relajaran, y haría una broma para que los delincuentes supieran que no le cabía ninguna duda de que vencería y salvaría el día.
Lamentablemente, yo no era Ace Savvy, y las bromas no se me daban como a él. Y tampoco estaba lo suficientemente confiada en mis habilidades, por lo que decidí tomar el camino más rápido y sencillo.
Me catapulté a toda velocidad, lanzando una patada al aire que conectó de lleno con el primero de los tres delincuentes. El impacto fue tal que lo envié directo hacia una pared, dejándolo inconsciente en el acto. Los otros dos delincuentes voltearon, sobresaltados por mi repentina aparición.
Levanté mi mano derecha y lancé un rayo de energía al más lejano, quien tendrían más tiempo y espacio para intentar dispararme. La energía azulada lo golpeó de lleno en el pecho y lo levantó al menos un metro del suelo, arrastrándolo hacia el final de la habitación. No sabía que estaba inconsciente, pero definitivamente no estaría en condiciones de seguir luchando.
— ¡¿Qué carajos?! —Gritó el único que quedaba de pie, levantando su arma para tratar de dispararme.
—Nunca te muevas en línea recta.
El consejo de Ace Savvy resonó en mi mente, y utilizando mis reservas de energía para aumentar mis capacidades físicas, salté en rápidos zigzags, acortando la distancia entre ambos. Él trató de disparar, pero para cuando logró hacerlo yo ya me encontraba a un lado, y logré darle una patada ascendente en la mano. Su disparo se estrelló contra el techo sin lastimar a nadie. Sin forma de evitar mi ataque, no le quedó más remedio que ver impotente cómo le propinaba un puñetazo en la boca del estómago que le quitó el aire y lo dejó tirado en el suelo. Tomé su arma y la desarmé de un tirón.
Volteé a ver a los ciudadanos, que me observaban con gran confusión y reverencia.
— ¿Dónde están los demás? —Pregunté.
Algunos señalaron en dirección a un pasillo al final de la sala.
—Muy bien. Salgan por allí, la policía está preparando un perímetro. Seguramente estarán pidiendo ambulancias por si alguno de ustedes está herido.
— ¡G-Gracias! —Dijo una señora, mientras todos se ponían de pie y huían tan rápido como sus piernas se lo permitían.
Con los civiles a salvo, ya sólo quedaba encargarme de aquellos asaltando la caja fuerte del banco. Volé hacia el pasillo que me habían señalado, y fue tan sencillo como seguir el origen del humo. Al parecer, la zona donde habían detonado la puerta de la caja fuerte estaba llena de papeles, y eran ellos los que estaban creando un incendio. ¿Es que los bancos no conocían los beneficios de digitalizar sus documentos?
Llegué a la entrada de la caja fuerte y encontré a los dos ladrones que se movían a toda velocidad para llenar sus maletas con cuantos billetes pudieran. Levanté ambos puños apuntando a los dos delincuentes.
— ¡No se muevan! —Ordené de repente— ¡Están bajo arresto!
Los dos matones se sobresaltaron, volteando a verme con sorpresa y miedo en sus ojos. Uno de ellos dejó caer la maleta que cargaba y trató de tomar su arma. Sin darle tiempo a reaccionar, disparé un rayo de energía que lo golpeó en el pecho. Dejé que la energía continuara fluyendo por un segundo, empujándolo hacia la pared metálica al fondo de la cámara. Cuando detuve mi ataque, ya se encontraba inconsciente, y eso le dolería al día siguiente. Probablemente dejaría una marca también.
—Dije que no se muevan —repetí, mirando desafiante al malhechor restante, envolviendo el puño que apuntaba a él con más energía.
El hombre levantó ambas manos en el aire, totalmente rendido.
— ¡No me ataques, por favor! —Rogó.
—Si tienes un arma, déjala suavemente en el suelo.
Casi en cámara lenta, procedió a tomar una pistola de su cinturón y la dejó caer al suelo, pateándola hacia mí.
—Muy bien. ¿Ves que todo sale bien cuando hacen caso? —Dije, pensando en cómo iba a atarlos para que la policía se encargara de ellos.
—No creímos que un héroe vendría aquí —admitió—. Ni siquiera te reconozco.
—Mi nombre es Nova.
