Beteado por Flor Carrizo, betas FFAD.
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Inesperada sorpresa
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Tragándome las preguntas y toda la confusión que reinaba en mí, respiré calmada y coloqué una sonrisa falsa en mi rostro.
—Me encantan las reuniones sociales —espeté con sarcasmo—, pero el señor Masen tiene trabajo al igual que todos en las oficinas aledañas, por lo que sugiero terminen su reunión en otra parte, ¿quedo claro? —terminé de decir subiendo un poco, sólo un poco, el tono de mi voz.
—Sí, se-señorita —respondió Masen, despidiéndose de Alice y volviendo a su cubículo.
—Bell...
Ella, al ver la mirada ácida que le di, lo rectificó.
—Isabella lo siento, no culpes a Eddie, es todo mi culpa.
—Y no lo dudo —murmuré para mí.
Entré a mi oficina y ella me siguió. No me agradaba Alice, no la quería en la empresa o en mi vida, pero así lo quería Esme y por ella la soportaba; pero eso no quería decir que cambiaría o dejaría de ser yo, por lo que no la trataría distinto que a cualquier subordinado. Ella quería ser una más, la trataría como a una más.
—Ya que estás aquí puedes llenar los papeles. Jessica, mi asistente, te indicará dónde lo puedes hacer y con quién tienes que hablar —dije agitando mi mano como si no fuera importante.
— ¿Tú no podrías acompañarme? —Sentada frente a mi escritorio, alcé la vista con cara de incredulidad.
—No soy tu guía turística, tengo cosas que hacer.
Ella se sentó enfrente de mi escritorio, ¿en serio tenía que pasar por esto?, ¿por qué no sólo se marchaba y ya?
— ¿Qué es lo que tendré que hacer? ¿Cuál será mi trabajo? —preguntó casi desbordando alegría. Aquí había algo más o estaba siendo muy pesimista sobre esta nueva Alice o no pensaba con suficiente pesimismo.
La conocía, podía oler la manipulación, el egoísmo y la ambición a kilómetros, y en este momento el olor estaba muy cerca.
—Isabella, ¿por qué te comportas así? Sólo quiero empezar de cero, ser buenas amigas —comentó.
Lo miré con humor.
—Tú y yo nos conocemos desde hace mucho, Alice, así que no tenemos que fingir.
—No estoy fingiendo, sólo cambié.
La sonrisa con la que lo dijo me indicó que estaba ocultando algo, ella y yo jamás fuimos amigas y nunca lo seriamos, primero porque éramos muy distintas y segundo no quería tener nada que ver con ella.
—Las personas no cambian, sólo ocultan lo que realmente son. Ahora, si me disculpas, tengo cosas importantes que hacer. Jessica te dirá todo lo que tienes que saber y dónde ir. —Me concentré en mis papeles sin siquiera mirarla, sólo esperando que saliera de mi oficina.
—Siento haberte incomodado, nos vemos en la cena —musitó antes de irse.
Respiré tranquila cuando se fue, podía parecer que estaba siendo mala y cruel con ella, pero la conocía, de hecho la conocía demasiado bien y estaba muy segura de que este cambio era algo más.
No quise darle más vueltas al asunto, ya había tenido suficientes cosas en las cuales pensar este día, así que me concentré en mi trabajo: revisar documentos, crear propuestas, estrategias, eso me mantenía ocupada sobre todo por la inminente cena de esta noche.
Bostecé y cerré los ojos mientras ocultaba la cara entre mis manos. Me sentía rara, es decir, tenía todo cuanto alguien podría desear: una gran familia, no muchos amigos pero sí verdaderos, era la presidenta de una de las empresas importadoras más grandes del país, podía tener lo que quisiera, cuando y donde lo quisiera; pero aun así sentía que hacía falta algo, pero no sabía qué.
Alguien golpeó la puerta.
—Puede entrar.
—Señorita.
No, por favor, rogué, estoy harta de su señorita, ¿no tiene otra palabrita? Y también está ese tono de miedo en que lo dice.
— ¿Qué necesita, señor Masen?
Todavía tenía la cara oculta entre mis manos, no quería verlo, en realidad, no quería ver a nadie en este momento.
—Lo si-siento. —Intrigada por lo que diría alcé el rostro a la tímida y tartamudearte voz que me hablaba.