—Nova… Mira, no quiero problemas. Sé que no puedo ganarte. Pero mi jefe está por llegar, y ni tú ni yo queremos que no se lleve lo que vino a buscar.
— ¿Y quién es tu jefe?
El ladrón parpadeo un par de veces e inclinó la cabeza hacia un costado.
—Uh…—Dijo, señalando su chaqueta.
Había notado que todos los ladrones parecían tener las mismas ropas, pero había asumido que habían comprado ropa genérica al precio más barato. Ahora que me veía obligada a prestarle atención, noté que llevaba lo que parecía ser un parche justo por encima del pectoral izquierdo.
Una… ¿escama?
—Espera un momento… Tú no eres de aquí, ¿no es cierto? —Preguntó, sonando nervioso.
— ¿Y a ti qué te importa de dónde soy?
Sus ojos se abrieron alarmados.
— ¡Oh, no, no, no! ¡Créeme, no sabes con quién te estás metiendo! —Me dijo, dando un paso hacia delante pero deteniéndose cuando aumenté la intensidad de mi aura alrededor de mi puño— ¡No puedes vencerlo! ¡Es uno del Triunvirato de Reptiles!
— ¿Los qué?
— ¡Los villanos más fuertes de Great Lakes City! ¡Ellos manejan el sindicato del crimen! ¡Ni siquiera los héroes se atreven a enfrentarse a ellos! ¡Llegará en cualquier momento, si sigues aquí…!
SsSsZzSSsSzZzZsSsZzSsSzZ…
El vello de mi cuello se erizó, y mi instinto de supervivencia se activó de manera casi primitiva. Sin dejar que mi mente interpretara lo que estaba ocurriendo, mi cuerpo se lanzó en retirada hacia el otro lado de la cámara, y apunté ambos brazos hacia la entrada. Aquel agudo siseo se volvía cada vez más fuerte, y algo en mi interior se retorcía de miedo, como si sintiera a la muerte misma acercándose por detrás.
Unas pisadas comenzaron a acercarse, y oí al ladrón a mi lado gimiendo de miedo, temblando. ¿Qué estaba ocurriendo? Y entonces, la figura cruzó la puerta destrozada de la caja de seguridad del banco, y pude verlo con claridad.
Lo primero que vi fueron sus ojos. Dos grandes esferas redondas, amarillas, con pupilas verticales de un negro obsidiana. Era parte de una máscara, por supuesto, pero se veían tan reales que me sentí hipnotizada por ellos. Era un hombre joven, quizás en sus veintitantos años, de casi dos metros de altura, con una figura digna de las esculturas griegas. Su tez, apenas visible en la parte inferior de su cabeza y su cuello, era morena. El resto de su cuerpo estaba cubierto con un traje ceñido que no dejaba ningún músculo a la imaginación. Del cuello hacia abajo, el traje parecía estar hecho de escamas color esmeralda que brillaban con los destellos del fuego por detrás de él. Llegaba guantes y botas color púrpura, y un collar de colmillos. Y arrastrándose por detrás de él, una cola que parecía moverse de lado a lado.
La máscara, por supuesto, era lo que más llamaba la atención, no sólo con esos intimidantes ojos, sino por cómo se abría como la corona de una cobra real, haciendo parecer que su cabeza era mucho más grande de lo normal.
No sabía quién era esta persona, pero había algo en su mirada y el horrible siseo que dejaba escapar por sus labios, manteniéndome alerta. Como si mi cuerpo lo reconociera como una amenaza.
El villano —pues no había forma de que ese sujeto fuera un héroe— paseó la mirada por la habitación. Observó el delincuente desmayado, los bolsos llenos por la mitad, el secuaz de pie, y finalmente a mí.
—Vaya, vaya, vaya —dijo, y su voz era tan rasposa como una lija y fría como la brisa de medianoche—. No esperaba visitas.
—Señor —dijo el ladrón, acercándose a él y olvidándose completamente de mí—. Le pido me disculpe, ella nos interrumpió. Deme un minuto y puedo acabar de reunir el…
¡SASH!
Al principio no logré comprender lo que había pasado. Escuché el sonido del aire al ser atravesado por un rápido movimiento, y mi cerebro insistió en que había algo distinto. Entonces oí un suave goteo, y finalmente me percaté de que el villano tenía su brazo extendido, y lo que goteaba era la sangre que caía de la profunda y recién aparecida herida en el cuello de su subordinado.
Observé anonadada el preciso instante en que el ladrón comprendió lo que había ocurrido. Todo su cuerpo comenzó a temblar y llevó ambas manos a su cuello, tratando en vano de detener la sangre. Sus rodillas cedieron, y en seguida cayó al suelo, mientras su garganta dejaba escapar los más horribles y burbujeantes gemidos.
Mi sangre se heló, y comprendí de inmediato que no podía descuidarme ni un instante.
—Madison me agradaba —comentó el hombre-serpiente, examinando con detenimiento la sangre que bañaba la hoja con forma de colmillo que había aparecido en el dorso de su mano—. Era un buen secuaz, muy diligente. No me agrada que me hayas obligado a despedirlo.
Apreté mis puños y dejé que mi aura rodeara mi cuerpo para tratar de intimidarlo.
— ¿Estás demente? ¡Lo mataste sin motivo! ¡Estaba indefenso, aún intentando hacer tu trabajo sucio!
— ¿Sin motivo? Niña, una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. No puedo permitirme tener secuaces que no pueden siquiera completar un simple asalto a un banco. El mundo de los meta sólo conoce una jerarquía: el poder.
—Vaya, qué original —dije, tratando de sonar arrogante incluso si todo mi cuerpo estaba sudando—. Un villano que habla de poder. ¿Por qué no me hablas también de tu triste pasado que te empujó a este camino?
Echó la cabeza hacia atrás y comenzó a reír, mostrándome sus colmillos afilados.
—Oh, me agradas, niña. Hace tiempo que no me enfrento a un héroe que trata de ocultar lo aterrados que se encuentran. ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es Nova. Díselo a los policías cuando te encierren.
—Nova. Un buen nombre para un héroe. Ya que no te has rendido, asumo que no sabes quién soy.
Juntó sus pies y extendió sus brazos, inclinándose ligeramente hacia delante como una media reverencia.
—Mi nombre es La Cobra. Díselo a San Pedro cuando te abra las puertas.
En algún momento había visto videos de domadores de serpientes. Gente valiente que utilizaba palos o bastones para tratar de atraparlas. Y muchas veces, las serpientes no estaban de humor como para dejar que las capturaran. Solían sisear o hacer sonar sus cascabeles, y cuando todo fallaba y el domador no demostraba estar intimidado por ellas, usaban todos los músculos de su cuerpo para impulsarse hacia delante a una increíble velocidad y tratar de incrustar sus colmillos en su oponente.
Así de rápido se movió La Cobra. En un instante, casi un abrir y cerrar de ojos, había acortado la distancia entre nosotros hasta que la adrenalina fue lo único que me permitió ver el brazo extendido con ese colmillo-garra que se estiraba rumbo a mi corazón. Esos ojos amarillos estaban fijos en mí, paralizándome y dejándome a su total merced. Todo estaba perdido. Mi cuerpo lo sabía: había llegado mi hora.
— ¡Lori!
La voz de Leni resonó en algún rincón remoto de mi mente, devolviéndome el control sobre mi cuerpo. ¿En qué estaba pensando? No podía morir. Royal Woods me necesitaba, mi hermana me necesitaba. Estaba en aquella ciudad para cumplir un claro objetivo, no podía dejar que ningún villano me venciera.
Todavía tenía mis brazos extendidos, por lo que sin siquiera pensar, me propulsé con ellos hacia atrás, evitando por centímetros la cuchilla que pretendía enterrarse en mi torso. Me alejé de él hasta que mi espalda golpeó la pared trasera de la recámara.
—Impresionante —dijo La Cobra con una sonrisa—. Quizás seas más poderosa de lo que creía. Oh, Nova, ¿acaso serás tú la heroína que me recuerde lo que se siente ser desafiado?
No le respondí, en cambio, cargué mis puños con mi aura y comencé a propinarle puñetazos al aire, enviando con cada uno una pequeña esfera de energía en su dirección. La Cobra continuó moviéndose con una gracia y agilidad inexplicables, saltando del suelo a las paredes, acercándose más rápido de lo que me sentía cómoda permitiendo. Así, en cuanto lo tuve lo suficientemente cerca como para quitarle el tiempo de reacción necesario y esperé mi oportunidad.