— ¿Por qué?
Se estrujó las manos y empezó a respirar rápido y tartamudear.
—Por lo... bu-bueno, lo que pa-pasó hace ra-rato. No, no quise inco-incomodarla.
—Señor Masen, siéntese —indiqué, él lo hizo sin chistar.
Respiré, lo miré mientras él se acomodaba sus lentes y miraba hacia abajo. Respiré sonoramente, otra vez, había algo que me irritaba acerca de Masen, no sabía con exactitud qué era, pero estaba ahí, como una espina que producía incomodidad.
— ¿Cómo conoce a Alice? —pregunté sin poder contenerme.
—La... bu-bueno, Alice es una a-amiga. —Su respuesta no me ayudaba mucho que digamos.
— ¿Desde hace cuánto la conoce? —presioné.
Él torció su boca en un gesto que, aunque me costara admitir, fue adorable. Carraspeé para llamar su atención y centrarme en lo importante, nada en Masen podía parecerme adorable, nada.
—Un tiempo.
Sus respuestas vagas me estaban impacientando, ¿por qué no me podía responder con la claridad que quería?
—Puede irse, señor Masen. Acepto sus disculpas, pero espero que no vuelva a pasar, entenderá que no tengo tiempo para usted en este momento —dije de manera cortante. Él no me quería decir nada sobre Alice porque, de seguro, era igual de frívolo que ella; sólo una persona así podía soportarla, pero no importaba, me daba igual por qué o cómo se conocían, no era mi problema.
—Pero...
—Masen —grité—, ya que a usted, al parecer, le encanta fraternizar a horas laborales, se puede largar de mi oficina que yo sí tengo que trabajar. —Tenía rabia, no sabía por qué pero la tenía y no quería verlo.
—Es-está bien, no... no volverá a pa-pasar. Lo sien... —Resoplé y él interrumpió lo que estaba diciendo.
Salió de mi oficina en silencio, mirando hacia abajo. Supongo que con Alice no tartamudea, pensé, pero qué me importaba.
Volví a mi trabajo y traté de no pensar en nada más, porque era lo mejor. ¿Para qué buscar respuestas a preguntas no importantes? Sobre todo preguntas que me hicieran pensar en seres tan nulos como ellos dos.
Tenía trabajo, cosas en qué pensar, eso me distraería un poco, o eso esperaba.
Después de algunas horas de trabajo, conducir en el tedioso tráfico y cantar la música de la radio, estaba en la puerta de la casa de mis padres. Resoplé un par de veces antes de tocar el timbre, siempre me emocionaban las cenas familiares, estar con papá, mamá y Jasper después de un día de trabajo era muy reconfortante, el calor familiar y las pláticas amenas me hacían feliz. Pero ahora que tenía que soportar al demonio con ojos de Alice no parecían tan deseadas, sobre todo por su irritante voz y su manera de ser tan peculiar. Sólo esperaba y rogaba que la despidieran o que el repentino deseo por trabajar se le pasara pronto y volviera a ser la vaga y descuidada parienta lejana de la familia.
—Bella, cariño, me alegra volver a verte —saludó mi madre repartiendo besos por mi rostro.
Sonreí como boba, amaba a mi madre y todas sus demostraciones de afecto.
—Hola mamá, también me alegra verte. ¿Y papá? —pregunté.
—Está en su despacho, ya sabes que el ama estar ahí.
Carlisle, mi padre, era cirujano en el hospital central de la ciudad, él amaba su trabajo, ayudar a las personas y curarlas lo hacía feliz, aunque eso consumía mucho de su tiempo.
Todo lo que soy en cuanto a mi ética y moral se lo debo a él, quien me enseñó desde que era una niña que no importaba en qué trabajara mientras amara lo que hacía, podrías sentir que todo cuanto das por tu trabajo vale la pena. Claro está que mi padre es condescendiente, amable y todos sus empleados lo quieren, a diferencia mía, pero eso sólo son detalles y gajes del oficio.
—Iré a hablar con él.
Subí las escaleras hasta su despacho, toqué una sola vez hasta que él me indicó que pasara.
Estaba metido en sus libros, como de costumbre. Sonrió al verme. Mi padre era un hombre muy guapo para su edad, tenía el cabello rubio, los ojos azules, una sonrisa encantadora y un cuerpo ejercitado, si fuera mamá no lo dejaría salir solo.