En el preciso instante en el que saltó hacia mí, separando ambos pies del suelo, junté mis palmas extendidas y le lancé una columna de energía. Sin donde huir, sólo le quedó abrir los ojos y recibir mi ataque de lleno en el pecho. Mantuve el flujo de energía para empujarlo fuera de la recámara de seguridad. Evidentemente, él era un habilidoso combatiente cuerpo a cuerpo, y yo me especializaba en combate a distancia o golpes a fuerza bruta. En una batalla de técnica, yo siempre perdería.
Volé fuera de la bóveda, aún manteniendo mi ataque sobre él. La Cobra continuó rodando en el suelo hasta que logró asentar un pie. Se puso de rodillas, escudándose con sus antebrazos de mi implacable asalto. Aumenté la intensidad, arrastrándolo lentamente con sus botas rechinando en el suelo. Gruñó, y luego saltó hacia el costado. Mi ataque lo golpeó en el hombro, pero rápidamente se recuperó, y se acercó corriendo hacia mi posición. Me elevé en el aire.
La Cobra saltó, pero aumenté la intensidad de mi aura y volé más allá de su alcance. Comencé a preparar un nuevo ataque con mis puños, pero él juntó sus rodillas contra su pecho y giró hacia delante. Así, logró mover su larga cola hasta que me golpeó de lleno en el rostro, precipitándome hacia el suelo.
Impacté contra las baldosas y reboté algunos centímetros, sintiendo el agudo dolor en mis huesos. El distante recuerdo del Hombre Lagarto en Royal Woods cruzó por mi mente. Si tuviera una moneda por cada vez que un super villano con poderes basados en un reptil me sorprendía con un ataque de su cola, tendría dos monedas.
Lo cual no es mucho, pero es raro que haya ocurrido dos veces.
Sabía que no podía darme el lujo de permanecer en el suelo quejándome de lo mucho que mi cuerpo me dolía, por lo que rápidamente me impulsé para ponerme de pie. La Cobra estaba también reincorporándose, sus ojos fijos en mí con una gran sonrisa.
— ¡Sí, sí! —Gritó, abriendo los brazos— ¡Extrañaba esto! ¡La adrenalina de una buena batalla! ¡Muéstrame tu verdadero poder, Nova! ¡No te contengas!
Produjo un colmillo en el dorso de cada mano y se lanzó contra mí. Disparé algunas rápidas ráfagas de energía, pero La Cobra logró esquivarlas, su cuerpo serpenteando por el aire, moviéndose como un contorsionista y acercándose a mí. Traté de retroceder, pero una vez más, su cola me tomó por sorpresa al disparar como un látigo y rodear mi tobillo, evitando que me alejara.
Teniéndome ahora contra las proverbiales cuerdas, infundí mi cuerpo con mi energía para mejorar mi velocidad y fuerza, y me preparé para un intercambio de golpes. La Cobra lanzó un derechazo, demostrando el viejo dicho de la mano moviéndose más rápido que la vista. Me dejé caer hacia atrás, evitando por poco el zarpazo. Empujé hacia atrás con mi mano derecha para lanzar un rayo de energía que me devolvió a mi posición de pie, y aprovechando el impulso lancé yo misma un puñetazo rodeado de etéreas llamas azuladas.
Claramente no era una experta en artes marciales como Spade lo había sido, o incluso como el nuevo Ace Savvy lo era, pero estaba convencida de que aquel golpe debería haber golpeado a cualquier villano común y corriente. Nadie esperaba el viejo truco de dejarte caer para impulsarte de regreso, y mi puño se había movido más rápido de lo que una persona común y corriente podría hacer. Y sin embargo, La Cobra no tuvo problema en desviar mi golpe con un rápido movimiento de su muñeca, haciéndome pasar de largo y propinándome un rodillazo en el estómago.
Escupí todo el aire que tenía dentro de mis pulmones, pero no podía permitirme darle ninguna oportunidad de darme el golpe de gracia. Dejé que la energía brotara de mis pies como si de propulsores se tratara, e incluso con su cola enredada en mi tobillo, logré dar una voltereta entera, golpeándolo en el pecho con ambos pies.
Tomé aire, y me lancé una vez más hacia él, con los dos puños extendidos. La Cobra, recuperándose de inmediato de mi anterior ataque, trató de imitarme, agachándose para esquivar y contraatacar por debajo. Pero cambié la dirección de mi propulsión justo a tiempo para hacer un giro de noventa grados, deslizarme hasta el suelo, y luego impulsé mi pierna en un semicírculo, atrapándolo por las piernas y derribándolo. Una vez lo tuve en el suelo, volví a elevarme y disparé una feroz ráfaga de energía. Él rodó hacia un lado, evitando el destructivo ataque que rompió las baldosas del suelo.
— ¡Eso es! ¡Más! ¡Pelea más! ¡Muéstrame tu ímpetu! —Gritó, acuclillándose antes de salir disparado como un resorte, con una patada voladora hacia mí.
Era un ataque extremadamente frontal y evidente, por lo que lo tomé por la pierna, girando mi cuerpo y preparándome para lanzarlo hacia la pared más lejana. Sin embargo, en cuanto lo tuve bien sujeto, él giró todo su cuerpo, utilizando mi agarre como palanca para propinarme una patada en la cabeza que me obligó a liberarlo. Luego se lanzó con la cuchilla en forma de colmillo decidida a impalarme en medio del pecho.
Reaccionando puramente gracias a mi instinto de supervivencia, logré atrapar dicho colmillo con mi mano, deteniéndolo antes de que lograra penetrar en mi cuerpo. Sin darme descanso, realizó el mismo intento con su otra mano, y también lo detuve.
Así, comenzó un peligroso y mortal juego de tira-y-afloje que me tenía luchando por mi vida, tratando de detener su embestida. Él era más alto y fuerte que yo, y pronto su presión comenzó a hacerme deslizar sobre el piso, retrocediendo hasta que mis talones golpearon una pared.
— ¿Esto es todo lo que tienes? —Se mofó de mí, haciendo más fuerza y acercando la punta de sus "colmillos" hacia mi pecho— Sé que te estás guardando algún truco debajo de la manga. ¡Muéstrame tu verdadero poder!
Mi único as bajo la manga era mi Supernova… pero no estaba segura de poder hacerlo. Había gastado demasiada energía en mi viaje, y me sentía demasiado cansada como para realizar ese movimiento.
Aún así, no me quedaban muchas opciones. Era hora de acabar con la batalla cuanto antes. Concentré mi energía, dejando que mi aura creciera y aumentara en intensidad, iluminando mis ojos y bañando la pared a mi espalda de un reflejo azulado. Levanté la mirada, y al encontrarme con esos orbes amarillos, no tuve miedo.
Dejé de retroceder, y en cambio di un paso hacia delante, empujando a La Cobra, quien perdió su sonrisa mientras comenzaba a luchar por resistir mi avance. Otro paso más, dejando atrás mi literal posición entre la espada y la pared. Los músculos en el brazo de La Cobra luchaban contra la elasticidad de su traje, pero esta vez no estaba logrando ganar terreno contra mí.
Aumenté la fuerza de mi agarre sobre esos colmillos que surgían del dorso de sus guantes. Sin ellos, La Cobra no era más que un rápido y habilidoso artista marcial.
Dejé escapar un grito, aumentando hasta el límite la intensidad de mi aura, y procedí a abrir mis brazos en un gran arco, arrancando los colmillos de la serpiente y lanzando los restos rotos que cargaba en mis manos a lados extremos de la sala.
La Cobra retrocedió, dejando escapar lo que sonó como un siseo de dolor, y se miró los guantes, ahora con hoyos de donde le había arrancado sus armas. Mi aura llameante se atenuó, y una repentina sensación de agotamiento me inundó, obligándome a detenerme y tomar varias bocanadas de aire.
—Tú… ¡Pedazo de mierda! —Gritó La Cobra con total furia, marcando las venas de su cuello.
Traté de levantar los brazos para ponerme en guardia, pero apenas había comenzado a mover mis músculos cuando él se abalanzó contra mí, golpeándome en la boca del estómago. Todo mi cuerpo se encorvó hacia delante por el dolor, pero él no me dio tiempo siquiera a asimilar cómo es que había logrado moverse tan rápido, y conectó un puñetazo directo a mi rostro, enviándome en la dirección opuesta.
Me tomó por el cabello y me golpeó una, dos, tres, cuatro veces en las costillas. Hice fuerza para impulsarme en cualquier dirección, buscando desesperadamente alejarme de él para poder respirar y liberarme de su asedio. Pero apenas me había elevado algunos centímetros cuando él me tomó por el rostro y me estampó de lleno contra el suelo.