—Hola papi —saludé.
—Hola mi niña, ¿cómo has estado?
Papá se acercó a mí y nos abrazamos. Para el mundo era una perra, podían decir que la peor de las personas, pero con mis padres era quien jamás podría ser con alguien más, les debía tanto que hacía que los amara en una cantidad que nadie podía imaginar. Ellos eran todo para mí.
—Bien, ya sabes, con el trabajo y esas cosas.
Entre plática y risas llegamos al comedor. Alice, como siempre, no había llegado. El timbre sonó, esperaba que fuera un oficial con malas noticias sobre ella, no mentira era broma, o tal vez no.
—Ha llegado el alma de la fiesta —gritó Jasper desde la puerta.
—En eso diferimos, yo diría el desastre —comenté sonriendo.
—Oh... Isabella la reina del hielo Swan está sonriendo. Vamos papá, hay que tomar una foto, capturar este mágico momento —dijo con sarcasmo.
Jasper empezó a hacer poses con las manos en forma de una cámara, era tan idiota.
Mi padre nos vio y rodó los ojos, estaba tan acostumbrado a esto.
— ¡Ja ja ja!, me da tanta risa, ninfómano.
—Bella —regañó mi madre.
Me giré, la miré y batí mis pestañas como niña buena
— ¿Qué? —exclamé—, es verdad y él lo sabe, todas las mujeres en esta ciudad lo saben.
—Madre no lo niego —dijo Jasper colocando su mano en el corazón de forma dramática—, estoy enfermo de amor, cúrame mami.
Lo miré irónica.
—Eso no se llama amor. —Reí.
—Tú siempre tan graciosa… Bella, ¿y la loca? —susurró Jasper bajito, sólo para nosotros dos.
—Ya sabes, ella es una diva, jamás llega temprano.
—Escuché que hoy fue a la oficina.
Sí que los chismes corrían rápido en la empresa.
—Fue a hablar con un, al parecer, amigo que tiene ahí y para saber los requisitos del trabajo —expliqué.
— ¿Y qué te parece todo esto? —preguntó—, ¿su regreso?, ¿esas ganas de trabajar?
Lo miré alzando una ceja.
—Me dirás pesimista, pero esto no huele bien, algo se trae la víbora esa.
—Sí que la odias, hermana.
Sonreímos. Jasper era mi hermano, aunque no llevara mi sangre, por eso odiaba que me llamara primita, me hacía sentir más ajena y alejada de él, de mi familia, aunque jamás se lo había dicho y sabía que él sólo lo hacía para molestarme, porque siempre había sido mi hermano mayor ahuyentando a idiotas, cuidándome de los demás y, aunque parezca que nos queremos matar, todo el tiempo nos queremos a nuestra manera.
—No la odio, eso sería darle mucha importancia en mi vida, sólo no confío en ella.
Todavía faltaba una hora para que mamá sirviera la cena, aunque sabía que en verdad lo hacía para esperar a Alice, lo que me ponía de malas.
Ella sólo llegaba para sembrar incomodidad en la familia. Sabía que papá era lo más amable posible con ella por Esme, él no lo reconocería nunca, pero lo conocía. A ella la conocimos y pocos meses después ya se había ido a Londres, no se crió con nosotros o convivió como familia, ¿cómo quería que la quisiéramos? Podía ser cruel, pero la vida era cruel, al igual que la realidad y esa era que ella no pertenecía a esta familia; sólo Esme la trataba con una delicadeza que no se merecía y jamás llegaría a entender el porqué.
—Dime, hermanito, ¿qué tal las conquistas? ¿Cuánto duraste con Tanya? ¿Dos días? —pregunté a Jasper, mientras nos sentábamos en los muebles de la sala y encendíamos la televisión.
—Fue un absoluto horror salir con ella.
Me reí.
—Lo sabía, una lunática de amor —dije la última palabra con voz melosa.
—No, sólo una lunática más, como una acosadora. Me llamaba cada hora del día, sabía en qué lugar y momento estaba y cuando iba a un lugar y le mentía se volvía loca y empezaba a gritarme mentiroso, engañador y cosas así. No sé qué demonios sucede con ella, sólo sé que no está bien.