— ¡¿Cómo te atreves?! —Me gritó, levantando su pierna y propinándome un fuerte pisotón en el muslo que me ocasionó un calambre.
Todo lo que mi cerebro podía procesar era dolor, cansancio, y la asfixiante sensación de que me tenía rodeada, acorralada, como una boa constrictora que dejaba a sus presas sin escapatoria. Casi por instinto levanté un brazo y comencé a lanzar una ráfaga de energía, pero La Cobra desvió mi puño con una palmada, y a continuación, tomándome por los hombros, me embistió, chocando mi cabeza contra su máscara de serpiente.
Al principio pensé que esa cosa sería de cotillón, quizás paper maché, pero dolió como si fuera un bloque de cemento. Mi visión se volvió borrosa, y el simple acto de cerrar mis puños para preparar un ataque se me hacía tan imposible como levantar un edificio por mí misma. Aún así, empujada nada más y nada menos que por mi ímpetu y voluntad para sobrevivir, logré levantar la cabeza desafiante y observar a La Cobra, quien se hallaba de pie frente a mí, sus hombros y pecho moviéndose al ritmo de su desenfrenada respiración.
—Maldita… Desgraciada… ¡YO SOY LA COBRA! ¡NINGÚN HÉROE PUEDE IGUALARME!
Levantó un brazo para asestar el que bien podría haber sido mi coup de grâce, pero entonces…
— ¡EEEEEK!
Lo que pareció ser el sonido de una persona afónica tratando de imitar un zapato resbalando sobre las tablas enceradas de una cancha de baloncesto fue lo único que anunció la repentina llegada de una figura que golpeó a La Cobra de costado, enviándolo varios metros lejos de mí. La figura se detuvo a mi lado, y una sensación de calor llenó mi cuerpo.
Calor que era una clara consecuencia de estar recostada justo por debajo de dos columnas de fuego que se extendían como alas desde la espalda de lo que tan sólo podía desear se tratara de un héroe.
Era un chico, quizás de mi misma edad, de tez morena, vistiendo un traje ajustado color azul con una textura que insinuaba plumas. Sus guantes y botas eran de un amarillo canario, con algunos detalles de guardas rojas y naranjas. Llevaba un cinturón dorado, no muy distinto del que supuse que los luchadores se llevaban tras ganar una competición, y su rostro estaba enmarcado por una máscara que tenía la forma de un halcón rojo con pico dorado.
Mientras La Cobra se ponía de pie con un movimiento de break dance, el recién llegado me echó una preocupada mirada por encima de su hombro y por debajo de sus alas ígneas.
— ¿Te encuentras bien? —Me preguntó con genuina preocupación.
Definitivamente se trataba de un héroe. Avergonzada por haber sido encontrada en esa posición, ignoré el punzante dolor en mi rostro y giré para apoyarme sobre mis antebrazos y tratar de levantarme.
—No te preocupes por mí —le dije a regañadientes, sintiendo mi garganta ardiendo y mi lengua captando el metálico sabor de mi sangre.
—Aaah, El Falcón de Fuego —dijo La Cobra, reincorporándose y sonriendo maliciosamente hacia el flamante héroe.
Antes de que el intercambio de palabras pudiera continuar, el sonido de nacientes truenos inundó el banco, y un arco de electricidad cruzó el recinto hasta impactar de lleno en el villano, enviándolo directo contra un muro.
Acompañada —o quizás empujada— por una brisa, una niña de no más de once o doce años aterrizó junto al Falcón y a mí. Llevaba puestas unas botas blancas y un traje de spandex color verde agua. Su máscara era similar a la mía, cubriendo los ojos y rodeando la cabeza, pero dejando libre el cabello por encima. Su melena negra estaba recogida en una coleta. Por sobre las cejas llevaba un pequeño parche blanco en forma de nube del cual salían rayos amarillos, que se repetían por debajo de los ojos y a través de su torso.
— ¡Y La Tormenta! —Anunció, tratando de sonar valiente pero no logrando ocultar el miedo que sentía y que se hacía evidente en cómo sus piernas temblaban.
—Tormenta, ayúdala a ponerse de pie y salgan de aquí —dijo el Falcón, dando un paso hacia delante para colocarse entre La Cobra y nosotras y extendiendo sus alas como una cortina para protegernos—. Yo lo distraeré.