La manera en que me carcajeé no era nada normal, tomaba mi abdomen con fuerza.
Tanya trabajaba en un restaurante cerca de la empresa, estaba bastante obsesionada con Jasper, de una manera que daba miedo. Sabía que era rubia y eso la hacía medio boba, pero tampoco al extremo de acosar a mi hermano, sobre todo de la manera en que lo hacía.
Cuando recuperé el aliento y la compostura, le comenté:
—Sabía que estaba medio friki, pero no a tal grado.
—Así que decidí que estoy harto de salir con chicas locas, me quedaré solo por un tiempo. —Lo miré como si tuviera un ojo de más.
Jasper era un rubio chico de ojos azules, al igual que nuestro padre, coqueto y muy mujeriego. Trataba de no traerle cada nuera que conocía a mamá, ya que, cuando Esme empezaba a entusiasmase, él terminaba con ellas diciendo que todo se estaba poniendo muy serio. Mi hermano era un Casanova que sólo salía con chicas que no estaban en sus cinco sentidos, al menos la mayoría de ellas
— ¿Por cuánto?, ¿tres horas? Te conozco, no eres capaz de soportar una semana sin estar con alguien, aunque sea una acosadora.
—Me ofende que dudes de mi capacidad —murmuró dolido.
Nos quedamos un rato mirando televisión. Era raro tener un momento de silencio con Jasper, él siempre quería trabajar al terapeuta contigo y eso me estresaba. Seguimos mirando el programa cuando apareció un hombre demasiado lindo y musculoso promocionando un perfume, suspiré porque, además de ser guapo y sexy, no podía ser también inteligente.
La mayoría de los hombres que había conocido sólo eran idiotas con musculosos y cero cerebro, quería a alguien con quien pudiera tener una conversación inteligente, larga, sustanciosa, y también que fuera musculoso y sexy… bueno, y que en la cama me diera buen sexo. ¿Eso era mucho pedir?
— ¿Qué tal tú, hermanita?, no tienes un novio desde hace... —Se quedó pensando.
Lo golpeé en las costillas y él se quejó.
—Los hombres son unos idiotas, tú sabes mucho de ello.
Me paré del sofá y subí al baño para refrescarme un poco, y también para no hablar del tema. El sexo era una parte base en mi vida, me encantaba, pero de un tiempo para acá se sentía vacío porque el chico con quien estaba no me atraía ni un poquito, y ¿cómo puedes sentir algo más que aburrimiento con alguien que no te inspira nada?
Subí al baño y me miré al espejo.
—Todo está bien, Bella —me dije mientras me miraba fijo—, sólo estás pasando por una etapa emo y depresiva, pero todo pasará y lo volverás a disfrutar tanto como antes.
Era simplemente imposible que perdiera el apetito sexual, que me dejara de gustar eso. No era natural, no era natural que dejara de disfrutar del sexo, de lo más increíble que puede existir en la vida.
Bajé después de un momento y fui a la cocina a ver si podía ayudar en algo a mamá.
— ¿Será que podemos comer? —me quejé cuando la vi.
—No hagas puchero, Bella.
—No sé por qué...
El timbre sonó interrumpiendo lo que iba a decir.
—Debe de ser ella —anunció Esme corriendo a abrir la puerta, rodé los ojos.
Aquí vamos.
Fui a llamar a Jasper para que viniera a comer cuando la escuché.
—Lo siento, el tráfico nos retrasó.
¿Nos?, pensé, ¿quiénes?
—Carlisle, Esme, hola. —Resoplé. Ella siempre llamaba a mamá y papá así, jamás con una forma de cariño, pero sí era buena para gastar su dinero.
Me giré para mirarla y darle una no muy agradable bienvenida, cuando...
—Señor Masen, que alegría volver a verlo —saludé con una sonrisa falsa y fría.
Hola nenas, quise traerles este pequeño capitulo de fin de año el cual espero este cargado de bendiciones y buenas cosas para todas. La cena sera algo interesante esperen con ansias.
PD: Por si no lo saben en mi perfil esta el link del grupo de mis historias en facebook ahí encontraran adelantos, imágenes, vídeos y todo lo relacionado con mis historias, un besito a todas nos leemos en el siguiente capi y Feliz año...