— ¡Es La Cobra! ¡No puedes pelear contra él! —Dijo la niña, mirándolo como si estuviera demente.
— ¡Hazlo!
Apenas hubo terminado, tuvo que lanzarse hacia delante y cruzar sus brazos para impactar de lleno contra La Cobra, que se había catapultado desde su posición, moviéndose a una velocidad sobrehumana. Los dos metas con temática animal se miraron a los ojos, sus antebrazos presionados en un duelo de fuerza y resistencia.
—Elegiste un mal día para cruzarte en mi camino, novato —siseó La Cobra—. Estoy sediento de sangre, y dos pequeños héroes se acercan a sumarse a mi aperitivo de presas.
—La única presa que soy es un ave de presa —dijo El Falcón.
Sentí que algunas de mis neuronas murieron al escuchar su broma. Al parecer, el villano y yo estábamos de acuerdo por primera vez en todo el día.
—Te mataré a ti primero. Y luego a esa niña de las nubes.
El Falcón rugió, empujando a La Cobra hacia atrás, impulsándose con sus alas para elevarse y dando una patada giratoria que el reptil logró evitar con facilidad.
Estaba tan ocupada mirando la pelea que me sobresalté cuando la niña, La Tormenta, me tomó por el brazo y trató de ponerme de pie.
— ¡Vamos, tenemos que irnos! —Me dijo.
Al voltear a verla y apreciar su rostro de cerca noté lo pequeña que era. Sus mejillas estaban cubiertas de pecas, y sus paletas pedían frenos a gritos. Estaba demasiado cansada como para discutir, por lo que dejé que me ayudara a reincorporarme, rodeando sus hombros con mi brazo izquierdo.
—Sólo necesito… recuperar el aliento —dije, luchando por no caer.
— ¿En qué pensabas enfrentándote a La Cobra? —Me regañó, arrastrándome contra mi voluntad en dirección a la salida— ¡Nadie le puede ganar a La Cobra! ¡Y ahora mi hermano está luchando contra él! ¡Tenemos que irnos pero ya!
Oímos un gemido de dolor y volteamos justo a tiempo para ver cómo el Falcón recibía no menos de cinco puñetazos limpios al pecho y estómago, acabando con La Cobra lanzando una patada giratoria que le dio de lleno en el rostro, derribándolo.
— ¡Falcón! —Gritó La Tormenta.
La Cobra volteó hacia nosotros y una vez más se lanzó con insospechable velocidad, atravesando la sala en instantes.
Afortunadamente, La Tormenta parecía tener algo de experiencia en la batalla, pues incluso antes de que yo la empujara hacia un lado para luchar contra La Cobra por mi cuenta, ella extendió una mano. Sus ojos brillaron y echaron chispas, y su cabello se levantó cuando vientos huracanados salieron de ella, arremolinándose contra La Cobra y deteniéndolo por algunos metros antes de que llegara a nosotras, atrapado en un domo ventoso.
Apenas pasaron unos segundos cuando noté que La Tormenta temblaba y sus vientos perdían fuerza tan rápido como la habían ganado. Al parecer, un ataque tan poderoso demandaba demasiado de la pobre niña. Afortunadamente para nosotras, El Falcón se recuperó, y con sus flameantes alas guiando el camino, logró atrapar a La Cobra por detrás, inmovilizando sus brazos y piernas con los propios, y batiendo las alas para elevarse en el aire. La Tormenta cedió ante la presencia de su hermano, y resumió sus intentos de llevarme lejos.
— ¡Ya suéltame, maldita basura! —Gritó el villano, aprovechando la poca movilidad que tenía en su brazo derecho para comenzar a asestarle poderosos y demoledores codazos en la cara al Falcón.
El joven héroe no aflojó. Todo lo contrario, su agarre sobre el villano pareció volverse aún más temerario y poderoso, aún cuando de su nariz y boca comenzó a brotar un chorro imparable de sangre.
— ¡VÁYANSE! —Nos gritó entre golpe y golpe.
— ¡Falcón!
— ¡AHORA!
Con incipientes lágrimas en los ojos, La Tormenta aceleró la marcha, arrastrándome hacia la salida y lejos de la pelea. Yo no podía despegar la vista de aquel valiente héroe. La Cobra era un formidable oponente que había estado a punto de acabar conmigo. ¿En serio iba a permitir que aquel chico arriesgara su vida por la mía mientras yo me escapaba como una cobarde?
— ¡Ah! ¿Qué es esto? —Dijo sobresaltada La Tormenta, soltándome por un momento al ver mi aura azulada.
—Tranquila… no queman —le dije, sabiendo que la mayoría de las personas se sentían intimidadas por la apariencia flamígera de mi energía, la cual sólo dolía cuando yo así lo quería.
La Cobra continuó maltratando al Falcón, quien muy a su crédito, no dejó que el evidente e inmenso dolor que sufría se apoderara de él. Se mantenía aún concentrado en la batalla. Y verlo luchar me devolvió las fuerzas que necesitaba. La llama ardía dentro de mí una vez más, y ese calor se reflejó en la brillante aura que me rodeó.
—Tormenta —dije, separándome de la niña y reuniendo cada pequeña chispa de energía que quedaba en mi cuerpo—, ¿crees que puedes usar tus poderes para mantenerlo en el aire por dos segundos?
—Pero Falcón dijo que…
—Sólo dos segundos —la interrumpí, sintiendo cómo mis pies resquebrajaban las baldosas bajo ellos—. Si puedes suspenderlo por dos segundos, nada malo le pasará al Falcón.
Ella dudó por un instante, su mirada moviéndose rápidamente entre su hermano y yo. Tras una breve consideración, acabó asintiendo con energía.
—Muy bien. Cuando caiga, mantenlo lejos del suelo.
— ¿Cuando qué?
— ¡FALCÓN, SUÉLTALO! —Grité, ignorando a la niña.
La Cobra y El Falcón voltearon a verme, el primero continuando su implacable golpiza.
— ¿Q-Qué?
— ¡CONFÍA EN MÍ! —Le rogué, preparándome— ¡SUÉLTALO!
Asumí que, en su calvario de dolor, aquello era lo que su cuerpo más necesitaba escuchar. Confiando en mi palabra, una heroína que nunca había visto ni conocido y que acababa de salvar, soltó a La Cobra, los dos desplomándose como peso muerto.
— ¡AHORA!
La Tormenta comprendió de inmediato, y una vez más, los vientos inundaron la sala. Las ventanas se rompieron, con cristales volando hacia el interior del banco. Un verdadero tornado en miniatura se manifestó en el centro, manteniendo a La Cobra suspendido en el aire como una moneda entre dos super imanes. Sabía que la niña tendría problemas manteniendo ese poder, por lo que no desperdicié la ventana que estos dos valientes héroes habían creado para mí.
Di una patada al suelo, destrozándolo e impulsándome a toda velocidad en dirección a La Cobra, con ambos puños extendidos. Suspendido en medio del aire, no tuvo posibilidad alguna de evitar que lo embistiera como una lanza, empujándolo a través de la estancia a la velocidad de un coche en una persecución.
Me aseguré de que mis puños se cerraran con fuerza sobre su traje verde, y colocándolo frente a mí como un parachoque, desplegué todo mi poder para propulsarme a través del aire. Y no sólo del aire. Sino a través de columnas, paredes de ladrillo, el entrepiso, la pared de ladrillo del exterior. Siempre con él por delante, escudándome de los escombros a medida que los dejábamos atrás. Una vez fuera del banco, me elevé hasta la altura del tercer piso, y con un grito de guerra, lo volteé y di un giro de ciento ochenta grados, impulsándome a toda velocidad hacia el suelo.
Cuando impactamos, cada hueso y músculo en mi cuerpo se resintió, dejándome al borde del colapso. Apenas tuve la entereza suficiente como para ponerme de pie y no caerme dentro del cráter de tres metros de diámetro que habíamos creado en medio del asfalto.
Mi aura se esfumó, con apenas pequeñas volutas de humo azulado elevándose al cielo desde mis hombros y espalda. Respiré hondo, y mis costillas y pulmones dolieron al expandirse. A mi alrededor, los policías se acercaron con armas desenfundadas. Instantes más tarde, un maltratado Falcón y una extremadamente preocupada Tormenta se unieron a nosotros.
Todos se quedaron estupefactos, sin entender quién era esta joven desconocida que se encontraba con un pie sobre el pecho de una inconsciente y derrotada Cobra.
